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If a prayer come true por YuukiPhantomhive

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Notas del fanfic:

Bueno, este es el segundo fanfic que publico. Y hasta ahora esto de seleccionar las categorias, géneros y advertencias aun se me complica... ¡¿Por qué...?!!!!!! T_____T

 

Así que lo pondré aquí...

 

Género: Drama, Universo alterno, romántico.

Advertencias: Lo que se me ocurra más adelante xD.

 

Bien. Hay que reiterar que los derechos de HXH le pertenecen a Yoshiro Togashi (alias Vagashi...¿Cuando saldrá Kurapika otra vez en el manga? T___T) y yo solo uso los personajes con fines yaoisticos, sin ánimo alguno de lucrar.

 

Espero que les guste el humilde trabajo de su servidora.

 

Muchas Gracias por leer!

 

 

Notas del capitulo:

Mi segundo fic. Otra historia en universo alterno, pero esta vez solo de HunterxHunter (mi otro fic es un crossover). Espero que les guste.

 

Sé que demoraré en actualizar, así que pido paciencia ^-^'

 

Muchas gracias por leer!

 

 

 

 

Capítulo 1: De cómo una mitad encontró a la otra.

 

Mientras más pienso en ello una y otra vez, mi mente se nubla con la depresión  y la  tristeza. Mi razón lo entiende muy bien, pero mi corazón se hace el desentendido. A pesar del gran amor que inesperadamente nació en mi hacia ti, en el momento en que creí  que jamás  amaría a alguien de esa manera, apareciste tú de  de la forma más inusual; pero estaba destinado que nosotros nunca estuviéramos juntos. Aun me acuerdo muy claramente lo que vivimos en la habitación de hospital, donde todo comenzó.

 

La puerta de la blanca habitación se abrió, dejando entrar a un  grupo de personas con traje verde, de ese color que solo ves en una sala de operaciones. Ellos traían una camilla, en la cual un chico de cabello negro y tez pálida yacía inconsciente aún a causa de la anestesia. Parecía  tener el brazo y la pierna derecha enyesados. Los enfermeros lo colocaron cuidadosamente en la cama preparada para él y después de ciertos procedimientos rutinarios, empezaron a retirarse.  El médico a cargo se quedó hasta el último y acercándose a un niño, un paciente más que compartía esa habitación, le dijo­ – Si ves que algo malo le sucede, toca el timbre para que venga la enfermera ¿me ayudarás?

 

El pequeño rubio solo agitó su cabeza en señal de afirmación, y después de ello, la habitación quedó nuevamente en silencio. Solo se escuchaban sus respiraciones, la de él y la de su nuevo compañero. Le emocionaba tener a alguien con quien hablar, hace mucho que estaba viviendo solo en ese cuarto. Solo sus padres venían a pasar toda la hora de visita a su lado. Ya deseaba que el chico pelinegro despertara para convertirse en amigos inseparables. El pequeño decidió evadir el sueño leyendo un libro que sus padres le habían obsequiado, pero poco a poco el cansancio fue ganándole la batalla y sin darse cuenta, se quedó dormido.

 

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Cuando sus sentidos despertaron, percibió de inmediato la quietud del ambiente en el que se encontraba. Sin siquiera abrir los ojos tuvo una idea vaga del lugar donde se hallaba. ¿El cielo? No, no era tan afortunado. Recuerdos de los últimos minutos en que estaba consiente llegaron a su mente  rápidamente, eso y el dolor general del cual comenzaba a percatarse le hicieron recordar su accidente. ¡Rayos! De seguro su motocicleta nueva había quedado hecha añicos, y si esto no era así, su madre ya se habría encargado de  eliminarla por completo. Ella se oponía tajantemente a que su padre le regalase una moto por su cumpleaños  número quince. Pero él, caprichoso y acostumbrado a siempre obtener lo que quería, como hijo único que era, logró que su madre diera su brazo a torcer. Aunque después de esto, iba a ser realmente difícil que ella lo deje hacer algo “arriesgado” nuevamente. Tendría que trabajar  bastante en su poder  de convencimiento.

