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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

En esta historia existen dos narradores: Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot)

Aaaw ! aquí el capitulo finaal D_D no he tardado tanto en hacerlo D: y es un poquito más largo pero espero que lesvguste n__n

Ha sido mucho tiempo escribíendolo y logicamente luego de esto sentira un vacío en mi corazón u_u pero pienso hacer más adelante una especie de one-shot que cuente la historia de Asderel y Eliot en la primera vida en la que se encontraron (cuando Asderel caía al infierno como demonio y Eliot, bajo el nombre de Seth lo salvaba) así que aprovecho de avisarles! 

Les agradesco mucho por haber seguido la historia, encerio muchas gracias por leer <3

Espero que les guste n_n  cualquier queja o crítica o simplemente si les gusto dejen sus reviews !! 

Muchas gracias.

 PD : Casi al final hay un espacio para un flashback de Asderel, para que lo sepan distinguir los dialogos están con letra normal y la narración con cursiva (a la inversa de lo que se hace normalmente)

PD2: Les recomiendo leer este capitulo escuchando Your Guardian Angel de The Red Jumpsuit Apparatus (que por cierto es una canción muy hermosa, una de las más bellas que he escuchado. Es cómo Asderel cantándole a Eliot xD!) 

Capítulo 20: Dicha sublime





- ¿¡Qué, Qué es esto!?- Comencé a gritar desesperado mientras daba fuertes golpes en aquellas murallas blancas que me impedían el paso. No entendía por qué, pero no podía salir de allí, lo que fue alguna vez el hogar de Dios y luego la guarida de Miguel me mantenía preso. Cómo si una barrera le cubriera, mis golpes solo rebotaban en ese espacio sin puertas ni ventanas, solo esa blancura que comenzaba a molestarme.

- ¿Alguien? ¡Por favor! ¿Alguien me escucha?-  Pero nada parecía estar alrededor de mí, estaba atrapado.

Quince días han pasado ya. Los temblores, los fuertes vientos y los cambios climáticos habían comenzado a regularizarse, la gente aún estaba aterrada y las labores de reconstrucción habían comenzado. Pero Asderel aún no regresaba ¿Acaso había muerto? ¡No, eso era imposible! Si así fuese yo lo habría sentido, y yo sentía en lo más profundo de mí que Asderel seguía con vida ¿Pero qué significaba ese sueño que había tenido noches a tras? Ahora se repetía una y otra vez, todas las noches, sin descanso volvía para atormentar mis sueños. Me estoy volviendo loco.

- Por favor…- Llevaba repitiendo la misma palabra incesablemente durante mucho tiempo ¿Cuántos días habían pasado? El reloj dentro de esta jaula parecía pasar exageradamente lento, no entendía absolutamente nada.

Me puse nuevamente de pie y comencé a gritar lo más fuerte que pude, quería destensar mis cuerdas vocales y destrozarlas pidiendo auxilio. Ya había acabado todo ¿Entonces por qué yo seguía aquí? ¿Por qué diablos no estaba con Eliot en estos momentos?

- ¡Demonios!- Exclamé enfadado mientras llevaba mis manos a la cabeza y jalaba de mi cabello ¡Yo debería estar con Eliot! No pude resistirlo más, recordarle solo hacía que la angustia se apoderara de mí y me invadiera por completo ¿Cuánto tiempo llevaba sin verle? ¿Veinte días? Quizá más, pero cada minuto se hacía insoportable. Sentí mis ojos humedecerse y las lágrimas amenazaron con comenzar a caer, no podía evitarlo, el tiempo que había pasado junto a él me debilitó volviéndome un humano más. La mayoría de los ángeles los veían como seres inferiores, en realidad lo eran, pero ¡Deseo ser uno de ellos! Por un momento quise sentirme así, dejar de ser un ángel, un demonio o un nephilim para entregarme a la mundana existencia humana, quería vivir cortamente y ver la vida pasar frente a mis ojos sin hacer nada al respecto, quería entregarme a mis impulsos y verme frustrado cuando estos no funcionaran, pero sobre todo quería estar con Eliot sin que nada ni nadie se opusiera a esto.

- ¡Te encontré!- Una voz familiar entraba en mis oídos y me apartaba de mis tristes pensamientos. Nunca me alegré tanto de ver esa claridad en sus ojos y esos cabellos revueltos que brillaban como oro.

- ¡Gabriel!- Exclamé sin poder evitar que mis lágrimas comenzaran a resbalar sin control ¡Estaba salvado! – ¡Me alegro tanto que estés aquí!-

- Dios, Asderel- Decía mientras me recibía entre sus brazos cálidos. Una sonrisa asomaba de su rostro, pero la perfecta curvatura de sus labios contrastaba con la tristeza y la lástima que veía en sus ojos azulados, algo iba mal.

