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La máquina perfecta por InuKidGakupo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Dragon Ball, sus secuelas y sus personajes no me pertenecen, son obra de Akira Toriyama y la Toei.

Notas del capitulo:

Tenía que hacerlo, tengo esta historia atorada desde hace mucho, además, le estoy pagando a 16 algo por adelantado. Ojalá les guste que a mí sí. Tiene muchos sentimientos. Disfrútenla!

Dijo que sólo él podía escuchar el susurro del viento, que únicamente sus ojos eran capaces de mirar aquello que el mundo mostraba, que incluso los habitantes de este planeta ignoraban sin arrepentimiento, que podía llegar a sentir eso que la humanidad había abandonado ya. Estaba conectado con todo aquello que contenía paz y vida. Más allá de su propia misión y la venganza, parecía estar hilado a algo que sólo él comprendía.

Al comienzo, cuando lo vi por primera vez, quedé impresionado. Era un frío robot, alto, fuerte, hábil, un ser casi indestructible, capaz de llevar a cabo nuestra venganza con relativa facilidad. Pensé que este ser, creado solo de metal y carente de debilidades humanas como Dieciocho y yo, sería el más sanguinario de los nuestros. Pero el doctor Gero olvidó una cosa, confió ciegamente en que, al nacer solo de piezas robóticas, este sería la máquina de matar más grande que hubiera conocido, pero estaba equivocado.

Debo admitir que fue una decepción en un principio, mirándolo con tan pocas ganas de matar, sin ganas de divertirse ni hacer nada más que aniquilar a Goku, pero ni para eso tenía prisa o el interés suficiente como para atacar en su momento vulnerable. Era aburridísimo viajar en auto con él, detenernos en ciudades y que él ni se tomara la molestia de bajar de su auto. Mentiría si digo que me irritaba, en aquel entonces me daba exactamente lo mismo. Yo me estaba divirtiendo.

Dieciocho insistía en hablarle durante nuestros largos trayectos en la furgoneta, pero “el hombre silencioso”, como solíamos llamarlo entre nosotros, se limitaba a asentir o contestar brevemente, a penas y conocía su voz. No lo entendía, pero creí que su falta de entusiasmo hacía la destrucción, matanza y “diversión” era porque su falta de humanidad también le arrebata cosas triviales como esas, y que vivía siendo simplemente eso que era, un frío robot.

Un día, mientras avanzábamos sin ningún rumbo en aparente, Dieciocho pidió que paráramos repentinamente, qué estaba aburrida del coche y tenía ganas de estirar las piernas y destruir un poco. Paré el auto en la orilla de una carretera, a mitad de la nada, rodeados únicamente por animales y vegetación. Decidí, entonces, quedarme cerca de la furgoneta, mientras mi hermana caminaba buscando que cosa hacer.

Para mi sorpresa Dieciséis se unió a mí, bajando del auto después de que pensé que se había quedado pegado a él de alguna manera. Decidí no decir nada, observándolo de reojo mientras esperaba de brazos cruzados recargado en el cofre. Fue ahí, siendo uno de los primeros días de haberlo visto, que miré en su rostro inexpresivo algo similar a la felicidad, en realidad, estaba sonriendo, parecía encantado. Los animales se acercaban a él, y Dieciséis los acariciaba y aceptaba como si no tuviera en cuenta su nivel de destrucción. Cómo si olvidara que no era más que un arma destructiva. Arrugué el entrecejo, ¿Qué se suponía que era eso? Si era un robot y no había dentro de si las trivialidades humanas, eso significaba que tampoco podía admirar, sentir, querer, amar… ¿Qué rayos era todo eso?

Un ave, escandalosa, se acercó a él, posándose sobre una rama de un frondoso árbol, el cual, brindaba de sombra a Dieciséis, quién quedó perplejo ante su belleza. Era absurdo, sólo era un estúpido pájaro, ¿Qué tanto podía haber en él? Mostró una sonrisa, feliz y sincera, y mi mano se movió en impulso ante aquella escena. La rama cayó calcina después de que, con una energía de Ki, calcinara al animal de una vez por todas.

-¡¿Por qué hiciste eso?! – reclamó ofendido, girándose para clavar su dura mirada en contra mía. Me sorprendió el hecho de que, de las primeras veces que me hablaba, fuera para lloriquear por un ave insignificante.

