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No evitar un crimen por F M Manson Chocolate

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La sangre roja deslizaba por su trigueñita piel, bajando lentamente por los dedos, creando una pequeña posa en las palmas, la cual era fijamente mirada por los ojos azules que no se despegaban del líquido rojo, que seguía su camino en cascada por los brazos desnudo, del joven rubio que se postraba arrodillado entre las piernas desnudas de su amante.

El dueño de aquella sangre miraba a la mirada embelesada del rubio con ojos vacios. El rubio siempre había sido así, un amante extremamente impredecible, pero siempre tan apasionado. A él le encantaba eso. Le encantaba que el ojiazul cortará su piel mientras lo embestía fieramente, el dolor hacia que el placer orgásmico de los golpes contra su próstata fuera mucho más intenso. Mismo que esos hábitos masoquistas le robaran la vida en ese momento.

–          Por fin todo terminó. –  se acostó sobre el reciente cadáver y sin poder evitarlo lamio un poco de la sangre que penas salía de un pequeño corte que se encontraba en la suave mejilla del chico. – Realmente fue un placer conocerte. – dijo en un susurro como si le escuchara.

Los ojos vidriados del pelinegro seguían mirando al rubio, pero ahora sin vida, sin reacción, pero con el mismo amor que siempre le habían profesado. El rubio vio por última vez aquel ser que lo amo y que solo fingió corresponderlos. Siempre lo hacía, solo que nunca había llegado a ese extremo; no se arrepentía. Es más, se preguntaba por qué no lo había hecho antes. Pero eso no era el punto. Ahora la prioridad era salir de ahí sin levantar sospechas.

Y por eso se levanto y se limpió con los pañuelos que siempre llevaba en su bolsillo, para después salir por una ventana –ya que, después de echar un ojo por la cerrojo de la puerta, viendo como en el pasillo se paseaba una mujer que “limpiaba” el suelo, mientras leía una revista–, pero,  no sin antes comprobar que no dejaba pruebas de su estadía en aquel pequeño y mugroso cuarto de motel barato.

 

Por las calles no había nada ni una sola alma se encontraba presente y así él podía salir a sus anchas y caminar libremente por las calles, más pobladas. Llenas de personas que siempre pensaron que él era un ser angelical, por su apariencia y sonrisa. Pobres ilusionadas. Que no veían la verdad bajo la capa de inocente belesa que escondía su alma sucia y llena de cicatrices de una infancia traumática, que todos pensaron olvidada y perdonada.

 

_-_-_-_

 

Pasó un par de horas hasta que encontraron el cadáver; y el olor que era insoportable inundaba la pequeña habitación, que ahora se encontraba llena de policías y sus típicos instrumentos para buscar vestigios. Mientras entre ellos un azabache miraba al occiso revisándolo de pies a cabeza en busca de algún indicio que pudiera considerar como prueba relevante  para el caso.

 

–          Vamos... – dijo el peliplateado, posando su mano sobre el hombro del pelinegro, haciéndolo reaccionar-...es mejor que dejemos esta investigación a otro...

 

–          ¡Ni lo sueñes Kakashi!

 

El pelinegro se apartó de su compañero, enfadado e indignado por la proposición de este. Y Kakashi simplemente negó con la cabeza, sabiendo que el pelinegro reaccionario así.

 

–          ¡Yo descubriré el idiota maldito que se atrevió a hacer esto a mi primo!

 

–          Está bien- dijo con resignación en peliplata, sabía que era difícil hacerlo entrar en razón.

 

Pasó más un rato, y el pelinegro mofó cuando escucho, que aquel asesinato había sido un más un crimen pasional, de los muchos que ocurrían en locales así, para después salir abruptamente del local.

 

«Crimen pasional…» murmuró furioso, saliendo de aquel horrible local. «Se encontrar un hombre lleno de cortes en su piel evidencia de que había sangrado hasta morir, era considerado un crimen pasional.» pensaba para sí mismo caminando rápidamente por las mal iluminadas calles, ignorando las sombras que bailaban en las paredes para después se recordar de algo. Un asesinato que había salido en los jornales, hace apenas unas semanas.

