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Nada es para siempre en la Tierra... sólo un poco aquí por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Quiúbole, fans! Qué tal les trata la vida?! Como sea, aquí les traigo la última entrega de 'Nada es para siempre en la Tierra… sólo un poco aquí'. De verdad estoy agradecida por sus comentarios y porque se han interesado no sólo en la trama sino también en las costumbres mexicanas, lo cual de alguna forma me hace sentir orgullosa de ser mexicana.

 

ACLARACIONES DEL CAPÍTULO: Puesto que es el epílogo, está bastante largo (no pretendía alargarlo tanto, pero como ya dije antes, la inspiración es muy caprichosa conmigo), reserven un espacio en su agenda, XD, vayan por palomitas y refresco, un asiento cómodo y pongan la música que más les guste. Segunda, mencionaré algunos personajes de Sekaiichi Hatsukoi. Tercera, algunas cosas bizarras y bastante disparatadas. Cuarta, más notas de autor: como dije en unos capítulos atrás, retomaré la tradición agregando nuevos elementos. Quinta, tal vez el final está muy abierto, pues de cierta manera la tradición no deja de celebrarse.

 

Bien, pues aquí la entrega final de este fic ¡Disfrútenlo!

XIV.-

Media noche del dos de noviembre. La gente se aglomeraba en las tumbas de sus seres queridos para elevar una oración al Cielo, deseándoles a sus muertos un feliz regreso y licencia de Dios para volver el año siguiente. Entre todas esas personas se encontraban Miyagi y Risako, frente a la sepultura de quien fuera Shinobu Takatsuki.

 

–Tal vez nunca logre saber cómo y por qué pudieron verme y hablar conmigo, demo… no duden que volveré el año próximo

–¿Podremos verte de nuevo?

–No lo sé… no es algo que pase muy a menudo. –Risako rompía a llorar y Miyagi la abrazaba– Aun así, no se olviden de mí ¿de acuerdo?

 

La mujer estaba sorprendida, pues en vida su hermano apenas si sonreía como lo hacía ahora: sinceramente. En otro lado del cementerio, Nana y el matrimonio Kusama-Kamijou también se despedían.

 

–Espero verlos el año que sigue

–No sé si eso sea posible –dijo Nana tristemente– Lo único que logré saber fue que pudiste vernos gracias a la presencia de Takahashi Misaki-kun –los dos pusieron cara de no entender– Ese era el verdadero nombre de Chibi-tan… en fin, él no vendrá con nosotros así que…

–Entiendo –Hiroki parpadeaba para impedir que las lágrimas delataran su sentir

–Tranquilo, Hiro-san –su esposo lo abrazaba– No nos iremos para siempre

 

 

En tanto Xóchitl ponía varias velas, flores, una jarra de agua y un poco de sal, un pequeño sahumerio, entre otras cosas sobre una tumba que recién se colocó. Sumi también se encontraba ahí, haciendo una cruz de ceniza (38), y un pequeño barquito de papel que representaba la barca en que las ánimas iban al Mundo de los Muertos. Les hubiera gustado poner otras cosas más, pero en esta ocasión el ánima que iría ya no tendría tiempo de quedarse a comer. Ambos se arrodillaron frente a la placa del sepulcro y elevaron una oración al Cielo en que pedían se le perdonara por todos sus pecados y se le permitiera el descanso eterno. En ese momento una tercera persona se aproximó a donde ellos.

 

–Me hubiera gustado que nos conociéramos de otra forma y en otras circunstancias. Hubiéramos sido una buena pareja

–T-tal v-vez, pero c-como dicen por ahí: uno propone, Dios dispone, llega la muerte y todo lo descompone

–Te quiero, Misaki

 

Tomó el mentón del pequeño y le plantó un beso cargado de un amor que en sus 30 años de vida hubiera experimentado con tal intensidad. El castañito se sentía cohibido por la presencia de Xóchitl y Sumi, pero no por ello no correspondía aquel gesto. Cuando fue necesario separarse, lo hicieron lentamente al tiempo que el doblar de las campanas y el oscilar del péndulo del reloj anunciaba la retirada de las almas al Mundo de los Muertos.

