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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 

Aquí un nuevo capítulo...no he tenido el tiempo de revisarlo asi que cualquier error ortográfico haganmelo saber y yo lo solucionaré a la brevedad :D .... lamento la demora 

Espero que les guste n_n y dejen sus reviews :D 


Gracias por su atencion <3


Capítulo 16: Infierno:Séptimo círculo




- ¿¡Pe…Pero qué!?-
Despertaba exaltado. Completamente inmovilizado de brazos y piernas, todo mi cuerpo se hallaba entumecido, me sentía atrapado.

-¿¡Qu…Qué!?- Miré mis manos, mi cuello, mis hombros y mis piernas. Absolutamente todo se encontraba atado a un gran roble, es más, no podía distinguir el tronco del árbol de mi cuerpo, todo había tomado el tosco color café y yo había pasado a ser parte de él.

- Shhh…- Sentí que alguien me hacía callar, alguien que parecía estar a mi lado. Pero no había absolutamente nadie allí, solo un millar de árboles iguales a los que yo me encontraba atado.

- ¡Eliot!- Volví a escuchar una voz conocida - ¡Aquí!- La grave voz pertenecía a Daemon. Un pequeño rayo de luz se filtro en la oscuridad del bosque, miré a mi lado. En el roble conjunto podía destacarse levemente una figura que resaltaba del grueso y plano tronco:

- ¿Da…Daemon?- Pregunté musitando, impactado.

 -¡Eso es, Eliot! ¡Soy yo!- Susurró apenas, no quería que nadie más nos escuchara.

¿Cómo habíamos ido a parar aquí? ¿Acaso este era el castigo que recibíamos los que éramos condenados al séptimo círculo? ¿¡Cómo saldríamos de aquí ahora!? Los mitos sobre el séptimo que oí en la larga fila que daba a los pies de Minos eran ciertos. Él círculo donde se tortura a los violentos y a los suicidas. Los castigados aquí no teníamos escapatoria.

¡No podía rendirme! Con una ira que no podía controlar, con rabia que venía desde lo más profundo de mí, puse todos mis esfuerzos en intentar moverme y liberarme de la prisión de ese árbol ¡No podía quedarme aquí!  ¡Debía estar con Asderel!  

- ¡Déjenme salir! – Comencé a gritar desesperadamente mientras con todas mis fuerzas apenas podía hacer crujir la madera del árbol. Mientras que Daemon intentaba de calmarme -¡No grites, Eliot!- Pero yo no podía evitarlo, necesitaba escapar.


- ¿Qué puedo hacer ahora?-  Pregunté cabizbajo ante la completa negativa de Minos para dejarnos pasar.

- Escúchame, Asderel- Decía la madura voz de Fausto mientras posaba una de sus manos sobre mi hombro y clavaba su mirada oscura fija en mis ojos.

- Esto no es solo tu problema ¿Comprendes?- En sus ojos comenzó a darse una extraña metamorfosis repentina. Lentamente, como si estuviesen siendo nuevamente pintados con el más fino de los pinceles, comenzaron a aclararse de improviso.

- Mi hijo también está allí- Murmuró un poco molesto mientras mordía uno de sus labios hasta que un pequeño riachuelo comenzó a escapar de él. Sus ojos habían ya mutado completamente, eran salpicados de un intenso color rojo, justo como la sangre que corría de su labio inferior, carmesíes, como los ojos de Daemon.

- ¿Sabes…?- Comenzó de pronto mientras en su tez pálida comenzaban a destacarse los pequeños hilos azulados llenos de sangre que corría frenética por todo su cuerpo –Lo de preguntarle a Minos era solo por educación…- Su voz comenzó a cambiar drásticamente, haciéndose más grave y mucho más penetrante a mis oídos.