 

Finalmente abrió los ojos para inspeccionar su habitación, sentía que hasta los párpados le pesaban demasiado. Al voltear su cabeza hacia la izquierda con sumo cuidado, su  vista se fijó en la otra cama. ¡Genial! ¡Tenía que compartir la habitación y nada menos  que con un mocoso! De seguro este despertaría y berrearía todo el día causándole un dolor de cabeza insoportable. ¿No podían colocarlo en una habitación con alguien de su misma edad? ¿Tal vez una linda chica? O mejor ¡¿Dejarle la habitación para él solo?! Repentinamente, sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz…

 

­– ¡Al fin despertaste! – le decía el niño, quien ya despierto,  había  corrido para estar cerca de él. Sin que se percatara de sus movimientos. – ¿Mi nombre es Kurapika, y el tuyo? – le preguntó; sin embargo, él decidió ignorarlo y fijar su vista en la blanca pared, como si ésta tuviera algo de interesante. Si ese mocoso creía que iban a convertirse en los mejores amigos solo por compartir  el mismo espacio, estaba demente. Tenía muchos amigos y no necesitaba a un desahuciado. – ¿Quieres jugar a algo?... o, pero no puedes moverte…– continuó preguntándole el pequeño. –…Podemos leer algún cuento, tengo muchos… – pero él se negaba a responder. –…Yo…quería… que… – su voz se apagó. Felizmente el enano ese  ya había comprendido cual era su lugar, que no quería  tener ningún vínculo con él. Apenas lo escuchó alejarse, una enfermera entró dándoles los buenos días.

 

– Haber… ¿A quién debo atender primero? ¿Kurapika, me dejas atender primero a tu compañero?- el menor solo asintió moviendo la cabeza, a lo que la enfermera procedió a correr la cortina que separaba ambas camas. – Kuroro, ¿verdad? ¿Cómo te sientes?

 

– ¿Es muy grave lo que tengo? – le interrumpió.

 

– Oh… no, solo es una fractura en la pierna y una fisura en el brazo. Tuviste mucha suerte, chico.

 

– Entonces podré irme de aquí pronto…

 

– Lo dudo. Tus padres estaban tan alterados que incluso querían que te ingresáramos a UCI. – le contestó – Para calmarlos, el doctor prometió que te quedarías hospitalizado de dos a tres semanas…

 

– ¡Eso es casi un mes!

 

– ¿Tus padres…ambos trabajan, verdad? Ellos dijeron algo de que en casa no te podrían cuidar adecuadamente. Así que creo que es lo mejor que decidieron para ti.

 

– Sí, claro. – siempre era igual, decían que se preocupaban por él, pero al final lo dejaban a cargo de otras personas, ya sean nanas o sirvientes; como sea, ellos nunca estaban para cumplir su rol real de padres. Sus negocios y empresas siempre fueron más importantes que su único hijo.

 

– Y entonces, ¿cómo te sientes?

 

– ¿Cómo debería sentirme? Me duele todo, debería saberlo – la enfermera solo sonrió ante su respuesta.

 

– Eso es normal. Te suministraré un calmante, aunque te dará mucho sueño, podrás descansar tranquilo. Más tarde te traeré un rico desayuno. – dijo, y después de inyectarle el calmante a la vía del suero que estaba conectada a su brazo, la enfermera se fue al otro lado de la habitación. La cortina aún cubría el lado opuesto, así que solo pudo escuchar un poco de la conversación…

 

– ¿Cómo está mi paciente favorito? ¿El niño más lindo del hospital? – escuchó decir a la mujer.

 

– ¡Está muy bien! – contestó el rubio muy animado.

 

– Tsk…pero yo no lo decía por ti… – respondió ella en son de broma.

 

– Aww… eres muy mala…

 

– Jajaja… ¡solo estaba bromeando! – comenzó a reír ella. – Siempre serás mi favorito, así que no te molestes ¿sí?

 

– Bien, te perdono...

 

– ¡Gracias! – contestó siguiéndole el juego. – Bien, dime ¿te duele algo o te sientes extraño?

 

– No me duele nada.

 

– ¿En serio? ¿No mientes, verdad?

 

– No… hace mucho que me siento bien ¡de verdad!