-Era escandalosa, sólo la hice callar de una vez…- frunció el ceño ante mi respuesta, y mostré una sonrisa de satisfacción ante aquello. –Además, ¿Qué tanto le ves? – pregunté, pero él sólo se dio la vuelta, subiendo al auto un momento después, colocándose en el suelo cruzado de brazos y con los ojos cerrados. –Vamos, no puedes enojarte por eso… hemos matado miles…- argumenté, colocándome frente a la puerta abierta.

-No me molesta el hecho de que la hayas matado – me dijo, sin siquiera abrir los ojos. –Lo que no me gusta es el hecho de que tú no puedas verla – agregó, pero yo no entendí a qué se refería, así que me quedé fijo en él. –Me parece inaudito que tú no puedas ver al ave como yo, que para ti sea insignificante… al final, eres igual a ellos…- abrió finalmente sus ojos grises, mirándome como si esperara una gran reacción ante aquello.

-¿Igual a ellos? ¿Quiénes ellos? – cuestioné, cruzándome de brazos y mostrando ese lado arrogante que crece en mi naturalmente.

-Al final de cuentas, sigues siendo un humano, Diecisiete…- me dijo, y por supuesto que me enfadé aquel día. Para mí, en mi mente repleta de prejuicios y superioridad, en donde me creí un ser invisible más allá de los dioses, ser rebajado a un humano, como alguna vez lo fui, era humillante.

El viaje duró días enteros, incluso he olvidado ya el tiempo que pasamos vagando como loco por las carreteras, destruyendo y disfrutando de lo que nuestra fuerza nos daba acceso, pero en cada uno de ellos, había algo nuevo que distinguía de Dieciséis, cuando matábamos gente, él jamás se inmutaba, en realidad, parecía que aquello le daba exactamente lo mismo, sin embargo, cuando algún animal quedaba desprotegido ante nuestros ataques, parecía alterarse en demasía, más si este sufría de alguna forma.

-Hey, Dieciséis, mira esto…- dije un día, atreviéndome al más loco experimento, deseando internamente ver una reacción. Él me miró, y yo le mostré un gato que tendía de mi mano, llamando su atención de inmediato. Tomé una de sus patas, retorciéndola a un sentido, siendo abrumado por el estruendo de dolor del animal.

No me di cuenta del momento en que el gato había escapado de mis manos, ni el segundo en que Dieciséis estaba a más de diez metros de mí, tratando de enderezar el miembro del animal y sacándolo del campo de batalla. – ¿Qué se supone que pretendías con eso, Diecisiete? – preguntó Dieciocho, colocando sus manos en las caderas, atenta a la imagen frente a nosotros.

-Fácil, mirar la reacción de este gigante… patético, ¿Cómo se compadece por eso? ¿Qué hay de interesante en los animales y en la naturaleza? Todo es la misma escoria…- Dieciocho se encogió de hombros, pero Dieciséis me miró desde la orilla de su ojo, esperaba que lo hiciera con odio, con rabia, con ganas de golpearme y despedazarme, y quizá tendríamos un duelo interesante. Pero no fue así, me miró como si tuviera lastima, como si fuera yo la criatura indefensa.

Solté un gruñido ante eso, abriendo la puerta del conductor y subiéndome, decidiendo esperar fuera de aquella ridícula escena. Mirarlo así, sintiendo lastima y adoración por algo más que no fuera la guerra me revolvía, ¿Por qué rayos estaba desperdiciando tanto potencial en arreglar la pata de un estúpido gato? ¿Por qué me veía como si yo fuera el del error cuando era él quien al parecer no conocía su lugar? A través del espejo retrovisor los vi esa tarde, incluso Dieciocho terminó por compadecerse del gato y entre los dos le recuperaron la pata, recuerdo los ojos de Dieciséis mirarme de esa misma manera más de una vez, descubriendo mi mirada la cual disimulaba en la lejanía.

Para nuestra desgracia, nuestro camino no fue bien, Goku no estaba en su casa y el tiempo que gastamos yendo hasta ahí había sido en vano, estábamos conscientes de que Dieciséis sabía la ubicación exacta del paradero de ese tipo, pero él no quería compartirlo, ni nosotros teníamos la prisa de averiguar, así que nos movimos de nuevo.

Parecía que las cosas no estaban de nuestro lado, pues “El hombre silencioso” habló, informándonos que una gran energía se había desatado, que era bastante peligrosa y que debíamos movernos, rápido, y por extraño para nosotros, sugería huir. Paramos en otro sitio después, otro bosque en donde los tres decidimos tomar un descanso y pensar con calma que sería lo que haríamos, pues la insistencia de peligro del robot era mucha.

