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Invisible por Korone Lobstar

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Notas del fanfic:

Este fic nació de un e-mail que me envió mi dulce y fiel lectora Žh€Nª H±K a la cual he empezado a apreciar muchísimo, siempre sabe como subirme la moral de golpe y hacer que las musas de la inspiración vengan todas a mi. Es como mi estrellita de la suerte ^^

 

La dije que la dedicaría un one shot, y aunque no lo crea esto es lo que la estoy escribiendo xDDD

Lo único es que se me hacía demasiado largo para ser un one shot así que he decidido que sea un mini fic de tres capítulos como mucho.

Este es el primero, estoy deseando ver que os parece.

La temática es profesor-alumno, así que sentaos a leer y disfrutad todo lo que queráis ^^

Disclaimer: Todos los personajes de One Piece que uso para mis fics son de Oda.

NOTA IMPORTANTE: También quiero aclarar en esta parte que esto es una adaptación de Kasa no shita futari de Junko, cosa de lo que no me había dado cuenta cuando lo escribí. Ya decía yo que estaba demasiado inspirada cuando escribí esto xDDD

Notas del capitulo:

Pues aquí está la primera parte de la trilogía que será este mini fic de temática profesor-alumno que tanto me ha pedido mi querida Žh€Nª H±K ^^

Bueno, que puedo decir...la verdad es que le he dejado justo en plena situación porque no podía seguir escribiendo. Si lo hacía me arriesgaba a que me quedara demasiado largo y con ello demasiado pesado, así que lo voy a dividir más o menos en partes iguales para que se queden bien proporcionados.

Espero que os guste y gracias por leer ^^

Cuando buscas la palabra desesperación en el diccionario sólo encuentras la frase: “pérdida total de la esperanza” o “alteración del ánimo causada por cólera, impotencia o enojo”. Si miras en otros diccionarios o quizás simplemente teclees en el ordenador por internet aparecerán otras tantas que leerás una y otra vez y te dejarán igual.

Porque, ¿Quién puede definir lo que es la desesperación? ¿Quién ha sido el loco que se ha atrevido a darle un frío significado a un sentimiento tan abstracto? ¿Es que los sentimientos acaso tienen una definición? ¿Se pueden palpar? ¿Se pueden oler? ¿Se pueden desechar?

No, no se puede. Cuando se te clava la espina de la rosa que sostienes con tanta fuerza hasta sangrar no puedes tirarla al suelo y dejar que se pierda entre las briznas de hierba de tu jardín del edén. Aquel jardín que nunca quisiste y el cual te viste forzado a sembrar, a cuidar y a plantar en él esquirlas que se desprenden de tu corazón sin preguntarte.

Caen al suelo, se rompen, estallan, se quedan enterradas en el abono de tus lágrimas y se riegan con tu saliva. Esperas unos días, meses o años y ahí tienes todo lo que sembraste y ahora te toca recoger antes de que la maleza y las plantas crezcan tan altas que te sepulten en una lápida natural de hojas secas y marchitas.

No puedes definir lo que tienes escondido en la caja de tu corazón, en el baúl de tus sentimientos, en el veneno que te hace latir.

Por más que había buscado en libros, páginas de internet e incluso preguntado nadie ni nada era capaz de hacerle entender qué le estaba pasando. No sabría decir si era desesperación, cólera, ira, frustración, o quizás sólo una mezcla de cosas.

Puedes verle, puedes sentirle pero no puedes tocarle. Porque ambos son como un rosal. Llenos de espinas infranqueables que ni la más llameante espada de amor puede despejar tu camino.

Sentía que, día tras día, su corazón se encogía un poco más. Sus ojos le atravesaban el alma, le cosían te quieros en los labios y le hacían poemas de desamor en un cuaderno.

Eustass Kid no sabría decir cómo podía haber caído en tal sucio juego del destino, cómo pudo tropezarse con tal bache y no volver a levantar cabeza. Pero ahí estaba. Tirado en el suelo de su imaginación, reacia a creer que la realidad fuese tan dura y decidida a darle un final feliz a algo que no podía tenerlo.

