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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

Gracias a los que dejaron comentarios!

Siempre he dicho que los reviews son el alimento de las musas de la inspiración y cuando ellas son felices, la magia fluye por los dedos del escritor.

 

Se encontraba esperando en la calle invernal, en la zona del barrio antiguo afuera de una patisserie llamada Morso. Casi todos los locales del Grund, la parte vieja de la ciudad, habían pasado de ser pequeños y viejos establecimientos a tiendas mucho más sofisticadas y ésta no era la excepción.

Enzo Baladi estaba enfundado un saco negro ajustado en el que su larga y sedosa cabellera rubia caía como cascada dorada de seda, y a simple vista era más que evidente que se trataba de un hombre sumamente apuesto. Su estructura ósea bien podría ser la envidia de cualquier modelo editorial por su perfecta simetría, sus elevador pómulos, su nariz elegante, sus cejas suavemente arqueadas y espesas y para rematar, un par de ojos verdes claros del color esmeralda del mar mediterráneo hacían de él alguien inolvidable.

Pese a ser rubio como la mayoría de los luxemburgueses, en el tono cálido de su piel se atestiguaba una infancia en un clima más benigno, contenía un dejo dorado que definitivamente no se lograba en un fin de semana en la playa.

Era extranjero y tan hermoso que en un raro descuido podría incluso ser confundido por una chica. La gente solía quedar impresionada al verlo, pero era algo a lo que estaba completamente acostumbrado, ¿podría ser de otra manera?

Baladi había sabido con el tiempo a llevar sabiamente su belleza, le era fácil engatusar a la gente, demasiado fácil, sin embargo no estaba en su naturaleza ser manipulador, la seducción era algo que gustosamente elevaba a arte cuando de verdad lo quería y cuando no… bastaba simplemente ser amable y no necesitaba más.

Suspiró vapor de aire, sintiendo que el frío calaba en su cuerpo. Era mediodía pero la temperatura se había encrudecido desde hacía algunos días conforme el año se aproximaba a su final. Cada que alguien salía de la repostería afuera de la que se encontraba, el olor de vainilla y jengibre de las galletas recién horneadas se escapaba por la puerta, invitándolo a dejar de aguardar en la calle por sus amigos que ni siquiera estaba seguro vendrían.

No podía esperar para comer.

Se preguntó a sí mismo de dónde provenía su terquedad de estar en la intemperie y la idea resultó extrañamente graciosa.

Quizá Kyan y Abrianna ni siquiera estaban despiertos, y dado que ni siquiera contestaban sus llamadas tal vez estaban en su cama cálida sin preocuparse en absoluto por aquella acordada prima colazione.

Por fin vio llegar a pasos apurados a una de ellos, Abrianna Mestri. Llevaba una gruesa bufanda roja que volaba en el aire la cual combinaba perfectamente con sus lentes de pasta y un gorro a rayas negras y blancas del cual escapaban mechones obscuros.

No terminaba de comprender por qué la joven pintaba su cabello cuando el cobrizo de su verdadero pelo era tan agradable, sin embargo esa apariencia también lucía bien en ella y lo había hecho totalmente su estilo. El primer contacto visual con él fue casi una disculpa, pero estaba llena de energía.

- ¡Enzo, bon giorno!

Aunque el italiano era el idioma materno de ambos, Baladi no solía hablarlo frente a quienes no lo entendían como cortesía, pero dado que estaban sólo ellos, le alegraba mucho poder hacerlo.

- Bon Anna. Risplendi come se fossi appena scesa dal letto.
 /*Luces como si hubieras salido directo de la cama.

Ella comprendió la intensión del comentario, pero aguardó para abordar el tema.
Los amigos entraron al local y en seguida la calefacción les dio la bienvenida.

- Estuve en Zaphyr con Zia, no tenía intenciones de quedarme demasiado tiempo pero…

Baladi sonrió quitándose los lentes de sol.

- Pero decidiste distraer a tu empresaria de sus negocios.
A la otra le hizo gracia.

