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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

(El desfile de los monstruos) 

Heeeeeeeey! Buenos días :D (Aquí los son, acabo de despertar, son las 10:30 de la mañana >_<) 

Lo prometido es deuda y aquí, antes que se me olvide el primer capítulo de nuestro especial Hatter x Cheshire (Lo he puesto simbólicamente en el resumen del fic, separándolo de la historia de Agate y Ángelo xD)

Muchas gracias a todos los que siguen leyéndome :p A pesar de la cantidad eterna de capítulos que tiene esto. :p 

Algunas cosillas que me gustaría advertir sobre este capítulo.

♥ En algún momento encontraran una similitud con Dark wood circus (Vocaloid) y sí, lo hice pensando en esa canción (Luego entenderán)

♥ En la parte donde Hatter entra al palacio y se presenta ''la sorpresa'' aparece la palabra sinfonía subrayada, tiene un hipervínculo que les abrirá una cancioncilla :p (A que ya saben cuál es?) clickénlo >_< se llevarán una sorpresa (Con suerte, lo que estarán leyendo calzará con lo que estén escuchando xD no se detengan a ver el video, solo escuchen :p xD)

♥ El nombre de un personaje, Elizabeth Báthory está subrayado también, con otro hipervínculo que muestra una foto de ella (En realidad me inspiré en una modelo, Nastya Zhidkova, para crear a Elizabeth) Y si les suena el nombre, Elizabeth Báthory la respuesta es sí, me inspiré también en el personaje de la famosa condesa para crearla. Y no, no tiene nada que ver con Elizabeth Redheart, la mamá de Agate (Aunque son familiares lejanas) 

Creo que dicho esto, puedo dejar de molestarles y permitirles leer n_n 

Como siempre, atentos a la ortografía (Lo hice en la madrugada así que podría tener varios horrorosos errores :p xD)

Gracias por leer! 

Un abrazo :3

PD: Olvidaba decirlo, la imagen que aparece en el resumen, la base la cogí de devianart para rellenarla en paint xD así que mentiría si dijiese que yo hice el dibujo (Solo una parte xD) aquí el link http://m3004.deviantart.com/art/Sleeping-yaoi-base-320550722

« Capítulo 1:  ''La parade des monstres''»



- Amo Nathan-La suave voz de la morena entraba lejanamente en mis oídos -Amo Nathan, despierte- La molesta luz solar se colaba por las rendijas de la ventana completamente abierta. El aroma del café recién preparado y el pan caliente me abrió el apetito. Abrí los ojos.

-Ya desperté, Helena-Mi joven criada me observaba con las mejillas completamente sonrosadas. Palpé mi pecho, estaba desnudo, otra vez me había desvestido mientras dormía.

- Y…Ya está servido el desayuno-Balbuceó nerviosa dando media vuelta y dirigiendo sus ojos a la pared.

Caminé hacia el baño, Helena me siguió.

- ¿Qué hay para hoy?-  Pregunté mientras me quitaba el resto de la ropa y me introducía en la bañera con agua caliente.

- No mucho…Hoy vendrán sus tíos de Inglaterra a visitarle…-

-Diles que no estoy-

- T…también habrá una fiesta en el castillo de los Báthory, la hija del duque escogerá a su esposo…-
Contestó mientras jabonaba mi espalda –Dicen que está enamorada de usted-

-Tonterías…-
Musité entre dientes.

Mi nombre es Nathan Hatter, tengo veinte años y soy el único descendiente de la familia Hatter, una de las casas más ricas y una de las fundadoras del País de las Maravillas. Mi bisabuelo llegó hasta aquí y se estableció con un negocio de sombreros, si, sombreros. La industria creció y en pocos años había hecho una de las fortunas más grandes de toda la ciudad. Antes de morir, mi padre me enseñó todo lo que debía saber para mantener este negocio en su cima, y así lo he hecho desde los nueve años.

Aunque claro, ese no es el único negocio que mantengo.

He vivido solo desde entonces, sin más compañía que mis criados que se han encargado de cuidarme todos estos años. Aunque sé que no he sido mayor molestia para ellos, desde que mi padre murió me he dedicado tan solo al negocio familiar, a asistir a reuniones y a fiestas de aristócratas, a asociarme con más familias que me permitan escalar aún más alto.

