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SEALED DESTINY por Mahozahamy Arisugawa

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Notas del fanfic:

Hola =3 Esta es la versión 2.0 de una historia que escribi hace algunos años. La publique originalmente en otra pagina bajo el seudonimo de Suzaku_Girl16. Editare algunas partes, unicamente para mejorar el estilo narrativo y para eliminar errores de dedo, sin modificar en absoluto la escritura de esta historia. 

 

Al ser una historia concluida publicare un capitulo 2 veces por semana, lunes y viernes. 

 

Espero puedan darle una oportuniad y un poco de su tiempo, les agradeceré mucho. 

 

 m(_ _)m

Notas del capitulo:

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ADVERTENCIA: Esta historia se desarrolla después del final del manga. Por lo tanto contiene Spoilers. Si no has leido la historia y no deseas estropearte el final retrocede, por favor.

 

Si has leido la historia y conoces el final o no te importa estropearte el final, entonces que lo disfrutes.  

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I


HER LOVE:


 


OBSESSION


 


Era una preciosa tarde de principios de primavera. Viernes, dia esperado por el cuerpo estudiantil, que al ser universitarios eran realmente pocos los que debían acudir en sabado al campus y en su mayoría únicamente a clases complementarias o actividades de los escasos clubs que existian.


Pero para Maiko era un dia terrible, colmado de desolación y tristeza, ya que estaría dos días lejos del profesor más apuesto de todo el universo, quien era además el amor de su vida.


Había amanecido un radiante treinta de marzo y brillaba por fin un sol bienvenido tras el duro invierno, aunque aún débil, el astro rey seguía su curso, preparándose desde ahora para el verano y lucir su esplendoroso brillo y calor.


Fuera, en los amplios terrenos del campus los capullos de cerezo florecían, los pétalos caían suavemente como lluvia sobre los alumnos, inspirándoles en la belleza, amor, pero también en los ciclos que se renuevan constantemente, en esperanza, superación y motivación.


En el recuerdo constante de lo que las generaciones pasadas con su esfuerzo nos garantizaron y de lo que debemos nosotros al futuro.


De que somos seres de esperanza, de fe, del amor que otros han puesto en nosotros. Las flores de Sakura eran un maravilloso recuerdo de que la belleza y la vida misma, son perecederas. Transitorias, efímeras. Que a todo ser vivo algún día recibe a la muerte y en ella todo se equilibra, todo recibe su apropiado balance.


La universidad estaba en el inicio de trimestre. Pero el profesor titular del departamento de Folklore y Cultura Ishimoto Shiro-sensei, se hallaba ausente.


Maiko suspiró, mirando por la ventana en el descanso entre clases mientras jugueteaba distraidamente con su lapicero, recordando la información que sabía de esa ausencia.


Resultaba que el padre de Akiko-san esposa del profesor, había fallecido y él había pedido una licencia, ya que según se había escuchado por ahí entre los estudiantes, el suegro del profesor, un hombre llamado Yamamoto no tenía hijo, solo su hija Akiko y por tanto era responsabilidad del sensei al ser el esposo de ella encargarse de la ceremonia funeraria y de la venta de la casa, para que la madre de su esposa, quien por cierto se llamaba Yuko  o eso creía viniera a vivir con ellos. Vaya idiotez, pero bueno, todo tenía su lado bueno. 


Pero gracias a esta tontería, el guapísimo adjunto, Doumeki Shizuka-sensei siempre apuesto, caballeroso, callado, elegante y tan serio, que era casi estoico se ocupaba de todas las clases, en la modesta opinión de la chica de cabellos negros y ojos marrones, con mayor interés, profesionalismo y atención que aquel viejo y seco cascajo de casi cincuenta años llamado Ishimoto-sensei. Doumeki-sensei aclaraba dudas con aquella voz suya tan culta, tan inteligente y profesional. 


Maiko Shinohara, se hallaba desde entonces en el paraíso, ya que adoraba al sensei por sobre todas las cosas, era su mayor admiradora y daba gracias al cielo por poder ver todos los días al profesor del que se había enamorado perdidamente. Maiko era por supuesto la alumna más aplicada de la clase de cuarto semestre. Bueno, después de la que ella considera las más ridícula, insoportable, sosa y cursi chica en todo el mundo, Tsuyuri Kohane.


La detestaba y odiaba con el alma pues a pesar de tener una cara siempre apática, figura escuálida y aquella sonrisa estúpida de débil mental, en el pasado había actuado como estrella exorcista de televisión y aun causaba revuelo en el campus no faltaba quien recordara sus días de television o le pidiera que le adivinara el futuro.


