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Lluvia por karin_san

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Notas del fanfic:

Estrujé las néuronas para meterlo en la línea temporal. Me gustan mucho ellos dos.

Notas del capitulo:

Me encanta escribir de ellos dos, me gustaria tener más tiempo pero cada tanto algo sale.


Lluvia


No había dejado de llover, en días. El cielo gris y encapotado parecía augurar aún más tristezas al sagrado recinto. Frotó sus manos entre sí y tras echar una última mirada al silencioso paisaje que solía custodiar se internó en la húmeda profundidad de su templo. Destinó un tiempo considerable a pasar un paño por las botas doradas de su armadura. Durante el entierro de sus camaradas se habían enlodado en los charcos que conducían al cementerio. Las limpió con ahínco, con metódica lentitud, distrayendo a los fantasmas en el concentrado gesto. Por un breve momento, las voces de Death Mask, Shura, Camus y Afrodita callaron, por un breve lapso de tiempo dejó de tropezar con la mirada tibia de Saga antes del adiós. 

“A veces, lo inevitable también es necesario” recordó las palabras de Dhoko la última vez que se encontraron en los cinco picos. Sus órdenes precisas. Confiar en los santos de Atena, saber esperar, ser fuerte como una roca… “cuando llueva, conviértete en una piedra sobre la cual las gotas se estrellan” pero la lluvia estaba erosionando la piedra. Había demasiada sangre y demasiada ausencia devorando al santuario y el corazón de los sobrevivientes. Demasiada sangre insistió su mente mientras comenzaba a desnudar su brazo de la venda y se encaminaba a su taller.

Géminis lo aguardaba allí. Opaca y altiva. Luz y sombra. Siempre incierta, el puro contraste. Con recelo recorrió la herida del báculo de Atena en el peto. Dolía, quemaba, dolía. Era una herida demasiado profunda, la herida del arma de un dios ¿cómo su sangre tendría la fuerza para traer a la vida su gloria pasada? Sujetó el casco, lo giró entre sus dedos. Luz y sombra. Saga y Kanon. Un tronar sorpresivo se la arrebato de los dedos. Los dioses estaban molestos con los hombres, pensó, mientras la veía rodar por el suelo hasta que un pie la aplastó. No supo quién era hasta que abandonó las sombras de Aries y se acercó hacia donde él estaba de rodillas ante la moribunda armadura. Un fantasma, Saga. No.

Kanon. 

En un golpe de nostalgia se le apilaron todos los recuerdos. El miedo a los fantasmas, la historia del fantasma que recorría el santuario, los cuerpos de desertores que aparecían en las fronteras del recinto. Quizás solo rumores como decía su maestro, pero eran rumores demasiado vivos y espeluznantes que no lo dejaban dormir. Por eso, una noche, descalzo y con la espada que había traído de Jamir se decidió a enfrentar al fantasma, se obligó a ser fuerte y valiente como Saga siempre decía eran los santos dorados. Persiguió al fantasma hasta lo más oscuro de un bosque encantado, según muchos de los niños que llegaban a entrenarse para ser caballeros.

—Ten cuidado, te puedes lastimar con eso— dijo el fantasma arrebatándole su espada— vaya, está buena ¿es uno de los trastes del viejo?

—Es una espada sagrada. Devuélvemela.

Lo enfrentó molesto. Sus dos puntos se volvían uno en el centro de su frente. Pero, el fantasma no se inmutó antes sus palabras y fue el quién retrocedió cuando la punta del arma punzó sobre su pecho hasta arrinconarlo contra uno de los árboles. El claro de luna dibujó el perfil del fantasma. Su cabello largo y desordenado. Su rostro anguloso. Su gesto decidido.

—Saga…— murmuró reconociendo las facciones.

—Cerca— le respondió el muchacho echándose a reír como si se tratara de un chiste que solo el pudiera entender, sin embargo, era cierto. Ese joven no era Saga, las miradas eran completamente distintas.

—¿Quién eres?

—Sí quieres saberlo, tendrás que guardar el secreto— le advirtió apretándole sus labios con su índice y guiñándole un ojo.

El primero de un sinfín de secretos, recordó, alzando la vista hacia él. Estaba empapado y al mismo tiempo indiferente a ello, llevaba una sonrisa que le ponía la piel de gallina sobre los labios. Mezcla de nostalgia y resentimiento. De ternura por el reencuentro y recelo. Siempre incierto, el puro contraste. Géminis. Se colocó el casco sobre el cabello desordenado y mojado, cerró los ojos, se lo quitó y extendió. “Huele a él” comentó y tenía razón, solo pudo asentir. Colocó de nuevo la pieza en su lugar y esperó en silencio las palabras de su acompañante. Pese a que en la soledad de Jamir abrió los ojos y entendió la razón de las visitas del fantasma, no podía solo odiarlo, no podía solo fijar su corazón en el rencor. 

—No maté a tu maestro.

Era cierto, no lo hizo. Pero lo pretendió, ese era el objeto de sus interrogatorios no la compañía de un niño que se sentía feliz de que alguien tan fuerte como Kanon oyera sus historias, lo dejará tomar su mano. Conocer los movimientos, las técnicas, la rutina del patriarca siempre había sido más importante que su anhelo de estar a su lado. 

—Lo sé. Pero lo habrías hecho de haber podido.— Respondió mientras extendía sus brazos sobre la armadura dispuesto a regarla con su sangre ¿pero bastaría para sanar la herida de un dios?

Se conocían bien. El griego sonrió mientras se adelantaba y entrelazaba las manos del santo de Aries. Heló su sangre acariciando su cuello con su barbilla, respirando sobre su piel, empañándolo con su brisa de mar. “Déjame hacerlo” masculló abriendo sus venas en un sutil movimiento. Saga arruinó sus planes y lo arrojó a la muerte, sin embargo, allí estaba. Velando sus restos. Ofrendando vida a su recuerdo.

—Los dioses están molestos. Poseidón despertó y solo yo puedo controlarlo. Ven conmigo, Mu.

Su confesión no lo sorprendió, su ofrecimiento sí. Kanon era un especialista en mover los hilos de la historia. En manipular y doblegar bajo su pérfida voluntad. No así en salvar algo. Quizás y no todo estuviera podrido en él. 

—Sabes que no lo haría ¿o has venido a qué te detenga, Kanon? sería muy sencillo ahora…

Lo increpó abrazando su cintura, era demasiada sangre. Kanon trastabilló y él lo recostó contra un pilar. Con sus labios cerró las heridas abiertas. Con sus labios acarició los párpados entre dormidos. Qué buscaba de verdad, eso siempre era un misterio cuándo se trataba de él meditó mientras se acercaba a la armadura de Géminis y esparcía polvo de estrella sobre ella. Dio el golpe de la resurrección. Sobre el peto dorado ahora solo quedaba una cicatriz invisible. Cerró los ojos y la escuchó.

—Ella espera que cuando deje de llover: regreses. Dice que eres uno de nosotros.

Pero, cuando ladeó el rostro y sonrió, el fantasma ya había desaparecido. Miró sus brazos desnudos y secos, la armadura resplandeciente. No había sido un sueño. Persiguió sus huellas hasta las afueras de Aries. Seguía lloviendo. Quizás, no dejaría de llover nunca para ellos dos. 

~FIN~
Notas finales:

Ojalas les guste. Saludos!!!!!!!!!!!


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