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A Year More por HaePark

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Notas del fanfic:

Para mi precioso Reita, que hoy se hace un año mayor. <3

*fangirl*

Notas del capitulo:

Bueno, tenía un montón de cosas que hacer constar pero ya ni recuerdo. (?)

Ah, sí. Este fic está 100% basado en mi otro fic Rukeita, Dominatrix. No hace falta alguna pasarse por él para entenderlo, pero bueh, yo lo publicito aquí (??)

Rina, Mai y Terry son amigas mías, Sixth Gun, y me pareció apropiado darles una participación en el fic.

Haeny soy yo, obviamente. No pude violarme a Reita, pero vi toda la accion en primera persona.

¡Espero que les guste!

El 27 de Mayo de 2014 se presentó como un día cálido y soleado, uno de esos típicos días que se prestan a los partidos de fútbol desenfrenado en el campus de la universidad o a ponerse la ropa menos recatada que se encontrara en los armarios. En torno al mediodía se levantó un fresco vientecillo que encrespó el agua de la piscina de la urbanización y que obligó a un desencantado padre y a su hijo, ambos en bañador y toalla, a volver a su apartamento.

Akira Suzuki, apodado Reita por cierto personaje de Tarzán en la adaptación al cómic de Burroghs, fumaba un cigarrillo sentado sobre el alero de una de las ventanas de la facultad de Medicina. Aprovechaba su hora libre previa a una mortecina hora de Anatomía. A su lado descansaba su bajo eléctrico, con el mástil sobre su regazo. A intervalos pellizcaba distraídamente las cuerdas del instrumento, arrancándole graves sonidos.

Tenía la impresión de que había olvidado algo importante. No recordaba el qué. Había olvidado completamente que aquel día cumplía 20 (33) años.

Había recibido un mensaje, apenas una hora atrás, de Emi, una amiga de la infancia cuya cara a duras penas lograba recordar. El mensaje así rezaba:

“¡Enhorabuena! ¿Quién diría que te convertirías en lo que eres? ¡Espero poder compartir contigo este feliz día muchos años más!”

Descolocado, Reita había respondido con un desafortunado “WTF”. Nadie más se había comportado de manera extraña con él hoy.

En el otro extremo del edificio, un ángel se había hecho presente.

Llevaba en una mano un látigo de cuero, y en la otra, una larga pluma, blanca y almidonada. Iba vestido en tonos negro y rojo, tan intensos que despedían destellos de luz. Su cabello, más rubio que nunca, caía desordenadamente sobre su rostro, ocultando sus ojos, que relucían con la oscuridad propia de un dominatrix, aunque claro, Rina no podía conocer esta faceta de él…

—Rina—Uke Yutaka, llamado Kai por una novela infantil sobre una kin-shannay que veía fantasmas, rozó el codo de su compañera, buscando volver a obtener su atención.

Rina salió de sus ensoñaciones sobre el chico que leía en la mesa de al lado, quien, justo antes de que se concentrara de nuevo en el libro, le guiñó un ojo con una juguetona sonrisa en los labios. La muchacha se sonrojó y se atusó nerviosamente un mechón de cabello caoba, súbitamente ruborizada.

—Takanori—interpeló al muchacho Kai.

Le hizo un gesto para que fuera y se sentara con ellos, cosa que el rubio hizo inmediatamente.

—Hoy es el cumpleaños de tu puta—comentó Kai, divertido.

Su afirmación vino seguida por un grito de dolor. Rina, que había permanecido absorta en el excitante arcángel que se había sentado a su lado, volvió bruscamente a la realidad.

—¡Kai!

—Ah…¡Cabrón! —jadeaba Kai, retorciéndose de dolor.

Takanori había agarrado su mano derecha y retorcía sin piedad alguna el dedo meñique. Lo forzó más de lo posible, hasta que este se quebró con un chasquido y un gritito apenas contenido de dolor, proveniente de Kai.

