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Marioneta De Cristal por Satan666

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Capítulo XLIII. (Ruleta rusa)

POV M

Atrape la carpeta y mire los papeles de forma superficial, imaginaba que me estarían mandando un trabajo similar mucho más temprano que tarde, porque la situación actual lo amerita, pero realmente no quiero irme lejos mucho tiempo. Lo mire de reojo y suspire; se que no le paso desapercibido mi descontento, así como a mí no me paso desapercibido el suyo, que problema. Espere que Bruno terminará de hablar para poder acércame y explicarle, pero él hablo primero.

— ¿Por cuánto tiempo te vas?

— Tres días... más o menos, es lo que espero. – Le dije.

— De acuerdo, no es mucho tiempo. – Susurro.

— No te pongas mal, nada me va a pasar, pero me preocupa dejarte solo.

— Estaré bien, no te preocupes. – Suspire ansioso y lo mire.

— Escucha Adrián, no debes bajar la guardia por nada del mundo, tampoco confíes en nadie, se que puedes cuidarte, no me necesitas para eso, pero porque no dejan de pasar ciertas cosas en nuestra vida estos días, no me siento cómodo si me debo alejar de ti.

— Ya lo sé, pero no creo que tengamos otra opción, estaré bien. – Tuve la necesidad de poder sentirlo cerca, así que presione ligeramente sus labios contra los míos.

— No creo que necesite decirte lo que siento en estos momentos.

— Yo también a ti. – Toque su barbilla y antes de dudar de nuevo, salí para subirme sobre la moto y ponerme en marcha.

Salí de la zona roja y me dirigí al otro lado de la ciudad, lo más alejado de este lugar, que se considera fuera de los límites permitidos. Esto es lo que llaman "La zona gris." Porque es dónde se encuentran las prisiones más famosas del estado, es tan temido como la zona roja y muy poco visitada por extraños ajenos a este territorio. Mi trabajo es mezclarme durante estos tres días con los presos, con el motivo de buscar información dentro de las jaulas de los criminales y estúpidos que terminaron pagando condena por toda clase y tipo de delitos.

No hay mejor lugar para buscar información, y no es la primera vez que lo hago, pero no es un trabajo fácil, no solo hay que lidiar con los guardias petulantes y con atisbos de grandeza, también hay que sobrevivir a todo lo que conforma la zona gris y el temor hacía ella, los presos. Por suerte tenemos contactos y puedo entrar para hacer mi trabajo durante estos días, la duda siempre es, si voy a volver a salir.

Era de noche cuando ya estaba vistiendo el horrible traje gris, negro y naranja con el número 2678bordado en el bolsillo superior izquierdo. Ya había cerrado el negocio con el guardia que se encargaría de mi estadía los siguientes tres días, un poco de polvo y efectivo siempre terminan convenciendo a los demás de dejarse comprar, pero yo no juzgo, soy un asesino porque me pagan por ello. No paso mucho tiempo cuando me trasladaron a la zona negra de la prisión, con los peores compañeros, es decir, todos los que fueron condenados por los delitos más graves.

El primer día siempre es el más difícil de pasar, pero me tengo algo de confianza, de todos modos gracias a mis habilidades sigo vivo. Además, ahora tengo una razón para regresar bien a la zona roja, una persona que me espera.

Mediante atravesaba el pasillo del séptimo piso, escuche todos los gritos, los insultos, las amenazas, cualquier persona se intimidaría, con las razones justas de hacerlo, pero las cosas que yo he vivido no se comparan a esto, solo sonreí, no porque me crea inmortal o invencible, lo hice porque ellos piensan que estar aquí, les crea reputación y respeto fuera de estas paredes. Finalmente cuando abrieron mi celda pude ver con lo que tendría que lidiar durante la noche.

— Hola compañero. – Sonreí.

Admiro a las personas que pueden atravesar una experiencia como esta y no desquiciarse, porque no es nada fácil, no solo por el hecho de sentirse atrapado y claustrofóbico. Todo lo que es este lugar termina siendo una tortura mental que genera pesadillas aun después de dejarlo. La primera vez que estuve en una jaula tenía 13 años, ya estaba trabajando como un asesino para varios hombres en la zona roja, intentaba sobrevivir, quería comer. Me atraparon trasladando polvo en el centro y termine encerrado en una correccional de menores, no estaba asustado, pero por primera vez en mi vida entendía que no era el único con una vida de mierda que sufría sin saber porque.

