“Agnus Dei qui tollis peccata mundi;
Qui pius es factus, protho plaustisanet ut actus:
Miserere nobis”
[Cordero de Dios que quita los pecados del mundo;
Tú que eres misericordioso, que te has convertido, por desgracia:
Ten piedad de nosotros]
1. Lujuria:
La lujuria es usualmente considerada como el pecado producido por los pensamientos excesivos de naturaleza sexual, o un deseo sexual desordenado e incontrolable. ¿Quién no sucumbiría ante un exuberante demonio erótico, que tiene escrito en el cuerpo el arte de amar? ¿Quién no desearía fervientemente corromper la dulce candidez de un delicado cuerpo virgen? Te deseo, demonio. Lo deseo, amo. Y quiero que nos unamos en la máxima expresión del éxtasis, en el punto culminante de Imperativa, y no lo dejaré de pensar hasta que esa desmoralizada fantasía se derrame entre nuestros cuerpos, hasta que tus brazos desvaídos se cierren sobre mi cuello y dejes un suspiro cargado de ensueño en mi pecho. Y repetir cuantas veces sea necesario este acto de pecaminoso amor.
2. Gula
La gula se define como cualquier forma de exceso podía caer bajo la definición de este pecado. Marcado por el consumo excesivo de manera irracional o innecesaria, la gula también incluye ciertas formas de comportamiento destructivo. Derroche fiero de tus besos, exceso de tus caricias, necesidad constante de comerte y saborearte suave, o despiadadamente una y otra vez, sin descanso. El abuso de tu cuerpo, de tus ojos, de tu alma, me deja loco con sólo el recuerdo de lo que es y de lo que podría ser. En tus ojos demoniacos veo entre vaivenes de carmín las ganas irracionales de consumirme, y en los míos puedes ver el mismo picaresco anhelo.
3. Avaricia
La avaricia es un pecado contra Dios, al igual que todos los pecados mortales, en lo que el hombre condena las cosas eternas por las cosas temporales. Me atesorabas entre tus manos como si de una antiquísima reliquia se tratara, con una avidez incomparable, aunque por ese entonces pensabas que esto sería efímero, dada a mi inútil condición terrenal, pero ahora soy igual a ti, akuma. Un ser eterno, con la única quimera de que tú seas mi dueño, de que me acapares entre tus brazos, por toda la eternidad.
4. Pereza
Está referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia de uno mismo. Pero, hacerte cargo de mí es tu deber, tu responsabilidad y mi insospechado afán, necesito que llenes con vitalidad mi negligente corazón, que no sabe amar, y que hagas correr por mis venas el trivial deseo de existir, junto a ti.
5. Ira
La ira puede ser descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enfado. Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás y hacia uno mismo, impaciencia con los procedimientos de la ley y el deseo de venganza. Furia, furia es lo que describía mi anterior estado, de deseo incontrolable de una represalia denigrada. Pero mi creciente ira ahora es causada por negarme a ti, por vedar mis incomparables sentimientos hacia tus indulgentes labios, y por finalmente haber cedido ante ellos.
6. Envidia
Dante Alighieri define esto como «amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos» Tú eres mío, joven amo. Y sólo la palabra celos puede abarcar el sentimiento que resquebraja mi oscuro corazón, al verte en brazos de otra persona, al saber que otros miran la blanca piel que fue y será sólo mía, que tu cuerpo y tú alma me pertenecen.
7. Soberbia
Es considerado el original y más serio de los pecados capitales, y de hecho, es también la principal fuente de la que derivan los otros. Es identificado como un deseo por ser más importante o atractivo que los demás. Tu orgullosa insolencia fue lo primer que me llamó la atención, tu fingida jactancia de intentar ser un adulto cuando en tu pecho se adormilaba un niño con una lúgubre canción de cuna. Y tú, akuma, que debajo de ese cálido servilismo curvabas una sonrisa entera de soberbia, como una certera premonición de que yo caería entre sus enredos. Hemos pecado, nos derretiremos en nuestro propio infierno, con nuestras llama purpúreas enredadas entre nuestros dedos.
Amén