- Pero la verdad ¡No me importa lo que Minos piense!- Exclamó furioso mientras dejaba extender unas oscuras y brillantes alas negras, con bellos tonos azulados y algunos rojos. Un aura enrojecida comenzó a invadirle. Fausto era un demonio, pero él me estaba ayudando, a mí y a Daemon y se estaba rebelando en contra de su propia estirpe.

- Pe…Pero tú…- Musité estupefacto. Jamás había podido confiar en un demonio, aunque este se viera distinto a los demás.

- Ni siquiera me importa lo que piense Lucifer…- Ahora entendía por qué Daemon tenía un carácter tan fuerte, su padre pensaba igual que él.

- Somos libres de hacer lo que deseemos, Asderel- Dijo ya en el aire, mientras me hacía una seña para que le acompañase. Extendí torpemente mis alas que aún se encontraban un poco heridas debido a la golpiza propinada por Cerbero y volé hasta él.

-Tu solo se rápido- Aconsejo mientras emprendía el vuelo hacia la cabeza del gran Minos. El movimiento de las alas de Fausto era realmente rápido, ningún ave existente en la tierra podría fluir en el aire a tal velocidad. Embestí alífero las plumas contra el viento para poder alcanzarle. Sin pensarlo mucho nos dirigimos hasta el guardián de las puertas del segundo círculo y lo sobrevolamos rápidamente. Como era de esperar, Minos no se separó de la comodidad de su trono y fue sumamente fácil pasarle. Las demás almas que miraban el espectáculo desde abajo gritaban asombradas por la valiente acción de desafiar a la bestia.

Nos demoramos un par de segundos en cruzar al otro lado. Cuando atravesamos la última punta metálica de la fortaleza que protegía Minos, exclamé entusiasmado:

- ¡Eso sí ha sido fácil! – Fausto volteó la cabeza hacia mí, receloso.

- No creas que eso es todo- Murmuró – Estate atento -

- ¿Atento a qu…?- Mi frase fue interrumpida por un estruendo enorme seguido de un intenso calor amenazando mis espaldas. Miré hacia atrás, una gigantesca lluvia de meteoritos invocados por Minos se aproximaba hacia nosotros.

- ¡Ten cuidado!- Exclamó el demonio mientras hacía una seña para que nos separáramos. Más de cien bolas de fuego avanzaban a toda velocidad, debía pensar fríamente y esquivarlos con agilidad. Apresuré el vuelo mientras los iba evadiendo, viéndolos estrellar en el piso y levantar nubes gigantescas de polvo que entraba hasta lo más profundo de mis pulmones.

Una de las esferas infernales rozó mí hombro izquierdo. Me desestabilicé y estuve a punto de caer. Miré la herida, el fuego como ácido había despedazado la piel en menos de un segundo y lentamente iba quemando mis músculos, haciendo que estos simplemente se deshicieran. Esto no era fuego común, este avanzaba y comía toda mi piel como si fuese un parásito. Tambaleé intentando no perder el equilibrio. El dolor comenzaba a intensificarse, ni siquiera la sangre que escapaba de mi hombro era suficiente para aplacar el ardor. La herida comenzó a expandirse hacia mi brazo mientras iba cavando más profundamente, hasta ver asomar una frágil figura color blanco, el fuego había llegado hasta los huesos. Tan solo bastó con que el fuego llegara hasta allí para hacerme sentir el más agudo de los dolores, como si más de diez cuchillas intentaran atravesarlo, el fuego comenzó a invadir mis huesos.

No logré soportarlo por mucho tiempo, casi mareado y con la esperanza de que un forzoso aterrizaje me calmara, simplemente frené el vuelo y detuve el movimiento de mis alas, estrellándome directamente contra el suelo.

- ¡Asderel!- Fausto caía sobre mí, mientras con sus alas extendidas formaba una barrera para protegernos del resto de los meteoritos que desenfrenadamente caían sobre nosotros. Comencé a retorcerme por el dolor mientras los brazos fuertes del demonio intentaban contenerme.  El fuego ya había alcanzado la mitad de mi brazo y se estaba comiendo todo dentro de él. El  ardor se expandía rápidamente, iba a ser devorado por completo.