—Gilipollas—le espetó al rubio cuando por fin lo soltó.

Este sonreía.

—Gritas como una niña, Uke.

—Ya basta—intervino Rina.

Ambos la miraron, se miraron entre sí, suspiraron y se recostaron en los respaldos de sus respetivos asientos. Kai se chupaba el dedo roto, que le dolía horrorosamente. Al menos era el meñique, se dijo lamiéndose las heridas (tanto literal como metafóricamente) podría tocar la batería.

Ojalá Takanori y él no se conocieran desde hacía tanto tiempo.

Las relaciones entre Kai y Takanori habían sido siempre extrañas. Extrañas…y profundas. Innumerables noches habían pasado el uno en el otro, entre palabras bellas o entre arañazos, golpes, lágrimas, expresando así la frustración amorosa en el otro, traducida en intenso y carnal odio.

Takanori sabía que Kai se había partido el dedo meñique de la mano derecha cuando era niño, y que nunca se lo habían soldado bien. Por consiguiente, cualquier pequeña lesión en él le dolía como mil infiernos; y Takanori se aprovechaba de este dolor.

Y no era únicamente el dolor físico, también el psicológico, de saber que Takanori se servía de las confesiones formuladas en la mayor intimidad para emplear sus secretos contra él.

Pero Kai no era un santo. Él también sabía un par de cosas sobre Takanori.

Pero no podía alargar ahora la mano hacia él, colarla bajo su camiseta escolar y tirar del piercing que atravesaba, como una imperecedera marca de propiedad, el pezón del rubio vocalista. Aunque le hubiera encantado, aunque solo fuera por ver la siguiente mueca de dolor en las perfectas facciones de Takanori.

¡Aunque…! También conocía la segunda debilidad de Takanori.

Y esa debilidad se hacía mayor aquel mismo día.

—¡Takanori-sama! —oyó que exclamaba Rina, emocionada—¡Casi había olvidado que hoy es el cumpleaños de Reita-kun, tu compañero de piso! ¿Qué le habéis organizado?

Kai miró con curiosidad al rubio. Conociendo su relación con el bajista, siempre pródiga en tiernas palabras, caricias engalanadas y besos fugaces cargados de significados demasiado profundos como para que una mente como la suya los descodificara, siempre similar al acto más empalagoso de Los amantes de Teruel, estaba convencido de que Takanori describiría una fiesta íntima, con unos pocos amigos, con un número final en el que Takanori emergía de una tarta de nata, completamente desnudo, con un corazón enorme de azúcar glasé rosa en las manos. Primero se comerían la tarta, luego el corazón, y luego a Takanori…

Arrugó la nariz y sacudió la cabeza. No podía imaginarse a Reita comiéndose a Takanori, no, ese plato estaba completamente reservado a él, quien conocía a Takanori desde hacía muchísimo más tiempo, con el que había compartido más cosas, y, ¡Coño! ¿Quién se fijaría en un fantoche feíto y siempre con la nariz cubierta, como Reit,a estando por ahí el chico más deseado de la universidad (después de Takanori, obviamente), él, el sex-symbol, él, el seductor, el Romeo, el don Juan, él, Kai?

Por el rabillo del ojo, vio como Rina se removía en el asiento. Sin duda tendría la misma visión mental de Takanori cubierto de nata y bailando seductoramente al ritmo del Cumpleaños Feliz que él.

—¡Eso! No nos tengas en vilo—le apremió, no sin picardía, Kai—¿Qué has preparado, como su mejor amigo?

—Nada—fue la respuesta de Takanori.

A  Rina se le cayó el bolígrafo que mordisqueaba sobre la mesa, donde repiqueteo un par de veces antes de caer al suelo. Lo recogió, aturullada.

—Es cierto, ¿Por qué tendría que organizarle algo? —se defendió Takanori, receptor de miradas incriminatorias por parte de los dos. — ¡Si apenas nos conocemos!

—Solo vivís juntos—dijo Rina.

