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El Rapto de Kardia por Nikiitah

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, sino a Masami Kurumada y Shiori Teshirogi, yo solo los utilizo por diversión.

I.- El Rapto de Kardia

 

 

Reinaba en Esparta, pequeña ciudad de Grecia, el joven príncipe Menelao, hijo de Antreo y hermano del poderoso rey de Micenas, Agamenón. Su morada real era pequeña, casi rustica, pero él vivía feliz en medio de su pueblo, al que amaba, teniendo a su lado a la mujer que había conquistado venciendo a mil rivales. Estos, los más poderosos y gallardos entre los príncipes aqueos (griegos), llegaron de todas partes para disputarse la mano de Helena, hija de Leda, la mujer más bella del mundo. Hacía dos años que Menelao había desposado a Helena, y tenían una linda niña llamada Hermione.

 

 

 

Un día quebró la quietud de la pequeña ciudad la llegada de algunos extranjeros. Estos entraron por la puerta principal y bajaron de sus caballos en la plaza, frente a la morada real, en medio de un grupo de curiosos que miraban maravillados sus extrañas vestimentas, sus monturas cubiertas de polvo y sus rostros bronceados de tipo oriental. Entre los recién llegados se  destacaba una joven singular belleza que, por la riqueza de sus vestimentas y la dignidad de su porte, parecía ser el jefe. Este penetró con un compañero en la mansión del rey Menelao y solicito asilo para sí y los suyos.

 

 

“Yo soy” dijo “El príncipe París, hijo de Príamo, rey de Troya. Viajo para anular un presagio de Apolo de Delfos y quisiera detenerme algunos días para que descanses mis hombres y mis caballos.”

 

 

Menelao acogió de buen grado al huésped; hizo preparar el baño y los ungüentos perfumados, un convite digno del extranjero. Durante el banquete París resplandecía de juventud en las suntuosas vestimentas asiáticas. Se abrieron las puertas del salón y apareció la dueña de casa acompañada de sus doncellas. Con solo verla, el huésped comprendió que su viaje no había sido inútil. Helena le pareció más hermosa aún que la diosa aparecida en aquella mañana, entre las encinas del monte Ida. Por desgracia el pastor (París) había suscitado el mismo sentimiento en el corazón de Helena, a quien Afrodita, invisible, susurraba palabras persuasivas.

 

 

Esa misma noche, mientras la mansión real se hallaba sumida en el silencio, los extranjeros ensillaron los caballos y salieron sin ruido de la ciudad, llevando consigo la presa codiciada. Para mayor vergüenza, París, además de Helena, se llevaba todo lo más precioso de su anfitrión. Pocas horas después, un veloz navío cretense, impelido por fuerte brisa, se deslizaba sobre el mar Egeo, transportando a las costas de Tróade (Troya) su cargamento, triste presagio y fruto de traición. Tal acción Paris, originaría, pues, la llamada “Guerra de Troya”.

 

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— ¡Guau! Que interesante historia —exclamó la pequeña Sasha de ocho años, que se encontraba junto a Kardia en el onceavo templo, ambos, sentados en la cama de Degel— ¿Cómo se llama?

 

 

—El Rapto de Helena —respondió Degel, que estaba sentado en una silla al frente de ambos, con una leve sonrisa. Kardia, que había empezado a devorar un cesto de manzanas sonrió de lado ante la curiosidad de Sasha y el rostro iluminado de Degel.

 

 

 

—Degel me gustaría escuchar otra historia mañana —dijo Sasha— Ahora estoy cansada —dio un pequeño bostezo.

 

 

 

—Como usted desee Señorita Athena —dijo cortes Degel regalándole una sonrisa

 

 

—Gracias —dijo con una sonrisa y salió hacia su templo corriendo.

 

 

—Mmmmm nos dejó solos —Kardia, que sonreía pícaramente ante el adorable rubor que apareció en las mejillas de Degel, gateó hacia donde se encontraba el francés, tomándolo entre sus brazos, Degel iba a contestarle, pero fueron llamados por Manigoldo, que se encontraba en la entrada de Acuario, gritando.

 

Dégel suspiró y Kardia chasqueó la lengua frustrado.

 

 

 

—Iré a ver que desea —se levantó de la silla y e agarre de Kardia, dándole un pequeño pero rápido beso en los labios griegos, dejando a un ruborizado Kardia, que no se esperaba tal acción del siempre recto Acuario, que tras dar una sonrisa divertida por el pequeño juego de Degel volvió a atacar la canasta de  manzanas.

