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DANGER: WILDMAN por Juliet Cassis

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Notas del fanfic:

Hola gente bonita. Hace mucho que no me pasaba por aquí, desde que borraron mi cuenta que no he frecuentado la página, y de eso ya hace varios meses. Bueno, el caso es que hoy me desperté con ganas de volver a hacer acto de presencia, aclaro que el fandom Naruto no es donde yo publico, pero como estas semanas me he estado viendo todos los capítulos de mi rubio hermoso e hiperactivo que no había tenido la oportunidad de ver, pues me entraron ganas de publicarles este pequeño SasuNaru que ya antes les había compartido pero que también se había ido al drenaje junto con mi cuenta. 

Notas del capitulo:

Disclaimer: Los personajes utilizados son obra de Masashi Kishimoto. Un día le pediré la mano de su rubia creación. (?) En cambio, la historia narrada ha salido completamente de mi imaginación. La comparto sin fines de lucro.

Por cierto, esta historia va dedicada a mi mejor amiga: Tamara. <3 Loca, sabes que sho te amo. <3

Lean y disfruten. 

 

 

 

DANGER: WILDMAN

 

La sala se encontraba en penumbras, la poca luz que iluminaba el lugar era ofrecida por una pequeña lámpara que se encontraba posada sobre un mueble color caoba a un costado del sofá. El olor que se aspiraba figuraba a una habitación que en mucho tiempo no ha sido abierta, y en realidad, así era, desde hace más de dos semanas que el departamento se asemejaba a un búnker de guerra; se encontraba completamente sellado, puertas y ventanas cerradas, no había acceso más que para los míseros insectos que lograban escabullirse. Qué desagradable.   

 

El lugar podría haberse convertido en un horno puesto que no existía una vía que permitiese al aire correr a voluntad por las habitaciones, sin embargo,  la estación que se presentaba en esos momentos era invierno, por lo tanto el departamento contaba con una temperatura por demás helada. El departamento se había vuelto en un sitio sin vida, abandonado y hasta hostil, quien estuviese dentro no podría soportar por más de unos minutos. El ambiente era pesado, provocaba un mal sentir, el estómago de cualquiera se comprimía y de su ser emergía unas inmensas ganas de salir y abandonar el lugar. ¿Qué sucedía con ese sitio?

 

No obstante, cualquier malestar, cual fuese la incomodidad que se transmitía en ese departamento era ignorado por quien, en esos momentos, era apenas iluminado por la claridad que brindaba la lámpara. El joven yacía sentado en el sofá, su vestimenta, la cual se conformaba por pantalones, camiseta y su respectivo calzado, se mostraban por completo de color negro. Se encontraba recargado en el respaldar de mueble, su cabeza estaba inclinada hacia atrás y se posaba igualmente en el respaldar. Quien lo mirase diría que estaba durmiendo, era la explicación más lógica a su respiración acompasada y sus rasgos relajados; se mostraba calmo y sin movimientos.  

 

Su piel era blanca, de un tono tan claro que se notaban a distancia las marcadas ojeras que poseía bajo sus ojos cerrados, la razón de su tez tan clara se debía seguramente al encierro que él mismo se había impuesto durante semanas dentro del departamento. Sus cabellos eran de un negro intenso, estos estaban despeinados y sin brillo esparcidos al contorno de su rostro , y al momento de abrir sus ojos estos mostraron de igual formar un negro profundo y penetrante,  pero desgraciadamente, tampoco poseían el  mínimo brillo en ellos: eran vacios y no emanaban ningún sentir. Carecía de emociones y su rostro se mostraba inexpresivo.   

 

El joven se enderezó para poder llevar el vaso de whisky a su boca, terminando con el contenido de un trago y abandonando el recipiente en el piso mientras hacía una mueca por el quemar de su garganta al beber el líquido. Recargó sus antebrazos en sus piernas y dejó caer su cabeza hacia delante; lucía cansado y con pocos ánimos. Era sofocante vivir en ese lugar, extraía su vitalidad de  poco en poco, el ambiente lo estaba devorando, le estaba asfixiando, pero no podía irse, no porque no pudiera, sino porque no quería, no deseaba abandonar su departamento, le traía muchos recuerdos, recuerdos que lo consumían y lo invadían de culpa, y aún así, no se permitía olvidar.

 

Alzó su cabeza un poco, permitiéndose observar la estancia: desordenada, polvorienta y oscura. Todo lo contrario a lo que un día fue. Bajó su vista clavándola en la alfombra del lugar, ésta se había vuelto de un azul más oscuro gracias a la suciedad, pero justo frente a él, a poca distancia de sus pies, el color de la alfombra era opacado por una mancha grande y café. La miró atentamente, fundiendo su vista en ella; sabía por qué había surgido, por supuesto que lo sabía, era sangre. Desde que se resguardó de la sociedad en su departamento, la mayor parte del día pasaba observando el color café en ese punto de la alfombra.

 

¿Por qué había sangre ahí?, y por sobre todo, ¿de quién era? Preguntas sencillas para él quien conocía las respuestas. La sangre pertenecía a su difunta pareja, Uzumaki Naruto, un joven que en sus años de vida estaba lleno energía y vitalidad. Hasta hace dos semanas y media, el mismo joven de rubios cabellos, ojos azules incomparables con otros por lo que estos lograban trasmitir, piel canela, rasgos varoniles, estatura media y complexión delgada, inundaba con risas y gritos ese mismo departamento que a esas fechas se asemejaba a un cementerio.