 

– Me alegro, pero no te exaltes. Primero te tomarás tus medicinas y después te traeré el desayuno…

 

… De pronto el sueño lo envolvió completamente, sus oídos dejaron de captar el sonido a su alrededor y ya no pudo oír más. Sus párpados pesaban demasiado y, al cerrarlos, quedó profundamente dormido.

 

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No supo por cuánto tiempo más había estado inmerso en el mundo de los sueños, pero apenas despertó sintió el eco de voces en su habitación. Un hombre y una mujer, ambos adultos, quienes al parecer le contaban muy animados un cuento infantil a su hijo. No fue necesario ver con sus propios ojos para hacerse la idea de que se trataba del cuadro de una familia perfecta: padres amorosos y comprensivos, hijos educados, vidas comunes pero felices, esas historias de realidades inalcanzables que te vende la televisión.

 

La curiosidad fue más fuerte, y al posar su vista en esa dirección, se dio cuenta que la cortina había vuelto a su estado original, restándole privacidad. Los padres del mocoso estaban rodeando a su hijo y, por qué negarlo, hasta a él le parecía una tierna escena.

 

– ¿Te despertamos? Perdón si hicimos mucho ruido. –  se disculpó la mujer de cabello rubio hasta los hombros.

 

– ¿Estás cómodo? ¿Quieres que te ayudemos en algo? – preguntó el hombre.

 

– No hace falta… g-r-a-c-i-a-s…–contestó con algo de asombro por haber agregado aquella última palabra al final de la oración. “¿Gracias?”... él no solía utilizar esa palabra, pues pasaba su tiempo solo o, en el peor de los casos, con la servidumbre, así que no le era necesario usarla.

 

– Ahora que compartes la habitación con nuestro hijo, quisiera pedirte un favor… si no es mucha molestia…– comenzó a decir la madre del rubio. –…Quisiera pedirte que seas su amigo, para que no se sienta solo…

 

– ¡MAMÁ…!! – interrumpió el niño con mucha vergüenza.

 

– Claro, señora, no se preocupe.

 

– Gracias. – respondió ella, aliviada.

 

– Bueno, tenemos que irnos querida. Hasta mañana, hijo. – dijo de pronto el padre de Kurapika, terminando su despedida con un abrazo y un beso en la frente.

 

–Cuídate mucho, mi amor. – se despidió la madre, después de otro afectuoso gesto de cariño.

 

Cuando la puerta se cerró, todo volvió  nuevamente a estar en silencio. Decidió relajarse y cerrar los ojos, pero al sentir una mirada insistente sobre su persona, finalmente tuvo que hacerle caso al niño rubio.

 

– ¿Por qué dijiste eso? – le preguntó el pequeño.

 

– ¿Eso?...ah… si te refieres a lo de ser tu amigo, eso fue solo por educación con tus padres. – contestó. –  No te hagas ilusiones ¿quién querría ser amigo de un renacuajo debilucho como tú? – agregó, preparándose para responder cualquier objeción que su compañero de habitación dijera. Pero no recibió respuesta alguna. Vio como el rubio solo atinó a cubrirse completamente con las sábanas, como si estas le protegieran del  mundo exterior. Francamente, eso no se lo esperaba. ¿Él…estaba llorando? ¡No podía ser!... Aguzó el oído para tratar de percibir algo y solo confirmo sus sospechas. Al parecer el enano ese era tan sensible que se echó a llorar.

 

¡Genial! Si había algo que odiaba más que nada, eso era escuchar los berridos de un mocoso. Cuando las amigas de su madre la visitaban acompañada de sus hijos pequeños, su escándalo siempre le causaba un dolor de cabeza irremediable. ¡Rayos! ¿Ahora qué iba a hacer?

 

– Ya deja de llorar. – le ordenó.

 

– Yo… no… ¡¿quién dijo que estaba llorando?! – le contestó estando aún debajo de las sábanas, pero el quiebre su voz contradecía sus palabras. ¿A quién trataba de engañar? No pudo evitar sonreír para sí mismo, después de todo el mocoso tenía su orgullo y quería hacerse el fuertecito frente a él, aunque sin mucho éxito.

