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Ángel Guardián por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

IMPORTANTE: En esta historia existen dos narradores (distintos puntos de vista) : Uno escribe con letra normal (Asderel) mientras que otro escribe con negrita (Eliot) 

Aquí el cuarto capítulo ;D sean buenos y dejen sus reviews por favor D: son sumamente importantes, comenten, acepto criticas buenas y malas con mucho gusto n_______n

Gracias por su atención <3

Capítulo 4: Asderel





No supe en qué momento me dormí, pero desperté con los rayos del sol que me alcanzaron y se posaron sobre mis ojos, obligándome a abrirlos. Desperté un poco atontado, todo daba vueltas y estaba realmente confundido. ¿Cuánto tiempo había pasado?, ¿Cuántas horas?, quizás fueron días en los que estuve inconsciente.

Toqué mi rostro desesperadamente, lo último que recordaba de él era verlo destrozado. Toqué mis ojos, mis pómulos y mis labios, todo se hallaba en completo orden, no sentí ni una sola herida en toda mi cara ¿Cómo pudo pasar?, toqué el resto de mi cuerpo,  no había ni un rastro de sangre en él ¿Cómo?

Miré hacia mi costado, ahí estaba él, el chico de ojos dorados, al que yo había salvado y el que al parecer me había salvado a mí. Estaba durmiendo, sus ojos cerrados, sus labios entre abiertos y su respiración tranquila le daban el aspecto más dulce. No intenté despertarlo, solo lo observé, se veía sano, no había huellas del chico herido y maltrecho que conocí en el orfanato, en su cuerpo no se veían cicatrices ni golpes, es más, parecía estar lleno de vida. Como si me hubiese sentido, de pronto el también despertó, abrió sus ojos lentamente y pestañó un par de veces, cuando me vio junto a él dio un pequeño salto.

- ¿Qué haces aquí? – Pregunté. Él solo me miró sorprendido.

- Hey… - Dije mientras movía suavemente su hombro. Entonces lo recordé, la vez que lo vi en el comedor, uno de los agresores lo llamo –mudo- ¿Acaso era verdad? ¡Pero yo lo había escuchado gritar!

Suspiré y lo miré a los ojos, tomé su rostro con ambas manos y lo atraje hasta al mío, tan cerca que nuestras respiraciones se mezclaron y se confundieron una con la otra.

- Sabes…- Comencé mientras acariciaba una de sus mejillas. –No sé por qué no quieres hablarme, pero no te haré daño- El misterioso chico pareció sonrojarse, estaba dando en el blanco. –Solo quiero agradecerte– Dije con una leve sonrisa.

Él me agradaba, desde un comienzo me agradó, me recordaba a algo, no sé qué, quizás ya lo había conocido, en el hospital tal vez, pero no podía recordarlo.

- ¿Puedes al menos decirme tu nombre? – Necesitaba saberlo, necesitaba conocer a mi salvador. Vi como sus labios comenzaron a despegarse, esperé expectante.
- Yo…- Dijo mientras dirigía su mirada hacía el piso.

 –No lo sé –

- ¿Cómo que no sabes?, ¿Estás bromeando?- Lo miré atónito.

- No recuerdo nada –
Dijo con voz entristecida.

- ¿Nada?, ¿De dónde vienes?, ¿Cómo llegaste aquí?-  El negaba con la cabeza.

- Solo sé que tuve un accidente, los testigos dicen que me vieron caer del cielo…-

- ¡¿Del cielo?! – Pregunté sorprendido.

- Si…-

 Seguramente él también intentó suicidarse- Pensé.

- ¿Te golpeaste la cabeza al caer? –  

- No tenía herida alguna…- Hizo una pausa. –Solo estas marcas en mi espalda- Dijo mientras levantaba su camisa y me mostraba las ahora cicatrizadas heridas que ya había visto en su espalda cuando estábamos en la enfermería.

Guardé silencio, el verlas de nuevo me hizo recordar sus gritos, sus espasmos y su desesperación mientras Ángela trataba de curarlas. Un escalofrío corrió por mí de pies a cabeza.

- ¿Qué pasa? – Se acercó preocupado mientras tomaba una de mis manos tratando de calmarme.

- N-nada -  Dije. – Es solo que…no entiendo todo esto -

- ¿De qué hablas? – Preguntó inquieto.