Con todo ello no era la dulce y frágil niña que todos creían, no sabía por que no podían verla como realmente era, en su opinión era una muchachita mimada y sobrada que parecía creerse superior a los demás. Pero sobre todo, parecía creerse con el derecho de estar siempre cerca de Doumeki-sensei.


Tenía un modo de acercarse a él que casi parecía que tenían algo que ver fuera de las clases. Y eso le molestaba de sobremanera. El profesor era suyo. Así lo dictaba el destino.


Aquella niñata entrometida de Kohane-chan o inclusive Kohane-hime --penso apretando el lapicero con fuerza--como la llamaban en el salón, parecía ser especialmente popular con los chicos. Y con Doumeki-sensei por lo que era odiada por las chicas.


Pero no solo estaba ella, estaban también las chicas del club, pero ni una ni otras tenían la menor oportunidad, claro. Amar a Doumeki-sensei no era algo sencillo ni siempre maravilloso como parecían pensar las demás, ilusas, había algunas sospechas que algunas veces inclusive le impedían conciliar el sueño.


Lo cual además de ser terrible para su estabilidad emocional afectaba sus estudios y la beca por la que había luchado durante años, la sola idea de que su predestinado amor tuviese o tan solo pudiese tener otra la descorazonaba al punto de darse cuenta que no existía en la vida otro destino que importase que el de estar a su lado.


Porque Doumeki-sensei era desde luego el más apuesto de los profesores. Llamaba la atención de todas las chicas, con aquel porte tan clásico, galante y serio, tan decidido, tan valiente y amable, parecía ser capaz de recibir heridas o pelear a muerte por la persona amada.


Maiko despertó de su ensoñación al mirar al había entrado en el salón ni más ni menos que el objeto mismo de su amor. Estaba tan gallardo como siempre, parecía ser la esencia misma de la masculinidad.


Con su rostro perfecto Doumeki-sensei abrió su portafolios y empezó a pasar la lista. Maiko permaneció embelesada por unos momentos exquisitamente largos hasta que el profesor pronunció su nombre, avergonzada respondió tratando de hacer contacto visual con él pero Doumeki-sensei ya había pasado a otro nombre.


La clase comenzó, los alumnos comenzaron a abrir sus carpetas o sus libros, alistando de ultimo momento sus últiles y Maiko volvió a perderse en la figura de su profesor que se alistaba para escribir algo en la pizarra, miró la linea perfectamente planchada de su pantalón, en su camisa y en su saco, en la línea de su cuello, en su pelo...


Maiko se había sentido atraída por Doumeki-sensei desde que lo conoció.


Aquella tarde, un balón mal disparado por parte de su contrincante de voleibol en la clase de deportes la había empujado, por suerte, Doumeki-sensei estuvo a tiempo y la rescató de aquel horrible final. Los que habían visto el accidente insistían en que Doumeki-sensei había impedido, por el proceso de atraparla, que ella lo golpeara y lo arrastrara en su caída.


Pero ella sabía en lo profundo de su corazón las verdaderas intenciones de Doumeki-sensei, sin duda la había elegido en el momento en que sus manos se tocaron por obra del destino, que él había sentido tan claramente como ella los hilos rojos del destino, uniéndolos inevitablemente, y la había encontrado tan encantadora que había tomado el secreto propósito de protegerla, pero era demasiado correcto para decírselo.


Luego de aquel encuentro decidió que le dejaría saber al profesor que aceptaba y correspondía aquellos ardientes sentimientos, no podía dejar que el sufriese al imaginar que no era correspondido, aunque seguramente el profesor guardaría aquel sentimiento tras su profesionalismo y su seriedad, aún así estaría herido, no podía soportar que él no supiera que le correspondía, por lo que se unió como medida principal al club de fans.


En un principio se rumoreaba en el todo el club que estaba casado o por lo menos que salía con alguien, pues primero que nada todas las del club se habían organizado en una ocasion antes de su llegada alfabética y sistemáticamente, para que nadie se quejara y declarársele. Él sin embargo las rechazó a todas. Elegantemente pero con firmeza. 


Aquellas palabras le confirmaron que era la única para el sensei. Era la elegida por el destino para ocupar su corazón. Había nacido con ese propósito, lo sabía ahora que lo había conocido, que era el hombre de su vida. Y aquel acto por parte de su amado era una señal, de que había entendido lo que ella quería decirle, era una clara indirecta de fidelidad.


Lo había estado observando en detalle durante algunos meses,  bueno en realidad todo el trimestre anterior, pero por una buena causa, puesto que había decidido que su afecto era entre todos el más honesto, sincero, pero sobretodo, serio.


