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Los Caprichos Del Destino por lakyday

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Notas del fanfic:

El fanfic es de mi autoría, sin embargo, ni los personajes ni la historia original me pertenecen. Tantei Gakuen Q pertenece a Amagi Seimaru y Satou Fumija.

Yo me baso en las historias y personalidades de los personajes para crear otra opción, ofreciendo una historia yaoi sin ganancia alguna, puesto que lo hago sólo por diversión.

 

Notas del capitulo:

holass aqui traigo un nuevo fanfic de esta pareja que tanto me gusta >///< espero que lo disfruten!

 

PD: sé que aún no termino "nuestra pequeña rutina" pero en estas vacacione he trabajado en esta historia, mientras se me ocurren ideas para la otra. Ya está terminado asi que lo subiré a medida que vaya corrigiendo.

 

I. Prólogo:

 

- míralo, ha estado horas deambulando sin rumbo por la casa… pobre niño, quedando solo a tan corta edad…

 

Habló una mujer de cabello rojo mientras veía a través del ventanal hacia el gran jardín de la mansión Amakusa.

 

- Tendrá que aprender a valerse por sí mismo y a sobrevivir en este mundo desde ahora -respondió el hombre a su lado- … y yo me encargaré de eso… –agregó al tiempo que restregaba su reloj de bolsillo contra su abrigo, para abrillantarlo.

 

Ajeno a aquellas dos personas, el pequeño Ryu de 7 añitos de edad caminaba por el patio de su magnífica casa. Su hogar nunca antes se había sentido más vacío y su jardín tan inmenso.

Se detuvo frente a una banca y se sentó en ella, habiendo previamente limpiado la superficie pues no quería ensuciar su vestimenta color negro. Hacía unas pocas horas habían enterrado a sus padres y a su abuelo, la única familia que tenía. Ellos habían perecido en un accidente de avión, en el cual el pequeño heredero de la fortuna Amakusa había sido el único sobreviviente.

La pequeña sombra suspiró. Se sentía perdido. Todo había sucedido tan rápido que parecía un sueño, una pesadilla. Su frágil mente infantil no lograba asimilar la realidad, ni dilucidar la gran responsabilidad que había caído sobre sus hombros y solamente comprendía que se había quedado solo.

¡RYU!

De pronto, escuchó que alguien lo llamaba por su nombre pronunciado en un susurro. Miró hacia todos lados sin ver a nadie. Entonces pensó que era su imaginación. Sin embargo, luego volvió a escuchar el llamado, esta vez como si se lo murmuraran al oído. Sintió una agitación en su interior y un impulso de correr haca quien lo llamaba, pero no sabía el origen de aquel delirio. ¿Podría ser que su madre lo estuviera llamando? Quizás estaba en una pesadilla de la que su okasan trataba de despertarlo. Y pasó entonces que súbitamente una brisa le rodeó, acariciando cálidamente sus cabellos y supo de pronto, en su corazón, qué dirección debía seguir.

 Corrió y corrió por el jardín, entre los altos árboles, las hermosas estatuas, los frondosos arbustos, las radiantes flores y las cristalinas piletas. Sus cortas piernecitas hacían su máximo esfuerzo para dejar todo atrás y avanzar sin pausa hasta “ese lugar”. Iba poseído por un intenso impulso, provocado por un extraño llamado que antes había sentido venir de la dirección que tomó; pero con cada paso que daba, en el filo de su conciencia, se hacía más presente la idea de que aquel llamado venía desde su propio interior.

De repente, una alta e imponente pared de arbustos se alzó ante él. Estaba en los límites del terreno de la mansión. El camino había acabado. Ahí de pie, el pequeño Ryu confundido y consternado no lograba entender qué clase de fuerza le había dominado para llegar tan lejos. De pronto, oyó unos ladridos de cachorro y una alborotada voz infantil desde el otro lado de la pared. Se acercó con curiosidad y súbitamente apareció entre los arbustos un pequeño perrito pastor alemán color negro y café, que le saltó encima haciéndole caer de espaldas al suelo. Se incorporó, sentándose en el pasto con el cachorro sobre sus piernas, mientras éste le olfateaba para conocerlo. Entonces las ramas de los arbustos se agitaron nuevamente y, arrastrándose en el suelo, apareció un niño más o menos de su edad. Tenía el cabello color verde oscuro, con un mechón color blanco en el centro, sus ojos eran grandes y expresivos de un extraño e hipnótico color dorado, su piel era un poco más morena que la propia y vestía una simple polera amarilla y bermudas, ambas un tanto sucias.

 

- ¡waaaa! ¡lo siento mucho!

 

Exclamó la personita mientras pasaba con dificultad el resto de su cuerpo hacia ese lado. Una vez lo hubo conseguido, este niño se incorporó arrodillándose frente a Ryu.

 

- ¡tu brazo! ¡¿chillo te lastimó?! – preguntó muy preocupado al ver el cabestrillo que portaba el azulino y que le sostenía el brazo izquierdo.

