Un día como cualquier otro, Luciano un chico de 18 años, de tez blanca, y rasgos finos, de cabello corto, vestido de camisa blanca y pantalón de tela, más unos tenis blancos usados, se encontraba caminando por las calles de Coquimbo, acababa de salir de su instituto hace no más de una hora, caminaba a ritmo normal, iba en dirección al parque zoológico a tomar fotos de los muchos animales que allí se encuentran, su mayor anhelo es acrecentar su vasta colección, usaba una cámara regalada por su padre, se la había dado mucho antes de que él dejara este mundo, era el mayor recuerdo de su progenitor, era lógico que la cuidara como un gran tesoro.
Justo en el momento que se disponía a cruzar la avenida principal, un extraño presentimiento abordo a su mente, se detuvo, miro a ambos lados, derecha o izquierda, algo que no supo describir le invitaba a cruzar por aquellos caminos nunca recorridos que a simple vista eran peligrosos, pero que acortaban la demora al lugar de destino. No lo dudo, avanzó con seguridad hacia una nueva aventura.
Mientras caminaba vio un extraño animal en el jardín de una casa, una bola de pelos que daba vueltas en la tierra, qué será- se pregunto-, esperó un poco para averiguarlo, era…., era un conejo!, se veía tan gracioso, Iba a sacar una foto cuando se percato que el rollo de la cámara se había agotado, era menester cambiarlo antes de que algo mucho más bueno se le cruzara, se detuvo en medio de aquel pasaje, en medio de las escaleras, dispuesto a continuar luego. Pero algo salió mal. El rollo usado (que contenía hermosas fotos acabadas de tomar) se le había caído, y fue a parar justo donde nunca debió.
Un grupo de chicos (entre ellos un apuesto chico llamado Martin) estaba fumando en lo más oscuro de ese callejón, usualmente se reunían allí a esperar a cualquier extraño, si se veía accesible le robaban, si era más extraño lo golpeaban, aunque Martin jamás ha disfrutado de aquello, el solo hecho de ponerse en contra de los otros cuatro le ponía los pelos de punta. No tenía opciones aparentes.
Fue en ese instante que algo se escuchó caer por las escaleras, dicho objeto llegó justo a los pies de Martin, el resto del grupo se percató y todos miraron al joven pelinegro que miraba asustado al grupito, los pensamientos de ellos iban en una dirección, robar, golpear, escapar.
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El sueño era increíble, por noches no había podido dormir, el dolor en su cuerpo era poco soportable, por suerte todo estaba mejorando, no fue mucho lo que sucedió aquel día. El micro se trasladaba por las acostumbradas calles en dirección a su casa, sus ojos estaban ocupados estudiando, ni que lo molestaran!!!, seguro maldeciría a quien le jodiera. Estaba haciendo su tarea, no le quedaba mucho tiempo, debía avanzar, con su marcador celeste (su color favorito) iba tachando todo concepto que fuese relevante, mientras tanto en su cuaderno de notas iba anotando un resumen de dichos conceptos.
Cuando hubo terminado lo anterior, se dispuso a guardar sus cosas, tanto su agenda, su cuaderno, su libro, como su lápiz, todo calló cuidadosamente en su bolso, pero cosas del destino hicieron que un rollo de fotos callera al piso, y por cosas de la física, cuando el bus se detuvo a causa de una luz roja, el objeto avanzó hacia la entrada delantera. Luciano miro con extrañeza el camino que tomaba dicho objeto. Trato de alcanzarlo, pero se le escapo de las manos.
Dio con unos tenis blancos, nuevos, reluciente, propiedad de un chico mucho más alto que él, usaba jeans, camisa blanca, chaqueta beich, un bolso negro y un gorro azul que le hacía ver atractivo.
El objeto se devolvió hacia donde estaba Luciano, pero cuando trato (nuevamente) de cogerlo, el bus avanzo con más velocidad, el rollo rapidamente volvió hacia donde el atractivo chico se encontraba, quien a mi parecer se había dado cuenta de su presencia.
-Dios, es uno de los de aquella ves- Pensó el pequeño Luciano, mientras miraba sus tenis, obviamente usados y de menor calidad que los del otro chico. Ante aquella mirada extraña Luciano desvió su vista en otra dirección, un sentimiento de nervios lo invadió, sus ojos apuntaron justo hacia la ventana (ya que estaba sentado al lado de ella), tenía miedo, no lo pudo negar, pero a la vez algo extraño rondaba en su cabeza, algo que le hacía sentirse tranquilo, algo que no sabía describir, algo cálido.