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White Rabbit por Synchronicity

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Notas del fanfic:

Homestuck pertenece a Andrew Hussie, quién seguramente sea el responsable del Fin del Mundo. - Llora -. 

Yo solo tomé prestado muchísimos personajes de él.

Notas del capitulo:

No es mi primer fanfic de Homestuck, pero si el que subo como una historia de varios capítulos a una página.

Espero que les guste como a mi me gusta imaginármelo.

…Y entonces, corrí sin detenerme. Ante la mirada de todos los invitados, ante la mirada de mi padre, de mi madre… Y peor, de mi prometido. Corrí ante las miradas de todos, como si tuviese que escapar, huir de aquel maravilloso y endemoniado lugar.

Dejé caer mi espalda contra el tronco de un árbol casi muerto. Sin importar la hora que fuera, decidí descansar tras todo el camino recorrido. Con la respiración agitada, el corazón como si fuese a salirme de mi pecho, logré volver a abrir los ojos, buscando con desesperación y curiosidad el conejo blanco que había visto. El mismo animal que durante la ceremonia, me había incitado a seguirle como si de un estúpido me tratase… Y diablos, lo era. No solo por el hecho de confiar en un animalillo, sino porque había escuchado como me llamaba, me decía sígueme, y me convencía…

Suspiré. Su voz se repetía en mi mente, recordando las frases que había soltado una vez que nuestras miradas se cruzaron, cuando el tiempo se detuvo y tan solo después lograba escuchar las voces sorprendidas de todos, de todo el mundo. Abro los ojos de par en par, frente a mi vista se alza el mismo ser que antes susurraba que le siguiese. Me levanté entonces, tratando de seguirlo y pararme frente a él, mis pies resbalan y entonces, como si de una hoja se tratase, al ser volteada, solo logro ver oscuridad… Y la sensación del caer a algún lugar muy profundo…

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Se arrastra en la oscuridad una silenciosa brisa llena de emociones y a su vez un vacío extrañamente grande. Se escucha entonces el chocar de un frasco de cristal contra las losas que cubren el suelo de un color azul, conjuntado con cuadritos blancos, repetido… Una textura común. Una voz susurra varias frases, incomprensibles son las palabras, pero claro es el objetivo…

Es hora de despertar, Alicia.

El joven respiró profundamente antes de lograr dejar ver sus orbes rojizos. Sobre las losas que cubrían el suelo, dándole una decoración extrañamente familiar, su cuerpo se hallaba echado como si  acabase de despertar de un sueño muy largo y profundo, del cual ya no recordaba más que los sucesos recientes a la caída. Se sentó entonces, rascándose aturdido la cabeza. Empezó a sentir entonces un ligero mareo…, y suspiró.

Confuso, perdido. Debía de poner en orden sus recuerdos, y tratar de averiguar dónde estaba. Su usual estado del humor ahora estaba más que calmado, podía ser debido a la confusión que sentía en aquel instante. Se levantó con dificultad, apoyando las palmas de sus manos en el suelo para poder ayudarse, y tambaleándose debido al mareo, que tan solo se intensificaba más.

A su alrededor, varias puertas ejercían fuerte presencia. Pudo contemplar una vez que se frotó los ojos, que eran de distintos tamaños, formas, colores, texturas…, acabados. Se cruzó de brazos. Debía de encontrar alguna razón lógica a que se hubiera aparecido repentinamente en un cuarto lleno de puertas que tan solo tenían cerraduras.

Una teoría surgió entonces. Quizá lo que había pasado es que había perdido finalmente la cabeza, desde que empezó a leer libros extraños de su padre, sobre aventuras y fantasías que su madre siempre decía ser una estupidez o tontería. Tal vez le estaban pasando factura, y todo esto no era más que un maldito sueño, o quería decir pesadilla… Pues…

- ¿Qué coño? – Alzó la voz al mirar sus piernas. Antes cubiertas por unos pantalones largos y oscuros, ahora eran tapadas por lo que parecía ser una falda.

Su impresión fue confirmada al hallarse frente a un espejo cristalino, el cual le mostraba como su vestimenta había pasado de ser un traje… a un dichoso vestido. Avergonzado, exclamó. Sus manos rastrearon cada parte de la prenda, tratando de buscar con la mirada donde se encontraban sus anteriores ropajes a la vez. Pero fue en vano al no ver rastro de tales prendas… y entonces, agachó la cabeza nuevamente.

- Vale. Que mierda. – Trató de sonar tranquilo, más su voz se entonaba como si su ser estuviese sufriendo posible ansiedad. – N-no… No pierdas la calma… - Susurró a sí mismo.

Sabía a qué se refería. Y por dios santo, por todo el mundo, incluso por Jegus. Por favor, que no le confirmase la sospecha, que fuese mentira… Acarició la tela de la falda, colando sus dedos por el interior, y alzándola, esta, que ya de por si iba por encima de sus rodillas, fue llevada hasta la cintura, dejando a la vista del espejo y de la completa soledad las piernas grisáceas del joven troll.

Su cara enrojeció. Debajo de tan inocente falda se encontraba nada más y nada menos que ropa interior, claro. Es algo normal, pero no femenina. O, ¿acaso eso era normal? Por lo menos, no lo era para Karkat. Tapó con prisa entonces sus piernas, más que avergonzado, llegando a un grado de timidez que superaba hasta al idiota de Tavros, su primo. Ahora sí que quería salir de ese sitio.