Era sin duda el suyo un amor destinado a triunfar, a convertirse en verdadero, en eterno. Sería su esposa y lo apoyaría toda la vida. Haría cada día el desayuno para él antes de que partiera a dar clases, haría un bento casero para el almuerzo, tallaría su espalda cuando tomara un baño. Mirarían juntos la luna y las estrellas cada noche. Pondría sobre la mesa cada día sus platillos favoritos y el tomaría siempre doble ración.


Serviría Sake para el y le haría bocadillos después de la cena para que bebieran juntos, relajados luego de un largo día, el por supuesto adoraría su comida, tanto que no comería la de nadie más, sin duda ella escucharía con paciencia todo lo que él tuviera que decirle y él también la escucharía, ella ayudaría con las labores del templo, sería sin duda ella quien transcribiera los más ambiciosos textos de su esposo.


Compartirían todo, las ideas de ambos serían puestas en cientos de libros que los convertirían en íconos de la nueva filosofía y maestros del folklore tradicional de Japón. Ah… Podía ver, casi tocar, aquel maravilloso, prometedor futuro.


Pero, durante sus observaciones se había dado cuenta de algunas cosas que el resto del club de fans no adivinaría ni en un millón de años. Un buen ejemplo de ello era la comida. Doumeki-sensei traía todos los días bento hecho en casa.


Aquel descubrimiento le había hecho preguntarse mil cosas ¿Sería Doumeki-sensei alérgico a algo? ¿Sería delicado con la comida? ¿Quién le preparaba aquel bento? ¿Lo hacía el mismo? ¿Alguien en su familia, o algún sirviente? ¿Se lo prepararía la tal Kohane?


No, imposible.


Muchas veces, algunas alumnas de las más atrevidas habían armado juegos de preguntas y habían hecho perder a propósito al profesor averiguando de esta manera que Doumeki-sensei no estaba casado.


Pero con todo y ello al principio de su investigación formal, ella sospechó que su amado profesor tenía novia, prometida o por lo menos una amante. Pues había escuchado tras la puerta del salón de maestros, o del techo, cuando su adorado profesor mantenía conversaciones telefónicas que casi siempre parecían conferencias muy largas con una mujer a quien llamaba Kunogi.


Pero al fin volvió la esperanza para ella cuando escuchó hablar del esposo de la tal Kunogi. Parecía que ella y el sensei habían sido amigos muy cercanos en el pasado. En la preparatoria.


Le aliviaba saber que la mujer era casada, además que vivía muy pero que muy lejos. Doumeki-sensei parecía llevar con ella una relación simple de amistad que aunque no le agradaba pero no parecía estar interesado sentimentalmente.


Había escuchado sin embargo que no eran los únicos implicados en aquella amistad estrecha, de la preparatoria, por que hablaban siempre de “esa persona”. Con un tono bastante triste. Casi nostálgico.


Esa “persona” era uno de los descubrimientos que más le incomodaba. Esperaba de todo corazón que la razón de la nostalgia fuese que la “persona” estuviera muerta. Así no se interpondría en su destino.


Además de aquellas conferencias, Doumeki-sensei recibía al día muchos mensajes de texto que provocaban las más extrañas reacciones en él, pero también en la tal Kohane, lo que la enfurecia.


En la mayoria de las ocasiones cuando recibia aquellos molestos mensajes el profesor ponía una media sonrisa totalmente maravillosa. Entonces Tsuyuri escondía el rostro entre las hojas de su libro, riéndose silenciosamente, pero no parecía que fuera ella quien los enviaba. Nunca sacaba su celular en clases. Era más bien como si supiese lo que decían y quién los enviaba.


Pero había otras ocasiones en las que  cuando el sensei recibía mensajes fruncía el ceño. Pero aquellos mensajes nunca parecían molestarlo, más bien parecían preocuparlo, incluso si los recibía en mitad de la clase. En aquellas ocasiones Tsuyuri siempre parecía preocupada también lo que le daba la certeza de que sabía quien los emviaba y lo que decían.


Otra particularidad que empezó a notar a partir de fijarse en las horas que recibia los mensajes y sus reacciones, y era que Doumeki-sensei tenía dos teléfonos.


Uno que utilizaba para su trabajo, y del que todos los alumnos incluida ella sabían el número, era también del que llamaba a aquella mujer, Kunogi. Pero había otro, de un color rojo vivo, que era al que llegaban los misteriosos mensajes de texto. Unas tres o cuatro veces al día.


Había decidido abstenerse de la confesión pese a que las chicas insistían en que podía hacerlo cuando quisiera ya que todas las demás lo habían hecho ya.