 

–Cuídate mucho, Hiro-chan –Nana le daba otro abrazo a su nieto– Y no salgas a la calle sin el suéter

–Sí, sí. Lo haré –el castaño rodó los ojos

–Hasta el próximo año, Hiro-san

 

Un último beso fue dado a su pareja antes de desvanecerse por completo. Shinobu también se desvanecía.

 

–Si encuentro a sensei otra vez, le enviaré saludos de tu parte, Miyagi-san

–¡Espera! –exclamó el pelinegro, pero ya era tarde. Lo que fuera que quisiera decirle lo haría el próximo año– Hasta la próxima –susurró

 

 

–Yo… Usagi-san… no sé qué decir… –farfulló el muchachito– apenas lo conocí

–Entonces piensa en mí lo suficiente para tener un recuerdo

–Yo… yo… ¡Lo haré!

 

Y así tres ánimas, como otras tantas, volvían al Mundo de los Muertos.

 

 

XV.-

Otro año y otras fiestas se celebrarían en aquel pueblecito. La vida había transcurrido tranquila en ese año, salvo por algunos incidentes, como el arresto y encarcelamiento de Shinoda en diciembre, pues después de muchas averiguaciones fue hallado culpable de ocasionar el incendio que acabó con la vida de varios inocentes, entre ellos el médico Kusama Nowaki; o el nuevo matrimonio de Risako, a finales de enero, quien unía su vida a la de un prodigioso abogado, y que fue toda una celebración. Por otra parte cuatro nuevos residentes habían llegado al pueblo para quedarse, uno a inicios de Febrero y los otros tres a mediados de Mayo, siendo bien aceptados.

 

Sí, ese año había sido prometedor. En estos mismos instantes los rayos del sol iluminaban a la Tierra e invitaban a sus habitantes a abrir sus ojos a la vida. Entre ellos se encontraban Miyagi y Risako, que desde temprano montaban la ofrenda en casa de él, por acuerdo de ambos. La ofrenda ya no era tan ostentosa como la del año pasado, pues a Shinobu se le había hecho una exageración. Ahora consistía en tres pedestales largos, sobre los que se disponían grandes cantidades de frutas y los elementos básicos de la ofrenda. Asimismo en la pared sobre el nivel más alto se adherían varias hojas de maguey (39) de tamaños diferentes, intercaladas con hileras de la legendaria veinte flor, de tal manera que formaban un sol. Los colores básicos de papel eran armonizados por los brillantes verdes, azules, amarillos y fucsias, y se colocó una farola sobre el umbral de la puerta principal para que ninguna de las ánimas se perdiera.

 

 

Cierto castaño también montaba la suya, cuyo diseño no cambiaba mucho salvo por que en esta ocasión –además de los colores básicos– predominaban las tonalidades azules y había un espacio para un ánima más que el año pasado. Como siempre colocó las fotografías de sus seres queridos y una semillita de café que encontró las fiestas pasadas en la entrada de su casa, y que por alguna razón guardó.

 

 

Mientras tanto, en el Mundo de los Muertos cientos de barcas navegaban por las caudalosas aguas del Chiconahuapan, que pasaba por los diferentes estratos antes de llegar al Mundo de los Vivos. Kusama Nowaki, Kamijou Nana y Takatsuki Shinobu ya no iban juntos, pues otra de las reglas del inframundo establecía que en cada viaje debía acompañarles alguien diferente.

 

–Onodera Ritsu –se presentaba un joven de unos 25 años, de cabellera castaño clara y grandes ojos verdes

–Takahashi Takahiro –respondió un hombre de la misma edad, de cabellos y ojos color azul oscuro, casi negro

–Kamijou Nana –se presentaba la única mujer– Mucho gusto

–¡Nana-san! –exclamó el azabache– ¡Qué bueno es encontrarla!

–¡Vaya, pero qué pequeño resultó ser el Mundo de los Muertos!

 

En otra barquilla sucedía algo parecido.