 

 Esa forma de matar tan lenta y sádica –que dejaba el cuerpo de la victima desnudo, sobre una grande posa de sangre, y lleno de marcas de cortes de navajas, que se encontraba escondidos entre marcas de actos pasionales–, la forma de cómo estaba el escenario y el extraño facto de las víctimas no presentasen indicios de violación, ni hubiesen vestigios del asesino en lugar alguno. Todo era igual al asesinato que había ocurrido en el baño masculino de la estación hace unas semanas y todo indicaba que el asesino fuera el mismo.

 

Por eso se dirigió rápidamente al baño de la estación, esperando encontrar algo, pero los resultados no fueron satisfactorios. Él, después de una hora de busca, no había encontrado nada.  Absolutamente nada, reviso cada detalle pero nada. Y cuando se estaba preparando para reiniciar su busca un ruido puso sus nervios de punta; un ruido que era justamente detrás de él y cuando se volteó se encontró con un hombre, que por unos segundos le pareció un ángel.

 

–          ¿Quién eres? – preguntó apenas, viendo al rubio, para después cuestionar, un poco más calmo y no tan sorprendido. – ¿Cómo entraste?

 

–          Por la puerta 'dattebayo. – respondió sonriendo burlonamente, mientras se acercaba lentamente, mirando fijamente al pelinegro, pensando que el chico era muy, pero muy interesante. – Y no se debe preguntar el nombre de una persona, sin se presentar primero.

 

–          Obito Uchiha. – se presento. – así que ya sabes quién soy yo, ¿quién eres? – su voz sonaba seria, no quería un estorbo en su trabajo.  Aunque tampoco podía negar que ese chico le causaba curiosidad, demasiada para su gusto.

 

–          Naruto Uzumaki...placer Obito. – respondió, usando un tono de lo más sugerente cuando pronuncio el nombre del pelinegro, haciéndolo estremecerse levemente.

 

–          Bueno ahora y sin ofender estoy muy ocupado así que hacen de largarte de aquí. – pidió con toda la “educación” que se permitía su ser. – estoy trabajando.

 

–          Perdona, pero quiero lavar las manos, prometo no molestarte... – dijo sacando las manos de sus bolsillos, haciendo que un pañuelo lleno de sangre cayera, sin que el rubio diera por eso.

 

–          ¿Qué demonios? – dijo viendo el pañuelo lleno de sangre. – ¿qué haces con eso?- preguntó señalando aquel objeto.

 

El rubio trató de no mostrarse muy alterado, pero su voz tembló un poco cuando dijo. – Me corté en el dedo, y tenía ese pañuelo enrolado.

 

Pero el Uchiha no le creó nada. No porque fuera un habito suyo desconfiar de las personas –o tal vez si, ya que su profesión le enseñó eso mismo–, sino porque el reciente asesinato de su primo lo había dejado algo paranoico.

 

–          A ver la herida.

 

El rubio le mostró el dedo, que tenía un pequeño corte, que se hiso mientras cortaba la piel de su –ahora muerto– amante.

 

–           ¿Ves?

 

El pelinegro no podía dudar de la palabra del rubio, teniendo las pruebas frente a sus ojos, así que se relajó.

 

–           Está bien te creo, es que ahora ando algo paranoico.

 

El rubio sonrió pícaro, mirando al Uchiha de arriba abajo, viendo como este estaba con la cabeza baja sobando la nuca levemente avergonzado, y decidió que él sería su próxima víctima. Y por eso, puso su mejor mueca de preocupación y pregunto:

 

–          ¿Está todo bien?

 

–          No lo sé  –respondió, todo abatido. – encontré asesinado a mi primo y estoy seguro que no es un crimen pasional como todos dice, Eso es obra de un profesional, de un asesino en serie.

