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Mirando al cielo por Yais

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Notas del fanfic:

Amo este Gaara/Lee, es uno de mis favoritos. Espero que a ustedes también les guste.

  Aquellos que hayan leído My Dearest King no lean este fiction (Aunque si desean hacerlo son libres =]). 

 

 

Notas del capitulo:

Capítulo (1/2)

 Capítulo 1

 

El sol, situado en lo más alto del cielo, saludaba vivaz a los habitantes del país del viento y nuestro protagonista, un pelinegro de sonrisa brillante, le devolvía el gesto con ánimo inmejorable mientras inhalaba hondo y, sin exhalar, caminaba con paso firme hasta la mesita ubicada en una de las puertas traseras del gran castillo de dicho país.

– ¡Mi nombre es Rock Lee! – Exclamó alegre rompiendo con la tranquilidad del día y el par de hombres encargados de la mesa, le dedicaron una mirada apática – ¡He cumplido los 14 años! – Prosiguió y alzó una mano para, después, dejarla caer sobre el tablón de madera que tenía frente a sí, logrando que éste se tambaleara debido al golpe  – y ya me puedo enlistar –  Lee sonrió feliz y, como si el clima decidiese acompañar su pose victoriosa, el viento corrió sacudiendo sus cortos cabellos.

El recién llegado no se dio por aludido cuando las miradas recelosas de los hombres se posaron sobré él y fue a causa de esa indiferencia que uno de ellos lanzó un gruñido inconforme al tiempo que su rostro, endurecido y embarrado de enfadado, dibujaba una mueca incrédula.

– Gaki – gruñó con voz áspera el adulto – ¿Acaso estás perdido?, en esta mesa aceptamos las peticiones para unirse al ejercito – al hablar dejó entrever la duda de tener, justamente, a un niño intentando entrar a las tropas.

El chico asintió bastante seguro de sí mismo al tiempo que estiraba la mano para tomar la pluma con la que anotaría su nombre en la lista de reclutas – Es justo lo que quiero, enlistarme –

– Espera, de verdad ¿Estás seguro? – el otro guardia interrogó al joven, interponiendo la mano entre la hoja de alistamiento y los ansiosos dedos del menor.

– ¡Claro que sí! – obstinado Lee intentó tomar la hoja – Es mi mayor deseo, yo nací para esto –

Su sonrisa pasmó a los guardias y sin poder objetar, pues 14 años era la edad mínima requerida para ingresar al ejército, lo dejaron escribir su nombre en la lista.

 

 

En todas las regiones del País del Viento, Rock Lee era un nombre poco común y de igual manera el pelinegro portador de aquel era inusual. Para definirlo en pocas palabras, tarea complicada, se podría decir que Lee era un chico de rasgos peculiares, estatura promedio y actitud bastante positiva para ser un huérfano.

Por la calle y cuando se paseaba entre los puestos del mercado, ya fuera para saludarlo efusivo o lanzarle una mirada de desprecio, no había persona capaz de desconocerlo. Su formalidad, inocencia y hasta su torpeza eran ampliamente reconocidas entre los lugareños.

Lee era huérfano y Joong era el nombre del orfanato donde había sido acogido, una enorme casa que subsistía gracias a una amable pareja que adoraba a los niños. En aquel lugar habría por lo menos 30 menores y Lee vivía ahí desde hacía 3 años, desde que Kurenai, la dueña del lugar, lo encontró inconsciente en un páramo, con un golpe en la cabeza y una cantidad considerable de raspones y hematomas.

Para llegar a Joong había que hacer una larga caminata pues el lugar no estaba dentro de la ciudad sino, a mitad de un capo de trigo, en las afueras. Un alto sembradío rodeaba el orfanato, sin embargo si los habitantes se paraban en la entrada principal podía ver perfectamente a aquellos que se acercaban. Era por eso último que el pórtico era el lugar preferido de Tenten para leer, ella juraba que el ángulo de luz en ese lugar favorecía su lectura, sin embargo, todos sabían que le gustaba pasar las horas ahí sólo porque así era la primera en saber que recibirían visitas.

