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Don't Go {XiuHan/LuMin} por Valeeemotions

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Notas del capitulo:

Bueno. No tengo mucho que decir. Espero les agrade la historia y disfruten tanto como yo lo hice al escribirla.

Espero no se hayan pasado muchos errores de edición. La revisé varias veces, pero igual y siempre se pasa alguno.

Un pequeño regalillo (Aunque algo triste por ahora) para las fans del Xiuhan♥.

Ojalá les guste. Dejen sus comentarios para poder subir la segunda parte.

«D  O  N'  T   G  O»
X I U H A N

.:Xiu Min & Lu Han:.

 

¿Qué saben de amor un par de niños? No importaba cuánto hablaran los adultos de eso, ellos no comprendían teóricamente. Aunque tampoco les importaba, cuando en realidad ni siquiera conocían teóricamente lo que era el significado de la amistad. ‘Amigo’, según ellos, era alguien con quien podías jugar, pelear, discutir y volver a jugar. Ya que, después de todo, su inocencia era tal que no conocían el rencor y, aquellas discusiones que alguna vez lograban tener eran siempre las mismas.

— ¡Te toca a ti ser el portero! —gritó el menor intentando tomar el balón.

— ¡No, yo quiero patear al arco! —insistió el mayor de ambos, sin querer aceptar la opción de su compañero.

Después de un par de alegatos más, al final siempre terminaban haciendo lo que el menor quería. Y es que no sabía porqué, pero Min Seok no podía decir que no cuando los ojos de Lu Han (su mejor amigo desde hace cinco años) lo miraban de esa manera.

Él no comprendía lo que era el amor, y Lu Han tampoco, por lo que simplemente ignoraban aquellas actitudes que tenían. Pero no así sus estómagos, que parecían estrujarse cuando por casualidad pasaban a tocar sus manos.

 Ambos con 10 años de edad, pasaban la mayor parte del tiempo juntos, y solo se separaban (literalmente) cuando uno de los dos debía ingresar al baño, o en su defecto cuando ambos tenían que regresar a sus casas. Sin duda ese momento era el que más detestaban, pero el saber que al día siguiente se verían y, probablemente podrían divertirse tanto o más que el anterior, les llenaba el rostro de alegría.

Lu Han era Chino. Sus padres habían viajado a Corea del sur por asuntos de trabajo cuando este apenas tenía 5 años, y a pesar de no saber el idioma, ellos decidieron ingresarlo a una escuela intercultural para que así pudiese integrarse de la mejor manera posible a las tradiciones que el nuevo país en el que estaba le exigía.

Aquel día, Lu Han, quien aún no podía entender perfectamente el coreano salvo algunas palabras, se sentó en el rincón del salón, ignorando las miradas de sus compañeritos, quienes curiosos, querían saber del ‘chico nuevo’.

Dicen que no importa el idioma, por alguna razón los niños a pesar de ser de nacionalidades diferentes logran comunicarse de una manera increíble, comprendiendo cada una de las cosas que quieren decir. Algo que los adultos no pueden comprender bien, pues no es literal, no, sino más bien una interpretación de las palabras y acciones hechas por ellos mismos; de ser así, los adultos tenían mucho que aprender de ese par de niños, que a penas se vieron, lograron establecer un vínculo que difícilmente la barrera del idioma podía separar.

 
La primera vez que Min Seok le habló a Lu Han, fue ese mismo día; el día de su ingreso al jardín de infantes.

Lu Han: «Ciervo del amanecer»; un nombre bastante lindo para un niño con cara de ángel. O al menos eso pensaban todos cuando recién lo veían. E incluso muchos lo confundían con niña, si no fuese por su corto cabello. Y lo mismo pensó Min Seok, quien un poco tímido, se acercó al “extranjero” y le extendió el carrito parlanchín con el que él estaba jugando en su horario de recreación. Ese gesto, ese simple gesto hizo que Lu Han sonriera, y que no pudiese olvidar a la primera persona que en todos esos días se había atrevido a establecer algo más que un contacto visual con él.

—Gracias —dijo Lu Han en un coreano titubeante.

— No agradezcas. Mi nombre es Min Seok. —contestó el otro en chino, sorprendiendo al extranjero.

Ese mismo día Luhan se enteró que Min Seok sabía hablar chino. No perfecto, pero al menos solía manejar las palabras esenciales. Sus padres eran empresarios (Al igual que los de Lu Han), por lo que también cuando pequeño pasó una larga temporada en aquel país, pudiendo conocer el idioma tanto como sus costumbres.