- ¿Qué…Qué pasa Gabriel?- Pregunté mientras lo tomaba nerviosamente de los hombros, el negó con la cabeza un par de veces.

- Lo siento mucho, amigo- Musitó apenas en voz baja mientras yo le miraba atónito y sin entender absolutamente nada de lo que estaba pasando, le mire confundido mientras le hacía una mueca para que hablara. Un silencio se apoderó del lugar, parecía no querer hablar y podía sentir como sus labios temblaban, como si tuviesen miedo a decir algo.

- ¡Por favor, Gabriel! ¡Habla de una vez!- Le zamarreé por los hombros mientras mi garganta se quebraba por el nerviosismo.

- No puedo ayudarte, Asderel- Dijo finalmente en un tono seco, casi tosiendo y apartó su mirada de la mía, avergonzado.

- ¿¡Cómo es eso que no puedes ayudarme!?- Grité exasperado sin aún comprender bien del todo.

- No puedo sacarte de aquí, Asderel…- Murmuró con lástima –En estos momentos tú eres Dios- Mis ojos se abrieron atónitos, la piel se erizó por completo y las piernas me temblaron hasta hacerme caer de rodillas en el piso.

- ¿C…Cómo?- Pregunté desconcertado mientras las lágrimas caían sin poder detenerse, un escalofrío me recorrió por completo seguido de la peor sensación que pude haber sentido, todo se derrumbó para mí, mi mundo cayó al abismo de un momento a otro. Sabía perfectamente lo que significaba sustituir el puesto de Dios y le temía, sabía lo que significaba, no podría volver a Eliot.

- ¡N…No! ¡Tiene que ser un error, Gabriel!- Grité desesperado mientras como un niño aterrorizado me aferraba a sus piernas.

- Lo siento mucho, Asderel- Dijo paternalmente mientras se agachaba y me daba un abrazo –Pero con Miguel fuera y tú aquí adentro…- Guardó silencio, pero ya lo sabía. Cuando Miguel fue despojado de sus poderes yo era el único que estaba aquí a dentro, sin querer me terminé convirtiendo en el sustituto de Dios.

- P…Pero- Comencé con una sonrisa esperanzadora en mis labios -¿Alguien más puede reemplazarme, no? ¡Alguien que de verdad quiera el puesto de Dios!- Él negó con la cabeza y automáticamente la sonrisa desapareció de mis labios.

- Para eso tendría que matarte…Así tus poderes se irían-

- Prefiero morir…-

- Yo no te mataré, Asderel-

- ¿Qué voy a hacer ahora?- Pregunté aún en estado de shock ¡Cómo deseo que todo esto fuese un sueño, una mentira, una pesadilla!

- Restaurar el equilibrio- Respondió mientras clavaba fijamente sus ojos en los míos –Quizá así logres liberarte de esta carga- Y después de decir esto volvió a estrecharme entre sus brazos –Debo irme, la tierra está hecha un caos- Y desapareció, su imagen se esfumó ante mis ojos, estaba solo de nuevo.

Cerré los ojos, automáticamente a mí llegó la imagen de la tierra completamente devastada ¿Todo esto había sido por culpa de la guerra? Alemania y todo el mundo era un completo desastre, todos los edificios habían caído y las aguas habían hundido a pueblos enteros. Escuché niños llorar y sentí la desesperación y angustia de la gente entrar en mi pecho como una fuerte punzada en mi corazón ¿Cómo demonios arreglaría todo esto? Nadie jamás me había enseñado a ser Dios, tampoco estaba preparado y no quería ese puesto para nada. Comencé deseando, deseando la paz para todas aquellas personas que lo habían perdido todo, no sé si funcionará pero nada perdía con intentarlo, los efectos no serían inmediatos pero supuse que a la gente le serviría un Dios en el cual depositar sus esperanzas. Una imagen relampagueó en mi cabeza, vi a Daemon junto Abel levantando una muralla que había caído en una casa vecina, parecían estar tranquilos. Luego intenté llevar mis pensamientos hacia Eliot, pero no logré ver nada ¿Dónde estaba?

Salí a recorrer los callejones de la ciudad. Desde que estoy con Asderel que una extraña percepción se ha desarrollado en mí, puedo ver a todos esos ángeles que de vez en cuando deambulan por el suelo terrestre, mis ojos se adecuaron a ver lo que otro ser humano común no puede ver ¿Qué pretendo con esto? Encontrar a alguien que pueda darme alguna pista sobre el paradero de mí ángel. Jamás había estado tan desesperado por conseguir algo, nunca había necesitado a nadie como necesito a Asderel, me sentía mal por esto pero no podía hacer nada contra este sentimiento impulsivo por querer encontrarle.