-  Casi te mueres allá en el comedor – Comencé confuso - aparecen esas extrañas marcas en tu espalda, te sigo hasta un bosque, casi me matan y luego… -
 
- y luego… ¿qué? -

- ¡Y luego apareces junto a mí y me sanas solo con tus manos! – Grité.

 No entendía absolutamente nada, recién comenzaba a reflexionar sobre todo lo que había pasado hasta ahora.

-¿Con mis….manos?- Preguntó nervioso – ¡Pensé que había sido un sueño! – Exclamó.

- Claro que no…- Dije mientras movía la cabeza en sinónimo de negación, de verdad no lograba comprenderlo. –Tu llegaste aquí cuando estaba a punto de morir y me salvaste… ¿Lo recuerdas?-

- Apenas lo recuerdo…yo-  Guardó silencio por un par de segundos. –No sé cómo lo hice-

¿Hablaba enserio? Comenzaba a creer que este chico tenía algún tipo de amnesia.

- Bueno, eso no importa…- Suspiré. –Solo gracias por salvarme- Dije mientras daba una palmada en su hombro. Él sonrió.

Su sonrisa me encantaba, desde la primera vez que la vi florecer de entre sus labios me ha dado paz, solo falta que aparezca para iluminar mi día más oscuro. Me daba la sensación de haberla visto mucho antes, pero no sé dónde. Sus ojos brillaban como oro bajo los rayos del sol abrasador, esa mirada dulce me volvía loco, ¿Por qué?

Sin decir más, nos pusimos de pie y emprendimos el viaje de vuelta al orfanato, ambos estábamos hambrientos y sucios. Era mejor aprovechar la luz de día para volver, el camino era largo y ni yo ni el misterioso chico sabíamos cómo volver al hogar.

Apenas recordaba algunos pasajes que vi mientras iba persiguiendo a esa sombra aquella noche donde los lobos me atacaron, pero sirvieron perfectamente para ubicarnos, al final de la tarde estábamos a punto de llegar. El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte azulado del mar y el primer dibujo de la luna en el cielo aún celeste podía divisarse a lo lejos, los pájaros comenzaban a silenciarse lentamente, apagando sus cánticos a medida que avanzábamos. La primera brisa comenzaba a sentirse. El atardecer es fugaz, en poco ya oscurecería y el frío llegaría para meterse entre nuestras ropas y llegar a lo más profundo de nosotros. Intentamos acelerar el paso, solo faltaban un par de kilómetros para llegar.

De pronto, como si hubiese aparecido por arte de magia, un hombre se nos atravesó en el camino. Vestido con un traje color rojo escarlata y un sombrero del mismo color que tapaba la parte superior de su cara. Llevaba su cabello largo color blanco amarrado con una cinta negra. Por su voz no aparentaba tener más de veinticinco años, era ligera y juvenil.

- Buenas noches, caballeros -  Una gran, pero para mí falsa sonrisa asomó de sus labios. Yo y mi compañero nos miramos atónitos.

De un momento a otro, el misterioso hombre apareció a nuestro lado, no lo vimos moverse, solo apareció junto a nosotros. Me observó a mí, como burlándose y luego posó sus ojos sobre mí amigo. Su mirada profunda parecía penetrar en lo más hondo de él. Le miro fijamente, como buscando algo. Mi compañero dio un paso hacia atrás, asustado.

- ¿Qué no me reconoces, Asderel?, ¡Soy yo, Mefistófeles! – Mi amigo pareció sorprendido.

- Pero puedes simplemente llamarme Mefisto – Susurró a su oído. Un escalofrío pareció recorrerlo por completo.

- ¿Asderel…? ¿Quién es Asderel?- Preguntó aún sin entender.

- ¡Tu eres Asderel!... Creo que el golpe por la caída trajo más de algún problema –
Rió sarcástico. - ¿Qué acaso no lo recuerdas? –

 
Negó con la cabeza.

- ¿Ese es…mi nombre? – Preguntó, parecía sorprendido.

- No te preocupes por eso, ¡Ya no importa! – Sonrió maléficamente.

– ¡Porque ustedes dos no pasarán de aquí!- Gritó.

 Enseguida el lugar se congeló, estaba tan frío que hasta el mismísimo viento pareció paralizarse, el cielo que nos cubría pasó a tomar un tono rojizo oscuro, el aire se volvió insoportable, el olor a azufre casi no me permitía respirar.

