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Nuestros momentos por Khira

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Notas del fanfic:

Hace mucho, mucho tiempo que tengo en mente varias escenas de Kakashi e Iruka..., pero no me veía con tiempo para escribir el fic completo, así que he decidido hacerlo en forma de one-shots, pero que iré colgando aquí mismo.

Voy a intentar que cuadre perfectamente con los sucesos y el tiempo del manga, pero como empiezo de tan atrás puede que no recuerde algo y meta la pata, si es así, encantada de que me aviséis :)

Notas del capitulo:

El primer one-shot/momento/escena tiene lugar justo después del funeral por el Tercer Hokage (después del cap 139 del manga).

Espero que os guste :)

Escena 1 - (después del cap 139 del manga)

 

No quería invadir su privacidad. Solo quería asegurarse de que estaba bien.

Esas dos frases bailaban alternativamente en la mente de Kakashi mientras, usando sus mejores habilidades como ninja para no ser detectado, se pegaba a un lado de la ventana del apartamento de Iruka, y agudizaba el oído como un vulgar espía.

Al principio no oyó nada. Bueno, hacía menos de cinco minutos que Iruka había vuelto del funeral del Tercero. El funeral había terminado en realidad hacía más de una hora, pero Iruka se había quedado un buen rato allí solo, bajo la lluvia, mirando la lápida bajo la que descansaba el cuerpo de quien había sido como un padre para él. Kakashi le había observado desde la distancia, sin atreverse a acercarse a él, dejándole intimidad para expresar su pena. Pero de camino a su casa —Kakashi le había seguido discretamente por los tejados—, Iruka se había parado a comprar una botella de sake, lo que significaba que el joven maestro iba a ahogar sus penas en alcohol, y eso inquietaba demasiado al jounin.

Al cabo de un par de minutos comenzó a escuchar los primeros ruidos. Ruidos de vajilla. Y unos segundos después Iruka se estaba sirviendo una copa. Kakashi lo supo por el sonido del líquido al caer. Suspiró. Quizás solo sería una.

Pero Iruka se sirvió una segunda copa. Y una tercera. Kakashi se mordió el labio. ¿Qué debería hacer? El corazón le dolía de preocupación. Ojalá fueran amigos. Así al menos podría presentarse en su casa como si nada y simplemente cuidar de él y de su futura borrachera. Pero no eran amigos. Solo conocidos. Y desde aquel desafortunado incidente en el que Kakashi insistió en que el equipo 7 estaba preparado para enfrentarse a los exámenes de chuunin mientras Iruka se oponía, apenas habían hablado.

Iruka se sirvió la cuarta copa de sake. Kakashi apretó los dientes. La última vez que Iruka había bebido tanto fue cuando aquel indeseable de Mizuki mostró su verdadera cara. Mucha gente pensaba que Iruka y Mizuki solo habían sido amigos, pero Kakashi sabía —porque la costumbre de espiar ya le venía de lejos— que habían sido algo más. Y nada más volver del hospital en el que había tenido que permanecer ingresado por la herida de su espalda —herida provocada por Mizuki, eso Kakashi jamás lo olvidaría—, el joven maestro vació él solo dos botellas de sake y lloró y lloró hasta que se quedó dormido. Con un poco de suerte, esta vez pasaría lo mismo y la única consecuencia para Iruka sería un dolor de cabeza terrible.

De repente, un ruido fuerte, un estallido de cristales rotos sobresaltó a Kakashi. La preocupación pudo con su instinto de ninja de permanecer oculto y se asomó a la ventana. Iruka había estrellado la botella de sake contra la pared —al menos ya no bebería más— y ahora estaba inclinado sobre sus rodillas, con la cara oculta entre los brazos, sollozando. Unos sollozos que partían el corazón, en este caso el de Kakashi.

No podía. Simplemente no podía verle así y no hacer nada.

El jounin olvidó toda precaución y entró en la vivienda por la ventana. Iruka reaccionó al momento, levantándose de un salto, y mirando al intruso con ojos sorprendidos y llenos de lágrimas.

—¡¿Kakashi?! —exclamó.