—Y vais a todos lados juntos—terció Kai.

—Y os acostáis de vez en cuando—prosiguió Rina.

—¡Eso! —aulló Kai, abiertamente celoso—Y conocéis a vuestras respectivas familias.

—Y tenéis todos los amigos en común—Rina comenzó a contar con los dedos.

—Y estáis en el mismo grupo de música—rezongó Kai, que también formaba parte del grupo de música.

—Y estás enamorado de él—le recriminó Rina.

Takanori se levantó de la mesa y se fue.

 

 

“Voy a pasar un momento a ver a Aoi al trabajo. No me esperes. Hasta luego” Takanori titubeó, indeciso sobre si añadir al seco mensaje un “Te quiero”. Avergonzado, finalmente escribió un escueto “TQ” y presionó la tecla de enviar. Viendo el resultado del mensaje, tuvo la certeza de que había sido una mala idea.

Se guardó el móvil en el bolsillo y arrancó la moto, sobre la que ya estaba subido. No había mentido en el mensaje; tenía planeado ir a ver a Aoi, que trabajaba a tiempo completo en un negocio de una familia europea, un “ruso” como lo llamaban. Daban por sentado que los regentes eran rusos, como la mayoría de los europeos, a fin de cuentas, se decían con total convencimiento. Rusia es un país muy grande. Es lógica tal asociación.

Takanori trabajaba por las noches en el ruso. (En una versión alternativa de la historia, Takanori es un sádico al que pagan por ejercer sus dotes de dominación en un burdel de dominatrix, detalle de su vida que la autora, en vista de que quedaría extraño en un one-shot, ha preferido omitir) Aoi era uno de sus mejores amigos.

El verdadero nombre de Aoi era Shiroyama Yuu, pero lo llamaban Aoi por cierto género del manga japonés que narra las experiencias amorosas y sexuales entre dos hombres. Había omitido, abochornado porque lo llamaran así, la inicial del género, creyendo que así lo camuflara. No lo hacía. Poco tiempo atrás, había pedido que lo llamaran Koneko-chan, ya que hasta ese apodo se le hacía preferible, pero no había dado resultado.

Era un experto guitarrista y un gran hombre, muy atento. Paciente, diplomático. Sabía escuchar, intervenir cuando fuera necesario. Y dar consejos.

—No sé qué haces aquí—le espetó a Takanori cuando éste le hubo relatado su problema—ese es un problema que debería haberte surgido hace, como mínimo, una semana. Si te surge el día x no hay nada que pueda hacer por ti salvo reiterarte lo estúpido que eres. Lo siento.

Takanori lo miró, furibundo.

—Gracias. Recordaré lo solícito que has estado para la próxima vez que…mh—se pasó un dedo por los labios, entre los que asomó la lengua y se chupó la uña, potenciando con ese gesto su de por sí innata sensualidad—coincidamos por las noches en el reservado de la tienda.

Hizo ademán de irse. Para sus adentros contaba “1…2…3…” en cuanto hubo pensado el tres, oyó la voz de Aoi llamándolo, que corrió hacia él para detenerle agarrando su hombro.

—¡Takanori! Yo…lo siento. Me temo que no he sido muy educado y te ruego que me disculpes.

—No, no lo has sido—fingió desvanecerse cual sensual doncella en los fuertes brazos del guitarrista, que comenzó a sentir calor al tener ese perfecto y delicado cuerpo sobre el suyo.

Y se apresuró a complacerle, aunque de momento no pudiera hacerlo en el ámbito sexual.

—Supongo que necesitas consejo para lo de tu amigo…—inyectó la palabra “amigo” en tórrida intención. ¡Deseaba tanto a Reita! ¡Y a  Ruki! Le hubiera gustado tenerlos a ambos. Pero no tendría a ninguno.

—Sí, por favor, Aoi—susurró el vocalista en un suspiro sumamente indecente.