 

El mismo joven era el que mantenía las puertas y ventanas abiertas desde su llegada al lugar, él permitía acceso libre a su vida y a la de su pareja a quien lo deseara, recibía todo con buena cara y con ese buen humor inagotable que se cargaba. Era una persona que agradaba a quien fuera a pesar de su terca personalidad y su voz tan escandalosa, esto debido a que era un ser de gran corazón, amable y admirable. No se dejaba derrumbar con nada ni amedrentar por nadie y siempre veía el lado positivo de las cosas, incluso del bastardo Uchiha Sasuke, ese joven de agrio carácter y poseedor de un humor negro por el cual a muchos les desagradaba, pero que él convirtió en su amada pareja. Como siempre, el joven rubio lograba ver el lado bueno de las personas, y aquel moreno no podía ser la excepción.

 

Así era Uzumaki Naruto, así era su pareja desde hace cinco años, un joven con un futuro próspero y un ejemplo a seguir para muchos.

 

—Y lo habrías sido, habrías conseguido muchos logros si no fuese por mi culpa, Naruto—El joven de cabellos oscuros alargó su brazo y con las yemas de sus dedos acarició aquella mancha marrón de la alfombra—. Si tan sólo no te hubiese matado—susurró con la vista perdida y sus pensamientos hundidos en un mar de culpas.

 

Y así era Uchiha Sasuke desde la muerte de Uzumaki Naruto, un ser sin vida que deambulaba en su departamento en busca de torturarse a sí mismo.

 

Un estruendo proveniente de su habitación le hizo apartar su mano de la alfombra, giró su rostro y clavó su vista en la oscuridad del pasillo. Se quedó inmóvil un momento aún con su atención fija y sus sentidos alertas.

 

Otro estruendo, algo que se quebraba, objetos cayendo al suelo.

 

Se levantó de su asiento sin prisa ni cautela, se adentró al oscuro pasillo y se dirigió a la entrada de su habitación. Al llegar a la puerta se percató que por debajo de ella salía una ligera claridad: la luz estaba encendida. No quería entrar a la habitación. ¿Qué se encontraría esta vez? Ya estaba cansado, a pesar de que se lo merecía, ya no podía más.

 

Un fuerte golpe en la puerta lo hizo sobresaltarse y sin esperarlo la misma fue abierta siendo azotada contra la pared de manera violenta. Su respiración se había acelerado al presenciar aquello. Aún no se acostumbraba. Decidió cerrar sus ojos y respirar profundo para poder tranquilizarse, así lo hizo, y cuando se consideró con suficientes fuerzas y valentía abrió sus ojos e ingresó a su habitación. Se encontró con sus pertenencias en el suelo, ropa, calzado y la causa del gran estruendo había sido el espejo quebrado; los pedazos de vidrio yacían esparcidos por toda la habitación.

 

Contempló la escena con impotencia. ¿Qué podía hacer él? Sólo observar cómo su vida se desmoronaba. No podía ni quería hacer más, deseaba quedarse en ese departamento por siempre y sufrir lo que hasta esos momentos.

 

—Me lo merezco—habló como quien ya ha aceptado su sentencia de muerte. Y así era, él ya había consentido recibir todo el castigo que merecía, y aunque podía librarse de él con tan sólo salir de ese lugar, no lo hacía. Necesitaba castigarse por lo que había hecho, tenía que pagar por arrebatarle la vida a quien más había amado y le había dando un verdadero significado a la propia.

 

El levitar de una silla giratoria lo puso alerta, ésta azotó contra la pared en pocos segundos y sin previo aviso. La luz se apagó y el miedo lo inundó: tenía que salir de ahí. Se giró hacía la puerta en un movimiento acelerado, el mismo que no le sirvió para llegar a ella lo antes posible; la puerta fue cerrada en un nuevo azotar.

 

No, por favor.  

 

Desesperado tomo la perilla en manos y con toda su fuerza trató de girarla para lograr abrirla, no obstante, la puerta no cedía por más que intentaba.

 

—No, no, no—repetía con un nudo en la garganta. ¡Mierda, tenía que salir de ahí! Jalaba la perilla en un intento por romperla o hacer quebrar el marco de la puerta—. Por favor, no, no. ¡Naruto, te lo imploro, no aquí!—Sus manos traspiraban de los nervios que lo embargaban; la perilla ni siquiera giraba, parecía estar trabada—. ¡Déjame salir maldito idiota!, ¡no quiero estar aquí!, ¡no me hagas estar aquí!—La oscuridad era total, no podía ver nada, sentía que se ahogaba y no paraba de temblar—. ¡Abre la puerta!, ¡abre la maldita puerta, Naruto!—Dio una furiosa patada, si era necesario la derrumbaría, sin embargo aunque ejercía toda su fuerza, aunque daba golpes y patadas bestiales la puerta no se cedía, y estaba seguro que aunque siguiera golpeándola toda la noche, ésta no lo haría. Quiso llorar.