El hombre se saco el sombrero y nos hizo una reverencia. Como los de mi compañero, los ojos de Mefisto eran dorados, solo que un poco más anaranjados. Su mirada era maliciosa, vengativa y llena de odio, me asustaba.
Dirigió sus malignos ojos hacia arriba. Entonces un resplandor oscuro, tan negro como el cielo apagado comenzó a salir de su cuerpo, como humo que desprendía hacia todos lados.

Sentí mareos y ganas de vomitar, casi me desmayé. Asderel me sujetó por los hombros y me apoyó contra un árbol.

- ¿Estás bien? –Preguntó preocupado mientras daba pequeñas palmadas en mi mejilla tratando de mantenerme despierto.

- Si…- Susurré apenas, un cansancio inmenso comenzó a invadirme. –Qué forma más irónica de saber tu nombre – Reí forzosamente, tratando de aparentar que estaba bien. Él me correspondió con una sonrisa.

- ¿Qué es lo que quieres? – Preguntó mientras se ponía frente al misterioso hombre que había sufrido una extraña metamorfosis. Su piel había tomado un tono un poco grisáceo, las venas en su cara y en su cuello sobresalían considerablemente de su piel. Solo sus ojos con aspecto felino resaltaban de su oscurecido rostro, parecía que brillaban en la oscuridad.

- ¡Te quiero a ti, Asderel!- Gritó. Su voz era como la de dos hombres a la vez, parecía que de sus ojos salía fuego, ardiente como ningún otro, listo para quemar a Asderel hasta los huesos.

Comenzó a avanzar hacia mi amigo, de pronto se quedó mirándome, hipnotizado. Sus ojos se agrandaron y una irónica sonrisa salió de su boca, comenzó a reír a carcajadas.

- ¡No me digas!- Decía mientras sujetaba su estómago a causa de la risa. En menos de un segundo estaba a mi lado. Me tomó por el cuello de la camisa con una fuerza descomunal e inhumana y me levantó mientras con la otra mano tomaba mi mentón, acercándolo a su rostro. Su respiración también olía a azufre, la detestaba.

- ¡Así que este es tu protegido!- Gritó para que Asderel escuchara.

-¡¿De que hablas?!- Mi amigo parecía estar enfadado. -¡Suéltalo ya!- Dijo mientras corría hacia Mefistófeles y lo tomaba por los hombros, empujándolo hacia atrás. El tacto de Asderel produjo un extraño efecto en la piel de Mefisto, pareció quemarle, de su espalda comenzó a salir humo  y un quejido de su boca. Me soltó enseguida e hizo un movimiento con su mano, que hizo que mi compañero volara por los aires, aterrizando en unos arbustos. Yo estaba anonadado.

¿Cómo era posible? Tan solo con un movimiento de su muñeca derribó y elevó a Asderel. Mi amigo intentó ponerse de pie, pero otro movimiento de Mefisto hizo que del suelo aparecieran extrañas raíces que lo enredaron y lo apresaron contra la tierra, quedando inmovilizado.

Mefistófeles volvió a posar su mirada en mí. Esos ojos perversos, me aterraba de solo verles. Comenzó a avanzar lentamente hacia mí.

- Será fácil matarle si te mato a ti primero – Estaba horrorizado. De su mano pareció salir una especie de puñal, intenté correr pero las enredaderas que salían desde el piso me embistieron y me atraparon, sujetando fuertemente mis brazos, mis piernas y asfixiándome con una alrededor de mi cuello. Él llego hasta mí y se posó encima de mí. Aunque su contextura era delgada, pesaba más de lo que habría imaginado. Con una de sus manos sujetaba mi cuello, manteniéndome paralizado, mientras que con la otra levantaba el  puñal que se alzaba sobre mi pecho imponente y peligroso. Pude verlo claramente, en su mango plateado traía dibujados extraños símbolos que jamás había visto, su filo era alargado y grueso, brillaba intensamente y un fuerte resplandor púrpura esparcía de él y algunas manchas de sangre se extendían por su hoja. Los ojos de Mefisto no se despegaban de los míos, iba asesinarme, estaba claro. Esta noche iba a morir.

Sentí el primer tacto del cuchillo entrando en mí  y no pude hacer nada por evitarlo, no podía moverme. Casi como si fuese una rutina, comenzó a hundirlo en mí lentamente. Sentía el crujir de mis músculos con cada punzada, cada vez más fuerte. Los gritos y gemidos no parecían apaciguar el dolor, ese puñal iba directamente a mi corazón.

