Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Marioneta De Cristal por Satan666

[Reviews - 112]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Espero que les agrade esta historia, es completamente original.Fue editada, por lo que si la seguías hace unos años, te recomiendo que las vuelvas a leer. 

  Si me quieren apoyar en wattpad también subo mis historias en la plataforma.    https://www.wattpad.com/user/karenvruz  

También hice un trailer para esta historia en la plataforma de tiktok, espero les guste.   

https://vm.tiktok.com/ZMeykhEHp/  

Mis otras historias están en proceso de edición. 

Capítulo XXI. (Insistencia)

POV Adrián

Pasamos toda la semana buscando cualquier cosa que nos sirviera para descubrir los planes de los Red K; o algo que pudiera funcionar como una ventaja. Fue realmente agotador para todos, no pudimos dormir mucho y tuvimos que mantenernos lo más despiertos posible o estaríamos en unos cuantos problemas si llegaba a haber una confrontación con cualquier otro bando. Pero lo más difícil de todo era no haber podido ver a S durante esos días, porque tenía a los Halcones sobre mí todo el tiempo. No me pude sacar su mirada de la cabeza.

Esa noche cuando me vio con M, esos ojos no parecían ser los de mi novio, parecían ser los del asesino al que todos le tienen miedo, y del que tanto me advirtieron mis amigos, antes de verme consumido bajo su control. Él no dijo absolutamente nada, me miro y sonrío antes de irse con los demás y un inmenso dolor en el pecho no me dejo en paz durante toda la noche. Nunca había sido víctima de alguna de esas miradas, por lo que no sabía que significaban y tenía que hablar con él lo antes posible.

Aunque yo sabía que lo estaba sintiendo no era nada más que culpa.

Use cada minuto de mis ocasionales descansos para entrenar, tanto mi puntería, como mi cuerpo, comenzó a preocuparme mi poca resistencia física, y a pesar de que mis padres me obligaban a hacer todo tipo de ejercicio posible o práctica en la casa y un campo de entramiento, se me fue olvidando con el pasar de los años. Sostener una espada no es lo mismo que una pistola y se lo dije a Darío una tarde, en la que me temblaban tanto las piernas, que no estaba seguro de cómo me podía mantener en pie. Se sorprendió por el hecho de que supiera cómo usar una espalda, me dijo que era un estúpido por no haberle dicho algo así con anterioridad y desde entonces también se ocupo de enseñarme a defenderme con un cuchillo.

En cuanto al entrenamiento físico, me hizo correr por varias calles cerca del lugar de los Halcones, luego tuve que levantar un poco de peso y finalmente el entrenamiento de auto defensa. Durante los primeros días pensé que no lo resistiría, pero cuando terminó la semana me sentía más seguro de mi mismo y mucho más motivado, no renuncie en ningún momento, a pesar de la opinión popular de terceros. Aunque estaba siendo bastante duro, sabía que sería un beneficio para mí, quería estar listo para cualquier situación en la que me viera envuelto.

Terminé de dispararle a los blancos que me había puesto y aunque aun no lo hacía perfecto, el cambio era evidente. Incluso George y Jacobo se terminaron uniendo a la práctica para mejorar sus habilidades, ninguno era mejor que Darío. Aun no se me había dado la oportunidad de hablar con ellos, y la verdad es que seguían comportándose muy extraño. Pero no hice preguntas durante esos días y solo me recordé salir de eso lo antes posible.

— ¿Sabes manejar? – Me preguntó Darío.

— Una moto ni de chiste, pero mi padre me obligo a tomar lecciones de manejo hace un par de años.

— Tenemos un auto que podemos usar para los trabajos más fuertes, ya sabes, incluso hay que viajar para otros estados en algunas ocasiones, le pregunté a Bruno y dijo que es hora de sacarlo de nuevo, a pesar de que nos movemos más rápido en las motos, no suena mal ¿Cierto?

— ¿Qué si no suena mal? Suena perfecto, no puedo creer que accediera. – Le dije, sin poder evitar sonar sorprendido. Escuche como detrás de mí una botella se quebraba, George le había dado limpiamente.

— Te dije que no es tan horrible como piensas, por cierto, parece que los disparos ya no te ponen nervioso. – Dude por el primer comentario ¿Bruno no tan horrible como pienso? No hay forma en la que cambie todo lo que pienso sobre él, aun si el hombre se convierte en un héroe.

— No me había dado cuenta de ello. – Admití.

