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Mi relación más seria por Agnes-San

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Notas del fanfic:

Esto es para el concurso de minanami, realmente al principio me daba mucha flojera hacer un fiuc para un concurso, por el simple hecho de que se que no va a ganar, pero luego gracias a una señorita me decidi a perticipar.

monse me subio el ego y me hizo sentir importante y termine haciendo esta cosa extraña xDD

espero que les guste, y la verdad no me importa mucho si no gana, disfrute mucho de escribirlo :)

Mi relación más seria.


 


Se talla los ojos, bosteza, cierra los ojos y luego me mira, me sonríe.


A mí nunca me gustaron los chicos como él, siempre supe que era gay, pero me gustaban los chicos más varoniles, no tan maricones, no como él.


Con su dedo largo dibuja el contorno de mi nariz y en la punta se detiene, como  examinando cada una de mis facciones, yo le sonrió y él hace lo mismo, parpadea lento como un gato haciendo mimos, me gusta que haga eso, lo hace ver tan tierno, como un niño pequeño viendo por primera vez el rostro de su padre.


Nunca me gustaron las relaciones serias, preferiría mil veces la libertad, y sin embargo ahora estoy aquí con Kibum, tumbados en la cama, apreciándonos en silencio, no sé en qué momento llegó tan dentro de mí ser.


—     Te quiero —susurró con los ojos cerrados.


Esa frase venía diciéndomela desde hace mucho y yo aun no tenía una respuesta digna para darle, siempre le tomaba la mano y la apretaba entre la mía y él se conformaba solo con eso, suspiraba, como aguantando las ganas de llorar.


Kibum ya había tenido muchos problemas amorosos, cuando lo conocí estaba de novio de un chico, un chico guapo hasta cierto punto, él babeaba por Key, su cara de enamorado decía que para sus ojos solo existía Key, pero siempre estuvieron otras personas y con el tiempo se alejo más y más de Kibum, hasta que lo hizo llorar y fue ahí que yo entre.


 


***


 


Estaba esperando por Amber, aunque ella era una impuntual de primera, de hecho ella era la más impuntual de todas las personas, sorbí de mi bebida y encontré que ya estaba por la mitad, en mi móvil cheque la hora y ya pasaban de las cinco de la tarde, estúpida e impuntual Amber.


Si algo me gustaba de los centros comerciales es que hay mucha gente, más aun cuando es fin de semana, y eso significa más carne que mirar, siempre he sabido que me gustan más los chicos que las chicas, aunque suelo preferir a esos hombres que no parecen tan maricas, por que los chicos mariquitas se creen chicas en cuerpos masculinos, luego se depilan, se ponen maquillaje, usan ropa colorida y en ocasiones utilizan hasta bolsos femeninos.


Amber casi me saca el cerebro del cráneo de una palmada en la nuca, ella es de ese tipo de chicas que no son nada femeninas, de esas que usan gorras y tienen el pelo corto, bueno ella parece más hombre que mujer y casi podría jurar que en su vida anterior fue boxeadora.


—     Hey muchachote, ya vine — dijo como si nada. — y ¿qué vamos a hacer?


—     No sé


—     Hay, Jonghyun  ¿me hiciste arreglarme para no hacer nada?


—     ¿por eso te tardaste tanto?


—     Las mujeres necesitamos tiempo para poder ponernos bellas — dijo arreglándose el pelo corto.


Amber no era delicada, Amber era más tosca que las otras niñas y de alguna manera muy extraña eso me agradaba, con ella podía ser yo, con ella todo parecía más fácil, aunque de repente hablaba mucho más de lo que mis oídos lo soportaban.


Como era mi costumbre, verifique en mi celular que no tuviese un mensaje nuevo y tenía diez llamadas perdidas de un tipo con el que me había acostado, le advertí que no era nada serio y aun así se empeñaba en buscarme.


 Encontré a Amber mirando en una dirección que probablemente nunca me llamaría la atención a mí, pero ella parecía idiota, la tienda de muñecos de felpa siempre estaba llena de personas, en su mayoría mujeres, pero ahí estaba un chico parado frente a la vitrina viendo los muñecos como si de obras de arte se trataran.


Enseguida un apodo muy bonito se me vino a la cabeza para nombrar a ese chico raro, con su manera de vestir tan maricona, su cabello tintado en rosa y rubio alzaban un cartel luminoso que decía “voltea a verme” así que llamaba mucho la atención , “florecitas” ese sería su apodo de ahora en adelante.