Es increíble como un simple gesto puede marcar la diferencia, y es que desde ese día LuHan y Min Seok eran completamente inseparables.

 

Para suerte de ambos, Lu Han vivía a un par de cuadras de la casa de Min Seok, así que cuando el chofer de este último iba por él a la escuela, el chino también iba con ellos y muchas veces se quedaba en la casa de su amigo, jugando y adorando la manera en la que Min Seok (O Xiu Min como le había nombrado él, pues le costaba menos pronunciarlo) le quería enseñar cada una de las cosas que tuviese en casa. No importaba cuántas veces lo escuchara, el chino jamás se aburría de oír a su nuevo amigo.

 
— Enséñame coreano. —dijo un día el menor de ambos, cuando estaban en el patio del colegio jugando con un desaliñado balón de fútbol. El mayor alzó su vista a su amigo y sonrió.

— ¿Quieres que te enseñe? –Lu Han asintió. —está bien… Pero con una condición.

— ¿Cuál condición?

— Quiero que me enseñes a preparar esos bollos que dijiste que se parecían a mí.

— ¿Bao Zi? —preguntó el menor con una divertida sonrisa en sus labios, recordando la expresión en el rostro de su compañero cuando le dijo un día que se parecía a un ‘baozi’.

Minseok asintió con una sonrisa en sus labios, esperando que su amigo accediera. Y así fue como su trato se llevo a cabo. Lu Han no solo prometió en enseñarle aquella receta con ayuda de su sirvienta, sino que también le enseñó un par más que estaba seguro su compañero le gustarían.

 

Los meses pasaron y el coreano de Lu Han era más fluido, así mismo como el Chino de Min Seok. Si bien este último tenía un coeficiente intelectual lo suficientemente bueno para aprender varios idiomas a la vez, le gustaba bromear y decir “no entiendo”, solo para que su amigo le enseñara de nuevo.

 Y si los meses pasaron, también los años, y ya habían transcurrido cinco desde la primera vez que se habían hablado. Su amistad era entrañable y había hecho que hasta sus familias se acercaran, compartiendo muchas veces cenas y festividades en conjunto; cosa que solo hacía que el corazón, el pequeño corazón de ese par de niños creciera.

 
Si seguía creciendo de esa manera, pronto les sería difícil respirar.


Un día, mientras Lu Han estaba en su habitación, sintió hambre, por lo que caminó hasta la cocina en búsqueda de algo para comer. Su caminar se detuvo al escuchar las voces de sus padres desde la sala. Sintió curiosidad, pues su Madre se oía muy angustiada, por lo que discretamente se acercó a un costado de la puerta, oyendo la conversación.

— ¿Cuándo debes irte? –dijo ella con la voz quebrantada.

— Mañana. Ya no podemos esperar más, las ventas han tenido problemas y si no superviso la empresa desde allá, los problemas serán aún más serios. —respondió el Padre mientras caminaba de un lado a otro en búsqueda de la ropa que posteriormente ordenaba dentro de la maleta.

— ¿Mañana? Pero… ¿Y Lu Han? … ¿Qué le diremos a Lu Han? —su voz ya no podía sonar más afligida y las lágrimas en sus ojos parecían querer reventar. El hombre detuvo lo que hacía y suspiró, alzando su vista a su esposa antes de seguir hablando.

— Lu Han y tú se pueden quedar aquí. La vida en Corea es mejor que en China… Aquí estarán bien… A demás Lu Han está adaptándose..Encontró un amigo… y tú, comenzarás con tu tienda de libros. Yo iré solo.

— ¡No! —respondió la mujer, acercándose a su marido mientras sus ojos dejaban libres los hilitos de sal acumulados en estos. — No… —insistió casi en un susurro, tomando las manos impropias para hacer que él la mirara. — Estaremos juntos en esto… Cuando me casé contigo prometí frente a Dios estar a tu lado en las buenas y en las malas…¡Lo prometí!… y los ‘Lu’ cumplimos nuestras promesas al píe de la letra… No dejaré que hagas esto solo, lo haremos juntos, los tres, como familia… Te amo y no quiero separarme de ti… ni mucho menos que nuestro hijo viva, aunque sea un tiempo sin su Padre…No quiero… —luego de hablar, una delicada sonrisa se posó en su rostro, alzando ambas manos al rostro ajeno para así acariciar las mejillas de su marido. Él simplemente sonrió y terminó por envolver el delgado cuerpo de su esposa. No importa qué ocurriera. Ellos jamás se separarían, la promesa que había hecho aquel día en el altar seguía vigente. Pero, ¿Qué haría Luhan ahora? ¿Qué haría ahora con la promesa que le había hecho a Minseok, esa de permanecer a su lado pase lo que pase? No necesitaba ser adulto para comprender lo que sus Padres habían hablado. Se irían. Regresarían a China y quizás en cuánto tiempo más volvería a ver a su adorado amigo. Su mirada bajó unos segundos, dejando que sus zapatillas recibieran de manera directa las lágrimas que recorrían en ese momento su rostro. Sin esperar más, ni mucho menos avisarle a alguien, corrió, saliendo de la casa en dirección a la de su amigo. No sabía cómo, pero sus ojos se mantenían cerrados, mas aún las lágrimas no cesaban.

