El muchacho estaba tendido en la cama conectada a mil y un aparatos que él no sabía para qué era su uso, suspiró levemente al verlo dormir tan plácidamente. Sus espesas pestañas se juntaban entre unas y otras, sus labios rosados y suaves se veían hermosos, su largo cabello castaño, que le llegaba por encima de los hombros le daba una apariencia –casi femenina-
— Así que… Lee Taemin — Musita al leer la pulsera verde agua que el joven llevaba en su muñeca, delgada y frágil, dueña de miles de sondas.
El joven de ojos grandes y obscuros le miraba desde el sofá, increíblemente ese chico le había dado tanta fortaleza que creyó que a él no le pasaba nada, sus problemas no eran nada en comparación con ese joven de unos veinte años, joven y con una gran vida por delante pero está estaba arruinada solo por una sola razón:
Porque el joven estaba en coma hace años
Sonrió con tristeza deseando desde lo más recóndito de su ser que ese chico pudiera ver la luz del día. Lee Taemin había vivido casi toda su vida en esa situación, desde los diez años, él había perdido a sus padres en un accidente automovilístico y desde ese día el chico perdió la conciencia, vagando en sus más privados sueños, en un mundo de maravilla.
— Mi-Minho — Volteo y se encontró con Kibum, un gran amigo suyo, quien había perdido uno de sus brazos en una odisea, que era mejor omitir.
— ¿Sí?
— ¿Qué haces aquí?
— Simplemente vengo a ver al gran Lee Taemin, sorprendente… ¿No crees?
— Si, lo es… esta habitación tiene un aura extraña ¿No?
— De hecho — Y sonrió.
— ¿Minho? —
Minho, Minho… ¿Quién era Minho?
— Hyung ¿Quién es Minho? — Dice el joven de espesa cabellera atada en una liga.
— ¿Minho? ¿Choi Minho?
— Si…
— Es el hijo del jardinero, el prodigioso Choi Minho, muchos dicen que es adoptado pero ni al caso— Habla el joven de cabello color miel, de apariencia canina.
— Su nombre… su nombre es lindo
— Si tú lo dices.
— Hermano, quiero conocerlo — Le mira a los ojos — Quiero conocer a Choi Minho.
Ese día había empezado todo, ese día el joven Lee Taemin había conocido a Choi Minho, un muchacho de ojos grandes e intimidantes, pero llenos de cariño, una sonrisa que te hacía sentir feliz y una voz tan armónica que podías dormir plácidamente oyendo un cuento desde sus propias palabras.
— ¿Estás feliz? — Dice Jonghyun mientras Taemin observaba por la ventana viendo como Choi Minho entraba a su hogar.
— Choi Minho siempre me cuenta historias fabulosas, dónde yo soy el héroe y lo salvo, a él… ¿puedes creerlo? — Le mira con un gran brillo en los ojos— Hyung siempre es bueno conmigo, siempre me trata bien y… me agradece pero yo no sé porque.
— Quien sabe, debe tener su motivo…
— Sí.
— Hyung ¿Me contará otra historia?
— Veamos jovencito — Dice palpando el sofá, Taemin se sienta a su lado, y aunque tuviera veinte años el mayor le trataba como a un niño. — Hace mucho, pero mucho tiempo en un reino lejano; de hielo y nieve, vivía un hermoso príncipe llamado Taemin, su belleza era incomparable con la de las otras princesas […] Y entonces, salvo al joven principito y se quedó con su amor.
— Esa historia es muy linda Minho hyung.
— Lo es porque tu estas en ella mi Taemin — Le acaricia la mejilla mientras sonríe, Taemin se sonroja un poco y le sonríe de igual manera.
— Hyung… ¿Cómo es el exterior?
Ah, ¿olvide mencionar que el menor vivía encerrado en su casa? Él no podía salir, no sabía que era el sol, no veía la luz del día y tampoco conocía la diferencia entre la obscuridad y la luz.
— ¿El exterior?... el exterior es fabuloso Taemin, las aves cantan, los montes son hermosos y llenos de pastizales con muchos animales y el cielo es como un océano encima de nosotros, las nubes son como pequeñas ovejas flotantes y por último, y no por ello menos importante, los aromas… las flores que nacen en primavera expelen un olor delicioso Taemin, te enamorarías del exterior.
— ¿Por qué no puedo salir?
— Porque… porque así está escrito Taemin — Dice el mayor intentando no hacerle sentir mal — Cuando puedas salir de tu propia cárcel, podrás conocer la diferencia de muchas cosas y más que nada… amarme
Su voz sonaba como un eco, se iba haciendo cada vez más lejana y todo se volvía obscuro, Minho desaparecía y volvía a ser él en un lugar obscuro, en silencio, un silencio abrumador y una sensación de inseguridad, de miedo y más que nada… de soledad.
¿Por qué esa voz siempre lo calmaba? ¿Por qué siempre le hacía querer verlo, tocarlo y más que nada tenerlo siempre a su lado?
* * *
¿Cuánto había pasado? ¿Un año? Un año entero desde que Minho se sentaba en ese sofá de color blanco narrándole historias al joven que dormía su vida entera, simulando oír su voz emocionada en su mente y seguía inventando aventuras emocionantes.
Él le hablaba, y el otro oía, él lo sabía, él sabía que Taemin le escuchaba.
Minho estaba mal, su salud empeoraba cada día más, su salud era crítica y su enfermedad era terminal, con suerte había continuado un año completo, sus médicos le habían dado menos de seis meses hace dos días, ¿Qué tanto era eso cierto?
Su pecho dolía, pero no hacían ningún sonido, no quería alarmar al bello durmiente que posaba en una cama delante de él.
Jadeo fuertemente, llevó su mano su pecho, apretando ahí, porque dolía, en verdad era doloroso. Su mirada se había nublado y de pronto dejo de ver al chico en la camilla para sumirse en una fría obscuridad.
— ¡Minho! ¡Minho! Despierta, Minho
Y él no lo hacía. La voz era desconocida, el joven no la registraba, pero la había oído muchas veces, que hablaba con Minho, la voz de un amigo desconocido, el amigo de Minho.
— ¡Enfermera, enfermera, mi amigo!
Su voz sonaba desesperada, él escuchaba sus sollozos, ¿Qué podía hacer?, no podía despertar, ni siquiera moverse, él se veía en una imagen extraña, observaba la situación y su cuerpo, mirándose desde arriba, sin saber muy bien donde estaba.
Y cuando notó que su cuerpo era el que cobraba un color pálido, y Minho se levantaba del suelo mirando todo confundido, se había desmayado.
Su cuerpo estaba feliz, poco, pero lo sentía, sentía esos bichitos en el estómago y luego, una lágrima rodó por su lagrimal perdiéndose en su mandíbula y entonces…
Dejó de sentir, dejó de existir.