Básicamente en eso consistía mi aburrida vida, hasta ese día.

Me vestí rápidamente y me paré frente al espejo un momento, tomé el parche negro que solía guardar en uno de los cajones de madera y cubrí mi ojo izquierdo con él. Observé más atentamente a la figura pálida que se alzaba frente a mí, las ojeras y el cabello desordenado cayendo por mi frente me daban un aspecto fantasmal, lo recogí y lo amarré en una coleta.

- ¿No cree que es momento de cortarlo?- Insistió Helena por tercera vez en la semana.   

- Está bien así, Helena- Respondí algo malhumorado mientras acariciaba el cabello rubio que caía hasta la cintura.

Volví a pegar la mirada en el espejo, así lucía mucho más ordenado. Me detuve un segundo en el parche y me pregunté si alguna vez iba a ser capaz de quitármelo. Nací con una enfermedad conocida como heterocromía, o iris de distinto color, mi ojo derecho era negro mientras que el izquierdo era de un molesto verde claro y brillante, que no he visto en ningún otro lugar más que en mi pupila. Odiaba ese ojo, por su culpa he tenido que vivir toda mi vida escondiéndolo de los otros. Las anomalías de este tipo eran vistas como obra del infierno, sobre todo si se enteraban de lo que puedo ver con este ojo maldito. Si llegasen a descubrirme podrían quemarme en la hoguera o encerrarme en un circo humano. Normalmente inventaba historias como que había perdido mi ojo en una batalla, o defendiendo a una dama, una vez incluso llegué a decir que un cuervo me lo había quitado.

Deseaba que hubiese sido así.

Me dirigí hacia los comedores.

- ¡Buenos días, amo Nathan!- Saludaron al unísono el resto de la servidumbre. Di un vistazo a la mesa con una sola silla y al contundente desayuno que estaba sobre ella, luego miré uno a uno a todas las personas que se encontraban ahí, el ama de llaves, el jardinero, los seis cocineros, el que limpiaba los ventanales de la casa, el chofer de mi carruaje y algunos de los cuales ya había olvidado su función. Todos ellos me eran completamente innecesarios, podía vivir solo por mi cuenta, pero de alguna forma seguían ahí, quizás por qué no tenían más a dónde ir.

- Buenos días…- Murmuré mientras me sentaba a la mesa y comenzaba a beber el café. Todo había quedado en completo silencio, la afonía de la morada me agradaba y me tranquilizaba. En el fondo amaba la soledad y amaba la mudez que ella me daba, para algunos esto podía parecer aburrido, para mí también lo era, pero vivía perfectamente bien así.

- ¡Atención! ¡Atención!-  Las ventanas tronaron por el ruido de los caballos furiosos galopando afuera en las calles - ¡Tan solo por tres días! ¡El gran circo!-  Dejé la taza en la mesa y bufé molesto  - ¡No se pierda el mejor circo del continente!- Los carros pasaron y tan solo pude escuchar la voz del hombre que gritaba como un murmullo y se alejaba rápidamente.

Odiaba los circos.

-Se me quitó el hambre…- Musité molesto mientras me retiraba de la mesa y me dirigía a los talleres que se encontraban en el sótano. Ahí encontré a una treintena de hombres trabajando duramente, eran mis empleados y me ayudaban a crear los sombreros que yo mismo inventaba. De alguna forma amaba este lugar, a pesar del ruido, en todo el castillo este sector era el único que me regalaba verdadera paz. Vi un alboroto que se estaba dando entre tres hombres, me acerqué.

- ¡No es así!- Le oí gritar a uno de ellos.

- ¡Claro que no es así! ¡Es de esta forma!- Respondió el otro apuntando hacia uno de mis dibujos. El tercero se mantenía callado.

- ¡Claro que no!-

- ¡Claro que sí!-
Me acerqué cuidadosamente a ellos sin que se dieran cuenta.
 
- ¿¡Qué es lo que les pasa!?- Grité violentamente tras sus espaldas, sintiendo como el vapor levantado por el azogue entraba directamente en mis nariz y me aturdía, amaba esa sensación - ¿¡Es que se les ha subido el mercurio a la cabeza!?- Exclamé más fuerte, demasiado molesto quizás.