 
Su corazón se estaba exprimiendo y él no podía soportarlo.


Sus pisadas se oían con rapidez pero despacio, como si su cuerpo no pudiese tocar completamente el suelo ante la velocidad que tenía. Cuando llegó finalmente a la casa de su amigo. Alzó su vista, recordando las indicaciones que este le había dado hace algún tiempo.

«Si es muy tarde y necesitas ayuda en algo, entra por la ventana de mi cuarto. La dejaré siempre abierta por si deseas entrar»

 
Sorbiendo su nariz, buscó con su mirada la habitación del mayor, logrando dar con ella, y luego de subir el árbol que daba justo a un lado del balcón de su pieza. Si hubiese sido un ladró, de seguro habría ganado el premio mayor. Sus pasos eran sigilosos, tanto así que prácticamente ni él podía escucharlos. Pero era su corazón quien lo delataría. Latía tan desesperadamente que no podía pensar claramente, aún así, abrió la ventana de la habitación y en completo silencio entró a esta. Estaba oscuro, cosa que no le asustaba, pues era de noche y, probablemente Min Seok estaría durmiendo. Y así era; solo fueron necesarios un par de pasos para percatarse del bulto que se encontraba en la cama de la habitación.

No pudo explicar la sensación que lo embargó en esos momentos. Min Seok se veía tan inocente ahí, durmiendo, que le fue imposible despertarlo. Simplemente se sentó con cuidado a su lado y lo observó en silencio.

— No quiero alejarme de ti —‘pensó’ en voz alta.

Los minutos pasaron como si fueran segundos, y Lu Han seguía ahí, en la misma posición que estaba hace 30. No sabía cómo, pero la sola presencia de su compañero le relajaba. Le relajaba tanto que quería quedarse así para siempre. Era como una especie de necesidad que tenía con él, pero que por su corta edad no comprendía.

Era amor.

En el fondo de su corazón Lu Han amaba a Min Seok, por lo que aquel beso que dejó sobre sus labios fue un impulso más de su corazón. Un impulso que simplemente no pudo controlar, pero al percatarse de que los ojos de su amigo se habían abierto unos segundos, el miedo y vergüenza lo embargaron por completo. Min Seok se había despertado, y había logrado sentir el roce de sus labios. Su cuerpo tembló, no sabía si de nervios u otra cosa, pero tembló. Tanto así que ni una palabra salió de su boca. Por primera vez en mucho tiempo el silencio los rodeaba a ambos, un silencio que podría hacer callar a la ciudad misma, pues ningún sonido se escuchaba por los alrededores; tan solo el desenfrenado palpitar de sus corazones que ambos luchaban por tranquilizar.

Min Seok quería decir algo, de verdad quería hablar, pero al ver los enrojecidos ojos de su amigo se preocupó; en realidad ni siquiera se había preguntado el porqué estaba ahí a esas horas de la noche.

— ¿Estás bien? —logro articular luego de unos segundos de aquel incómodo silencio. Lu Han, quien, aún estaba avergonzado, negó con la cabeza, bajando esta misma al sentir que algo le empujaba la garganta de forma dolorosa.

— ¿Qué pasó? —la voz de Minseok nuevamente se hizo presente, incorporándose en la cama para así mirar de mejor manera a su amigo. El menor de ambos sin resistir más, se acercó con rapidez al cuerpo contrario, abrazándole con todas las fuerzas posibles. Quizás no era una presión demasiado grande la que ejercía, pero él podía sentir cómo su corazón se apretaba de tan solo imaginarse una vida sin su ‘Baozi’. Este último, sorprendido, no dudó ni un poco en abrazarle de la misma manera, sin saber muy bien que hacer, ni decir. Aún así dejó que Lu Han llorara un rato antes de preguntarle qué ocurría.