 

– Eres un llorón, tus amigos no te deben soportar. – comentó. Para su desgracia, lo último que dijo solo incrementó el llanto del muchacho. Al parecer había metido el dedo en la llaga sin querer, pero para confirmarlo decidió hacerle una última pregunta. – ¿Tú… acaso no tienes amigos?

 

– ¡NO! ¡No tengo! – gritó el pequeño desde su escondite. – ¡Ya deja de burlarte de mí!!

 

Eso no podía ser cierto ¿o sí? Un niño de su edad, la cual calculaba entre  nueve o diez años, que estaba en etapa escolar, no podía no tener al menos un amigo. “A menos que…”, de repente una idea se le vino a la mente, “¿sería posible que nunca hubiera ido al colegio por estar encerrado ahí, en el hospital?”. Por la actitud tan familiar que tenía la enfermera y el pedido de la madre del enano, eso era lo más probable que se podía imaginar. Pero entonces, ¿qué clase de enfermedad podía tener? ¿y si esta era altamente contagiosa? No, no podía serlo, de otro modo el muchachito estaría en  cuarentena y no compartiendo la habitación con él. Sea lo que fuera, debería ser algo delicado como  para no llevarlo a casa.

 

De pronto empezó a sentir algo extraño en el pecho, una presión que no sabía cómo describir. “Se llama culpa” escuchó decir a una voz en su mente. ¿Se sentía culpable? ¿Por qué debería? Miró otra vez al niño, el cual seguía llorando debajo de las sábanas, y se reprochó mentalmente por ser tan insensible. Bien, sí se sentía culpable y también sentía lástima por su compañero, así que decidió remediar la situación que él creó. – Esta bien, yo seré tu amigo. – dijo – Pero solo si dejas de llorar ahora mismo. – agregó. Existía la posibilidad de que el pequeñín fuera tan orgulloso que lo despreciara en ese instante o por el contrario…

 

– ¿En serio…? – inquirió el niño, asomando su mirada por una rendija que había abierto entre las sábanas. Sus ojos, que brillaban debido a las lágrimas, le hicieron pensar en un pequeño gatito asustado.

 

– Ven aquí. – le dijo haciéndole señas con la mano buena para que el rubio se acercara, a lo que el susodicho se deslizó suavemente para salir de sus escondite y acercarse a su lado.  Kuroro levantó su mano izquierda y,  lenta y delicadamente, limpió lo quedaba de las lagrimas en el rostro del menor. – Yo seré tu amigo, si me prometes que no volverás a llorar.

 

– ¡Yo…lo haré! ¡Prometo que no volveré a llorar…! – contestó Kurapika mientras sonreía tímidamente.

 

– Bien…por cierto ¿puedo pedirte un favor?

 

– Sí.

 

– ¿Puedes llamar a la enfermera? Son las 5 p.m. y nunca me trajo el desayuno esa mentirosa.

 

– ¡Yo le digo! – recibió como respuesta, y vio como el menor salió rápidamente para cumplirle el primer favor, a él, su primer amigo.

 

Esa mañana, él jamás hubiera pensado en que las cosas terminarían de esa manera. ¿Había hecho esto por compasión? Definitivamente no. Algo lo había impulsado a decir esas palabras, “yo seré tu amigo”, aquella frase había salido de su boca sin siquiera pensarlo. Por alguna razón se sentía identificado con ese chiquillo, incluso era más que eso, ambos eran exactamente igual en el interior, aunque las circunstancias de cada uno fueran diferentes, la soledad que sentían tenía la misma intensidad. Tenían la necesidad de ser aceptados por alguien por lo que podían ser y ofrecer por sí mismos, como personas, y no por algún interés material u obligación de linaje. Ambos esperaban esa oportunidad que no se presentaba…hasta ahora. Esa debía ser la señal que tanto había esperado para poner fin a la sensación de vacío que tenía desde hace buen tiempo, algo en su interior le decía que sí. Esa debía ser la señal de que el deseo de su estrella se comenzaba a cumplir.

 

*Continuará...*

 

 

 

Notas finales:

Nos leemos en el próximo capítulo... =D


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