– ¿Está bien que lo haga? – pregunto acercándome más a su cuello. Sus ojos brillaban impacientes bajo las lamparillas de neón. Puedo ver su pecho elevarse y descender, el aire en sus pulmones apenas alcanza para mantenerle consciente pero aún no puedo hacer que lo acepte.
– No preguntes si sabes bien que independientemente de mi respuesta lo harás de todos modos – me mira directamente, su mirada arde causando un resquemor en mi propia piel.
La fuerza de sus manos apresando mis brazos aumenta, sonrío internamente viéndole intentar resistir un poco más antes de que desista y él mismo me pida lo haga en ese momento.
– No creo que esa sea una buena respuesta Van. – le tomo de la cintura con mayor intensidad, acercándolo a mí, uniendo nuestras caderas - ¿o sí?
Esta vez sonrío abiertamente antes de ocultar mi rostro entre su cabello. Rozo con la punta de mi nariz su cuello sintiendo como se estremece en un segundo, un suspiro se le escaba por lo bajo mientras con descaro inclina su cabeza hacia atrás. Las luces continúan tintineando a nuestro alrededor dejándome notar las venas saltando a la vista.
El ritmo de la música en el pub se intensifica, percibo entorno a mí el vaho de drogas afrodisiacas, sudor y el ligero olor a sexo mezclándose, inundando mi olfato. No puedo evitar voltear a mi izquierda en cuanto escucho un golpe sordo. Un chico decidido empotra contra la pared a una mujer algunos años mayor que él. Su mano había comenzado a colarse bajo la diminuta falda tocándole las piernas y palpando uno de sus senos.
– ¿Contento con el show? – pregunta con voz irritada sacándome de mi ensimismamiento – puedo dejarte solo para que lo disfrutes mejor.
Me mira irritado, acaricio un poco su espalda ignorando su comentario. Se tensa y me doy cuenta que vuelvo a encontrar otro punto de placer en él, tal vez el cuarto en lo que va de la noche.
– Me gusta más ser parte del show, gracias – bromeo colocando una de mis piernas entre las suyas presionando – y bien ¿qué te gustaría a ti? – le tiento sosteniendo con mi mano libre su rostro.
Desvía la mirada fastidiado, lo noto.
– Hoy es la última noche Van – suelto tranquilamente – disfrútala.
– Hazme disfrutarla – apela pasando sus brazos detrás de mi cabeza, rodeando mi cuello.
Le miro sorprendido, él también lo hace y alcanzo a vislumbrar el deseo y tristeza atizando la pasión en sus ojos.
Nunca había esperado algo como aquello, a mi mente volvieron los recuerdos de los meses anteriores; el cómo nos habíamos conocido, la desconfianza que me profesaba con increíble fe y los engaños con los que había amarrado su corazón a mí, junto con la sensación congelante de saber que estaba consciente de todos ellos.
– Sólo esperaba que lo dijeras – beso su cuello al tanto que sobo mi legua contra su piel arrancándole un nuevo gemido.
…
Las semanas posteriores el regusto aún continuaba en mi lengua, la sensación de sus besos y la perfecta imagen de su cuerpo siendo sometido bajo el placer, acoplándose a mi ritmo, dejándose guiar y gozando aun así el poderío.
Mis sentidos habían sido avasallados por sus gemidos, no hubo recato o pudor, sus movimientos lascivos aun cuando sus pequeños lentes de montura blanca cayeron al suelo me cautivaron.
Era tan atractivo, voluptuoso, erótico, excitante, obsceno pero no más que nostálgico.
No pude evitar recordar su alma mezclándose en mi propia esencia, sus ojos oscuros mirándome como la primera vez que nos vimos, la segunda vez que tomé su sangre y la tercera de sus peticiones para cederme su vida; su falsa sonrisa de satisfacción cuando cumplí su primer orden; su “Gracias” vacío y; el amor presuntuoso que desarrollamos juntos.
– ¿Por qué tardaste tanto en encontrarme? – me preguntó mientras su espalda reposaba contra la pared.
– Porque aún no era tu hora de partir Van.
Le sonreí sinceramente, lo mejor que pude haberlo hecho y él correspondió en plenitud antes de caer completamente por mí y para mí.