— Te estás acostumbrando. – Me dijo.

— No estoy seguro de si eso es bueno o malo.

— Supongo que mitad y mitad, deberías irte a bañar, terminamos por hoy.

— Gracias jefe. – Le sonreí y salí del campo de entrenamiento.

Estaba completamente sudado, ese día nos habíamos excedido un poco, así que tuve la intención de correr hasta la ducha, pero una figura se interpuso en mi camino. El chico me miro con mala cara y no pude evitar hacer lo mismo, fastidiado. La verdad es que sigo sin entender cuál es su problema conmigo.

— ¿Puedes quitarte del camino? – Me dijo.

— Santiago, si yo tuviera tu tamaño cuidaría un poco más mi boca.

— Por favor, no eres mi hermano para estarme sermoneando, ya tengo más que suficiente con él.

— ¿Puedo saber al menos por qué me odias? De verdad intento entender que fue lo que te hice. – Me acabo de dar cuenta de que no tengo nada de paciencia para los niños.

— No me agradan los tipos como tú, es solo eso. – Desvió la mirada.

— Si ese es el caso puedes unirte a Bruno y juntos pueden ser los tipos que me odian sin razón. – Gruño por lo bajo y paso de largo hasta el campo de entrenamiento.

Desde que Santiago apareció y se volvió una presencia constante en la vida de todos, se aseguro de hacerme saber por todos los medios que no soy de su agrado. Y realmente no tengo ningún tipo de problema con ello, para mí es solamente un niño y el hermano pequeño que Darío no soporta. Sin embargo, su mirada pesa de una forma que ciertamente me hizo incomodar un par de veces. Mi plan era el mismo que con Bruno, solo evitarlo, pero en más de una ocasión pude fijarme en el hecho de que me vigila; y al principio no le di importancia, pero luego se volvió un poco escalofriante.

Subí hasta el baño y me encerré para darme una buena ducha, me tarde al menos una hora, perdido en mis pensamientos, divagando entre todas las cosas que habían ocurrido los últimos días. Supe que era hora de salirme cuando el vapor no me dejaba ver mi propia mano. Apague el agua y me puse una toalla en la cintura. Camine hasta la habitación y me puse unos pantalones deportivos ajustados color azul, una camisa negra algo grande y amarre mi cabello con una liga.

Me tumbe sobre la cama para tomar el celular y escribirle a S, como había hecho durante todos esos días, pero no recibí ninguna respuesta, de nuevo. Estaba preocupado de que estuviera realmente molesto conmigo.

El sonido de la puerta me saco de mis pensamientos, puse el aparato en mi bolsillo y como pensé que era alguno de los chicos solo le dije que pasará, pero fue Bruno quién entro y de inmediato me senté sobre la cama, porque de otra forma me sentiría con la guardia baja. Me observo con fastidio y supe que no me estaba buscando a mí, sino a Darío.

— Esta con los chicos y Santiago en el campo de entrenamiento. – Le dije.

— De acuerdo y alístate que en un rato nos vamos a trabajar.

— Claro. – Tan pronto cerró la puerta, suspire.

Me levante y tome todas las armas para guardarlas, incluso el cuchillo con el que había estado entrenando. Podía hacer muy buenos cortes con la hoja y haciéndolos en el lugar preciso podía llegar a inmovilizar a un enemigo; fue algo que descubrí cuando estaba entrenando con Darío y le hice un corte muy limpio en la muñeca, que lo hizo sangrar tanto que me asuste. Por mi culpa le quedo una cicatriz, pero él me dijo que no estaba molesto, que no era la primera vez que le ocurría algo así y tampoco la última. Por suerte un par de chicos entre los Halcones son buenos enfermeros y se hicieron cargo de la herida, detuvieron el sangrado.

Tome la máscara y la puse en mi bolsillo antes de bajar a la sala. Entre a la cocina para servirme un vaso de café, que me hizo estremecer cuando paso por mi garganta, caliente y amargo. Salude a los chicos que estaban por los alrededores comiendo o hablando, con el tiempo comencé a llevar relaciones cordiales con varios Halcones y eran muy agradables. Tome un paquete de galletas y me tire sobre el sofá para comerlas, mientras esperaba a los demás. La rutina supuse que era la misma que todos esos días, acercarnos a La Cueva para hacer un recorrido, luego separarnos para investigar en otros locales populares o como los chicos los llamaban "Centro de intercambio." Eso nos tomaba varias horas, toda la madrugada, por lo que regresábamos al amanecer para discutir sospechas o conversaciones que pudieran ser de relevancia.