Aoi luchó contra su bestia interior para no violar a Takanori contra el estante de las chucherías.

—Bueno…bueno…lo principal…es demostrarle a tu amigo que te importa, que tiene un papel protagonista en tu vida. ¿Le has…le has comprado algún regalo?

—No—mintió Takanori. El corazoncito de peluche sobre el que habían bordado dos ositos que se besaban tiernamente bajo la luz de la luna, con la inscripción “I love you”, yacía en el altillo de su habitación, aún con la tarjeta de la tienda y el ticket regalo, pero ni loco se lo daría a Reita.

—Es importante que lo hagas, o que confecciones algo tú. Algo que le guste. ¿Qué le gusta?

Takanori lo pensó. A Reita le gustaba el sexo, los azotes, los insultos, el roleplay, el ageplay, el animal play, la cognufilia, la electrofilia moderada, el control de respiración, el ponyplay, el medical play, el rollo fetish, pero sin zapatos de tacón, la privación sensorial, la falofilia…

Dedicó unos segundos a reflexionar sobre lo llamativo que era que estos fueran los únicos gustos que conocía de Reita.

—Le gusto yo—optó por decir. Después de todo, él, como Seme Supremo y Absoluto de Reita, se hallaba presente de una u otra manera en todos sus gustos. Incluso en el de la falofilia, de lo que estaba particularmente orgulloso.

—Puedes encerrarte una tarta y emerger de ella con un corazón de azúcar glasé en las manos.

—No.

—Bien, dejaremos ese punto para luego. Descríbeme a tu amigo.

No necesitó pensarlo mucho. Conocía a Reita como a la palma de su mano, aunque solo fuera por lo mucho que le miraba, posesivo, como una madre a su bebé, cuando estaban en público o incluso en privado.

—Es tímido. Irresponsable, desordenado. Y sucio—en ambos sentidos. — además de alegre, optimista…

—¿Extrovertido? ¿Tiene muchos amigos?

—¡No! Sí—se corrigió al recordar la troupe de amigos del grupo nightmare que plagaban el piso que compartía con Reita con demasiada frecuencia, por no hablar de Miyavi, al que detestaba con todo su corazón. Ocupaba su sitio en la cama con Reita con alarmante asiduidad—pero no le gusta estar en compañía de demasiadas personas. Es tímido—repitió.

—Todo apunta a que el cumpleaños ideal de Reita es una reunión informal, en vuestro balcón, a la luz de las velas, con vino, jacuzzi, charlas amistosas, un magnetofón con música de valses de Chopin de fondo, pétalos de rosa…—los ojos de Aoi se iluminaban como si recibiera visiones del destino—y luego una noche de sexo sensual y desenfrenado—conmigo, terminó para sus adentros, y notó un estremecimiento bajo el vello pélvico por la idea.

Takanori, que pese a todo no parecía muy ilusionado por la idea, se encogió de hombros.

—Si no hay una alternativa mejor, supongo que es factible—suspiró. Realmente, Takanori hubiera preferido ignorar el cumpleaños de Reita a organizarle algo tan aparatoso.

Pero luego aparecía en su mente la imagen de Reita, con el labio inferior superpuesto, los ojos acuosos y brillantes por las lágrimas de desilusión contenidas, la naricilla respingona, sorbiendo bajo la banda de Hello Kitty…

Con desaliento. Dolido.

—¡Pensaba que me amabas! —diría entre sollozos. —pensaba que era alguien para ti…

Y se enfrentaría a las inevitables lágrimas. Reita lloraría, lloraría desaforado, jadeante, y Takanori no sabría como calmarlo, acabaría hundiéndose en la desesperación que provocan las lágrimas de un ángel, un alma cándida, sufriente, la pureza encarnada en un ser inocente, precioso, que padecería un indescriptible dolor porque su amante se había olvidado de su cumpleaños.

Takanori tenía su kokorito (kokoro=corazón) y se resistía a romper el de Reita.