Los días del año pasaban impasibles uno tras otro, dejándole atrás, haciendo a todos caminar hacia delante, hacia un futuro prometedor de felicidad donde él no encajaba. Todas las mañanas. Minuto a minuto, hora tras hora, día a día. El tiempo corría veloz frente a aquella ventana que daba al patio del instituto, mostrándole las maravillas de las hojas caer en otoño, de los copos de nieve dejarse guiar por el viento de un lado hacia otro y acumularse en las copas de los árboles y sobre los coches, las flores brotar una tras otra llenando el campo y toda su visión de un estallido emocional de colores vibrantes. Año tras año, día tras día, labios y labios.

Sus ojos de color ámbar sólo podían separarse de aquella ventana que le enseñaba cuán bello puede ser el exterior para contemplar la octava maravilla del universo. Una creación tan perfecta que el mismo Dios si existe tendría que estar regocijándose sobre su lecho por un buen trabajo. El profundo color metal de unos ojos tan fríos pero a la vez tan cálidos y apasionados. Un color gris tan puro como aquello que crecía en su interior. Sentía que podía nadar en aquellos ojos hasta ahogarse en las lágrimas que jamás había visto salir de ellos, llenar sus pulmones del agua contaminada de su pudor, de sus frunces de ceño y de su quietud.

Todo él era una obra de arte. No sabría decir en qué momento creció eso en su interior inundando su jardín del edén con cientos de rosas de un vibrante color gris, rosas relucientes de metal que se alzaban imponentes sobre el resto de flores que habían crecido, intimidadas sólo por el creador que las dio vida. Desde el primer día que vio sus ojos se perdió en ellos para siempre, como una trampa mortal, como una hoz que le ha segado el alma y se la ha llevado para quedársela como presente.

Sus labios tostados, sus manos, sus dedos tatuados y largos, sus expresiones, sus sonrisas fugaces pero sinceras, sus miradas, la forma en la que escribía en la pizarra. Su ropa conjuntada que le hacía ver más delgado de lo que ya era, su pelo negro, sus pendientes. Su manera de explicar la vida, su manera de enseñar a aquel sediento de conocimiento.

Inteligente, frío, distante, mudo a veces y hablador otras.

Desde que entró en aquel instituto y le vio por primera vez supo que algo podía decir aquel sujeto. Que quería que fuese para él. Que aquel profesor dejara de mirarle como a todos los demás y le prestara atención. Que le viera, que le sonriera sólo a él y que le dijera que quería fundirse en sus brazos.

Año tras año, miraba por aquella ventana cercana a su mesa para no derretirse en el ardor que iba bajando hasta su pecho y de ahí hacia su pantalón, clavando sus pozos ambarinos lejos de aquel hombre que le hacía viajar a otros mundos donde sólo ambos existían, donde por fin podía tener algo de su atención. Por fin ver de verdad aquellos ojos tan distantes y deshacerse de la venda que parecía que el moreno tenía con él. ¿Acaso no existía en esa puta aula? ¿Por qué nunca le miraba como le miraba él? ¿Por qué tenía que tragarse toda aquella mierda sin recompensa alguna? ¿Por qué esperar algo a cambio de alguien que ni si quiera le mira más de una vez en una hora?

La gran pregunta era, sin duda: ¿Cuándo se dará cuenta de que estoy aquí dispuesto a darle todo aquello que jamás ha soñado, aquello que cualquier hombre o mujer mataría por tener?

No se consideraba una persona sentimental. No se consideraba romántico, no se consideraba considerado. No se consideraba atento, ni ordenado, ni mucho menos afectivo. No se consideraba nada porque para su profesor de biología no era nada.

Había llevado el yugo del silencio todo ese tiempo, desde que entró en el instituto hasta ahora, ese último año. Cada vez que llegaban las vacaciones de verano se decía a sí mismo: “esta vez lo haré.”. De verdad quería hacerlo. Dejar de pensarle por las noches en su cama, dejar de pintar retratos sin cara, dejar de buscar en el agua del mar sus manos, dejar de soñarle.

Pero llegaba septiembre, y con él las clases. Con eso aparecía delante su mayor demonio. Sus clases, sus compañeros, los insufribles horarios y sobre todo su profesor de biología con un cuerpo de escándalo. ¿Cómo estaría aquel cuerpo hecho para el pecado y la lascivia sin ropa?

A veces incluso cerraba los ojos para poder aspirar aquel dulce aroma que desprendía su perfume de limón, dejándose llevar por el olor del cítrico hasta las nubes y, después, caer como un yunque hacia el océano y morir sin aire que respirar.