Tomaban bolsas de papel y comenzaron a pasear entre los estantes de galletas humeantes.
Él comenzaba a llenar la suya, impulsado por su gusto hacia las cosas dulces.

- Trabaja demasiado, incluso cuando se supone que se está divirtiendo. Así que tuve que
  encerrarla un rato en su oficina- bromeó ella mirándolo con una expresión provocativa.

Eso le hizo reír sin ninguna pena.

- ¡Me imagino! Aunque suena un tanto absurdo que tú seas quien la llame a ella una
  adicta al trabajo. ¿Qué no tu último récord fue trabajar 60 horas a la semana?

La fotógrafa hizo una mueca de inconformidad y no tardó mucho en justificarse.

 - Sabes que eso fue temporal, ya terminé todo mi material, es cosa de unos días para la
  presentación.

El hombre asintió con la cabeza. Mestri en ese punto de su vida era demasiado famosa para bajar su ritmo de trabajo. Baladi sabía que pese a que era joven, la artista había soñado con estar en ese lugar toda su vida, y ahora que lo estaba no lo dejaría pasar.

Más pese a que ella era algo así como una estrella en el mundo del arte del Benelux, en realidad la fama no se le notaba en absoluto. Seguía pareciendo una niña divirtiéndose con su nueva notoriedad y a la vez paseándose en lugares públicos sin ningún interés de celar su privacidad, tal como ahora mismo hacía.

- No me perdería tu exposición por nada del mundo- le aseguró él.

- Supongo que no. La fotografía que tomé de ese modelo noruego que te gusta estará
  como una de las obras centrales y como habrá gente de agencias presentes, obviamente
  él estará ahí.

Baladi le compartió una mirada cómplice.
No tenía ni siquiera sentido fingirse ofendido y como siempre, lo tomó con humor.

- Caro Anna, iré porque me gustan tus fotografías. Para ver a Jan, no necesito esperar
  dos semanas. Anoche me vi con él en la fiesta de la revista Dansk en la que sale en
  la portada del último número.

Mestri hizo una exagerada mueca de fastidio.

- Claro que sí, debí esperarlo, tú no eres de los que pierde el tiempo.

Cuando su amigo Rémi le presentó a Enzo por primera vez, no tardó en enterarse de su fama de seductor.
Y es que Enzo solía elegir presas prácticamente inalcanzables y capturarlas sin mucho esfuerzo, de hecho la parte de conquista ni siquiera la llevaba a cabo él, la gente solía querer conquistarlo a él y no a la inversa.
Era un extraño fenómeno por el cual Anna siempre se había sentido fascinada.

- ¿Y cómo te fue con el modelo entonces?

- Ah, Jan es una persona relajada y es fácil pasarla bien a su lado. Aún no tiene ese
  desdén aburrido de algunos los tipos famosos. Además, como seguramente has visto,   
  sabe usar bien su cuerpo.

Como siempre, el rubio dejaba poco a la imaginación.

- Pero no te mentiré diciendo que me da igual que vaya a tu exposición, será divertido
  verlo de nuevo.

Mestri bajó la mirada, dando seguramente vuelo a su imaginación.
- ¿Será que te estás enamorando finalmente, Enzo?

Recibió como respuesta una mirada divertida, aunque su atención se vio superada por los apetecibles tramezzinis.

- Lamento decepcionar a tu inacabable romanticismo, pero pese a todo, Jan no es el tipo
  de persona con quien podría estar interesado durante mucho tiempo.

- Pese al sexo- corrigió la chica, adivinando el verdadero significado en sus palabras.

- Incluso pese al sexo- tuvo que precisar- pero eso no quiere decir que no la podamos
  pasar bien el tiempo que dure.

La artista se encogió de hombros, en absoluto sorprendida de esas palabras.
No era la primera vez que las escuchaba y estaba segura que no sería la última.
Quizá Enzo tenía razón y sólo estaba siendo infantilmente sensiblera. Lo que ella misma quisiera para su amigo no era necesariamente lo que el hermoso publirrelacionista quería para él.

