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Seven Days Of Glory por HaePark

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Notas del fanfic:

¿Si lo seguiré?

No lo sé.

¿Si actualizo rápido?

Depende de la acogida que tenga, de los exámenes que me pongan y de mis ilusiones en general.

Dedicadas a este fic, bastantes.

Aviso de las actualizaciones y tal en mi twitter-> @HaenyPark

¿Advertencias?

Si lo sigo, tengan por seguro que habrá Lemon y Tortura.

¿Reviews?

Muchos.(?)

¡Lean!

Notas del capitulo:

"Hay quien opina que el mundo es el sitio en el que reside la gente que ves a tu alrededor.

Y hay quien defiende que la gente que ves a tu alrededor es, realmente, el mundo."

Corre el año 2324. En el mundo no han cambiado demasiadas cosas.

Estados Unidos está destrozado, recuperándose de su última guerra contra África. África ha sido previsoramente desalojada a causa de la radioactividad de los proyectiles nucleares que EEUU arrojó contra ellos en la reyerta.

En Asia, ya no existen dos Coreas. No existe una, siquiera. Pero China es más amplia.  Japón permanece más o menos igual, únicamente ha modificado su sistema de gobierno, transformándose en una dictadura comunista. La India y Turquía se han anexionado y cambiado sus respectivos nombres por “Union Indioturca”, y han pasado a ser tomadas por la Rusia como protectorados.

Toda Europa tiembla en sus parlamentos. Temen que la potente Rusia, de nuevo comunista y bajo el control de un líder loco y fanático que nada tendría que envidiarle al legendario Stalin, pretenda extender su dominio a sus países. América del Sur, deshilachada y rota, comienza a ser la nueva meta del Imperialismo.

Y, en este marco de agitación y depresión social, se encuadra el momento en el que se tomó una solución.

La nueva, la definitiva. La que resolvería el mundo.

—Los animales, las plantas, todo lo que conforma nuestro mundo, vivo o no, se halla supeditado a una inteligencia superior, la nuestra. Si dos perros se pelean, sus amos tienen plena potestad y facultades para separarlo. Nosotros, los humanos, somos mucho más dañinos que cualquier animal. Por ello, hemos creado un nuevo sistema de gobierno globalizado. El hombre es un lobo para el hombre—añadió citando a Maquiavelo. —Está demostrado que todo conjunto necesita un líder para permanecer cohesionado. Por eso nos hallamos nosotros aquí, nosotros somos los líderes, los dictadores de un mundo que nos pertenece. Y por encima de todos…dueño y señor de cada fragmento del planeta, de todas y cada una de vuestras voluntades, con el único objetivo de fomentar la unidad y garantizar la paz…estoy yo. —un murmullo se extendió por la sala. Voces de admiración, otras de contrariedad, algún abucheo. El orador acalló a la multitud de un golpe en la mesa propinado con verdadera fuerza. —¡Silencio! Vuestro papel aquí es el de mi séquito privado. En los próximos años, seréis entrenados arduamente para que correspondáis con el modelo que se busca aquí; fuertes, valientes, inteligentes, sinceros, honrados, dispuestos a entregaros por los demás…y lo más importante…que sepáis obedecer órdenes.

Luhan miró alrededor. Los otros muchachos allí congregados no superarían la centena,  y todos parecían cortados por el mismo patrón. Altos, musculosos, de mirada inexpresiva. Permanecían muy rígidos en los asientos, y solo manifestaban alguna emoción en las esporádicas pausas del monólogo de aquel Rey del mundo. Entonces, se extendía por la sala una verdadera algarabía. ¿Cómo podía una persona cambiar tan rápido de una faceta a otra? Luhan solo era consciente de que el ambiente extraño y árido de la estancia le ponía la piel de gallina.

Otro tanto le provocaba el orador; que prosiguió presentándose:

—Cualquier falta será duramente sancionada. El promedio de años que tardan los muchachos como vosotros en amoldarse es de un año y medio. Veamos si alguno de vosotros puede superarlo.