Cuando Tenten alzó la mirada de su libro para husmear al horizonte, vio como Lee se acercaba con el encargo de enseres para el hogar que sólo podían conseguir en la ciudad – ¡Lee chan! – Los chongos que apresaban los cabellos marrones de la chica se balancearon ligeramente cuando dejó su lectura de lado para, de un salto, ir a recibir al mencionado cuando estuvo a un par de metros de la casa – ¿Por qué tardaste tanto? – le recriminó con tono maternal. Ella era tan sólo 2 años más grande que el amonestado sin embargo, de vez en vez,  se tomaba su papel de hermana mayor muy enserio. 

El mencionado acababa de entrar al jardincito del orfanato, la sonrisa brillante que siempre adornaba su rostro fue sustituida por una mueca de inconformidad y sus enormes ojos, enmarcados por sus largas pestañas, se entrecerraron – Lee kun – corrigió con voz cansada.

Tenten apretó los labios – ¿Por qué tardaste tanto? – volvió a preguntar, ignorándolo y arrugando el entrecejo.

– Yo… – Lee sintió un escalofrió y se sobó el cuello visiblemente nervioso – … ¿Tardé mucho? – …l no era bueno para mentir y aunque no tenía caso inventar una excusa cuando estaba por informarles a todos que, a pesar de lo mucho que le aconsejaron no hiciera, se había enlistado en el ejército; pensaba que debía hablar con sus tutores antes que con alguien más.

El silencio se hizo entre él y la chica mientras que los huérfanos menores que rondaban el pórtico iban a jugar a otro lado. Era bien sabido que Tenten era un verdadero terror cuando se lo proponía y, en ese momento, todos notaron que la joven dejó la expresión amable para componer un gesto mortificado – ¿Lo hiciste?, ¿No es así? – Usualmente la chica habría lanzado un grito y golpeado a su hermano, pero en ese momento se sentía derrotada – te enlistaste al ejercito –

Lee cerró los ojos un momento y al abrirlos sonrió levemente, recordando la felicidad que le embargó cuando firmó aquella hoja – Sí –

– Ya… – la femenina voz salió en un murmullo, sin embargo, su dueña se recuperó pronto – ¿Ya se lo dijiste a Kurenai sama y Asuma sama?–

Lee negó lentamente – Se los mencioné a inicios de semana e intentaron persuadirme pero al  final dijeron que lo dejaban a mi criterio, que si era lo que realmente quería hacer no me iban a detener… –

– Entonces ya lo decidiste – interrumpió la chica – es tu destino, ser guardia real – lo imitó con voz monótona – siempre repetías eso pero jamás pensé que llegaría el día en que te irías, mucho menos me imaginé que lo hicieras ahora. Sé que tienes la edad mínima pero la mayoría se enlista hasta los 16 o 17, ¿Estas seguro? –

Lee se miró los pies bastante interesado, sus zapatos estaban desgastados y su pantalón raído – Papá y mamá saben que estoy agradecido por todo lo que han hecho estos años, pero es momento de que comience a cuidar de mí, para que alguien más pueda ocupar mi lugar, alguien que lo necesite –

Tenten volvió a apretar los labios y mirando fijamente a su hermano caminó hacia él para darle un abrazo – Lee chan – llamó a la altura de su oreja – aún recuerdo cuando Kurenai sama te trajo, te veías tan débil que por un momento creí que morirías, pero sobreviviste e incluso has crecido bastante… a pesar de que aún eres delgado como una niña –

El pelinegro hizo una mueca, no sabiendo si sentirse ofendido o dejarlo pasar. Aunque al final optó por devolverle el abrazo con fuerza – Lee kun – volvió a corregir –… te quiero Tenten –

– Lo sé Lee, yo también te quiero – se separó de él y pasó una mano por su frente, acariciando en el proceso la pequeña cicatriz que la adornaba  – Vendrás a vernos pronto – le ordenó.