Pero lo que ella quería era conocerlo mejor antes de compartir su vida con él. Sin duda Doumeki-sensei aceptaría sus sentimientos, pero ella a pesar de amarlo era joven y no estaba lista para un compromiso tan serio.


Después de ser su admiradora, pasó a quererlo y después al fin se enamoró de él. Se dio cuenta que era perfecta para ser su esposa. Un poco joven, tal vez, pero a Doumeki-sama parecía no importarle la edad. O las circunstancias. Era un perfecto caballero, aunque a veces su querido Doumeki-sama parecía demasiado lejano, demasiado triste. Casi inalcanzable.


Quería declararse en aquellas ocasiones, quería decirle que también lo amaba. Besar esos rasgos tan nostálgicos y borrar la tristeza de sus ojos, pero aún cuando ambos sufrieran por la distancia que los separaba, aún cuando ambos sintieran deseos de estar juntos debían esperar, por su propio bien. No quería que insignificancias arruinasen el esplendor de su futuro, o empañasen la felicidad.


A raíz de confirmar que eran en verdad la pareja perfecta lo había comenzado a seguir y había elaborado horarios de casi todos sus movimientos, eran tan valiosos que sin duda el club pagaría el peso en oro con tal de obtenerlos, pero jamás se los enseñaría a nadie. Sus horarios sin embargo todavía no estaban todo lo completos que quisiera, a veces el sensei era demasiado misterioso y no siempre era fácil seguirlo.


Todos los días acudía a la escuela a la misma hora. Pero no siempre venía de su casa, es más, casi nunca venía de su casa, por el contrario parecía venir casi siempre de un área cercana a un complejo de rascacielos de oficinas cercanos a la biblioteca central, que le hacían pensar que Doumeki-sama se levantaba todos los dias iusualmente temprano por que trabajaba en algún proyecto, y al estar cerca de la biblioteca tal vez tenía intenciones de publicarlo.


Pero el caso era que para cuando ella lo veía entrar en el templo para limpiar el patio y hacer las labores ya llevaba el misterioso bento envuelto en una bonita pero conservadora tela azul marino delicada, de apariencia costosa, tenía una pequeña ave bordada en una esquina.


Además la caja misma era de madera de cerezo lacada, toda una obra de artesanía. Que le hacía pensar que alguien mayor lo había hecho, quizá su madre o su abuela.


No tenía idea de a dónde iba a tan tempranas horas de la mañana, inclusive algunas ocasiones imaginó que tal vez pasaba la noche fuera de casa, pero era imposible, el sensei era demasiado correcto además de ser el heredero del templo como para pasar la noche fuera o con alguien que no fuese su esposa. Tampoco tenía idea de dónde sacaba el bento. Pero no se rendiría, lo averiguaría tarde o temprano.


Después llegaba a la escuela, y daba clases normales, a veces sobre todo últimamente, hasta muy tarde. A media mañana comía en el salón de profesores, o si tenía que hacer alguna llamada a la tal Kunogi lo hacía en el techo.


Algunas veces comía con sus alumnos, pero eran raras ocasiones y sólo cuando los grupos eran muy numerosos. Tsuyuri estaba siempre en los grupos que él escogía para comer. Luego invariablemente recibía los misteriosos mensajes, que le hacían sonreír en la mayoría de las ocasiones y casi siempre después de la escuela iba de compras. A diferentes almacenes.


Solía comprar siempre cosas novedosas y algunas veces cosas muy extravagantes. Entre lo que solía comprar estaban: Jugos preparados. O bebidas alcohólicas recién sacadas al mercado. Solía comprar las ediciones especiales de diferentes licores.


Era muy selectivo con los vegetales y con el arroz, solía comprar de vez en cuando juegos de computadora my infantiles y algunos mangas realmente gores, algunos libros muy clásicos y en ocasiones, libros sencillos de cuentos para niños. Compraba casi siempre sake. Ciertas veces del tipo más caro.


Aquellas compras sorprendían a Maiko por que no consideraba los artículos del gusto del profesor. Exceptuando el Sake. Para su cruel desesperanza, el sensei algunas veces se encontraba con la tal Tsuyuri fuera de la escuela. Sin ninguna modestia, la ridícula niña de sonrisa boba se colgaba de su brazo, preguntándole cosas acerca de la clase, también lo acompañaba de compras, incluso le llamaba Shizuka-kun. Con todo descaro. A veces solo paseaban.


Muchas veces, él, su querido profesor le daba palmaditas en la cabeza, le compraba crepas, o helados, hasta llevaba sus bolsas cuando hacían la compra. Pero a pesar de que aquella niña era una engreída y no tenía vergüenza Maiko estaba tranquila.