Volvió a observar la habitación. Dubitativo, se acercó a una mesa de cristal, en la que un frasco se hallaba misteriosamente. Con sus dedos lo tomó, moviendo el líquido azulado que se hallaba en su interior cuando tambaleaba este levemente. Atado en lo que parecía un tapón de corcho, una fina correa decorada con toques dorados, sujetaba una etiqueta escrita a mano.

Drink Me.

Y se burló. Nadie bebería de un frasco que dice que bebas de él, por lo menos, no en su sano juicio. Así que volvió a dejarlo sobre la base cristalizada, y volvió a observar las puertas que antes había contemplado atontado. Pero al girarse, sus ojos no lograron ver más que la triste pared marrón, igual que el color que cubría el techo… Y ahora, donde coño habían ido a parar las dichosas puertas. ¿Eh?

Un chasquido le llamó la atención, bajó su mirada entonces. Sorprendiéndose de que, lo que había hecho ese ruido, no era más que un diminuto picaporte dorado, colocado en una puerta de color marrón y hecha por tablas de madera de las cuales, desconocía el árbol proveniente. Extrañado, decidió ignorar el misterio del sonido, para dejar que otro le mareara todavía más.

Así que, ahora todo encogía, lo que faltaba es que él también encogiese entonces. Esto ya estaba rozando su paciencia y los límites de lo que la bobería abarcaba. Pero…, un momento. Si las puertas eran así de pequeñas, probablemente él no lograría pasar por ninguna. Y eso implicaba morirse en ese cuarto sucio, destrozado, y aburrido. Sobre todo lo último, aburrido.

Gruñó con cansancio y, resignado, dejó caer su espalda contra una de la pared, ignorando que estaba a punto de apoyarse sobre la puerta que antes le había llamado indirectamente. Recargado y hundiendo el rostro entre sus rodillas, trató de buscar alguna solución o simplemente obligarse a despertar, pues, interiormente se repetía que esto no era más que un sueño… Digo, una pesadilla.

El tiempo pasó y observó nuevamente el frasco, que todavía seguía allí. En un principio, no había visto a nadie colocarlo, pero… había aparecido allí. Eso estaba clarísimo.

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Una sonrisa se marcaba en el rostro de un payaso, pintada desde hará mucho tiempo e imborrable como lo era su alma yacía intacta. El murmullo de los seres que se reunían a su alrededor era completamente audible, y la fiesta de su no cumpleaños estaba por empezar en una cuestión de minutos.

- ¿Un poco más de té? – Alzó entre risas una persona de cabello castaño y lacio, del cual parecían emerger dos orejas alargadas y finas, suaves como podía ser una pluma y de cortitos pelos en ellas. Rosados era el fondo de tal, y por fuera del color que su pelo comprendía.

- No, no será necesario – Respondió su risa con otra más propia, el payaso. Sus ojos púrpuras comenzaban a observar con un objetivo claro en mente la entrada de lo que era un bosque. Mientras que sus expresiones y acciones no dejaban rastro de lo que su mente comenzaba a comprender y… maquinar.

Un plan se estaba llevando a cabo en secreto y él formaba parte de tal hazaña, más en su mente una duda persistía cayendo con pesimismo en las garras del temor, ¿y si él lo encontraba mucho antes?

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Nuevamente sus labios rozaron el delgado borde de aquel frasco. Pero paró nuevamente, con esta ya era la séptima vez que intentaba beber el líquido y que su cuerpo y mente se negaban a hacerlo. Estudiando, digo, más bien aporreando en parte, las estructuras de tal cuarto, la conclusión final era tener que tragarse eso fuese lo que fuese.

Resignado gruñó. Él no era un cobarde, podía hacerlo, ¿qué era tan difícil? Y entonces, sus rojizos ojos volvieron a contemplar el cristalino líquido. Diablos, se lo estaba volviendo a pensar. Cerró los ojos con fuerza y llevó de un golpe tal objeto hasta sus labios nuevamente, obligándose a abrirlos y dejar que el resto cayese, ya de una manera obvia.

Logró bebérselo por fin a la octava.

- Que mierda, no pasa nada. – Bufó a punto de empezar a enfadarse como de costumbre – Que lo jod…

Su estómago comenzó a revolverse, irrumpiendo su típica y famosa frase; llevó por ende sus brazos a esta, abrazándose como si esto lograse detener ese endiablado dolor. Soltó un pequeño gemido debido a que había sido inesperado, y cayó de rodillas, agachando la cabeza. Todo comenzaba a dar vueltas, era un divertido baile de ilusiones, todo… se oscurecía. Su cuerpo temblaba, y poco a poco esa sensación se desvanecía, mientras que algo acariciaba su cabello…, algo pesado.

No gritaba porque no podía, porque el susto aún se hallaba presente pese a que se lo estuviese ignorando a él mismo. Simplemente procedió a apartar eso que empezaba a aplastarle, tropezando en un intento de salir de debajo de lo que fuera, y casi cayendo de una forma totalmente estúpida y de culo. Su mirada era suficiente para ver que él no estaba comprendiendo que estaba pasando ahí.

Simplemente, ni lo podía sospechar.

Notas finales:

Muchas gracias por leer. ~

 

SN. b03;


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