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En la oscuridad del Bosque por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Aquí otro capitulo... reesubido .. e.e lo queria editar y sin querer lo borre e____e

Saludos y Gracias por leer <3

 

El tacto frío de  un paño empapado sobre mis ojos me despertó con un leve sobresalto. El cálido calor de las brasas en la chimenea detonando llegaba hasta la cama donde estaba tendido. Miré hacia mi lado, la vieja mesita de roble con un par de banquitos y la pequeña ventana me parecían familiares, estaba en mi hogar. 

- Por fin has despertado, pequeño- Los ojos miel del cazador se iluminaban como oro gracias al fuego de la chimenea. Estaba sonriendo. 

- ¿Qué…Qué hacemos aquí?- Pregunté confuso mientras buscaba a mi madre, pero solo encontré las puertas abiertas de su ropero vacío. 

- Ah sí…- Dijo respondiendo a mi asombro – Él estado de tu abuela ha empeorado y tu madre ha decidido ir a cuidarla a su casa…-

- Pe… ¿¡Pero cómo!?  Si apenas la vi ayer… ella estaba bien-

- Has dormido por cinco días, Sasha-  Dijo acercando su rostro pálido hasta mí, tan cerca que pude sentir su respiración tranquila como brisa en mi cara. Sus ojos almíbar me miraron fijamente mientras se acercaban cada vez más, no pude evitar sonrojarme. 

- Creo que ya ha bajado tu fiebre…- Susurró mientras apoyaba su frente sobre la mía, para sentir mi temperatura. 

- Por cierto…- Comenzó como si hubiese recordado algo importante –Tu madre me ha dejado tu cuidado.... Y no puedo negarme a las órdenes de una dama tan linda-  ¿¡Qué!? ¿Yo al cuidado de él? ¡Él parecía tener la misma edad que yo! 

- Yo puedo cuidarme solo…- Dije en un tono desgastado.

- Por eso casi te devora aquella bestia…- Río sarcásticamente. 

- ¡Además tu apenas eres un joven!- Exclamé como último recurso - ¿¡Cuántos años tienes!? ¿Diecisiete? ¿Quinc…? -

- Tengo mucho más que eso…-Interrumpió molesto. La verdad no lo parecía. Sus ojos eran suaves como los de un niño, su tez pálida y dócil resplandecía con la gracia de un adolescente. Incluso su cuerpo alto y delgado, pero con fuertes hombros y brazos enérgicos no aparentaban más de veintidos años. Yo apenas tenía dieciocho y mi apariencia era semejante a la de él. 

- ¿Cuantos? – Insistí.

- Veintiocho-
 Dijo secamente en un tono de fastidio, como si le molestase mi pregunta.

- Y desde ahora seré el encargado de cuidarte… Hasta que tu madre vuelva- Estaba enojado, me molestaba la idea de tener que obedecer a un extraño, fruncí el ceño y cuando iba a abrir la boca para protestar, el interrumpió: 

- Mi nombre es Desmond…Desmond Grey – Dijo mientras estiraba su mano hacía mí –Encantado de conocerte, Sasha-Terminó sonriendo. Este hombre no podía desagradarme aunque lo quisiera, su caballerosidad y simpatía terminaron por convencerme. 

- Encantado de conocerte, Desmond- Dije correspondiendo el saludo. En ese momento su sonrisa desapareció junto a una mueca de seriedad. Sus ojos se agudizaron como los de un gato y su cuerpo entero se tensó, incluyendo su mano firme que ya había soltado la mía para tomar una de sus pistolas. 

Agáchate- Ordenó. 

- ¿¡Qué!? ¿¡Por qu… -  No alcancé a terminar mi pregunta cuando un gran estruendo se sintió y una fuerza brutal entró por la ventana y destruyó todo a su paso. Las velas que iluminaban la habitación cayeron al suelo, apagándose y la única tenue luz que destellaba era la del fuego de la chimenea. Aun así pude divisar la silueta de una manada…una manada de lobos.
 
Más de cinco bestias se alzaban contra nosotros, entre ellas pude reconocer a aquella que me atacó la última vez, llevaba una venda en su estómago ¿Quién podría curar a esa bestia? ¿Acaso poseían la suficiente inteligencia para hacerlos ellos mismos? Sus ojos rojos miraban enfurecidos, con ansias de destrucción y caos. Sus colmillos relucían como afiladas cuchillas en su hocico y sus garras alargadas eran verdaderas armas mortales. 

