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Reincarnation por Mise_Hanakotoba

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Notas del fanfic:

Yo-kaxShoya

DIAURA

Notas del capitulo:

Hola, después de un año de no subir nada por acá, aquí me tienen con un nuevo fic. Sé que no deje botado SHOXX y sinceramente no sé para cuando me anime a continuarlo, además que hay que hacerle muchos cambios en fin; me disculpo con todas aquellas personas que lo leían, como compensación subo este nuevo fic que tengo en mente desde hace rato. 

Espero que les guste. Cualquier comentario y critica constructiva son bienvenidos.

El frío le recorría por completo cada centímetro de su piel. Aún no abría los ojos por completo cuando intentó incorporarse sobre el lugar donde yacía su cuerpo; pronto un dolor punzante le recorrió la nuca, desvaneciéndose de a poco en la parte final del cuello. Como simple acto reflejo llevó la palma de su mano derecha a la zona adolorida, en ese instante pudo percatarse de cómo algo le aprisionaba la muñeca derecha. Abrió de golpe los ojos mirando la pulsera de cuero alrededor de ésta, la cual estaba unida a una cadena que a su vez se aferraba a una de las esquinas de la cama.


Fue sólo cuestión de un par de segundos para que notara la situación del resto de su cuerpo: tanto su mano izquierda como ambos pies se encontraban en la misma condición que su mano derecha, pero lo que le causó mayor desconcierto fue ver su cuerpo desnudo por completo. Asustado se arrinconó en la parte izquierda de la cama abrazando su cuerpo de forma protectora; mirando hacia todos lados intentaba encontrar algo conocido, pero al no hacerlo bajó la mirada pensando en cuál podría ser la razón sobre su estado actual. Después de un rato tiró de las cadenas de sus brazos en varias ocasiones, pero sólo fueron esfuerzos en vano: no logró más que lastimarse un poco. Las cadenas eran lo suficientemente largas que, si bien no le daban para alcanzar la puerta, sí le permitían moverse con facilidad sobre la superficie de la cama.


¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar?


Se preguntaba constantemente sin encontrar una respuesta; el sitio parecía ser una habitación normal, como cualquier otra que hubiese visto antes. Había una cama, una mesita de noche a su lado izquierdo, lo que parecía ser un armario sencillo y un tocador estaban frente suyo, una gran ventana cubierta por un par de cortinas de tonos oscuros y, finalmente, a su derecha un escritorio con libros de todos tamaños y colores sobre su superficie; el ambiente se respiraba tranquilo, la iluminación constaba de algunas velas dispersas en todo el lugar. La puerta estaba entrecerrada: podía ver la sombra de algunos muebles en el exterior, pero no había nada en absoluto que le indicara su paradero.


El dolor en su nuca, que aunque se lo hizo difícil, no le impidió concentrarse en intentar recordar lo último de lo que había sido consciente.


Había planeado este día hace un par de semanas, era su primera “cita” con el chico que le gustaba: un compañero de trabajo que llevaba ya tres meses en la empresa. Lo invitó con el pretexto de revisar los últimos informes financieros del año anterior de la institución para ponerlo al corriente.


Trabajó duramente toda la mañana y parte de la tarde limpiando, arreglando, y por último preparando una exquisita cena. Se concentró tanto en terminar otros arreglos que olvidó por completo que le faltaba comprar el ingrediente principal de su platillo. No sin antes reclamarse así mismo, salió en busca del supermercado más cercano; en cuanto llegó entró tan rápido que casi tropieza en un par de ocasiones, lo que causó la risa de algunas empleadas.


Desde ese momento sintió una mirada pesada sobre él, pero decidió no prestarle atención ya que llevaba prisa por volver a casa. No tardó mucho tiempo en encontrar lo que buscaba y, añadiendo una botella de vino con la esperanza de llevar la charla un poco más allá con Kei, fue a la caja, donde pagó de inmediato para luego salir del lugar.


En el estacionamiento, mientras abría su cajuela, cayó en cuenta de que la llevaba llena; de nuevo se hizo un reclamo mental por no haber pensado en aquello antes de salir de casa. En un intento de acomodar para que todo entrara de manera adecuada, sacó algunas cosas dejándolas sobre el suelo.