- no, estoy bien –respondió sin terminar de asimilar lo que sucedía.

- oh… que alivio –suspiró.

- así que su nombre es chillo –murmuró mirando al cachorro.

 

Y repentinamente, para su sorpresa el pequeño animal le comenzó a lamer el rostro.

 

- ¡jajaja! –rio alegremente el niño de mirada dorada- ¡le agradas!

 

Entonces Ryu, contagiado por la alegría de esa personita, también rio.

Luego el niño tomó al perrito en sus brazos.

 

- eres un travieso, chillo -– le habló con una extraña voz, como si el animal fuera un bebé, al tiempo que lo acariciaba enérgicamente-  no vuelvas a escaparte así ¿oíste?

- ¡ah! no me he presentado –exclamó bruscamente el heredero- Mi nombre es  Amakusa Ryu y este es terreno de mi mansión.

- ¡¿En serio?!... ¡Sugoi! ¡Es inmenso!... me llamo Kyu –le dijo haciendo una leve reverencia.

- Kyu… ¿Qué?

- sólo Kyu.

 

Le respondió con una amplia sonrisa, mientras recordaba que el rostro de Ryu le había hecho pensar, en primera instancia, que era una niña.

Ryu volvió a sonreír contagiado por su carisma.

 

- ¿qué te pasó en el brazo? –le preguntó el de ojos dorados al tiempo que el cachorro caminaba alrededor de ambos olisqueando todo lo que pillaba.

 

Ryu se miró el cabestrillo y el otro niño vio cómo su expresión se ensombrecía.

 

- tuve… un accidente en avión…

 

Kyu le posó una mano en el hombro y le dijo con gesto serio y condescendiente:

 

- siento que hayas quedado solo…

 

Un escalofrío recorrió la espalda del azulino al oír esas palabras. Parecía como si esos ojos dorados pudieran verle el alma.

 

- ¿Cómo es que…? –balbuceó sorprendido.

- me dijiste que tuviste un accidente. Y eres un niño, por lo que ibas acompañado. Además tu vestimenta parece de luto y ese escudo supongo que es el de tu familia –dijo señalando el prendedor de oro que llevaba en el pecho y que era efectivamente el emblema familiar- esa combinación nunca significa algo bueno.

 

Ryu quedó impresionado por el poder de deducción de ese niño, quien a primera vista parecía común y corriente.

 

- ¿tú cómo sabes las costumbres de las grandes familias? –trató de aclarar ese punto que le llamó la atención.

- Yo no sé nada ¡jajaja! –respondió despreocupadamente el pequeño.

 

Y en seguida se puso de pie para ir tras el cachorro que se alejaba  más y más.

 

Ryu lo siguió.

 

- ¿cómo llegaste hasta acá?

- chillo escapó y lo seguí.

- el terreno por el que vienes pertenece a otra gran familia ¿acaso eres de ellos?

- ¡je je! Me descubriste- le dijo sobándose la nuca.

- y chillo… ¿es tuyo o de la casa?

- ¿ah? –exclamó distraído por su perro- no… chillo es hijo del perro de la casa y me lo regalaron cuando nació.

- ¿y cuántos hermanos tiene?

- son 4… él era el más pequeño.

- ¿Y tú tienes hermanos?... Dime ¿Cuántos son en tu familia?... O mejor ¿Cómo son tus padres? ¿Tus ojos, su color, de quién los heredaste?

- ahm… s-supongo que de padre… ¿Por qué me haces tantas preguntas? – le dijo sintiéndose incómodo y cohibido.

- ¡ah! lo siento…

 

 No sabía por qué lo hacía, pero sentía que necesitaba saber mucho más de él.

 

- yo creo que es mejor que me vaya.

 

Le dijo el peliverde, quien de pronto estaba desanimado. Tomó al cachorro y se dirigió a la pared por donde había cruzado.

 

- adiós.

 

A Ryu se le encogió el corazón al oírle despedirse.

 

- a-adiós…

 

El peliverde cruzó al cachorro, mas antes de que él también se deslizara entre las ramas el azulino se apresuró a hablarle.

 

- ¡espera!... ¿me visitaras otra vez? -le pidió tímidamente.

 

Kyu le miró evidentemente sorprendido, pues no se esperaba en absoluto una petición como esa. Luego sonrió ampliamente en ese gesto que al heredero comenzaba a gustarle mucho.

 

- ¡claro! Espérame mañana.

- bien – respiró aliviado.

- nos vemos.

- ¡s-sí, adiós!

 

Le vio desaparecer tras los altos arbustos y notó que algo en su interior había cambiado. De pronto, su vida no parecía tan mala. De pronto, todo era más llevadero.

 

 Esa noche Ryu se quedó despierto hasta tarde, sin poder conciliar el sueño, pensando en el misterioso niño que había asaltado su jardín. Pensando en su mirada dorada tan vívida y su sonrisa tan deslumbrante y alegre.