—     Qué bonito — vocalizó Amber con los puños cerrados, como aguantando las ganas de correr y llenarlo de abrazos, porque aunque muchos pensaran que ella era fría, definitivamente no la conocían. —Iré a hablarle — y también  era una desvergonzada.


Vi a Amber atravesar el centro comercial para poder dirigirse  al “florecitas” aunque como siempre me tomo de la mano y me jaló para que fuera con ella por si algo salía mal, siempre usándome a su conveniencia.


Se paró a un lado de “florecitas” e hizo como si en realidad le interesaran los muñecos que veía, y sorprendentemente quien inicio la conversación no fue Amber, si no “florecitas”.


—     Son lindos ¿no? — dijo sonriendo hacia Amber quien se quedo un poco asombrada por la docilidad del “florecitas”. Su voz gruesa decía que en verdad era un chico.


—     Si, un poco, ¿Cuál es el que más te gusta a ti? — pregunto luego de analizar seriamente los animales de felpa, y en su mayoría eran osos cafés, grises, blancos, y de otros tonos.


—     Este. — apunto a un conejo de orejas caídas y moño rosa,  no tenía nada de interesante el maldito animal, solo lo único que resaltaba era su pulcro moño rosa atado al cuello.


Amber se quedo observando el conejo, tratando de encontrarle lo interesante.


—     ¿por qué ese? — pregunto mi amiga al chico floripondio.


Él la miró como diciéndole “idiota, si la respuesta es muy clara, ¿Cómo es que no lo sabes?”


—     Por qué esta solo. Ves, es el único, no hay ningún otro de su especie, y las personas siempre miran a los osos, porque son multitud y porque son más grandes. —dijo nada más, y en ese momento el conejo comenzó a ser interesante.


Un conejo de felpa solitario, qué original.


 


Amber platico con él un rato, yo me mantuve al margen del asunto chequeando en mi celular  lo que acontecía en el mundo, escuche que “florecitas” esperaba a alguien, que no se llamaba “florecitas”, que se llamaba Key, también escuche de su odio  las personas impuntuales y en ese momento  Amber se atraganto con su bebida. Luego de la casi bronco aspiración que por poco sufre Amber, “florecitas” se tuvo que marchar.


Tomo su mochila de bolitas y fue a encontrarse con un chico más bajito que él y  mucho menos amanerado, lo regaño por haber llegado tarde  y luego lo hizo cargar su mochila de bolitas, posterior a ello se marcho.


—     Jonghyun, al menos pudiste se más amable…se llama Key —cometo risueña.


—     ¿Key? ¿Eso no es muy marica? —pregunte apuntado hacia por donde se había marchado.


—     Cállate, tú también eres marica. —sopeso golpeando mi cabeza con su mano de boxeadora, y claro que por la acción las personas que pasaban por ahí nos miraron mal.


 


***


 


La segunda vez que vi a “florecitas”, fue algo muy esporádico, en realidad no sé como describirlo.


De alguna extraña manera el centro comercial se convirtió en mi segundo hogar, ya que quedaba cerca de mi trabajo y siempre a la hora de comida me daba una escapada para poder comer lo que servía la cafetería que se encontraba en el segundo piso del lugar, siempre compraba una malteada y me robaba la señal de internet durante al menos una hora, antes de regresar a mi lugar de trabajo.


Me apoye en la barandilla con comodidad, veía para abajo del centro comercial y al mismo tiempo checaba el móvil, por curiosidad miré hacia la dirección donde se encontraba la tienda de muñecos de felpa y ahí encontré al conejo de moño rosa mirándome con sus ojos plásticos. Me dio escalofríos tan solo de verlo, era espantoso, como podía gustarle a alguien un peluche tan feo.


Volví el rostro hasta donde se encontraba “florecitas” sentado en el primer piso, no sé si me le quede viendo fijamente porque de un instante al otro su rostro se giró en mi dirección, él sonrió hacia mí y vi sus ojos convertirse en dos pequeñas líneas en su rostro extraño, luego agito su mano. Por supuesto que no devolví el saludo, después él se marcho con el celular pegado al oído, parecía estar renegando con alguien.


 


No volví a verlo en meses, realmente no me importaba mucho, solo de vez en cuando me lo recordaba el estúpido conejo de moño rosa, solo que una mañana de sábado, no vi al conejo en su lugar,  siempre desde que conseguí un nuevo trabajo en el centro comercial pasaba para ver si continuaba el estúpido conejo rodeado de osos, y si ahí estaba como todos los días,  viendo hacia fuera, con sus ojos marrones, pero ese sábado no estaba ahí, ahora había otro oso que hacia juego con la colección. Me pregunte qué había pasado con el conejo, me detuve sin pensarlo siquiera a ver más detenidamente los animales que se exhibían, pero nunca encontré el maldito conejo.