- ¿¡Y quién demonios eres tú!?-  Gritó exasperadamente uno de ellos.

-¿¡Cómo que quien demonios soy!?-  Di un golpe sobre la mesa y derrame el mercurio que se encontraba sobre ella.

- ¡Soy tu amo! ¡Nathan Hatter!-

- ¡Mentiroso! ¡Yo soy Nathan Hatter!-
Gritó uno de ellos, decididamente.

- ¡No es así, yo soy Nathan Hatter!-  Dijo otro.

- ¡Ambos son Nathan Hatter!-
Grito el otro.

- ¡Silencio!- Exclamé exasperado.

- ¿Quién de los tres lleva el sombrero más lindo?- Pregunté de pronto.

- Tú…- Respondió uno de ellos y quedó pensativo algunos momentos - ¡Entonces tú eres Nathan Hatter!-

Asentí con la cabeza.

- Me gusta ese…- Dije apuntando a uno de los diseños por los que habían estado peleando y todo pareció volver a la a calma repentinamente. Los tres hombres simplemente me ignoraron y continuaron su trabajo, esta vez siguiendo mis instrucciones.

Tenía una teoría respecto a situaciones como está, era el jodido mercurio el problema. Me había dado cuenta usándome a mí mismo como experimento. Algo tenía este metal que hacía enloquecer a la gente, lo noté cuando dejé de trabajar por unos meses en la fábrica y luego volví a encerrarme dos meses después. El cambio era notablemente grande.

Aunque no podía negarlo…amaba el mercurio y por esto entendía a mis empleados, todos estaban locos.

Incluso yo mismo me sentía enloquecido algunas veces.

Me dirigí a las escaleras y las subí, alejándome del lugar. Definitivamente no había llegado en el momento correcto. Cuando las subí completamente me encontré con el rostro preocupado de Helena, frunció el ceño cuando me vio.

- ¡Amo Hatter!- Exclamó molesta - ¿Dónde se había metido?-

-Estaba abajo…-
Murmuré encaminándome por el pasillo –Solo fui unos minutos-

- ¿Unos minutos?-
Preguntó sorprendida - ¿¡Unos minutos!?-  Gritó y cerré los ojos, molesto. Su voz ruidosa me daba dolor de cabeza.

- ¡Ha estado usted abajo por más de cinco horas!- Me detuve abruptamente ¿Cinco horas? ¿En qué momento? ¿Cómo?

Creo que de verdad estaba loco.

- ¡La fiesta en el castillo Báthory comienza en media hora!- Exclamó de pronto, y entonces entendí el motivo de su enfado.

- Demonios…- Bufé molesto corriendo hasta mi habitación y tomando lo primero que encontraba. Una camisa blanca y una elegante corbata color negro y un traje del mismo color, era simple, pero nunca fallaba.

- Debería…-

-Shh…-
La obligué a callar antes de que dijese alguna tontería. Terminé de acomodar  sobre mi cabeza el sombrero negro de copa alta con una  cinta color roja rodeando su cintura y algunos naipes de corazones robados de la casa de los Redheart.

En el fondo, odiaba a esa familia. Lacie Redheart nos apartó de nuestro hogar y nos obligó a escondernos como cucarachas. Ahora era otra la Reina que gobernaba en la superficie, Alice creo que se llama. Pero era muy tarde para volver a la vida que solíamos tener. Y la familia Redheart seguía asechándonos.

Algún día me vengaré de ellos.

Me dirigí hacia la puerta. Reconocí a un hombre parado bajo el umbral. Vestía completamente de negro.

- ¿Qué haces aquí?- Pregunté en voz baja, rogando porque Helena no llegase aún.

- Amo Hatter, lo siento. Se ha atrasado la entrega, una tormenta ha impedido que los barcos lleguen a tiempo- El hombre parecía preocupado.

- Idiota…-
Murmuré entre dientes.

- Ve a hablar a la superficie y explícales lo ocurrido. La entrega no debería llegar con más de un día de retraso-

- ¡Esta bien!-
El hombre se alejó velozmente, escapando entre los tejados.

