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Marioneta De Cristal por Satan666

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Notas del capitulo:

Espero que les agrade esta historia, es completamente original. Fue editada, por lo que si la seguías hace unos años, te recomiendo que las vuelvas a leer.   

Si me quieren apoyar en wattpad también subo mis historias en la plataforma.    https://www.wattpad.com/user/karenvruz  

También hice un trailer para esta historia en la plataforma de tiktok, espero les guste.   

https://vm.tiktok.com/ZMeykhEHp/ 

Mis otras historias están en proceso de edición. 

Capítulo XLIV. (Rencores)

POV Adrián

Cuando regresamos a la casa, como supuse, M me estaba esperando con los brazos cruzados y el cabello mojado. Sabía que estaba molesto por mis acciones imprudentes, y no puedo culparlo, porque yo habría hecho lo mismo. Le dije a George que siguiera de largo a la casa, sintiéndome un poco culpable, pero necesitaba hablar con él a solas. Después de un minuto de duda que paso por la mente de mi amigo (Lo supe por su expresión) entro y me acerque al hombre recostado junto a la puerta, al principio lo mire apretando los labios, sin saber bien que decirle.

Como dije, probablemente me habría puesto mucho peor que él. Así que sé que debo escuchar todo lo que me diga sin dar ningún tipo de réplica. Pero tengo las palabras atoradas en la garganta.

— ¿Qué paso exactamente? – Hablo primero.

— Estoy seguro de haberlo visto, al principio no estaba del todo seguro que fuera él, pero luego me di cuenta, se que se trataba de la misma persona que había visto antes, solo quise seguirlo para saber cuál es su maldito problema, mi cuerpo se movió solo por instinto, pero sé que fue un completo error actuar de esta forma tan imprudente. – Dije atropellando todas las palabras.

— Menos mal que lo sabes, hiciste que me preocupara muchísimo.

— Lo lamento, pero estoy bien y no pasó nada malo, no pude darle alcance, aunque corriera como el infierno, solo vi a... — Pensé por un momento si era buena idea contarle sobre mi encuentro con Jasper.

— ¿Sí?

— A un chico que estaba pasando cerca, la calle estaba vacía. – Será en otro momento.

— Siento que por un lado es mejor que no lo encontrarás, tengo un mal presentimiento con respecto a esto, Adrián.

— Confía en mí, no me pasará absolutamente nada.

— Yo confió en ti, solo temo que esta situación sea mucho más grande que nosotros ¿Cuáles son tus planes hoy? – Preguntó mirando la dirección en la que se fue George.

— Los pondré al tanto de la situación, censurando algunas cosas.

— Si piensas que es una buena idea. – Se encogió de hombros.

— Si no lo hago ahora, no podré justificar mi extraño comportamiento, que seguro todos comenzaron a notar hace tiempo, no son idiotas.

— Tienes razón, tus amigos no son del todo malos ¿Quieres que te espere para comer? – Me dio la impresión de que lo dijo por una situación muy específica y me pregunté si había pasado algo con alguno de los chicos.

— No es necesario que lo hagas, se que te estás muriendo de hambre.

— Tengo que hablar con Bruno y tal vez me tome un rato, comeré contigo cuando estemos libres de deberes.

— De acuerdo, entonces nos vemos en un rato. – Le dije.

Subí las escaleras y me detuve frente a la habitación de los chicos, me tomo un momento buscar el valor para tocar la puerta, ya que seguía intentando buscar las palabras en mi cabeza. Realmente quiero saber cómo poder comunicarme con mis mejores amigos, sobre lo que ocurre en mi vida en la zona roja, desde que estoy aquí. No creo que tengan la menor idea o se imagen como es que han cambiado las cosas para mí. Es como si fuera otra persona.

¿Serán capaces de aceptar a este nuevo Adrián?

— Pasa. – Dijo Jacobo, entonces pase saliva y abrí la puerta, les sonreí como lo había hecho siempre, para intentar relajar el ambiente. Darío también estaba con ellos.

— Supongo que George ya les dijo, que quiero hablar con ustedes sobre algo muy importante. – Me senté en la cama de George.

— ¿Pasa algo malo? – Preguntó Jacobo, preocupado.

— Es un poco largo de explicar, yo mismo sigo intentando entender todo lo que les voy a decir, así que lamento si toda la historia suena un poco incoherente ahora mismo.