El caos había comenzado a ser reparado. Misteriosamente y como nunca el sol resplandecía luego de días a oscuras, parecía como si alguien hubiese apartado las nubes con sus propias manos y hubiese puesto al astro brillante justo en medio del cielo para iluminar los rostros de todas las pobres almas que luego de días de devastación y angustia volvían a sonreír. En mi camino pude ver como hermanos que habían estado separados durante años se reencontraban para abrazarse y decirse lo mucho que se habían extrañado y lo arrepentidos que estaban por haberse separado, pude ver cómo un niño pequeño rescataba a un pequeño cachorro de ahogarse en un río y como familias enteras volvían a levantarse de entre los escombros. Se sentía bien, saber que luego de semejante desgracia la gente volviese a reencontrarse, solo cómo pasa después de una gran catástrofe. Pero yo no tenía con quién reencontrarme, no tenía familia ni amigos, salvo a Daemon, Abel y Asderel, pero en estos momentos no tenía a quién abrazar ni a quién apoyar.

Desde siempre mi vida había sido un caos, lo había sido hasta aquel día en que intenté quitarme la vida. Yo odiaba y rechazaba todo lo que estaba a mí alrededor, incluso yo mismo ¿Habrá sido correcto que Asderel me salvara? Desde que le conocí que ya no odio ni rechazo nada y sin darme cuenta eso me había hecho frágil. Ahora que estaba nuevamente sin él, me sentía como un niño perdido en una gran feria comercial, estaba desorientado, no sabía con quién hablar ni dónde comenzar a buscar.

Luego de un rato caminando decidí volver, tenía que calmar las inquietas aguas en mi cabeza. Me tendí en la cama mirando al techo y por un momento sentí tal cual cómo si un montón de energía llegara hasta mí y entrara en mi cuerpo. Me levanté sobresaltado y miré hacia la ventana, recordé cuando Asderel en el bosque hizo lo mismo sobre mi cuerpo para curar mis heridas. Sonreí mientras volvía a tenderme. Me sentí más tranquilo, ya lo había comprendido, debía esperar, esperar un poco más.

Pero por mucho que lo hice, nada pasó.


                                                             



¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Un año? Tal vez más. Durante todos estos meses no he sabido de Asderel ni he visto ningún ángel que pudiese ayudarme a buscarle. Admito que luego del primer semestre sin verle entré en pánico y me desesperé, recuerdo cuantas horas estuve encerrado en mi habitación tendido sobre la cama con la cabeza escondida en la almohada llorando hasta sentir mis ojos arder y ver cómo las lágrimas dejaban un doloroso camino que quemaba mis mejillas , había tocado fondo.

¿Qué pasó con mi ángel? Ni idea, supongo que murió en batalla y eso me entristece mucho, por qué prometió que volvería para que estuviésemos juntos, pero desde que se fue que vivo con una fuerte punzada en el pecho, como si mi corazón se estuviese cayendo a pedazos lentamente. Pero había aprendido a vivir con ello, los días se habían vuelto rutina justo como antes de conocerle, había vuelto a detestar todo, la gente, la ciudad gris, todo había perdido color ante mis ojos, pero supongo que está bien así.

Todo había vuelto a la normalidad, la gente simplemente pareció olvidarse que su mundo estuvo a punto de sucumbir víctima de una guerra angelical, ahora esos malagradecidos caminaban tranquilamente ente sus sucias calles sin saber lo que realmente pasó ni la cantidad de vidas que se perdieron solo para proteger sus sucios traseros ¡Cómo odiaba todo esto!

Por decisión propia me mudé nuevamente al orfanato, aunque de vez en cuando Daemon y Abel llegaban a visitarme para verme cada vez peor y cada vez más lejos de ellos, aunque parecían ser los únicos a los que no odiaba. Mi vida había vuelto a ser un asco, como antes.

Cerré el pequeño libro que había terminado de leer, del cual no entendí absolutamente nada por estar absorto en mis pensamientos y decidí salir un poco. Me fugué como siempre lo hacía cada vez que quería pasear sin pedir permiso y comencé a caminar por las calles del indecente Berlín. El día estaba considerablemente nublado y el frio había vuelto a invadir la ciudad, congelando suavemente mis mejillas. Todos los días veía pasar a la misma gente, algunos corriendo retrasados al trabajo, otros que como yo simplemente vagaban sin sentido entre los callejones, pero de pronto, una figura conocida captó toda mi atención. Comencé a caminar tras él, la verdad es que me costó recordarle pero ese cabello no podía engañar a nadie. Caminé un par de cuadras a su siga, no sabía si en realidad era él o simplemente alguien que se le parecía. Comenzó a caminar más rápido, casi trotando, ya se había dado cuenta que le seguía.