La tercera vez que me encontré con “florecitas” él ya no era rubio, ahora su color de cabello había cambiado a un negro completo, parecía estar triste, y tragaba con dificultad, se tallaba los ojos y suspiraba, torcía el labio de lado y balanceaba el celular, parecía a punto de llorar. Me vio un momento y una lágrima se derramo de sus ojos enmarcados, esta vez yo fui quien lo saludo y él sonrió en mi dirección, aunque he de decir que su sonrisa no era la misma, estaba melancólica.


—     Hola —susurró quedito.


—     Hola —respondí, antes de tomar asiento  en la misma mesa que él.


Generalmente yo no me acercaba a las personas a menos que ellas se acercaran a mí, yo nunca empezaba una conversación, yo prefería un poco estar solo a estar acompañado.


—     ¿por qué lloras eh? — pregunte y él abrió un poquito más sus ojos pequeñitos.


—     ¿hay no vino tu amiga? —cuestionó él ignorando mi pregunta, yo negué con la cabeza y luego se hizo silencio.


Ya no le volví a preguntar nada, y de alguna extraña manera el silencio no era incomodo, él se dedicaba a ver pasar a la gente, igual que yo, parecía como si tuviésemos mucho tiempo de conocernos, aunque apenas hablamos hacía dos minutos.


—     Quitaron al conejo de la vitrina — le di la noticia y de nuevo me di cuenta que era yo quien empezaba la charla.


—     Seguro ya lo vendieron — respondió él simple, luego chequeo su celular como comprobando la hora, volteo  para todas partes buscando a alguien y entonces supe que estaba esperando.


—     ¿Siempre te deja esperando tanto? — cuestioné.


—     Algo así… dudo que venga.


De nuevo se puso triste.


No es que me interesara un chico como él, él era la clase de chico que nunca me agradaría, pero de alguna manera no me gusto su reacción un poco trunca y quizá un poco llorosa.


Dejo  caer las lagrimas en mi presencia, por supuesto que las miradas acusadoras estaban sobre mí, pero yo no era el culpable de hacer llorar a “florecitas”, pero igual me sentí con algo de culpa.


Nunca había conocido a alguien como él, llorón, algo raro del rostro, vestido de manera extraña y muy afeminado, yo había tratado con tipos mariquitas, pero este se llevaba las medallas, deje que llorara, no le di ánimos, ni lo alenté a que confiara en que vendría ese tipo, él después de un rato dejo de llorar y se decidió a contarme su historia de amor. Yo  me reí de él y él se defendió enseguida, como un gato panza arriba.


No lo deje que me contara su historia de amor y desamor, realmente no me importaban sus historias,  pero de alguna manera encontraba entretenido molestarlo.


 


***


 


Nunca imagine ser atento con alguien, pero Kibum despertaba en mi un sentimiento extraño, él no era la persona más linda del planeta, él en definitiva no era mi tipo,  Kibum amaba comprar ropa, Kibum se enamoraba muy fácilmente de las personas, confiaba ciegamente en tipos que no le convenían, como yo.


Aparte el cabello de su frente amplia,  peine sus cejas gruesas y lo tape con la frazada, no quería que luego se resfriara, aparte ya estaba dormido, seguro perdido en sus sueños de princesa, Kibum solo quería una persona que lo amara incondicionalmente, así que en su búsqueda salieron varios dispuestos a jugar con él.


 


 


***


 


“Florecitas” en realidad tenía un nombre y un apellido, Kim Kibum, de apodo Key, pero yo seguí llamándolo “florecitas” aun  cuando estaba en su presencia, eso a él le molestaba  más de lo que debería así que no deje de llamarlo así hasta que me lo prohibió.


Key era un hijo de papi y mami, más de mami que de papi, por lo tanto se podría decir que estaba muy consentido, su madre se había encargado de llenarle la cabeza de ideas algo extrañas y su padre la culpaba porque Key fuera así de crédulo, yo hasta cierto punto también creía que su madre tenía mucho que ver en el  comportamiento de Key.


—     Recuerdas al chico de la otra noche… el delgado. Pues me invito a salir — decía ilusionado.


—     Qué bien… ya tienes una nueva conquista, seguro este no te hará llorar — intente alentarlo otro poquito.


Key sonrió con emoción, él era así, cualquier cosa lo emocionaba, incluso el más pequeño detalle, yo en cambio nada me hacía ilusión y de cierta manera eso era lo que me gustaba de Key, él en ocasiones parecía un niño pequeño con nuevo juguete, yo un adulto amargado huyéndole a los compromisos.