— Está bien, nosotros te escuchamos. – Dijo Darío, y se acomodó mucho mejor sobre la cama, estaba abrazando una almohada contra su pecho. Por otro lado George estaba completamente callado.

— Bueno, lo que sucede es...

Me tomo un rato explicarles la situación, buscando la mejor forma de censurar ciertas partes que involucraban la participación de los Red K o los movimientos que había hecho por mi cuenta con M. Ninguno de ellos hizo preguntas hasta que terminé de hablar. Lo que les dije fue principalmente la situación con Axel y sus hombres en la Cueva y les hable sobre el hombre no identificado que me persigue de forma constante en distintas circunstancias. Para que entendieran porque había salido corriendo de la casa hace un rato.

No les hable de los hombres tatuados; de los ataques; o del teléfono en la habitación. Tampoco mencione la sospecha que tengo de mis padres y su posible participación en un negocio de la zona roja. Intente hablar lo más tranquilo que pude, pero estaba tan nervioso que me sudaban las manos y tuve que limpiármelas con el pantalón varias veces, hecho que posiblemente ninguno tomo desapercibido.

Siempre me viene a la mente la imagen de ese sueño que tuve cuando hice mi primer trabajo solo con los Red K, porque confundiéndolos con el enemigo yo les dispare y los asesine, a mis amigos. Fue y siempre será uno de mis peores recuerdos, me hace sentir nauseas la idea de que eso pueda ser real. No hay momento en el que no esté esperando que ellos descubran todas mis mentiras y todo acabe.

Pero sé muy bien que si soy cuidadoso con mis movimientos, puedo extender los momentos buenos con ellos, como si no pasará nada. Como si tuviéramos una vida normal, como las de otras personas.

— De verdad lamento no haberles dicho todo esto antes, no quería darles más problemas de los que tienen y me estaba encargando bien de ello yo mismo.

— No dudo que te hayan estado ayudando. – Dijo George.

— ¡George! – Jacobo lo fulmino con la mirada.

— No, tiene razón... ustedes ya saben que él me está ayudando. – Tuve que humedecer los labios con mi lengua para relajarme y poder manejar la tensión que se estaba formando en la habitación.

— Me siento un poco herido de que no hayas confiado en nosotros, pero entiendo tu posición, porque tal vez yo hubiera hecho lo mismo. – Dijo Darío, lo miré agradecido de que entendiera mi egoísmo.

— No hice nada con intención de herirlos, espero que entiendan eso. – Les dije a los tres.

— Entendemos, no te preocupes Adrián. – Dijo Jacobo, como siempre muy comprensivo.

— ¿Cuál es la razón de que nos digas todo esto ahora? – Preguntó George, Jacobo lo volvió a mirar mal, pero a mí me gusto que se interesará en lo que le estaba diciendo, aunque no me hablara de la mejor manera.

— Simplemente, es el momento justo de que lo sepan. – Me levante.

— Gracias por decirnos, ayudaremos en lo que podamos. – Dijo Jacobo.

— Gracias, a partir de ahora los mantendré al tanto de todo, ahora tengo que bajar a comer, pero los veo más tarde. – No quise quedarme más tiempo, porque extender la conversación solo daría tiempo a que hicieran preguntas que no había pensado como responder.

Camine hasta la puerta y antes de salir, los mire y les sonreí a los tres para asegurarme de que todo estuviera bien. Baje las escaleras y suspire completamente aliviado. Cuando llegue a la sala, M ya me estaba esperando en el sofá, pero estaba tan perdido en sus pensamientos que no se dio cuenta que estaba ahí, hasta que le hable, algo muy inusual.

— ¿En qué estás pensando? – Mi voz lo tomo desprevenido y me miro sorprendido.

— En trabajo, como siempre.

— ¿Qué clase de trabajo estuviste haciendo estos días?

— Varias cosas, recados por aquí y por allá; nada muy importante.

— Mm... — Puede que no sea tan perceptivo o tan atento como ellos, pero sé que esta evadiendo contestarme la pregunta.

— Estoy muerto de hambre, aliméntame.

— Es cierto, espera un momento. – Me levante y tome las bolsas para sacar la comida, destape las de nosotros dos y las puse sobre la mesa.

— Por fin, un poco de comida de verdad. – Le entregué el cubierto y de inmediato empezó a comer.

— No sé porque me siento como una maldita esposa.

— Me gusta esa idea. – Sonrió y lo mire mal.