Escuche muchas historias de mis compañeros y sus razones para estar en ese lugar, uno de ellos mato a su padrastro porque abusaba físicamente de él y sus hermanos, otro robaba tiendas y mercados porque su madre vaga y prostituta no ponía el pan sobre la mesa para ellos ¿Es realmente algo malo lo que hicieron? En aquel momento no entendía que era lo que habían hecho mal, y para ser sincero, me costó entenderlo hasta mucho y tiempo después. Tuve pesadillas después de salir porque varios de mis compañeros se volvían locos estando encerrados, gritaban por las noches, intentaban suicidarse, le querían hacer daño a otros, abusaban de otros física y sexualmente, yo luche hasta que las manos me quedaron en carne viva, nunca me pusieron una mano encima, pero fue difícil olvidar todo eso, los recuerdos permanecieron conmigo, mucho tiempo.

En lugar de sentirme intimidado, estar en ese lugar solo me motivo más para ser mucho mejor en mi trabajo, ser el mejor asesino de la zona roja. Busque a mucha gente poderosa, con habilidades, que me hizo crecer y seguir subiendo, hasta que fue demasiado difícil para ellos controlarme. Era como una bestia muerta de hambre, que nunca quedaba satisfecha, sin importar que tanto se mancharan mis manos. No soy de esos que se arrepienten de lo que hacen, pero creo en el bien y el mal, nunca dude el hecho de que mi vida acabaría de forma tan miserable y dolorosa como las de esas personas que la perdieron en mis manos. Pero ahora mismo quiero seguir egoísta, tanto conmigo mismo, como con todos los que me quieren ver muerto, porque tengo una razón para seguir vivo, no importa si las pesadillas nunca terminan.

El hombre que estaba en la cama de abajo comenzó a hablar solo desde el momento que entre a la celda, contaba una historia de cierta familia que tenía una vida monótona y aburrida, pero que eso los llenaba a todos y se sentían bien con eso. Hasta cierto momento parecía que terminaría con una fina feliz, pero el esposo encontró a la esposa con otro hombre y todo en su mente desapareció, las figuras negras en su cabeza tomaron la forma de seres humanos convincentes que le ordenaron acabar con ellos, por el bien de su vida perfecta, para que todo estuviera bien nuevamente.

Ese hombre estuvo gritando y llorando toda la noche, no pude dormir un solo instante, pero tampoco tenía intenciones de hacerlo, simplemente quería despejar mi mente y limitarme a pensar en todo, pero claro que no fue posible. No pude sentir lástima por alguien que asesino a su esposa y a otro hombre por celos, tampoco empatía por el hecho de que lo hubiera estado engañando, esa vida perfecta que él imaginaba en su cabeza, solo era un invento de su propia mente para buscar un escape de su vida que estaba vuelta mierda, incluso antes de que encontrara a su esposa con ese otro hombre. La persona que estaba abajo era consciente de lo que había hecho.

No puedo ponerme en su posición porque no tengo eso, nunca lo tuve. Pero ahora sé que es sentirse celoso y egoísta por alguien, el querer que solo te mire a ti y este contigo. La necesidad de vivir por alguien más, y querer seguir extendiendo la tortura que llamamos vida los que vivimos en la zona roja. Si Adrián llegara a querer separarse de mí sin que yo no pueda verlo más nunca ¿Qué sería capaz de hacer? ¿Matarlo? Incluso yo siento que es un disparate, si amas a alguien no tienes porque hacerle daño, pero... no podría permitir que se alejara de mí, de ningún modo.

Sé que limitar su derecho a tomar decisiones es hacerle daño, pero esto que yo siento, me desespera mucho más que mis pesadillas. No sé cómo es que debo lidiar con ello, sigo aprendiendo.

...

El segundo día ya estaba en la zona blanca de la prisión, dónde estaban los que habían cometido delitos menos graves, como robo, posesión de armas, peleas callejeras y venta de medicamentos ilegales. Ya para ese momento tenía el labio partido y las manos llenas de heridas, porque tuve una que otra diferencia con mi antiguo compañero, y tuve que proteger mi culo hasta que amaneció. Pero además de eso, a la hora del almuerzo se armo la típica pelea de intimiden al nuevo, entonces hubo una pequeña pelea, sin muchos heridos. A pesar de eso pude hacer mi trabajo, y encontré a varios conocidos de la zona roja pagando condena.

La hora de la cena en la zona blanca era mucho más tranquila, nadie estaba gritando, intimidando o molestando, pero el peor error humano es subestimar la malicia de los demás, así que sin dejar de comer estuve tan alerta como si hubiera estado en un tanque lleno de tiburones. Hable con tantas personas que para el final de la noche termine mareado, pero con información relevante para Bruno. Incluso escuche rumores sobre los Red K, que podría decirle a Adrián en algún momento, dependiendo de la situación cuando regrese.

