Allí me encontraba, a pocos pasos de dejar de existir.
Un acantilado, un mar inmenso, un ser infeliz que se limitaba a tener a una sola persona para dejar de serlo, una cabeza repleta con miles de pensamientos y un amor no correspondido que me llevó a hacer esto.
Hacía frío y el viento soplaba muy fuerte por la zona, eso hacía que cerrara mis ojos hinchados y varias lágrimas se escaparan de los mismos involuntariamente.
- No me ama. Nunca lo hará... ¿De qué me sirve vivir ya? - Me dije en tono casi inaudible, mi voz estaba ronca de tanto llorar y gritar sin consuelo alguno, aún no podía superar el hecho de haber sido rechazado en silencio. Así es, en silencio, no dijo una sola palabra ante las mías, pero su cara de sorpresa y conmoción me lo habían dicho todo. Absolutamente todo.
Solté un prolongado suspiro y extendí mis brazos como si fuese a volar, dejando que el viento despeinara mi cabello hacía atrás. Su hermosa voz inconscientemente resonaba en mi cabeza.
- Mir, no lo hagas... -
Repetía una y otra vez, luego sentí que se hacía más fuerte.
– Mir, ya basta, ¡No vayas a cometer una locura!
Lo siguiente fue un grito acompañado de llanto y fue ahí cuando me dí cuenta que no era mi mente la causante de esas frases.
- Mir, ¡DETENTE! -
Solo me resigné a seguir escuchándolo y tomé aire antes de dar el último paso, no tenía ganas de oír un “Podemos ser amigos” o algo por el estilo, ya que yo no iba a ser capaz de seguir viendolo con esos ojos. Interrumpiendo mis pensamientos, se aferró fuertemente a mí, me rodeó con sus brazos y en un tono bajo, pero desesperado me dijo
- Si tú saltas, yo lo haré contigo. - Era él. Era Joon. Sus palabras expresaban compañía y me hacían sentir confortado como nunca antes lo había estado.
Caí de rodillas al escucharlo, me sentí débil y comencé a sollozar. Luego de una milésima de segundo, volví a escuchar su hermosa voz susurrando en mi oído
- Perdón. Soy un idiota, perdóname… Yo te quiero, Mir, pero al escuchar tu confesión, me quede atónito sin poder hablar… No soy nada sin tí pequeño. - Luego de esto, se agachó y me abrazó por detrás, apoyando su cabeza en mi hombro.
- ¿Tú m-me... quieres? - Pregunté nervioso, no podía creer las palabras que habían salido de su boca. Las cuales, por cierto, eran las únicas que quería escuchar hace tiempo.
- Más de lo que te imaginas, Miru. - Dijo presionando sus labios en mi cuello, mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro. Ladeé un poco la cabeza sin soltarme de su abrazo. Quedamos frente a frente, sus ojos estaban siendo cubiertos desprolijamente con un par de mechones del flequillo, los corrí con mi mano, pudiendo ver la sinceridad en su mirada. Me atrajo hacia él y compartimos un dulce beso.
Yo seguí llorando, pero ahora de pura felicidad. Ese amor era mutuo.