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Desencuentros por x_tirana

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Notas del fanfic:

Lamento si las personalidades no son muy fieles a los personajes. Trabajo en eso...

Notas del capitulo:

Merlin BBC. Los personajes no me pertenecen... solo imagino escenarios en los que se quieren en una manera no platónica.

Los últimos rayos del sol bañaban la ciudad y los adoquines de la plaza central se volvían rubíes ante su luz.  Unos niños correteaban alrededor de su madre agitando unas ramas gritando “soy el Príncipe Arturo”, “yo soy Sir Percival, temed a mi fuerza!” y no pudo evitar sonreír. Merlín los miraba absorto a través de una de las ventanas de la habitación real.  Recordaba con cariño esa época de su vida junto a su único amigo, William. Era el único en el pueblo que conocía el secreto de Merlín. Después de sus quehaceres diarios los dos corrían hasta perderse entre los árboles, aunque nunca habían deseado ser caballeros: un humilde poblado como Ealdor no permitía tales ambiciones. Jugaban a las escondidas, se revolcaban por el piso midiendo su fuerza y retándose a hacer cosas osadas y tontas. Cuando la adolescencia llego esos juegos se convirtieron el algo más.

Una tarde comenzó a llover mientras buscaban bayas silvestres, se habían alejado demasiado y el viento los obligó a buscar refugio en una pequeña cueva. Primero se convencieron que debían quedarse muy juntos para conservar el calor. Cuando Will pasó una mano temblorosa por su hombro, los dos sabían lo que seguía pero igual allí se quedaron hasta que un avergonzado Merlín tomó valor para rozar sus labios torpemente. A partir de allí todas sus horas las pasaron besándose a escondidas hasta que sus labios quedaban húmedos y enrojecidos. Esas caricias inocentes rápidamente dieron paso al deseo de explorarse entre sí con sus ojos, sus dedos, sus bocas. A Will le gustaba contemplar su cuerpo desnudo hasta que no podía contenerse. Su respiración agitada lo delataba, recordaba sus manos inquietas tratando de cubrir su desnudez y como con rostro avergonzado comenzaba a masturbarse ante la excitada mirada de Will. Cada vez que Merlín sentía el cuerpo de su amigo sobre él, perdía el control y su magia delataba el preciso momento en el que alcanzaba el clímax. Una vez que terminaban, el joven mago regresaba a la monotonía de la vida de campo. Ese lugar le proponía un acuerdo silencioso: dedicación a cambio de tranquilidad, es todo lo que ofrecía y nadie podría pedir más. Excepto él. La magia dentro de él le mostraba que ese lugar le quedaba chico y era algo que su amigo no comprendía, además de que sus vecinos comenzaban a sospechar de los extraños suceso que siempre ocurrían a su alrededor y su madre temía por su vida. Camelot no era la opción más segura, las personas con su “talento” no tenían otro destino más que la hoguera y por supuesto que su madre lo sabía. William lo odió por su decisión pero aun así se marchó. En realidad no tuvo otra opción, Gaius era su última esperanza. No había nadie en quien pudiera confiar o que supiera más sobre magia. Pero terminar en Camelot no fue solo suerte sino su destino.

Su deber era proteger y servir al único y futuro Rey, aquel que unirá los reinos creando Albion (o al menos es lo que dio a entender Kilgharrah con acertijos) pero estar junto Arturo era en ese preciso instante o siquiera pensar en él le provocara un nudo en el estómago. Trató de evitarlo durante toda la semana, de no quedarse a solas con él ni hablarle de más para que no notara su incomodidad. Decir su dolor sería más adecuado.