 

–          Tu primo fue asesinado... –dijo con falsa lastima, colocando su mano sobre el hombro del pelinegro–...debió ser horrible Obito.

 

De repente la mente del rubio hiso Clic, y recuerdos de una de las pocas charlas que tuvo con Sasuke vino a su mente, recordándole que su ex amante tenía un primo policía de nombre Obito.

 

–          Sí, pero ahora solo quiero atrapar a ese bastardo. – afirmó ganándose esa mirada recelosa de Naruto.

 

–          Mmm...sabes lo que pienso... – el rubio, trata de sonreír. –...que deberías olvidar eso por ahora, tú no estás en condiciones de resolver un asesinato.

 

–          ¡Pero qué dices!  –exclamó. – Ahora más que nada tengo que resolver este caso. Sé que si alguien más se entromete solo dirán que fue un asesinato simple: se estancaran y no lograran nada, así que no me digas eso.

 

–          Pero... – dijo con tono calmado, tratando de hacer el pelinegro razonar, al mismo tiempo que trataba de no perder la calma. –...estás demasiado nervioso.

 

–          No lo estoy – mintió, aunque era cierto. – ¿A quién engaño?, pero eso no me detendrá.

 

Obito le dio la espalda, guardando el pañuelo lleno de la sangre de Sasuke en su bolsillo, instintivamente. Y  con eso haciendo que el rubio, que perdiera la calma y lo echara todo a perder. Ya que, ya tenía su mano a sus espaldas agarrando el arma que siempre llevaba consigo. Pero aun así no quería matar al pelinegro, era demasiado bueno para matarlo así sin más, por eso se limito a tomar la arma y golpearle la cabeza con ella, dejándolo inconsciente.

 

Ni siquiera pudo reaccionar cuando vio como el rubio saco una navaja. Sintió un fuerte muy grande en la cabes y todo se volvió negro.

 

–          ¡¿QUÉ MIERDA HICISTE?! – escuchó el rubio en su mente, era la misma voz que lo incitaba a hacer aquellas cosas. – ¿No ves que echaste todo a perder? ¡¿Y ahora como saldrás de aquí con un chico inconsciente sin llamar a la atención?!

 

–          Y-yo…– tartamudeó sintiendo zumbidos en sus odios, a la medida que se ponía cada vez más nervioso. Para después casi sentirse explotar al escuchar como alguien entraba.

 

–          ¿Estás aquí Obito? – dijo el nuevo ingresante entrando en el baño, viendo como un rubio cargaba a su compañero. – ¿Qué le haces mocoso?

 

 Naruto no tuvo tiempo para pensar, los niervos lo carcomían y por eso tomo el arma, que aun estaba en su mano, y mató al peliplateado.

 

–          Genial idiota. –otra vez esa voz resonaba en su mente. – Ahora más un cadáver ¿tienes una idea de cómo escaparas? –cuestionó.

 

Los vidriosos –por los niervos– ojos azules del rubio empezaron a correr el baño para después se centraren en una pequeña ventana, descubriendo una salida, que aunque fuera pequeña serviría.

 

Y ahora tenía un método de escape. Vio por encima de la ventana viendo que era un callejón y que no estaba muy mal. Tomo al pelinegro a cuestas y primero lo aventó a él; sabia que la caída no sería tan grave. Ya cuando su víctima estaba afuera fue su turno de salir.

 

Ya del otro lado de la ventana, tomo al pelinegro como un saco de papas y lo llevó a su departamento, pasando por varios vecinos suyos que solo lo saludaban con una sonrisa, ya que pensaron que el amable Naruto ayudaba a un amigo borracho.

 

Cuando el pelinegro empezó a despertar sintió como alguien lo cargaba pero se sentía tan aturdido que no podía hacer nada, para evitarlo y más porque todavía no recobraba todo el conocimiento, pero no pudo evitar asustarse, cuando oyó el sonido de una puerta cerrarse.