Él parecía tratarla como a una hermana menor y si debía reconocer la verdad, la chiquilla se comportaba como una. Para su disgusto, pues si se trataba de eso, una vez que fuera la pareja oficial de Doumeki-sensei, no, la pareja oficial de Shizuka, cuando fuesen Shizuka y Maiko Doumeki tendría que tratar con ella. Intentaría por todos los medios alejarla, pues no era una compañía deseable pero si no podía le prohibiría terminantemente verla.


Quien de verdad le preocupaba aunque trataba de ocultarlo a toda costa, volcándose en odiar a Tsuyuri era nada más ni nada menos que una cierta persona misteriosa de la tienda. Se había enterado de la existencia de esa persona hacía muy poco, en una ocasión mientras seguía al profesor a los almacenes escuchó una conversación intrigante, que tenía él con la tal Tsuyuri.


Había sido unas semanas antes, lo recordaba por la confusión que sintió al ver que el sensei volvía del fin de semana con un anillo en la mano izquierda.


Cosa que había despertado en todas los más desesperanzadores rumores, aunque el anillo no era ni por asomo de compromiso, y no estaba en el anular, sino en el índice. Parecía hecho de madera, alguna artesanía. Pero todas insistían, el sensei nunca había llevado antes ningún tipo de joyería. De ninguna clase.


Aquel anillo tenía que ser muy especial para que él lo llevase. Por que jamás había usado nada, pese a los miles de obsequios que le habían hecho el club, sus admiradoras y sus admiradores.


Un poco asqueroso, pero era cierto, el sensei tenía incluso admiradores. Hombres. No eran como podía esperarse pocos y aislados por cierto, el sensei tenía tantos admiradores en la escuela como para llenar el auditorio o el salón LL.


Y lo peor era que no lo ocultaban, incluso habían llegado al extremo de regalarle chocolates en el día de San Valentín que el sensei no rechazaba como correspondía porque era demasiado educado y habían fundado un club masculino de fanáticos.


En cierto modo le halagaba que tanta gente quisiera al amor de su vida. No se iba a molestar por eso, mientras no tuvieran ninguna oportunidad. Todo estaba bien. Todos podían soñarlo. Pero solo ella estaba destinada a tenerlo, así debía ser.


Sin prestar la más minima atención a la clase abrió su agenda personal de los acontecimientos del profesor, y recordó aquel devastador día, si, aquel descubrimiento había ocurrido el lunes cinco de marzo, había escrito al salir de clases. Algunas lágrimas de rabia habían machado esa página.


Cerró la agenda y siguió recordando. Con cuatro mensajes misteriosos a cuestas, el sensei se había dirigido en metro a los grandes almacenes del centro, ella lo siguió, aprovecharía para hacer las compras también, tal vez incluso podía comprar una modesta botella de sake e imaginar que la beberían juntos. Una vez ahí él había elegido una gran cantidad de artículos, entre convencionales y extravagantes. Consultando el teléfono rojo de vez en cuando. Lo cual hacía que empezara a sentirse tranquila.


¿Se trataba de simples pedidos? Si ese era el caso no había de que preocuparse. Cualquiera de su familia podía pedirle las compras. No quedó más que preguntarse ¿Quién haría tan extravagantes pedidos? Y ¿Porque tenía el sensei un teléfono especial para recibirlos?


Doumeki-sensei había continuado sus compras y mientras elegía en la sección de lácteos, se apareció de la nada, Tsuyuri Kohane.


---Shizuka-kun, buenas tardes.


--- ¿Qué tal? ¿Comprando?


----Si, hoy prepararé la nueva receta para obaa-chan. Es raro que quiera probar todas estas cosas. Pero estoy contenta de haber mejorado tanto. Irás a la tienda—dijo señalando el Sake, las verduras y la carne, que se apilaban en el carrito del sensei.


---Recibí un mensaje ¿Ocurrió algo?


---Abuelita me dijo que atendió a un cliente el día de hoy. No parece estar mal pero…


--- Le pediré Sake y croquetas. Pescado. Y Sake después de eso.


---Eres una gran persona Shizuka-kun—sonrió Kohane


Maiko frunció el ceño, escondida tras el estante, si Shizuka-sama quería croquetas ella podía hacer unas mil veces mejores, si quería pescado ella lo prepararía también, millones de veces mejor que la tipa de la tienda, fuera quien fuera. Volvio a prestar atencion al oir a Kohane hablando.


— Lo supe siempre. Desde que te conocí supe que eras una persona muy especial. Llevas puesto algo nuevo—dijo señalando el anillo—Refleja mucha sinceridad y es muy afín a ti. Te fue dado con gran esfuerzo y sentimiento. Es como tú… Estoy segura que “esa persona” estará muy feliz de verte.


