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Someday... por Hae Byeol

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Son mediados de mayo, el sol está en el punto más alto en el cielo, la temperatura aumenta con cada minuto que pasa. El pequeño parque está lleno de niños, los columpios son muy populares y los ecos de infantiles risas reinan en el patio.

Un niño corre entre la multitud, evitando a unos padres enojados cuando empuja a su hijo fuera de su camino. No se detiene a pedir disculpas ¿Por qué debería hacerlo cuando tienen la culpa de estar en su camino?

Al otro lado del parque, más allá de los columpios, atraviesa la caja de arena pateando los castillos que habían hecho otros niños con mucho cuidado y paciencia durante aquella mañana. Cuando supera con éxito todos los obstáculos y puede ver el puesto de los helados no muy lejos, el chico sonríe de oreja a oreja y con el bolsillo lleno de monedas, sigue su marcha. No hay cola, lo que lo hace aún más feliz. Cuenta en su cabeza la cantidad de dinero que tiene y cuantos cucuruchos de helado se puede comprar cuando se fija en un niño más pequeño sentado en el borde de la acera cerca del puesto. Sus manos están sucias y sus rodillas despellejadas, hay sangre reciente en estas y seca en sus manos y la sonrisa desaparece de DaeHyun. Se acerca al niño y se agacha a su lado, cuando están al mismo nivel, DaeHyun puede ver que sus mejillas están mojadas y manchadas de suciedad de cuando el muchacho trató de secarse las lágrimas.

-¿Qué te pasa? –Pregunta DaeHyun porque su madre le ha enseñado a ser amable y ayudar a otros (aunque no le haga caso muy a menudo).

-Están tan lejos… –El chico solloza y las lágrimas ruedan por sus mejillas. –Y-yo… traté de llegar a ellos…

DaeHyun no sabe lo que son, a lo que el niño quiere llegar, pero no hace más preguntas. Mira hacia arriba y ve un árbol con un par de ramas debajo de él. Tal vez el crío quería subir.

-Algún día –Dice acariciando la cabeza del muchacho–, algún día…

 

DaeHyun tiene siete años y JongUp cinco cuando se conocen y comparten un helado de chocolate en el parque una calurosa tarde de domingo.

 

~ ~ ~

El frío invierno sopla y pronto las camisetas son reemplazadas por suéteres y calientes chaquetas. El invierno llega demasiado pronto para el gusto de Dae. Coge un resfriado durante una pelea de bolas de nieve con JongUp y su madre lo obliga a permanecer en cama bajo las mantas calientes con una taza de té caliente entre las manos.

Las pastillas que se disuelven en su lengua son amargas y la manzanilla no está lo suficientemente dulce ya que el médico le ha prohibido estrictamente el azúcar y las chuches.

DaeHyun anhela algo dulce y cuando JongUp va de visita y le trae naranjas en vez de chocolate, Dae quiere gritar de frustración, pero cuando su madre sale de la habitación y JongUp saca una chocolatina del bolsillo y una hermosa sonrisa aparece en su cara, DaeHyun instantáneamente se siente mejor. Debe ser el chocolate, piensa.

 

Cuando los siete días de arresto domiciliario terminan y DaeHyun puede volver a salir de casa, queda con JongUp en el parque por la tarde, alrededor de las cuatro, pero ya es de noche y el lugar está desierto. Las farolas que irradian una luz tenue y los muñecos de nieve que han sido construidos durante el día, mantienen a los dos chicos sentados en los columpios en compañía.

-¿Puedes adivinar dónde está la caja de arena? –Pregunta JongUp de repente.

Dae deja de jugar con la punta de su bufanda y mira alrededor. Todo lo que puede ver es nieve, nieve y más nieve. Gira la cabeza ligeramente hacia un lado y luego al otro, pero todo es lo mismo.

-¿No puedes? –Pregunta de nuevo con un deje de tristeza en su voz.

-No –Admite el mayor después de un par de minutos de inútil observación –Todo se ve igual– añade y JongUp niega con la cabeza.

-Es sólo que tú no lo puedes ver…

 

DaeHyun tiene diez años y JongUp ocho cuando el rubio se pregunta si el pequeño y él ven las cosas de la misma manera.

~ ~ ~

-No puedo hacerlo –Dice mientras JongUp apuñala un pedazo de carne con el cuchillo.