- ¿Paso algo? He sentido un ruido- Helena llegaba a mi lado junto al jinete de mi carroza.

- No es nada…Solo un gato molesto- Sonreí, mintiéndole. Sí, es verdad. Me dedicaba al negocio de sombreros pero eso no era lo único, por debajo y oculto del conocimiento de cualquier cercano manejaba una empresa de tráfico de opio que transportaba a distintas ciudades, incluyendo a la superficie como le llamábamos a esa tierra de la cual ya habíamos olvidado el nombre.

-Tenga cuidado…- Rogó en voz baja –Ya sabe…últimamente han raptado muchas nobles…-

-Tú lo dijiste, Helena-
Sonreí ante su preocupación –Muchas nobles. Es un hecho que el asesino que ha atemorizado nuestra ciudad los últimos meses no busca hombres, si no jovencitas, así que tú deberías cuidarte mucho más que yo- Las mejillas de la mujer enrojecieron por completo.

Me subí al carruaje negro y me encaminé a la mansión Báthory.

Entré al gran salón. Era tan alto que la vista se perdía entre los grandes y elaborados candelabros que colgaban de las vigas  y los vitrales de colores claros en el techo, una alfombra roja acariciaba nuestros pies  mientras que la luz lunar entraba por los distintos ventanales con marcos tallados que se encontraban a lo largo de toda la estancia. Las paredes doradas daban la impresión de que el aposento estaba hecho de oro puro, sin contar la cantidad de vasijas y estatuas hechas de este mismo material. Divisé unas escaleras de mármol al final que brillaban por lo limpias. Estaba lleno de gente, unos doscientos invitados, por lo menos. 

- ¡Mi querido Nathan!-   Algo asaltó mis distraídos pensamientos, de pronto me vi estrechado por unos delicados brazos que me abrazaban con pasión -¡Pensé que no llegarías nunca!- Sonreí lo mejor que pude.

- Señorita Elizabeth…-  La mujer estaba  muy cerca de mí y no tardó en levantar las miradas de los demás curiosos que allí estaban. Ella, Elizabeth Báthory, la hija del duque más rico de todo el País de las Maravillas estaba completamente encaprichada conmigo. Nunca entendí sus razones, cualquier hombre la hubiese deseado más que yo. No, no me malentendáis, esta jovencita era la perfección hecha mujer, la encarnación misma de un ángel. La piel blanca como la nieve, delicada y suave como porcelana, los labios rosas brillaban joviales y carnosos, llevaba el cabello rubio platinado, casi blanco, recogido en un elaborado peinado y hermosas flores adornaban su cabeza, un vestido color negro con encajes blancos resaltaba el pálido y perfecto busto prominente que lograba  que cualquier hombre, incluso yo en algunas ocasiones, perdiera la razón.  El abdomen plano, las caderas pronunciadas que invitaban a perderse en su sutil encanto y sobre todo, los cautivantes ojos violetas resaltando  sobre las mejillas levemente sonrosadas por mi llegada, ese  hermoso y codiciado color, muy extraño como el de mi ojo izquierdo, salvo que ella lo aprovechaba a su favor y seducía con su mirada lívida al alma más incorruptible. Era la mujer más hermosa y apetecida en todo el País de las Maravillas y podría apostar a que en todo el mundo no encontraríamos otra con su perfección. Había visto muchos hombres enloquecer por su exótica  y única belleza, tan solo presente en los miembros más antiguos de la familia Redheart, porque eso es lo que era, una Redheart. Su padre huyó junto a ella  de la superficie por razones desconocidas y cambió su apellido al llegar acá, por Báthory, el de su difunta esposa.

Pocos sabíamos que ese no era su apellido original, y quizá por eso la rechazaba.

O quizás era por…

- ¡Nathan, amigo!-  El conde Báthory llegaba a mi lado y me daba una palmada en el hombro, obligando a Elizabeth a alejarse de mí, dejándome respirar.

- Conde...- Le saludé estrechando la mano con él atentamente. El hombre de cabellos plateados me observaba con alegría. Siempre había querido tenerme en su familia y a pesar de mis negativas, seguía insistiendo. Sabía que esta famosa fiesta era uno de sus obstinados intentos por casarme con su hija y aliar nuestros linajes.