— Disfrútalo. – Suspire y también comencé a comer.

— Por cierto ¿Cómo salió todo con ellos? ¿Les contaste?

— Estaban un poco molestos por la falta de confianza que tuve al no decirles lo que estaba pasando en mi vida, algo que ya estaba esperando, pero finalmente ellos supieron entender, siempre lo hacen... pero admito que estaba esperando algo peor. – Lo mire.

— Tal vez te sientas más aliviado ahora, pero yo siento que todo se está complicando para nosotros. – Dijo volviendo a poner la expresión que tenía en su rostro cuando yo llegue.

— ¿Qué quieres decir? – Le pregunté.

— El enemigo no está siendo precavido, lo cierto es que ni siquiera se preocupa por serlo, se acerca a nuestro territorio cuando quiere y aparece por los lugares que frecuentamos; es una mala señal, solo significa problemas.

— Supongo que tienes razón. – Mire fijamente la mesa

— No te preocupes demasiado, lidiaremos con ello.

— Voy a buscar un poco de agua. – Me levante y entre a la cocina, tome dos botellas de agua y regrese a la sala.

Es muy tarde para decirme que no me preocupe, idiota. Ya siento ansiedad para regalar a toda la zona roja, aunque no creo que nadie la necesite, todos tienen a sus propios demonios con los que lidiar.

Estaba tan metido en mis pensamientos que hasta ese momento me percate de la presencia de Diego. Estaba hablando con M poco antes de entregarle el teléfono desbloqueado, el mismo que encontramos en mi habitación y no sabemos cómo llego o a quien le pertenece. Me acerque para poder participar en la conversación y el levanto la mirada para dirigirse a los dos.

— ¿Conseguiste algo? – Le pregunté, dejando las botellas sobre la mesa.

— Tengo sus datos personales y algunos mensajes, pero parece que alguien estuvo borrando todo muy cuidadosamente, alguien que sabe de esto tanto como yo, hay varios archivos imposibles de recuperar.

— ¿Cómo se llama el dueño del aparato? – Le preguntó M.

— Bueno chicos, como ustedes sabrán no puedo afirmar que todo lo que encontré sea real, pero tanto en el registro del número, como en los mensajes aparece el nombre de "Simón C." si quieren que averigüe un poco más de información sobre esa persona mediante ese teléfono necesito más tiempo.

— Por el momento esto es más que suficiente, muchas gracias ¿Cuánto te debo? – Estaba sacando el dinero cuando los chicos bajaron, me puse nervioso y tire el efectivo en el piso.

— Yo me encargo de esto, sigue comiendo. – Me dijo M, yo solo pude limitarme a asentir y me senté para seguir comiendo.

— Me mantienen al tanto de lo que decidan. – Dijo Diego, después de tomar el dinero para retirarse.

Evite la mirada de los chicos y me concentre en mi comida, aunque más bien estuve revolviéndola un buen rato hasta que se fueron. No pude evitar suspirar aliviado y me abstuve de ver que pensaba M sobre mi comportamiento de novato. No puede culparme por estar nervioso, han pasado muchas cosas y simplemente mi mente está en un extraño colapso. Pero tengo la confianza de que durante el día la ansiedad retornara a su lugar habitual, solo mi mente.

Cuando ambos terminamos de comer, después de un rato, me levante de la mesa con los recipientes y los tire a la basura. Yo me quede en la cocina calentado café y M me dijo que tenía asuntos que atender con Max y Joshua; no le pregunte qué tipo de asuntos. Me serví el café en un vaso y con la mirada perdida estaba dando el primer sorbo cuando la voz de Bruno me tomo desprevenido y por el susto, me termine quemando la lengua.

— Aquí estas, eres bien difícil de encontrar.

— Tú siempre piensas que me estoy escondiendo de ti, pero no tengo el tiempo de hacerlo, te lo aseguro. – Arrugue la nariz por la sensación desagradable en mi lengua.

— Para ti no es un secreto el hecho de que no me agradas y sé que yo tampoco te agrado, así que no tenemos ninguna razón para pensar bien del otro.

— Bien, tienes razón ¿Para qué me estabas buscando?

— Odio decirlo, pero hay algo que necesito y que solo tú puedes hacer.

— Interesante. – Me recosté cerca de la estufa y lo mire.

— Es trabajo, necesito que vayas a una escuela y finjas ser uno de esos fastidiosos estudiantes de instituto.