Luhan entornó los párpados. Él no debería estar allí. Solo llevaba media hora y ya estaba deseando largarse. Volver a su vida anterior, por indeseable que esta fuera.  Mejor malo conocido. Se llevó una mano a la cinturilla del pantalón y acarició las heridas que allí tenía y que aún no terminaban de cicatrizar. Apretó los dientes. ¡No quería estar allí!

No tenía ni el grado de estudios primario terminado, no sabía qué pintaba él ahí.

—Me llamo S-Hunter-Paix—se presentó. —Pero en Targlia se me conoce como Sehun. Los estudiantes podéis recurrir a mí en cualquier momento. Aunque vuestra tendencia natural probablemente os impulse, previsoramente, a evitarme, tarde o temprano acabaréis todos en mi despacho. Os deseo suerte.

Dio una palmada a modo de conclusión. Acto seguido, todos los jóvenes se levantaron y Luhan juzgó conveniente imitarlos. Un hombre vestido de manera similar a Sehun, con una cazadora militar negra y azul y unos pantalones negros, se levantó de la primera fila y, haciendo aspavientos en el aire exclamó:

—¡Los novatos de dieciséis a veinte años, por aquí! ¡Seguidme!

Luhan se dejó arrastrar por la marea de chicos de su edad y acabó siguiendo a aquel hombre a la zaga de un grupo de unas quince personas. El oficial les llevó a través de un pasillo largo y de un azul eléctrico, el color en el que se hallaba decorada la mayor parte del edificio. A ambos lados había puertas metálicas de un color blanco purísimo. Le siguieron sin hacer ningún comentario. Los pasos de la comitiva resonaban lúgubremente en el suelo, también metálico, de la estancia.

Al llegar al fondo del corredor, el hombre se detuvo en seco y se giró hacia ellos.

—Formen grupos de dos en dos, inmediatamente.

La orden pilló un tanto por sorpresa a los jóvenes, quienes al no conocerse se emparejaron instintivamente con la persona que tuvieran al lado. A Luhan se arrimó un chico de constitución algo más pequeña que él, pelirrojo y con unos ojos enormes y ovalados, muy asiáticos.

—Me llamo Xiumin. —se presentó. —¿Te importa compartir dormitorio conmigo?

Luhan, sorprendido de que alguien preguntara su opinión en un tema tan banal como ese, cuando normalmente nadie se interesaba por su punto de vista ni en la cuestión de si debería seguir vivo él mismo, solamente acertó a asentir.

—De acuerdo, ahora os asignaremos las habitaciones. Tenéis diez minutos para disponer vuestro equipaje en ella y poneros el uniforme de Targlia. Después, os veremos a todos en el Comedor.

—¿Dónde está eso? —inquirió uno, alzando la voz.

—Tendréis que hallarlo vosotros solos. Este es un complejo muy grande y nadie se va a molestar en daros indicaciones constantemente.

—¿Y si no lo encontramos? —preguntó un chico moreno, con pinta de arrogante.

—El que no se presente a tiempo estrenará la vara de castigos de Sehun.

 

 

La habitación que les tocó compartir a Luhan y a Xiumin era la 539-Q. Para la sorpresa de Luhan, también era azul. Todo en ella era azul, desde las colchas de las camas hasta los armarios, pasando por las toallas de baño que colgaban de sendos percheros. Era un compartimento estrecho, a todas luces diseñado para que los chicos pasaran el tiempo imprescindible en él y carecía de algunos muebles elementales, como mesillas de noche o mesas de estudio. No tenía tampoco ventanas, lo que le confería un aspecto notoriamente más claustrofóbico. Había en él alineados de forma simétrica dos armarios y dos camas. Fin.

Xiumin y Luhan cerraron la puerta tras ellos y giraron varias veces, admirándolo todo.

 —Vaya—musitó Luhan, quien había vivido durante toda su vida bajo lonas mal dispuestas, en mitad de los suburbios.