- ¿¡Qué diablos quie…!?- Su rostro enfurecido había volteado hacia mí para encararme, pero se detuvo abruptamente.

- ¿Eliot?- Sus ojos anaranjados me miraban sorprendidos. Vestía unos pantalones negros y una camisa blanca con suspensores, nada común para lo que acostumbraba ver en él.

- ¡Me…Mefistófeles!- Exclamé sorprendido, él me sujetó con fuerza y puso una mano sobre mi boca.

- Es Hansen ahora-  Murmuró en mi oído mientras apartaba su mano.

- ¿De qué hablas?- Pregunté desconcertado.

- Ese es mi nombre humano, he decidido vivir entre los tuyos, Eliot-  ¿Qué? ¡Esto era tan extraño!

- Pe… ¿Pero por qué?-

- Ya sabes- Comenzó con desaire –Ganamos la guerra y Lucifer trajo consigo a Miguel y ahora lo mantiene en estado de coma encerrado en sus aposentos ¡Tenía que aprovechar mi oportunidad! – Sonrió levemente –El señor del inframundo ya tenía lo que él deseaba, solo salí del infierno y me transforme en un humano común-

- Ah…- Musité aun sin entender nada. Asderel acudió a mi cabeza, debía aprovechar este momento para saber si mis sospechas eran reales o no. Las manos comenzaron a sudarme y a temblar sin que pudiera evitarlo, una pequeña gota recorrió mi frente, tragué saliva.

- Y…- Comencé con voz entrecortada, el miedo a que mis pensamientos fuesen verdad me paralizaba –Asderel… ¿Él murió?-  Sus ojos se clavaron fijos en los míos y por un momento pensé que comenzaría a reír.
- ¿Qu…Qué?- Dijo mientras una burlesca sonrisa aparecía entre sus labios sin poder controlarla -¿Acaso no lo sabes? Él está vivo-

- ¿¡Qué!?-
Exclamé mientras me acercaba a él para tomarlo por los brazos.

- ¿Cómo que Asderel está vivo? ¿¡Por qué no ha venido a la tierra!?-

- Entonces era cierto…- Murmuró para sí.

- ¿De qué hablas?-

- Eliot…- Comenzó posando sus manos sobre mis hombros mientras me miraba entristecido, tomó aire para hablar:

 –Asderel se convirtió en Dios- 

Mi cuerpo se congeló de un momento a otro, mi corazón se detuvo y la presión en mis pulmones me impedía a respirar ¡Asderel! ¿¡Un Dios!? ¡Esto no tenía sentido! Él era mi ángel guardián ¿Por qué ahora era un Dios? Sin poder evitarlo las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y caí arrodillado al suelo por la impresión, mientras era sujeto por las manos cálidas de Mefisto.

- Pensé que ya lo sabías…- Murmuró intentando de calmarme mientras acariciaba mis cabellos, ya había roto en llanto y me había acomodado en su pecho para desahogarme. Un dolor inmenso me invadía y no podía controlarlo, me sentía herido, me sentía desecho. ¡Hubiese entonces preferido que estuviera muerto! Era agónico, la horrible sensación de saber que estaba allí, viéndome, viéndonos a todos pero que yo no podía estar con él. Asderel viviría eternamente ¡Ni siquiera podría verle en otra vida! 

- ¿Por…Por qué?-  Sollocé aún en estado de shock.

- Sin Miguel… El cielo y la tierra necesitaban un Dios y Asderel era el único que estaba allí…- Guardó unos segundos de silencio – Lo siento mucho- Musitó apenado –Pero no conozco a nadie que haya escapado de esa responsabilidad- Estas últimas palabras terminaban por destruirme por completo, ahora no tenía esperanza alguna de que volviese a mí. Me quedé así por algunos minutos, manchando la camisa blanca de Mefisto con mis lágrimas, él me recibía tranquilo mientras intentaba calmarme y sostenerme. Mi mundo había caído y se había roto en mil pedazos, pensé que ya tenía asumido el alejamiento de Asderel, pero saber esto solo empeoraba las cosas.

- Está…Está bien- Dije mientras me separaba suavemente de él y fingía una sonrisa.

- ¿Seguro?- Preguntó preocupado mientras terminaba de apartar con sus dedos las últimas lágrimas. Asentí con la cabeza.

- Me alegra que no esté muerto- Volví a sonreír – Y que se haya transformado en Dios- Mentí, odiaba que las cosas pasarán como me las relataba Mefistófeles.