Sin aviso se lanzaron sobre Desmond. El hombre era rápido y sumamente ágil con sus armas. Al primer animal que se abalanzó sobre él le dio una serie de disparos en el estómago con lo que parecía ser una escopeta modificada, de forma que lanzaba más de tres tiros por segundo. La segunda bestia tuvo peor suerte, fue atravesada rápidamente con aquella hacha reluciente que Grey traía amarrada a su espalda. Sin pensarlo y aprovechando que toda la atención de las bestias estaba en Desmond, tomé mis dagas y salté sobre las espaldas del tercero, apuñalándolo en los hombros, la bestia comenzó a sacudirse intentando que me apartase de ella, pero yo me sujetaba firme a su espalda, volviendo a levantar uno de mis puñales para atravesarle el cuello, dejando clavada el arma en su tráquea. Una última sacudida del animal me lanzó lejos e hizo estrellarme con una pared, pero antes de hacerlo fui detenido por los brazos gentiles de Desmond que me sostenía con fuerza y me atraía hasta sí, quedando ambos a pocos milímetros de distancia. 

- G…Gracias- Tartamudeé torpemente, sonrojado. Los ojos dorados de Desmond tenían un encanto especial que me hacía ruborizar cada vez que él los clavaba en mí.  

- De nada…- Sonrió mientras acababa con la vida del lobo al que yo había atacado dándole un certero tiro en el corazón, sin dejar de mirarme fijamente. 

Fuimos interrumpidos por un cuarto lobo que se lanzaba contra nosotros, pero tal como si fuese uno de ellos Desmond se abalanzó sobre él y lo embistió contra el piso, como una bestia. Así comenzó a darse una brutal pelea entre ambos, dándose puñetazos y arañazos, como si ambos fueran dos animales luchando. 

El quinto lobo estaba libre, no tenía más remedio que acabar con él. Pude reconocerlo inmediatamente, era aquél que había acabado con el grupo de bandidos, era aquel que había intentado  devorarme, era al que vi destrozar carne y huesos como si fuesen algodón. Era él más terrible y feroz dentro de los cinco, pero no era el que yo buscaba. 

Lo sabía de alguna forma. Su olor era distinto, su aliento era diferente. Incluso sus rugidos y aullidos no se oían de igual forma. La bestia se abalanzó furiosa sobre mí y por un momento estuvo a punto de morderme. Su hocico dejaba relucir sus filosos dientes justo frente a mi cara, mientras yo sujetaba su boca con ambas manos. La saliva que caía húmeda desde su boca se me hacía sumamente desagradable. Su respirar agitado, frenético, ansioso de clavar sus garras sobre mí, despedazarme y devorarme, sus ansias se hacían cada vez más incontrolables. 

En un acto casi suicida aparté una de mis manos de su boca y rápidamente tomé una de las dagas y la clavé en su estómago, justo dónde Desmond había disparado, las vendas que traía se soltaron y dejaron a la vista todo su torso. Sorpresa fue la mía cuando me di cuenta que todas sus heridas anteriores habían cicatrizado, casi como obra de magia los agujeros hechos por el plomo de las balas habían cerrado por completo, dejando apenas un par de puntos en su lugar. 

La puñalada solo alcanzó para desprenderlo de las vendas, ahora yo quedaba indefenso otra vez. Rápidamente me moví hacia un lado y me puse de pie, dando una hábil patada en la cabeza del animal, pero tan solo logré que tambalease un poco, el cuerpo de la bestia era sumamente duro, como roca. 

¿Qué podía hacer ahora? Las hojas de mis armas apenas podían rozar su piel. Miré hacia un lado, Desmond se hallaba fuera de la casa aún en ardua lucha con la cuarta bestia, estaba demasiado ocupado como para ayudarme. 

Estaba parado sin poder hacer nada, el lobo se acercaba lentamente a mí, asechándome, saboreándome. Comencé a retroceder mis pasos, me estaba acorralando. El brillo de una pistola que había caído al suelo llamó mi atención, la tomé y la estiré entre mis manos con la esperanza que aún tuviese balas. Tiré del gatillo, estaba completamente cargada. Cerré los ojos y comencé a dar una serie de disparos sin mirar si estaba acertando o no, no sabía cómo manejar este tipo de armas y cada impacto me hacía retroceder instintivamente, hasta toparme con una muralla. 

Estaba completamente acorralado, las balas se habían acabado y no tenía recargas. Los pasos lentos y firmes del animal, haciendo retumbar el suelo cada vez que pisaba comenzaron a aterrorizarme. 