 

Después de cerrar la puesta de su departamento, Naruto llevó su nuevo “amante” a su habitación, para luego acostarlo en su cama sin grande cuidado, para de seguida esposarlo por las muñecas y por los tobillos a su cama.

 

–          ¿Qué pasa? –murmuraba, Obito sintiendo como aprisionaban sus muñecas y sus tobillos, para después mirar a su agresor con los ojos entrecerrados, y preguntar:

 

–           ¿Qué estás haciendo?

 

El rubio se espanto y casi brinco al escuchar el Uchiha, para después posar los ojos sobre las yemas negras del otro. Que cuando, por fin, se despertó por completo y con la cabeza le dolía horrores, miró fijamente al rubio con una rabia creciente, para después volver a  preguntar:

 

–           ¿Qué demonios estás haciendo?

 

Naruto trago grueso, pero en seguida sus ojos tomaron un color rojo y una sonrisa maliciosa nació en sus labios. Mientras Obito miraba sorprendo como esas iris azules se volvían en un tono rojo como la sangre, pero no por eso dejó de exigir una respuesta, mientras se revolvía entre las cadenas, aunque con eso solo se lastimaba más.

 

–          shh...-dijo el rubio sentándose entre las piernas abiertas del Uchiha, mientras posaba un dedo sobre los labios de este calándolo-...no hagas tanto ruido...

 

–          Suéltame. –exigió queriéndose mover más. – ¿sabes? no diré nada, pero suéltame. –mintió, mientras su voz temblaba y más al ver esa sonrisa llena de maldad.

 

–          No tengo ganas...-se acuesta sobre el cuerpo del otro-...primero quiero disfrutar de ti...-toma una majaba y empieza a romper la camisa del pelinegro, cortándole  levemente la piel.

 

–          ¡¡No me toques!! –gritó tanto por el dolor de la cortada, como por saber de lo que le pasaría.

 

Naruto perdió la poca paciencia que tenia y lo abofeteó con fuerza, haciéndolo voltear el rostro. Y Obito cayó de golpe. Se resistía a llorar, pero no podía. Se sentía extremamente débil.

 

–          ¿Por qué? ¿Por qué hace esto? – preguntó bajito. – ¿Tanto te hicieron  daño para que le hagas daño a los demás? –sabía que podía ayudarle, o por lo menos ganar tiempo hacer le hablar, pero no estaba el 100% seguro.

 

Algo en el rubio se quebró en ese momento, un muró que lo protegía de todo, y él se congeló sobre el pelinegro, mirándolo sin ver, sintiendo como su mente era ahogada por recuerdos que pensó olvidados y con eso parte de si mismo se perdió.

 

–          Dime. ¿qué te hicieron para que te motivaran hacer esto?  –insistió al ver que Naruto paraba sus acciones.

 

Lagrimas  silenciosas empezaron a bajar por las mejillas del joven de ojos rojos, que volvían a ser azules.

 

–          No tiene que hacer esto. –mencionó. – se ve que has sufrido; pero si haces esto solo te estás pareciendo a los que te hicieron sufrir.

 

Naruto miró al otro con los ojos vacios, al tiempo que un pequeño sollozos escapaba de sus labios.

 

–          Te puedo ayudar. – insistió entrecortadamente, ya que las heridas de las muñecas y de los tobillos le empezaban a arder. – Solo suéltame.

 

El  ojiazul se sintió conmovido, y llevó una mano a la esposas de las muñecas del ojinegro, para después soltarlo con cuidado, para después ver como el pelinegro, se sentaba murmurando un suave gracias, mientras él se apartaba un poco y luego abrazarse a sus rodillas.

 

Obito sabía que lo más lógico era salir se de ahí lo más pronto posible, pero verlo ahí tan...tan desolado, se desistió en sus ideas y cuestionar – ¿Estás bien? – y después ver como el rubio lo miraba con decenas de lagrimas bajando por sus mejillas.