 

Derrotado recargó su espalda en la puerta y se dejó caer rendido y con el corazón comprimido en el suelo.

 

—Por favor, te lo suplico, no me dejes pasar la noche aquí, por favor… Naruto. —Sabía que era uno más de los castigos, estaba consiente de ello y normalmente no protestaba, dejaba que pasara lo que tenía que suceder, pero estar ahí era algo que no podía soportar. Esa alcoba había sido de ambos cuando el Uzumaki seguía con vida, esa habitación guardaba tantos recuerdos: caricias memorables, sonrisas esplendorosas, momentos realmente felices; no podía soportar tener que revivir todo eso, no sabiendo que nunca más podría volver a crear nuevas vivencias junto a él.

 

Se encogió en su sitio, escondió la cara en sus rodillas y abrazó sus piernas. Aquél orgullo Uchiha que tanto lo caracterizaba se había esfumado al sentir tanto dolor en su pecho. ¿Para qué seguir actuando de tal manera? Ya nadie tenía la mirada posada en él, no había necesidad de alzar su mentón ni de erguir su espalda para imponer su presencia y hacer saber que a un lado del Uzumaki se encontraba él y sólo él, ya no más. No tenía necesidad de nada ya, el alimentarse e ingerir agua era un requisito para seguir sufriendo la tortura, eso era todo, esa sería su vida a partir de la muerte del rubio, no podía haber cambios.

 

Se lo merecía.

 

Él era el culpable.

 

Él lo había matado.

 

Con los mismos pensamientos ingresaba en sueños cada noche, siempre reprendiéndose y odiándose por haber cometido tal atrocidad. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué había permitido que pasara? No merecía vivir.

 

Un golpe proveniente de la sala provocó que despertara, abrió los ojos con pesadez y dedicó atención a cualquier ruido, después de unos minutos todo seguía en completo silencio. Gracias al cansancio volvió a cerrar sus ojos, necesitaba dormir; se acomodó mejor recargando su cabeza en la almohada y aspiró el aroma de su amada pareja. Olía a él, tanto las sábanas como la almohadas tenían impregnado su aroma, le hacían sentir que aún estaba a su lado, acostado junto a él, compartiendo en el mismo lecho. Lo extrañaba tanto.

 

Sin embargo un recuerdo hizo que volviese abrir los ojos de improviso: Él había dormido en el suelo.

 

La sangre se fue a sus pies al percatarse de ello.

 

—¡¡SASUKE!!—El grito desgarrador lo puso alerta de inmediato. Abrió los ojos encontrándose con la total oscuridad nuevamente y trató de enderezarse; sus intenciones fueron impedidas al momento de sentir un agarre en sus tobillos: fue arrastrado de su cama hasta aventarlo contra el suelo sin contemplaciones—¡¡SASUKE!!—Junto al nuevo grito se presentó el abrir estruendoso de la puerta.

 

La luz dio de lleno al rostro del Uchiha quien pataleaba incontrolable intentando liberarse del agarre. Había entrado en pánico, no sabía qué pasaba, no sabía cómo había llegado a la cama, no sabía quién apresaba sus tobillos de tal manera que dolía, no sabía quién gritaba su nombre, no sabía quien…

 

Naruto.

 

Su pulso se aceleró. ¡Era Naruto, era Naruto quien lo llamaba!

 

—¡Suéltame, joder!—Como pudo y con la adrenalina corriendo dentro de sí, se puso de pie y comenzó a correr hacia la salida. Sentía desmayarse, su estómago estaba contraído y sus pulmones no le dejaban ingresar aire como era debido—. ¡Naruto! ¡¿Naruto dónde estás?!—Necesitaba llegar a él, tenía que llegar a él cuanto antes.

 

—¡¡Sasuke!! ¡¡Sasuke ayúdame!!—Quería morir, estaba desesperado, por más que corría no lograba salir del pasillo. Escuchaba los gritos de su pareja suplicando su ayuda en lamentos dolorosos y él no podía llegar hasta él. ¡¿Por qué no podía?! ¡¿Por qué?!

 

—¡Ya voy, dobe! ¡Ya voy, aguanta!—Sintió sus mejillas humedecerse. Era un inútil, ¡no servía para nada! Sentía la frustración comerle vivo, lo único que quería era llegar a él, estar con él, callar sus gritos con besos y abrazarlo hasta que el dolor pasara. ¡Era una desgracia!, ¡era un bueno para nada!

 

—¡¡Sasuke!! ¡No, por favor, me duele! ¡¡Sasuke!!—Apretó sus ojos al escucharle. Corrió, corrió como nunca lo había hecho, corrió hasta hacer doler sus piernas como nunca antes. El alivio lo abrazó cuando se vio a unos cuantos pasos de la sala, sonrío aún con las lágrimas saliendo de sus ojos que a esas alturas ya había vuelto a abrir. Estaba cerca, tan cerca… —¡¡¡SASUKE!!!

 

—¡¡¡NO!!!—Se sintió desfallecer al verse arrastrado de nueva cuenta a la habitación. Luchaba en contra de ello pero por más que se resistía, más era alejado de los gritos de su rubio. La luz se fue alejando y en segundos ya se encontraba de regreso en la habitación.

 

La puerta de nueva cuenta se había cerrada.