Esa forma de ver a las relaciones era la más básica diferencia entre los dos.

Mientras ella no tenía problemas imaginándose una vida entera con la mujer que amaba, no podía ver a Baladi en el mismo papel. En absoluto.
Conocía a su amigo lo suficiente para saber parte del porqué su resistencia a abrir espacio a más personas en su corazón. Pese a que era alguien abierto y desenvuelto, muy en el fondo eran pocos a quienes realmente quería. Un lugar en su vida, había que ganárselo.

- Pero cuéntame de esa fotografía, Anna, porque el noruego no suelta detalles- jugó Enzo,
  acomodándose uno de sus mechones dorados que escapaba de por detrás de su oreja-
  ¿Es un desnudo o no?

- Claro que es un desnudo- bromeó ella pese a que en realidad no lo era.

Gustaba de bromear con él como si fuera su hermano mayor. Y hablando de juegos, tenía uno más divertido para provocar su curiosidad.

- Oh, olvidaba decirte que me encontré a dos personas ayer en el Zaphyr que no esperaba.
  Uno de ellos fue tu inseparable Kyan.

El rubio en seguida desvió su atención de la comida, para captar cada detalle de la conversación.

- No llevarías tus lentes puestos- aseguró- ¿Kyan en el Zaphyr?

- Ya sé. A mí también me sorprendió, hace meses que no me lo encontraba en un bar.

- Voy a marcarle de nuevo- anunció impulsivamente- Podemos comer en su
  departamento, ya sabes consentirlo en su resaca.

- Pero… no creo que él quiera verme.


-------

 


Un sonido insistente lo despertó lentamente. Después lo reconoció como el tono de llamada de su teléfono móvil.
Aún medio dormido, alzó el tronco de la cama y con la intensión de contestar se dio cuenta de que no estaba en casa.

Se encontraba en una habitación muy amplia en medio de penumbras, una larga y gruesa cortina bloqueaba el paso del sol.
Su cerebro tardó en conectar dónde diablos se estaba.

Pronto, las escenas de la noche anterior le fueron llegando como flashazos.

Estaba en aquel castillo en las afueras. Se había acostado con ese hombre de traje Tom Ford y persuasivos ojos grises.
Todo parecía irreal una vez que el alcohol dejaba su sistema.

La cama en la que había despertado estaba vacía, pero era suficientemente como para albergar a varios. Contestó su celular y trató de que su voz sonara normal, pero esta resultó más ronca de lo que normalmente era.

- ¿Si?
- No contestas. ¿Estás ocupado?
- Enzo…- lo reconoció- ¿qué hora es?
- Doce veinte. Estoy con Anna en el Grund comprando el desayuno.

¡Diablos! Lo había olvidado por completo.
Ahora recordaba cómo la noche anterior había visto a la fotógrafa.

- Podemos pasar a tu departamento a comer si es que estás presentable.
- Yo… no estoy allá- tuvo que confesar.

Supo que el otro estaba sorprendido del otro lado de la línea por aquella pausa.

- Bien, entonces nos vemos después. Si tienes ganas de hacer algo cuando vuelvas de
  donde quiera que se supone estás, avísame. Ya me contarás de tus aventuras mañana.

Kyan supo que tendría que contar aquella historia a su mejor amigo, inevitablemente.
Mientras tanto, se dispuso a salir de ahí. Pero tan pronto se puso de pie alguien tocó a la puerta.

- Un momento- dijo apresuradamente mientras se ponía los pantalones.

¡Qué diablos!
Tocaron otra vez mientras se abotonaba la camisa. Y tras gruñir un “adelante”, un hombre entrado en años entró con una bandeja.
Su traje indicaba que era del servicio, y que no era un simple criado.
Vestía demasiado formal para un sábado en la mañana.