-Voy a caminar, estoy harto de esto…- dije, alejándome de los otros dos, abriéndome paso entre los árboles y maleza, hasta dar con un claro donde decidí sentarme.

-No pueden arriesgarse…- su voz me sacó de mi relajación, y solté una maldición en voz baja.

-Es absurdo lo que dices… y lo que él dice, es imposible que sea más fuerte que nosotros…- aseguré, esperando que con eso se calmara y se marchara de ahí de una vez.

-No lo es, todo eso es una trampa… y lo sabes, los absorberá y todo terminará de la peor forma, debes escucharme…- giré mi cabeza a un lado, mirándolo con desdén, ¿Desde cuándo me decían a mí que hacer?

-Me sorprende que pienses así, siendo consiente de tu fuerza y de la nuestra, ¿De verdad crees que podrá contra los tres? Incluso yo solo podría vencerlo… - aseguré, pues todo ese rollo de Cell me venía dando risa.

-Se los dije una vez, tengo un radar de fuerza, y no estoy bromeando cuando les digo que ese tipo es fuerte, no podremos contra él… - solté una sonrisa socarrona, mirando de nuevo a la lejanía frente a mí.

-Tranquilo, lo mataremos, aniquilaremos a Goku y el mundo será nuestro, todo va a estar bien – Ahora fue el turno de él para reírse, solo que su risa fue sarcástica, apagada, como si mi afirmación le resultara tan estúpida que daba gracia.

-¿Y tú crees que si hacemos eso todo va a estar bien? – inquirió, y fruncí el ceño pensando sus palabras.

-Bueno, para nosotros sí…- volví a sonreír, saboreando el momento en que el planeta estuviera al fin libre de esas molestosas moscas.

-¿Y para lo demás? Diecisiete, ¿estás seguro de que quieres vivir en un mundo vacío? Ahora incluso la idea de matar a Goku me parece absurda…- su afirmación me hizo voltear a verlo descolocado, dudando de mi capacidad auditiva por un momento.

-¿Te parece absurdo? Pero esa es tu misión, para eso fuiste creado, para vengarte… al igual que nosotros…- Se acercó a mí, hasta estar parado a mi lado, fijo en el mismo punto en el horizonte.

-¿Y de que te vas a vengar, Diecisiete? ¿Qué te ha hecho Goku a ti? – sus ojos, fríos, me miraron, esperando una respuesta que él bien conocía.

-Sabes que el Dr. Gero nos almacenó esa información, para vengarnos en su nombre…- expliqué, como si el otro fuera ignorante de eso.

-¿Para cumplir con la absurda venganza de un viejo que ya ni siquiera está vivo? Sabes por qué el Dr. Gero quería vengarse de Goku, ¿No? Por qué fastidió sus planes de gobernar el mundo junto con la Red Ribon y salvó al planeta de su ejército de locos… dímelo, Diecisiete, ¿Goku merece ser castigado por eso? – arrugué el entrecejo, y me vi de nuevo como aquellas veces que despertaba asustado y el maldito viejo nos regañaba diciéndonos que aún no estábamos listos. Me sentí usado. Manipulado y arrojado a un destino que no me correspondía.

-Tal vez no lo merezca, pero no estaré tranquilo hasta verlo morir…- Y era cierto, aunque en el fondo mi cerebro estaba convencido por otros argumentos. –No me interesa lo que le pase a este planeta después…- Dieciséis se giró levemente a mí, mostrando una vez más aquella mirada llena de lastima, incluso de compasión o ternura… ¡No estaba muriendo ni en un error!

-Siento lastima por ti…- abrí los ojos al límite al escuchar aquella afirmación a mis suposiciones. –Vives como ellos, Diecisiete, tener partes robóticas no te libras de ser un humano… y eso es bastante triste…- Me levanté de inmediato, enfrentándolo con ojos fieros ante aquello.

-¡Yo no soy un humano! ¡En todo caso, el que más parece humano aquí eres tú! – grité con fastidio, levantando un dedo en el aire señalándolo acusador. -¡Eres tú el que quiere salvar la tierra! ¡Acariciar y convivir con los animales! ¡Avanzar por los prados y los campos apreciando su “belleza”! ¡Amando todo lo natural! ¡Eres más humano que robot! – Dieciséis se mantuvo en silencio ante mis reclamos, escuchándolos sin siquiera cambiar su expresión. Me miró, angostando sus ojos, y supe que tendría un buen argumento para justificarse.