— Nos iremos… Nos iremos a China… —musitó el menor entre sollozos. Minseok pudo sentir que su corazón se detenía luego de escuchar esas palabras.

— ¿Cómo que se irán? —susurró. Y ahora era él quien temblaba, quien sentía que se encogía de tan solo imaginarse sin su amigo. Quien trataba de acurrucarse más a él. ¿Qué haría ahora sin Lu Han? Era su mejor amigo, pero Min Seok sabía que había algo más que eso, pero aún no lo entendía, al menos no completamente.  

Luego de que Lu Han le explicara la conversación que había escuchado de sus padres, Min Seok cerró sus ojos y apretó con fuerza el delgado cuerpo que mantenía entre sus brazos. Sintió miedo. Miedo de perderlo. Miedo de no volver a verle, de no volver a reír junto a él.. De no volver a burlarse de la manera en la que pronunciaba el coreano. No importaba cuántos defectos le encontraran a Lu Han, ante los ojos de Min Seok él era perfecto, completamente, y sabía que si él pudiese seguirlo, a pesar de su edad, lo haría. Pero la vida era cruel y en ese momento los estaba separando.

—No te vayas… por favor…—su voz temblaba, al igual que su cuerpo. No podían pedirle a un niño de 10 años que fuese ‘fuerte’ ante la situación, por lo que lloró, al igual que su compañero, mas no se soltaron de aquel apretado contacto el cual ambos luchaban por mantener.

— No me dejes... –insistió Min Seok y aquello partió en dos el corazón de Lu Han. Él no quería irse, de verdad no quería irse, quería quedarse y seguir disfrutando de la compañía de ‘Xiumin’. En el mundo, aparte de su familia, solo tenía a Min Seok. Nunca fue alguien demasiado sociable, pero eso jamás le importo, pues su amigo siempre estuvo a su lado y no se podía comparar con nadie.


Esa noche ambos lloraron como el par de niños que eran. Lloraron hasta que sus ojos se secaron y sintieron rabia de su propio cuerpo por no encontrar otra manera de desahogar la pena profunda que en ese momento estaban sintiendo.

Ellos de verdad desearon, con todo su corazón, ser adultos. Si fuesen adultos, nada de esto hubiese pasado. Si fuesen adultos, seguirían juntos, no deberían separarse. Si fuesen adultos, su corazón no estaría roto por una separación la cual estaba más allá de sus pequeñas manos.

 

Min Seok permitió a Lu Han dormir junto a él esa noche. Y este se aferró a su cuerpo con toda la fuerza de su corazón. No quería despertar. No quería ver que el amanecer había llegado, pues eso significaba que debería volver a su hogar. Lo que los demás no sabían es que su hogar estaba precisamente ahí, a un lado de Min Seok.

 
Lu Han, en su inocencia, deseó que existiera una máquina para detener el tiempo y así permanecer un par de segundos más a un lado de su amigo.


Cuando ambos habían logrado cerrar los ojos y dormir, el ruido de la ciudad los sacó de aquel estado en el que estaban. Min Seok cerró sus párpados con la misma fuerza que aferró el cuerpo ajeno. ¿Cómo podía estar sucediendo eso? Seguramente la gente le diría que estuviese tranquilo, que encontraría más amigos. Pero él no quería ‘otro’, quería a Lu Han, quería que se quedara a su lado para siempre, tal y como lo habían prometido.

 
Los minutos pasaron y Lu Han le dijo que debía irse, pues de lo contrario sus padres pegarían grito en el cielo al percatarse que no estaba en su habitación. El mayor, pero más bajo, asintió, triste; y así lo hicieron. Ambos se levantaron y dispusieron para caminar hacia la casa de su compañero.

Hubo silencio, y es que no tenían mucho para decir, aún así sus manos continuaron entrelazadas por la avenida, dando pasos lentos, sintiendo que cada uno de estos era un pisotón en su corazón. Sus manos se entrelazaron aún más hasta que llegaron a la casa del menor de los dos.

Cuando Lu Han le preguntó a Min Seok si algún día lo olvidaría, este rió. No porque le pareciese gracioso, ya que a pesar de su corta edad, podía comprender perfectamente cuales eran los momentos ‘divertidos’ y los ‘No-divertidos’. Lo miró unos segundos antes de responder. Lu Han, frunció sus labios en un dulce mohín que hizo flaquear las piernas de su compañero.