- Oh, no- Sonrió él –Llámame por mi nombre, por favor ¡Ya casi somos familia…!- Elizabeth se colgó de mi brazo.

- Bueno, George…- Tragué saliva, siempre me ponía nervioso hablar de este tema, el hombre poseía una mirada fulminante –Sobre eso…-

- ¡No, no! Luego…-
Negó el con la cabeza dándome una nueva palmada en la espalda  -Os tengo una sorpresa, a ti a todos los invitados- Dijo alejándose de mí y dando una señal para que las velas se apagaran y las cortinas de seda roja bajaran, causando algunos gritos de asombro por el lugar. Sentí a la rubia dar unos saltitos de emoción a mi lado.

- ¡Te va a encantar! – Aseguró con su dulce y cautivadora voz.  

- ¡Señoras y señores!-
Una voz  grave y raspada resonó en todo el salón. Una pequeña luz se encendió y alumbro la figura de un hombre alto y algo tosco. Vestía un traje rojo con negro, característicos de un presentador de circo, unas botas altas  oscuras y un sombrero de copa alta, de muy baja calidad.

- Tienes que estar bromeando…- Musité en voz baja.

- ¡Tienen frente a ustedes al único y espectacular circo…!- Hizo una pausa, lo que causo intriga en todo el público que expectante esperaba que pronunciar el nombre de tan horroroso espectáculo.

- ¡La parade des monstres! – Todos aplaudieron emocionados al momento que en el fondo un rincón se iluminó tenuemente, dejando todo en penumbras y una aterradora sinfonía comenzó a sonar, poniéndome los pelos de punta. Mi acompañante me obligó a andar con ella y adelantarme a los demás invitados para quedar en una de las primeras filas. Me detuve impactado antes de llegar, pasmado, los ojos abiertos de par en par, sin poder mover un solo músculo. Lo que tenía frente a mis ojos era horrible.

Frente a mí, una docena de jaulas en donde apenas podían divisarse algunas aterradoras siluetas. 

Todos se acercaron  apresuradamente a intentar ver que había dentro de ellas. El hombre dio un latigazo al suelo para calmar al público.

- ¡Alejaos!- Dijo –Lo que están a punto de ver puede ser peligroso- Todos parecieron calmarse y retroceder algunos pasos. Yo estaba quieto en mi lugar, mirando con asco a todos los que se morían por verles. Odiaba los circos, eran sencillamente…

Aberrantes.

- ¡Frente a ustedes!- Anunció alegremente el robusto hombre mientras cuidadosamente abría una de las jaulas - ¡La hermosa dama deformada!-  Una joven muy linda salía de su celda, de cabello verde azulado que caía hasta su cintura. Tenía los ojos vendados y llevaba un vestido de encaje rosa con algunos diseños azules que llegaba hasta el suelo. Comenzó a entonar una triste canción, que hablaba sobre el circo al son de la espantosa melodía de fondo, mientras los aplausos comenzaban a escucharse. No entendí lo de deforme hasta que comenzó a danzar al son de la música mientras seguía cantando, su vestido se levantó y entonces un grito de horror resonó en todo el lugar.

La chica….esa chica tenía piernas de cabra.

Di un respingo mientras sentía el estómago revuelto.

¡El hombre con dos cabezas!- Anunció nuevamente y la multitud gritó asombrada. Él domador sacó a empujones de la jaula a un hombre…. ¿O era mujer? No sabría explicarlo. Vestía ropas de payaso por lo que su sexo era difícil de definir pero efectivamente, tenía dos cabezas sujetas a un mismo cuerpo, la de un chico y la de una chica, gemelos. La tristeza era reflejada en los ojos azules del muchacho, mientras que la cabeza rubia de su hermana estaba ¿Riendo? Un escalofrío me envolvió la columna vertebral. Miré hacia un lado, Elizabeth miraba fascinada, esbozando una inocente sonrisa, de hecho todos hacían lo mismo ¿Por qué yo era el único aterrado?