-Ser humano no significa nada de eso, en realidad, ser humano significa todo lo contrario. Los habitantes de este planeta, se han olvidado de eso, son egoístas y crueles, descuidan y no valoran lo bello de este mundo… ellos han ignorado ya que tan bueno es este planeta, se encierran en sí mismos y no ven más allá, no escuchan más allá… no valoran nada. –Sus ojos se movieron alrededor, como si mostrara lo que acaba de decir. –Son destructores, crueles, envidiosos, egoístas, mentirosos, cobardes… se matan unos a los otros en guerras absurdas, sin importarles lo que puedan dañar en su paso, destruyen su hogar sin pensarlo… ser humano no es ser como yo…- detuvo sus ojos en mí, y yo no caía en cuanta de que lo que decía era cierto. –El Dr. Gero me hizo un robot completo, quitándome todos aquellos sentimientos humanos, creyendo así, que yo sería el más vil de los asesinos. Pero se equivocó, al no poner nada humano en mí, me libero de todas aquellas atrocidades… no soy humano, soy alguien que sabe apreciar mejor lo que ellos consideran insignificante… - se giró, mostrándome su ancha espalda. –No podemos dejar que esto muera, si Cell se apodera de ustedes, no solo la tierra morirá, terminará por explotar la galaxia entera… -

-¡He dicho que no podrá matarnos y si lo hace, no me interesa que le pase a este planeta!  – exclamé, tratando inútilmente de convencerme a mí mismo, tratando de persuadirlo a él, tratando de que no me sintiera tan imbécil, tratando de aparentar que seguía sin importarme.

-¡Mira atentamente, Diecisiete! – Fue más rápido que yo, y cuando me percaté, sus brazos me sostenían fuertemente desde atrás, agarrando mi cara para obligarme a ver al frente. Mis pies flotaban del piso, colgando desde su altura y sin posibilidades de zafarme de su agarre. –Escucha lo que el bosque te dice, lo que el viento susurra, lo que este planeta te pide… siéntelo, Diecisiete… es importante que lo hagas…- me sacudí, y a la brevedad, el abrió su abrazo liberándome.

-¿A quién le interesa que lo haga? – pregunté, girándome y colocándome en posición de pelea.

-A mi…- dijo, y las ganas de pelear se me fueron, reemplazadas por esas ganas de vomitar. ¿A él que demonios podría importarle lo que yo piense? Chirreando los dientes, pasé por su lado de regreso a la furgoneta.

Pero por supuesto, “El hombre silencioso” tenía razón otra vez.

Fui absorbido por Cell, y no tuve conciencia total de lo que sucedía, no hasta después de que, por alguna extraña y milagrosa razón, desperté con vida, sin esa sensación explosiva dentro de mí. Busqué a mi hermana, y para mi suerte ella hizo lo mismo conmigo. Lo último que recordaba era que Dieciséis trataba de salvarme de Cell, al igual que otros tantos, pero ahora no entendía nada.

Dieciocho me contó todo lo que sabía, que no era mucho más de lo que yo tenía en mente, pero que, según escuchó, después de que Cell nos tragara a ambos, dio un plazo de unos días antes de pelear contra Goku y el resto, me dijo también que Dieciséis había peleado, y que la última vez que lo vio estaba muy herido, pero que una mujer había logrado reconstruirlo. Por desgracia, había muerto, aplastado como si fuera nada por esa basura de Cell.

Traté de mostrarme indiferente ante la noticia, incluso solté un par de insultos hacia su persona, por preocuparse demasiado y por haber arriesgado su existencia con tal de proteger el planeta. Por dejarse matar. Mi hermana se mantuvo un par de días a mi lado, pero ante mi indiferencia y ante la extraña insistencia de ella por convivir con un humano, se marchó en menos de una semana. Entonces, cansado de esa vida carente de sentido, y después de darme cuenta que mi poder ahora era tan débil en comparación a otros, sabía que no podía continuar comportándome de esa forma tan inmadura.