- Buenos días, señor, mi nombre es Viriato- dijo el sujeto en perfecto luxemburgués mas
  con fuerte acento portugués, era un tipo moreno y calvo, pero con una espesa barba
  canosa y una sonrisa en la que se le marcaban arrugas afables a los lados- ¿gusta un
  poco de café?

- No, gracias. Estoy por irme- respondió intentando sonar lo menos grosero posible,
  cosa que usualmente se le dificultaba cuando se sentía así de estresado.

Pero Viriato comenzó a servirle. En la bandeja también había panes dulces que no lucían nada mal.

- Éste café en especial es muy bueno, fuerte pero no excesivamente amargo, se le llama
  bica de donde provengo. No se arrepentirá de probarlo.

¿Acaso le había preguntado?
Kyan se sintió culpable de mandarlo por un cuerno y no supo que hacer sino verlo llenar la taza, sentado como estaba, mal vestido en la cama.

- Gracias.
- No hay problema- le sonrió el que seguramente era el majordome del castillo.

Porque ese Daniel con el que se había liado la noche anterior no sólo tenía un castillo, sino que obviamente debía ser atendido por una legión de sirvientes.
No obstante, un simple empleado regular pudo haberlo servido, ¿el moreno le había mandado a su servicio personal?

- El señor de la casa está trabajando, pero me ha pedido que le diga que es bienvenido a
  quedarse cuanto guste, él se desocupará en un par de horas. Pueden prepararle el baño o
  algo más para desayunar. Siéntase libre también de ir a las caballerizas si le apetece y
  trotar un poco, la pista está recién despejada de nieve.

Kyan prácticamente se quemaba la boca al tomar la infusión negra cuando se dio cuenta que en realidad el hombre no mentía, era un café estupendo aunque lo tomara por mera cortesía.

Para el siguiente sorbo se dio el gusto de realmente disfrutarlo para después informar:
- No será necesario, no pienso quedarme.

- Entiendo. Quizá deba saber que sin un vehículo será complicado volver a La Ciudad.
  Puedo llevarlo si gusta, no es ningún problema.

El castaño de pronto no supo si aquello era auténtica amabilidad de su parte o si su anfitrión había girado instrucciones al respecto, lo cierto es que tanta atención en realidad lo incomodaba.

- Me las arreglaré.
- Considérelo. De todos modos, si necesita algo, estaré abajo- informó el viejo antes de
  dejarlo por fin a solas.

Kyan suspiró, sintiéndose frustrado.
Miró a su alrededor mientras terminaba el contenido de la taza. Obviamente se encontraba en uno de los cuartos de huéspedes, no había nada personal en ese lugar.

Se puso de pie y salió al pasillo con cautela para no toparse con nadie más. No tenía intención alguna de ver a aquel hombre, ni a Daniel ni a nadie más de camino a la salida.
Recorriendo con su memoria etílica el trayecto a la puerta principal, tuvo que reconocer que la noche anterior había actuado muy impulsivamente. Hacía tanto tiempo que no hacía algo así.

Pero al bajar las escaleras se topó con una inesperada puerta de cristal que dividía el espacio tradicional de ese castillo. Tenía un acceso controlado.
Sí, recordaba haberse topado con esa puerta de camino a la alberca.
¿Cómo iba a salir de ahí?

Justo en ese momento, una mujer también de apariencia latina y con uniforme de servicio pasaba con un florero lleno de hortensias violetas, tal como las que había visto la noche anterior en el recibidor.
Ella, al verlo, pareció un poco sorprendida pero no dudó en abrir la puerta tecleando una clave.

- Buenos días, senhor.
- Buenos días- balbuceó el otro pasando a su lado.

¿Por qué aquella separación de espacios? ¿Para dejar atrapados a los amantes del amo? Se dijo a sí mismo con un dejo de cinismo.

Mientras recorría el salón principal, la estancia se llenó con el murmullo de una oficina, teléfonos sonando, teclados siendo usados, voces y pisadas.
Por eso aquella puerta.