 

–Kisa Shouta –decía un hombre que apenas tocaba los 30, cuya apariencia casi infantil engañaría a cualquiera

–Kusama Nowaki

–Yukina Kou –habló un peliclaro de unos 22 años, de rasgos propios de un príncipe– Mucho gusto

–¿Cómo piensan pasar las fiestas? –preguntó el peliazul para iniciar la plática

–Iré a casa de mis padres –espetó Yukina– Mi hermana prepara un champurrado de-li-cioso ¿Qué hay de ti?

–Iré a visitar a mi pareja

–¿Eres casado? –preguntó Kisa, a lo que el peliazul asintió

–¿Qué hay de ti, Kisa-san? –inquirió el más joven

–¡Nah! Ya veré a dónde voy –respondió con indiferencia

–¿Cómo? ¿No irás a casa con tus familiares?

–Lo haría si hubieran aceptado mis preferencias antes que negar mi existencia

 

"Otra ánima olvidada" pensó el ojiazul, e inevitablemente vino a su recuerdo aquel muchachito llamado Takahashi Misaki.

 

–Ven conmigo, Kisa-san –ofreció el joven

–¿Ah?

–¡Por favor acompáñame este año! ¡Mi padre pondrá en la ofrenda unos alebrijes (40) que te van a encantar!

 

 

Por otro lado, Shinobu Takatsuki venía discutiendo con un joven de unos 23 años, de rebelde cabellera castaño oscuro y ojos azul plomo, mientras una tercera ánima les observaba divertida.

 

–¡Ya te dije que no fue mi culpa! ¡¿Cómo iba a saber que esa pesada se había mudado de casa?!

–¡Qué divertido! –decía entre risas el joven castaño– ¡¿Y no viste la farola con tu nombre?!

–¡A la muy torpe se le olvidó! ¡¿Puedes creerlo?! ¡Olvidó todo menos poner el estúpido disfraz de conejo!

–¿Con zanahoria incluida? –bromeó la tercera ánima para unírsele al ojiazul

–¡No es gracioso!

 

Y así otras tantas ánimas compartían sus experiencias en el Mundo de los Vivos. Por su parte Akihiko Usami y Misaki Takahashi esperaban el tan ansiado momento en que se reunirían una vez más: uno conversando con dos ánimas de nombre An Kohinata y Shinnosuke Tödö, y otro rindiendo tributo a su persona especial.

 

 

XVI.-

Las ocho de la mañana del 2 de noviembre. Abría con lentitud los ojos, pero la sensación de ser abrazado por la espalda lo abrumó y por ello se dio la vuelta, y tal fue la decepción cuando no encontró a nadie conocido. Se levantó desganado y luego de su rutina fue al altar a elevar una oración a sus muertos, que seguramente debieron haber llegado a media noche. Un nudo en su garganta se instaló cuando recordó que tal vez no podría percibirlos como el año pasado.

 

–Aunque no pueda verles, sé que están aquí –sonrió forzadamente– ¿Qué tal el viaje?

 

Cualquiera que contemplara la escena pensaría que había perdido la razón, pero aquella percepción simplemente distaría mucho de la realidad. En fin, como siempre les ofreció algo de comer, y justo en el momento en que dejaba el plato correspondiente a su amado esposo, la semillita de café brilló tanto como la legendaria flor, y luego de unos minutos, unos manchones fueron tomando forma.

 

–¡Hiro-san!

–N-Nowaki

 

 

En tanto Shinobu ya había llegado, no sin antes despedirse de las dos ánimas, cuyas identidades resultaron ser Yoshino Chiaki y Kanade Mino. Iba siguiendo el caminito de flores que –esta vez– Risako trazó desde su lápida hacia la casa de Miyagi. Sintió que alguien le seguía pero no le dio importancia, sino hasta que aquel visitante seguía tomando exactamente la misma ruta que él. Iba a soltarle una sarta de improperios, pero fue tal su sorpresa al ver que se trataba de alguien ya conocido. Ambos fueron juntos hasta la casa del mayor, en donde efectivamente se encontraba la farola.

 

–… vieras el trabajo que me costó convencerla para que se deshiciera del disfraz sin decirle la verdad. Entre los dos lo cortamos y lo incineramos… –oyó que alguien hablaba. Ya le conocía, así que le hizo señas a su acompañante para que esperara afuera. Luego de eso golpeó los pequeños tubos de metal que formaban un bonito móvil que colgaba en el mismo sitio que la farola, haciendo que el mayor detuviera su monólogo y volteara a ver. Al mismo tiempo, un brillo proveniente de un pequeño bolsillo en la túnica gris del menor apareció, y luego de eso el ánima se fue haciendo cada vez más visible.