Vi los ojos de Asderel aterrados, por más que luchara contra lo que le tenía preso, no podía zafarse de ello. Lo vi agitarse y gritar desesperado, Mefisto no parecía escucharle, seguía clavando ese puñal en mí, cada vez más profundo, cada vez sentía más dolor y angustia. Comencé a ver difuso, me sentí mareado y los gritos de mi amigo se empezaron a alejar, lo supe entonces.

El puñal había llegado al corazón.

Intenté gritar pero no lo logre, no tenía fuerzas, solo me quedé en silencio. Escuchaba como los latidos comenzaban a bajar su ritmo, apagándose lentamente, cuando estaban a punto de extinguirse por completo, algo detuvo a Mefistófeles quién soltó el puñal de pronto.

- ¡¿Pero cómo…!? – No sé si fue una alucinación o si en realidad pasó, ahí estaba. Asderel, se aferraba al rostro de Mefisto, quemándole la cara y causándole un gran dolor. No parecía escuchar los quejidos de Mefistófeles, estaba como inconsciente. Todo su cuerpo resplandecía con una extraña luz blanca y sus ojos, profundos y dulces, llenos de paz como la primera vez que los vi solo se fijaban en los míos. Su mirada me decía  que ya no habría más dolor, me tranquilizaba.

Con una gigantesca fuerza tomó a Mefisto y lo lanzó por los aires, haciendo que se estrellara contra una roca, quedando aparentemente inconsciente. Asderel cayó de rodillas junto a mí y puso sus manos sobre mi pecho, parecía estar oyendo el latir de mi corazón. Su mirada fue de angustia al poner su mano sobre mí, sus ojos me mostraban preocupación, seguramente escuchó como me estaba apagando lentamente. Posó su cabeza suavemente sobre mi hombro mientras acariciaba mi cabello.

- Estarás bien – Susurró en mi oído, no pude responderle, no lograba si quiera abrir mis labios para musitar un Gracias.

Asderel se puso de pie, quería acabar con Mefisto. Pero él no estaría ahí, se había levantado mientras mi amigo susurraba en mi oído y había desaparecido de mi vista, intenté decírselo a Asderel pero no pude hablar.

Asderel giró la cabeza hacia la roca con la que se golpeó Mefistófeles, efectivamente no se encontraba allí, preocupado volvió a voltearla hasta donde estaba yo, entonces se encontró frente a frente con Mefisto, quién le había clavado el puñal hasta lo más profundo de su corazón. Yo no pude hacer nada, escuché la voz de Asderel extinguiéndose en un quejido doloroso y vi sus ojos dorados tornarse casi blancos, perdiendo todo su color y brillo. Comenzó a palidecer rápidamente, solo unas oscuras manchas, como ojeras alrededor de sus ojos resaltaban de su suave rostro.

Mefisto sacó el puñal dejando caer a Asderel, quién con su última gota de conciencia se dejó derribar suavemente sobre mí como una pluma, envolviéndome en sus brazos, como si me estuviese protegiendo.

Mefisto se acercó a nosotros, aún no terminaba su trabajo, debía acabar conmigo. Se aproximó lentamente a mí saboreando el momento de poder atravesarme con el mismo puñal con el que hirió a Asderel. Llegó junto a mí y alzó el arma por sobre su cabeza, iba a clavarla con todas sus fuerzas.

Cuando la filosa hoja estaba a punto de tocarme, una luz incandescente iluminó todo el lugar, dejándonos ciegos. Solo vi eso y oí un grito espantoso, un grito de Mefisto. Luego sentí como alguien me levantaba y me ponía sobre sus brazos, estábamos salvados.

Cuando la luz fue perdiendo intensidad pude divisarlo apenas, un joven alto y ojos azulados con tintes verdosos me observaba piadoso, estaba rodeado de luz igual como lo había hecho Asderel antes de desfallecer.

Miré hacia el lado, ahí estaba mi amigo, otro joven exactamente igual al que me sostenía a mí lo cargaba a él. Parecía no estar respirando. Intenté hablar, quería bajarme y correr hacia él. Hice un esfuerzo gigantesco por mover mis labios, apenas lograron abrirse.

- A-Asderel…- Logré murmurar. Mis ojos se volvieron pesados y cayeron hasta cerrarse, todo se volvió negro. Había perdido el conocimiento. 

Notas finales:

Cualquier falla que noten haganme saber :3 Gracias. 


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