Llegó hasta mí y pegó su rostro al mío, su piel estaba caliente y hacía arder la mía con su tacto. Su respiración entrecortada me invadía y cortaba la mía. Sus ojos rojos clavados en los míos, furiosos y hambrientos indicaban que estaba próximo a ser devorado. 

Alzó sus garras contra mí y se dispuso a atravesarme. En ese momento algo le embistió con fuerza y le hizo estrellar con una de las murallas. Un sexto lobo había aparecido, inmediatamente entre los dos comenzó a darse una brutal pelea. Ambos comenzaron a morderse y desgarrarse con los afilados cuchillos que llevaban como garras, la sangré comenzó a brotar de sus cuerpos como sudor. Algo impresionante se dio de pronto, el paso del lobo que me había atacado era cortado con feroces mordidas cada vez que este se acercaba a mí, de alguna forma el último lobo que había aparecido estaba defendiéndome. Después de intentarlo un par de veces, y debido a los rugidos y aullidos feroces de la última bestia, aquel que había estado a punto de devorarme escapó por la ventana, rendido ante su rival. 

El último animal me quedó observando un par de minutos, yo estaba completamente quieto, estupefacto y sumamente asustado después de ver la salvaje lucha que se dio entre los dos lobos ¿Por qué este me había salvado? Se acercó a mí, sus brazos mitad animal, mitad humano me acorralaron contra la pared y él acercó su rostro zoomórfico hasta el mío. En ese momento pude sentirlo, sentir su olor, su respiración, su esencia ¡Este era el lobo que yo había estado buscando!  

Su rostro quedó a pocos milímetros del mío. Comenzó a deslizar su lengua suave y húmeda por mis mejillas, mi cuello hasta bajar a mis hombros que se encontraban desnudos, como si me estuviese probando, causándome un extraño escalofrió y un incómodo temblar en todo mi cuerpo junto a un penoso gemido que no logré evitar.

- ¿¡Qué…Qué haces!? -  Gimoteé exaltado mientras la bestia embestía su cuerpo contra el mío -¡Suéltame, maldito animal!-Apartó su boca de mí para mirarme frente a frente, sus ojos oscuros  me observaban como si quisiesen hablarme. Suaves rugidos comenzaron a escapar de su boca.

- ¡Sasha!- Desmond irrumpía en la casa, mientras con un par de escopetas amenazaba la cabeza del animal. 

- ¡Sé que me  entiendes, bestia!- Exclamó irritado -¡Vamos! ¡Suéltale ahora si no quieres que te vuele los sesos!- El animal giró para mirarle, poniendo su cara encima de sí, lanzando un furioso rugido que hizo que el cazador retrocediera un par de pasos. Sin pensarlo se abalanzó encima de Desmond, embistiéndolo y cayendo junto a él al suelo, desgarrándole la ropa y mordiéndole un brazo. La actitud agresiva del animal me era incomprensible ahora. Alzó su garra directo a la cara de Grey, debía evitarlo de alguna forma. 

- ¡Detente!- Exclamé furioso. Para mi sorpresa la bestia frenó su movimiento en seco, mirándome extrañado. Sin pensarlo demasiado, corrí hasta ellos y me abalancé encima de Desmond, protegiéndole en un estrecho abrazo. 

- ¡Tendrás que pasar por encima de mí si quieres matarle! – El lobo detuvo de inmediato su posición de ataque, de alguna forma este animal no quería dañarme. Sus ojos como hojas oscuras, quedaron fijos en los míos como un hilo tenso, yo no despegué mis ojos de sus pupilas, desafiante. Finalmente apartó la mirada y se hizo a un lado.

- ¡D…Desmond!-
 Exclamé agitado mientras sostenía su brazo herido. Había roto la piel, dejando a la vista músculos y nervios bañados en sangre que escapaba como riachuelos. 

- E…Estoy bien, chico- Dijo intentando de calmarme mientras posaba su  mano libre sobre mi mejilla –Muchas gracias…-Susurró dolorosamente. 

- De…De nad...-  Mi frase fue interrumpida por su mano izquierda atrayéndome hacia su boca, topándose nuestros labios en un incómodo beso. Intenté apartarme de él, pero me estrechó con uno de sus brazos y me sujetó fuertemente por la espalda. Estaba cansado, herido y aterrado, finalmente cedí ante sus escurridizos labios.

Mientras estaba atrapado entre los brazos de Desmond, escuché un rugido furioso y sentí un fuerte estruendo, el lobo había escapado por la ventana. Nuevamente no había podido hacer nada para derrotarlo. 


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