El chico sonrió – ¡Claro!, tendré los fines de mes libres – elevó un pulgar – y vendré a enseñarles lo bien que me va –

 

 

Lee era un chico determinado, decidido a cumplir su sueño, lo que él llamaba su destino y a pesar de que se daba cuenta de que, generalmente, todo aquello que quería le costaba el doble de esfuerzo que a los demás, siempre que caía se levantaba sin dudarlo.

Era por ello que no le molestó saberse el novato más joven, aquel al que los reclutadores miraron con gesto despectivo y por el que todos sus compañeros apostaron terminaría muerto al final de la semana. Ser pequeño le daba la desventaja al momento de tomar las pesadas armas, pero le proporcionaba hegemonía en el combate cuerpo a cuerpo. Aún era de estructura menuda pero no le preocupaba pues sabía que poco a poco comenzaría a desarrollar sus músculos.

Tampoco le molestaban las noches, a pesar de que pasaba mucho frio y amanecía adolorido. Sus compañeros decían que era un desperdicio de espacio en la milicia, por lo que no lo dejaban ocupar una de las literas en la habitación de los soldados. Su cama era una esquina, una poco menos fría e incómoda que las otras, y una manta para enrollarse con ella.

En los entrenamientos solían ensañarse con él – “Los niños no tienen nada que hacer aquí” – repetían, pero el sólo se sonreía a sí mismo y los ignoraba, pues estaba seguro que les demostraría que estaban en un error.

– Lee – El capitán Shino lo llamó con voz tranquila en cuanto el pelinegro cayó al suelo de manera penosa y le dedicó un gesto serio en cuanto llegó a su lado – limpiarás el campo de entrenamiento y todas las armas – ordenó como casi todos los días antes de darse la vuelta y anunciar al resto que el entrenamiento terminaba. Rock cerró los ojos e intentó ignorar como sus compañeros murmuraba, burlándose de él.

Aburame Shino era el nombre del capitán encargado de su entrenamiento, un hombre extraño y de actitud verdaderamente perturbadora. Era serio, disciplinado y aunque no miraba a Lee con el desprecio o burla con la que lo hacían sus compañeros, cada vez que se dirigía a él le producía escalofríos, nacidos del miedo y admiración que le tenía.

Lee se levantó como pudo, haciendo una mueca de dolor pero sin dejar escapar un solo quejido. Todos comenzaron a retirarse y el capitán se volvió hacia él como si acabase de recordar que debía decirle algo – Debes esforzarte más – su voz profunda y seria lo tomó por sorpresa – tienes mucho potencial pero lo desperdicias soñando despierto – entre animó y regañó.

El joven no supo qué decir, aquello se sintió como una burbuja de felicidad después de un mes de castigos y miradas por encima del hombro por ser el peor – Sí capitán – le hizo una reverencia.

Cuando Shino abandonó el campo Lee comenzó a levantar las armas como se le había ordenado. Limpió las pesadas espadas y no se dio cuenta que comenzaba a anochecer hasta que guardó el último de los escudos.

El cielo en Suna era precioso pues mostraba un azul, despejado y brillante; pero el crepúsculo también era hermoso, ver como la noche se comía al día desde el castillo era muchísimo mejor que verlo desde el orfanato. Admiró la enorme estructura que lo hacía verse tan diminuto y vago la mirada por las torres hasta parar en los amplios ventanales – La vista debe ser impresionante desde aquella altura – se susurró ilusionado, de nueva cuenta, al imaginarse vigilando los terrenos y haciendo rondas dentro del castillo.

Lee no tenía amigos entre el resto de sus compañeros de entrenamiento, y aunque eso le perturbaba, se animaba diciendo que las compañías innecesarias le harían perder el tiempo. Sin embargo, esa noche se preguntó si las cosas alguna vez llegarían a ser diferentes.