Pase toda la noche despierto, de nuevo. Mi cuerpo reaccionaba ante cada sonido o movimiento ajeno, como su respiración, el sonido que sus uñas rascando su piel, su saliva pasando por su garganta, sus ronquidos, cada movimiento que provocaba su cuerpo en la tela de la sábana. Tan pronto amaneció y nos permitieron ir al baño, me lave la cara y el cuello con agua helada, me despertó. Pero el cansancio no desapareció, por lo que tuve que concentrarme mucho más, para que mis instintos siguieran tan afinados como de costumbre, y poder defenderme a la hora de que algo se saliera de control.

No me deje vencer por mis necesidades humanas, mantuve la mente tan ocupada como me fue posible, para que mi cerebro siguiera trabajando a pesar de las limitaciones que yo mismo me estaba provocando. Incluso cerré los ojos por un instante y pude sentir que estaba en esa habitación, sobre esa cama, junto a su cuerpo. Me senté de golpe impresionado por mi capacidad de poder hacer sentir tan vividos esos detalles. Y toda la ansiedad que estaba sintiendo fue reemplazada por nostalgia.

Esta vez no tuve que pelear con nadie para salir bien parado de ese lugar, cuando me trasladaron hasta la última parte de la prisión, la zona gris. La celda estaba en el tercer puso y todos me pusieron bastante atención, supe desde ese instante que si bajaba la guardia, estaría acabado. Nadie dijo nada, pero leyendo su lenguaje corporal no fue difícil saber lo que se decían entre ellos. Sonreí y me mantuve recostado hasta la hora del almuerzo.

Estaba sentado en una mesa apartada con una bandeja de comida vieja, que estaba revolviendo con el tenedor hasta que un hombre se sentó frente a mí. Tenía al menos unos diez años más que yo, sus brazos eran tres veces más grandes que los míos, sus ojos oscuros daban miedo por las enormes ojeras que tenia y parecían formar parte de su piel, como si fuera escamas, cuando sonrió me di cuenta de que la mayor parte de sus dientes eran de oro, lo mire esperando que dijera algo.

— Tienes un lindo culo. – Me dijo.

— ¿Gracias? – Apoye la barbilla sobre mi mano y él sonrió.

— Si sabes lo que te conviene para vivir bien aquí, deberías ser un chico bueno y complacer a los que tienen el control en este lugar.

— No me digas, y supongo que ese eres tú ¿No?

— Por supuesto, cariño. – Estiro la mano para intentar tomar la mía, pero yo la aparte de inmediato.

— De acuerdo, pero hagamos un trato. – Levante la ceja izquierda y apoye los codos sobre la mesa para mirarlo fijamente.

— ¿Qué clase de trato? – Pregunto, ahora mucho más serio.

— Vamos, será divertido, si ganas tendrás lo que quieres.

— ¿Y que tendría que ganar?

— Juguemos a la ruleta rusa.

La ruleta rusa es un juego de suerte y consiste en poner una bala dentro de un arma, girando el cilindro para no saber dónde queda y dispararse a uno mismo por turnos, hasta que alguien se mata. Pero por el lugar y las limitaciones me ocupe de conseguir agua y desinfectante de sanitarios, hice que alguien lo pusiera en un vaso mezclándolo con agua para que ninguno de nosotros pudiera detectarlo, es fácil decir que reconocerías el vaso con el agua de un color ligeramente extraño, pero el agua de este lugar no es transparente, es color mierda.

Ambos nos sentamos sobre la mesa, frente a los doce vasos, ya teníamos espectadores y no estaban los guardias de turno. Solo estoy probando un poco de mi suerte, tampoco estoy seguro de cuál es el vaso que no debo tomar., pero ya que estamos aquí, hagamos algo divertido.

— El que pierda se envenena, el que gane tiene lo que quiere, salud.

— Parece que tienes mucha confianza.

— Para nada, solo soy un optimista, pero tengo mala suerte. – Tome un vaso.

— Muy bien, probemos tu suerte. – Me trague el agua sin dejar de mirarlo, el dudo un instante, lo supe por el movimiento de sus manos, pero se lo tomo rápidamente.

— No sé qué cantidad de líquido le pusieron, pero estaré atento a todas tus expresiones, cariño. – Sonreí con los labios.

— De acuerdo, siguiente ronda.

Nos tomamos cuatro vasos cada uno y aunque nadie había caído todavía imagine que si no me moría por beber desinfectante, lo haría por beber el agua asquerosa que estaba pasando por mi garganta, generándome una pequeña arcada cada veinte segundos. Estaba seguro de que había puesto mala en cada ocasión, lo que tomaron como señales de que había bebido el vaso incorrecto. Tome el quinto vaso y me lo bebí de inmediato, él dudo sobre cuál tomar y cuando finalmente se decidió por uno, yo estaba bebiendo el sexto.