—No olvides que no tenemos mucho tiempo. —Le recordó Xiumin. El muchacho, ni corto ni perezoso agarró la maleta y la tiró sobre la cama de la derecha de cualquier manera, abrió el armario de un tirón y sacó el conjunto que se hallaba pulcramente doblado en él.

El uniforme de Targlia.

Se dispuso a quitarse la camiseta para ponérselo, pero pareció reparar en algo y miró por encima del hombro.

—Oh…

Luhan enrojeció súbitamente, comprendiendo.

—No te miraré.

—Gracias. —sonrió Xiumin, cambiándose.

Luhan optó por imitarle y comenzó a vestirse también.

Cuando salieron por la puerta de la habitación, les quedaban tres minutos para llegar al Comedor.

—¡Corre! —gritó Xiumin.

—¿Hacia dónde?

—¡Yo que sé! ¡Solo sé que no quiero que me azoten el primer día!

Luhan se enfrentó al a decisión: ¿Pasillo este u oeste? Optó por el oeste y echaron a correr por él.

—No sé…a qué viene…esta tontería…de no decirnos donde…está—jadeaba Xiumin cuatro minutos después, cuando se detuvieron una esquina a tomar aliento, sin importarles ya perder el tiempo porque llegaban ya tarde.

—Seremos castigados. —musitó Luhan sin una pizca de pesar, se dijo había soportado cosas peores.

—¿Crees que seremos los últimos en llegar? —le preguntó Xiumin cuando retomaron el camino.

Iban andando a paso más calmado, y Luhan lo aprovechó para familiarizarse con la estructura del edificio. Los pasillos se hallaban sostenidos por arcos de medio punto como pilares y los techos eran cúpulas abovedadas con una curvatura bastante pronunciada. Entre uno y otro arco había una sala a cada lado del pasillo, y todas las puertas eran del mismo material metálico y el mismo color blanquecino, como las que se encontraban en el pasillo de los dormitorios. Los pasillos eran iguales. Dependiendo del piso había un pasillo oeste y otro este, o uno solo diagonal, o cuatro, uno hacia cada punto cardinal. De un piso a otro se accedía a través de un ascensor blanco y transparente, cilíndrico, semejante a un tubo de cristal. Había en torno a siete u ocho, y Luhan y Xiumin perdieron la cuenta de cuantas veces los usaron. Afortunadamente para ellos, encontraron algo de información en ellos.

Planta 1-Salón de recepciones, salón de recepciones privadas, sala de conferencias.

Planta 2-Sala de armas, gimnasio, sala de diagramas, escáneres, sala digital, archivos

Planta 3-Biblioteca, aulas, salas de entrenamiento, comedor, dormitorios

Planta 4-Dormitorios, biblioteca, salas comunes

Planta 5-Dormitorios, despacho privado del Rey, aposentos del Rey

Azotea-Aparcamiento

Así rezaba un cartel indicador que se hallaba pegado en las paredes curvas de los ascensores.

Luego, el comedor se encontraba en la tercera planta.

Y, una vez en la tercera planta, las complicaciones se reanudaron. Primero tomaron el camino de la izquierda, pero este se separaba en dos ramificaciones, y cada una de ellas, en más a su vez. Anduvieron y desanduvieron caminos, arriba y abajo, a un lado y al otro, durante quien sabe cuánto tiempo. Luhan tenía la impresión de que llevaban caminando horas por aquel extraño complejo.

—Esto es extraño. —musitó Xiumin de repente.

—¿El qué?

—Que no hayamos encontrado a nadie aún. No sé, este probablemente sea el sitio que albergue la información más jugosa e importante de todo el planeta, ¿No? Y las armas, y la desmesurada riqueza que posee el Rey…

—Pareces saber mucho sobre este sitio—comentó Luhan, sorprendido.

