Era un miércoles de una tarde primaveral cuando los gritos en el pabellón de gimnasia del instituto Shohoku resonaban incansables entre las cuatro paredes de ese gran complejo. Dos jóvenes que casi un metro noventa discutían fervientemente como cada tarde. Uno era delgado y de tez blanca, con un cabello negro como la noche que cubría su mirada azul y felina, sobre un semblante frío y serio. El otro, en cambio, era fornido y de una tez morena, sus ojos marrones junto con su boca risueña y altanera le daban un semblante cálido y alegre mientras que su cabello, teñido de un color rojo como el fuego, lo hacían destacar aún más entre la multitud.
Ambos estaban en su tercer año de preparatoria y eran integrantes del equipo de básquetbol y como ya era costumbre en ese equipo cada tarde se enfrascaban en una discusión absurda y sin sentido, mientras los demás integrantes esperaban a que acabaran con la función.
La discusión de esa tarde se había centrado en el ensordecedor griterío que las animadoras del club de fans del pelirrojo causaban. Pero el pelirrojo, después de haber sufrido innumerables fracasos amorosos, no iba a perder la oportunidad de alardear de la fama que le había otorgado el ser nombrado capitán del equipo.
- ¿Por qué no cierras la maldita puerta de una vez? – Se quejó el moreno.
- Porque yo soy el capitán y hago lo que me da la gana. – le espetó con altanería.
- Pues yo soy el subcapitán y no me da la gana tener que aguantar tanto griterío. – le estaba crispando los nervios.
- Lo que pasa es que estás celoso Kitsune. – la sonrisa burlona en su rostro lo estaba desquiciando.
- Como iba yo a estar celoso de un mono idiota como tú. No logro entender cómo te dieron el puesto de capitán. – le faltaba poco para estamparle un balón en la cara.
- ¡Ahá! ¿¡Lo ves!? ¿Ves como estás celoso? – empezó a reír a carcajada limpia, como era de costumbre.
- Do’aho…
- ¿Qué has dicho? – como un resorte volvió a acercarse a él en actitud desafiante.
- Debiste sobornar a Miyagi para que te diera el puesto… - no iba a recular por mucho que intentara matarlo con la mirada.
- ¡Estúpido Kitsune envidioso! El profesor Ansai estuvo de acuerdo. – ese comentario lo había ofendido - ¡Cómo ibas a ser tú el capitán si ni siquiera hablas con tu madre!
- Y tú qué vas a saber, ¡imbécil! Soy mucho mejor que tú, no tengo porqué aguantar tus estupideces… - los dos se habían acercado peligrosamente al otro. Todo indicaba que si iba a desatar otra pelea.
- ¿¡Qué vas a ser tú mejor que el gran Tensai!? – su mano ya estaba agarrando el cuello de la camiseta del moreno.
- Disculpen Sempais… - la voz de uno de sus compañeros de equipo los detuvo
- ¿¡QUÉ!? – Gritaron los dos a la vez.
- Deberíamos empezar el entrenamiento… - acostumbrados a que ocasionalmente se enfrascaran en una pelea absurda habían aprendido a cortarlos cuando el profesor Ansai no estaba presente.
- Ehmmm… Si, tienes razón. – soltó a Rukawa y tomó una bocanada de aire para calmarse - Diles a todos que se reúnan, ahora empezamos. -
- Si capitán. – La voz autoritaria de su capitán no daba pie a réplicas.
- De esta te libras Kitsune, pero esto no va quedar así… - desafiante se dio la vuelta para acercarse al grupo que se estaba formando a pie de pista.
- Hmn… Do’aho…- Murmuró.
- Hey! ¿Alguien ha visto a Haruko? – la mánager llevaba unos cuantos días ausentándose.
El sonido del silbato dio por finalizado el entrenamiento. Sakuragi, ayudado por los chicos de primero, ponía orden en el gimnasio recogiendo los balones y otros materiales, mientras el resto se adentraba a rastras al vestuario.
- ¡Hanamichi tenemos que irnos! – el amigo del pelirrojo lo llamaba desde la puerta del pabellón.
- OK. Dame diez minutos. - le pasó la hoja del inventario a su compañero.
- Te esperamos en la salida. – gritó el amigo alejándose.
- Chicos acabad de recoger los balones. Los encargados de limpiar la duela, ¡más os vale dejarla impoluta!
- ¡Si capitán! – unos chiquillos enclenques arrastraban las enormes mopas y los cubos llenos de agua.
- Oye Kitusne! ¿Tú te quedas un rato más? – no era la primera vez que se quedaba en un rincón encestando.
- Si… - nada bueno podía salir de la boca del pelirrojo a esas alturas.
- Ok, entonces te encargarás de cerrar el gimnasio- le dijo lanzándole las llaves del pabellón.
- ¿No se supone que eras tú el capitán? – no quería andar haciéndole favores al Do’aho.
- Y muy a tu pesar así es Kitsune, pero debido a mi gran generosidad decidí encomendarle una tarea al subcapitán, aunque si no te ves capaz de llevarla a cabo tú solito… Puedo pasar a ayudarte dentro de un rato - dijo sonriente, dándole la espalda y dirigiéndose al vestuario.
- Do’aho… - Murmuró Rukawa lanzando con todas sus fuerzas un balón hacia dónde Sakuragi se dirigía, sin embargo este rebotó al chocar contra la puerta del vestuario que el pelirrojo había cerrado recién de un portazo.