 –Ya, Ya- Dije levantándome del piso –Llegarás tarde a trabajar ¿No? – Él hizo un gesto negativo, para indicar que no se iría – ¡Enserio! No te preocupes, ya estoy bien-  Y seguido de esto lo estreché en un abrazo.

- Gracias por contarme, Mefis…Hansen-  Y me aparté de él y comencé a correr en dirección contraria, vi como él hacía un gesto para detenerme pero no lo lograba, no volví a mirar atrás. Estaba realmente triste y destruido, tenía ganas de morir.

Un fuerte dolor me sacó de mis obras, algo que no sentía desde algún tiempo atrás. Llevaba lo que parecían veinticinco días sin ver a Eliot y realmente lo extrañaba. La fuerte punzada me alertó.

- ¡Gabriel!- El ángel apareció ante mí arrodillado.

- ¿Si, Señor?-

- Llámame Asderel, amigo- Él asintió con la cabeza -¿Cómo está Eliot?- Por alguna razón que desconocía cada vez que intentaba enfocarme en él para saber que estaba haciendo solo podía ver un espacio color negro, podía ir con mi mente a los lugares más incógnitos de la tierra pero no lograba ver si quiera un rincón de su habitación.

- Le he vigilado todo este tiempo y…Desde hace unos meses él esta…-

- ¿Unos meses?- Interrumpí nervioso -¡Pero si apenas han pasado unos días!-

- ¿¡De qué hablas!?- Exclamó sorprendido -Ha pasado más de un año terrestre desde que terminó la guerra- Todo esto me parecía una broma ¿Un año? ¿Acaso me había vuelto loco?

- Los días aquí parecen pasar más lento, Asderel-

- Pe…Pero- Me dirigí hasta él y tomé su mano para levantarle del piso, ahora saber el estado de Eliot me urgía -¿¡Cómo está él!?- Pregunté perturbado mientras sentía como todo mi cuerpo comenzaba a temblar.

- Le he estado vigilando- Repitió con voz temblorosa –Y hace algunos meses atrás que ha estado muy mal…No he podido avisarte porque…-

- ¿¡Cómo demonios no me has dicho!?- Interrumpí entre gritos mientras lo tomaba por la túnica agresivamente -¡Sal de aquí, Gabriel!- Exclamé a punto de explotar, él intento calmarme pero lo alejé brusco - ¡Por favor, déjame solo!- Sentí que si se quedaba allí acabaría por matarlo. Él accedió y simplemente desapareció.

No era suficiente que Gabriel me explicase más, sabía perfectamente cómo se sentía Eliot. La conciencia del tiempo que había pasado me invadió y me sentí completamente miserable, quería verle, quería verle ahora mismo pero no había forma de salir de aquí.

- ¡Maldita sea!- Dí un golpe en una de las blancas murallas pero esta no pareció inmutarse, dí otro, otro y otro, sin detenerme, golpeando esa pared blanca que me tenía preso sin parar mientras sentía como la energía comenzaba a brotar de mí, la sentía explotar dentro de mi cuerpo queriendo escapar de él, por fin dentro de tanto tiempo comencé a sentir nuevamente, la sangre que retomaba su ruta entre mis venas y el corazón que volvía a palpitar vivazmente, luego de todos estos meses mi cuerpo volvía a funcionar y mi mente que se había mantenido como la de un robot que simplemente hacía su trabajo, volvía a sentir el frenesí y la desesperación que sentí en un comienzo antes de entrar aquí.

- ¡Ninguna pared va a detenerme!- Grité en el éxtasis de mi furia y con todas mis fuerzas alcé el puño y volví a golpear, logrando una pequeña trizadura en ella.

- ¡No quiero ser Dios!- Volví a golpear más fuerte -¡Ni siquiera quiero ser más un ángel…- Me detuve abruptamente. La había roto, había hecho un agujero en esa habitación que me mantenía encerrado, solo había vacío al otro lado, el intenso color negro característico de las tinieblas abismales del universo ¡Podía escapar de esto! Pero primero debía visitar a Lucifer.

Cerré los ojos y automáticamente aparecí en sus aposentos, esto era una práctica que solo con el poder de Dios podía realizar. El infierno seguía igual desde la última vez que lo vi, sus paredes teñidas de rojo y el intenso olor a azufre invadían todo, el suelo parecía estar a punto de quebrarse para dejarme caer, y los gritos agónicos y desesperados llegaban hasta mis oídos. Estaba frente a un gran escritorio de mármol pintado de negro, sobre él un cráneo que sostenía una vela que era la única luz que lograba iluminar la habitación aparte del aura blanca que rodeaba mi cuerpo. Sentado sobre un viejo trono digno de un rey se encontraba Lucifer, su cabello parecía más largo que antes y prominentes ojeras caían desde sus ojos, me miraba sonriente mientras en sus manos sujetaba una cadena larga que seguí con la mirada y daba a una gran jaula en medio del salón, un simple chasquido de dedos fue suficiente para iluminar por completo el lugar y cuando lo hice una fuerte escena apareció ante mis ojos.