 

–¿Shinobu?

–¡¿Tienes idea de lo tonto que te vez hablándole a mi foto?! -replicó

–P-pensé que ya estabas aquí

–¡Nah! Se retrasó mi barca –siseó con desinterés, recordando que previamente había empujado a Chiaki al río accidentalmente, y tuvieron que detenerse para sacarlo de ahí– ¿Y Risako?

–Fue a la ciudad con su nuevo esposo

–¡¿Por qué nunca me enteran de estas cosas?! –espetó el chico en un puchero– Como sea, traje a alguien conmigo –volteó a ver a la puerta, que estaba levemente cerrada– Ya puede pasar

 

El ánima invitada entró tímidamente.

 

–¿Sensei?

 

 

Takahiro también llegaba a su casa, pensando en que Onodera Ritsu le recordaba al pequeño que hace ya seis años rescató de ser profanado. Aunque ciertamente le disgustaba la idea de que ese malhechor le hubiera quitado la vida, no se arrepentía de eso ya que de alguna forma ese chico le había provocado un sentimiento tal de protección, como si fuera un hermano. Iba siguiendo el caminito de pétalos que su esposa siempre ponía desde su lápida hasta su casa, cuando notó que a un lado de su sepulcro había uno nuevo.

 

 

XVII.-

Dos de la tarde. En la plaza principal la gente observaba con admiración la obra maestra montada días antes: varios basamentos piramidales se encontraban distribuidos en toda la plancha, todos estos tal que parecían hechos de lajas (41) y con varios niveles donde se distribuían estratégicamente todos los elementos de la ofrenda, incluidos golletes (42). El suelo estaba repleto de aserrín de colores que dibujaba infinidad de formas alegres como cráneos, el sol y la luna, estrellas, flores, etcétera. Asimismo la cartonería (43) también engalanaba la plaza con sus alebrijes y sus esqueletos cuyas expresiones graciosas y vestimentas coloridas evocaban cierta burla pero también el respeto que se le debía a la muerte ¡Y qué decir de la bonita chalupa (44) repleta de flores que navegaba entre los corredores que separaban cada basamento! Varias paredes improvisadas se levantaban sobre el perímetro y sobre ellas había frases como »El muerto al pozo y el vivo al gozo«, »No andaba muerto, andaba de parranda«, »De gordos y tragones están llenos los panteones«, entre otras igual de cómicas, así como calaveras literarias (45), etc. Sin embargo lo que le daba cierta singularidad era que los árboles que rodeaban la plaza tenían entre sus ramas varios adornos de colores en representación del árbol de la vida (46), así como luces que seguramente de noche lucirían fenomenales. Quien observara de lejos no se daría cuenta de que en las puntas de las ramas estaban pegadas las fotografías de todas las personas nacidas o residentes en el pueblo que ya habían muerto. Lo asombroso de ello también era que había rostros desconocidos, pero que tenían nombre, apellido, año de nacimiento y año de deceso.

 

–¡Qué gran trabajo ordenó hacer el Presidente Municipal este año! –comentaban las señoras que cargaban sus bolsas de mandado

–¡Hasta que el Presidente se mochó (47) este año! –decían los hombres, en su mayoría trabajadores

–¡Ya quisiera! –replicaban algunas ancianas– ¡Ese tacaño no daría ni méndigos cincuenta centavos por su madre! Para mí que fue alguno de los fuereños

–¿Tú crees?

–¡Qué bonito! –exclamaban los niños con gran ilusión, mientras estiraban sus manitas intentando tomar aunque sea un poquito de aserrín y magia de tal obra

–Ese idiota –gruñó alguien contemplando a lo lejos– ¿Qué parte de nada ostentoso fue la que no entendió?