Me marché sin un rumbo aparente, vagando por el planeta hasta que llegué a aquel lugar. No supe si mis pasos y mis remordimientos hicieron un complot en mi contra, pues me llevaron hasta estar frente a aquel lugar, aquel que fungió como campo de batalla durante los juegos de Cell. Me paré en la punta de una montaña, observando detenidamente aquellos montones de tierra, árida e infértil, era un desierto ahora, donde el único movimiento era generado por el aire que menaba la arena marrón del lugar.

¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Qué era lo que quería ver? Me pregunté, pero en el fondo no quería responderme, la verdad me pesaba como nada. Comencé a caminar, andando sin dificultad por entre piedras y sin importar el calor que hacía en el lugar, me permití examinarlo detenidamente. A pesar de que estaba dentro de Cell en ese momento, vagos recuerdos llegaban a mí de esa batalla, como si de alguna manera fuese consiente de los actos de ese androide mientras me tenía dentro. Miré entonces, a través de esas imágenes veloces, el detalle que sabía de sobra, estaba buscando.

Pasé por sobre unas piedras, encontrando grandes cráteres sobre la superficie, prueba fiel de la pesadilla que se había desatado ahí. Mis ojos se movieron al frente, encontrando el punto exacto que visualizaba. Era un lugar vacío, simple, igual que el resto del panorama ahí, sin aparente importancia, al menos para aquellos que no supieran observar con atención. Ahí, en medio de un par de rocas, yacía sobresaliente de la arena una mata roja como el fuego, sacudiéndose débilmente con el resto del panorama, incluso parecía ya haberse fusionado con el paisaje.

A pesar de la opresión en el pecho que sentía, mis pies, valientemente o involuntariamente, avanzaron, deteniéndose hasta que mi sombra cubría ese pedazo de suelo. Caí en una rodilla, no estaba seguro si era el dolor que se acumulaba en mi pecho, o la necesidad de estar más cerca y mirar aquello de una vez por todas. Si Dieciocho no me hubiera dicho que desearon quitarnos las bombas, podría asegurar que en ese momento explotaría. Recorrí mi mano, hasta que las yemas dieron con la superficie caliente, acariciando un momento la arena antes de clavar los dodos en ella.

Lo sentí, y tuve que cerrar los ojos al momento de tirar hacia afuera. Cargué aquello, sintiéndolo como cualquier cosa, dándome el valor de abrir los ojos lentamente. Era desagradable en más de un sentido, y me descolocó la sensación, había visto morir a mucha gente, incluso yo les había arrebatado la vida de maneras no muy agradables, me había manchado las manos de sangre con más de uno… ¿Por qué esta imagen ahora me parecía grotesca? ¿Por qué mis ojos no soportaban ver aquello?

Desabroché mi pañoleta con la mano libre, envolviendo aquel pesado metal en ella un momento después. Había algo dentro de mi diferente, mis manos temblaban y mi rostro estaba acalorado, sufriendo espasmos que me esforcé en detener. Giré, a nada de salir de ahí, pero una mancha negra llamó mi atención desde el suelo. Me incliné lo suficiente para tomarla, sin necesidad de mirarla mucho identifique de inmediato de que se trataba. La doble “R” yacía en aquel circuito rectangular. Ese maldito Cell, había sacado incluso su “cerebro” de su lugar.

Lo metí entre el paño naranja, alzando el vuelo a una dirección conocida… guiado simplemente por esa opresión en el pecho. Algo que entre los humanos lo denominan culpa. Aterricé en la orilla de la carretera, aquella que estaba vacía la mayoría del tiempo, partiendo por la mitad aquel paraíso. Me adentré en los árboles, andando unos pocos metros hasta alcanzar ese claro, en donde se observaba un acantilado y la caída del sol amargamente.

Llegaron a mi mente, sin previo aviso, reproduciéndose como si se tratase de una cinta, los momentos que estuvimos acompañados de alguna manera. Las veces, en las que dentro de la furgoneta, nos caía la noche y dormíamos incómodamente en la parte trasera. Sabía que él no podía dormir, pero permanecía con los ojos cerrados y los brazos cruzados en su pecho. Recuerdo no haber dormido en largo rato, mirándolo y contemplándolo, preguntándome sobre muchas cosas misteriosas, y que después de un rato, sus ojos se abrían, mirando en mi dirección, brillando por la luz nocturna. Evitaba su mirada y fingía dormir, pero sin que pasara mucho tiempo, mi vista volvía a su rostro… y él, sin abrir los ojos otra vez, sonreía ladinamente al ser consciente de ello.