 

–          Vamos, no llores. –pidió, empezando a limpiar las cristalinas lagrimas con el dorso de su mano.

 

Pero el rubio lo tomó bien y empezó a gritar y a patalearse, apartando al pelinegro.

 

–          N-No me golpeen más... ¡No más! -grito protegiendo su rostro, después de ver como el amable rostro del pelinegro era substituido por el horrible rostro dos hombres que lo miraban con malicia, mientras tomaban una navaja y empezaban a hacer las marcas en sus mejillas. Y con eso una gran ira le cegó de pronto, las ansias de sangre volvieron, necesitaba quitarse con alguien, con lo que fuera y por eso toma al pelinegro por el cuello, empujándolo contra la cama ahorcándolo.

Y el pelinegro movía y golpeaba al rubio, tratando de soltarse, pero la falta de oxigeno, hacia que le fuera más difícil de moverse, y por eso las lagrimas de impotencia y dolor empezaban a deslizar por sus mejillas, mientras de su boca salían pequeños y casi inaudibles quejidos de dolor.

 

El rubio apretaba muy fuerte su tráquea, hasta que dejo de ver a esos hombres y veía aun pequeño niño...era el. Veía como lloraba y pedía auxilio y fue cuando dejo de estrangularlo

 

–          ¿¿Qué acabe de hacer?? – se preguntó, apartándose abruptamente del cuerpo inconsciente del pelinegro, tropezando en un zapato, terminando por caer de espaldas en el suelo, para después seguir apartándose rápidamente, hasta quedarse con la espalda apoyada en la pared.

 

Naruto se revolvió los cabellos, nervioso casi arañándose por pura necesidad y sintiendo a flor  de piel la desesperación. Se levanto un poco viendo al inconsciente joven que yacía en su cama.

 

–          ¿E-Estará muerto? – preguntó esperando escuchar su otro yo, pero no lo único ruido que escucho fue un suave respirar venido del pelinegro.

 

Soltó un suspiro de alivio; al menos se encontraba vivo. Para después preguntarse ahora ¿qué haría? dejarlo ir no estaba como opción ¿cómo lo haría? no era tan tonto como para no suponer que si hacia eso su vida libre se acabaría entonces ¿qué?

 

El  pelinegro tosió, para después respirar muy profundamente mientras se sentaba, apretando su cuello y el rubio quiso acercarse a él, mas esta se alejo de él asustado.

–           No te me acerques. – dijo Obito, sintiendo la garganta rasposa por el esfuerzo. Pero  mientras se apartaba asustado, llegó a la conclusión que aquel hombre podría ser el asesino de su primo, idea que fue asegurada cuando vio una foto del rubio y de su primo sobre la secretaria que se encontraba tras el rubio.

 

–          Tu... – inició. –  ¿tu mastates a mi primo? – no era una pregunta era casi una confirmación de lo que estaba viendo. – ¿tú has matado gente no? eres un asesino en serie.

 

Naruto se sintió sin suelo, el mundo le cayó encima, y él no sabía qué hacer...

 

–          Estás enfermo. –afirmó el pelinegro, mientras todos los métodos de tranquilizar a un psicópata se fueron por la cañería, ese, ese ser había matado Sasuke... ¿Cómo? ¿Cómo no se dio cuenta?

 

Se  sentía tan idiota. Y  ahora sentía ganas de matarlo, de hacerlo pagar por todo que le hiso a su primo. Pero  algo no lo dejaba, probablemente eran aquellos ojos azules llenos de culpa y dolor, o tal vez era aquel extraño sentimiento que nació en el pecho la primera vez que vio el pelirrubio.

 

Naruto se sintió acorralado sin saber que hacer miraba a todos lados buscando una solución y no encontraba nada hasta que sus ojos azules se posaron sobre el arma que se encontraba en la mesita de noche, y que al parecer el pelinegro no vio.

