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El último partido por Yais

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Capítulo 1: Pospuesto

 

Draco abrió lentamente los ojos. Eran aproximadamente las 7:30 de la mañana y aunque su cuerpo pedía más horas de descanso, no podía permitirse dormir ni un minuto más. La temporada de quidditch estaba por terminar y precisamente esa tarde era cuando el equipo de Gryffindor y Slytherin pelearían en el campo por la copa.

 

Sacudió la cabeza de un lado a otro intentando espabilarse. Se sentía ligeramente enfermo, pero como capitán no podía permitirse ni un atisbo de debilidad cuando estaban a nada de su momento de gloría. Los mismos puntos y un clima favorable anunciaban que esa sería la fecha en que su gran casa, Slytherin, demostraría por qué eran los mejores.

 

Casi se arrastró hasta el baño con la certeza de que una ducha acabaría con su pesadez. Se desnudó con modorra y permaneció así un minuto frente a las llaves, sin abrirlas, hasta que sintió insoportable el frio que abrazaba su cuerpo y se apresuró a dejarse mojar por los calientes chorros de agua.

 

Al terminar de bañarse y arreglarse fue hasta el espejo del lavabo donde se observó con ojo crítico. El reflejo le mostró la imagen de un chico de 17 años, con ojos grises y cabello rubio escurriéndose por su pálida frente. Se sonrió a sí mismo infundiéndose ánimos. A pesar de sentirse un poco enfermo y cansado se veía mejor que siempre, todo él brillaba de emoción por lo que se avecinaba.

 

 

 

— ¡Suerte Draco! — uno de sus compañeros de casa lo animó, siendo el decimo que lo hacía ese día. Después de salir de su habitación no había dejado de recibir porras, en especial de los estudiantes su generación, pues ese sería el último partido que ellos vivirían como alumnos de Hogwarts. Todos estaban ansiosos.

 

— ¡Buena Suerte!, te estaremos animando desde las gradas.

 

 

 

Entró al gran comedor con aire ausente, no podía dejar de pensar en las estrategias que había planeado, en los errores que podría cometer cualquiera y, por supuesto, en su rival. El buscador de Gryffindor.

 

—Maldito Potter — murmuró mientras tomaba asiento en su lugar habitual para comer el desayuno.

 

— ¿Ocurre algo? — preguntó una chica de su mismo grado, Pansy, quien era menuda, de voz suave pero firme y un poco más baja de estatura que él. Siempre que lo veía se le pagaba y le coqueteaba abiertamente. Años atrás había sostenido una breve relación con ella, pero ahora sólo era su amiga.

 

— Nada — se limitó a contestar mientras veía el plato que ella le acercaba con dos tostadas embadurnadas de mantequilla y mermelada. El gesto de la chica era similar al que haría cualquier mujer que pretendía mimar a un esposo o hijo con su plato favorito. — No tengo hambre Pansy… — gruñó.

 

Su madre lo educó para respetar a las mujeres lo suficiente como para ignorar amablemente los intentos de Pansy por reconquistarlo, pero a veces olvidaba dichas enseñanzas. Antes la eligió como novia porque era lo normal, ella era bonita y él se merecía lo mejor de lo disponible, pero de haber sabido lo que le costaría en un futuro no lo habría hecho.

 

Tenía un año consiente del porqué jamás se entusiasmó cuando la tenía a un lado. No le atraían las mujeres, era gay y aunque no lo había anunciado con bombo y platillos sus más allegados lo sabían. Pansy era uno de ellos, así que cada vez que intentaba congraciarse con él, con la evidente intención de volver, lo hacía experimentar una creciente irritación. Ella debía aceptar la realidad y dejar de incomodarlo.

 

— ¿Cómo que no tienes hambre? No tienes desde hace 2 días y te va a hacer mal.

 

— ¿Acaso me veo mal?— preguntó con sarcasmo. Bastante seguro de ser un hombre atractivo al que los colores verde y plateado de su uniforme, le sentaban de maravilla.