—Iruka…

Iruka trató de secarse la cara con ambas manos, pero las lágrimas seguían cayendo y en seguida volvió a tener la cara mojada. Se había quitado la parte superior del uniforme y llevaba solo una sencilla camiseta negra de manga corta.

—Kakashi… ¿qué haces aquí?

—Estaba preocupado por ti. Estoy preocupado por ti.

—Estoy bien.

—No lo parece.

Por un momento apareció una expresión crispada en Iruka, pero se desvaneció en seguida. El chuunin ahogó un nuevo sollozo y se tapó la cara con una mano, avergonzado.

—Estaré bien. No te preocupes.

—No puedo evitarlo.

Kakashi sabía que estaba hablando más de la cuenta, pero en ese momento le importaba más consolar a Iruka que esconder sus sentimientos. Se acercó a él con lentitud y le puso una mano amistosa en el hombro. Iruka temblaba por el llanto.

—Iruka…

—Estaré bien… —repitió el joven profesor, pero la voz se le quebró—. Mierda…

Kakashi no aguantó más las formas: rodeó a Iruka con ambos brazos y le apretó contra sí.

—Llora. Desahógate. No es bueno guardarse las lágrimas.

—No debería llorar… —sollozó Iruka contra su cuello—. Soy un ninja adulto, por el amor de…

—Olvídate de eso y desahógate. Es una orden.

Iruka así lo hizo. Lloró en el hombro de Kakashi durante un buen rato, pero a este no le importó. Por fin tenía a Iruka entre sus brazos, aunque las circunstancias no fueran precisamente las mejores.

Cuando Iruka pudo parar al fin, no se apartó, sino que se quedó pegado a Kakashi en silencio. Esto sorprendió al jounin, quien empezó a ponerse nervioso. Al fin y al cabo, tenía a Iruka apretado contra él, demasiado apretado, a quien llevaba tanto tiempo deseando, y no era de piedra.

—Iruka… —carraspeó.

—¿Por qué estás aquí? —Iruka tenía la voz un poco pastosa, y Kakashi comprendió que el alcohol empezaba a hacerle efecto.

—Te lo he dicho. Estaba preocupado por ti.

—¿Pero por qué? Creía que no te caía bien.

Kakashi supuso que lo decía por el incidente de los exámenes de chuunin, pero no quiso sacar el tema.

—Eso es imposible. Tú no le caes mal a nadie. Toda la villa te adora.

Iruka ahogó una risita avergonzada. Sí, definitivamente el alcohol le había subido a la cabeza.

Y a Kakashi le estaba subiendo otra cosa…

«Que no se dé cuenta, por favor…», rogó mentalmente. Sabía que lo que tenía que hacer era apartarse, pero por algún motivo sus extremidades no respondían a las órdenes de su cerebro. No podía culparlas. Tener a Iruka así apretado contra su cuerpo… era como estar en el cielo.

Y como no podía ser de otra manera, Iruka, incluso borracho, se dio cuenta. Y no se cortó a la hora de hacérselo saber.

—Kakashi… —empezó a decir extrañado—. ¿Estás excitado…?

Kakashi miró al techo de la habitación y maldijo a su aparato reproductor por tener vida propia. Respiró hondo y trató de calmarse diciéndose que, con un poco de suerte, Iruka no recordaría este detalle al día siguiente.

—Sí. Así es. Lo siento, Iruka, no quería incomodarte.

Para su decepción, Iruka se apartó de él. Pero cuando le miró a la cara, vio que no parecía disgustado, ni siquiera sorprendido, solo… curioso.

—¿Esto es… por mí?

Kakashi tragó saliva.

—Sí. Es por ti.

—Oh.

Tras un momento de silencio, pasó algo que Kakashi, definitivamente, no se esperaba. Iruka alargó la mano y le tocó. Le tocó ahí. Kakashi dio un respingo e instintivamente cogió la muñeca de Iruka, pero este no apartó la mano.

—Iruka, ¿qué haces…?

Iruka no dijo nada. Solo deslizó su mano por encima de la tela y apretó un poco el bulto.

Kakashi siseó y clavó las uñas en el brazo desnudo del otro.