 

—¡¡Naruto!!—Se levantó de inmediato y corrió hacia la puerta—. ¡Déjame salir!—La golpeó con fuerza sorprendente haciéndolo maldecir al no poder abrirla a pesar del golpe recibido—. ¡Naruto!, ¡Naruto resiste, ya voy!, ¡aguarda dobe!—Con su cuerpo golpeaba la puerta, su brazo recibía todo el impacto y a Sasuke parecía no importarle, él sólo escuchaba los gritos de Naruto provenientes de la sala, no había más en su mente, ni siquiera el dolor—. ¡Con un demonio, ábrete maldita sea!

 

—¡¡Sasuke, ayúdame, ayúdame por favor!!

 

No aguantó y soltó en llanto. No podía hacer nada, por más que trataba de derribar la puerta ésta no se abría. No hallaba qué más hacer y los gritos de Naruto le dolían en el alma.

 

—Resiste dobe, ya voy por ti, sólo resiste—A esas alturas ya sólo lloraba arrodillando en la puerta, con el rostro pegado a ella y con las lágrimas cayendo sin descanso—. No llores cariño, estoy en camino, por favor no grites más, ya no… ya no… por favor—Sollozaba sin control, su garganta no soportaba el nudo que se había instalado en ella. Se sentía tan impotente. Deseaba morir, deseaba ser él el que sufriera en lugar de su pareja, lo deseaba con tantas fuerzas pero de nada le servía.

 

El resto de la noche la pasó acurrucado en la puerta, brindándole palabras de aliento a su rubio, diciéndole que iba en camino, que aguantara un poco más. Su garganta estaba deshecha, sus palabras salían apenas y de manera tan áspera que eran difíciles de entender. Estaba devastado.

 

¿Por qué le había matado?  

 

Con la misma pregunta ingresó en sueños y salió de ellos al par de horas. La claridad de la mañana se había hecho presente en la habitación un poco después de que él despertara. Observaba todo y al mismo tiempo estaba perdido en la nada. El cuarto estaba hecho un desastre, había objetos y muebles tirados por todo el lugar; la luz apenas ingresaba.

 

Recorrió su cuerpo con la vista y pudo presenciar el desgaste de éste. Poseía moretones y magulladuras por todos los brazos, sus puños estaban manchados de su sangre ya seca, sus piernas estaban deshechas por tanto esfuerzo y por último, al bajar la mirada hacia sus tobillos, pudo percatarse de visibles marcas en ellos; dibujadas gracias a la tonalidad morada que había adquirido su piel debido a la fuerza, se distinguían dos manos, mismas que la noche anterior lo habían sujetado y arrastrado.

 

¿Cómo era posible todo aquello?

 

Uchiha Sasuke tenía ideas, muchas ideas para castigos memorables hacia su persona. Su mente siempre fue hasta cierto punto retorcida, usualmente hacía comentarios que dejaban sin aliento a más de uno. Era una característica de él que fue abandonada en el desván a la llegada de su rubia pareja, ésta había conseguido que Sasuke cambiara en muchos aspectos, tal vez no es su totalidad pero había conseguido hacer milagros con él, milagros que con su muerte se habían desvanecido. Cuando la tragedia sucedió, la mente e imaginación de Sasuke se sacudieron el polvo y salieron de aquel desván olvidado, listos para hacer del Uchiha el ser más miserable existente.

 

No pudieron hacer si quiera el intento.

 

Fue su difunta pareja, esa quien hizo de él un hombre mejor y por demás feliz durante largos años el que le estaba aplicando la más tormentosa tortura. Le jodía el día a día, estaba llevando su vida en un espiral de oscuridad y miedo. No había momento que no invadiera sus pensamientos y le hiciera sentir culpa, siempre le tenía preparado algo que le hiciera temblar de pies a cabeza. Esa era su vida desde la muerte de Uzumaki Naruto, y él estaba completamente de acuerdo con ello.

 

Después de todo se lo merecía.

 

Suspiró de manera profunda provocando que sus huesos crujieran y sus músculos doliesen. Se sentía tan cansado, el peso de las noches sin dormir indudablemente le estaba afectado, pero a él parecía no importarle. Nada para él era de importancia. Aún a sus oídos llegaban aquellos gritos estridentes pronunciando su nombre de manera suplicante, aunque estos se habían detenido tiempo atrás.

 

Una vez más no había podido hacer nada.

 

Las lágrimas no caían, se habían agotado por completo. Hizo un esfuerzo y se puso de pie,  no quería permanecer por más tiempo en esa habitación, le dolía, y en ese momento le dolía como nunca antes. Giró la perilla de la puerta y ésta cedió con tanta facilidad que le dieron ganas de reír. Cómo la odiaba. Salió de la habitación hecho una persona completamente diferente, esto porque quien le mirase, por más que tratara no lo reconocería. Su imagen era deplorable.

 

Recorrió el pasillo, ése que horas antes le pareció interminable, en nada de tiempo. Antes de si quiera asimilarlo ya se encontraba a pocos pasos del recibidor. A mano izquierda tenía la entrada de la sala y a mano derecha la de la cocina. Su departamento era tan pequeño. Giró su cabeza y con la mirada perdida volvió a encontrase con aquella mancha café sobre la alfombra, con pasos lentos y pesados ingresó a la sala y se detuvo a poca distancia de la mancha.