La gente en clase aquel día estaba tremendamente alborotada, por fin el final del curso estaba cerca y con ello el fin de su paso por el instituto. Se graduarían, se tomarían unas copas y cenarían y luego se despedirían de todos los profesores para dar paso a la selectividad y con ello a la universidad para aquellos que quisiesen realizar aquella clase de estudios superiores.

Adiós a su perfume de limón, adiós a sus ojos grises, adiós a sus labios carnosos y coloreados, adiós a su pelo negro, adiós a su voz.

Adiós a aquella religión que se había creado en el pozo de los deseos, hasta siempre la fotografía de ambos que jamás tendrá sobre la mesilla de su dormitorio. Desesperación, creciendo en su jardín, creciendo sin parar hasta ahogar todas las flores entre espinas de veneno. Se le agotaba el tiempo, y lo sabía. Era consciente de que aquel día llegaría tarde o temprano, creyendo que cuando llegara estaría preparado para afrontar la cruda realidad. Pero nunca lo estuvo de verdad.

Él…siempre creyó que podría superarlo. Que con el tiempo dejaría de sentir aquello que muchos cantantes y poetas llaman amor. Que el tiempo lo curaría todo, que un clavo sacaría otro clavo.

Que burda mentira.

¿Cuántas mujeres y hombres habían pasado ya por su cama? ¿Cuántas? ¿Acaso podía contarlos? ¿Acaso podía describir aquella sensación de dolor cuando al despertar por las mañanas veía la cara de un desconocido y no su cara? ¿Acaso alguien podía entender aquel sufrimiento que tenía en la garganta cuando deseaba gritarle y pegarle, destrozarle la cara por no darse cuenta de que está ahí, que existe, que le desea con todo su corazón?

Que nadie jamás se atreviera a decirle que le comprendía, que nadie jamás osara acariciarle el hombro o el pelo, que nadie jamás imaginara un futuro junto a Eustass Kid, porque Eustass Kid no quería un futuro con nadie que no fuese aquella persona con la que apenas había hablado jamás de nada que no fuesen exámenes y deberes.

Estiraba su mano hacia aquellas mejillas morenas todas las noches, en lo más profundo de sus sueños. Allí donde aquel hombre le sonreía con suavidad y se dejaba acariciar, donde se quitaba los pantalones y se sentaba entre sus piernas. Donde la seda de su piel se escurría entre sus dedos y el calor se acentuaba a medida que ambos cuerpos se rozaban cargados de pasión. Pasión mutua, donde ambos se comían entre besos carnales, caricias afiladas.

Allí estaban de nuevo las cuatro paredes que habían sido testigo de sus emociones, aquella clase llena de alumnos entusiasmados con el fin de su paso por el instituto y deseosos de saludar a su brillante futuro en alguna buena universidad.

Allí estaba él sentado en su mesa, al lado de su amante la ventana. A su lado su mejor amigo colocándose la melena rubia dejando que las chicas de atrás, compañeras de clase, le peinaran y le hicieran trenzas de todo tipo. En el pupitre sentado en su silla Trafalgar Law, mirando a sus estudiantes desde aquel trono que le daba el poder de calificar y decidir el destino de muchos.

Debajo de su silla sus pies parados sin moverse, descansando sobre la montaña de basura que él mismo había creado año tras año, donde su corazón tenía que estar borracho pidiendo por las esquinas unas monedas para cocaína.

Y debajo, debajo de todo eso, veía el reflejo de lo que siempre sintió buscando en los libros el remedio para su enfermedad terminal, temeroso de acabar muerto.

-Kid.

El pelirrojo desvió la mirada con muy mala gana de la brisa veraniega que corría entre los tallos verdes de las flores que aún quedaban vivas del abrasador calor que ya pisaba fuerte por la calle. Su amigo le estaba mirando con los brazos cruzados sobre la mesa y sus ojos verdes apenas visibles por el enorme flequillo rubio que los tapaba.

Desvió de nuevo la mirada a la ventana con un suspiro cansado.

-Oe, Kid.

El pelirrojo se sintió arder por dentro de mala hostia cuando le golpeó en la cabeza una goma de borrar. Miró de nuevo a su amigo con el ceño fruncido.

-Esta tarde cuando salgamos de clase nos vamos todos de cervezas para celebrar que hemos acabado exámenes, ¿te apuntas?

Se le oyó refunfuñar por lo bajo, a lo que Killer sonrió de manera torcida.