–Tómatelo con calma, onii-chan –le decía una bonita niña de cabellera castaña clara, de unos 12 años– Ya conoces a Otou-san

–Me refería al otro idiota… mira que para esto hizo a todos los secretarios buscar los archivos de todas esas personas

–Bueno, vele el lado amable… al menos nadie las olvidará este año

–Buen punto…

 

En tanto el ocupante de la casita de campo entre árboles esperaba pacientemente a que llegara su amor. A decir verdad a él no le interesaba mucho ir a la plaza, él ya lo había visto todo. El tic-tac del reloj de péndulo marcaba los segundos, cada uno más lento que el anterior. Le preocupaba que su amor se hubiera retrasado, pues tenía entendido que las ánimas llegaban justo a las cero horas del 2 de noviembre, pero ya eran las dos de la tarde y minutos y no llegaba… o tal vez ya lo había hecho pero no podía verle ni escucharle. Eso lo entristeció de sobremanera, y, sin testigos, dejó que una silenciosa lágrima surcara su mejilla. Sin embargo, antes de que llegara al borde de su rostro, una sensación húmeda y un tanto cálida hacía el recorrido inverso de esa gota de mar, como si la estuviese borrando. Asimismo unos cálidos brazos lo envolvían dándole el calor anhelado.

 

–Vaya, parece que he perdido la razón –musitó con ironía

–Nada de eso –le respondió una voz, al mismo tiempo que la semillita de café que guardó con tanto amor brillaba, y un ente iba tomando forma– ya estoy aquí… Usagi-san

 

 

XVIII.-

Siete de la noche. Tanto vivos como muertos habían celebrado la fiesta de Día de Muertos como cada año: Shinobu, Miyagi y su sensei habían pasado un rato en casa, igual que Nana y el matrimonio Kusama-Kamijou. Onodera Ritsu había ido a casa de su primer y único amor, Takano Masamune. Yoshino Chiaki hizo lo mismo pero a quien visitó fue a su esposo y antiguo editor Hatori Yoshiyuki. Asimismo Kanade Mino fue a ver al mejor amigo de Chiaki, Yanase Yuu. Por su parte, Kisa y Yukina la pasaban de lo más alegre en casa de los padres del más joven.

 

–Lamento que el conjuro no hubiera funcionado –le decía Akihiko Usami a la pequeña ánima que lo visitaba

–No importa, Usagi-san… además hubiéramos quebrantado otra de las leyes de la vida y la muerte –el ojivioleta le miraba intrigado–: cuando te toca, aunque te quites y cuando no... ¡aunque te pongas!

–Entiendo

–Por cierto… noté que la plaza está muy alborotada ¿Por qué? –preguntó con ingenuidad

–Oh… creo que ya es hora de mostrarte la sorpresa de la que te hablé

 

El auto rojo abandonaba la casita de campo a la que su dueño se había mudado desde febrero, y unos minutos después llegaba a la plaza principal. Usami ayudó al ánima a subir al techo del pequeño kiosco, y ya que ambos estuvieron arriba, las luces de los árboles se prendieron iluminándolo todo. Los ojillos del menor se dilataron al ver todo aquello, maravillados por el bonito espectáculo que las luces, los músicos del pueblo, la ofrenda y la gente reunida ofrecía. Entre ellos le pareció a ver a Nana, Nowaki, Hiroki, Shinobu, Xóchitl, Sumi, las dos ánimas con las que conversaba, entre otros conocidos, tanto vivos como muertos.

 

–Etto… Usagi-san ¿Qué son todas estas fotos? –inquirió el jovencito mirando las pequeñas fotografías en las ramas de un árbol cercano

–Son personas que fueron olvidadas, o cuyo fallecimiento no fue registrado

–Nii-san –susurró débilmente en cuanto le vio al lado de su mujer. Sus esmeraldas se empañaban.

–Misaki

 

Akihiko se acomodó detrás de él y lo rodeó con ambos brazos. Agradecía enormemente que la ofrenda dedicada a Takahashi Misaki, distrajera a toda esa gente. Hizo que se volteara a verlo pensando en que rompería a llorar a lágrima viva, pero eso nunca pasó.