 

La chica vaciló un poco antes de responder — No mal, sino enfermo, deberías consultar a la enfermera. Puedo ir contigo.

 

Draco alzó una ceja y retiró el plato que tenia enfrente de él arrugando la nariz en el proceso — Pues no importa como me veas, no tengo hambre y no necesito que me acompañes a ningún lado.

 

—Pero tienes que comer, tenemos que ganar el partido de hoy.

 

— ¿Crees que no lo sé?— contestó alzando la voz — ¡he estado pensando en eso más que cualquiera!

 

—Ya lo sé — Pansy intentó apaciguarlo sin enfadarse y empeorar la situación. Esos últimos días él estaba sometido a mucho estrés y todos lo trataban con cuidado porque era una bomba de tiempo —sólo pienso que...

 

— ¡Olvídalo!, no me importa lo que pienses — la interrumpió mientras se paraba de su asiento y salía dando zancadas del gran comedor. Los nervios acrecentaban con cada hora que pasaba y no deseaba que el equipo contrario se diera cuenta de aquello.

 

 

 

Caminó hasta el campo de quidditch. Apenas eran las 9:00 y el partido comenzaría a la 1:00, así que faltaba mucho para que el montón de estudiantes llegara y llenara las gradas. En cuanto llegó a los vestidores se cambió de ropa, tomó su escoba y se dispuso a hacer calentamiento.

 

Su estómago le pidió comida a gruñidos, pero su orgullo le impidió volver. También sabía que Pansy estaba encaprichada con él porque no tenía nada mejor que hacer, sólo fingía preocupación porque era coherente. Pero cuando encontrara a alguien más lo ignoraría, así que no pretendía volver con la cola entre las patas y hacerla sentir poderosa.

 

 

 

Tenía aproximadamente media hora ahí cuando un grupo de Gryffindor encabezado por el pelirrojo Ron Weasley, mejor amigo de Potter, se acercó al campo en dirección suya. Parecían molestos.

 

— ¡Te felicito Malfoy!— le dijo el pelirrojo cuando estuvo a unos escasos metros de él, logrando que le devolviese una mirada de intriga mezclada con desagrado. Y no tuvo que preguntar por qué lo felicitaba pues continuó — ¡aplazaron el partido!

 

— ¡¿Qué?!— exclamó sorprendido — ¿cómo que aplazaron el partido?

 

Weasley, quien no esperaba su reacción arrugó el ceño ligeramente — Ahora quieres hacerte el que no sabe nada ¿no?

 

—No sé de que hablas comadreja— contestó reponiéndose al igual que el Gryffindor a la sorpresa, mientras tomaba una actitud de superioridad que para nada iba con su desconocimiento total sobre la situación.

 

—Mira huroncito no te molestes en fingir, porque todos saben que fueron ustedes. Tú.

 

— ¡Cierra la boca Weasley!— gritó un chico que iba en dirección hacia ellos, junto con el resto del equipo de Slyterin.

 

—Blaise, ¿qué estupideces dice este idiota?

 

—Potter está en la enfermería.

 

—Y es por tu culpa— gruñó Ron.

 

—No ladres pobretón— ordenó Draco mientras que Blaise a su lado formó un frente de defensa.

 

—Claro que fueron ustedes. Son tan cobardes que prefirieron atacar a Harry a permitir que DE NUEVO les pateáramos el trasero.

 

Todo el equipo de Slytherin hirvió de coraje por el comentario, pero justo cuando la pelea iba a dar comienzo apareció la profesora Mc Gonagall y los mandó a todos a sus respectivas casas.

 

Antes de marcharse la mujer emitió un ligero gruñido de molestia que sólo Draco alcanzó a escuchar. Pudo ver como ésta se mordía el labio inferior, intentando contenerse a hacerle el mismo reclamo que el pelirrojo había hecho.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer. Hasta el siguiente chap =).


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