— Espera ¿En enserio? ¿Para qué exactamente? – No pensé que hablara en serio.

— Necesito que te acerques a un estudiante, aquí están sus datos, es el hijo de un importante político y según sabemos no anda en muy buen camino, por lo que hizo negocios con bandos que para el momento son nuestros enemigos, en resumen, el chico tiene una mercancía de verdad importante, nosotros la queremos.

Entonces es en serio.

— ¿Sabes que yo nunca fui a un instituto o un colegio, verdad? No sé cómo funciona ese entorno, tampoco tengo idea de cómo hacer vida social.

— Pero eres el único que físicamente puede hacerse pasar por uno de esos chicos, no tienes grandes perforaciones o tatuajes, tampoco te pones histérico en situaciones difíciles, eres el hombre elegido para este trabajo, buena suerte. – Me golpeo el hombro con su mano y se fue de la cocina dejándome con las palabras en la boca.

— ¡Espera, Bruno! Mierda...

Abrí la carpeta y comencé a leer las indicaciones del trabajo, el lugar y los datos personales del chico. Suspire dándome por vencido.

...

— Pero que extraños son los trabajos que tienen las personas de la zona roja. – Dije peleando con el uniforme de instituto que me ponía por primera vez en mi vida.

No es que me viera realmente mal o infantil, simplemente era una de las imágenes más extrañas que había visto de mí. Pero todo chico con una vida medianamente normal había vestido un uniforme como ese. Quede impresionado cuando vi que todo estaba arreglado, mi inscripción al instituto y el medio de transporte; lo único que odie fue el hecho de no poder llevar ningún arma.

Puede que todavía les tuviera idea, pero no me siento del todo seguro si no tengo una en mis manos; y es que sé que mi puntería es muy peligrosa. Es uno de los peores talentos del mundo, ser un asesino, pero finalmente es un talento. Puedo aprovecharlo y al menos sé que me mantendré vivo un largo tiempo.

Es lógico que tenga que venir desarmado a un instituto, está lleno de chicos y profesores que supervisan todos sus movimientos, no sería buena idea que revisaran mi bolso y encontraran algo así. Tampoco es como si realmente me metiera en muchos problemas, llamarían a mis padres y Bruno se había encargado de buscar a unos que podían hacer perfectamente ese papel, si era necesaria esa intervención.

No pude dormir bien en la noche, nervioso por mi primer día en el instituto, siempre quise asistir a uno, pero a mis padres les parecía que era mucho más eficiente la educación en casa; y vaya profesor que fueron a escoger. Cuando le conté a M sobre mi nuevo trabajo, solo se echo a reír, porque también pensó que nadie mejor que yo encajaría en un papel como este. La verdad es que no se si tomarlo como un halago o un insulto.

Me llevaron en auto hasta el instituto y cuando me baje me estaban temblando las piernas, recordé la primera vez que toque el piso de la zona roja, esto era similar; la comparación es ridícula, pero cierta. Camine entre la multitud de estudiantes que hablaban entre ellos en grupos o en parejas, por un extenso patio que pronto dio vista a un enorme edificio viejo, que me dio la impresión de ser una prisión. La estructura tenía al menos cuatro pisos, un techo de tejas oscuro y un color en las paredes rojo bastante opaco y pasado de moda, las ventanas tenían barrotes de metal ya bastante oxidados y las puertas eran enormes. Me pareció mucho más una mansión antigua que una escuela.

Incluso cuando entre todo siguió el mismo patrón de colores opacos y estilo pasado de moda. Tome la carpeta con las instrucciones y me vi que tenía que registrar mi llegada con una supervisora en el primer piso. Había un mapa del lugar junto a los papeles, pero me costó entenderlo y tuve que preguntarle a alguien donde estaba la oficina que buscaba. Por suerte no me encontré con ningún idiota y si me ayudo a ubicarme.

Toque un par de veces antes de entrar y me recibió una mujer mayor con bastante peso, anteojos y la mirada firme. De alguna forme me recordó a mi madre, sin el sobrepeso. Me senté y llene los papeles que me indico, por supuesto, todos los datos eran completamente falsos, durante este trabajo mi nombre seria Luciano. Me pareció divertida la idea de cambiar de identidad, pero nunca lo había hecho estaba debatiendo entre que hacer y cómo debería comportarme. La mujer no dejaba de mirarme con sospecha, pero me pareció que solo era entrometida, la clase de persona que quiere saberlo todo de los demás, y es extraño que un estudiante ingrese en esta época del año.