¿Puedo ayudarte?


La misma voz de sus recuerdos sonó en la habitación trayéndolo de vuelta y haciendo que su mirada, la que había mantenido baja en todo momento, se alzara. En cuanto lo hizo, su mirada chocó contra la calmada y serena de quien se encontraba en el marco de la puerta, quedándose ahí como si esperara a que lo invitaran a pasar.


Claramente era un hombre joven y la ligera capa de maquillaje sobre sus ojos no daba lugar a confusiones de ningún tipo; su cabello medianamente largo era mitad negro y mitad de un rubio casi de un tono blanco. Vestía de negro por completo: un pantalón tan pegado que parecía ser su segunda piel, una camisa un poco menos pegada al cuerpo sin mangas con algunos toques de encaje aquí y allá; llevaba también botas del mismo color, de tacón mediano, que le llegaban por debajo de la rodilla. Todo esto hacía un hermoso contraste con la preciosa y  blanca piel de la cual era poseedor.


Se mantuvo varios segundos en silencio observándolo a detalle olvidándose de su propia circunstancia, perdiéndose en lo bien parecido que era el tipo.


—¿Te gusta lo que ves, Shoya?


De nuevo esa suave y melodiosa voz lo trajo de vuelta; no se percató en qué momento había comenzado a mirarlo como un baboso. Un ligero, pero no invisible, sonrojo adornó sus mejillas por un instante y luego se esfumó.


—No —le contestó en seco volteando a mirar hacia la ventana—. Quiero irme a casa; desátame —Más que como una petición, era una orden. Esperó un poco para ver cumplida su exigencia, pronto pudo notar que no haría caso a ésta así que continuó —. No recuerdo nada de lo que me has hecho, pero supongo que ya te divertiste lo suficiente a mis costillas.


Se encontraba realmente molesto con el tipo frente suyo; si llegaba a tener oportunidad le daría un par de golpes por la humillación a la que lo había expuesto. Le asaltó la duda de por qué el hombre sabía su nombre, pero en ese preciso instante no era lo que más le importaba, sino que salir de ese lugar lo antes posible, nada más.


Como única respuesta a sus reclamos escuchó una sonora risa, pero no por eso burlona; el hombre caminó hasta quedar al final de la cama. Ahora que estaba más cerca seguía pensando que el imbécil era atractivo hasta más no poder. Diablos era algo que no podía negar.


—Estás en casa, amor.


Fue un susurro suave que acarició todos y cada uno de sus sentidos; su voz no sólo era realmente hermosa como ninguna que antes hubiese escuchado, sino que tenía la capacidad de embellecer cada palabra que pronunciara.  Aun sin quererlo terminó por devolverle la mirada, encontrándose con ese rostro en el que reinaba la calma y algo más que no lograba descifrar. El hombre tenía una inocente sonrisa en sus labios, sonrisa que podría robarles suspiros tanto a hombres como a mujeres, pero no a él, o al menos eso se forzaba a creer.


—Yo no soy tu amor y ésta no es mi casa —Se mantuvo firme con un tono de voz elevado—. Necesito ir a  mi casa, ¿entiendes? —Por un momento recordó a Kei; para ese entonces ya debía pensar que Shoya lo había engañado.


La mirada del hombre cambió al compás de sus palabras, era como si hubiese podido oír incluso sus pensamientos. Sus ojos reflejaban tanto tristeza como coraje contenidos.


—No entiendo, tú eres mío, tu lugar está a mi lado, Shoya… —Su voz tembló por un momento, lo que le hizo morder su labio inferior en un intento de controlarse—. Prometiste volver y que esta vez sería para siempre. No tardó nada en quedar arrodillado junto al cuerpo del rubio, tomando su mano derecha entre las suyas—. No voy a dejarte ir de nuevo —habló mientras acariciaba con ansiedad controlada su mano—. No puedo perderte de nuevo, esta vez no lo soportaría.