-Espero que no se te ocurra dejarme solo con toda la tropa. Además –desvió su mirada hacia la pizarra y Kid hizo lo mismo, sin poder evitar mirar el culo de su profesor de biología que estaba dando unas explicaciones sobre ciertos temas que les podrían caer en selectividad.- te vendrá bien para ahogar penas.

Kid hubiera alzado una ceja si hubiera tenido alguna. Puso los ojos en blanco y se quedó hipnotizado mientras se deleitaba con el movimiento de aquellos labios tostados en movimiento mientras salían de ellos aquella melodiosa voz suave pero áspera, profunda y fría. Killer era su mejor amigo desde que tenía uso de razón, y cuando llegó al punto de no retorno, a aquel punto en el que no podía volver la vista atrás y olvidar se lo tuvo que contar. Killer desde el primer momento había denegado aquella “relación”, porque sabía lo mal que podía acabar su mejor amigo si no salía de aquel pozo cuanto antes. Pero los años pasaban y el rubio sólo podía quedarse a mirar cómo se hundía más y más sin poder ayudarle.  Nunca llegó a entender cómo podía haberle dado tan fuerte con una persona, dado que el amor frágil y doloroso pronto se deja pasar. Aún a sabiendas de que Kid nunca tendría el corazón de su profesor jamás había descartado la opción. Muchas veces le había intentado liar con amigos y amigas suyas, y con todos se había acostado. Pero a la mañana siguiente Kid le llamaba por la mañana para contarle que el polvo no había estado del todo mal y que no tenía pensado volverlos a ver. Era desesperante ver cómo tu amigo se hunde en la mierda y tú no puedes hacer nada.

Ese último año Killer se juró a si mismo que iba a olvidar el tema. Al fin y al cabo todos los años era la misma sonata pero nunca llegaba a nada, mucho menos a mantener una conversación con Trafalgar. Cuantas más vueltas le daba más ridículo veía que Kid pudiera acercarse a un profesor con el que apenas había hablado de nada. Quedarse mirando la vida pasar desde luego no era la mejor forma de enamorar a alguien.

Además era ridículo joder. Kid era su amigo, pero era estúpido a veces  que daban ganas de meterle dos hostias. Era un alumno y él un profesor, no había vuelta de hoja. Tenía que convencerle de que dejara de darle vueltas de una puta vez y encontrara a alguien que sí le valiera la pena.

Pareció que Kid se lo pensaba unos instantes, instantes en los que miró a aquella persona que tanto sufrimiento le había costado y luego miró a su amigo. ¿Por qué no? El alcohol siempre ayudaba un poco.

-¿A qué hora? –el rubio sonrió con ganas esta vez.

-Después de comer. Vamos todos a por unas hamburguesas y después al bar. ¿Te hace?

El pelirrojo asintió y pareció que Killer hizo un gesto victorioso. Suspiró y volvió a mirar por aquella ventana.

-Eh –Kid fulminó con la mirada a aquella mano que se había posado en su hombro.- ya queda menos.

“Sí” se dijo mentalmente Kid. Ya queda menos para no volver a ver jamás a Trafalgar Law. Para poder olvidarle para siempre. Cuando empezara la universidad se vería forzado a no verle nunca más. Se alegraba muy en el fondo y también le dolía. Ojalá hubiese podido acercarse, ojalá hubiera hecho algo más que quedarse de espectador viendo como la persona que le ha hecho sentir tantas cosas en aquellos años se alejaba más y más hasta el punto de querer desaparecer.

Al poco tiempo el timbre sonó y todos los alumnos a la vez se levantaron con muchísima prisa, emocionados por lo poco que les quedaba de curso y saliendo a trompicones del aula.  Killer se quedó esperando a su amigo en la puerta. Kid al poco le siguió pero se detuvo unos instantes para ver cómo el moreno recogía su carpeta y su libro para irse el último y cerrar. No se dio cuenta cuando aquellos ojos grises se le quedaron mirando fijamente.

-¿Pasa algo, Eustass-ya?

El pelirrojo casi da un respingo de la impresión y entonces sintió a su amigo tirar de él hasta alejarle de aquella aula. Law se quedó mirando cómo se iban con cara de sorpresa y duda, bastante extrañado por el comportamiento de ambos pero quitándole importancia.