Se dirigía a su habitación cuando vio que una figura encapuchada se deslizaba entre los pasillos del castillo ¿Un druida o un ladrón? De lo que estaba seguro por su tamaño y forma de moverse es que se trataba de un hombre joven. Se escondió y esquivó guardias hasta salir por la puerta de servicio, allí fue donde se apartó la capucha y unos rizos dorados reflejaron la escasa luz de las antorchas. Arturo. Escapando a hurtadillas en mitad de la noche para encontrarse con Gwen. Merlín estaba sorprendido, la situación en sí era extraña pero solo parecía una conversación amigable así que no se preocupó. Lo que sintió en cambio fue una rabia inexplicable hacia la chica que decía ser su amiga cuando esta besó a Arturo. Merlín espero por la reacción de su único y futuro rey, esperó durante los segundos más largos que haya experimentado. Esperó que Arturo se enojara o que la rechazara con cortesía o que simplemente se fuera… pero todo lo que hizo fue sonreír.

Ella lo llevó hasta una de las columnas y Arturo la besó con delicadeza, casi con miedo. Se separaban para susurrarse palabras ininteligibles al oído y con los ojos cerrados. Ella lo guiaba experta y él imitaba todos sus movimientos. Cuando la tomó por la cintura y la atrajo hacia él dejó de mirar. No pudo, no quiso. Estaban muy cerca el uno del otro y esa intimidad lo enfermaba. Se sentía asqueado y estúpido. Esa clase de sentimientos era algo nuevo para él pero permitir que continuaran había sido aún más estúpido de su parte. Un tonto enamorado. La verdad es que se sintió atraído hacia él desde el primer momento, aun cuando no se había dado cuenta. Era como si algo lo halara en su misma dirección y lo arrojara a sus pies como el sirviente que era. El sirviente que siempre sería, sabía que jamás sería otra cosa. El Príncipe Arturo de Camelot jamás lo besaría como a ella.

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Sus caballeros se retiraron hacía más de una hora a petición suya. No tenía el suficiente autocontrol para fingir que no le irritaba su presencia. La mano que sostenía su espada comenzaba a escocerle pero aun así no dejó de asestar  a su enemigo: un poste de madera cubierto de moho, desgastado por el tiempo y los golpes. Arturo estaba furioso desde que habló con su padre esa mañana. Uther lo había escuchado hablar con Sir Leon y lo mando a llamar de urgencia. Fue una conversación inocente la que mantuvieron y ni siquiera había sido completamente honesto con su amigo. Le confesó que la perspectiva de la corona sobre su cabeza no le resultaba agradable y que si fuera por él lo dejaría todo por una vida sencilla. Lo cierto es que huir en ningún momento cruzó por su cabeza, solo le agradaba expresar esas ideas en voz alta para sentir que por lo menos tenía otras opciones para elegir y que si se quedaba, lo haría porque él así lo decidió.

- Ha llegado a mis oídos el rumor de que piensas renunciar a la corona- el Rey hizo resonar su voz por el salón vacío.

- No sé quién te trae esos cuentos absurdos, pero yo que tú lo desterraría…

- Te atreverías a mentirme tan descaradamente si te dijera que fui yo el que te escuchó decir tales disparates! Seguro que esa chiquilla tonta te llenó la cabeza! Sí, estoy al tanto de tus escapadas nocturnas y creo que ya te has divertido lo suficiente- Uther suspiró, le dedicó una sonrisa cómplice y una palmada- Yo también he tenido tu edad alguna vez y se bien lo que estás pasando. Solo espero no tener que recordarte las obligaciones que tienes con tu pueblo.

- No tienes que recordarme nada, yo sé cuáles son mis responsabilidades. No necesitas mandar a espiarme como si fuera un criminal. Además ella no es lo que crees, como siempre has entendido todo al revés!

- Ya sé, ahora me dirás que no es solo una sirvienta sino que estás enamorado de ella?! Tonterías! El amor no tiene nada que ver! Tienes que hacer lo que sea mejor para el pueblo. ¿Crees que respetaran a alguien que se case con la chica que limpia los pisos?!

- NADIE HABLÓ DE AMOR NI DE MATRIMO--

- Yo sé muy bien de lo que estás hablando y en tu caso es exactamente lo mismo. El futuro rey de Camelot no puede ser visto ni mucho menos casarse con una sirvienta y no escucharé más sobre este asunto- le espetó mientras se retiraba del salón.