Por suerte, sólo están él y DaeHyun en la mesa cercana a la puerta de salida.

La cafetería de la escuela está llena de gente, pero nadie excepto a ellos les gusta estar al final. Los estudiante hablan acerca de las actividades deportivas próximas y el festival escolar, otros llaman a sus amigos para que les guarden sitio, algunos profesores vigilan para evitar posibles peleas de comida que se producen de vez en cuando y mientras DaeHyun devora todo lo de su bandeja, JongUp piensa en la tarea de clase. Nunca ha sido un problema para él hablar de sus sueños y esperanzas, sobre lo que quiere hacer en el futuro, pero por lo general la única persona que lo escuchaba era Dae, alguien que asiente con la cabeza y sonríe, asegurándole que nada está fuera de su alcance. Pero de pie, frente a su clase entera, expuesto a posibles burlas es una historia completamente diferente.

-Claro que sí –Murmura el mayor entre bocado y bocado– Y si no quieres decir la verdad, sólo miente.

JongUp deja de apuñalar a la carne sádicamente y se la queda mirando. Hay un sentimiento indefinido en sus ojos, pero como siempre, DaeHyun entiende bien lo que significa. Levanta las manos en el aire como un signo de rendición.

-Lo sé, lo sé–Suspira–. No quieres mentir.

 

Después de las clases regresan juntos a casa.

Es primavera, los días son más largos y el olor a galletas recién horneadas permanece en el aire. JongUp camina unos pasos por detrás de DaeHyun, quien inhala profundamente y se vuelve sobre sus talones para enfrentarse al menor.

-¿Cómo te fue?–Pregunta a pesar de que puede deducir la respuesta sólo por la postura del cuerpo de JongUp. Su mirada fija en el suelo y sus puños cerrados con los nudillos blancos.

-¿Les dijiste la verdad?–Asume Dae y JongUp asiente con la cabeza.

-Ellos no lo entendieron…–suspira y el mayor se pregunta si debe seguir con sus preguntas.

No lo hace.

En su lugar, toma la mano de JongUp con la suya y empieza a correr.

 

DaeHyun tiene trece años y JongUp once cuando por primera vez no vuelven a casa antes del toque de queda y Dae ve las estrellas en los ojos del menor en vez de en el cielo nocturno.

~ ~ ~

En un suspiro, la escuela ha terminado y el verano está llamando a la puerta con sus colores llamativos, noches cortas y el olor de la hierba recién cortada en el aire. El parque con los columpios pintados de rojo es demasiado pequeño igual que los prados  y bosques que rodean su pequeño pueblo.

-¿Vendrás esta noche?–Pregunta JongUp con los ojos brillantes y una sonrisa amplia. DaeHyun sólo asiente con la cabeza, porque nunca fue capaz de decirle “no” a JongUp.

 

La tarde es sorprendentemente tranquila y las farolas irradian una luz suave sobre la pareja que camina de la mano y los niños que regresan a casa después de un día lleno de numerosas aventuras.

Con la ligera brisa y el sonido de los grillos y las cigarras en el ambiente, dos chicos andan por estrechas calles. JongUp va por delante y DaeHyun hace lo posible por quedar a su altura.

-Unos metros más–Grita el menor y extiende sus brazos como si fueran alas.

DaeHyun tiene miedo a las alturas y no quiere que JongUp se “eche” a volar y lo deje allí, por lo que acelera el paso y atrapa al ángel sin alas antes de que sea demasiado tarde. El moreno entrelaza los dedos con los del mayor y sonríe. Llegan a su destino en cuestión de segundos y se tiran en la hierba.

La respiración lenta y el rítmico subir y bajar del pecho, unas palabras susurradas cuando cae la primera estrella del cielo nocturno.

-Pide un deseo–Sus labios tiemblan un poco, pero DaeHyun no quiere cerrar los ojos. En su lugar, mueve la cabeza hacia el otro lado y mira a JongUp.

El más joven no se da cuenta de nada, pues está inmerso observando el cielo lleno de millones de estrellas. Cada una de ellas es única y hermosa, diferente a las demás. Brillan en la distancia, pero a sus inocentes ojos les parece que están cerca. Sería capaz de alcanzarlos si sólo tiende la mano.