—Iruka, maldita sea…

—¿Qué? ¿No quieres?

¿Que si no quería? Por los dioses, por supuesto que quería. Llevaba enamorado de Iruka años, tantos que la primera vez que se fijó en él era tan joven que su relación habría sido ilegal. Pero jamás se atrevió a dar el paso, en parte porque Iruka jamás había mostrado ningún interés en él más allá de lo profesional, en parte porque ya se había acostumbrado a amarle en la distancia. Además, estaba Mizuki. Y ahora se encontraba de repente en esa situación, a las puertas de hacer algo que hasta ahora solo se había permitido soñar.

El problema era: ¿quería Iruka? ¿O era solo una mala reacción al alcohol?

—¿Tú quieres…? —preguntó Kakashi, a sabiendas que dada la situación etílica no podía fiarse simplemente de su respuesta.

Iruka miró un momento hacia abajo, al bulto de los pantalones de Kakashi, con ojos desenfocados.

—Hace mucho tiempo… —fue lo único que dijo, y deslizó de nuevo su mano, arriba y abajo.

«¿Hace mucho tiempo qué?», se desesperó Kakashi. ¿Que no tenía relaciones? ¿Que no deseaba tenerlas? ¿O que no estaba tan borracho?

No aguantó más. La mano de Iruka le estaba volviendo loco. Tenía que forzar una respuesta sincera. Así que Kakashi le soltó la muñeca, se bajó la máscara, le rodeó por la cintura, y sin más dilación le besó.

Le besó con ganas, con todas las que había acumulado durante años, no se guardó nada para sí. Iruka gimió, y Kakashi aprovechó para no dejar ni un rincón de su boca sin explorar. Con una mano dio un tirón a la goma de pelo que sujetaba el cabello de Iruka y la tiró al suelo, para a continuación enterrar la mano en él, disfrutando de su tacto, tirando suavemente de algunos mechones para poder dirigir la cabeza de Iruka y besarlo a placer.

Y allí estaba. La respuesta sincera que necesitaba. La excitación de Iruka contra la suya. Kakashi sonrió contra sus labios y le empujó paso a paso hacia la cama, hasta que el joven profesor calló de espaldas sobre ella. Kakashi le observó un momento: el pelo revuelto, las mejillas sonrosadas, los labios hinchados. La camiseta subida por la cintura. El bulto en sus pantalones.

—Oh, Iruka… —jadeó, y se tumbó sobre él.

***

Aunque era de madrugada y se sentía cansado, era incapaz de pegar ojo. Tener a Iruka durmiendo junto a él, con la cabeza apoyada en su pecho, le mantuvo desvelado, sabiendo que en cualquier momento se despertaría y quizás no sería un despertar agradable.

No habían llegado demasiado lejos, solo se habían tocado, pero igualmente Kakashi se sentía culpable por haberse aprovechado de la ebriedad de Iruka. ¿Y si Iruka pensaba precisamente eso? ¿Y si no le perdonaba? ¿Y si no volvía a dirigirle la palabra jamás? Kakashi no lo soportaría, no soportaría un rechazo tan evidente.

Distraído con esos pesimistas pensamientos, acarició lentamente el cabello de Iruka, hasta que le notó moverse. Se estaba despertando.

Había llegado el momento de la verdad.

Iruka se incorporó lentamente, mirando sin ver a Kakashi, mientras su cerebro terminaba de despertar y, seguramente, procesaba los últimos recuerdos de que disponía. Por fin sus ojos se enfocaron en el jounin, primero en su pecho desnudo y luego en su cara descubierta. Echó un rápido vistazo a la habitación, a sus pies desnudos sobresaliendo de las sábanas, y por último volvió a mirar a Kakashi. Entonces abrió mucho los ojos, como cayendo en la cuenta de algo, aunque no era lo que el otro esperaba.

—No llevas la máscara… —murmuró.

—Habría sido difícil besarte con ella —fue lo único que se le ocurrió a Kakashi.

Un leve rubor se extendió por las mejillas del chuunin. Miró de nuevo las sábanas, como realizando una segunda comprobación.

—Nosotros… eh… —titubeó, sin saber cómo expresarlo—. ¿Nosotros hemos…?