De una manera algo extraña Key se convirtió en un gran amigo, esa clase de amigo que no encuentras tan a menudo, la clase de amigo que no es amigo si no te burlas de él seguido, al que lo alientas a volar y luego lo derrumbas, pero él nunca se quejo de mis tratos,  era como si una parte de mi quisiera mantenerlo cerca haciéndolo sentir bien, y otra  mataba por alejarlo, porque él no era del tipo de persona con la que me importara estar.


—     Seguro que este será lindo conmigo — dijo  aun entusiasmado.


Key y yo no necesitábamos de muchas palabras para comunicarnos, de hecho la mayor parte del tiempo solo estábamos uno junto al otro, sin mediar palabra, así nos sentíamos cómodos, entre nosotros no nos contábamos chismes, porque no conocíamos gente en común, a excepción de Amber.


Kibum me invito a ir a una fiesta, de esas a donde no asisten muchas personas y las que van son gente grande, más bien era como una cena de negocios, organizada por el padre de Key, ahí conocí a su señora madre; una mujer refinada con un problema de sobreprotección, y Kibum era un chico  sobreprotegido, su madre era quien le compraba ropa, la que lo llevaba al salón para que le hicieran distintos peinados y cortes, y Kibum como muñequito se dejaba hacer.


Está claro que la mujer pasó de mí, me vio solo cuando Key nos presento, pero a ella no le agrade, aunque me daba igual lo que una señora pensara de mí. En la cena también estaba el chico delgado del que Key hablaba seguido, al que yo solo había visto una vez, note la sonrisa que le regalaba a Key y el sonrojo de este, entonces me di cuenta que yo sobraba.


 


***


 


Key tenía un nuevo novio después de la cena de negocios en la que me sentí sumamente incomodo y en la que Key me abandono por ir a platicar con el chico ese del que supe su nombre hasta después.


Durante un tiempo deje de ver a Kibum, no lo llamaba e ignoraba sus mensajes, pero siempre parecía estar cerca de mí, más aun cuando volví a encontrar al conejo de moño rosa en su lugar,  enseguida pensé  en Kibum tan solo con verlo.


No supe en qué momento fue que compre el conejo, solo que ya lo tenía en casa con su moño rosa atado al cuello, parecía más blanco que antes, también estaba más esponjoso que antes, así que supuse, estuvo desaparecido por que le habían dado mantenimiento, cada que lo veía era como si viera el rostro infantil de Kibum.  Aunque nunca se lo di, lo mantuve cautivo en mi casa.


Cuando volví a ver a Key, él ya había terminado otra relación más, a mi no me importaba mucho lo que aconteciera en su vida, sin embrago él se dejo llevar por las emociones que sentía.


Me pidió que fuera verlo, que necesitaba hablar y a pesar de que me negué diciendo que estaba ocupado él insistió hasta que no me quedo de otra que ir a su casa, me encontré con su madre preocupada por su bebé, ella a diferencia de la última vez que nos vimos, me trato bien, aunque preferiría que me pasara por alto.


Key estaba en su habitación recostado, llorando como magdalena o quizá peor que eso, ni siquiera me volteo a ver, solo se quedo abrazado a sus almohadas y llenando la colcha de mocos. No hablamos, Key no me dirigió la palabra en todo el rato que estuve ahí sentado en la orilla del colchón. Me tomo la mano y yo apretuje la suya en señal de apoyo, luego él se calmo.


Solo estábamos ahí sin hablarnos, no había palabras, solo nuestras manos entrelazadas, y al final él solo murmuró “soy un idiota”, no quise contradecirlo, porque realmente si era un idiota.


—     El amor verdadero no existe Key, solo existen las ganas de follar — dije mis palabras sabias, las que venía repitiéndome desde siempre.


—     Tengo ganas de follar — susurró contra la almohada y eso me sacó una risita.


—     Oye, ¿recuerdas al conejo blanco de moño rosa? — cuestioné echándome a un lado en su cama, él sacó la cabeza de entre las almohadas y me miró, tenía los ojos rojos e hinchados, más deplorable no  podía verse.


Asintió con la cabeza por que no podía hablar bien aun.


—     Regreso a la tienda, ahora es más esponjoso y su moño está más limpio — no mencione el hecho de que ya lo había comprado por que de seguro me lo pediría, no es que no quiera dárselo, solo no quiero quedar como el afectuoso que le compra peluches a “florecitas”


—     Cuando valla al centro comercial, lo comprare. — cerró los puños y alzo la vista al cielo como si con ello se hiciera una promesa.