Lo primero que pudo percibir fue el frío que emanaba de las manos contrarias, pero no sentía algún tipo de rechazo a su tacto; es más, si otra fuese la situación le encantaría que esas manos le brindaran caricias. Sintió un poco de miedo al notar la insistencia del otro por dejar en claro que no lo dejaría irse y que ellos deberían ya conocerse; al menos él no lo recordaba, estaba seguro de que nunca antes lo había visto. Si alguna vez en su vida hubiera tenido a un novio tan atractivo como este chico, es seguro que no lo olvidaría.


—Estás equivocado —habló con calma intentando razonar con el chico; quizá sufría un desequilibrio mental por lo que no le llevaría la contra, pero buscaría el medio para librarse de esta situación—. Yo no soy la persona de la que hablas, si me sueltas prometo ayudarte a encontrarlo.


—¡No! —Llevando la mano de Shoya a sus labios negó varias veces con la cabeza, sin apartar sus ojos de los del otro—. No me trates como a un loco —Sonrió tenuemente mientras se levantaba; unos segundos después, los que fueron casi inexistentes, se sentó en la cama suspirando de forma profunda. Soltó la mano de Shoya para llevar su mano a acariciar la mejilla izquierda de quien estaba recostado en la cama sin posibilidad de huir—. Tú eres a quien busco, lo sabes, amor, tienes que recordarme.


El hombre dejó su frente sobre la contraria cerrando momentáneamente los ojos; cuando los abrió se dedicó a buscar algo perdido en la mirada de su chico. Por otra parte, Shoya cada vez entendía menos. El asunto de verdad comenzaba a asustarle, pero no lo demostraría: cualquier muestra de debilidad de su parte podría ponerle en las manos del otro y no estaba seguro de lo que eso implicaría. Se mantuvo mirándolo sin parpadear, su mirada denotaba incredulidad pero nada más.


¿Recordar? ¿Recordar qué? No puedes recordar a alguien a quien nunca antes has visto, no puedes recordar algo que nunca ha pasado.


—Es verdad… —dijo separándose al fin aquel desconocido—. No me recuerdas… —Nunca en su corta vida había visto sonrisa más triste en el rostro de nadie, por un momento quiso abrazarle y consolarle, pero cómo podía siquiera pensar en tener un gesto así con quien lo había secuestrado, desnudado y atado a una cama—. Sé que no es culpa tuya… —continuó el hombre—, pero… duele… esto duele demasiado.


Buscó y re buscó en su mente una respuesta o cualquier cosa que decirle al hombre, pero… ¿qué podría decirle? Quizá cualquier palabra suya agravaría su situación. Por alguna extraña razón no creía que el tipo fuese a causarle alguna clase de daño, pero tampoco podía seguirle el juego. Cuando tenía una idea clara de qué decirle, se acalló al ver cómo el hombre comenzaba a desabrocharse los botones de su camisa.


—¿Vas… vas a violarme? —Por primera vez dejó que su miedo hablara y de nuevo sonó esa risita que, aunque cariñosa, le sacaba de sus casillas.


—No, amor, sólo… digamos que voy a hacer que me recuerdes —Terminó de desabotonar su camisa y, quitándosela, la dobló para dejarla en la mesita de noche. Tomando el rostro del rubio entre sus manos se acercó susurrándole sobre sus labios—: voy a hacerte el amor.


Su rostro palideció por un segundo y luego un sonrojo lo cubrió por completo; se desconectó enteramente de la situación, miraba al otro como si no fuese real. Y es que esto no podía estarle pasando a él; no, por supuesto que no, esto claramente era un sueño.


Sueño o no, el tipo cuyo nombre seguía sin conocer continuó desvistiéndose frente a sus ojos. Esta vez eran desprendidos de su cuerpo aquellos pantalones.


¿En qué momento se había deshecho de sus botas? Había estado embobado en el abdomen contrario que no lo había notado, y cómo no hacerlo con un cuerpo así.