 

–          ¿Sabes? realmente pensé que podía entenderte pero veo que no. – dijo Obito acercándose a él viendo como su saco estaba suspendido detrás del rubio, recordándose que tenía su arma allá escondida. Y que con un poco de suerte podría utilizarla contra él rubio.

 

–          Pero...no hare nada, solo me iré de aquí y haremos como si nada hubiera pasado. – afirmó, acercándose más a él a paso lento quedando de frente al rubio casi tan cerca de su arma.

 

Y con eso, Naruto vio la oportunidad perfecta, y por eso saltó aterrando cerca de la mesita de noche, para después tomar su arma y apuntarla al pelinegro, viendo como este hacia lo mismo.

 

–          Bien...parece que esto es el final ¿no ‘dattebayo?

 

–          Baja el arma. –ordenó, Obito amenazador.

 

–          Bájala tú.

 

–          No...ahora baja la pistola y no te disparare

 

–          Soy rubio, pero no soy idiota, ahora bata la puta arma 'dattebayo!!

 

–          Yo tampoco soy ningún idiota. –le quita el seguro tentando el gatillo. – Será mejor que te mate por lo que hiciste.

 

El rubio deja el arma cair, recordándose de todos los chicos que había asesinado, al mando del otro lado suyo que ahora lo dejaba completamente solo y indefenso contra las recordaciones que lo atormentaban con imágenes de lo que sufrió y de lo que hiso sufrir a los otros, solo para poder vengarse de alguien más.

 

–          Tienes razón...

 

Susurró el rubio abatido, abriendo los brazos con la cabeza baja, esperando que el otro lo matara de una vez. Y con eso terminara con su patética vida. Pero Obito que lo miraba detenidamente sin moverse y que tenía todas las a oportunidades de matarlo, sentía que lo tenía a su mercad pero no podía.

 

–          ¿Por qué? ¿por qué no puedo hacerlo? –se preguntó, mientras bajaba a poco y poco el arma, sintiendo la impotencia de disparar.

 

–          No puedo, no puedo. –repitió una vez más, haciendo que le rubio lo mirar sorprendido, para después volver a decir, pero esta vez mirando a los intensos ojos azules del chico. – No puedo, no puedo matarte.

 

–          ¿Por qué?

 

–          No sé, simplemente no puedo. – dejo tirar el arma. – Tal vez porque me das lastima, no sé.

 

Naruto no sabía qué hacer, se encontraba sorprendido. Y Obito se sentía confundido; una parte pedía matarlo y otra se lo impedía a hacerlo

 

–          Yo...yo no sé lo que sienta por ti.

 

–          Yo  no quiero lastima de nadie ‘dattebayo. – mofó el rubio, cruzándose de brazos ofendido. – Nunca la necesite. Siempre sobreviví sin la ayuda de nadie.

 

–          No  es lástima. – rectificó, bajando la mirada apenado. – Es otra cosa.

 

–          ¿Qué cosa? – el rubio lo mira, sintiendo la necesidad genuina de abrazarlo.

 

–          No lo sé, no me preguntes. – sentía. – No puedo perdonar lo que hiciste, pero tampoco quiero herirte... – se ríe un poco. – Creo que yo también estoy loco.

 

El rubio sonrió verdaderamente por la primera vez en años, para después abrazar al pelinegro, sintiéndose salvo. El Uchiha le correspondió al abrazo aspirando el olor leve de sangre en su cuerpo, pero eso no le importaba «te quiero» se escapo de sus labios de manera sincera, y haciendo que Naruto sintiera su corazón latir como un loco, y como sus mejillas empezaban a arderle, y por eso escondió su rostro en el cuello del Uchiha para después responder con un tímido «yo igual...»

 

El joven azabache acaricio sus cabellos rubios. «Te voy a proteger», murmuro; sabia que lo del rubio era incurable, entonces, por primera vez en la vida, haría todo a lo contrario que juro una vez, evitar un crimen. 


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