No dije nada, solo me quede callado  sosteniendo a un su mano grande, porque Kibum es de esas personas que no parecen altas, pero realmente lo son y de alguna manera los novios que le conocí eran más pequeños que él y aun así parecía más delicado que ellos.


 


***


 


De buenas a primeras un día vino Key a mi trabajo, me dijo que le había mentido y que su conejo no estaba en la tienda, que ya lo habían comprado, quise reír fuerte.


—     ¿por qué quieres tanto ese conejo? — pregunté extrañado, por primera vez le pedía una explicación.


Lo medito un momento y luego suspiro.


—     No lo sé, quizá porque me identifico con él — de principio no entendí, pero ya no cuestione nada, luego Key quiso esperarme para ir a alguna parte.


 


Ese día después del trabajo por primera vez lleve a alguien a casa, vivía solo desde hacía tiempo, así que la casa donde estaba no era del todo grande, Key se mostro impresionado por lo pequeño de mi lugar aunque prefirió guardar silencio. No hicimos nada más que ver televisión.


—     Jong… sé que no te gustan las relaciones serias pero yo necesito de alguien para sentirme completo, ¿quieres llamarte mi novio? Te prometo que seré de ese tipo de personas que te gustan — dijo volteando a verme con sus ojos enmarcados en negro.


Yo preferí callar, así que él lo tomo como un “si”, Kibum no estaba acostumbrado a que le dieran un no, así que no dejaba que las personas le dijeran “no” por lo tanto sus novios se veían en la forzosa situación de decir “si” a lo que Key quisiera, y al final siempre terminaban hartándose y decepcionando a Kibum.


 


 


Key comenzó a venir más seguido a mi trabajo, en realidad solo se paseaba por el centro comercial y vez en cuándo cuando pasaba cerca de mi trabajo, él saludaba, a él el que yo le devolviera el saludo lo hacía feliz, si no lo hacía ponía cara triste y se iba a sentar a algún lugar, y ahí me esperaba hasta que salía a comer; nunca se enojo conmigo, si coqueteaba enfrente de sus ojos él solo se mantenía serio, no hacia escenas  y le agradecía que fuera así.


De vez en cuando me recordaba que era su novio, pero nunca hubo un beso, o un abrazo, solo apretábamos nuestras manos, Kibum sabía que las relaciones serias no era lo mío así que me dejaba ser, con él podía ser yo, él se convirtió en el mejor novio que alguna vez tuve, y seguido trataba de complacerme, de vez en cuando hacía la comida, aprendió a cocinar por que alguna vez le hice saber que me gustaba mucho la comida casera. Él y yo éramos como dos amigos jugando a ser novios.


Así duramos cerca de un año, en ese tiempo el conejo estuvo escondido en el armario, debajo de toda la ropa, estaba en la bolsa en la que lo compre, no quería que si se lo regalaba, él se hiciera ilusiones, pero últimamente estaba más apegado a mí.


Key me había empezado a besar en los labios tres meses después de que se declaro mi novio, él me presumía siempre con sus amigos y amigas, aunque ellos se le quedaran viendo raro, no cualquiera acepta una relación de dos chicos, pero a Kibum eso no le importaba, él siempre decía que sus amigas estaban envidiosas porque él tenía un novio guapo, de alguna manera me sentía como un objeto, algo de que presumir, pero luego Key me tupia de regalos, como si con eso me fuera a tener siempre.


Un día llego con un traje nuevo y una corbata, yo no entendía por que me lo regalaba pero después me lo dijo.


—     Pruébatelo —me ordeno mostrando el traje muy bien planchado.


—     ¿Para qué es esto? — pregunte no entendiendo.


—     Es para tu nuevo trabajo — me dijo como si nada, sonriendo como idiota.


—     ¿qué nuevo trabajo?


—     Le dije a mi papá que si podías ayudarlo en la oficina, al principio se negó, entonces le dije a mi mamá que me ayudara a convencerlo y ahora tienes otro trabajo mejor remunerado — me midió la ropa por encima y parecía contento, como alguien que viste a un muñeco.


—     Kibum, Kibum… no me gustan estas cosas.


—     Pero te verás guapo con él, solo pruébatelo, te prometo que cuando te veas al espejo te va a gustar.


—     Kibum, no me refiero al traje, no me gusta que hagas este tipo de cosas por mí, no lo merezco, además ni siquiera estoy capacitado para un trabajo de oficina. — termine mi monologo y Key se llevo una mano al rostro como meditando las cosas con un poco más de cerebro.


—     Yo te ayudo… además mi papá es un hombre paciente, él no se enojara contigo si haces algo mal… aparte si un día te dice algo, yo te voy a defender.