Es mi primera vez en un instituto, pero he visto películas. Sé que es fácil ser odiado y maltratado. La diferencia es que soy un asesino de la zona roja ¿Qué pasa si quieren molestarme y mi cuerpo reacciona? Tengo que adoptar una personalidad muy parecía a la que tenía antes de cambiar mi vida. Un chico de bajo perfil que intenta sobrevivir y no quiere meterse con nadie. Pero existe una diferencia entre ser tranquilo y estúpido. Mi personalidad siempre fue muy dura, nunca deje que alguien me insultara y se saliera con la suya.

Pero el juego de pasar desapercibido estaba en mi contra, porque tan pronto salí de la oficina y camine por el pasillo, pude sentir muchas miradas insistentes y curiosas sobre mí. Supongo que el chico nuevo es interesante en todos lados, y no puedo hacer nada al respecto. No me importa ser notado, mi problema es que si llamo la atención de mala manera, podría dificultar mi trabajo, y eso solo significa una cosa, ser regañado por Bruno; y de verdad prefiero masticar mi mano primero.

Me acerque a mi casillero asignado y después de pelear con el seguro un rato, para poder abrirlo, pude meter algunos libros. Solo tome un cuaderno y un bolígrafo para simular en la primera clase. Yo estaba en el segundo piso y mi primera clase era historia universal, la de este chico estaba en el cuarto piso y según su cronograma estaría en geografía. Era el mismo curso, pero distintos horarios, supongo que fue lo mejor que pudieron hacer los halcones para acércame a él.

Entre al salón y me senté en un escritorio que estaba al final de la clase, por suerte, el profesor no me pidió presentarme o algo así, solo me dio algunas indicaciones en privado. La clase fue bien y solo por hacer algo, tome apuntes en el cuaderno. Así pase toda la mañana, hasta la última clase, la única que si me tocaba con nuestro objetivo. Sabía que le gustaban los deportes, las mujeres y los problemas.

No tarde mucho tiempo en identificarlo, llamaba bastante la atención en los pasillos, y por su comportamiento, no fue fácil descubrir que le gusta tener el control sobre todo y manejar a las personas. En otras palabras, es un abusivo. Maldije a Bruno por meterme en la situación de tener que lidiar con esto, pero por otro lado, era un desafío para mí mismo, que esperaba poder cumplir al final del día.

Estuve toda la mañana formulando planes para acercarme y después de descubrir sus pasatiempos, pensé que la mejor manera de poder vigilarlo era haciendo lo mismo que él. Así que me dispuse a ir hasta el campo de fútbol para hacer una prueba, entraría al equipo. Ahora, nunca me gustaron los deportes que no fueran para mi propia defensa y siendo sincero, incluso aquellos los hice por obligación. No pasar las pruebas solo significaría ponerme en vergüenza a mí mismo y dificultar mucho más mi trabajo. Pero tome la iniciativa de intentar hacer lo mismo que los demás.

Me prestaron ropa deportiva y junto a otros cinco chicos nos hicieron correr por la enorme cancha, que parecía más bien la de un club. Esa era la primera prueba, resistencia; y juro que si no fuera por todos mis entrenamientos en la zona roja, me habría desmayado en la sexta vuelta. Se me seco la garganta y tuve que obligarme a seguir el ritmo de los demás, aunque ellos tampoco estaban resistiendo demasiado bien. Después hicimos una serie de ejercicios de resistencia, como abdominales, flexiones y estiramientos. Finalmente fue la prueba con el balón y aunque no soy un experto, se que debo lanzarlo y anotar puntos. No soy fan de los deportes, pero pude ver algunos partidos por la televisión cuando era pequeño, mi padre si era fanático.

Hice lo mejor que pude, se que logre anotar unos cuantos puntos, lo que complació al capitán y también a mi objetivo, el segundo que estaba al mando. Me tome una botella de agua de más o menos un litro y me di una larga ducha. Los músculos me estaban palpitando, y me pregunte si sería capaz de hacer un entrenamiento como ese todos los días. No sé si me asusta más Darío o el capitán de equipo de fútbol de este instituto.

