Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ángel Guardián por InfernalxAikyo

[Reviews - 51]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 

Asdasda sé que me he demorado mucho en subir y eso me es sumamente frustrante >_____< porqe simplemente ya no me qeda tiempo T.T

bueno aqui un nuevo cap... es cortito pero es bueno. Emm.. como siempre n.n cualquier error ortográfico o no háganmelo saber :D

PD : Dejen reviews >< 

Gracias por leer <3

Capítulo 12: Posesión






- ¿Qué pasó?-
  Abría mis ojos luego de un largo tiempo de letargo. Daemon me recibía con una gentil sonrisa, su rostro cansado y lleno de pequeñas cicatrices me hicieron recordar rápidamente la batalla que habíamos tenido con los demonios. Miré a mi alrededor, definitivamente no estábamos en la casa de Daemon, seguramente esta había sido destruida ¿Dónde estaba? Pude reconocerlo, las murallas grises y el ambiente frío congelándome, las duras maderas de las camas y el suelo sucio. Había vuelto al orfanato.

- Tranquilo- Respondió el chico de ojos carmesí al ver mi perturbado rostro –Solo estaremos aquí un par de días, hasta que la reconstrucción de la casa esté terminada- Suspiré.

- ¿Dónde está Eliot?-  Pregunté mientras me levantaba. Lo último que recuerdo de él fue como se desangraba por la garganta. Aún tengo en mi cabeza la visión de sus ojos perdidos, moribundos, como si estuviesen despidiéndose mí, aún mantengo firme en mi mente su sonrisa triste diciéndome Adiós.

Daemon negó con la cabeza.

- Él y Ellen desaparecieron -

- ¿¡De qué estás hablando, Daemon !? – Exclamé mientras me apresuraba a salir de la habitación. Daemon me tomó por los hombros, apresándome.

Sentí ganas de morir allí, otra vez había perdido a Eliot. Definitivamente soy el pero ángel guardián que alguna vez existió.

-Cálmate, Asderel- Comenzó Daemon en un tono casi paternal. Incluso su voz madura y tranquila como el más dócil lago de aguas claras no lograba tranquilizarme.

-Sé lo de la marca que puso Lucifer en ti…Gabriel me lo comentó- Di vuelta la mirada para verle fijamente a los ojos, suspiró.

- Escucha…-

- Sé que tú deberías tener conocimiento de esto…- Dijo mientras giraba mi cuerpo hacia el suyo, quedando ambos frente a frente, a poco centímetros de distancia.

- Pero creo que aún no te has dado cuenta, Asderel-

- ¿Darme…Darme cuenta de qué?- Pregunté nervioso. No podía negarme, los ojos autoritarios y fuertes de Daemon incomodaban a cualquiera, incluso a un ángel y otra vez los estaba clavando profundamente en mí.

- ¡Qué con esa marca puedes encontrarlo, Asderel! – Dijo alzando la voz levemente, como si me estuviese regañando.

- ¿Cómo es que aún no lo entiendes? – Dijo continuando con su sermón – Tú y Eliot tienen una conexión ¿Es qué acaso no puedes verla? – Si, es verdad. Siempre he sabido que existe una fuerte conexión entre un Guardián y su protegido, pero jamás me había dado el tiempo de sentirla, había estado tan preocupado de cuidar a Eliot de los propios problemas que le había causado hasta ahora, que había dejado de lado nuestra unión.

- Solo tienes que sentirla aquí…- Dijo bajando un poco la voz, mientras que acercándose a mí bordeaba con su dedo índice la parte izquierda de mi pecho, justo en el corazón.

- ¡Por una vez en tu vida hazle caso a tus impulsos, Asderel!-  Exclamó, sonriéndome.

- ¿Daemon?-  La voz de Abel entraba en la habitación y llenaba todos los rincones de ella, se notaba molesto. Daemon dirigió una rápida mirada asustadiza hacia mí.

- No…no es lo que crees, Abel-  Repetía mientras se apartaba de mí. Claramente Abel había entrado en un mal momento. Daemon mirando fijamente en mis ojos, cercano, mientras con su dedo jugueteaba sobre mi pecho. A los ojos de cualquiera esto significaba que…

- ¡Estabas coqueteándole!-  Exclamó mientras se abalanzaba encima de él e intentaba golpearle en la cara, Daemon intentaba frenar sus golpes sin dañarlo.

- ¡Estás malinterpretando!-  Gritaba intentando calmar al furioso Abel.

- ¡Siempre malinterpreto! ¡¿No?!-  Aulló furioso dándole una patada en la entrepierna, Daemon comenzó a retorcerse del dolor.

No lo soporté más, la escena que estaba presenciando era demasiado ridícula como para contenerme, sin poder controlarlo comencé a reír sin parar. Creo que jamás había reído tanto en mi vida.