 

 

Faltaban un par de día para su fin de semana libre e inconscientemente Rock suspiró el nombre de su hermana – Tenten – añoraba las caricias, abrazos y la comida que le preparaba.

– ¿Acaso ese es el nombre de tu novia? – Al escuchar la pregunta Lee saltó e instintivamente se paró de la piedra donde soñaba despierto, poniéndose a la defensiva pues había un grupo de soldados, apenas mayores que él por un par de años, que solían molestarlo incluso en los tiempos libres.

Sin embargo se sorprendió cuando en vez de ver a una persona, se encontró con un grande y peludo perro blanco – Tú… ¿Tú hablaste? – Lee bajó los brazos y dio un par de pasos hacia el animal.

Como respuesta el canino agitó la cola, su pelaje se meció y brilló casi místico gracias a la Luna, al tiempo que agachaba y subía la cabeza.

Lee detuvo sus pasos e hizo un gesto de sorpresa y miedo – ¿Inu Kami sama? –

– Ya veo porque todos se burlan de ti – Lee volvió a escuchar aquella voz pero se dio cuenta que no provenía del perro sino de un chico de cabello marrón que, a un par de metros a la derecha del canino, se tomaba el estómago aguantando una risa silenciosa.

Rock miró confundido al chico, después al animal y repitió la acción cuatro veces más. El recién llegado no lo pudo soportar y estalló a carcajadas, alto y claro.

– Entonces – Lee se rascó la cabeza confundido – ¿el perro no habla? –

Se escucharon más risas – Niño me matas – su interlocutor se secó las lágrimas – claro que no, Akamaru no es ningún dios perro –

Lee hizo un gesto avergonzado y se deprimió un poco, la verdad era que a pesar de estar ligeramente asustado también se había emocionado – ¡oh!... vaya –

El castaño se obligó a enseriarse justo cuando vio a su interlocutor agachar la cabeza – Mi nombre es Inuzuka Kiba – Se pasó una mano por su cabello para desordenarlo – y ese es mi mejor amigo Akamaru –

– Yo soy Rock Lee – el chico hizo una ligera reverencia y se volteó para darle una palmadita en la cabeza a Akamaru, quien había comenzado a olisquearlo.

– Eres uno de los soldados novatos ¿No es así? – A pesar de que Kiba parecía querer seguir manteniendo la conversación con él, ya no lo miraba pues sus ojos estaban ocupados inspeccionando el pasto alrededor, al igual que Akamaru.

– Sí – Lee curioseó el pasto pero no notó algo anormal – ¿Qué haces? –

Kiba no contestó, en cambio hizo un gesto de mano y le señaló a Akamaru un punto entre la hierba más alta. En menos de un parpadear el perro tenía atrapada a una víbora entre sus dientes. – Cazamos – Akamaru soltó la víbora a una distancia prudente de Kiba y éste, sacando su espada, le cortó la cabeza al animal con un movimiento rápido de espada.

Lee abrió los ojos impresionado.

– Es peligroso que estés fuera de los dormitorios tan tarde y sobre todo solo. Por la noche los terrenos están llenos de estos animales, si uno de ellos te muerden no vivirás más de 1 hora – Kiba acarició la cabeza de Akamaru inflado de orgullo.

El joven asintió comprendiendo – ¿Y tú? –

– Yo – Kiba sonrió arrogante y levantando el cuerpo decapitado lo guardó en un morral que, por lo que Lee veía, parecía estar lleno con los cadáveres de otros animales – Me dedico a esto, entreno y cuido a los perros de caza del castillo –

– ¿Perros de caza?... creía que la cacería estaba prohibida en Suna –

– Lo está – Kiba se encogió de hombros – pero el Rey quiere mucho a sus perros, mantienen el castillo libre de animales peligrosos y protegen los terrenos –

– ¿Entonces, eres como un guardia real? – A Lee le brillaron los ojos emocionado.