Al parecer era semana de reclutar miembros en los clubes, porque caminando por el pasillo me invitaron al de cocina, fotografía, arte, el periódico escolar y soccer. Me sentí como si estuvieran tratando de venderme algo. Me senté en la cafetería para comer antes de que se acabara el tiempo de descanso y en ese momento alguien se sentó en la mesa frente a mí. Casi me ahogo al darme cuenta de que se trataba de la misma persona a la que debo acercarme.

— ¿Quién te enseño a jugar así? – Me preguntó me apresure en tragar lo que estaba masticando para contestarle.

— Nadie, no me gustan los deportes, pero quise intentar algo nuevo.

— Tienes buenos reflejos, a nuestro capitán le gusto lo que hiciste, y me llamo la atención la forma en la que te mueves, por un momento pensé que eras un maldito ninja.

— Siempre me han dicho que tengo buenos reflejos. – Pase la comida con un trago de jugo.

— Me llamo Egan. – Tomo un papa frita de mi plato y se la metió en la boca.

— Soy Luciano. – Tome la mano que me extendió para saludarlo.

— Bueno, seguro quedas, hace faltan nuevos jugadores, el entrenador quiere sacar a algunos chicos, se entero de que andan en malos pasos y ya sabes; los deportes y los malos pasos no van de mano. – Sonrió.

— Son unos idiotas. – Le dije antes de apretar los labios para contener las ganas de reírme por su descaro.

— Exacto, si vas a portarte mal, debes hacerlo bien. – Tiene sentido.

— ¿Llevas mucho tiempo jugando? – Le pregunté antes de retomar mi comida.

— Como dos años, es agotador pero ser jugador te pone en una buena posición aquí y con los profesores.

— ¿Quieres una beca?

— Exactamente ¿Tú de dónde vienes?

— Mi padre es político y nos estamos mudando todo el tiempo, por eso siempre debo comenzar en un nuevo instituto, soy un asocial.

— ¡Diablos! Mi padre también es político, es una porquería, debes estar siempre a la altura de lo que necesitan. – Me familiarizo con ese sentimiento, a pesar de que esa no es mi vida. Bruno pensó que tener cosas en común con él me ayudaría a acercarme.

— Es una completa porquería, por eso me metí en algunos problemas en mi otra escuela, mi padre me castigo un largo tiempo.

— Entiendo el sentimiento, diablos que sí. – En ese momento sonó la campana.

— Vamos a clases. – Golpeo mi hombro con su mano y lo supe; había conseguido acercarme a nuestro objetivo.

...

El resto de la semana la situación fue más o menos similar, tanto en las clases como con Egan, entre al equipo de fútbol y nos hicimos mucho más unidos. Al principio no me hablo abiertamente sobre sus costumbres fuera del instituto, pero poco a poco fue dejando salir cosas. Intente ser paciente, porque estaba seguro que de ser insistente pensaría que algo conmigo no estaba bien. Además ser entrometido no es uno de mis atributos. Esperaba que tuviera la confianza de decirlo cuando estuviera listo, y finalmente lo hizo.

Una tarde salimos al centro de la ciudad para comer y entonces me lo dijo; que había entrado en contacto con personas de la zona roja. Algunos de sus amigos en el equipo de futbol (como el capitán) le habían facilitado las conexiones. Todos estaban involucrados con un bando, en un negocio turbio. No hizo falta que me dijera de que se trataba, sabía que estaban comprando polvo y que probablemente lo estaban consumiendo. No lo juzgue y me mostré interesado.

Le dije que lo había probado unas dos veces en los otros lugares donde había vivido y que había escuchado de la zona roja por mi padre, el político. Después de eso pasaron unos tres días cuando me invito a una fiesta, a la que asistiría todo el equipo y algunas pocas personas específicas del instituto.

Acepte.

Comenzaba a sentirme ansioso, porque cada vez estaba más cerca de hacer mi trabajo, aunque a pesar de llegar exhausto a la casa, era la primera vez que estaba viviendo como un chico normal. Cuando le conté a M como me sentía, me dijo que era completamente normal. Yo seguía siendo un chico, de todos modos. Sentía que por primera vez hice un amigo fuera de ese mundo de locuras; que si bien estaba metido en esas cosas turbias, no era una mala persona. Me lo dejo saber en muchas conversaciones.