Al final termine haciendo lo que él me decía y accedí a trabajar con el señor Kim, él era un hombre extraño, quería a su hijo pero extrañamente prefería no hablar de él, ni de su esposa, se molestaba en especial cuándo preguntaban por Kibum, más aun si el que lo cuestionaba era hombre.


Key empezó a pasar seguido por el trabajo y eso parecía molestar a su padre, siempre lo recibía en su oficina pero decía que “no tenía por qué ir”  y Key tenía razón, el señor era un hombre amable, con un extraño sentimiento de no aceptar a su hijo homosexual, pero aun así tampoco lo dejaba ir.


—     ¿Creo que mi papá me odia? — dijo de repente, como si lo pensara y lo hubiese dicho a la deriva.


—     No te odia, un papá nunca odia a sus hijos por muy florecitas que sean — lo intente animar. Le sonreí y  golpe su nariz con un dedo.


Kibum me dio un beso en los labios, y entonces me encontré siendo dulce con él, manteniéndolo abrazado con fuerza, peinándole el cabello de nuevo rubio, me encontré desnudo con él a mi lado, manteniendo una relación estable y seria, como nunca la iba a tener y eso me dio miedo, mucho, mucho miedo.


—     Te quiero — susurró él y yo apreté la boca con fuerza.


 


***


 


Me recosté a un lado de Key, lo mire con ternura, aprecie cada uno de las líneas que conformaban su rostro sin chiste y que de alguna manera me parecía tan lindo,  Kibum es mi relación más seria, a Kibum no lo puedo echar de mi lado. Me es imposible, muy a pesar del daño que le hice él sigue conmigo, diciéndome “te quiero” indiscriminadamente.


 


***


La primera vez que me dijo “te quiero” me asuste de la relación que estaba teniendo con un chico que no me gustaba, un chico que fácilmente se enamoraba, me asuste de estar recibiendo dulzura, no quería terminar como un perro faldero detrás de Key, así que tenía que alejarlo de mi.


Para mi Key era un amigo cercano, uno al que poco a poco le iba agarrando un cariño casi incomprensible, uno que nunca le tomaría a una persona, mucho menos a una persona como él, así que trate de alejar ese cariño.


Comencé a salir más, como antes lo hacía, frecuentaba bares más seguido, algunas veces Key me acompañaba y aunque yo no quería dejarlo solo mucho rato al final me convencía que era lo mejor para los dos, así que buscaba excusas para no estar tanto tiempo a su lado, me marchaba dejándolo ahí sentado en algún lugar, Key  prefería no beber mucho, pero cuando lo hacía no se controlaba y tomaba hasta el punto de desmayarse. Key seguía teniendo ese letrero luminoso que decía “mírame” así que seguido se encontraba rodeado de gente y a mí me molestaba verlo así.


Me citaba para ir a algún lugar y yo lo dejaba plantado, no le decía ninguna excusa, al principio me marcaba para ver que había pasado, pero nunca contestaba sus llamadas, no porque no me apeteciera, si no porque sabía que al escuchar su voz todo terminaría ahí e iría corriendo a su lado y me asustaba ese comportamiento de mi parte.


Key cada vez que le hacia un desplante siempre lo pasaba por alto, luego cuando me volvía a ver solo sonreía y tomaba mi mano, la apretaba entre la suya y me seguía llenando de cariño, de ese mismo cariño del que quería huir. Mi relación seria con Key estaba en un punto de quiebre, aunque yo mismo lo quise así.


El papá de Kibum me despidió una vez por faltas, y gracias a Key volví al puesto en el que estaba, seguía ganando lo mismo en dinero, pero poco a poco Kibum empezó a verse en una posición distinta, ya no venía mucho a casa, ya no me hablaba tanto, él se alejo junto con sus atenciones. Y las veces que lo veía, él sonreía con la boca y lloraba con los ojos.


—     Sé que no te gustan las relaciones serias — me dijo. — bueno, creo que es hora de que nuestra relación termine, nunca pensé que durará tanto tiempo, sabía que tarde o temprano esto terminaría así… así que no te preocupes — sonrió.


Él no lloro, al menos no enfrente de mí, pero sabía que se estaba ahogando en lágrimas, sus respiraciones me lo susurraban  y la última pausa que hizo me lo grito, sin embargo no hice nada, solo tome su mano y la apreté como siempre lo hacía. Después él se marcho de mi casa.