 

Ahí había muerto Naruto, ahí había perecido su persona adorada, ahí había terminado su vida entera, porque el rubio eso era para él, su vida, sus pensamientos y su corazón. Aún después de muerto seguía siendo el dueño predilecto, sin embargo, él ya no se encontraba con Uchiha, no como a éste le gustaría. Todo había acabado, así pasaran años y años Sasuke no tendría salida, estaba sumergido en una depresión tal, que era imposible salir de ella. No deseaba ayuda, no la quería puesto que no la necesitaba ni la merecía, lo que él requería era estar a lado de su pareja, esa persona por quien había dado todo, esa persona a quien había amado más que a nadie.

 

Quería estar con él.

 

Deseaba estar a su lado.

 

Ansiaba poder verlo nuevamente.

 

Ya no soportaba más dolor, ya no podía más, no aguantaría más castigos y tortura. No podía soportar más culpa. Quería dar todo su ser para emendar lo que había hecho pero se encontraba al límite.

 

Vida con vida se paga.

 

Con eso en mente y hecho una fiera por la rabia que sentía hacia sí, salió de la sala, atravesó el pasillo y se adentró a la cocina.

 

No lograba dar más, ya estaba agotado y no podía soportar por más tiempo el ambiente del departamento. Estaba enojado, sabía que Naruto estaba enfurecido, lo conocía y lo sentía. No lo culpaba, en lugar de eso lo comprendía y le agradecía por ayudarle a pagar lo que le había hecho, pero ya tenía suficiente, era hora de terminar con todo el dolor, la rabia y la culpa.

 

Un último castigo para sí.

 

Sacó un cuchillo del cajón más cercano a él. No se necesitaba demasiada inteligencia para suponer lo que tenía en mente. No lo pensó mucho. ¿Para qué hacerlo? Él sabía qué tenía que hacer y no sentía el mínimo miedo en efectuarlo. Por fin pagaría, no podía sentir otra cosa más que alivio. Alivio que le fue arrebatado al momento de acercar el objeto filoso a su muñeca, y de la nada, ser arrancado de sus manos al ser lanzado al otro extremo de la pequeña cocina. Se quedó inmóvil observando el cuchillo.

 

—No vas a dejar que salga tan fácil de ésta, ¿cierto, dobe?—Sonrió con amargura y apenas terminó de hablar, todos los cajones fueron abiertos con furia y de ellos salieron sin advertir todo objeto punzante, cada uno lanzando hacia un mismo sitio: lo más lejos del Uchiha—. ¿Por qué, Naruto? ¿Por qué no me dejas? De todas formas es lo que buscamos ambos, que pague—hablaba de manera calma pero su voz salía de manera tan áspera que no parecía la de él. Caminó hacia los cuchillos y se inclinó de nueva cuenta para tomar uno en manos, sin embargo, antes de lograrlo fue arrojado con una fuerza sorprendente hacia la alacena, golpeándose irremediablemente con todos los cajones que yacían abiertos. Alcanzó su límite.

 

—¡Déjame en paz de una puta vez, ¿quieres?!—Gritó importándole poco el dolor de su garganta. Estaba colérico. ¡Se quería matar, quería acabar de una vez con todo!

 

—¡No lo haré!—Su boca se secó y sus ojos se abrieron con sorpresa genuina. Giró su rostro enfocando su vista en la entrada de la cocina, de donde había provenido esa voz tan conocida—. ¡No lo haré hasta que cambies de idea, idiota Uchiha testarudo!

 

—Con una mierda, dobe, ya está decidido, no hay nada de qué hablar.—Entonces sucedió. Logró verse a sí mismo caminando por el pasillo fuera de la cocina.

 

Sus manos temblaron. ¿Qué estaba pasando?

 

—¡Ahí vas de nuevo, decidiendo todo por tu cuenta sin consultarme! ¿Estoy pintando, teme? ¿Soy invisible acaso?—Y seguido de su persona, pudo divisar esa cabellera rubia tan extrañada por él.

 

Ambos, él y Naruto habían entrado a la sala, aun donde se encontraba podía divisarlos.

 

—Lo decido por mi cuenta porque me concierne a mí, no a ti.—Logró escuchar su voz y se sorprendió por la frialdad de sus palabras. ¿Acaso siempre era así?

 

—Oh, bastardo Uchiha, te recuerdo que somos una pareja, ¡por supuesto que me concierne a mí también!—Y al notar que a Naruto no le había afectado en lo más mínimo el comentario de su otro yo, supo que sí, siempre había sido así, y al parecer el Uzumaki estaba muy acostumbrado.

 

—Naruto, te lo digo en serio, esto no está en punto de discusión. —Sasuke escuchaba su propia voz, incluso se veía a sí mismo a unos metros de él. Todavía con la incredulidad encima y haciendo un esfuerzo, se puso de pie y avanzó hasta la entrada de la cocina, manteniéndose ahí y observando todo. Oía claramente la discusión, misma discusión que había tenido con Naruto un par de semanas atrás, la recordaba a la perfección.

 

¿Cómo no hacerlo?... Fue su última pelea.