-Lu…Lucifer- Dije como si lo estuviese regañándolo, mezclado con la impresión del momento. Dentro de la oxidada jaula se encontraba Miguel, casi anémico y encadenado a una silla, su cuerpo que parecía dormido y estaba lleno de heridas  que le cubrían por completo, supuse que Lucifer había sometido a Miguel a las mismas torturas que él había pasado. Sus ojos estaban completamente abiertos, el típico violeta en ellos se había apagado y había logrado uno mucho más claro y extinto, su rostro no tenía expresión alguna. Lucifer se puso de píe y se dirigió a la celda, con una llave que llevaba colgando de su cuello la abrió y se dirigió donde estaba sentado su hermano, abrazándole por la espalda y clavando las uñas en su pecho.

- No vendrás a quitarme a mi mascota ¿No, Asderel? – Negué con la cabeza. Aunque me daba lástima Miguel, necesitaba el favor de Lucifer.

- ¡Ah me alegro!- Sonrió mientras se apartaba de su hermano, besándole la mejilla y saliendo de la jaula –Por qué ya sabes, en unos cientos de años necesitaré un sucesor y le estoy preparando para que él sea el próximo rey del inframundo…- Yo le miré un poco confundido –Después de tanto tiempo ¡Se vuelve aburrido gobernar a todas estas pobres almas! Me imagino que te ocurrirá lo mismo a ti, Dios-

- De eso vine a hablarte…- Dije mientras me acercaba a él.

- Dilo ya…-

- Necesito que me hagas un favor…- Comencé mientras le arrebataba su puesto y me sentaba en su silla, la historia era larga y si quería cambiarla necesitaba la ayuda de Lucifer, solo esperaba que aceptara.



Ya lo había decidido, me encontraba caminando en las mismas calles sucias que la primera vez, me sentía aún peor que la primera vez ¡Deseé haber muerto en ese momento!  Al menos en ese tiempo no sentía este dolor tan grande, el que se siente solo cuando pierdes lo más amado que tienes y quedas solo y a la deriva en un mundo en el cual no te interesa vivir y que detestas.

Solo espero que Asderel no esté viendo esto…

Miré hacia arriba, allí se encontraba el mismo viejo edificio que me recibía otra vez entre sus pisos, no lo dudé demasiado y comencé a subir las escaleras de la débil y abandonada construcción, escuché nuevamente el desagradable canto del cuervo resonar en mis oídos y la tristeza me invadió tenazmente, estaba cometiendo el mismo error de antes, pero esta vez no fallaría.

La luna comenzó a asomar casi invisible entre las nubes grises llenas de agua que estaba a punto de caer, solo me quedaba un piso hasta la azotea. Todo me parecía tan doloroso, la llegada de Asderel no había sido más que una ilusión, un sueño que cuando desperté de él me vi frente a la misma realidad que había rechazado tanto. No sé bien que era lo que lograría con esto,  quizás solo iría al infierno y mi alma sería olvidada hasta por el mismísimo Lucifer, pero cualquier cosa era mejor que sentirme así.

Miré por un momento hacia abajo, el edificio parecía haber crecido, la altura me parecía ser más ahora, mis manos y piernas temblaban ¿Miedo? Tal vez era eso, pero no tenía más opción.


Tomé unos metros de distancia y corrí hacia el abismo, salté, ya no había vuelta atrás.

Mientras caía cerré los ojos y pensé en Asderel, recordé la primera vez que lo vi, en ese sueño tan hermoso dónde aparecía y me tomaba y protegía, deseé eso una vez más, tan solo un momento quise volver a verle, me hubiese gustado que nunca se alejase, pero que más podía hacer, él era un ángel y ahora era un Dios, de las dos formas era imposible ser feliz junto a él.

Solo espero que mis últimos deseos lleguen a él.

-
Nunca te dejaré caer, me levantaré contigo siempre-

- ¿¡Asderel!?-
Por un momento me pareció escuchar su dulce voz susurrar en mi oído. Tan solo sentirla junto a mí fue suficiente para volver a la vida ¡Pero estaba a punto de estrellarme contra el concreto! Miré hacia todos lados, no había absolutamente nada pero lo sentía dentro de mí ¡Qué estúpido había sido! Me había rendido tan fácilmente, seguro había otras formas, debí haber luchado por él antes de lanzarme al abismo.