Él había aterrizado con su vida ahí podría decirse que casi por casualidad. HyunJoon había tomado la decisión apenas una semana antes, pero no había sido hasta la noche anterior cuando se la había comunicado a su protegido, deprisa y mal. Había empleado el término “internado en medio de una isla artificial” para referirse a Targlia, y la palabra “carismático director” para mentar al Rey del mundo, por no omitir la afortunada alusión al “controlado y seguro aprendizaje” que recibiría.

Habían llegado apenas una hora antes en el helicóptero negro de HyunJoon. Aterrizaron en el aparcamiento de la azotea e, inmediatamente, su tutor le había hecho penetrar en el edificio con presura. Luhan no había tenido oportunidad ni de echar un vistazo por encima de la baranda de la azotea a los alrededores de Targlia.

Se había enterado de algo durante el discurso de Sehun, sí, pero la información obtenida le había servido únicamente para asustarse y para desear abandonar Targlia cuanto antes posible, aunque la alternativa fuera permanecer en el campamento de HyunJoon, entre piojos, enfermedades, pobreza,  hambre y destrucción.

—¡Claro! ¿Quién no? —exclamó Xiumin— El llegar a ser elegido miembro de Targlia es el sueño de todo joven, y con llegar a ostentar el cargo de Rey es algo con lo que solo los más arrogantes sueñan, pero jamás lo admitirían. Rondan un montón de leyendas sobre este sitio por cualquier suburbio, por no hablar de que las declaraciones del Rey sobre diferentes temas de actualidad son sección fija en prácticamente todos los medios de comunicación, ¡incluso en The New York Gacette le pidieron que diera consejos para los adolescentes americanos!

Mientras hablaban iban caminando por los pasillos. Luhan, atento a las explicaciones de su amigo, iba fijándose en palancas de diferentes colores que esporádicamente aparecían en la pared.

Se aproximó a una y, sin poder evitarlo, pasó los dedos por ella. Tenía un magnetismo extraño, casi mágico. Durante unos instantes, sintió que la voz de su amigo, el olor a limpio de la sala, las noción espacio-tiempo y todo lo existente que le rodeaba en general, se evaporaba y desaparecía en un torbellino de brillantes colores, cuyo ojo era aquella palanca. Y se sintió desorientado. El corazón le martilleaba con fuerza contra el pecho, y no comprendía que estaba sucediendo. Solo sabía que aquella palanca era la clave.

Y la accionó.

E inmediatamente supo que había cometido un garrafal error.

Todo volvió a la normalidad; volvía a pisar tierra firme y Xiumin estaba a su lado. Pero ya no eran las únicas personas que se encontraban en el pasillo, unos treinta hombres grandes y enfundados en el uniforme de Targlia se habían materializado en cuestión de segundos y corrían hacia ellos.

Tardaron nada y menos en atraparlos. Xiumin soltó un grito, atónito, cuando entre cuatro lo agarraron por los hombros y los brazos y lo inmovilizaron. Un quinto golpeó la rabadilla del joven, que se desplomó en el suelo con un grito.

—¿Qué hacen? —gritó Luhan, que por la sorpresa tardó en reaccionar y también fue reducido—¿Por qué nos atacan?

Cayó al suelo como un fardo cuando recibió el consiguiente rodillazo en la parte de la espalda, propinado con un ímpetu y una energía que hizo que los pulmones se le vaciaran de un grito de dolor. En vez de caer boca abajo, como su amigo, consiguió caer de rodillas y permaneció en el suelo debatiéndose.

A Xiumin le apoyaron un pie sobre la espalda para evitar que se incorporara. Cuando éste se giró hacia Luhan para hacer su siguiente afirmación, tenía sangre en los labios:

—Creo que esto responde mi duda de antes…aquella sobre que no habíamos encontrado a nadie aún…—la voz le salía gangosa, Luhan tuvo la certeza de que al caer al suelo se había dañado la nariz.

—¿Guardias invisibles? —exclamó Luhan, retorciéndose bajo el peso de los hombretones, que no tardaron en dejarlo inmóvil en el suelo, como a su compañero.