Al principio no me arrepentí de dejarlo ir,  me recordé que era lo mejor para los dos, que él encontraría un chico con el cual tendría su relación seria y yo seguiría siendo yo, la persona más cobarde del mundo que dejo ir a un chico maravilloso solo porque tuve miedo de enamorarme, poco a poco me encontré solo, Key ya no iba a la oficina de su padre para verme, y el señor me miraba de manera extraña, como si con la mirada me asesinara, pero aun así no me despidió una segunda vez, solo trataba de no verme.


Amber mi única amiga volvió a ser la única amiga que tuve alguna vez, ella decía que yo era un idiota y yo no la contradije en ninguno de sus argumentos, yo solo callaba y asentía, escondí cada uno de los regalos que Key me dio, escondí el traje y la corbata que me trajo, no quería verlos porque era como ver su rostro sonriendo, ese brillo de ilusión en sus ojos cuándo yo los recibía y le daba un abrazo o una caricia.


Y justo cuando los estaba metiendo dentro del armario, el ruido de una bolsa de papel llamo mi atención, entonces recordé el conejo blanco de moño rosa, lo saque de su empaque y lo deposite en la cama que más de una vez compartimos Kibum y yo,  el conejo estaba menos esponjoso y más lleno de tierra, su moño rosa no lucia igual que antes, estaba descuidado. Lo abrace pensando en Key, lo abrace y llore como un niño pequeño que ha perdido a su madre, yo había perdido a la única persona que realmente me interesó además de mi abuela.


El lunes por la mañana, después de un mes de haber terminado con Key , el señor Kim me llamo a su oficina, yo solo había pisado ese lugar, la primera vez que me despidieron, así que supuse que de nuevo lo harían,  ya estaba preparado para que me lo dijera de frente, sí como solía ser el señor Kim, directo, mismo habito que compartía con Kibum.


—     Seguramente pensará que lo llame para echarlo, pero no es así… en realidad quiero suplicarle que por favor valla a ver a mi hijo.


Me quede boquiabierto por lo que el hombre dijo, e iba a preguntar el por qué, sin embargo se me adelanto.


—     Mi hijo, no es el mejor que yo pude haber tenido, pero fue el único que la vida me dio, así que aun y con sus defectos lo quiero, no lo demuestro pero lo quiero y deseo lo mejor para él. Trato de darle todo lo que me pide, pero esto está fuera de lo que yo le  puedo ofrecer. — dijo entre triste y estresado, como si ya no aguantara la situación.


—     ¿qué le sucede a Key?— pregunte sonando más desesperado de lo que planeaba.


—     Eso mismo quiero saber yo, pero supongo que usted tiene mucho que ver en su estado, así que por favor, se suplico que vaya a verlo, lo compensare. Sabe Kibum nunca fue un niño normal, desde pequeño su dislexia no lo dejaba desarrollarse como los demás niños, y si a eso le sumamos el que proviene de familia adinerada lo deja un poco peor, posiblemente no económicamente, pero si recibía más burlas que los demás chicos, Kibum tiene amigos, o al menos él así los llama, pero personas que se burlan de él no son amigos, mi esposa es un poco sobreprotectora con él, por lo tanto no lo deja relacionarse mucho con personas fuera del ámbito que conocemos, le llena la cabeza con cuentos, desde pequeño lo hizo creer que cuándo encontrara el amor viviría feliz para siempre.  Así que él trata de agradarle a la gente para que alguien se enamore de él, cualquier cosa  que usted le pida él lo hará, así que se convierte en un blanco fácil de personas que se aprovechan de él. Así que supongo que en usted vio a alguien parecido a él, por eso lo busco.


—     ¿A qué se refiere?


—     A qué usted también está solo, sé que sus padres lo abandonaron cuando tenía cinco, y que su abuela fue quien lo crio, pero ella falleció cuando tenía diez y ocho, Kibum también lo sabe. Supongo que se sintió identificado con usted. Kibum tiene cerca de tres meses que está deprimido, come poco, llora seguido, ve caricaturas en televisión y toma pastillas para dormir, pero este último mes esta situación se agravo considerablemente. Por eso le pido que vaya con él.


No respondí nada, solo suspiré, luego se me indico que si quería ya podía salir así que sin pensarlo salí de ahí a terminar mi día de trabajo.


 


En la tarde llegue a mi casa y lo primero que hice fue tirarme en la cama, debatiéndome entre si quería ir donde mi florecitas extraño pero por supuesto que quería, ansiaba verlo, pero no quería hacerlo al mismo tiempo, y justamente mi cabeza quedo cerca del maldito conejo de moño rosa, me le quede mirando un poco de tiempo y recordé las palabras que Kibum dijo del muñeco.


“Por qué esta solo.”