 

–No podría ser de otra manera–susurró, esbozando una sonrisa

–¿Y qué hay de ti? –inquirió el peliplata, preocupado

–Tal vez no recuerden nunca más al Misaki de antaño… pero quizá tampoco olviden a este

 

El ojiverde colocó los brazos alrededor del cuello del novelista, y depositó sobre sus labios un beso corto, pero cargado del amor que no se deja de sentir incluso cuando la persona ya ha muerto. Esa acción sorprendió al mayor, pero tampoco se quedó atrás. Mordió levemente el lóbulo de su oreja y fue llenándole el cuello de pequeños besos que hacían al menor sonrojar y soltar suspiros ahogados.

 

–Te amo, Misaki… te amo… te amo…

–Yo… yo… ¡también te amo!

 

Si el año pasado había sido inolvidable para ambos por el hecho de haberse conocido, este año sin duda también lo sería: después de un rato ambos bajaron del árbol y volvieron a casa, ambos dispuestos a entregarse al amor aunque fuera sólo por esta noche.

 

 

¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mí sobre la Tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos

 

 

FIN

Notas finales:

38.- La cruz (de ceniza o de sal) representa los cuatro puntos cardinales

39.- Nombre común de Agave atrovirens Karw, planta originaria de México de gran importancia por su uso en la preparación del pulque (bebida alcohólica que se fabrica a partir de la fermentación del jugo o aguamiel del agave o maguey).

40.- El alebrije es una artesanía inventada por Pedro Linares López en 1936. Los alebrijes son una combinación entre varios animales, no solo fantásticos si no también reales.

41.- La laja es un tipo de roca, por lo general poco gruesa, lisa y plana. Se empleaban antiguamente para construir los basamentos piramidales de las culturas prehispánicas.

42.- El gollete y las cañas se relacionan con el tzompantli (tzontli que significa cabeza o cráneo, y pantli que es hilera o fila. Por lo que tzompantli significa "Hilera de cráneos"). En el México prehispánico se empalaban ante la vista pública las cabezas de los cautivos sacrificados con el fin de honrar a los dioses.

Los golletes son panes en forma de rueda y se colocan en las ofrendas, sostenidos por trozos de caña. Los panes simbolizan los cráneos de los enemigos vencidos y las cañas las varas donde se ensartaban.

43.- La cartonería es una técnica utilizada en México para la elaboración de piñatas y judas, que consiste en el modelado del papel, por lo regular papel periódico con cartón. La técnica utilizada para los alebrijes consiste en una estructura de alambre o de carrizo, seguida del modelado con papel y cartón, por último se le da acabado con diferentes técnicas de pintado.

44.- Se conocen como chalupas a las embarcaciones utilizadas principalmente en formaciones de agua dulce en México y Colombia. Originalmente estas chalupas eran pequeñas embarcaciones alargadas de hasta 9 metros de largo propulsadas por remos. En Xochimilco, México, es común verlas decoradas con flores.

45.- A lo mejor y ya las conocen, pero para quien no, una calavera literaria consiste en escribir algunos versos picarescos con ritmo y rima que describan la relación de un hombre o mujer con la muerte, destacando con ironía las cualidades, defectos, actitudes y costumbres de la persona a la que hace alusión.

46.- El concepto de Árbol de la vida ilustra la idea de la vida en la Tierra. En México es una escultura en barro fabricada comúnmente de forma artesanal, principalmente en el municipio de Metepec, Estado de México. Las imágenes representadas en las esculturas se usaron originalmente, durante el período colonial temprano, para enseñar la historia de la creación, según la Biblia, a los nativos de la región. Actualmente no sólo habla de los pasajes bíblicos, sino también de la dualidad de la vida y la muerte.

47.- Quería poner alguna definición más elaborada, pero no la encontré. Al menos en mi país, mocharse se usa para decir que una persona comparte o nos compra o invita algo. En este caso sería que el Presidente Municipal al fin compartió el dinero para que pusieran la ofrenda, lo cual como ya leyeron, no fue cierto, XD.

48.- Ya no le puse numerito, pero es un poema de Nezahualcóyotl llamado Un recuerdo que dejo.

 

Bien, hemos finalizado. Les reitero mis más sinceros agradecimientos por seguir esta humilde historia. Ya nos estaremos leyendo, ya sea en 'El Cuartel del Metal' o en alguna otra entrega. Chaito.


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