Un vidrio esta vez translúcido no permitía ver qué pasaba a primer vistazo, pero creyó distinguir varias siluetas. Y justo cuando iba a continuar su marcha una voz que sobresalió de las demás detuvo sus pasos huidizos.

- Se los dije cuando hablé con ellos, Hilda, y es que hay un problema grave que
  decidieron ignorar. La tectónica del terreno muestra que su resistencia y capacidad para
  soportar el peso de la estructura simplemente no la adecuada para lo que pretenden
  alzar.

Eso sonaba como algo que escucharía en su propia oficina... y en fechas recientes.
Se asomó ligeramente al lugar de dónde provenía ese espacio y pudo ver una maqueta. Una maqueta que había estado viendo todos los días en su oficina en Muggen.

- Y esas columnas son un gasto inútil que Muggen deberá asumir.

El hombre con el que se había acostado la noche anterior hablaba del proyecto en el que estaba trabajando.
¡El mismo proyecto al que él estaba asignado! Aquel que había sido parado hacía casi un mes por la constructora.

Iban a asignar a otra empresa para continuar, pero las órdenes de arriba aún no habían sido dadas… hasta ahora.
¡Mierda!

No. No necesitaba problemas. Se dispuso a desaparecer lo antes posible.
Sus pasos se volvieron más veloces que los de un caminar normal, de pronto sintió que necesitaba correr.

Pero justo en el momento en que abría la puerta, chocó con alguien que iba entrando.
Los papeles que llevaba el que llegaba se esparcieron por el suelo.
Se inclinó a recogerlos sin pensarlo, turbado, maldiciéndose por varios motivos.

Y cuando vio hacia arriba, pudo ver a un hombre delgado de gafas agacharse frente a él.
Parecía realmente apenado también, su cabello le tapaba insistentemente la vista y él agitaba la cara.

- Lo lamento mucho- se disculpó en francés pese a que era él quien había chocado con
  ese sujeto.

Sería apenas más joven que él.

- No, la culpa es mía- murmuró el castaño en francés también, un poco desconcertado por
  su amabilidad.
Fue un momento realmente incómodo. Supuso que su propia apariencia era extraña. Y por la mirada de ese hombre, era obvio que le despertaba curiosidad.

- Creo que no nos conocemos. Soy Andrew Kelly, ¿trabaja en LD?

Tener que explicar su papel ahí sólo iba a hacerlo más incómodo.
¿Cómo explicar que había pasado la noche revolcándose con quien seguramente era su jefe?
De cualquier forma lo último que deseaba era tener una charla ahí mismo.
Todo lo que pasaba en ese lugar era demasiada información para procesar, demasiadas coincidencias, demasiado caos.
¡Nunca había querido salir tanto de un lugar como de aquel!

- No. Le pido que no me de importancia. Si me disculpa, iba de salida.

Y así de tajante, salió de ahí por fin.
Sentía que sudaba frío y la luz del día no le dio precisamente la bienvenida.
Todo estaba nevado y en pocos segundos comenzó a sentirse congelado.
Recordó el ofrecimiento del majordome y se arrepintió de haber rechazado su oferta.
Por lo visto, sería un duro camino de regreso a casa.



-------

 


Abrianna observaba a Baladi colgar el teléfono con una sonrisa burlona en el rostro.
Pese a que Novak los había plantado una vez más, el rubio no parecía molesto en absoluto.
Le dirigió una mirada jovial y cautivadora.

- Vamos a tener que descartarlo de nuestro desayuno, Anna.
- Eso escuché.
- Bueno, dejemos de lado el cappuccino y agreguemos champaña, ¿estás de ánimo para
  unas mimosas?

La fotógrafa miró de reojo las empanadas dulces. Ahí estaba su favorita. La tomó sin pensarlo dos veces.

- Si, ¿por qué no? Después de todo tenemos algo que celebrar- dijo con un aire de
  misterio.
-  ¿A qué te refieres?