 

 

 

Después de unos minutos apareció Dégel, que venía concentrado leyendo unos papeles, Kardia lo ignoro y siguió con su labor las dos últimas manzanas que quedaban. Al terminar de comer y ver que aun Dégel estaba concentrado en aquellos papeles se acercó lentamente por la curiosidad y le arrebató los papeles de las manos.

 

 

 

—Kardia —reprocho el francés— Lo estaba leyendo.

 

 

 

—Me aburrí de verte leer —dijo alzando los hombros— ¿Qué son? —Dégel sorprendido de verlo curioso en algo que tenga que ver con papeleo, pero aun así contestó.

 

 

 

—Es una misión, tenemos que ir a recoger a unos duques italianos, que tienen una conferencia con el patriarca y Athena.

 

 

 

—Espera… ¿‘tenemos’? ¿Por qué tengo que ir yo? —Preguntó aburrido— Es una misión aburrida y simple, no iré.

 

 

 

—Kardia —suspiró derrotado— Es una orden del patriarca.

 

 

 

—No me importa, no quiero ir —Kardia se levantó y se tumbó en la cama de Dégel, boca arriba. El acuariano se levantó y se sentó a su lado, le acarició la cabeza, relajando al de escorpio.

 

 

 

—Si quieres te compro un saco de manzanas mañana después de la misión —trató de negociar con el pero le fue imposible.

 

 

 

—NO —dijo firme Kardia.

 

 

 

—El patriarca está de acuerdo con esto —Dégel suavizó su mirada.

 

 

 

— ¿Con el saco de manzanas?

 

 

—No, que vayas y que si no te obligara —dijo, Kardia vio la sonrisa que se dibujó en el rostro de Dégel, haciéndolo estremecer, resignado aceptó.

 

 

 

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La misión consistía en escoltar a unos duques que venían a negociar con el patriarca acerca de una armadura griega, que ellos hallaron hace unos años atrás en una excavación cerca del Coliseo Romano. Para eso ambos caballeros tenían que viajar a Italia para recoger a los duques. El transcurso fue aburrido Kardia que estaba jugando con sus dedos mientras miraba por la ventana del carruaje todo Roma. Ahora entendía porque Manigoldo siempre decía que su natal era especial y muy rico en gastronomía. Ambos hombres vestían unos pantalones ceñidos de color negro, una camisa holgada blanca y un abrigo también negro largo hasta dos centímetros antes de la rodilla. Con cada lugar que pasaban, Kardia miraba pegado a la ventanilla asombrado. Cualquiera que lo mirara o que lo conociera no podrían creer que sea el mismo santo de escorpión. Degel que estaba sentado a su lado miraba a Kardia con ternura, se sentía afortunado de ser el único en saber cómo era realmente el griego.

 

 

Al llegar, Kardia se sorprendió al ver la enorme mansión del duque, sin darse cuenta de sus acciones, apretaba la mano de Degel para poder controlar la emoción que recorría, ya que podía parecer indiferente, pero por dentro se sentía dichoso de poder estar con el francés en otro país. Dégel solo lo miró de soslayo y sonrió, toco la puerta y esperaron unos minutos. La puerta se abrió y de ahí salieron dos jóvenes duque, uno de ellos era el más alto, tenía el cabello corto con algunos mechones largos cayendo por sus mejillas de color azabache, su piel era pálida y tenía ojos color violeta que podría competir con los de Degel, mientras el otro era unos centímetros más bajo tenía los cabellos semi-largo de color rubio con tonos anaranjados, sus ojos eran de color azul grisáceo y su piel estaba levemente bronceada resaltando aún más sus ojos.

 

 

 

Cuando el azabache miró a Kardia sintió que estaba en los Elíseos, era el ser más bello que jamás haya visto. Aquella mirada traviesa y ese aire rebelde que desprendía Kardia lo estaba hechizando. El griego no se percataba de la intensa mirada, mantenía su rostro una mueca de fastidio por tan simple misión, aunque varias ideas cruzaban por su mente, ¡claro! Degel era el protagonista de todas y cada una de sus fantasías. Nunca lo admitiría abiertamente, pero ya se estaba enamorando de ese hombre.

 

 

Los duques se presentaron cuando Degel y Kardia terminaron, al azabache se llamaba Arion Devlin quien era el Duque de la mansión y el de cabellos rubios Altair Draconiss, su mano derecha.