No estaba seguro de que Bruno estuviera siendo honesto con nosotros, según él no era mucho lo que se sabía hasta el momento, en sus palabras, muy pocas personas se metían directamente con los Red K para hacer negocios, y los que si lo hacían eran bastante fieles a ellos, o demasiado cobardes como para traicionarlos. Estuve agradecido por la existencia de los cobardes, ya que no los dejaban progresar rápido como querían.

Es increíble como una voluntad puede balancearse tanto como la mía.

Cuando me encontraba con algún rostro conocido o amigo de los Red K en los locales, estos solo fingían no conocerme, y no estaba seguro de si se trataba de un respeto silencioso a mi novio o si los tenía amenazados de alguna forma. De todos modos no habían aparecido rostros nuevos de los Red K durante esos días, todos los que veíamos en los locales eran personas que había conocido con anterioridad. Lo que me hizo preguntarme que pretendían hacer, no estaba al tanto de nada, por no haber podido hablar con ellos.

Todos bajaron después de un rato, completamente listos para irnos, y me sorprendí cuando vi el rostro de Santiago entre las personas que iríamos a hacer el recorrido. Darío tenía cara de pocos amigos y no es para menos, su presencia nos entorpece la existencia.

— Estamos todos listos, entonces vámonos. – Dijo Bruno.

Me sentí aliviado cuando no vi al dueño de los ojos negros, pero no baje del todo la guardia, porque ese era su juego, y ya lo estaba comenzando a entender. El hombre claramente quería volverme loco, apareciéndose justo cuando menos me lo estoy esperando, jugando con mis emociones y mi paciencia. Trate de evitarlo todo lo que me fue posible, pero descubrí que la insistencia es algo que se le da bastante bien, y no hay nada que lo detenga. Sabía que M estaba buscando algo, por lo que no quería darle el gusto de conseguirlo, sin importar cuánto lo pensara, no terminaba de creer en lo que me dijo.

— Adrián. – Me llamo Darío y de inmediato me arrojo algo, lo atrape antes de cayera al piso.

— ¿Qué es esto?

— Las llaves, vas a conducir. – Me dijo mientras se ponía unos lentes de sol, abrí las manos y efectivamente era el juego de llaves.

— ¿Y el auto?

— Sígueme.

Eso hice y sabía que el lugar de los Halcones era mucho más grande de lo que pensaba, era un gran terreno. La casa estaba en la parte del frente, y el campo de entrenamiento atrás y al parecer un poco lejos se encontraba un acceso que no había visto nunca, que llevaba a un estacionamiento. Me sorprendí gratamente cuando vi el modelo del carro, ya que no espere nada llamativo, pero era bastante grande, era una camioneta expedition negra.

También vi otros carros, pero no pregunté quienes eran los dueños de los mismos; el resto era chatarra de motos a medio reparar. Y claro todo desprendía un olor bastante fuerte a gasolina y aceite de motor.

Me subí y ajuste el asiento y los espejos, intente recordar la última vez que estuve al volante de un vehículo, pero ya habían pasado algunos años desde eso. Sin embargo, tan pronto introduje la llave y encendí el motor, supe que no se me había olvidado cómo hacerlo. Darío me indico como salir de ese lugar, así que seguí sus indicaciones y cuando llegue a la calle nos estaban esperando George y Jacobo, se subieron en la parte de atrás.

— ¿Desde cuándo sabes conducir? Pensé que estaba Darío al volante. – Dijo George, bastante sorprendido.

— Tuve que tomar lecciones hace tiempo ¿Y cómo no pudiste verme?

— Los vidrios están polarizados, no pueden vernos desde afuera. – Dijo Darío.

— Entiendo. – Tiene sentido.

— Adrián, no creas que no te tengo confianza, pero ¿Puedes manejar bien? – Preguntó Jacobo.

— Por favor, no puedo creer que los chicos que se la pasan haciendo todo tipo de trabajos suicidas tengan miedo de ir en el mismo carro conmigo. – Hable entre dientes, molesto por su falta de confianza.

No volvieron a molestarme y me sentí mucho más relajado el resto del camino. En realidad se me da bastante bien conducir, pude moverme sin problema por las calles de la zona roja, que siempre eran como un laberinto y llegamos mucho más rápido de lo que pensé a La Cueva. Al parecer no controlaba la velocidad en la que conducía o eso escuche murmurar a uno de los chicos, pero yo estaba satisfecho con mi trabajo, porque llegamos vivos.