– Amm – Kiba hizo un gesto pensativo – Algo así, pero lo es Akamaru –el perro, al escuchar su nombre, ladró y movió la cola como si estuviese orgulloso de sí mismo.

– Pues – Lee alzó un pulgar como si aprobara aquello y se encuclilló para hablar directo al rostro del perro – seremos camaradas porque yo seré guardia real, protegeré al castillo y al Rey –

Kiba soltó otra risa leve – No sé si quiero llegar a ver a un niño que cree que los perros hablan cuidando del… Rey Kankuro sama – extraña y repentinamente se puso serio.

Lee hizo un mohín de disgusto e iba a protestar cuando una de las torres del castillo resonó, anunciándoles que ya había caído la media noche.

– Mejor regresa a los dormitorios – ordenó el castaño acomodando su espada en su cinto.

– Aah – Lee se llevó una mano a la nuca – Yo, no puedo… –

Kiba arrugó la frente – no me vas a decir que estás perdido ¿o no? –

– eh no, digo si… ah – Lee se confundió – los otros soldados me sacaron del dormitorio, dijeron que hoy debía de dormir fuera –

El castaño resopló – sí que lo tienes difícil para adaptarte, pero no puedes quedarte a la intemperie – lo meditó unos segundos – ven conmigo, puedes dormir en mi casa pero será sólo por hoy, debes de aprender a cuidarte solo –

Lee asintió y siguió a Kiba hasta una pequeña construcción aún dentro de los terrenos del castillo. Aquella era acogedora y llena de objetos extraños, lo que hizo de la noche una excitante aventura y la convirtió en la mejor que pasó desde el día que decidió a salir de casa.

 

 

Cuando el fin de mes llegó y Lee fue a visitar a su familia, no comentó cosa alguna sobre lo mal que pasó sus primeras semanas pues, si bien aún tenía moretones e incluso enormes ojeras, era normal y no quería que lo tacharan de niño llorón. A pesar de que gimoteó a escondidas cuando se tuvo que despedir, de nueva cuenta, de todos ellos.

Ahora ya no tenía que ir con Kiba para recibir asilo durante las noches, pero pasaba la mayor parte de su tiempo libre entrenando con él o jugando con Akamaru. Descubrió que su amigo, a su vez, lo era del capitán Shino y que durante un tiempo fue guardia real pero tuvo que dejarlo, no le dijo porque y él no tuvo el valor de preguntar pues un velo oscuro adornó sus ojos cuando lo mencionó. Así como tampoco abrió la boca el día que, al llegar sin avisar, lo encontró besándose con el capitán.

Con ayuda de Inuzuka, Lee se había vuelto mucho mejor soldado y ya era capaz de enfrentarse a varios de sus compañeros sin ser derrotado fácilmente. Shino miraba positivo sus avances y algunos soldados comenzaban a mirarlo con cierto respeto, otros pasaron del desprecio a la envidia.

 

 

Una tarde, durante un día común de entrenamiento, comenzó a llover a cantaros y el cielo, completamente ennegrecido, les anunció a los soldados que aquello iría para largo. A pesar de la inclemencia Shino los obligó a continuar con el ejercicio y fue hasta cuando lo consideró suficiente que les permitió refugiarse en sus dormitorios para ver el tiempo pasar.

Lee quiso quedarse un tiempo más y golpeo las gotas de lluvia hasta que está amainó. Disfrutaba estar bajo el agua pues se sentía libre, joven y lleno de energía; como en su hogar. No recordaba nada de lo que había ocurrido con su vida antes de despertar en una de las camas de Joong, pero la lluvia siempre le traía un sentimiento de añoranza.

– ¡Hey! Rock Lee – el mencionado giró el rostro, pero como no estaba preparado para recibir un golpe, cayó al piso cuando un puño se enterró en su pómulo derecho.

El pelinegro se quejó adolorido al tiempo que sentía como el barro terminaba de ensuciar sus ropas de entrenamiento – ¿Qué? – frente a él estaban otros 3 novatos, sonreían y lo miraban maliciosos.