---Mmm. —parecía que el profesor ponía en duda las palabras de Kohane.


--- ¿Por qué sigues de este modo, Shizuka-kun?—de pronto la voz de Tsuyuri se volvió mucho más seria, la sonrisa boba se había borrado de su rostro, Maiko puso especial atención a lo que decían— ¿Por qué sigues callándolo, aún ahora?


---Quiero lo mejor para esa persona.


---Debería saber lo que piensas.


---No lo entendería.


---Es posible, pero aún así debería saberlo.


---No le beneficiaría.


---Tienes miedo de perder a esa persona. No decirlo te daña y aún así lo callas, crees que es lo mejor para esa persona, pero no es así.


---Mmm.


---Tal vez esa persona, con el paso del tiempo en su tristeza se aleje tanto que sea imposible de recuperar. Posee tanto sufrimiento y soledad, ahora te necesita más que nunca. Te haces daño y crees que es por su bien pero eso no es verdad, para nada, yo no quiero que seas herido. Porque también te quiero mucho—Maiko vio los brillantes ojos de Tsuyuri y con la ira dibujada en sus ojos por ese “te quiero” se preguntó qué demonios le pasaba.


---Tsuyuri…--Por lo visto el sensei se preguntaba lo mismo.


--- Cuando estuve sola, estuvieron ahí, a mi lado, me apoyaron cuando todos me dieron la espalda me ayudaron a comprender, junto con oba-chan y Yuuko-san me hicieron sentir querida, que formaba parte, son mi familia, los quiero y me lastima verlos sufrir. No puedo quedarme así cuando tú sufres de esta manera, no quiero quedarme así mientras su corazón se está hundiendo. Se aleja cada vez más de todos nosotros. Pudo cambiar gracias a ti. Continúa luchando por lo que ha decidido porque estás ahí, por ti, Shizuka-kun. Y tú mismo has cambiado para estar a su lado, para cumplir la promesa que le hiciste, aunque no la recuerda…


Un momento de silencio aterro a Maiko, había tantas cosas que procesar que no se veía capaz de dar una mirada para ver si se iban. Por suerte Doumeki-sensei siguió hablando.


---También porque estás aquí… Tú y la adivina. Kunogi y los demás--dijo él. 


---En el pasado--replicó Tsuyuri--siempre que les veía, pensaba: “Estas personas están unidas” pero no fui capaz de decirlo todo, no quise verlo todo. Aún creo que no debo interferir, no debo, pero creo que incluso ella lo sabía. Yuuko-san. Pudo verlo antes de irse…--la voz de Kohane se volvió un murmullo.


---Me permite ayudarle--dijo el sensei. 


---Ahora puede confiar en otros—dijo sonriendo tristemente y tomó rápidamente un cuarto de crema y dos litros de leche del estante, los puso en la cesta, y volvió a mirar a Doumeki—A pesar suyo nos pide ayuda, pero aún así también teme herirnos, tiene a Mokona-kun, a Maru-chan y Moro-chan siempre pero no es suficiente. Su alma anhela, pero solo tú puedes elegir, Shizuka-kun. Esa persona está totalmente en tus manos.


---Tsuyuri…


---Lamento haber dicho esto, perdona si sono como un sermon, no me corresponde—dijo la chica bajando la mirada—En verdad lo siento.


---No es así. Gracias…


---Shizuka-kun cuida de esa persona, por favor—dijo tomándolo de la mano.


---Lo haré—dijo apretándola fuertemente.


---Cuida también de ti. Por el bien de esa persona. Cuídate.


---Lo haré.


 


Tsuyuri se había marchado después de eso, dejando una profunda impresión en Maiko, quien trataba de asimilar tan rápido como se lo podía permitir aquella extraña conversación. A la que no le veía pies ni cabeza, pero que Doumeki-sensei parecía haber entendido a la perfección.


Maiko se consideraba experta en entender lo que pensaba el sensei. Así que no le sería difícil entenderlo. No debía ser difícil. Doumeki sensei siguió llenando su carrito de compras, y ella se dio cuenta del profundo impacto que aquello le había causado. No quería entender lo que había visto. No quería. Pero lo hacía. El sensei parecía tener a una persona muy especial.


La misteriosa persona de la tienda, la misteriosa figura de los pedidos—tenía que ser la misma persona, por que Doumeki había estado consultando el celular y Tsuyuri había dicho que iba a la “tienda”—no parecía tratarse precisamente de un familiar.


A partir de entonces esa persona pasó secretamente a ocupar el número uno de su lista de odio. ¿Sería su nombre Yuuko? Imposible, Yuuko había visto antes de irse… Detestaba aquella persona, aquella mujer que no conocía.


