Un nuevo día comenzaba en su vida, los débiles rayos de sol iluminaban su rostro, con pesadez abrió sus parpados, acostumbrándose en unos segundos al cambio de ambiente.
Estiro sus extremidades y volteo su rostro hacia su velador ubicado a la derecha de su cama, ese calendario que mantenía marcado le indico el día en el cual se encontraba.
Una sonrisa melancólica se formo en su rostro.
-Nunca llores mi perdida, solo busca tu lugar nuevamente en el mundo –
Su pecho se oprimió dolorosamente mientras sus ojos nuevamente se inundaban de agua salada, se sentó en su cama agachando su cabeza, inhalando por largo tiempo y luego exhalando lentamente, el dolor se disipo por unos segundos.
Se levanto caminando hacia el baño, al entrar lo primero que diviso fue su reflejo, sus estrechos ojos apagados y su blanca piel se hacía notar con fuerza, apago su vista imaginando los muchos momentos en los cuales ambos sonreían jugueteando en aquel lugar.
-No me recuerdes, aquello dolerá aun más –
Se apoyo en el lavabo soltando un gruñido de molestia, aquel día… aquel único día era una persona débil y sentimental, dispuesta a correr a los brazos de cualquiera que pudiera calmar su dolor, aunque fuera completamente inútil.
Encendió la llave del agua y se sumergió en esta, no importándole la temperatura, solo unos minutos bastaron para salir y secar cada parte de su cuerpo.
Nuevamente entro a su habitación, observo aquella cama King que algún día compartió con su amor, la cual fue presente de aquellos incontables encuentros y demostraciones de amor.
-Reemplázame, no me gustaría verte infeliz –
Abrió las cortinas, divisando el parque que fue testigo de los paseos matutinos que ambos solían disfrutar en la tranquilidad del barrio.
Se dirigió a su closet, saco una camisa negra, pantalones del mismo color y un abrigo.
Con parsimonia arreglo cada prenda, por último se calzo los zapatos negros y arreglo su cabello pelirrojo.
-No me visites, no quiero que veas el lugar en el cual quedare apresado por la eternidad –
Sin desayunar camino hasta la puerta, tomo sus llaves y salió del lugar, bajo por las escaleras… Después de todo ese día era especial… “¡Oh!, Perdón, no era mi intención lanzar sus cosas” Aun recordaba aquel día en el cual ese chico castaño le hizo tropezar y botar sus compras, esa tarde en la cual el ascensor se había descompuesto, esas cinco de la tarde donde lo conoció y nunca más lo pudo sacar de su vida.
Llego hasta su automóvil deportivo negro, subió y sonrió al recordar aquella impresión que tuvo de su automóvil.
“-Woaahh – su boca se abrió completamente y sus ojos brillaron de emoción.
-¿Te gusta? – pregunto el mayor con burla en su tono de voz.
-Es increíble – de sus ojos salían pequeños brillitos, los ubico en el rostro de su Hyung – ¿Me dejas conducir? - aquellos ojos de cachorro y el ridículo puchero le hicieron ceder”
Ese día en el cual su automóvil fue enviado por primera vez a un taller y obtuvo millones de disculpas.
Echo andar el motor y salió del lugar, su mente se encontraba rememorando los muchos momentos que pasaron juntos.
“-Te amo – su mandíbula cayó al suelo, ¿Cuánto tiempo estuvo sufriendo al pensar que era un chico al cual no le interesaban los hombres? – Hyuk Jae, te amo – repitió acercándose peligrosamente al cuerpo contrario.
-Y-yo…- sus palabras fueron cortadas por un demandante beso – Te amo, Dong Hae – murmuro a milímetros de la boca contraria, un nuevo contacto surgió, sus lengua danzaban libremente por las cavidades ajenas, la flama en su interior se encendió, aun besándose y acariciándose se dirigieron al sofá.
-Quiero que seas mío…-”
Aquella también fue su primara vez, se entrego por completo a Donghae, doblo con cuidado por una calle, a unos cuantos metros podía divisar la entrada de aquel lugar maldito.
Se estaciono y bajo, piso con inseguridad aquel piso, se dirigió a un puesto de flores y compro un ramo de estas.
Comenzó a subir las colinas, mirando con melancolía las muchas lapidas que divisaba, el viento se torno frio y los arboles se quejaban.
Observo aquel trozo de piedra levantado desde el suelo donde se dibujaba el nombre de su amor, se acerco y con cuidado situó el ramo.
-¿Me has extrañado? – Pregunto sin esperar respuesta – Yo te extraño cada vez mas – continuo mirando el cielo gris – Me pregunto si algún día nos volveremos a encontrar – una lagrima escurrió por su mejilla – Te extraño – susurro con voz quebrada.
Se arrodillo frente a su eterno lugar de descanso y dejo salir aquellos gritos que contenía durante 365 días de dolor, de vivir como una marioneta, ahogando sus sentimientos.
Su mundo se derrumbaba, cada día que pasaba lo extrañaba mas, deseaba encontrarse con él, tocar su piel, recibir sus besos, caricias, sus infantiles acciones, su increíble cuerpo, su voz grave y sensual, sus constantes jugueteos… Extrañaba todo de él.
-Prometo que algún día, cuando seamos ancianos, te llevare de viaje por todo el mundo, moriremos juntos, frente a las montañas –
-Mentiroso…- murmuro desgarradoramente.
Estuvo toda la tarde rememorando cada segundo que vivió junto a ese hombre, la noche cayo y junto con ella un pedazo de corazón de Hyuk.
-Nos vemos… el próximo año – se despidió con sus ojos rojos e hinchados, con su voz quebrada y manchada por aquellos momentos de dolor.
Volvió a su carro, lo echo andar y recorrió el camino a su hogar.
-Buenas noches – le saludo el portero con una sonrisa, la cual no pudo ser correspondida.
Subió a su apartamento, abrió la puerta y ese olor le llego a las fosas nasales, camino hacia la cocina, tomo un vaso y lo rebaso con agua, lo llevo a su boca y bebió el líquido.
Camino hasta su cuarto, se despojo de sus ropas y se envolvió en las sabanas, cerró los ojos y la imagen de su amor volvió.
-"Duerme bien"– le susurro al oído.
Su mente se nublo y sus sentidos se bloquearon, nuevamente el conteo comenzaba, tenia 365 días para guardar su dolor y dejarlo salir… 365 días preparándose para perder nuevamente un trozo de corazón… 365 días para extrañarlo…