Capítulo 1: Ciudad del mal presagio
Una ciudad cercana al bosque, un lugar con una muy peculiar fama, sus calles eran sombrías, pavimentos de piedras color tumba; casas y edificios lúgubres de un aspecto taciturno, el sol rara vez salía siempre estaba oculto sobre las pesadas nubes grisáceas que siempre rondaban el cielo. No había atracciones o algo que los ajenos a ese lugar pensaran valdría la pena. Las cosas en aquella ciudad eran extrañas y oscuras, enormes misterios rondaban por aquellas calles, sin embargo a pesar de todo aquel pueblo aun siendo realmente una ciudad se encontraba en los mapas como el poblado de Underworld, la ciudad del mal presagio.
A pesar de todos los rumores sobre Underworld, una que otra persona se aventuraba a ir a aquel poblado intentado develar algún misterio. El sol no había salido en todo el día, el sonar del viento chocaba contra los muros de las casas que parecían deshabitadas, prácticamente ni un alma rondaba por las calles.
Un hombre con una capucha negra caminaba mientras el viento movía sus ropas, un par de niños corrieron rumbo a una casa cercana de un triste gris, miraron un par de segundos por la puerta antes de cerrarla. Un forastero había llegado.
En aquellos casos cuando un forastero entraba a la ciudad ninguna explicación sobre lo que ocurría allí le era dada, era difícil conseguir información, pero si llegaban a saber dónde encontrarla pocos le tomaban importancia y la mayoría se iba.
Un bar de vieja madera estaba frente al recién llegado, este entro por la puerta, pocos individuos pasaban el rato en esos momentos y aquel visitante se sentó frente a la barra quitándose aquella capucha negra, el cantinero limpiaba un vaso de vidrio miro al nuevo visitante de Underworld, este llevaba una extraña ropa, un abrigo largo abierto de color verde oscuro, cerrado en su cintura por una faja roja, donde estaban metidas unas katanas, un pañuelo negro atado alrededor de mi manga izquierda; ninguna camisa debajo, y un haramaki verde.
-Sírvame un poco de Sake –Su mirada parecía la de un asesino y aquel cabello verde le daba un toque un tanto extraño, un tarro de sake le fue servido como si de cerveza se tratase, el cantinero lo creía conveniente. El nuevo visitante dio un gran trago bebiéndolo todo, pidiendo una segunda ronda; aquel cantinero estaba seguro que ese hombre querría preguntar sobre aquel poblado, mas su expresión era de duda a ver como este seguía bebiendo sin decir palabra alguna.
-Joven, ¿le gustaría saber más sobre Underworld? –Termino de darle otro trago a su bebida para mirar a los ojos al cantinero.
-No. Me las arreglare, he venido a ver a un amigo. –Era alguien de pocas palabras o al menos no le apetecía hablar mucho en esos momentos. Dejo algo sorprendido al cantinero, nunca se había topado con alguna persona que le dijera semejante cosa ¿Cómo no interesarse por aquel extraño lugar?
Pasos resonaban en a madera, alguien había llegado al bar, el cantinero le dio la bienvenida, saludándolo desde la barra.
-Usopp, hace mucho tiempo que no le veía por estos rumbos – El hombre de mirada asesina sonrió saludando con su mano si darse la vuelta, parecía que el cantinero conocía al joven Usopp, la persona a quien estaba esperando ese día.
-Zoro no creí que llegaras puntual. Me alegra que no te hayas perdido-
-Idiota yo no me pierdo –Dijo en voz alta.
-Disculpen… ¿ustedes se conocen? – Nunca imagino que ese forastero tendría amigos de ese poblado, es más jamás le había visto en su vida.
-Si, por un motivo he regresado y mi amigo ha venido por ese mismo motivo. –
-Y se puede saber –
-Lo siento, así como sabes quién está bajo la máscara del gran sogeking, sabrás el motivo de mi regreso – Usopp pago la cuenta saliendo de aquel bar junto a su amigo, solo el sonar del viento se escuchaba, las palabras se las llevaba el viento eso era algo que Usopp había mencionado, cualquier cosa que tuvieran que platicar no debían hacerlo en las calles, no era seguro. Sogeking era un enmascarado misterioso que aparecía de vez en cuando ayudando a las personas, era considerado el mejor tirador jamás visto, absolutamente nadie sabía quién estaba bajo aquella mascara.
No tardaron mucho en llegar en donde vivía el joven Usopp; una casa grande de dos pisos, de un color café entremezclado con un rosa cubierto por el polvo ensombreciendo la casa, el techo era de teja gris. Al entrar parecía una casa común a otra, ya que aun después de no estar habitada durante un tiempo, el polvo no había caído dentro de ella.
Por fin estaba solos en aquella casa, se sentaron en aquellos sofás de cojines color arena, la casa era rustica, a Usopp le fascinaba el color café, chocolate y crema.
-He venido aquí porque me lo has pedido. Ahora dime el motivo. –
-Claro Zoro, pero no gustarías comer algo mientras te cuento la historia. Es algo complicado, lo primero que tienes que saber es sobre este lugar – Se dirigió a la cocina, tenía algunas cosas que había preparado un poco antes de ir a encontrase con aquel joven de cabellera verde.El sonido de la lluvia cayendo sobre la ciudad comenzaba, juntándose en una danza con el viento,ya eran más de las 6 de la tarde y antes de que la oscuridad se ciñera sobre aquel poblado sombrío todos comenzaban a entrar a sus casa, absolutamente nadie se quedaba o salía después del anochecer, parecía un toque de queda que nunca era mencionado y no era obligatorio para los ciudadanos, era solo un hábito uno que ya tenían forjado. Usopp servía un poco de sake a su amigo y unos panes al vapor, él tomaba un batido de chocolate. Entonces comenzó con la historia…
Noche oscura de palpitante tensión, por las calles una figura esbelta de enorme cabeza y una corona sobre ella, casi todas las noches paseaba por las solitarias calles de Underword, el dulce sonido fúnebre de su instrumento solitario resonaba haciendo eco.