Tanto la piel de su pecho como ahora de la sus piernas era infinitamente hermosa, tan blanca que sabía que si la mordía dejaría preciosas marcas rojas en ella. De pronto le invadió la necesidad de tocarlo, comprobar que cada centímetro de su piel era tan suave y terso como parecía ante sus ojos; no podía negar que era un hombre realmente bello a pesar de lo delgado y lánguido de su apariencia. Después de haber visto las prendas desaparecer pudo notar que su cuerpo estaba bastante ejercitado; si bien no era de una complexión tosca o robusta, esto no ocultaba lo bien que el de piel pálida cuidaba de sí mismo.


Su conciencia sobre lo que estaba sucediendo regresó en el preciso instante en que la última prenda, la ropa interior, amenazaba con dejar al descubierto aquella zona tan íntima que los dejaría en casi completa igualdad de condiciones (porque era más que obvio que el otro no se encadenaría)


—¡Detente! —gritó Shoya mientras tapaba sus ojos en un intento de frenar sus propios instintos, pero eso no detuvo al otro, quien se liberó de la prenda.


—Cariño, lo has visto tantas veces antes… —Se detuvo antes de agregar a su explicación alguna anécdota con respecto a su miembro y la boca de Shoya con la que pretendía ilustrar su explicación—. Sé que no lo recuerdas, pero ya lo harás.


Su voz era jodidamente hermosa, Shoya la maldecía una y mil veces; algo dentro de él luchaba contra su razón a favor de lo que el tipo le decía y hasta ahora la razón llevaba cierta ventaja, pero cada golpe de parte de la otra postura le dejaba debilitada a la pobre de su sana y juiciosa razón.


—Amor… —le escuchó decir tan cerca que su cuerpo se estremeció por completo; no podía mirarle porque sus propias manos se lo impedían—. Todo va a estar bien, cuando recuerdes entenderás todo —le dijo aquello mientras sus blancas manos apartanban las suyas, dándoles un beso a cada una y regalándole otra hermosa sonrisa.


No pudo decir más, no porque no tuviera mucho que decir en contra, sino porque sus labios fueron tomados por los de su captor; un suspiro lo suficientemente audible salió de sus labios ante tan sutil caricia, puesto que a tan simple roce no podía llamársele un beso. Se maldijo internamente al ver esa sonrisa de satisfacción del otro, la que le decía que ese maldito suspiro había llegado hasta sus oídos. El hombre comenzó a mover con lentitud sus labios sobre los del rubio con tanto cariño, esmero y paciencia que le estaba haciendo perder más campo a la razón.


Era un enfermo que lo había secuestrado pensando que era alguien más, entonces... ¿por qué demonios estaba cediendo de esa forma? ¿Por qué su cuerpo estaba desvaneciéndose con tan sólo un beso? No lo sabía y a su cuerpo poco le importaba, actuaba totalmente contrario a lo que él quería que hiciese. Cerrando los ojos se dejó llevar cuando el beso comenzó a dejar de ser casto e inocente, cuando los dientes contrarios se clavaban en la suave piel de su labio inferior haciéndole gemir. Nada lograba desconcentrarle del placer, estando tan poco consciente cuando aquella lengua invadió su cavidad bucal, recorriéndola sin ningún pudor. Sabía que su rostro se encontraba más rojo que  nunca en su vida, lo sabía por el ardor que le recorría por completo.


No quería abrir los ojos para sólo ver que tan maravillosa sensación estaba mal; en este momento de verdad hubiese querido que fuera un sueño para poder continuar sin el miedo a cometer el peor error de su vida, pero cuando el otro se separó, sus ojos no pudieron permanecer de la misma forma por más tiempo.


Dio un suspiro bastante largo, agachando su mirada para no mirar a los ojos del otro y perderse en aquel par de lagunas que ahora estaban tan cercanas a él. Respirar era algo complicado también: el aroma del extraño tipo ya flotaba por toda la habitación. Se sentía acorralado y veía como una escapatoria el entregarse, pero esto significaba ceder, dándole las razones al otro para que no lo dejara ir nunca más. ¿Qué más podía hacer? No había nada más…

Notas finales:

¿Qué tal? 

Espero sus reviews, sé que no los merezco por no actualizar lo que debo, pero sería bueno saber si esto les gusto, sus opiniones y demás.

Este fic planeo actialuzarlo semanalmente - eso espero- sin más que decir, adios~ 


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