 

—¿Y qué piensas hacer? ¿Largarte sin más? ¿Y yo qué?—La voz de Naruto se escuchaba quebrada—… ¿Me piensas dejar?—A Sasuke se le oprimió el pecho al escuchar al rubio de tal manera, nunca le había gustado verle triste, mucho menos llorando.

 

—Sabes que no, lo hago por nuestro bien, lo hago por ti.—El Uchiha estuvo consiente al observarse, que al momento de estar frente al Uzumaki no podía mantener la compostura, fue obvio al escuchar cómo a el otro moreno se le ablandaba la voz ante las palabras de su pareja.

 

—¿Por mí?—Naruto rió con amargura—. ¡Si fuese por mí te quedarías a mi lado!

 

—¡Es por ti que me voy!—Sasuke había perdido la paciencia—. ¿Te gusta estar en este lugar? ¡¿Crees que es vida alojarnos es este intento de departamento?!

 

—¡Para mí lo es, idiota!—Naruto, al igual que el contrario, se encontraba realmente enojado—. ¡Me gusta estar aquí!

 

—Por favor—Sasuke rió irónico—. Sabes que aquí no se puede vivir en paz, no puedes salir después de las nueve porque es seguro que serás asaltado. ¿Te gusta eso? ¿Qué mierda tienes en la cabeza?

 

—Eso no me importa, bastardo. Si por mí fuera me quedaba por siempre encerrado en este lugar…todo con tal de que no te fueras. —Naruto bajó considerablemente su tono de voz al expresar sus últimas palabras, en realidad se encontraba dolido. Sasuke lo miró seriamente.

 

—Volveré, en cuanto tenga el dinero suficiente regresaré y comenzaremos de nuevo.—Trató de alentarlo, en verdad quería que Naruto confiara en él, necesitaba de sus ánimos, de sus fuerzas para poder irse sin pendiente y tener una buena motivación, pero Naruto al parecer se rehusaba a dejarlo ir.

 

—No quiero, teme… en verdad no quiero.—Naruto estaba decaído, triste, como pocas veces le había visto. No podía seguir observándole en tal estado así que optó por desviar la mirada y salir de la sala.

 

Lo dejaría pensar, le daría privacidad, esperaba que cuando regresara Naruto hubiera cambiado de opinión y le apoyase. Si dependiera de Sasuke, éste se lo llevaría consigo, pero estaba consiente que su pareja no podría dejar a sus amigos e irse sin importar nada, lo conocía, sabía muy bien que los lazos que mantenía con la gente los procuraba y los apreciaba. En esa ocasión le tocaba a él sacrificarse por los dos.

 

— “Lo hago por ti, dobe”.—El moreno que se encontraba observando la escena desde el marco de la puerta de la cocina, pronunció las mismas palabras a la par de su otro yo antes que el contrario saliera del departamento. Recordaba cada gesto, cada sentir, cada pensamiento, siempre estaban presentes en él; aunque quisiera (y no es que fuese así), no podía olvidarlos, de esta manera logró sentir todo lo que aquella noche había experimentado.

 

Sasuke apartó la vista de la puerta de entrada al escuchar sollozos provenir de la sala. Sus puños se cerraron y su corazón se comprimió al ver a Naruto arrodillado y llorando sin reparo, realmente dolido y triste. Se odió por haber sido él, el que había provocado esas lágrimas. Hizo ademán de avanzar hasta su rubio para poder consolarlo, sin embargo, al dar el primer paso, Naruto desapareció.

 

Agachó su cabeza y mordió sus labios mientras reprimía sus devastadoras ganas de llorar.

 

Por unos minutos… por unos minutos había olvidado que su dobe ya no se encontraba con él.

 

—¿Por qué?—Sollozó sin poder evitarlo—. ¿Por qué me muestras esto?—preguntó con un hilo de voz.

 

Un estruendo detrás de él lo sobresaltó haciendo que girara de inmediato y enfocara su mirar en la ventana de la cocina, abrió sus ojos con miedo al percatarse de lo que sucedía. Conocía al hombre que entraba a su departamento sin su consentimiento, era el mismo que lo había visto salir aquella noche después de haber discutido con Naruto. Sabía lo que pasaba, lo sabía y por lo mismo estaba aterrado.

 

—¿Teme?—Acompañada de aquella voz adormilada, la luz del pasillo se hizo presente. El rostro del sujeto mostró sorpresa y segundos después su ceño ya se hallaba fruncido. Sasuke se alarmó al verlo caminar hacia los cajones, y al igual que él anteriormente, tomar un cuchillo del interior.

 

—¡¡No!!—Enfurecido se abalanzó contra el sujeto con toda intención de desarmarlo y quitarle la vida con sus propias manos, no obstante, sus deseos poco eran tomados en cuenta ya que, apenas su puño había rozado la mejilla del intruso, cayó de bruces atravesándolo sin causarle el más mínimo daño.

 

La adrenalina le permitió recuperarse enseguida apoyando sus brazos en el suelo y girándose de inmediato.

 

—¡¡SASUKE!!—Naruto quiso huir, quiso salir del departamento y correr hasta él. Le había llamado, quería su auxilio, necesitaba su ayuda… y él no había estado ahí.