- ¡Maldito árbol!- Exclamaba aún más fuerte, estaba realmente furioso. Mientras tanto Daemon y Abel, quien ya había despertado y que se encontraba prisionero en uno de los árboles que estaban a mi lado, intentaban hacerme callar.

- ¡Llamaras la atención!- Gritó el chico de ojos carmines en un susurro, a punto de perder la paciencia.

- ¿¡La atención de qué!?- Exclamé enfurecido. En ese momento guardé completo silencio, un ruido llamó mi atención. Un pisar fuerte que hacía temblar la tierra, una respiración agitada y profunda que causaba temor. Desde la oscuridad de los frondosos árboles, podía verse resaltar una figura alta, con enormes cuernos en su cabeza de toro, bípedo y con patas de caballo. El minotauro, el guardián del séptimo círculo se acercaba hacia nosotros.

- ¡Escúchame, Eliot!- Gritó frenéticamente Daemon llamando mi atención –Debes concentrarte…-

- ¿Concentrarme en qué?-  Interrumpí mientras intentaba zafarme del árbol.

- ¡Escúchame!- Exclamó enfurecido. Guardé silencio.

- Tienes que concentrarte en salir de allí- Comenzó apenas susurrando para que el minotauro no escuchara, aún estaba a unos veinte metros de nosotros –Toda esa ira que llevas a dentro, tienes que usarla-

- ¿¡Cómo!?- Pregunté musitando.

- Concéntrala en tus manos, Eliot- Le miré estupefacto ¿Cómo diablos iba a hacer eso?

- Debes materializar tu ira- Comenzó -¡Vamos, Eliot…Llévala a tus manos!- Intenté hacerle caso y traté de concentrarme. Ya había visto como a los demás les era fácil formar esferas de energía que expandían de sus manos, pero yo era un simple humano muy inexperimentado ¿Cómo iba a lograrlo?

Una sensación de adrenalina comenzó a invadirme. Veía a la bestia acercándose más y más mientras un leve cosquilleo recorría mis hombros y mis brazos, pero no lograba llegar a mis manos ¡Vamos, Eliot! Comencé a presionarme. Debía salir de esta, sabía que si lograba hacer llegar la energía a las palmas de mis manos podía salvarme ¿Cómo iba a llegar hasta Asderel si no lo lograba?

-Asderel…- Murmuré

De pronto, como una lluvia intensa y rápida de recuerdos vino a mí el día en que nos conocimos, aquella vez él no me pareció más que un niño inocente al que debía de proteger y defender. Luego recordé el momento donde él me salvo la vida impidiendo mi suicidio y luego apareció ante mí en un sueño que jamás olvidaré ¡Asderel! ¿Cómo es que la inocencia pura de un niño y la protección indulgente de un padre pueden mezclarse tan perfectamente en un solo ser?

Sin que pudiera evitarlo me sonrojé intensamente, perdiendo mi concentración. El sabor de sus labios vivos y su respiración agitada junto a la mía acudía a mí. Recordé nuestro último beso, tan intenso, tan amado. Definitivamente necesitaba sentirlo nuevamente, una y otra vez.

Debía lograrlo, para volver a sentirlo.

Vi como una pequeña luz comenzaba a destellar de mis manos que estaban siendo tapadas por el marrón del árbol ¡Lo estaba consiguiendo! Me concentré aún más y me entregué a la sensación que estaba viviendo, esa de sentir tu piel erizada por completo mientras escuchas el correr delirante de la sangre por tus venas y el corazón palpitando convulsivo, a punto de estallar en tu garganta.

La madera comenzó a despedazarse, miré asustado al minotauro que ya estaba a punto de llegar hasta mí. Sentí el primer azote del aire frio en las puntas de mis dedos, luego en mis palmas, en mis brazos y en todo mi cuerpo.