—¿Follado? —Iruka dio un respingo ante la palabra elegida. Kakashi no pudo evitar sentirse contrariado al comprobar que Iruka recordaba menos de lo esperado—. No. No, por supuesto que no.

—¿Por supuesto? —repitió Iruka sin entender.

—Tú no estabas en… condiciones para llegar tan lejos.

—Oh. Pero, según tú, sí estaba en condiciones para hacer otras cosas, entonces.

Los temores de Kakashi se estaban haciendo realidad. Iruka pensaba que se había aprovechado de él. Todo o nada, se dijo el jounin. Si no quería perder la poca relación que tenía con Iruka, tendría que confesar.

Iruka se sentó a un lado de la cama, y buscó su ropa interior mientras Kakashi buscaba las palabras. Como no las encontraba e Iruka ya se había puesto los bóxers y estaba por levantarse, Kakashi le retuvo abrazándole por la espalda. Iruka se quedó rígido, pero no se apartó.

—Espera… —murmuró Kakashi contra su cabello—. Tengo que decirte algo. —Inspiró hondo—. Lo que ha pasado entre nosotros… lo que hemos hecho… Tienes que saber que yo no te habría puesto la mano encima de no estar tú también excitado…

—Estaba borracho… —se defendió Iruka.

—Y yo enamorado de ti. Por eso no pude detenerme.

Se hizo el silencio durante unos instantes. Luego Iruka se deshizo de los brazos de Kakashi para ponerse de pie y encararle.

—¿Qué tu qué? —preguntó, con la expresión de a quien le están gastando una broma pesada.

—Estoy enamorado de ti —repitió sin vacilar. Las cartas ya estaban sobre la mesa, y no iba a recular.

—Tú nunca… —Iruka no sabía qué decir—. Es decir, tú… Tú no…

—¿No soy gay? —le ayudó Kakashi.

—Iba a decir que tú nunca has mostrado interés en mí, pero sí, eso también.

—No sé si soy gay o no, Iruka, pero no puede importarme menos. Solo me interesas tú, y si no te lo he demostrado antes ha sido porque… —«Porque tú tampoco mostrabas interés en mí. Porque me daba miedo tu rechazo. Porque soy un cobarde. Porque era más fácil amarte desde lejos. Porque no quería que sufrieras si me pasaba algo. Porque no quería sufrir yo si a ti te pasaba algo, hasta que me di cuenta de que, aunque no tuviéramos una relación, me destrozaría perderte»—. Bueno, porque estabas con Mizuki —fue lo único que se atrevió a decir.

Para Iruka fue como si le hubieran dado una bofetada.

—Hace… mucho de eso —fue lo único que consiguió decir, entre dolido y sorprendido.

—No tanto —insistió Kakashi en voz baja.

Iruka se llevó las manos al cabello, peinándoselo hacia atrás con gesto nervioso.

—¿Y ahora qué? —preguntó.

«Eso mismo me pregunto yo», pensó Kakashi. Miró hacia las sábanas y recordó que aún seguía desnudo, y sin la máscara. Eso le ponía nervioso.

—Debería vestirme —murmuró.

Iruka no dijo nada, solo asintió y se retiró discretamente para que Kakashi pudiera cubrirse tranquilo.

Al cabo de unos minutos, ya vestido y con la máscara en su sitio, Kakashi encontró a Iruka en la cocina, también vestido. A pesar de ser de madrugada, el chuunin se estaba bebiendo un café. Al ver a Kakashi le ofreció uno. Este negó con la cabeza.

—Bueno, creo que debería marcharme ya —dijo Kakashi, y de nuevo Iruka no dijo nada. Tanto silencio por su parte le irritaba, pero decidió que no era el momento de presionar. Kakashi se giró hacia la puerta—. Lamento tu pérdida —dijo antes de salir.

Ya con la puerta cerrada, oyó la respuesta de Iruka a través de la madera.

—Gracias…

Notas finales:

Si os gusta como escribo, os invito a leer el original que tengo en marcha desde hace poco, "Hilo rojo", que podéis leer en esta misma página ^_^


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