 

 

—Veinte minutos tarde y además, traídos por mi séquito—enumeró Sehun, mirando una pantalla electrónica fijamente. Solo se dignó a posar su mirada sobre los dos jóvenes cuando anunció el castigo—serán cuatro azotes por el retraso y seis más por los problemas que habéis causado. Para cada uno.

Se hallaban en una antesala al comedor, en presencia del Rey, de los instructores, entre los que se hallaba aquel que les había mostrado los dormitorios, los guardias y todos los demás jóvenes que había visto en el discurso de Sehun, todos.

Probablemente ninguno había logrado llegar al comedor a tiempo.

Pero ellos habían sido los últimos en llegar.

—Bien, ya estamos todos—dio un toque en la pantalla, que se plegó varias veces y la guardó en el bolsillo delantero de su pantalón militar—¿Quién quiere ser el primero en recibir su castigo?

La antesala presentaba una arquitectura extraña, diferente al resto del complejo. Se hallaba construida en torno a un cuadrado perfecto, el suelo brillaba y relucía, como si estuviera hecho de cristal translúcido. Las paredes, que se perdían en una cúpula del mismo material que el suelo, parecían del más elegante de los mármoles blancos. Éstos se hallaban ornamentados formando imprecisas figuras, que bien podrían ser querubines desdibujados o gruesas hierbas meciéndose al compás del viento.

Los allí congregados se pegaron contra las abstractas formas y allí permanecieron, aguardando con el corazón en vilo a que alguien diera el primer paso al frente y se enfrentaran al castigo del Rey.

Un guardia se materializó en el otro extremo de la sala, detrás de Sehun. Los jóvenes a duras penas contuvieron un grito de asombro al verlo aparecer de la nada, como si se tratara de un elemento añadido a posteriori y de mala manera a la situación presente.

—¡Como antes! —Luhan echó una ojeada a la esquina donde habían permanecido, silenciosos y tensos, los guardias después de conducirles a la presencia del Rey, y no le sorprendió ver que se habían esfumado sin que nadie se hubiera percatado de ello.

—Debe tratarse de tecnología muy compleja—murmuró Xiumin como si reflexionara consigo mismo—¿Cómo si no podría un ser humano fundirse con el aire?

Los murmullos se silenciaron inmediatamente cuando el aparecido dio tres imperiosas zancadas hacia el Rey y depositó un objeto alargado sobre sus manos. Sehun hizo una inclinación con la cabeza a modo de conformidad, y el guardia volvió a desaparecer sin dirigirles ni una mirada a los jóvenes allí presentes.

Sehun se volvió hacia ellos golpeándose la mano izquierda con aquel objeto alargado. Los golpes resonaban por toda la estancia, secos, amenazantes. A Xiumin lo recorrió un escalofrío que Luhan también sintió al estar la espalda del primero pegada a su pecho.

—De verdad—comenzó Sehun—¿De verdad os provoca tanto terror un simple castigo? Puedo ver en vuestras caras vuestro gesto atemorizado; no deseáis ser primeros. No sois conscientes del sitio en el que estáis, ni en presencia de quien, ni de cual es vuestra función, ni aquí ni en ningún sitio.

La voz de Sehun, pese a ser autoritaria e impersonal, parecía una suave y peligrosa caricia.

—Podéis pensar que habéis venido aquí para resultar de utilidad a la Humanidad, podéis estar convencidos y concienciados de vuestra misión. —Comenzó a pasearse por la sala lentamente, como un depredador vigilando a un suculento grupo de presas— Existe un antiguo proverbio que alega que el fin justifica los medios. Asociáis la idea de salvamento a la idea de la vida —miró directamente a donde se encontraba Luhan y este sintió el aire pararse y los oídos zumbarle. Era extraño el efecto que provocaba aquel hombre en el sistema nervioso de los que le rodeaban. No parecía…no parecía humano—pero vosotros no habéis venido aquí a vivir. Habéis venido aquí a sufrir, padecer, a ser humillados, y finalmente, a morir.