Así que ella le había dado el anillo, con un sentimiento muy especial, apretó los puños, ¿Qué clase de mujer podía conquistar el pétreo corazón de su amado? ¿Qué clase de mujer merecía más que ella a Doumeki-sensei?


En ese momento lo decidió, aquella tarde hacía cuatro semanas, cuando se enteró que existía una rival decidió que no se rendiría, que lucharía por el amor de Doumeki-sensei. Porque era el destino.


Averiguaría a toda costa quien era aquella mujer misteriosa, aún si tenía que dejarlo todo, casa y escuela, no importaba, la derrotaría delante de los ojos del sensei, después se declararía. No habría otra oportunidad mejor. Y quizá, si la suerte le era propicia si los Dioses la bendecían, se casarían después de que ella se graduase.


Podía abandonar la escuela si se lo pedía. Haría todo, todo lo que el le pidiera...


El odioso sonido de la campana que señalaba el final de la clase la sorprendió. 


Miró el reloj sin podérselo creer, la clase estaba concluyendo, se había pasado la lección en blanco, muy mal, que comportamiento tan espantoso, e imperdonable, tendría que pedir los apuntes y reponer en sus ratos libres los temas, no podía dejar de estar en la lista de honor de Doumeki-sensei.


El predestinado amor de su vida daba las indicaciones generales para el fin de semana. Puesto que no tendrían clase con el hasta el lunes por la mañana.


Anotó con rapidez los textos que el sensei estaba recomendando, y las lecciones que se abordarían la próxima clase. Esta era, si el horario que había confeccionado no le fallaba, la última clase de Doumeki-sensei, afortunadamente también era la última para ella.


Con gran maestría logró infiltrarse en la multitud que abandonaba el edificio como lo haría de la cárcel puesto que era viernes todo mundo saboreaba ya el fin de semana, y se dirigía a algún lugar especial.


Algunos sobre todo los que no tenían clubs, volvían a casa lejos de la ciudad, a visitar a sus padres, familiares o amigos de otras escuelas, los más iban a una cita, al karaoke o a beber hasta caer, siguió a distancia segura a su profesor, que entró en el aula de maestros para recoger sus cosas. Hizo una llamada que no duró más de cinco minutos del teléfono de la sala de profesores al titular, para preguntar nimiedades, mera formalidad.


Luego, actuando contrario a la rutina que dictaba llegar en tiempo récord a los almacenes y comprar comida como para un regimiento, subió al techo. Una vez ahí, como un regalo a sus ojos, se despojó del saco y o colocó sobre el barandal. Lo que le permitió ver su bien formada musculatura de arquero. Aflojó la corbata y con expresión abatida sacó su celular.


---Kunogi, soy yo—dijo el sensei y esperó un largo rato— Si, gracias, te llamo por lo del domingo. Ya veo. ¿Tu esposo también quiere venir?—preguntó y volvió a quedarse en silencio, con el entrecejo fruncido—No, no creo que sea posible. De acuerdo, no, no te preocupes volveré a llamarte. Por supuesto. No, no es así. Sabes que no. Le diré. Claro. Adiós.


Maiko no esperaba que la conversación fuera tan breve, por lo que sorprendida tuvo que huir escaleras abajo a toda prisa, el edificio estaba casi vacío, por lo que pudo salir fácilmente.


Corrió hasta el parque, a menos de una cuadra, que el sensei cruzaba todos los días y la vio: Tsuyuri, estaba distraida y compraba un helado.


Se detuvo justo al lado. Tal vez se encontraran, o tal vez lo estaba esperando. Hizo como si esperase a alguien, se compró también un helado y se sentó en la banca vecina. Sus sospechas se confirmaron cuando el sensei al cabo de media hora alcanzó a Tsuyuri en la banca que había frente al puesto.


El sensei llevaba muchas más cosas que cuando llegó, una maleta, varias bolsas de compra y una bolsa de papel en la que había otra bolsa de plástico, negra.


 


---Hey—saludó el sentándose. Se veía cansadísimo.


---Hablaste con Himawari—dijo ella.


---Este año su esposo quiere venir también.


--- Es imposible para él--dijo poniendo esa cara de tristeza y sufrimiento que tanto odiaba Maiko, creía que Tsuyuri usaba esa cara para salirse con la suya--No podrá entrar, no lo desea. Ni posee lo necesario. Seria peligroso intentarlo siquiera.


---Lo suponía.


---No va a venir ¿cierto? Tal vez no pueda venir.


---Se lo advertiré, no le gustará.


---Sería muy triste. Irá mucha gente este año, nosotros dos y también obaa-chan. Además de los clientes, también vendrá la gente del puesto de Oden. Y todos los demás.