¡Me había liberado!

Antes de que la bestia clavara en mí una gran hacha que llevaba consigo, me aparté ágilmente del árbol y salté hacia un lado. Mientras lo hacía pude ver sus ojos negros como el abismo, completamente enfurecidos y su boca rechinante clamando por mi sangre.

-¡Lo lograste!- Exclamó Abel mientras junto a Daemon se unía a mí.


Ahora estábamos los tres contra la bestia que ansiosa, con su gigantesca arma entre sus manos, nos miraba con furia, ira y con ganas de saltar sobre nosotros.


-Debes calmarte, Asderel- Decía Fausto mientras quitaba mi camisa rápidamente para ver el avanzar veloz del fuego ácido que se extendía sobre todo mi cuerpo. Sin que pudiese hacer nada veía como se iba extendiendo hacia mí pecho, esto iba a matarme.

- Escúchame…- Dijo mientras con ambas manos presionando sobre mí lograba inmovilizar las incontrolables convulsiones a las que se entregaba mi cuerpo – Esto va a dolerte un poco más- No podía concebir la idea de existiera dolor más grande del que estaba sintiendo en ese momento. Simplemente atiné a tomar los restos de mi camisa y ponerla en mi boca.

En ese momento Fausto puso sus manos extendidas sobre la herida y desde sus ellas comenzó a destellar una luz color rojo, intenso como sus ojos y como la sangre que escurría de mí, la luz comenzó a quemarme antes de que escapara de sus manos. El resplandor comenzó a avivarse aceleradamente, hasta que en una explosión rápida estalló en todo mi hombro y pecho. El impacto fue algo realmente agonizante. Todos mis huesos, músculos, arterias e incluso las venas que hacían correr el líquido carmesí dentro de mi cuerpo comenzaron a quemarse al mismo tiempo. Sentí como todo dentro de mí era destruido en un segundo, sentí la presión carcomiéndome los órganos y deteniendo todo mi flujo sanguíneo ¡Definitivamente el fuego de los meteoritos no era más que cosquilleos al lado de esto! Mis pulmones dejaron de procesar aire mientras se oprimían contra mi pecho herido, sentí la llama de Fausto llegar hasta mi garganta y quemar mis cuerdas vocales, ni siquiera pude gritar. Solo podía morder inútilmente el pedazo de camisa mientras con mi mano derecha apretaba fuertemente el brazo del demonio.

¡Detente, por favor! Pensé desesperadamente, pero no pude decirlo. Un último cercenar de todos mis huesos y una última punzada en todo mi cuerpo, como si todo hubiese sido destruido en un segundo, para luego dejar de sentir y no sentir absolutamente nada.

- Eso ha estado cerca…- Suspiró cansado Fausto. Miré mi hombro y mi pecho, el fuego del meteorito lanzado por Minos estuvo a punto de llegar a mi corazón, el rastro de su paso había dejado tejidos destruidos y huesos a la vista, pero ya había sido detenido. El fuego de Fausto que había sido mucho más fuerte lograba cauterizar la herida, impidiendo el paso del ácido.

- Vamos a solucionar esto…- Dijo mientras con su ropa inventaba unas improvisadas vendas que ponía sobre toda la herida, que abarcaba mi brazo, mi hombro izquierdo y un cuarto de mi pecho –Pero ahora debemos seguir… ¿Puedes ponerte de pie?- La verdad es que no podía, ni siquiera lograba sentir mis piernas pero de todas formas me levanté. Ninguna herida podía evitar que llegase hasta él, incluso si mis piernas y alas fuesen apartadas de mí encontraría la forma de estar junto a Eliot.

No iba a perder esta batalla, aunque todo el infierno viniese en contra mío… Y es que anhelo sentir su aliento y su calor nuevamente, necesitaba sentirlo otra vez, a él.

Necesitaba sentir a Eliot.


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