Le costaba confiar en la gente, se sentía ignorado por sus padres, no le gustaba ser aceptado por estar en una posición beneficiosa. Solo quería una vida normal. Pude saber entenderme con él y antes de darme cuenta ya me estaba agradando. Me prepare para la fiesta un viernes por la noche y camine hasta el centro de la ciudad (dónde le había dicho que vivía) para que me recogiera. Lo divertido fue que la ubicación de la fiesta era en la zona roja, cerca de la entrada.

Entramos y caminamos por la calle A hasta la decima casa de la izquierda. Se escuchaba la música desde afuera y también se percibía el olor de lo que vine a buscar; un asco por cierto. Nunca sentí nada de curiosidad por las drogas. Cuando era pequeño vi una película en la que el protagonista se convertía en drogadicto, perdió su casa, su mujer y su dinero; el hombre termino suicidándose. Entonces quede un poco traumatizado, y aunque trabajo con ellas, no son relevantes para mí.

En la casa estaba todo el equipo de fútbol y algunas personas del instituto que pude reconocer, principalmente porque era de equipos deportivos o los típicos populares y relevantes. Me hice con todo el ambiente bastante rápido y solo acepte tomar cerveza. Intente evadir el polvo toda la noche, aunque se me acercaban cada diez minutos para ofrecerme de nuevo. Pasada la media noche todos estaban tan drogados y borrachos que apenas podían mantenerse en pie. Muchos se estaban riendo y no sabían dónde estaban o lo que decían.

Supe que era hora de hablar con Egan sobre sus "tesoros" y me levante para acércame a su lado. El chico estaba tan perdido que a duras penas se podía sostener, pero sonrió en cuanto me vio.

— ¡Aquí está mi amigo! – Paso uno de sus brazos sobre mis hombros.

— Deberías dejar de tomar. – Le dije en el oído.

— Pero si estoy perfectamente bien. – Levanto su cerveza y le dio un trago, pero termino echándose gran parte del contenido en su camisa y la mía.

— Ya veo que estás perfecto. – Solo sonrió.

— Diablos, lo siento.

— Chicos van a sacar el especial, prepárense. – Nos dijo Cory, el capitán del equipo.

— Vamos, es el mejor momento de la noche. – Egan me arrastro con 'el hasta el patio de la casa.

Cuando llegamos había una especie de confrontación, porque según nuestro capitán, la mercancía porque la que habían pagado tanto dinero ya no estaba. Desde ese momento tuve un mal presentimiento y me mantuve por delante de Egan, para poder protegerlo. Sabía que esa mercancía era realmente única y costosa, por eso los halcones la querían; y también sabía que Egan había pagado gran parte de ese polvo. En ese momento los chicos de la zona roja con los que habían hecho el negocio estaban simplemente ignorando el asunto, pero Cory estaba furioso.

— Espérame aquí, ni se te ocurra moverte. – Le dije a Egan, solo asintió muy torpemente.

Regrese al interior de la casa y entre a la cocina para buscar un cuchillo con desesperación. Tire todas las gavetas al piso y cuando di con la indicada levante el más grande que había. Me apresure a salir de nuevo, pero lo hice demasiado tarde, un disparo retumbo en el aire, haciendo eco sobre la música. Salí y encontré a Cory muerto en el piso y a todo el equipo de futbol pelando a puño vivo con los de la zona roja.

Pero que acción más imprudente y estúpida.

Busque a Egan por todos lados, pero habían tantas personas gritando, corriendo y golpeándose, que no pude ubicarlo fácilmente. Además, estaba mareado por todo el olor a polvo que inhale durante la noche. Me abrí paso entre dos chicos del equipo de natación y lo encontré sujetando a uno de los hombres de la zona roja por el cuello. Sujete su pecho con los brazos para levantarlo con fuerza.

— ¡Vámonos de aquí!

— Espera... debo... mi dinero.

— ¡Olvídate de ese maldito dinero! – Tome su mano con fuerza para que no se moviera, me miro con el ceño fruncido.

— Luciano... mira que esto no se puede quedar así.

— ¿Qué planeas hacer exactamente? ¿Quieres pelear con todos estos asesinos? – Pareció pensárselo un momento.

— Diablos... no... no ganaría ¿Cierto?

— Completamente cierto. – Me dispuse a salir con él, pero antes de poder hacerlo un hombre que me pareció conocido se puso en frente de nosotros como una pared.

— ¡Mi dinero! – Grito Egan.

— Muévete. – Le dije al sujeto, solo sonrió y me mostro un cuchillo antes de lanzarlo contra nosotros.