La comida se le había hecho más que amena. La gente de su clase a veces podía estar pirada y le encantaba estar presente cuando montaban una buena en cualquier sitio. Era muy gracioso ver la cara del dueño de la hamburguesería cuando Luffy, un chico de su clase más para allá que para acá, se subía a una mesa a bailar con dos patatas fritas en la nariz y alguno que otro le seguía emocionado por la gilipollez del momento. Él se había alejado con una carcajada al ver cómo se caía de la mesa y se comía en suelo con la cara. Killer como siempre había estado rodeado de algunos amigos que tenían en común como Heat y Wire, que siempre estaban cerca cuando se los necesitaba y que casualmente aparecían en todas las quedadas que hacían para salir a pasarlo bien.

Heat tenía un extraño don con las mujeres, porque era muy tímido y apenas podía hablar con una y mantener una conversación normal pero todas se le acercaban alegando que era monísimo. Siempre tenían que intervenir Wire o Killer a meterse entre medias y explicarle a la pobre chica que Heat era tan tímido que no podía hablar con una mujer.

Las cervezas pronto siguieron a la comida. Se bebían una tras otra, comentando las estúpidas hazañas sin sentido que habían conseguido aquel último año de instituto como sacar menos de un 0 en un examen, o llegar a tener una media de 5 raspado en una asignatura en todos los exámenes. Había algunas cosas que te dejaban con la boca abierta, como las aventuras de Nami robando los exámenes que iban a poner al día siguiente. Merecía la pena verla contar cómo robaba la llave de la sala de profesores, se colaba cuando no había nadie y los cogía en un visto y no visto antes de que nadie la pudiese pillar. O la hazaña de Franky al contar que en el taller de tecnología había conseguido hacer un robot perfecto en pleno movimiento cuando el profesor sólo había pedido que hicieran un circuito eléctrico simple. Aunque en ese tema en concreto había mucho debate porque ese día Kid se picó tanto con Franky que hizo un robot tan perfecto o incluso mejor que el suyo. Killer recordaba cómo después de eso ambos acabaron a puñetazos.

En general aquellos años tanto Kid como Killer, que se conocían de niños, habían hecho una cantidad enorme de amigos, y todos ellos grandes y geniales. Sabían ambos que podían contar con ellos siempre que lo necesitaran, porque aunque la mayoría tuviera serios problemas psicológicos eran todos buenas personas.

El camarero estaba como loco sirviendo cervezas cada dos por tres, dado que la mayoría de ellos se las bebía como si fuera agua. Kid daba gracias a la gran tolerancia que tenía con el alcohol, sino estaría ahora mismo como Ussop, tirado en el suelo junto con Zoro porque se les ocurrió retar a Nami a beber. Eso sí, la pobre ahora andaba de una manera exagerada debido al efecto de la bebida, y parecía que se iba a dislocar la cadera y a romperse en pedacitos como un muñeca de porcelana que se cae al suelo. Con esos pechos tan grandes a todos, incluso al camarero, se le iban los ojos y ponían caras de querer meter el rostro entre sus tetas y morir asfixiados. Killer se limitó a sentarse en la barra al lado de Heat, al cual le tocó aguantar a la Nami borracha y se puso rojo como un tomate al tener tales tetas tan enormes al lado de su cara. Wire se quedó callado todo el tiempo que estuvieron bebiendo sin parar, aunque por el suave rubor que tenía en la cara sabía que tenía que estar también bastante perjudicado.

Killer como siempre estaba controlando a todos y cada uno de ellos, parecía la niñera cada vez que salían todos juntos a disfrutar de su libertad.

Rápidamente la noche se les echó encima, y más de uno tenía ya que irse a su casa. Salieron casi todos a trompicones del bar por culpa de los efectos del alcohol, tambaleándose entre risas y carcajadas. Sanji dijo que él mismo llevaría a Zoro a su casa para que no fuera una molestia en el culo, dado que su orientación siempre fue nula y si encima iba perjudicado no encontraría su casa ni en un millón de años. Nami se fue junto con Robin y Franky diciendo que tenían que pasarse por algún restaurante para encargar comida y llevársela a casa, y los demás lentamente se empezaron a desperdigar. Los últimos en irse, como siempre, fueron Kid y Killer, que salieron de aquel callejón hacia la avenida principal donde ambos se separaron, dado que uno vivía en una punta de la ciudad y el otro en la otra.