Ante la sorpresa de Luhan, la mayor parte acogió las palabras de Sehun con escepticismo, como si creyeran que Sehun solo pretendía asustarlos. Sintió que el pecho se le aflojaba un poco al experimentar un tenue ramalazo de alivio.

—Vuestra muerte será el objetivo final del adiestramiento al que seréis sometidos, y, previo a ella, sufriréis tantos castigos que recordaréis con cariño éste, y de otros ni os percatareis. Creedme. Esto no es un sitio para débiles, ni siquiera para fuertes. Nadie termina de buen humor la fase inicial, pero—se detuvo frente a ellos y sonrió. Era la primera vez que Luhan le veía sonreír. Pero no era una sonrisa cordial, afectuosa, ni siquiera de conmiseración, sino fría y calculadora. Dicha sonrisa no se prolongaba ni a sus ojos ni a su expresión facial. —pero estar aquí es lo que habéis elegido, ¿No? Ahora os toca sufrir las consecuencias. Uno, ahora mismo, de rodillas frente a mí. Ya.

Los jóvenes se miraron entre ellos, en mudo consenso. Pocos se habían tomado a pecho el discurso de Sehun, pero se seguían mostrando reticentes a recibir una tunda en el trasero.

De repente, se escuchó un largo suspiro. Un joven se abrió paso entre sus compañeros y se plantó frente a Sehun.

Era un chico apenas un año o dos mayor que Luhan, alto, moreno. Su cabello era frondoso y desordenado, apuntando en todas direcciones y tapaba en ocasiones sus ojos. Un piercing en forma de anillo le atravesaba en dos la ceja y tenía una dilatación negra en la oreja. Un tatuaje adornaba su nuca y asomaba por encima del cuello del chaleco militar; un dragón rojo y dorado, con una larga cola y brillantes escamas. El chico, de porte desgarbado, avanzó hasta plantarse delante de Sehun.

Éste sonrió inquietantemente.

—Tu nombre—pidió en un susurro apenas audible.

—Me llamo Kai—anunció él, sin una pizca de resquemor, pese a que Sehun continuaba acariciando el látigo como si de un gatito se tratara. Incluso, en un momento, a Luhan le pareció ver el resplandor de una chispa azul o violeta recorrer la extensión del objeto.

—Arrodíllate, Kai.

Kai se hallaba de espaldas a los chicos, por lo que estos no pudieron ver su expresión. Pero permaneció, en silencio y estático, como sosteniéndole la mirada a Sehun, hasta que éste alzó el mentón y declaró:

—Tal vez haya que convencerte.

Y azotó, acto seguido, el abdomen de Kai, con tanta fuerza que el golpe resonó en el aire como rajándolo de una seca estocada que dejó a todos los jóvenes sin aliento. Y el grito de Kai reverberó en las altas paredes mucho después de que el joven lo hubiera proferido:

—¡Joder!

Y Sehun volvió a azotarle, sin inmutarse:

—Mantén esa lengua quieta si pretendes conservarla.

Kai se dejó caer de rodillas al suelo, gimiendo, jadeando y boqueando tembloroso. Sehun lo miraba desde arriba, impasible.

Xiumin temblaba contra el pecho de Luhan, quien fue plenamente consciente del miedo de su amigo y se apartó con delicadeza de él. Detestaba el miedo, una sensación con la que se hallaba plenamente familiarizado, llegando a formar incluso parte de su carácter. Y su empatía le hacía odiar a cualquiera que tratara de infundírselo a los demás.

Odió a Sehun intensamente. El odio, caliente y visceral, le contrajo las entrañas y le inundó el cerebro, fundiendo con él cualquier rastro de respeto o de temor que hubiera sentido hacia el Rey.

Sehun agarró el mentón de Kai con delicadeza y alzó la vara. Kai gimió:

—No, por favor…

Pero Sehun, desoyendo las súplicas del moreno, con el rostro totalmente sereno pero denotando una gran crueldad, volvió a golpearle, esta vez en un costado del cuello.