Un mal movimiento lo devolvió al presente. Perfecto, ahora estaba sangrando. Tiró la espada sin ningún cuidado y se dirigió lentamente hacia dentro. QUE PERFECTO IMBECIL. La última persona en todo Camelot que debía escuchar esa estúpida conversación era su padre y aun así fue tan descuidado que ni siquiera se dio cuenta que alguno de sus despreciables espías lo seguía! El lado bueno era que no habían escuchado su charla completa o la reunión hubiera resultado muy diferente…

Llegó hasta la puerta de su habitación y se detuvo en seco. Se preguntó si Merlín estaría dentro. Últimamente había estado más callado que de costumbre, ya no hacía esos comentarios tan impropios de un escudero ni le decía que dejara de comer tanto; estaba actuando como todos a su alrededor y odiaba eso más que nada. Simplemente sonreía cuando trataba de animarlo y lo llamaba “Señor” cuando debía llamarlo por su nombre. ¿Había hecho algo mal? Seguro que había hecho algo que le molestó y no quería decirlo. Justo ahora, JUSTO AHORA! Todo iba tan bien y pensó que había llegado el momento de... de decirle…

- Señor.- Merlín abrió la puerta y se sobresaltó al verlo. Se quedaron callados unos segundos hasta que notó la herida en su mano y lo empujó hacia adentro- Arturo estas sangrando demasiado.

- Merlín quiero hablarte. Hace varios días que estas raro y ni siquiera sonríes sinceramente. Tú… tú… me llamaste Arturo.- Hizo una mueca como si se hubiera dado cuenta de algo muy importante. “Me llamó por mi nombre, como antes.”Sonrió como un niño y se dejó caer pesadamente sobre una silla. Estaba feliz y mareado.

Merlín no le prestó la menor atención a sus palabras. Movía ágilmente sus dedos alrededor del corte, concentrado en detener el sangrado y Arturo no pudo evitar quedarse mirándolo haciendo que su amigo se pusiera incómodo y sonrojado, lo cual le pareció adorable. Lentamente se inclinó hacia adelante y apoyó sus labios en los de él. El joven mago estaba confundido, apenas si podía respirar, pero aun así no se resistió, abrió su boca y dejó que ese cálido aliento extraño lo llenara. Todavía estaba dolido y aún así aferró una de sus manos a la chaqueta de Arturo involuntariamente hasta que se dio cuenta de lo que hacía, aflojó el agarre y se movió indecisa buscando asegurarse de algo, como si quisiera asegurarse de que no soñaba. Su otra mano aun sostenía delicadamente la mano herida del príncipe. Arturo estaba nervioso, no tenía mucha idea de lo que tenía que hacer, realmente no lo recordaba: su mente estaba en blanco de repente y todo lo que podía oír era ese casi inaudible gemido contra su boca que Merlín producía cada vez que rozaban sus lenguas. Sintió la necesidad de apretarlo contra su cuerpo y acariciar su pecho debajo de la ropa pero no lo hizo, se sentía débil y febril, tal vez producto del corte en su mano derecha o tal vez por la forma en la que Merlín lo besaba, insaciable, con hambre de más.

Un golpe en la puerta los devolvió a la realidad. Se separaron justo a tiempo cuando Guinevere entró trayendo un mensaje de Morgana. Arturo miró con gravedad a la chica, cosa que Merlín tomó que lo que había sucedido no era más que un error. En silencio se acercó hasta la puerta sintiéndose utilizado. Ojala pudiera odiarte Arturo Pendragon.

- Espera, Merlín. Necesito… eh prepárame el baño.- Intentó pararse con rapidez pero perdió el equilibrio terminó en los brazos de Gwen.

- Como ordene, señor.- trató de sonar indiferente pero verlos juntos le afectaba. No podía mirarlo pero tampoco podía abandonarlo. Muy bien, si lo que quería de él era solo al sirviente… eso es lo que tendría.

Notas finales:

Hasta el proximo capítulo.

Gracias por leer♥

T


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