-Te amo…- Murmuré antes de cerrar los ojos y estrellar mi cabeza contra el pavimento. Tenía la esperanza de que me escuchara decirlo una vez más. Comencé a sentirme somnoliento, supuse que era un reflejo de mi inconsciente por querer dormir antes de destrozarme contra el suelo, solo sentí el frío del asfalto quebrando todos mis músculos, pero no sentí dolor alguno.

Mi corazón ya no caía descascarándose en pedazos, el dolor más grande se había ido.
                                                            


                                           *                        *                           *           
  

Volví a despertar en el hospital ¿¡Acaso no había funcionado!? Nada dolía en mí, ni siquiera mis frágiles manos que aún se encontraban temblando.

Una fuerte embestida me arremetió antes de que pudiese despertar por completo.

-Está bien, está bien…- Susurró la voz que tanto anhelé escuchar todo este tiempo, volteé la cabeza para verlo ¿¡Esto era real!?

- ¡Lo siento tanto, Eliot!- Comenzó a llorar desconsoladamente mientras me estrechaba fuertemente entre sus brazos –Nunca más te dejaré solo, lo prometo- Su voz quebrada y sus manos estremeciéndose no tardaron en contagiarme ¡Asderel estaba aquí! ¡Había vuelto! Comencé a llorar junto a él mientras tomaba sus manos, sus brazos, sus hombros y su rostro aún sin creer que estuviese allí.

- Dime que esto es real, Asderel- Dije mientras sostenía sus mejillas entre mis manos que temblaban de emoción. Nunca le amé tanto como cuando lo tuve frente a mí, nunca había amado tanto sus ojos color oro mirándome con dulzura y tristeza, ni sus cabellos oscuros que desordenados caían por su frente.

- ¡Oh, Eliot! ¡Lo es!- Y tomó entre sus manos mis mejillas y dirigió mis labios hasta los suyos, regalándome un sutil y suave beso que aún siento palpitante en mí, mi corazón comenzó a latir a mil por hora, cómo si simplemente quisiera salir disparado de mi pecho y la felicidad me invadió y llenó toda mi alma. Había vuelto a la vida gracias a él.

De pronto, alguien nos interrumpió:

- ¡Asderel! ¡Debes volver a tu lugar!- Gabriel aparecía de pronto sosteniendo una espada entre sus manos, estaba dispuesto a luchar seguramente, pero una segunda presencia se presentó ante nosotros.

- Lo siento mucho, pero eso no pasará- Dijo la siniestra voz mientras ascendía desde las tinieblas.

- ¿¡Lu…Lucifer!?- Exclamó el rubio sorprendido. El demonio pareció no escucharle y caminó hasta Asderel y lo apartó de mí sin que mi ángel quisiese evitarlo. Con una de sus afiladas uñas hizo un pequeño corte en la muñeca del ángel y luego otro en la suya, la sangre no tardó en brotar. Con la yema de sus dedos tomó un poco de ambas, generando de la mezcla sanguínea un negro azulado parecido al petróleo y empapando sus dedos de la extraña sustancia tomó la frente de Asderel y dibujó un extraño símbolo en ella. Frente a mis ojos Asderel se desplomó en el suelo y comenzó a retorcerse.



                                                        *                      *                     *


- ¿Sabes que es peligroso, no?-  Preguntó el demonio acercándose a mí.

- Lo sé Lucifer, pero es la única forma- Dije clavando mis pupilas en la oscuridad de las suyas.

- Si mi sangre termina siendo completamente opuesta a la tuya, puedes morir-

- Vale la pena intentarlo…- Estaba completamente dispuesto, dispuesto incluso a morir con tal de liberarme y poder estar junto a Eliot.

- ¿Qué…Qué es lo que se siente? – Pregunté luego de un rato de silencio.

- Es como…- Reflexionó un poco antes de hablar –Es cómo si te quemaran por dentro-

 


- ¡Asderel!-
Exclamé asustado mientras me levantaba de la cama e intentaba correr hacia él.

- Déjalo, Eliot-  El brazo de Lucifer me sostenía y me impedía avanzar más, solo pude observarle en el suelo, mientras gritaba y un dolor intenso parecía apoderarse de todo su cuerpo que convulsionaba agónico entre los alaridos. Su boca comenzó a sangrar de un momento a otro, quise abrazarle y sostenerle pero algo había en sus ojos que de alguna forma me tranquilizaba, se torció en el piso quejándose y gritando, hasta que de pronto todo cesó.

- Terminó-  Dijo el demonio mientras me soltaba. Corrí hasta el cuerpo inmóvil de mi amado y lo tomé entre mis brazos, parecía no estar respirando.