Kai se desplomó sobre el suelo, gritando y retorciéndose. Algunos de los chicos que rodeaban a Luhan habían comenzado a llorar. La mirada de Xiumin, peligrosamente acuosa, buscó a Luhan con desespero, suplicante.

Sehun no esperó a que Kai se levantara ni pronunció palabra alguna, se acercó al joven caído, alzó la vara y…

—Vamos—susurró Luhan a Xiumin, abriéndose paso entre una multitud conmocionada que no opuso ninguna resistencia, mas sí le miró con extrañeza.

—¿A qué? —inquirió Xiumin, boquiabierto, mirando a su amigo.

—¡A hacer lo correcto! ¡A ayudar a ese chico!

—Pero…

Xiumin, reticente, no siguió a Luhan cuando este se lanzó contra Sehun y le arrebató la vara de las manos justo un segundo antes de que volviera a fustigar a Kai.

Experimentó una sensación de júbilo indescriptible cuando la vara se desencajó del puño de Sehun y pudo retirarla de éste.

El Rey no era invulnerable.

Luhan había tenido su primera victoria.

Su acción vino seguida de un coro de exclamaciones de sorpresa procedentes de los chicos que los observaban. En aquel momento, Luhan no supo distinguir los de alivio de los de miedo, sorpresa, o de los que así manifestaban que le consideraban un temerario por desafiar tan abiertamente al Rey.

Contemplaban al Rey como si de un dios se tratase. Para Luhan, la idea de un dios en tierra era tan inconcebible como la más paradójica de las fantasías. ¿Cómo podría un solo hombre soportar tanto peso sobre sus hombros? ¿Cómo podría un solo hombre asumir tanta culpa, tanta conciencia? ¿Cómo podría un solo hombre abarcar la infinidad del mundo, del universo, de la profundidad de cada mente humana? ¿Cómo podría comprender tantos conceptos como para asumir el mundo y la humanidad como un ente a su cargo, inferior? Era un solo hombre, se quebraría con el dolor de los años, o con la ineludible muerte. Cuando él no se hallara en condiciones de esparcir su concepción de la vida por toda la humanidad, ¿En qué se basarían las personas para seguir su liderazgo, ya marchito?

Estarían solos.

Luhan sintió una ráfaga de poder recorrerle. Él sería más inteligente que todos aquellos ilusos que, a falta de dioses omnipresentes, omniscientes y omnipotentes, adoraban a un simple humano como si a ellos pudiera compararse. Él no perdería su criterio a manos de Sehun, quien, pese a ser poseedor del mundo, nada había hecho por extinguir los incendios que en innumerables ocasiones se habían propagado por el campamento en el que de niño vivió, o por evitar las inundaciones que asolaron la costa donde se hallaba asentada su comunidad, o por apagar las tormentas, encender las largas noches de angustia tras la muerte de su progenitor, acontecimiento que, por cierto, Sehun tampoco fue capaz de evitar.

Sería diferente…sería más fuerte que los crédulos ilusos, devotos del Rey.

Sehun se volvió y encaró a Luhan, sus ojos manifestaban una fuerza arrolladora.

—Devuélvemela, rebelde.

—No—jadeó Luhan, envalentonado—¡Déjale!

Kai se incorporó con los ojos llorosos y una mueca de dolor en el rostro, en la que se había dibujado la ira.

—¡No necesito ayuda de un repugnante niñato!

La desagradecida respuesta de Kai dejó de una pieza a Luhan, momento en el que Sehun colocó una mano sobre su mejilla con un ademán delicado.

Instantáneamente, como si el suave roce de Sehun lo hubiera provocado, Luhan experimentó un dolor tan intenso como no había conocido hasta entonces.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¿Les gustó?

Quiero rw's.

No estoy muy convencida de seguir con esta historia por razones varias, pero aún no hay nada decidido e iré pensandolo los próximos días.

Rw's, rw's. Quiero su apoyo y su amor, pls, pls.

¡Los amo!


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