 

Quiso gritar, lo intentó con todas sus fuerzas pero su voz no salió, las únicas que fluyeron de él sin descanso fueron sus lágrimas que inmediatamente caían al suelo por lo abundantes que eran.

 

El cuchillo yacía clavado en el estómago de su pareja.

 

Le vio luchar, le vio golpear al sujeto,  le vio tratando de sacar el cuchillo de sus entrañas, le escuchó gritar, le escuchó pedir su ayuda, le escuchó llamarlo con desespero, pudo ver su cara de terror, sus facciones deformadas en una mueca de miedo.

 

—No, por favor… no—Sasuke lloraba cual niño pequeño, arrodillado en el suelo y con sus manos hechas puños con tal fuerza que ya se encontraban sangrando—. ¡¡NO, NO, NO, NO!!—Golpeó el suelo sin contenerse, gritaba con dolor puro, gritaba de impotencia—. No quiero ver esto, por favor Naruto, esto… esto no—Se encogió en sus sitio, llevó las manos a su cabeza y estrujó sus cabellos mientras cerraba sus ojos con fuerza, ocasionando que más lagrimas cayeran—, te…te lo suplico…no quiero ver, no… no quiero escuchar… por favor—Temblaba sin parar, lloraba con tanta intensidad que se quedaba sin aire, su cabeza dolía y sus oídos zumbaban—…Ya no más.    

 

Y con sus últimas palabras todo grito desesperado desapareció.

 

Sasuke tenía miedo, miedo como nunca antes, no quería levantar su rostro y observar algo que ropería lo último de su ser, que destrozara lo que sobraba de su alma en pena, pero lo hizo, dejó que su mirada saliera de su escondite detrás de su cabello y se enfocara en la otra habitación.

 

Mordió sus labios mientras que nuevas lágrimas caían de sus ojos hinchados.

 

El cuerpo de Naruto se encontraba rodeado de un charco de sangre a metros de él.

 

—No, dobe, no…—Su voz salía ahogada, sufrida, dolorosa.

 

Se levantó de su sitio y comenzó a caminar, parecía que sus piernas se movían por voluntad propia ya que él no daba la orden a su cerebro para avanzar, lo que menos quería era llegar hasta el cuerpo del rubio y verlo ahí…sin vida. No quería, realmente no quería, y sin embargo ya se encontraba ahí, a pasos de Naruto, a pasos de la persona que más amaba, fallecida. Se dejó caer de rodillas y devastado a un lado de él, no hallaba qué hacer, lo único que hacía era llorar y tratar de controlar el temblor de sus manos.

 

—Naruto…—habló provocando que sus dientes dejaran de morder su labio inferior y le ocasionase un terrible ardor, mismo que no prestó la mínima atención—. Dobe… por favor, no me dejes—Alargó su brazo y estiró sus dedos manchados de su propia sangre, rogando, suplicando en su mente poder sentir aquella piel que tanto extrañaba; rozó su mejilla, esa que recordaba tan cálida y que en esos momentos se encontraba irremediablemente fría. Sollozó dejando escapar sus últimas lagrimas, mismas que al caer y llegar al rostro del rubio, hicieron desaparecer su cuerpo; la mano de Sasuke quedó suspendida en los aires.   

 

Su cuerpo colapsó, simplemente no pudo más, tantas emociones, su alto desgaste físico y emocional lo había llevado al límite. Cayó al suelo, encima de aquella mancha provocada por la sangre seca de Naruto. Ya no podía con más dolor, con más sufrimiento. Cerró sus ojos y trató de poner su mente en blanco. ¿Moriría? Supo que no cuando, de nueva cuenta, sus ojos se abrieron. Su mirada estaba dirigida a la entrada de la sala, la misma que daba al pasillo pero que era obstruida por un par de pies descalzos.

 

—¿Por qué me hacer ver esto?

 

—Estoy enfurecido.

 

—Lo sé—Sasuke sonrió a penas—. Lo siento, no estuve para ayudarte…

 

—No estoy molesto por eso—Lo interrumpió mientras avanzaba. Sasuke sólo podía divisar sus pies y parte de su pijama naranja, la misma que usaba al momento de morir—, estoy enojado por lo que estás haciendo—Se detuvo a unos pasos de él—. ¿Por qué te haces daño? ¿Por qué te encierras en este lugar?

 

—Yo fui el culpable de tu muerte—El Uchiha cerró sus ojos tratando de evitar las lágrimas.

 

—Ahí está tu respuesta, Sasuke. Por eso te mostré todo, para que observaras por ti mismo quién me mató—Hizo una pausa y bufó, molesto—. Siempre has presumido de tu inteligencia, espero hayas entendido al ver mi muerte con tus propios ojos, que tú no fuiste el culpable de ella.

 

—Si hubiera estado…

 

—Si hubieras estado—Una vez más lo interrumpió—, si hubieras estado seguramente tú serías ahora el tétrico fantasma—Sasuke escuchó aquella risa que le llenaba de alegría cada vez que la escuchaba; en esa ocasión sintió una confortable calidez en su pecho y una nostalgia inmensa—…Me alegro de que no estuvieras, teme—Fue entonces que se atrevió a abrir sus ojos nuevamente, encontrándose con ese azul brillante que tanto amaba en los ojos de Naruto, de su Naruto; éste se encontraba acostado a un lado de él, viéndole de frente. Fue ahí cuando no pudo controlarlas más, de nuevo sus lágrimas se había adueñado de sus ojos.