“Sé que noche invoco a la muerte
siendo yo solo un mortal
me llevara tras tu sonrisa
por un laberinto infernal
cariñosita y lentamente
al mundo fantasmal
a un lugar de soledad siniestra
a los pies de un propano umbral…”
Yohohoho sus canciones paseaban por las calles, sus canciones eran extrañas con una historia extraña en cada una de ellas, siempre entrelazadas por un oscuro motivo, uno de los que pocos se daban cuenta.
No son simples palabras cantadas al azar, Usopp había estado reuniendo cada verso, cada estrofa de aquellas canciones, esa noche aquella figura esbelta paseaba frente a la calle de la casa donde Zoro y su amigo estaban reunidos.
“El veneno de tu alma maldita
no me deja respirar
el olvido va detrás de mí
ya no puedo verme más
tu querrás matar... tu querrás verme morir
tu querrás matarme... tu querrás verme morir”
-Es difícil Zoro, reunir las piezas de eso –La canción era escuchada y la voz de Usopp era casi un susurro, reamente tenía miedo.
Hace tiempo que se escucha esa voz, cantando en Undeworld, pero algo había detrás de aquello y el joven de nariz larga estaba seguro, estaba relacionado con alguien muy temido en la ciudad, nadie conocía su nombre, ni siquiera podían describir como era; le llamaban caballero oscuro o como los ancianos le conocían The Dark Knight; un personaje misterioso que evocaba la muerte, el verle era un mal presagio, mala suerte, mala fortuna, una muerte segura. El caballero oscuro vestía un traje color negro junto a un sombrero negro que ocultaba su rostro gracias a las sobras, nunca le habían visto de día, siempre cuando alguien lo topaba por las noches jamás regresaba, se decía que el caballero oscuro se llevaba tu alma al inframundo, un lugar donde jamás verías la luz.
Por ello evitaban el bosque del caballero mucho más de noche, él era temido por todos.
Desde que la construcción de Underworld, había comenzado a aparecer aquel caballero, su intención era que la ciudad no fuera terminada más sus intentos fueron en vanos, lo único que pudo llevarse fue varias almas de allí, pero la ciudad siguió en pie; ahora ronda de vez en cuando por las calles acompañado de las canciones resonantes en la ciudad.
Por fin la voz se alejaba de su casa, era reconfortable para el joven de cabello ondulado chino.
-Zoro, quiero que me ayudes a encontrar respuestas sobre las verdades ocultas de UnderWorld – Su amigo no dio señales de decir alguna palabra, fueron unos segundos de silencio incomodo, entonces Zoro comenzó a reírse como si de un chiste se tratara, dejando casi perplejo a Usopp.
-Lo siento, ya en verdad, ¿Usopp queriendo investigar algo tenebroso? –Se calmó un poco aun con una sonrisa en su rostro, su amigo solo se molestó.
-Bueno ¿si vas a querer o no? Hay más personas que me ayudarían. Si no puedes no hay problema-
-Lo hare, no dé en balde he venido aquí. – Una sonrisa retadora dedicaba a lo que le esperaba, no le importaba morir en el intento.
Por fin había encontrado algo interesante y jamás hubiera imaginado que su amigo un total cobarde le requiriera para investigar algo de esa magnitud, pero en el fondo sabía que la mayoría de las cosas las haría el, así que Usopp aún estaba algo cuerdo.
La noche seguía su curso lentamente y a un par de cuadras cercas de la entrada al bosque una sonrisa extraña seguía con su canción.
“El presagio sigue su curso
le falta poco para llegar
las sombras tragaran mi cuerpo
y los gusanos mi alma
tu querrás matar... tu querrás verme morir
tu querrás matarme... tu querrás verme morir”
-Con que un nuevo forastero, ya veremos cuanto duraras en la hermosa ciudad de Underworld, donde la sombras y la muerte reinan, un pedazo de inframundo en la tierra mortal -
“Mi amorcito vaga en rincones
más oscuros de tu habitación
mi delirio fue tan profundo
tu sentiste igual que yo
tu querrás matar... tu querrás verme morir
tu querrás matarme... tu querrás verme morir”
Con sus manos tocaba aquel violín, una última nota escalofriante insinuando la visita de la muerte, aquella alta figura agacho su cabeza, la luz de la luna apareció desde el cielo, intento mirarle con sus ojos, no podía sonreír.
-No puedo sonreír, mi cuerpo muerto esta… Lo único que me queda son estas canciones para encontrar a quien te ha causado este gran pesar, lo que me ha pasado no es nada comparado contigo. Iré a tomar él te después de todo ya es la hora querido caballero oscuro –
Parecía que todo seguiría igual, aunque al hombre del violín no le importaba para nada que el destino diera un giro, realmente no importaba, quería verle sonreír nuevamente, quería que cierta persona pagara por todo lo que le había hecho, aun así el tuviera que pagar con su alma; ya no poseía su cuerpo ni su felicidad, solo era el enviado de la muerte.
To Be Continued…