Hacía bastante calor aquella noche, se podía ver cómo los mosquitos se agolpaban por acercarse a la brillante luz de las farolas. Había bastante gente como de costumbre, cosa que le molestaba en grandes cantidades. La gente por la noche a esas horas normalmente venía o de emborracharse como era su caso, aunque no fuese borracho realmente, o iba a hacer alguna cosa que no debería. Aún recordaba cuando se escapaba de casa cuando era más pequeño a romper cristales de fábricas abandonadas con Killer, esos sí eran buenos tiempos. Le pesaba bastante el tener que despedirse de toda esa gentuza a la que llamaba amigos pero con la que le encantaba matar el tiempo entre alcohol y comida. No cayó en la cuenta hasta pasado un largo rato en que nadie se había molestado en decir la hora que era, y cuando miró la pantalla de su móvil parpadeó. Su viejo se iba a cabrear de sobremanera. Incluso recordó que nadie había dicho nada de cenar y estaba hambriento. ¿Dónde iba a encontrar a esas horas un sitio abierto para poder comer? Seguro que su padre no le había dejado nada para cenar como siempre, y si lo había hecho sabría a rayos. Desde que su madre se murió cuando él sólo era un niño su padre siempre se intentó encargar de todas las tareas domésticas pero no servía ni para tender la puta ropa. Toda la comida que cocinaba o se le quemaba, o se le pegaba a la sartén o se quedaba chiclosa y su sabor dejaba mucho que desear.

Por eso la cocina siempre se la dejaba para él mismo aunque su dieta por las noches solía ser comida precocinada o simplemente una pizza. Pero ahora dudaba que llamar a una pizzería fuese rentable, seguramente el servicio a domicilio no funcionara a esas horas de la noche. Por el camino esperaba encontrar alguna solución a su problema con la cena, o si no le tocaría irse sin cenar y no había cosa que le pusiese de peor humor.

El ruido de una puerta abrirse le sacó de su mundo y alzó el rostro para tragar saliva tan rápido como lo hizo. La persona que tenía delante suya no era nada más ni nada menos que Trafalgar Law, con una ropa mucho más casual que la que solía vestir en clase. Llevaba unos vaqueros ajustados, una camiseta negra de manga corta y un colgante de plata, sin hablar de la esclava que normalmente no solía llevar en la muñeca. El moreno se le quedó mirando sorprendido igual que él por encontrarse a un alumno suyo a esas horas en un día de diario, así que se giró para mirarle bien. Detrás suyo había un hombre fornido y muy alto, de increíble musculatura con el pelo totalmente blanco. Sus ojos castaños se fijaron en el chico pelirrojo que ambos tenían delante mientras sostenía unas bolsas.

-¿Le conoces? –rompió el hielo aquel desconocido para Kid, haciendo que Law parpadeara para responder.

-Sí, es un alumno mío. ¿Qué haces a estas horas por la calle, Eustass-ya? ¿Te has perdido? –sonrió de lado al ver el ensimismamiento que tenía el menor, haciendo que el pelirrojo frunciera el ceño y sonriera de la misma manera.

Vaya, jamás había visto aquella sonrisa tan natural en su profesor. ¿Sería ese su verdadero yo? ¿La persona que era normalmente cuando no tenía que interpretar el papel de profesor? Si era así desde luego no había cabida a la decepción; le hacía incluso más atractivo de lo que siempre le había parecido que era.

Antes incluso de que Kid pudiese responder el hombre de pelo blanco lo hizo por él.

-Así que un alumno. Soy Smoker, el amigo de este idio- -se cortó antes de terminar la frase porque soltó un gemido de puro dolor al sentir el codo del moreno clavarse en sus costillas. Cuando se recompuso le fulminó con la mirada a lo que Law hizo un gesto de pura inocencia mal fingida. Por supuesto adrede.

-Es un amigo. Perdónale porque su única neurona a veces choca de pared a pared de su cerebro y le causa conflicto. ¿Qué haces aquí? –repite aquella pregunta cuya respuesta aún desconocía.

-Me iba a casa, he estado con Killer. –se limita a responder pasando la mirada de uno a otro. Suspira yendo a pasar por un lado de la acera para dejarles atrás e irse a su casa sin querer continuar la conversación. Las conversaciones estúpidas no eran su fuerte realmente.

-¿Has cenado? –cuando escuchó aquellas palabras de su profesor se quedó congelado en el sitio y se dio lentamente la vuelta para encararle a él y a su amigo peliblanco. No sabía que responder realmente, ¿Debía hacerlo? ¿Debía engañarse un poco más, dejarse llevar por la intuición y simplemente seguirle? ¿Debía hacerlo esta vez?