— Nunca… Nunca podría olvidarte. —Lu Han sonrió.— Eres mi mejor amigo… y a pesar de que estemos lejos, yo siempre voy a pensar en ti. –el dulce color que tomaron las mejillas de Lu Han, hizo que un extraño sentimiento floreciera dentro del estómago de Min Seok.

 
Mariposas’, le decía la gente, aunque él no sabía precisamente a qué se referían.


Los últimos minutos que pasaron juntos, prometieron quererse por toda la eternidad, que cuando ambos estuviesen más ‘grandes’, se buscarían y volverían a jugar a la pelota como tantas veces lo hicieron.

En ese momento Min Seok se prometió a si mismo juntar el dinero y pedirle a sus padres que lo llevaran a China. Sabía que sería una tarea difícil, pero no por eso imposible. Él no creía que la vida fuese tan cruel como para separarlos de una manera definitiva.

 
Él a su corta edad, aún tenía fe.


Las maletas ya estaban listas, todas dentro del portaequipaje del taxi que los transportaría al aeropuerto. Lu Han no se despegó un segundo de la mano de su amigo, pero la voz de su madre diciéndole que ya debían irse, detuvo su corazón.

— Ya debo irme…—musitó con la voz quebrada, descendiendo su mirada a sus entrelazados dedos, como queriendo guardar aquella imagen en su memoria. – ¿Me escribirás? –Y Min Seok sonrió mientras asentía.

— Siempre, debes prometer que también lo harás.

Lu Han asintió.

— Lo prometo.

Y dejando un beso en su mejilla soltó su mano. Lu Han se sorprendió, no solo por su beso, si no porque él aún quería sostener su mano. Lo que el menor no sabía, era que Min Seok estaba luchando con sus ganas de decirle que se quedara, que no se fuera, que permaneciera a su lado para siempre. Pero no pudo. Su boca se mantudo cerrada, mientras su corazón se estrujaba de puro dolor.


Un ‘Hasta pronto, Baozi’ fueron las últimas palabras que escuchó de su compañero antes de que este abordara el taxi. Fueron dos segundos en los que Minseok se quedó en blanco, pero sus piernas comenzaron a correr a medida que el automóvil avanzaba. ¿Por qué los adultos no entendían que sin Lu Han, él se quedaba sin aire? Se estaba ahogando, de verdad se estaba ahogando. Pero no podía hacer nada. Nada más que correr y correr detrás del taxi que cada vez tomaba más velocidad.

La señora Lu miró por la ventanilla del auto y suspiró. Aquella escena le producía un ligero dolor al corazón. Sabía que su hijo no era bueno haciendo amistades y se sentía completamente egoísta por no poder hacer que Lu Han se quedara. Pero ella, hace años, había decidido su futuro y ese era estar a un lado de su marido.

Cuando Lu Han estuviese más grande, y se enamorara, pensaba ella, le entendería. Lo que la Señora Lu no sabía, es que en ese preciso momento ella le arrebataba al amor de su vida.

Las lágrimas que soltaban los ojos de Lu Han parecía que cavaban un riachuelo en sus mejillas, pues no paraban, por más que quisiera, no se detenían y estas solo aumentaron al girar su rostro y ver a Min Seok corriendo tras él. Quería quedarse, Lu Han de verdad quería quedarse, pero no podía y si seguía viendo a su amigo correr de esa manera no podría más, por lo que giró su cuerpo cuando su madre le indicó que lo hiciera.

 
Min Seok detuvo sus piernas cuando vio que el taxi estaba completamente fuera de su alcance. Ahí, en medio de la calle, él lloró, y no es que antes lo estuviera haciendo, pero lloró con toda la tristeza que su corazón sentía. ¿Cómo iba a vivir ahora sin Lu Han? Su corazón se sentía vacío si él no estaba, y si ya antes le costaba despedirse solo por las tardes, el solo hecho de penar que quizás, pasarían años antes de volverlo a ver, le partían por completo el corazón.

Era un niño de 10 años. Ante los demás solo ‘lloraba’ por un amigo que se fue, sin embargo él sufría porque se había ido el amor de su vida; mucho antes de que pudiese comprender completamente lo que eso significaba.

 

 

Continuará. . .

 

Notas finales:

¿Y, qué tal? jojojojo. Lamento dejar el cap así, tan tristón. Pero juto se viene mejor. (?) :D

 

Espero comentarios y amor♥.


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