- ¡Asderel! ¡Asderel, no!- Las lágrimas comenzaron a deslizarse nuevamente por mi rostro.

- ¡Asderel!- Grité más fuerte sacudiendo su cuerpo. Posé mi cabeza sobre su pecho, su corazón se había detenido. La desesperación me invadió por completo, había vuelto y ahora le había perdido para siempre.

- ¡Asde…!-

- ¿Puedes hablar más bajo?- Sus ojos volvían a tomar color y su cuerpo comenzaba a moverse nuevamente ¡Estaba vivo! La marca de su frente pareció ser absorbida.

- El sello…- Dijo Gabriel mientras se acercaba confundido hacia nosotros.

- Siempre supe que quisiste ser Dios, Gabriel- Sonrió el pelinegro sin apartar sus ojos dorados de los míos –Esta es tu oportunidad- Gabriel sonrió mientras acariciaba el cabello de Asderel:

- Te saliste con la tuya, infeliz- Y soltó una pequeña carcajada. Luego se puso de pie y revolvió mi cabello con una de sus manos.

- Adiós, Eliot- Sonrió.

- Adiós, Gabriel- Correspondí su sonrisa.

- Espero que me reces, Asderel-

- ¡Tendré que hacerlo!- Rió mientras intentaba sentarse. El ángel de azulados ojos hizo un gesto para despedirse y desapareció, ahora él será quién dé orden al equilibrio desde arriba, estoy seguro que lo hará bien.

Lucifer había desaparecido sin decir nada. Quedé mirando perplejo a Asderel mientras le ayudaba a sentarse sobre la cama de sábanas blancas.

- He decidido…- Comenzó de pronto –Que no deseo ser Dios- Le mire un poco confundido.


- Ni siquiera quiero ser tu ángel guardián- Terminó entrelazando sus ojos con los míos.

- ¿Qu…Qué?- Pregunté sorprendido sin entender nada.

- Ese sello, encarceló mis poderes- Sonrío - podré vivir junto a ti, casi como un humano- Sin previo aviso me abalancé sobre él y volví a besarlo febrilmente, la emoción me abarcaba por completo ¡Por fin seríamos felices! Ya nadie nos molestaría, por fin podré vivir una vida, una vida junto a Asderel.

Después de haberme aventurado por el tortuoso infierno y haber llegado incluso al más alto de los rangos, disponiendo de toda la paz y armonía que tan solo el paraíso me puede brindar, yo solo quiero quedarme en un lugar, a tu lado Eliot.

- Te amo, Eliot- Susurré mientras tomaba suavemente sus mejillas y las volvía a acercar hacia mí hasta topar mis labios con los suyos.

- Te amo, Asderel- Murmuró como dulce melodía a mis oídos luego de apartarse de mí.

- Espera…- Pregunté confuso de pronto - ¿Eso quiere decir que ya no tienes alas? -

- Te dije que viviría casi como un humano- Sonrió y seguido de eso me tomó por la muñeca y me atrajo hasta él, tomándome entre sus brazos.

- Sujétate…- Ordenó antes  de saltar por la ventana del quinto piso, cerré los ojos. Cuando los volví a abrir nos encontrábamos sobrevolando Berlín, sus alas relucían brillantes recibiendo los pequeños rayos del sol. Estaba sonriendo. Sentí la brisa matutina en mi rostro y un pequeño frio que me hizo temblar, temblar de felicidad.

Este era yo, a los dieciocho años recién había comenzado la travesía de mi vida, luego de dieciocho años por fin me sentía completamente vivo, este era yo viviendo por primera vez, dejando todo el sucio mundo atrás y todo lo que odie alguna vez fuera de mí. Este era yo, Eliot Frost, un huérfano que lo único que tenía en su triste vida era su ángel guardián y que ahora no tenía ángel alguno que lo cuidase, solo a mi amante con su dulce figura humana.

Aquí estábamos, dejando todo el sufrimiento de lado, dejando las torturas del infierno atrás, terminando y comenzando nuevamente nuestras vidas.

Éramos nostros, dos almas que volvían a reencontrarse, dos almas para las cuales no existía el Cielo ni el Infierno, solo nosotros, por primera vez siendo completamente felices. Por que mi única felicidad es la que llega estando a tu lado, y ahora que estoy junto a ti lo sé. La vida me ha dado la oportunidad de acompañarte.

Incluso cuando nuestros cuerpos se vuelvan huesos, y los huesos cenizas, podré acompañarte... 

Por toda la eternidad. 

Notas finales:

Hemos llegado al final n.n 

Espero que lo hayan disfrutado :3 

Les mando un abrazo! 

                                                                               


                                                                                  


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