Envuelto en sus pensamientos aquel hombre de pelo blanco se acercó a él y le dio una palmada en la espalda para que hablara o al menos se moviera hacia el coche. El pelirrojo reaccionó al instante.

-No, aún no. –se metió las manos en los bolsillos de su vaquero negro mirando de reojo al moreno y luego con el ceño fruncido hacia aquel hombre.

-Entonces ven con nosotros, hemos comprado comida de sobra. Nunca nos lo terminamos todo –alega su profesor alzando una de las bolsas, sacando las llaves de su coche y abriéndole para abrir luego la puerta de atrás y dejar ahí una de las bolsas de comida.

-Querrás decir que nunca te la acabas –dijo Smoker mirando al chico.-  Come menos que un jilguero.

-Eso no es cierto, tú comes demasiado.

Fingiendo indignación el moreno montó en el asiento del conductor y el peliblanco se apresuró para montarse en el del copiloto. Kid, decidiendo que no se iba a quedar atrás, se montó atrás encargándose que las bolsas no se movieran demasiado durante el viaje.

Cuando llegaron y se bajaron los tres el pelirrojo no cabía en sí de su asombro. Se esperaba que el moreno viviera en una casa, la típica en un barrio bien con un jardín bien y unos vecinos bien. Sin embargo, estaban en un barrio que no era ni muy bueno ni muy malo, donde había varios grafitis cerca de unos pisos que él mismo supuso que sería donde él vivía. Law les hizo un gesto para que subieran las escaleras que daban a la primera planta, sacando las llaves de su casa y dejándoles pasar a ellos primero, quedándose el último para cerrar y echar la llave.

Se hizo paso quitándose los zapatos primero y se fue directo a lo que parecía el salón para dejar la bolsa que llevaba.

El menor se quedó ahí plantado observando cada detalle de la casa de aquel hombre que tenía ocupada tanta parte de su mente, fijándose en las fotografías enmarcadas. La mayoría parecían ser de él con algunos de sus amigos, otras incluso con un tío rubio con un abrigo de plumas rosas y otras con mucha gente alrededor, pero no parecía que hubiese alguna que fuese de una pareja o un marido o mujer. Eso era un punto a su favor.

Se estremeció cuando sintió algo ronronear bajo sus pies, y cuando bajó la vista hacia el suelo pudo ver una bola blanca de pelo enorme restregarse contra sus piernas con un dulce ronroneo.

-Bepo –se acercó el moreno a su alumno y se agachó frente suya para coger al gato.- Perdónale, es muy cariñoso incluso con la gente que no conoce.

Kid le quitó importancia con un gesto de la cabeza y se dirigió al salón con su profesor, sentándose ambos alrededor de la mesa mientras el mayor empezaba a sacar toda la comida que habían comprado. El peliblanco llamado Smoker había ido a la cocina para sacar tres litronas de cerveza las cuales dejó sobre la mesa en la que parecía que iban a comer acomodándose al lado de Law con naturalidad, sacando un paquete de puros y dejándole cerca de un cenicero con forma de osito.

Se sentía bastante fuera de lugar durante la cena, pero no le pareció nada incómodo ni desagradable. El tal Smoker tenía pinta de ser muy estricto, pero por lo general parecía alguien a quien podías pedir ayuda cuando la necesitabas. Por el otro lado, el moreno comía como un niño, poco a poco, mientras hacía comentarios totalmente fuera de lugar, comentarios que a más de uno con estómago sensible le habría hecho vomitar. El tema de las vísceras le había intentado alejar de su mente cuando, mientras él y el peliblanco comían tallarines con ternera, Law les contaba de forma apasionada los estómagos e intestinos de aquellos animales.

Tras la comida los tres bebían animadamente, como si el moreno no fuera su profesor y él no fuese su alumno. Se sentía más cerca que nunca de él, eso podía asegurarlo.

Notas finales:

Bueno, ¿qué os ha parecido? 

¿Os ha gustado como para dejarme algún review? ^^

Espero leerlos pronto apra ver qué os parece, el siguiente va a ser la clave de la trilogía, ¡muy atentos! 

Como ahora tengo bastante tiempo libre voy a intentar no tardar nada en actualizar, así que por fin no tendréis que esperar un milenio para que actualice xDDD


Un besazo enorme ^^


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