—De acuerdo—suspiró—véndeme unas velas, unos dulces de chocolate, una botella de champán, otra de vino, unas sales para jacuzzi…—luego recordó que no tenía jacuzzi, sino una piscina hinchable con estampado de Bob Esponja—mejor no.

—Me invitarás, ¿No?

Takanori evaluó pros y contras.

Pros: Tendría un amigo con quien estar (si venían los de nightmare, Reita ni lo miraría, y el que vinieran era inevitable), Aoi era amigo de Reita también, podía aportar movimiento a la fiesta, y gozaba de descuento en la bodega de Kishimoto porque se tiraba al dependiente.

Contras: Intentaría meterle mano a Reita, tendría que tenerle vigilado toda la velada si no quería que su uke fuera violado.

—Vale—susurró finalmente—pero has de jurarme que no tratarás de tirarte a Reita.

Aoi rezongó durante unos minutos hasta aceptar que el enano no cedería.

—Bueno.

 

Los dedos de Uruha paseaban por los trastes de la guitarra, tocándola, haciendo sonar hermosos sonidos. Cantaba.

—Miageta yozora no hoshi tachi no hikari…

Frente a él había un corrillo integrado por unos diez chavales que lo contemplaban extasiados. Y Uruha disfrutaba de la atención a todas luces. Se había puesto unos pantalones de vinilo, cortos y negros, que mostraban más de lo que tapaban. Sentado sobre el borde de la piscina hinchable, en bañador y exhibiendo orgullosamente un tatuaje indescifrable sobre el pectoral izquierdo, Aoi le dirigía una mirada oscura.

Uruha fingía que no la veía, aunque realmente todo su cuerpo reaccionaba bajo ella. ¡Los trucos de apareamiento humanos!, se decía el excéntrico guitarrista (Uruha, por supuesto. Aoi no era excéntrico, Aoi era simple). Dos personas se atraen, una finge que no se entera y la otra se lo hace más explícito. Uruha detestaba ser la que fingía que no se enteraba, porque en términos fujoshis, eso implica ser el pasivo, pero por tener a ese adonis entre las piernas aquella noche, lo que fuera.

—Reita aún no ha llegado—comentaba Takanori, yendo de un lado para otro, procurando que la gente no comenzase aún a meterse mano, a beber y a comerse todas las galletas.

—¿Y cuando planea hacerlo? —le espetó Kai con violencia, sentado sobre la baranda del balcón con Rina a su lado.

Habían llegado tres chicas acompañando a Rina. Se habían presentado como Mai, Haeny y Terry.

—Somos amigas de Rina—había dicho Haeny, una niña pelirroja con pinta de ser bastante cargante. Al entrar le había echado tal mirada a Ruki que todos los presentes se habían apartado para dejar el camino despejado a la fujoshi y a su séquito.

—Queremos asistir a la fiesta—corroboró Mai, una joven morena, hermosa, con aspecto decidido.

—Vamos a asistir a la fiesta—terció Terry, la más bajita.

—¿Son Sixth Gun? —le había susurrado Takanori a Rina, alarmado, en un aparte.

—Hasta la médula—confirmó este.

—Vigílalas y que no roben nada.

Se imaginaba el titular de internet “Se venden las gambas del cumpleaños de Reita por 600 pavos la unidad”.

Reita irrumpió en la fiesta hacia las diez y media de la noche.

Había sido épico.

—¿Qué mierda está pasando aquí? —exclamó Reita al ver a Uruha medio desnudo tocando la guitarra rodeado por un montón de gente, a Aoi y a medio Nightmare zambulléndose en la piscina, a Kai fumándose un porro con una botella de champán en la mano y a Takanori sufriendo intentos de violación por parte de Terry y Rina mientras Haeny paseaba por la estancia tomando notas de todos los comportamientos para sus fics Y-Aoi.