– Tenias la guardia baja – se justificó el pelo azul que lo acababa de golpear como si aquello fuese suficiente – últimamente crees que eres el mejor sólo porque recibes elogios del capitán, pero te vamos a enseñar que estas muy equivocado. Mocosos como tú sólo deben aspirar a mendigar en las calles –

Lee frunció el ceño y se limpió la sangre que, recién notaba, caía de su labio inferior – soy huérfano – aceptó mirando fijamente al otro joven – no me avergüenzo de eso y no creo que… –

– Dime – interrumpió su atacante – ¿Es verdad que Sarutobi no le puede cumplir a su esposa?, es por eso que no pueden tener hijos propios – Lee apretó los puños y se mordió el labio haciendo que brotase más sangre de éste – es una lástima porque ella es muy bella y con gusto yo me encargaría de satisfacerla –

Lee gruñó y con un movimiento rápido pateó el rostro del pelo azul y lo derribó dando una barrida por el suelo. El ruido que hizo el cuerpo del mayor al caer al piso fue sordo y Lee se incorporó rápido, poniéndose en pose defensiva para defenderse de los otros dos. Sabía que no debían pelear entre ellos, pues estaba prohibido, pero no podía soportar que ofendieran a ninguno de los miembros de su enorme familia.

– ¡Argh! maldito bastardo – el pelo azul se quejó al tiempo que se incorporaba y los otros dos también se pusieron en pose de ataque.

Lee manejó bastante bien el inicio de la batalla, sin embargo los otros, por muy menos agiles que fueses, eran más y 2 terminaron sujetándolo mientras un tercero lo golpeaba.

– Tienes que aprender a no meterte con tus superiores – le dijo aquel que lo golpeaba con saña haciendo que Lee le respondiera sólo con quejidos. Pero justo cuando parecía que aquello iba para largo el pelo azul paró de golpearlo y los otros 2 lo soltaron al instante. Debido a que Lee no se esperaba aquello, cayó de rodillas al suelo y el barro ensució sus manos.

Lee no tuvo tiempo de razonar lo que ocurría, ni levantar el rostro, justo cuando el joven que antes lo atacaba fue a dar al suelo junto a él. Cuando alzó la vista sus otros dos atacantes miraban asustado e inmóviles a un pelirrojo que, con aspecto serio, sostenía su espada enfundada y les asestaba un fuerte golpe a ambos. Los chicos se cubrieron el rostro como acto reflejo y el recién llegado les dedicó un gesto frio – no se cubran – les ordenó.

Lee sintió un escalofrió al escuchar aquella voz autoritaria y todo su cuerpo se estremeció cuando, como se les ordenó, los chicos no evitaron los golpes que siguieron. Mientras observaba al recién llegado su corazón palpitó agitado. No había visto a ese joven antes pero portaba ropas de aspecto caro y todo su presencia gritaba noble, ¿Acaso sería uno de los capitanes superiores?, ¿Un guardia real?, parecía mayor que él pero no por muchos años.

– De pie – volvió a ordenar el recién llegado al par y señaló al pelo azul que respiraba con dificultad en el piso. Lee había escuchado algo tronar cuando el joven cayó, así que supuso tendría alguna costilla rota – párenlo – Los chicos dudaron pero terminaron por obedecer y al levantar a su compañero del suelo sólo se escuchó el quejido que éste último soltó.

– Ahora quiero que uno lo sujete y el otro lo golpee – ordenó el recién llegado y Lee abrió los ojos de par en par, sorprendido porque aquello no sonaba correcto.

– Pero su al…– se atrevió a hablar uno de ellos, en su rostro se podían ver las marcas de los golpes anteriormente recibidos.

– Hagan lo que les ordeno – el pelirrojo los fulminó con un gesto serio – los soldados que exhiben un comportamiento tan penoso deben ser castigados – Los otros dos titubearon y aunque se notaba que sus manos temblaban, terminaron por hacer lo que se les había ordenado.