. ¿¡Y tu…de que ríes!?- Gritó dirigiendo una furiosa mirada hacia mí. Retrocedí un par de pasos sin detener mi risa.

- Es que…Es que…- Intentaba decir mientras que las carcajadas me quitaban el aliento.

- ¡Daemon solo me estaba dando un consejo y tu…!-

- ¡Jajajajaja!- Grité eufórico mientras con ambas manos sujetaba mi estómago, que estaba a punto de desencajarse.

 Las mejillas de Abel comenzaron a sonrojarse, hasta terminar como un par de manzanas.

- Oh…Daemon…- Dijo arrepentido mientras tomaba la mano de su amante y le ayudaba a levantarse.

- Estoy bien… Estoy bien…-  Dijo reincorporándose, sonriendo. Se puso de pie tras Abel y con ambas manos rodeó su cuello, abrazándole.

- ¿Incluso debería hacerle caso a esta clase de impulsos?- Pregunté bromista.

- Incluso este tipo de impulsos son buenos, Asderel- Sonrió. 

Daemon tenía razón. Había perdido muchas ocasiones divertidas como esta o muchos bellos momentos por intentar mantenerme solo como un ángel que cuida a su protegido, pero en el fondo yo era mucho más que un simple guardián para Eliot.

Yo le amaba, le amaba como ningún ángel puede amar.

- Gracias, chicos- Dije mientras levantaba mis pies por sobre el marco de la ventana. Daemon hizo un gesto con la mano, despidiéndose. Ahora sabía perfectamente a donde ir.

Extendí mis alas y emprendí el vuelo. Iba directamente hacia Eliot.


- ¿D…Dónde estoy?-  Los rayos de una resplandeciente luz se filtraban entre mis párpados, obligándome a despertar. No tenía idea de donde estaba ¿Acaso ya había muerto? 

Me encontraba en un extenso espacio blanco, vacío. Era desesperante, la soledad y la desolación desierta se me hacían inmensamente tristes y angustiantes. No había ruido alguno, ni sol que iluminara él cielo, ni siquiera había cielo que pudiese contemplar. Todo era oscuro para mí, incluso si la fuerte luz lo iluminaba todo.

- ¿Asderel?-  Pregunté inútilmente. Sabía perfectamente que él no estaba allí.

- No…- Escuché una voz masculina entrar en mis oídos. Me parecía conocida, aunque jamás la había oído antes. La figura era rodeada por una intensa luz que me cegaba y me obligaba a cerrar los ojos para no dañarlos. Mientras más se acercaba hacia mí un malestar en todo mi cuerpo se abría paso y se intensificaba, dolor de cabeza, nauseas e incluso sentía que el aire no lograba llegar a mis pulmones, esto era realmente desesperante.

- Asderel no vendrá nunca más…- Susurró la intensa voz en mí oído. Un hombre alto y delgado estaba frente a mí, a milímetros de distancia. Su piel extremadamente pálida, incluso más blanca que la nieve y su cabello del mismo color hasta más abajo de su cintura. La multiplicidad de tatuajes y escrituras que brillantes como oro resaltaban en su anémico cuerpo y  aquellos profundos y vivos ojos violetas ¡Cómo pude haberme olvidado de ellos!

En ese instante lo recordé, ya le había visto antes. Dentro de mí, en las más horribles pesadillas reproducidas por mi subconsciente, esta figura descolorida aparecía una y otra vez y trataba de tomarme y hablarme, solo que ahora comprendía perfectamente lo que decía.

Un escalofrío me recorrió por completo, sus frías y ácidas palabras sonaban a verdad. Estaba completamente solo, en la desértica nada y lo único que tenía a mi lado era él

Él había estado tan solo como yo.

¡No! Definitivamente esto no puede estar pasando.

- ¡Despierta, Eliot! – Comencé a repetir una y otra vez. La respiración de esta figura casi angelical pero llena de profunda maldad comenzaba a hacerse más lejana.

- ¡Despierta!- Por fin su voz comenzaba a desaparecer.

Abrí los ojos ¡Había sido una pesadilla! Mi corazón comenzó a latir nuevamente y mis pulmones volvieron a llenarse de aire puro. Pensé que iba a tener que morir atrapado en la agonía de ese desierto, pero estaba salvado.

- Oh…Eliot- La dulce voz de Ellen raptaba mi atención.

- ¿¡E…Ellen!?- Exclamé sorprendido mientras me ponía de pie y me dirigía hacia él. Estaba sentado en el suelo, sobre un muro maltrecho a punto de caer demolido. Reconocí inmediatamente el lugar, estábamos allí, justo en el callejón donde nos habíamos conocido.