-Algún día–Susurra–, yo estaré entre ellos…

DaeHyun tiene diecisiete años y JongUp quince cuando el primero se da cuenta de que su silencioso deseo es para JongUp un sueño que quiere hacer realidad.

~ ~ ~

El otoño se supone que es una época alegre, de tonos cálidos como el naranja y el marrón, de pasteles de manzana y puestas de sol impresionantes. Una época de risitas tímidas y miradas robadas en el comienzo de un nuevo año escolar en el que los chicos crecen y las chicas se vuelven más guapas. Una época para continuar con la rutina diaria que se detuvo durante los tres meses de verano.

Para DaeHyun, el otoño es el comienzo de una pesadilla de la que no puede despertar, sin importar lo mucho que intente.

En septiembre, la eterna sonrisa de JongUp poco a poco comienza a desvanecerse. La hora de la comida no se llena de risas y los chistes y bromas que se solían hacer son cosas del pasado. Deja la comida intacta, perdiendo su mirada en la nada. DaeHyun chasquea los dedos frente al rostro del menor, pero no hay reacción alguna, tan solo sigue observando algo visible únicamente para sus ojos.

El estrés se mezcla con la falta de sueño y DaeHyun se empieza a culpar a si mismo de la falta de expresión en el rostro de JongUp. Trata de hacer todo lo que se le ocurre, pero nada funciona y cuando el menor le deja una nota que reza “No sirve de nada, algunos sueños no pueden hacerse realidad” escrito de su puño con letra desordenada, DaeHyun se aleja de mala gana y deja que las cosas sigan su curso.

Octubre llega sin avisar. Las hojas caen al suelo y los días se van acortando. El teléfono de Dae no ha sonado durante semanas y este lo tira al suelo con desesperación.

Se siente impotente pues JongUp se niega a mantener contacto con él.

Y pronto los rumores empiezan.

Los rumores son crueles, ya que juegan con el corazón y la mente de DaeHyun.

Los rumores son despiadados y DaeHyun se tapa los oídos con las manos, negándose a escuchar, pero oye murmullos en las esquinas del hospital cuando va en busca de la puerta con el número 326 en ella. Los escucha con más fuerza cuando abre la puerta y ve una figura frágil junto a la ventana, mirando el oscuro cielo, buscando las estrellas en una noche nublada. Los rumores se burlan de él cuando se acerca al chico con el pelo castaño. Sus ojos se humedecen cuando salva la distancia entre ellos y pone sus brazos alrededor de aquella delgada figura.

-Lo siento…–Susurra cuando todo está en silencio– Lo siento…

Sus palabras se mezclan con las lágrimas y los sollozos se escapan de su pecho

-Lo siento…

Y el mundo se detiene por un momento.

 

DaeHyun tiene diecinueve años y JongUp diecisiete cuando los caramelos del pequeño se convierten en pastillas que se deslizan por su garganta y las blancas paredes y los fluorescentes son todo lo que le queda a éste.

~ ~ ~

DaeHyun siempre odió el invierno, pero JongUp hacía que fuera soportable.

A Dae le gustaban las galletas de canela, pero eran las favoritas de JongUp, de modo que las comía hasta en contra de su voluntad cuando visitaba al menos, porque decir “no” a esa hermosa sonrisa nunca fue una opción.

DaeHyun siempre odió el frío y se vestía con tres capas de ropa antes de salir de casa, pero JongUp amaba la nieve y estar al aire libre, por lo que DaeHyun iba con él. Los abrazos que recibía de JongUp porque tenía miedo de que el mayor se congelara, eran agradables y cálidos, y tal vez por eso el invierno no era tan malo  después de todo.

Compartían chocolate y deseos secretos bajo el cielo de la noche porque JongUp le había dicho que las estrellas brillan más en invierno.

 

Es diciembre, la temperatura es bajo cero y DaeHyun está helado, pero por primera vez en su vida no le importa. La chaqueta que lleva puesta es delgada y no hay abrazos para mantenerlo caliente. Está de pie en la azotea del edificio donde vive.

Es casi imposible ver las estrellas, pero DaeHyun nunca deja de intentarlo. Da un paso más hacia el borde y mira hacia arriba.

-¿Estás ahí? ¿Me estás mirando?–Susurra suavemente a sabiendas de que su pregunta se quedaría sin respuesta.

 

DaeHyun tiene diecinueve años cuando todo termina.


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