Lee observó horrorizado como el pelo azul fue golpeado 2 veces y escuchó como gritaba de dolor – ¡Paren! – les ordenó a sus compañeros de entrenamiento y éstos, como si hubieran estado esperando la orden, se detuvieron al instante pero al notar que fue Lee quien habló siguieron con su tarea.

El pelinegro, quien seguía en el suelo, miró fijo al pelirrojo – Dígales que paren – prácticamente le ordenó y con eso logró que el chico le dedicase una mirada. Sus ojos eran verdes, opacos y apáticos ante lo que ocurría.

– Deben ser disciplinados – le contestó omitiendo la orden que le diera Lee, como si creyese que el pelinegro había perdido la cordura por pedirle que parara el castigo que infringía.

– Lo matarán – Lee hizo un ademan desesperado pero no obtuvo respuesta del pelirrojo y, al ver que el pelo azul casi ya casi no se quejaba, no se le ocurrió hacer otra cosa que levantarse y tomar al joven de la solapa de su pulcra y, evidentemente, cara camisa.

El pelo azul dejó de quejarse y aquello pudo haber sido producto de la inconciencia o del hecho que el par había dejado de golpearlo sorprendidos por la acción de Lee.

– ¡Lee! – el pelinegro apenas escuchó su nombre justo cuando alguien lo tomó de la mano y lo venció contra el suelo, casi haciéndole probar barro. Aquel que había gritado fue Kiba pero era Shino quien lo sometía, firme y con un agarre bastante doloroso.

– Su alteza, Gaara sama ¿Se encuentra bien? – Shino preguntó evidentemente preocupado y Lee se atragantó con su propia saliva al escuchar aquellas palabras.

El mencionado simplemente dio media vuelta – tus soldados necesitan aprender disciplina – caminó un par de pasos, se detuvo y aun dándole la espalda le ordenó sacar a aquellos tres de su castillo – al otro – dijo refiriéndose a Lee – mételo en un calabozo –

 

 

 

Aquella fue la primera vez que Lee pisó un calabozo y fue la peor manera de conocer el castillo por dentro. Evidentemente no había ventanas y el aire estaba viciado, hacía bastante frio y apenas podía acceder a un poco de agua.

Kiba lo había visitado casi una semana atrás y durante horas se dedicó a regañarlo. …l ¿Cómo se había atrevido a hacer aquello?, de dónde sacó la idea de intentar lastimar al príncipe Gaara, el hermano menor del Rey, el cual podría heredar el trono si algo le llegaba a ocurrir al mayor.

– ¿No habías dicho que querías ser guardia real?, ¿Tienes idea de que podrían matarte por haberte atrevido siquiera a tocarlo? –

Lee bajó la cabeza – Yo… no estaba pensando –

– Claro que no estabas pensando – Kiba torció el gesto

– Nunca lo había visto y no sabía que…–

– No sé si crees que eso sea buena excusa, pero ¿Acaso no vives en Suna?, todos conocen a la familia real e ¡Incluso es de sentido común!, no se te ocurrió pensar que si todos le obedecían debía ser alguien importante –

Lee apretó los puños en su regazo, no se arrepentía de haber intentado detener a aquel pelirrojo. Sin importar quien fuese – no podía permitir que hicieran eso, no podía quedarme sin hacer algo –

– Eres… eras un soldado verías morir a mucha gente, incluso la deberían matar si te lo ordenaban, sin preguntar, sin negarte… Lee – Kiba gimió frustrado – voy a hacer todo lo que pueda para sacarte de aquí ¿Entendido?, no quiero que te des por vencido –

Lee asintió pero algo, muy en el fondo, le decía que no saldría de ahí.

 

 

Notas finales:

En fin... =^_^= este fiction ya está escrito, sólo le estoy haciendo ajustes, así que el miercoles seguro ya está el capítulo final (2°) publicado.

Tengan un buen inicio de semana.

Besos

Yais


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