Tardaron unos segundos de reparar en la presencia de Reita. Pero, cuando lo hicieron, la ovación fue general:

—¡FELIZ CUMPLEAÑOS, REITA SAMA!

Vítores, globos, Miyavi, apostado en el puesto de las bebidas, le lanzó unos bóxers que sacó del bolso. Takanori puso la música (que no era de Chopin, sino de the GazettE, please bitch) y la fiesta comenzó.

—¿Has organizado todo esto tú solo? —le preguntó Reita a Takanori una hora después de que empezara el meollo, tras librarse de Yomi y Sakito que le habían tirado ya noventa y nueve veces de las orejas entre los dos y Miyavi y Aoi trataran de violarle.

Takanori asintió y se llevó la copa de vino a los labios.

—Te habrá costado mucho trabajo.

Dos horas, en realidad. Pero no lo dijo.

—Apenas recordaba que hoy era mi cumpleaños.

Takanori no respondió, aunque para sus adentros se imaginó la situación de que Reita no se hubiera acordado y él hubiera fingido que no se acordaba.

—Creo que debería mandarle otro mensaje a Emi—reflexionó Reita.

—¿Te está gustando esta fiesta, Reita? —preguntó Takanori por fin.

Reita miró alrededor. Era la viva imagen del desenfreno. Los nightmare, medio desnudos, corrían por el balcón agitando los brazos, completamente ebrios. Aoi y Uruha se lo montaban en la piscina. Kai fumaba, delante de ellos, su octavo porro. Terry y Miyavi charlaban a voz en grito y se derramaban el champán por la comisura de los labios. Rina, Haeny y Mai robaban discretamente las toallas y la ropa, que estaban desperdigadas por el suelo, pertenecientes a los rockeros famosos.

—Es genial—admitió Reita—está toda la gente a la que quiero. Pero…

Takanori no necesitó más para comprender. Se lo había dicho a Aoi, a fin de cuentas.

 

 

Lo que realmente le gustaba a Reita no eran las fiestas desenfrenadas, ni el alcohol,  porque sabía que siempre que se ponía ebrio cantaba baladas románticas a diversos héroes épicos, desde el Mío Cid hasta Paquito el Chocolatero, cuya fama trasciende a la historia y pasa a formar parte de la conciencia mundial desde lo que se nos antojan sus albores.

Lo que realmente le gustaba a Reita era Takanori.

Se escabulleron discretamente de la fiesta y se fueron al dormitorio que, desde hacía unos meses, compartían.

—Tenía un regalo para ti…—admitió Takanori, refiriéndose al corazón de peluche del altillo.

—Deja eso para luego—le instó Reita, tumbado sobre la cama, desnudándose—ahora ven aquí.

Takanori se apoyó sobre la cama, con ambas rodillas al lado de los costados de Reita.

A cada embestida, ambos gemían suavemente. Después, más fuerte. En crescendo. Acabaron gritando, como solían hacer, aunque solo fueran por el morbo. No los oirían de fuera, ya que el cuarto de Takanori estaba insonorizado (puesto que ahí hacía las prácticas de Dominatrix en la historia paralela a esta).

Durante aquella noche, fueron muchas personas. A veces eran amantes, a veces amigos, compañeros, enamorados, a veces, amo y esclavo, enemigos, a veces,  combatientes, y a veces, uno solo.

El año 20 (33) de Reita comenzó como habían comenzado los anteriores, con un nuevo suspiro, que le indicó que seguía en la vida.

 

{27-05-14 Reita's birthday} ~Just keep smiling a year more, my shining angel...~

Notas finales:

Sé que quedó cortito, que no hubo apenas lemon y que la trama no tenía revés...

¡pero quería subirlo hoy!

Entiéndanme.

¡Espero que les haya gustado! Quiero rw's con su amor

Y para Reita, que no leerá estas palabras, que sigas creciendo, que sigas sonriendo y siendo tan uke como eres...eres perfecto y hermoso.<3

Los amo, a todos.

Bye.

@HaenyPark


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