Entramos a La Cueva y el resto de los Halcones ya estaban haciendo el dichoso reconocimiento, así me separe de los demás para poder darme una vuelta por el sitió en el que siempre se la pasan reunidos los Red K, y pude ver a varios de ellos, menos al que estaba buscando. La mirada de Oliver se encontró con la mía y tuvo intenciones de decirme algo, pero se dio cuenta de que ahora estaba trabajando con el bando enemigo. Así que nos comunicamos con la mirada durante algunos segundos.

Mi pregunta silenciosa fue respondida. Pude interpretar que él si estaba en el local, solo tenía que buscarlo, para verlo al menos durante un momento, por el bien de mi paz mental. Apenas di el primer paso escuche un disparo, todo se quedo en silencio y de repente solo se escucharon gritos. Pude ver a los chicos no muy lejos, pero todos estaban bien, así que me ocupe de mi mismo. Me moví para agacharme detrás de una mesa con la mano sobre una de las pistolas. Los gritos y las personas corriendo solo entorpecían mi visión y cuando se escucho un segundo disparo fue mucho peor.

Me levante para ubicarme en un lugar diferente, pero sentí como alguien me tomo del brazo arrastrándome hacía abajo. Estaba rodeado de personas, pero me sentía ligeramente confundido, por lo que al principio me costó ver de quienes se trataba, luego me di cuenta de que todos los que estaban a mi alrededor eran Red K. Me quitaron del medio porque una de las balas pasó exactamente sobre el lugar dónde estaba hace un momento.

— ¿Te encuentras bien? – Me preguntó uno de ellos.

— Estoy bien.

— Si te pasa algo S nos corta la cabeza. – Suspire.

— ¿Qué sucede? – Le pregunté.

— Espera, baja la cabeza. – Puse los brazos sobre mi cabeza y la mantuve en el piso, después de un momento pude sentir a alguien a mi lado.

— ¿Todo en orden? – Era S, el desaparecido. Lo mire fijamente.

— Parece que se detuvieron. – Dijo Oliver.

— Necesito que lo certifiques, anda. – Oliver asintió y sin bajar su arma salió en dirección del ataque.

— Necesitamos hablar. – Le dije a S y me miro.

— No es buen momento, ellos están aquí ¿No? – Maldije al recordar que alguno de los chicos pudo haberme visto de este lado, con el enemigo.

— ¿Por qué no me contestas los mensajes? – Le pregunté.

— Aplaste mi celular, perdóname.

— ¿Qué...?

— S y Adrián, podemos dejar sus problemas de pareja para otro momento ¿No lo creen? – Dijo Ronald.

— ¿Se fueron? – Pregunté.

— Ya se fueron. – Dijo Oliver, regresando a nuestro lado.

— ¿Qué fue eso? – Les pregunté.

— Era una banda del páramo, nos quieren buscar problemas. – Me dijo Ronald, mientras todos nos levantábamos del piso.

— Tengo que volver con los Halcones, me deben estar buscando.

— Adrián. –Me dijo S, lo mire y me encontré con una mirada como las que estoy acostumbrado a ver y no como la del otro día. Eso me hizo sentir mucho más tranquilo.

— En otro momento me explicas que sucedió.

— Te amo. – Susurro cerca de mi oído para que fuera el único que pudiera escucharlo, mi cuerpo se estremeció de pies a cabeza.

— Yo también te amo. – Deje una caricia en su mano y me aparte de ellos lo más rápido que pude.

Mi corazón estaba latiendo con tanta fuerza que me costó reconocer las voces a mí alrededor, porque me tomo por sorpresa esa palabra, que no estoy acostumbrado a escuchar. Yo se que él me ama, porque siempre transmitimos los sentimientos entre nosotros de distintas formas, pero el hecho de que me lo diga de forma tan cruda, significa que algo no debe ir del todo bien. Si estos días había estado consternado, ahora tengo un ataque de ansiedad.

Las personas seguían alteradas, por lo que no dejaban de moverse de un lado para el otro y no pude encontrar a los Halcones fácilmente. Para mi desgracia el primero que encontré fue Bruno, nos miramos solo como por confirmar que el otro estuviera bien y me cruce de brazos mientras esperábamos a los demás. Pasaron algunos minutos hasta que todos los demás se reunieran con nosotros, nadie estaba herido. George no dejaba de mirarme nervioso, al parecer verificando que de verdad estuviera bien.