 

A partir de ese día Kyu y chillo visitaban a Ryu casi todo los días. Habían construido juntos una rústica casucha con ramas y palos, la cual Ryu abastecía con víveres y golosinas. Esa era su base de encuentro. Nadie sabía que ellos se veían ni que se habían hecho muy buenos amigos.

Kyu era para Ryu un respiro en ese nuevo mundo que estaba recorriendo con su tutor Anubis, lleno de responsabilidades y cosas de adultos. Su amigo le levantaba el ánimo cuando la tristeza le ganaba y sufría extrañando a su familia que nunca volvería a ver. Kyu en silencio lo resguardaba en su pecho y lo rodeaba en un dulce abrazo, mientras el heredero le mojaba la camiseta con sus lágrimas. Y luego, cuando se calmaba, siempre sabía qué decir o hacer para entretenerlos a ambos en cosas más alegres y así olvidar el episodio y la pena.

 Por su parte, Kyu disfrutaba en grande visitando el jardín de su amigo. Comían cosas deliciosas, leían novelas de misterio que el azulino le llevaba y que eran tan entretenidas. Y chillo también lo pasaba genial jugando en ese inmenso terreno.

El peliverde además había llegado a querer mucho a Ryu. Era tan lindo que a veces le costaba creer que era un niño igual que él. Era muy inteligente también y le admiraba por asumir todas esas responsabilidades tan pesadas y tediosas tras la muerte de su familia.  Cabe agregar que siempre trataba de hacerle reír, porque su corazón se sentía pesado cuando lo veía triste.

Así fue pasando el tiempo. Día tras día, semana tras semana y mes tras mes ellos se veían y compartían a veces toda la tarde u otras ocasiones sólo unas horas, dependiendo de las circunstancias de cada uno.

 

Sin embargo, un día luego de cumplirse el cuarto mes, Kyu no apareció.

 

Ryu le esperó en la frontera al día siguiente y el siguiente a ese. Esperó una semana pero ni su amigo ni su mascota se presentaron. El azulino no se rindió tan fácilmente, pasó el tiempo y continuó yendo al punto de encuentro. Esperaba horas sin tener éxito. Hasta aquel día en que definitivamente se resignó.

Aquel fue un día de invierno en el que llovía fuertemente. Ryu tenía la estricta orden de quedarse en cama, pues estaba con gripe. Mas aun así desobedeció y salió al jardín para ir con Kyu, quien seguramente se estaba mojando mientras esperaba a que llegara. La base eran apenas unas ramas y no lo protegerían de la lluvia, entonces él lo invitaría a entrar en su mansión para cobijarle del clima, cumpliendo al fin el deseo que tenía de que todos lo conocieran y supieran lo especial que ese niño era para él. Eso pensaba Ryu mientras corría a todo lo que sus entumecidas piernas y su  enfermo cuerpecito podían ir. No importaba el frío que sentía, ni el agua que le empapaba, ni la fiebre, ni su tos, ni su adolorida garganta. Nada de eso importaría cuando Kyu le mirara con esos ojos dorados y le sonriera al escuchar su invitación. Se pondría tan feliz, lo sabía.

 Fue entonces que su carrera terminó. Era difícil ver bajo la lluvia intensa, pero aun así supo lo que sus ojos veían: nada.  Fue hacia la rústica construcción que habían levantado y miró dentro. Estaba vacía. Allí no había nadie más que él. Solo él. Solo. Se metió bajo las ramas, sentándose en el suelo y abrazándose las piernas. Las gotas de una lluvia más suavizada por la protección que brindaban el techo le caían en el rostro y en el cabello. Tenía frío y estaba empapado, pero debía esperar sólo un poco más, ya que Kyu aparecería en cualquier momento.

Estuvo allí hasta que oscureció. La lluvia no había parado y amenazaba una tormenta eléctrica. Pero Kyu no apareció. En ese momento Ryu comprendió finalmente. En ese momento sus últimas esperanzas cayeron muertas. En ese mismo momento algo dentro de él murió con ellas.

 

Esa noche Ryu fue encontrado por sus sirvientes quienes lo buscaban desesperados por órdenes de Sir Anubis. Lo rescataron inconsciente bajo la lluvia y con una fiebre peligrosa que estuvo a punto de matarlo. Desde ese entonces Ryu lloraba cada noche antes de caer dormido de cansancio. Todos pensaban que lloraba por sus familiares muertos, pero no era así. Sólo cuando estaba con Kyu lloraba por ellos y ahora que Kyu no estaba lo hacía por él; en su cama; cada noche antes de dormir; hasta que, con el pasar de los años, el chico de mirada dorada se convirtió en un tenue recuerdo del que a veces dudaba, y se preguntaba si alguna vez había existido de verdad.­­

 

----------Fin del prólogo--------

 

Continúa...

Notas finales:

bueno espero que e vea interesante :))


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