Me costaba trabajo creer que ya no volvería a verlo, de ningún modo o manera, que su voz no sería escuchada jamás, y que a penas y conservaba recuerdos de ella por las pocas veces que llegaba a hablar. Sólo quedaba la información almacenada en mi cabeza. Nada real, como si jamás hubiese existido para nadie. Mis rodillas dieron contra el suelo, y con mis manos hice un hoyó, lo sufrientemente grande como para colocar aquello. No era justo para él quedarse en aquel desierto, cuando lo que había amado, aunque sea un corto periodo de tiempo, había sido eso: la naturaleza, lo vivo, el bosque y los animales, aquel ruidoso, y a su vez, silencioso y tranquilo lugar.

Lo desenvolví, mirándolo un poco más antes de colocarlo en medio del agujero, pasando mis manos de nuevo por la superficie hasta que terminó por cubrir todo. Al menos merecía eso, incluirse y terminar en medio de lo que amó. Era un completo imbécil, no había duda. ¿Cómo pudo morir? ¿Cómo pudo irse tan rápido? ¿Cómo se marchó sin siquiera haber disfrutado más de esto? No lo hizo, y sin embargo parecía defenderlo y amarlo más que cualquier otro. ¿Cómo era posible?

No tenía sentido que permaneciera ahí, pero aunque lo intenté, mi cuerpo no respondía, no podía moverme… Él era una máquina… sólo era un robot que no debía siquiera existir, ¿Por qué lamentaba su muerte entonces? ¿Por qué si apenas lo conocía? No debería importarme, no debería sentir ese nudo en el pecho y definitivamente no tenía sentido que mis ojos comenzaran a humedecerse... ¿Por qué él de entre todos?

¿Por qué él, si él era justo? ¿Por qué cuando peleaba por el planeta, más allá de fuerza o egoísmo?, peleaba por lo que los demás no… y aun así se había ido. Sabía que Goku había muerto también, ¡Pero él al menos tenía alma! Goku iría al cielo y pasaría ahí sus días… que injusto era eso, el precio de ser una máquina. El Dr. Gero había imitado un cuerpo, una fuerza, una inteligencia, pero había dos cosas que no podía imitar jamás: El alma y el corazón.

Dieciséis estaba completamente perdido. Él ya no existía más, ni con los vivos, ni con los muertos, en ningún lado, se había desvanecido con la vida que le fue prestada por tan poco tiempo. No tenía una familia que sufriera por su ausencia, ni que lo espera o recordara con melancolía, ni que llorara por él y por supuesto que tampoco contaba con una posibilidad de volver como el resto. Ni siquiera estaba seguro de si habría valido la pena. Al menos había tenido el tiempo suficiente para mirar lo que otros no miraban ya. Las lágrimas rodaron por mis ojos, atravesando por gruesos senderos mis mejillas, apreté los ojos, tratando de no ver mi propio sufrimiento.

Sentí entre mi mano aquel objeto, aquel en donde se almacenaban los recuerdos de Dieciséis, aquello único más cercano a un corazón y un cerebro. Era lo representativo al alma de un robot. Sus fríos circuitos. Lo apresé con mis dedos, y una parte de mí se negaba dejarlo ahí, no deseaba abandonar su alma en ese sitio. Ni en ningún otro. Lo guardé en la bolsa de mi camisa, cerca del pecho, para luego aplastarlo con mi palma, como si de alguna manera deseara que se fusionara conmigo. Ahora estábamos igual y lo sabía, solos en ninguna parte.

Dijo que sólo él podía escuchar el susurro del viento, que únicamente sus ojos eran capaces de mirar aquello que el mundo mostraba… pero mintió, aquel día, mientras yacía de rodillas frente a una tumba improvisada, sosteniendo contra mi pecho una placa que guardaba el alma del robot que, irónicamente, era más humanístico que cualquiera, lo escuché. Aquella canción organizada por la naturaleza, por lo vivo, por el viento y por los animales. Fue ahí, cuando entendí por qué amaba tanto aquello… era algo que llenaba de calidez, sin importar que él estuviese atado a un cuerpo frío.

Incluso ahora el susurro de su voz parecía transportarse en aire.

Continuará…

Notas finales:

Iba a ser un One-Shot, pero las cosas se alargaron en mi cabeza y sería mucho. Espero yo sean solo dos. En el siguiente hay algo de AU, pero completamente justificado.

Gracias si leyeron, saludos!


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