- ¿Qué fue lo que pasó? – Comencé a interrogar confuso. –Tu… ¿Tú hiciste desaparecer a todos esos demonios?- 

- ¿Estás bien?- Comencé a acercar mi rostro al suyo, perplejo.

- ¿Dónde está Asderel?-

- ¿Dónde está Daemon?-

- ¿Y Abel?-
Su mirada cayó directamente al piso, cabizbaja.

- Todos murieron…- Dijo como si quisiese empezar a llorar.

¿Qué? No podía creerlo. Ellos no podrían morir por algo así, además  yo estoy vivo…Y yo era el más débil de todos.

- Tienes que estar equivocado…- Comencé intentando de calmarlo.

- Yo estoy vivo ¿Ves?- Puse mis manos sobre sus hombros, comenzaba a sollozar – Seguramente ellos también pudieron sobrevivir…cálmate- Un llanto desesperado comenzó rápidamente a resbalar por sus mejillas, intenté contenerlo mientras lo abrazaba.

- Tranquilo, Ellen-  Sus gritos llenos de angustia y dolor comenzaban a contagiarme. Me sentí ansioso y triste ¿Y si de verdad habían muerto? No sabía que sería de mi vida sin Asderel.  Negué con la cabeza, no podía pensar negativamente ahora, tenía que tranquilizar a Ellen.

- Escucha Ellen…Ellos están vivos-  Dije en un tono paternal mientras lo estrechaba fuertemente entre mis brazos.

Su llanto de pronto tuvo un giro perturbador, sus gritos parecían risas llenas de lágrimas. Lo solté, abrupto

- Pero no lo estarán por mucho tiempo más…- Dijo su voz completamente transformada. Sus ojos violeta ¡Tal y como los de la figura de mi sueño! ¡Esos ojos me miraban con deprecio, con ira! Me puse de pie y retrocedí un par de pasos.

- ¿E…Ellen?- Su piel comenzó a tomar un tono blanco, pálido, como un cuerpo sin vida, completamente vacío.

- El cuerpo de este niño ya me tiene harto…- Comenzó mientras se acercaba lentamente a mí. Su voz ¡Era exactamente la del hombre de mis pesadillas!

- Y tu eres el recipiente perfecto, Eliot- Dijo avanzando más rápido. Toda la inocencia del Ellen que conocía, de ese pequeño alegre y tímido había desaparecido

 –Al menos hasta que reúna la fuerza suficiente para ser yo mismo-

- Ellen tu…-

- ¡Ellen nunca existió! – Interrumpió

- ¿Ves? Soy yo-

- ¿Tú…?- Pregunte mientras mis piernas comenzaban a tambalear. De pronto una sensación de profundo cansancio comenzó a invadirme. Mi ritmo cardiaco y mi respiración bajaron casi a cero, sentí que iba a morir, apenas podía mantener los ojos abiertos para ver como la piel del antiguo Ellen se iba descascarando, quedando casi como un cadáver.  Caí arrodillado al piso, una extraña fuerza me mantenía inmóvil. Él inclinó su pequeño y frágil cuerpo a punto de romperse hacia mí, quedando a pocos centímetros de distancia.

- Llámame…Miguel- Susurró mientras tomaba mi cabeza con ambas manos. No sabría describir el dolor que sentí en ese momento, de pronto todos mis huesos y músculos parecieron partirse en mil pedazos en un solo instante. Un terrible pitido atravesó mi cabeza y la destrozó en dos, ya ni siquiera podía escuchar a mi conciencia hablar. Sentí como de mis oídos y ojos comenzaban a brotar riachuelos de rojo carmesí, ensangrentando todo a su paso. Mi corazón se detuvo dolorosa y abruptamente, como si toneladas de concreto hubiesen caído sobre él, aplastándolo. Una última mirada me permitió ver bajo el velo escarlata como las venas de mis brazos se hinchaban y reventaban por dentro, como pequeñas bombas en el interior de mi cuerpo.

 Con el solo rozar de sus manos me había destrozado por completo. Ya no soportaba el dolor.

- Sálvame…Asderel- Logré musitar antes de perder la conciencia. Los labios pálidos de Ellen…o Miguel se curvaron en una malévola sonrisa.

- No volverás a ver a Asderel…- Soltó una pequeña carcajada.

- Ahora…- Comenzó en un tono más serio.

- Déjame entrar…-

En ese instante todo se volvió negro, dejé de sentir mis brazos y mis piernas, dejé de sentir dolor. No sentía absolutamente nada ¡Ni siquiera lograba sentir miedo de estar en tan completa oscuridad! Estaba fuera de mi cuerpo. No sabía dónde, pero estaba atrapado ¡Hubiese preferido morir antes de quedarme encadenado a este lugar! Aquí no había frío ni calor, no había luz ni brisa. No existía ni siquiera una estrella que guiara mi camino, aquí no había nada.

Absolutamente nada.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).