Mestri se divertía soltando la información a cuenta gotas.

- Sería solidario alegrarse por Kyan, que por fin se ha decidido a recuperar su vida
  social y sale, como en los viejos tiempos, de un bar bien acompañado.

Baladi se mordió los labios, disfrutando cada vez más de esa conversación.

- A ese hombre lo he visto antes en Zaphyr. Él y el otro sujeto que mencioné.

No olvidaba al alemán conversando con aquel moreno elegante en el VIP.

Baladi dio un par de pasos rápidos, poniéndose frente a ella para detener su andar y tener toda su atención.

- ¿Lo estás diciendo en serio o es una de tus bromas?

Eso la hizo contener la risa y rápidamente negó con la cabeza.
- ¿En serio tan mala fama me he hecho? Es cierto, te lo juro.
  Pero no me creas, ya podrás interrogarlo el lunes en el almuerzo. Quisiera unírmeles
  pero…
“Estoy vetada de sus reuniones” pensó ella.
- …tengo una sesión en Bruselas.

- No te preocupes, ¿cuánto tardarías en enterarte de todos modos?

Y aunque Baladi no lo dijo en voz alta, se alegraba de que su mejor amigo hubiera salido, ido a un bar, conocido a alguien… y se hubiera acostado con él.
Después de todo, ¿cuánto era el tiempo que se consideraba saludable esperar antes de volver a salir después de la peor ruptura del mundo?

El rubio meditaba sobre esto de camino a las cajas.
Y tal como había dicho Mestri, ya interrogaría muy bien a Novak.

- Pero eso no es todo. Aún no te he dicho quien más estaba ahí, compartiendo mesa con el
  hombre con quien se fue Novak.

El rubio ya no parecía tan interesado en la conversación, con la mirada buscando algo interesante para agregar a su desayuno.

Pero en cuanto ella dijo aquel nombre, Enzo pareció volver a la conversación de una manera algo abrupta.

- ¿Reiner Köhler dijiste?

Esta vez el chisme parecía dejar de ser divertido.
La expresión en el rostro del bello Baladi parecía endurecerse. Y eso era realmente algo muy difícil de lograr.

- Él mismo. Fue una total sorpresa verlo de nuevo. Bueno, no lo digo por mí como
  entenderás.

- No esperaba… que él estuviera en la ciudad.

El rubio volvía a parpadear con sus largas pestañas como si recordara que debía hacerlo de vez en cuanto.

- Al parecer conoce a Zia de Londres.

Él se cruzó de hombros y siguió su camino por el Deli. Dejando que la idea pasara a través de su persona. Aunque esa noticia no la había esperado, tampoco cambiaba su día.

- Vamos a la caja entonces. Antes que se haga más tarde- concluyó.

Cuando llegaron, Baladi sonrió amablemente con la joven que la atendía y ella se mostró evidentemente nerviosa ante quien bien podría parecer un modelo de haute couture.
Las manos le temblaron un poco mientras le entregaba su cambio. Seguramente en su mente pensaba alguna manera de coquetearle, aún a sabiendas que un tipo como él, era de las grandes ligas.

Enzo le agradeció y se fue, sin darle oportunidad de decir nada.

Anna miraba la hora.
- Se está haciendo tarde y tengo hambre- le confió- ¿a dónde iremos a comernos todo
  esto?

- Um, ya que no iremos con Kyan, ¿te parece ir a mi departamento? Después de todo está
  muy cerca, no como tu gélido estudio en el bosque.

Ella sonrió como un crío.
- ¡Suena perfecto!

Reiner. Reiner. Reiner. Pensaba Baladi sin poder evitarlo.

Estando en Luxemburgo… sólo sería cuestión de tiempo para encontrárselo.
Se preguntó qué tan incómodo sería el encuentro con su ex amante.
Pero por ahora, daría la prioridad a las cuestiones prácticas. Ya enfrentaría lo inevitable cuando ocurriera.
Y por lo menos estaba sobre aviso.





Continuará...


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