Estábamos en el mismo lugar en el que hable con S un día después de conocerlo, y no pude evitar sonreír ante el recuerdo. Fue cuando uno de los chicos comenzó a hablar, llamando la atención de todos, que me di cuenta de que Santiago me estaba fulminando con la mirada, como si quisiera atravesarme con ella. Entonces una alerta se encendió en mi cabeza.

— Estoy seguro de que esa era gente del páramo, reconozco la peste en cualquier lugar. – Dijo Darío.

— Si la gente del páramo se tomo la molestia de aparecerse por aquí y hacer una advertencia, significa que los Red K se están metiendo en terreno peligroso. – Nos dijo Bruno.

— Posiblemente busquen algún tipo de mercancía. – Sugirió George.

— Voy a mandar al otro grupo hasta allá para ver con que se encuentran.

— No mandes a cualquier idiota Bruno; si es verdad que se está formando una guerra entre bandos, van a estar completamente alertas con los invasores y esa gente está loca. – Le dijo Darío.

— Voy a mandar a unos cuantos que saben bien lo que hacen, pero si todo se sale de control, nosotros mismos nos encargaremos de la situación. – Lo mire.

— ¿Para eso buscaste a los miembros nuevos? – Le pregunté.

— En parte, nosotros trabajamos en la ciudad y necesitábamos gente a las afueras para mantenernos informados. – Me sorprendió que no me respondiera con desdén.

— Parece que los Red K se van, Bruno. – Le dijo Jacobo, y desvié la mirada a dónde había estado con ellos hace un momento. No pude ver a ninguno por los alrededores.

— Maldita sea, alguno de ustedes corra e intente sacarle fotos a todos los que estuvieron aquí esta noche.

— Yo voy. – Dijo George y se fue corriendo hacía la entrada.

— Necesito un trago. – Dijo Darío.

— Necesito dormir. – Dije.

Regresamos al lugar de los Halcones en cuanto terminamos de hacer el recorrido por los locales frecuentes para nosotros. En algunos estaban hablando lo que había ocurrido en La Cueva, y me sorprendió lo rápido que se corren los chismes en la zona roja; pero no descubrimos nada que fuera de utilidad, por lo que terminamos más temprano de lo habitual. Me tire en el sofá tan pronto llegamos y me quede dormido cuando estaba finalizando la reunión.

Darío me despertó cuando Bruno nos mando a dormir, me inquieto el hecho de que no se molestara porque no había escuchado todo lo que había dicho. Me levante con intención de subir a la habitación, pero justo en ese momento entro Antonio con todo su grupo, incluyendo a M. No pude evitar mirarlo y él se dio cuenta de inmediato, por lo que me sonrió, desvié la mirada.

— ¿Nos necesitabas? – Le preguntó Antonio a Bruno.

— Sí, quiero que vayan hasta el páramo y se den una vuelta por los barrios, todo lo que descubran nos va a ser útil.

— Entendido, entonces estaremos fuera durante unos días.

— Llévense la GMC, pero la quiero de regreso en perfecto estado. – Me tomo un momento entender de que hablaba, hasta que recordé que vi una GMC Sierra en el estacionamiento.

— Te estaré informando. – Le dijo Antonio. Me dedico una mirada y me saludo con una leve inclinación de cabeza antes de irse, yo lo salude con la mano.

— No te preocupes por mí, volveré pronto. – Me susurro M.

— Tengo cosas mucho más importantes de las que preocuparme en estos momentos. – Le dije, sonrío.

— Yo creo que si me extrañas bastante. – Se saco una cadena que hasta ese momento no me había fijado que tenía en el cuello. Lo mire atento mientras le sacaba el dije que tenía y me lo puso en la mano, era una pequeña cruz plateada.

— M...

— Nos vemos en unos días. – Y se fue.

Subí a la habitación y me recosté sobre la cama, completamente agotado. Darío estaba dormido, así que hice lo posible por no hacer ruido. Saque una cadena y le puse el dije para luego ponérmela en el cuello, sin ningún tipo de segunda intención, más que cuidarlo mientras su dueño regresa a buscarlo.

Me quede dando vueltas en la cama durante un rato, inquieto por todos los problemas y cambios que se estaban haciendo presentes en mi vida. Y las posibilidades de que realmente tuviera un futuro en la zona roja o en otro lugar ¿Podríamos llegar a tener en algún momento ese perro del que hablamos?

El futuro siempre es incierto.