Se quedaron un momento en silencio. Luego Tsuyuri volvio a hablar.


---Es realmente muy bonito el regalo que le has comprado, Shizuka-kun—dijo señalando la bolsa de papel—le quedará muy bien.


---Lo sabes.


---Hay otra cosa ahí—dijo señalando el bolsillo de su saco.


---No he decidido aun si debería dárselo.


---Es imposible saber lo que ocurrirá—dijo la joven tomándolo de las manos—pero estoy segura que además preferirías averiguarlo por ti mismo. Te deseo suerte.


---Gracias.


Se pusieron de pie y empezaron a caminar hacia el templo de Doumeki, o al menos eso le pareció a ella. Pero al llegar a la zona habitacional se desviaron a la izquierda, caminando lento.


Al parecer iban a ir a la biblioteca central, pues se estaban desviando hacia la zona donde siempre lo perdía, quizá, este fuera su dia de suerte y lograra averiguar más acerca de su amado.


En ese momento el celular de Kohane empezó a sonar. Se detuvieron en la mitad de la desierta calle. Tsuyuri habló en voz realmente baja por unos minutos.


Doumeki-sensei miraba al cielo con una nostálgica expresión. Maiko se preguntaba si debía arriesgarse a hacer una foto con su celular. Pero en ese momento la chica colgó el teléfono. 


---Era Oba-chan, debo volver ahora mismo, lo había olvidado, se nos dijo que habría hoy un asunto con mi madre, ella llamó, llegará a la casa pronto, estaré con ella pues me presentará a su futuro esposo, luego de hablar con ella iremos a buscar los regalos para el domingo—dijo Kohane—Perdóname por no poder acompañarte. Llamen si necesitan algo, tengo la sensación de que ocurrirá algo. Aunque no soy capaz de ver lo que es. Tal vez sean solo imaginaciones mías. Nos veremos el domingo.


---Adiós.


---Rezaré por ustedes, Shizuka-kun--dijo cuando ya se marchaba y realmente parecía sentirlo, era una buena farsante--Rezaré con todas mis fuerzas.


Con aquellas extrañas palabras, tan fuera de lugar, al menos para Maiko la joven médium le dio la espalda y empezó a correr Doumeki-sensei siguió caminando.


De pronto, Maiko se sorprendió. Justo en medio de tres enormes rascacielos, donde siempre había visto un terreno baldío, con dos postes raros y gastados vio una hermosa mansión, con lunas en el tejado. Parpadeó, pero la imagen seguía ahí.


Una hermosa mansión de dos pisos.


Doumeki-sensei caminaba hacia esa casa, con la seguridad de quien camina hacia algo conocido, no hacia una especie de aparición.


Impactada, miró como atravesaba los postes con una anormal lentitud, y después el patio, se acercó hasta los postes para verlo cruzar la puerta, pero en cambio lo vio dirigiéndose hasta el jardín cerró los ojos y cuando los abrió, Doumeki-sensei no estaba. Se tambaleó.


La maravillosa mansión había desaparecido. Solo estaba el baldío de siempre, con sus postes raros, se sentía mareada.


Después del episodio de alucinación que había tenido, volvió a su casa lo más rápido posible y bebió dos botellas enteras de sake.


Luego, al calor del alcohol decidió que algún Tanuki le había gastado una broma. Había seguido al espíritu y perdido a Doumeki-sensei. No debía dejarse engañar por ello. Su amor, era mucho, mucho más fuerte.


Sin desvestirse se dejó caer en la cama quedándose dormida al instante. Su último pensamiento coherente fue para Doumeki, igual que siempre, ebria decidió que en cuanto despertara iría a visitarlo al templo, con el pretexto que fuera, lograría pedirle una cita.


En ella se declararía. Tenía que hacerlo pronto, algo en su interior no podía esperar más. Era un aviso, de que si seguía posponiéndolo iba a perderlo. Algo en su interior le decía que el estaba en un gran riesgo, algo en su interior le decía que sería su última oportunidad.


---Shizuka…--murmuró Maiko antes de quedarse dormida.


No imaginaba lo que estaba a punto de desencadenar.

Notas finales:

Muchas gracias por haberle dado una oportunidad a esta historia. En serio muchas gracias por leer. A partir de este capitulo empezara la verdadera historia. Y el romance, claro =3 Nos leemos. 

 

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Amistad. Lazos. Herencia. Destino. VIDA. Rutina. En los recovecos más confortables que componen la vida de un guerrero y un mago, ahí se esconde la verdad. 

 

II: OUR FIGHT

 

Actualizacion: 7-Febrero- 2014

 


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