 

El recorrido hacia el santuario fue silencioso, Kardia dormitaba en él  se le iluminaron los ojos al ver a Kardia, éste no le tomó importancia, estaba fastidiado ya que Dégel lo había obligado a ir, o mejor dicho convencido. Se presentaron, el pelinegro se llamaba Arion y el rubio se llamaba Altair, el recorrido hacia el santuario fue silencioso, aparte de ellos, los duques fueron escoltados por unos guardias que manejaban su propio barco (el del duque), Kardia solo miraba aún más aburrido el paisaje, mientras Dégel se divertía por los gestos de su amigo, ya le recompensaría, volvió a su lectura, uno de los guardias le trajo una canasta de manzanas, que Kardia no dudo ni un segundo y se abalanzo a la pobre canasta y empezó a devorar cada manzana, de ante la mirada atenta de Dégel que se reía por dentro, pero no era el único que lo miraba, sino Arion que se embelesaba con cada uno de los gestos del peliazul.

 

 

 

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Luego de su reunión con Atena y el patriarca, la primera les invitó a quedarse en el santuario como muestra de su gratitud por el objeto devuelto. Arion se encontraba caminando por los alrededores, admirando el enorme paisaje del santuario, a su lado se encontraba Altair, su mejor amigo y mano derecha, ambos estaban en silencio, hasta que vieron a Kardia que subía hacia la octava casa, Altair sintió un poco de celos al ver a su amigo embobado con el caballero de Atena.

 

 

 

—Hola Kardia —saludó alegremente el pelinegro, el peliazul lo miraba, tratando de recordar donde lo había visto.

 

 

 

—Hmmmm, eres Aron ¿Verdad? —dijo Kardia con tono desinteresado, el pelinegro se rio bajito, cosa que incomodó a Kardia.

 

 

 

—Arion —corrigió divertido, Kardia solo chasqueo con la lengua, mientras Altair los miraba receloso.

 

 

 

—Por cierto ¿Qué haces aquí? —preguntó Kardia comiendo una de sus manzanas.

 

 

 

—Estaba admirando el paisaje —dijo sonrojado, mirando a Kardia que ni se dio cuenta de las dobles intenciones de su interlocutor.

 

 

 

—Pues no deberías estar aquí —dijo mirándolo, había terminado sus manzanas, se acercó a Arion hasta quedar a unos centímetros de su rostro, esto hizo que el azabache se sonrojara hasta competir con una de sus manzanas, Kardia se separó y se dio media vuelta— Debes irte con el patriarca —sentenció serio— Las doce casas no es un lugar turístico te puede pasar algo si no tienes cuidado —diciendo esto entró a sus aposentos privados. Arion quiso seguirlo pero se detuvo, ya tendría mucho tiempo.

 

 

 

El cielo estaba siendo cubierto por el manto de la noche, fría, donde se podía sentir la llegada del invierno. En esos instantes Kardia deseó nunca más salir de su habitación, pero siendo un caballero de Athena no podía darse ese lujo. Con un último pensamiento de cierto hombre de los hielos quedó profundamente dormido en su lecho. Sin darse cuenta que alguien se acercaba peligrosamente hacia él.

 

Arion caminaba con elegancia y sigilo por los pasillos de la octava casa, admirando el lugar donde su pequeña obsesión custodiaba, elevó su cosmo, llamando a Altair quien se encontraba listo para cumplir las órdenes del azabache. Admiró aquellos rasgos tranquilos e inocentes que Kardia ponía al dormir, quien quiera que lo mirara jamás creería que al despertar una fiera indomable e encontraría. Sin esperar ni un minuto más, teletransportó a su mano derecha y al octavo custodio rumbo a su hogar.

 

 

 

—Ahora mi querido Kardia, yo seré tu único dueño, y tú serás mi único amor —susurró y le dio un beso en los labios.

 

 

 

—Mi señor —dijo haciendo una reverencia el rubio— ¿Está seguro de lo que desea? —preguntó celoso.

 

 

 

—Si Altair —dijo serio— O es que acaso quieres estar en contra de tu dios —agregó con la voz más fría y escalofriante que pudo soltar. El rubio negó y siguió agachando la cabeza.

 

 

 

—No… —susurró Altair con cierto temor—…mi señor Apolo —se levantó y se retiró de la habitación.

 

Notas finales:

Comentarios de la Autora:

Sinceramente este fic es el más extraño que he hecho. Una historia inspirada en el “Rapto de Helena” en donde dio inicio a la gran guerra de Troya XD Al principio quería poner a Degel, pero luego me dije: ¿Por qué no a Kardia? XD además que como él tiene un fuerte carácter daría más dolores de cabeza XD

 

En fin, gracias por tomarse su tiempo de leer y no olviden dejarme un reviews para saber si les gustó o no. SOLO CRÍTICAS CONSTRUCTIVAS.

 

Se despide Nikiitah.


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