Su respiración agitada alteraba mis sentidos, su cuerpo bajo el mio se sentía delicioso entre mis manos, su piel estremecida al toque de mis labios y sus gemidos eran un deleite que invadían mis oídos. El placer era cada vez mas intenso, tan intenso que iba nublando mi vista de tan esplendido cuerpo. Mis manos no podían parar, me rogaban por más y era exquisito, tan exquisito que la culpa se borraba por completo de mi mente hasta que el último suspiro de placer sonó y nuestros cuerpos cayeron sobre la cama, satisfechos de tan intenso orgasmo.
El reloj marcaba más de las 8, yo debía estar rumbo a casa así que tome mi ropa y pase al baño a asearme. Me despedí de mi compañera. Subí a mi auto dando un leve suspiro y encendí el motor. Llegando a mi hogar di otro suspiro más mientras que mi cuerpo estaba aun al merced del encuentro que había tenido. Una chica de ojos cansados que servía la comida me miro suplicante, pero sin embargo, con una leve sonrisa en sus labios, mi Selene. Mi cara reflejo culpa, pero al instante la borre esbozando una sonrisa. Me acerque a ella, la tome de la cintura y le bese los labios de forma cariñosa pero sin ganas.
- Ya te habías demorado, creí que te quedarías de nuevo hasta tarde en el trabajo, te llame para saber si llegarías para la cena.
- Disculpa amor, el celular se me descargo, debo procurar ponerlo a cargar antes de salir, podría llegar a suceder una emergencia.
Terminando de cenar, esa misma noche, hicimos el amor; la estreche entre mis brazos, mire sus ojos entrecerrados y sus mejillas sonrosadas, bese sus labios, recorrí su cuerpo, la hice mía como tantas noches atrás lo había hecho. La llama aún estaba pero la vela se derretiría pronto por completo.
Al terminar nuestros cuerpos cayeron sobre nuestro lecho y a Selene le invadió el sueño, me hice a un lado y contemple su rostro, aparte su cabello cuidadosamente y mire sus facciones, sus ojos cerrados, su respiración que volvía a ser pausada, sus rosados labios. La culpa me invadió por completo mientras amortigüe un gemido lastimero y reprimí el llanto mordiendo mis labios. Me acerqué a su boca, deposite un beso sobre ella para sin más, dejarla en los brazos de Morfeo.
- Perdóname… - pronuncie en un hilo de voz, para luego recostarme a su lado y disponerme a dormir.
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Adoraba presenciar el amanecer y mientras, leía un buen libro antes de empezar el día, esperando a que la alarma del despertador sonara. Al percibir la mirada de mi amada retire la vista de mi libro y la pose en sus ojos color miel los cuales me miraban atentamente. Esbozo una tierna sonrisa y pronuncio con voz medio ronca un lento “Buenos días” para luego tallarse los ojos con el dorso de sus manos y estiro su cuerpo acompañado de un largo bostezo tal como le haría un gato perezoso.
Cómo adoraba compartir mis días con esa chica que más que demostrar ser perezosa y torpe, demostraba una calidez y una ternura indescriptibles. Cada mañana tenía una pisca de alegría gracias a ella, la mujer con la cual me hubiese encantado compartir mi vida entera. Esos ojos miel que me veían fijamente me volvían loca. Bese sus tiernos labios rosados y rodee su cintura. Subí una mano a su rostro y profundice el beso mientras tanto, la otra se coló por debajo de su camisa holgada que usaba de pijama y la deslice por su vientre hasta llegar a uno de sus pechos, acariciando delicadamente produciéndole un roce placentero y sentí como su pezón se endurecía. Baje la otra mano de su rostro a su cuello y lo acaricie con tentador deseo de colocar mis labios sobre él. El sonoro timbre del despertador nos sobresalto de golpe al marcar la hora indicada para despertar y entonces fue cuando caí en la realidad con un brutal golpe. Quería quedarme y hacerle el amor de aquella forma en la cual hace tiempo no lo hacía, pero el amor que nos teníamos no pagaría nuestros gastos y no podía desperdiciar un solo día.
La solté y me levante pesadamente de la cama irritada por tener que salir, teniendo en cuenta lo mucho que le dolía toda esta situación y mi culpa iba en aumento cada vez más y más.