Me quede en silencio mirándolo y todos estaban expectantes por lo que sucedería, yo también estaba esperando, pero mi cuerpo no tuvo ninguna reacción ajena al asco que sentía por tragarme esa agua de procedencia desconocida, que incluso podría ser de sanitario. Se quedo mirándome un rato para ver que sucedía y se irrito cuando le sonreí, se levanto de la mesa bastante molesto. Pero antes de que pudiera reclamarme o quejarse el público se encargo de que cumpliera y bebiera el vaso que le faltaba. Me levante y le hice una pequeña reverencia antes de irme de regreso a la celda.

...

— Dile a Bruno que volverá tan pronto salga de aquí.

— Lo voy a poner al tanto Federico, no parece que las cosas vayan muy bien con Antonio estos días, cuida tus pasos si entras a la zona roja.

— Solo dile que te ayude con información aquí, aboga por mi vida, Bruno confía n ti.

— Haré lo posible. – Suspire y puse mala cara.

— ¿Te sientes mal?

— Estuve bebiendo un poco de porquería, además necesito fumar.

— Espera. – Se fue corriendo y regreso con un cigarro que me entrego.

— Estaba evitándolo, pero creo que me volveré loco, tampoco he dormido nada por tres días. – Lo puse sobre mis labios y él lo encendió.

— No sé como lo haces, eres realmente admirable.

— ¿Por ser un asesino?

— Por ser tan inteligente.

— No me considero un hombre inteligente, solo intento sobrevivir, como el resto. – Negó y me miro seriamente.

— Tú posiblemente seas la persona de más cuidado en la zona roja, así que no te subestimes, por eso todos persiguen tu cabeza.

— Supongo que tienes razón, vaya destino el que le impuse a la persona que amo.

...

Pude salir sin complicaciones, y después de pagar todo lo debido, tome la decisión de visitar a un conocido, que no vivía muy lejos de ese lugar. Me baje de la moto a la altura de un cementerio bastante descuidado y entre para abrirme camino a pie entre las tumbas. Algunas estaban abiertas y otras bastante maltratadas, porque los imbéciles ni siquiera permiten que los muertos descansen, y toman las pocas pertenencias que algunos ponen en esas tumbas.

Sigo sin entender porque alguien enterraría dinero, o un reloj de oro junto a un cadáver putrefacto, pero supongo que tal vez para ellos exista alguna clase de simbología especial. En mi caso, no lo entiendo, porque nunca me enseñaron a respetar a los muertos, solo son huesos para mí, no puedo sentir nada por eso.

— Pero que viejo estás. – Le dije al hombre que estaba arrancando la mala hierba de las tumbas, un anciano de mala cara que conocí cuando era niño en la zona roja, él fue la primera persona que me empujo a trabajar con los que en ese momento eran los jefes del lugar.

— Muchacho, no estaba esperando verte por aquí, estás lejos de tu casa.

— Yo no tengo casa viejo, solo vivo en dónde tengo que hacerlo. – Me senté en la tumba frente a él, pude ver el sudor en su frente y el cansancio.

— ¿Estabas trabajando? ¿Bruno te mando muchos deberes? – Sonrió.

— Si, realmente lo hizo y estoy bastante agotado, pero vivo.

— Siempre regresas vivo, no es una sorpresa para mí. – Siguió haciendo lo suyo.

— ¿Por qué sigues viviendo al lado de este cementerio horrible? Te dije que vinieras a la zona roja, puedes quedarte en mi casa, yo estoy más tiempo con los halcones, pero cuidaría de ti.

— Mi casa esta aquí, se que esta vieja, pero estoy acostumbrado a ella y todas las cosas de mi mujer siguen dentro, no podría abandonarlas, se que tal vez no lo entiendas, es algo sentimental, y me da miedo la zona roja, ya no soy joven, no soporto la intensidad de ese lugar, todos te miran como si fueran perros hambrientos, es una eterna de supervivencia que no pude seguir soportando.

— Debes sentirte solo aquí. – Intente buscar un cigarro en mi bolsillo, pero al recordar que no llevo ninguno encima maldije por lo bajo.

— Estoy acostumbrado, a veces veo a los visitantes y algunos vecinos vienen a ver como estoy o si sigo vivo...

— Puedes venir cuando quieras compañía, se que no soy el compañero ideal y que tienes miedo, pero soy una de las personas con el poder de causar ese miedo, además hay una persona que con su presencia te hará sentir bastante cómodo.

— ¿Una persona? – Me miro curioso.

— Te voy a comprar de comer y unas bebidas, también voy por cigarros, cuando regrese te hablaré de él.

— Sería la primera vez que me hablas de alguien importante para ti.

— Es la primera vez que alguien me importa tanto como él. 


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