 

—Pensé que también me culpabas—Logró decir a duras penas.

 

—Nunca podría—Naruto posó su mano en la mejilla de Sasuke y la acarició con una dedicación que encogió el corazón del moreno—. No me vuelvas a hacer enojar o te haré cosas peores, Uchiha—Sonrió.

 

—No veo qué más podrías hacerme que no hayas hecho ya.—La voz de Sasuke salía en un suspiro, él simplemente se dedicaba a disfrutar de las caricias añoradas.

 

Se quedaron así por largos minutos, disfrutando de la presencia del otro, de su aroma, del contacto que jamás podrían volver a tener.

 

—Dobe, quiero ir contigo.—Suplicó con la voz y la mirada.

 

—No es tu hora, teme. —Naruto había llevado su mano hasta los cabellos del contrario y los acariciaba lentamente.

 

—No podré vivir sin ti.

 

—Tendrás que hacerlo.

 

—Pero no quiero—El Uzumaki sonrió con ternura al escucharlo.

 

—No querrás que me vuelva a enojar—Trató de bromear pero la mirada de Sasuke, tan necesitada, tan suplicante, le hizo callar.

 

—Naruto…

 

—Te amo, teme, pero tendremos que esperar para volver a estar juntos, no te permitiré llegar a mí antes de que debas—Sasuke conocía ese tono, lo conocía a la perfección y por ello sabía que no podía replicar a las palabras de su pareja.

 

—Te extrañaré tanto, usuratonkashi.—Y a decir verdad, extrañar no se asemejaba si quiera a lo que Sasuke sabía que sentiría en el transcurso de los años. Amaba a Naruto, lo amaba como nadie podría imaginar jamás, una vida sin él sería tan solitaria, sin color, sin felicidad.

 

—Siempre estaré contigo, Sasuke—Se acercó a él e hizo lo que tanto deseaban ambos, juntó sus labios en un beso que expresaba todo el amor que alguna vez se tuvieron y que seguían manteniendo intacto, seguramente el mismo amor que incrementaría día a día, junto con la añoranza.

 

Sasuke cerró sus ojos lentamente, disfrutando del cálido contacto en sus labios, perdiéndose en ese azul que sólo su pareja poseía; de esa forma fue como cayó en una profunda y solitaria oscuridad, misma que después de horas, tal vez días, fue interrumpida por una brillante y cegadora luz. Se enderezó sintiendo su cuerpo doler, trató de acostumbrar su vista y cuando lo pudo lograr, lo primero que vio fueron sus brazos envueltos en vendas y abrazados por una claridad que le fastidiaba los ojos.

 

—¿Qué hago aquí?—Al momento de hablar pudo notar que su voz había recuperado ese tono autoritario y frío de antes.

 

—¿Acaso pensabas quedarte encerrado por más tiempo en ese lugar?—Ladeó ligeramente su cabeza y pudo ver a su hermano mayor a un costado de la camilla mirándolo seriamente.  

 

Lo sabía, podía notar cuán preocupado se encontraba Itachi por él, aunque su hermano no lo expresara en palabras, lo sabía. Un sinfín de veces había ido a su departamento a buscarlo y él nunca había respondido al llamado de la puerta, fingía no estar, hacía creer que su departamento estaba deshabitado.

 

No obstante, su hermano no era imbécil.

 

Sasuke dedujo que Itachi se había cansado de llamar a la puerta, le había colmado la paciencia el que él no saliera a dar la cara al mundo.  Seguramente se había hartado de todo y había entrado al departamento usando la fuerza. Se sintió mal por Itachi, seguramente le causó el susto de su vida al encontrarlo tirado en la sala en aquél estado.

 

Sasuke apartó la vista de su hermano y la llevó hasta la ventana de su habitación, apreciando por primera vez en largas semanas el exterior tan iluminado y lleno de vida. Sonrió ligeramente ante la idea de tratar de ingresar a su departamento nuevamente y ser sacado a patadas por un ser obstinado y enérgico. Sintió la fresca brisa que mecía las cortinas a su ritmo, golpear su rostro como una suave caricia y suspiró experimentando la paz que le haría poder sobrellevar el día a día a partir de ese momento. Ya llegaría su hora, mientras tanto aguardaría paciente por volver a observar esos iris azules que siempre le habían hipnotizado, por aquella sonrisa radiante que lograba calmar cualquier enojo, por aquellos besos y abrazos que le envolvían en un inmenso amor; esperaría, y lo haría gustoso al saber que en algún momento podría compartir la eternidad con aquel rubio estúpido que tanto amaba.    

 

—No te preocupes—Cerró sus ojos para seguir disfrutando con más dedicación las caricias que el viento le ofrecía al mismo tiempo que su sonrisa se hacía tenuemente más notoria—, no pienso volver. 

 

 

Notas finales:

¿Y bien? ¿Ha sido de tu agrado? Si te gustó y quieres dar una crítica constructiva o destructiva –como bien prefieras- deja tu comentario, me motivarías para volver a publicar el resto de mis escritos. (: <3

Asdfghjk

Juliet Cassis


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