...

La siguiente semana transcurrió de la misma forma que la anterior, fui lo más constante que pude con los entrenamientos y el trabajo, que seguía siendo bastante fuerte para nosotros. No progresamos en la investigación tan rápido como habían esperado los Halcones, pero aparecieron rostros nuevos entre los Red K y pasamos días buscando sus antecedentes.

Por el hecho de que mi novio aparentemente en un momento de poco juicio aplasto su celular no habíamos podido hablar, más que por unos pocos mensajes a través de Oliver. Estuve dispuesto a enterarme de que lo había hecho perder el control, pero no quiso decirme nada, y sospeche que la razón por la que no me lo estaba contando lo hacía sentirse avergonzado, un sentimiento poco usual en él.

Cuando terminó la semana pude ver a Antonio entrar con algunos de los chicos que se habían ido hasta el páramo para averiguar información de los bandos, pero no encontré a M por ningún lado. Ese fin de semana nos libramos del recorrido diario de los locales, y como todos teníamos algo de tiempo para nosotros mismos, pensé poder escaparme unas horas para ir al lugar de los Red K y ponerme al día con ellos.

Baje la madrugada del sábado con sumo cuidado de no llamar la atención de nadie, y aunque algunos chicos seguían despiertos, nadie reparo en mi presencia. Ciertamente siempre me había gustado el hecho de que todos intentaran no meterse en lo que no fuera su problema. Estaba helando por lo que mi cuerpo estaba temblando cuando pise la calle y mire hacia los lados para asegurarme de que no había nadie. Estuve a punto de caminar cuando sentí la presencia de una persona, así que de inmediato tome el cuchillo y lo puse a la altura de mi pecho.

— Miren nada más lo que me trajo la noche.

— M. – Me relaje de inmediato, pero me puso ansioso el hecho de que no pudiera verlo hasta que hablo, tampoco pude escucharlo.

— ¿Me extrañaste? Yo te extrañe.

— Creo que estuve muy ocupado como para extrañarte. –Sonrió.

— La noche es peligrosa, no deberías salir a estas horas. – Sus ojos negros se limitaron a mantenerse sobre mí en todo momento.

— No necesito tu permiso o tu preocupación. – Suspiré.

— No importa que tanto intentes luchar contra los vicios, ellos siempre encuentran la forma de arruinarte la vida. – Tomo la pequeña cruz entre los dedos para observarla, volvió a sonreír, satisfecho.

— ¿Y se supone que tú eres ese vició?

— Me pregunto cuantas veces al día piensas en mí. – Apreté los dientes.

— No pienso en ti porque tenga algún tipo de interés, lo hago porque sigo intentando entender que quieres de mí.

— Todo.

— ¿Todo?

— Absolutamente todo.

— No me conoces.

— En eso te equivocas, creo que sé más sobre ti de lo que te gustaría.

— ¿Sí?

— Me enteré de algunos chismes de la boca de terceros, puedo conseguir lo que quiero con un poco de persuasión.

— Necesito que detengas, ahora...

— Espera. – Puso un dedo sobre mis labios y desvío ligeramente la mirada.

— ¿Qué pasa? – Susurré.

— Alguien nos está observando, justo a tu izquierda por el callejón. – Lleve la mirada hacía ese lugar y aunque no pude ver a nadie claramente, si vi el reflejo de un arma que se asomaba sobre un charco de agua en el piso. Había llovido por la tarde.

— ¿Quién es? – No pude evitar sonar preocupado, y él lo noto.

— ¿Quieres que lo mate? — Preguntó.

— ¿Qué?

— Solo tomará un minuto. – Tuvo la intención de caminar hasta ese lugar, pero tome su mano y lo detuve.

— No lo hagas. – No estaba seguro de si era alguno de los chicos.

— ¿Entonces me quedo contigo? – Puso sus brazos a cada lado de mi cuerpo y recordé aquella noche en los 7 pecados cuando lo vi. Sus ojos parecen nuevamente los de un demonio.

— Quédate conmigo. – Le dije, intentando anular la idea de matar en su cabeza.

— Adrián. – Susurro sobre mis labios antes de presionarlos con los suyos ligeramente.

En ese momento supe que el gesto lo hacía para poder controlar sus otros impulsos, los malos.

Su aliento era una mezcla entre un cigarro muy amargo y el ron. 

Notas finales:

Les agradezco por leer, espero que disfruten esta historia. Preguntas, dudas y sugerencias en los comentarios.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).