Al parecer yo no era con el único con se había identificado Kibum, Key a pesar de siempre estar rodeado de gente se sentía solo, él era un persona solitaria, igual que yo y ese conejo blanco. Solo me basto ver en los ojos de ese muñeco para decidir ir donde Kibum y verlo, tan solo verlo.


 


***


 


Saque el conejo de donde estaba escondido y de nuevo lo vi, a mi realmente me parecía un animal muy feo, regreso a la habitación de Kibum y me vuelvo a tumbar en la cama donde esta Key durmiendo culpa del uso indebido de pastillas para el sueño,  suspiraba tranquilo, parecía estar tan perdido en su sueño que no se daba cuenta que lo apreciaba con detalle, dándome cuenta que realmente lo quería más de lo que imagine, lo amaba, me enamore perdidamente de la persona que él me mostro.


Acaricie sus mejillas rosadas y me detuve en el lóbulo perforado de su oreja.


—     Florecitas, despierta… te tengo un regalo  —le hable para que despertara, pero no me hizo caso. —recuerdas al conejo blanco que fuiste a comprar pero no lo encontraste… yo lo compre antes que tu, te lo iba a regalar pero soy tan cobarde que no pude hacerlo. —le confesé a su cuerpo dormido.


Lo abrace aun cuando él estaba dormido y lo encontré más delgado que antes.


—     Key, despierta… te tengo un regalo — volví a decir, esperando ilusamente que despertara. — oye,  te extrañe mucho este tiempo, de hecho me puse a reflexionar y lamento haberte hecho todo lo que te hice, soy un tonto, idiota que se deshizo  de lo mejor que la vida le había regalado… Key, creo que te amo, te dije que no me gustaban las relaciones serias y estables, pero contigo me gusta, tú eres mi relación más seria y estable.


Su cuerpo seguía tan inconciente como hacía dos minutos, los suspiros salían uno por uno, tomándose su tiempo, sonreí irónico, por primera vez le confesaba a una persona que lo amaba y él no me escuchaba, pero aun así me sentía tan valiente por haberlo hecho.


—     ¿recuerdas al conejo blanco? — le volví a preguntar a su cuerpo — lo traje para ti.


Su cuerpo se removió un poco cuando mi mano se paseo por su rostro, cuando delinee cada una de sus curvas, posteriormente despertó con los ojos posados en mi, y de nuevo me sonrió con esa sonrisa que tanto me gusta, su sonrisa de ilusión, por que Kibum estaba  lleno de ilusiones.


—     Oye, te tengo un regalo — volví a decir.


—     ¿sí? — pregunto cómo no creyéndolo y yo supe que realmente me había portado mal con él, él siempre me regalaba cosas y yo agradecía con algún gesto o una palabra, pero nunca le di algo a cambio.


—     Si, lo compre cuando lo vi en la tienda, lo compre pensando en ti. Dijiste que estaba solo, así que te lo traje para que se hicieran compañía —le mostré el conejo de moño rosa en mis manos y él pareció no comprender bien lo que decía.


Lo vi derramar unas lágrimas, y mi corazón se hizo añicos tan solo de verlo. Lo siguiente que sentí fueron sus labios suaves chocando contra los míos, y a mi abrazándolo torpe, apretándolo para que estuviese ahí más tiempo, para que se quedara así, para que profundizara el beso, abrazándolo para amarlo.


Lo mantuve abrazado todo el tiempo que su cuerpo convulsiono a causa del llanto desmedido, Kibum siempre fue de esas personas que son fáciles de leer, de esas personas que están llenas de ilusiones, de esas que tiene grandes sonrisas a pesar de estar solas, él hacia lo posible por llamar la atención, pero las personas solo lo miraban, en mi caso, yo no solo lo vi, también llamo mi atención.


—     Te amo Jonghyun — dijo repetidas veces, y cada vez que lo decía yo apretaba su cuerpo más y más.


—     Yo también te amo, y quiero tener una relación seria contigo.


Me empujo un momento solo para verificar que fuera yo quien le decía esas palabras.


—     ¿Quieres ser mi novio formal? —pregunte entregándole el muñeco de peluche, él lo tomo y de nuevo me sonrió haciendo que sus ojos pequeños se convirtieran en dos líneas negras.


—     Si. — dijo monosilábico justo antes de besarme.


 


Key enseguida atesoro a ese muñeco, enseguida lo amo, y por supuesto que enseguida le puso un nombre, un nombre tan marica como el moño que traía atado al cuello, tan marica como el duelo que se cargaba… Honey…


 


 

Notas finales:

gracias por haberlo leido :D

 


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