Ambas cabezas comenzaron de pronto a discutir entre ellas, el sonido de sus voces infantiles se mezclaba con la espeluznante  melodía que no dejaba de sonar y eso hacía esta visión mucho más horrorosa.

- ¡Los hermanos putrefactos!-  La hermosa chica deforme se había instalado en un rincón a seguir coreando la desconsolada canción mientras las demás atracciones seguían apareciendo, causando más aplausos, más gritos, y más excitación en todo el público. Unos hermanos aparecieron en escena, una chica y un chico castaños. No podría decir nada más de ellos, por qué sus rostros eran verdaderamente irreconocibles, les cubrían las llagas y las heridas que parecían quemar su piel. Tragué saliva.

Estaban justamente…podridos.

- ¡Con ustedes…! ¡Bestia!- Gritó  entusiasmadamente arrastrando las últimas sílabas.  Un joven de cabellos negros azulados salió de su jaula, asechando como un lobo y se lanzó sobre uno de los hermanos y comenzó a morderle, a rajarle, a destrozarle y devorarle la piel con los dientes, causando una nueva ola de aplausos. El anunciador llegó y comenzó a azotarle para que se controlara.

Me cubrí la vista con la mano. No deseaba estar allí.

- ¡Y por último! ¡Nuestra nueva adquisición….! ¡It! -

¿It? ¿Eso? ¿A qué se debía ese nombre, si ‘’Eso’’ era un nombre? 

Todos miraron ansiosos a que la última atracción saliera de su jaula. El domador  tiró de una cadena que estaba atada a su cuello y con fuerza bruta logró sacarlo de ahí. Cayó al suelo, nervioso, confundido, asustado. El cabello rojizo cobre y el cuerpo delgado y débil. Tenía unas filosas garras en vez de uñas y en vez de orejas de humano llevaba las de un gato, si, un gato, incluyendo una cola de felino rojiza  que mantenía erizada. Pero esto no fue lo que más cautivó mi atención de él, fueron sus inocentes ojos, verdes, brillantes incluso en la oscuridad, como mi ojo izquierdo. Un nuevo escalofrío me recorrió la espina dorsal.

¿Por qué es que ese color en sus orbes le quedaba tan bien?

El canto de la chica cesó, mientras que la aterradora melodía de los violines, el acordeón y el piano siguieron escuchándose por un tiempo más y yo…

No podía apartar mis ojos de él.

Se mantenía quieto en el suelo, sin moverse, asustado, erizando los pelos de sus orejas y su cola, desafiando a su amo.

- ¡Vamos, It! ¡Muévete!- Ordenó dando un latigazo sobre la espalda del pelirrojo. No respondió, todo el lugar quedó en silencio.

- ¡Haz algo!- Volvió a golpearle con más fuerza. Apreté los puños, el tímido felino seguía sin moverse de su lugar, mientras nerviosamente abría la boca para mostrar los filosos colmillos. Su comportamiento era justamente como el de un gato acorralado.

- ¡Demonios!- Gritó el domador atacándolo nuevamente ahora con una serie de golpes en su espalda…uno, dos, tres, cuatro, cinco. Nadie hacía nada.

Seis, siete, ocho. El pelirrojo se mantenía en su lugar, sufriendo.

Nueve, diez, once. Sin pensarlo me solté del brazo de Elizabeth y me dirigí hacia donde estaba el hombre.

Sentí un fuerte ardor en mi espalda, el doceavo latigazo había caído sobre mí y ahora los susurros de asombro cubrían el lugar. El domador se había detenido al ver mi llegada. Levanté la cabeza para mirar aquellos ojos verdes claro que brillaron intensamente al verme, sorprendidos. Me había abalanzado sobre él para protegerle sin siquiera darme cuenta. Ahora podía sentir el agotamiento de su cuerpo anémico bajo el mío y un extraño sentimiento comenzó a formarse dentro de mí.

Le abracé con fuerza al notar que su cuerpo había comenzado a temblar. Tenía frente a mí a la criatura más indefensa que jamás había visto.

-Está bien…- Susurré –Ese imbécil no volverá a golpearte-

No sabía cómo lo haría, pero cumpliría esta promesa. 

Notas finales:

Les ha gustado el primer capítulo? :O Creen que voy muy rápido? >__< 

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