Hice un enorme esfuerzo en mover mi cuerpo y el de Egan al mismo tiempo, pero los ataques llegaban rápido y con fuerza. En uno de mis pocos intentos de evitarlo, me corto la mano. Entonces Egan pareció recuperar parte de su cordura, porque se puso pálido, luego furioso y no pareció medir lo que hacía, porque su cuerpo se abalanzo en la dirección de nuestro atacante. Lo tuve que sujetar y maldije por el ardor de la cortada, la sangre que estaba saliendo de mi mano, fue cayendo en el piso y eso parecía alterar a Egan.

— ¡NO! – Grito y se escapo de mi agarre con un fuerte impulso, pensé que estaba siendo dominado por un momento de adrenalina o de estupidez. Pero fuera lo que fuera, no pude interferir en el momento que ese cuchillo se enterró en su pecho.

— Egan. – Intente decir, pero solo salió un susurro de mis labios.

— Lu...

— ¡Fuera basura! – El tipo le metió una patada y lo sostuve antes de que cayera en el piso.

— No quiero morirme. – Me dijo, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

— No vas a moriré, hare algo... espérame.

Mi cuerpo comenzó a temblar y bien sea por la adrenalina, el polvo en mi sistema o mi sensibilidad que siempre ha sido dura de romper, mire a ese hombre con tanta furia que la cabeza comenzó a latirme. Tome el cuchillo en mi mano con firmeza y lo levante antes para que entendiera que lo estaba enfrentando. Sonrió de nuevo y me miro como si fuera poca cosa. El patio estaba lleno de hierba, por lo que tome un puñado de tierra y se lo tire en la cara, grito y apretó los ojos. Le metí una patada en la mano para que soltara el cuchillo y por primera vez en mi vida, sintiendo odio como en ningún momento, le enterré el cuchillo en el pecho. La sensación del metal atravesando su carne se me quedo grabada en las manos, pero no pude evitar seguir queriendo hacerle daño, así que eso hice.

Lo apuñale tantas veces que mi cara, mi cuello y mi ropa quedaron cubiertos de sangre. Mire a Egan, tenía los ojos cerrados. Entonces se me corto la respiración, me acerque a su cuerpo y presione la herida con las manos.

— No te mueras...

— ¡Luciano tenemos que salir de aquí! – Me dijo uno de los chicos del equipo de natación, estaba con otro de equipo de tenis. Miraron muy horrorizados la escena, porque si bien ellos tenían golpes por todos lados, no estaban llenos de sangre como en una maldita película de terror.

— No puedo dejarlo.

— Vamos a llevarlo. – Uno de ellos levanto el cuerpo de Egan sobre su hombro y salió corriendo con el otro siguiéndole el paso.

Perdí de vista al que estaba armado; y casi todos habían salido corriendo. No era una opción caminar con descuido en la casa, pero tenía que buscar la mercancía. Confiaba en que los demás cuidarían a Egan. Saque de mi bolsillo la bomba que me dio Oliver para que la usara en un momento de crisis, tal parece que el momento llego. Pise despacio hasta que entre de nuevo en la casa, todo estaba igual, solo un poco más desordenado.

Entre al primer cuarto con el cuchillo en una mano y la bomba en la otra. Pase saliva despacio y me dispuse a revisar bajo la cama, los cajones y armarios, incluso el piso y el baño. No había nada por lo que me dirigí al segundo cuarto, entre y hice el mismo proceso.

Nada.

Suspire para calmar mis nervios, solo era cuestión de tiempo antes de que alguien volviera, porque estaba seguro de que los de la zona roja habían ido a acabar con los que quedaron vivos. Cuando lo hicieran volvieran como si nada hubiera pasado; yo también había vivido situaciones similares de ese lado de la pared. Revise cada centímetro de la casa y no apareció nada, así que estaba preparando mi reporte de fracaso para Bruno, cuando me percate de un cojín roto sobre el sofá, se le estaba saliendo el algodón. Metí la mano dentro y bingo.

Esto fue lo que vine a buscar, la razón por la que me acerque a Egan, lo que los halcones quieren en sus manos. Pero lo siento sucio y me siento como si hubiera perdido más de lo que encontré. Me gustaría poder llorar, pero las lágrimas no salen, por más que lo intento. Pero el pecho me duele demasiado.

— Ya voy Egan.

Levante la mano y sin ningún pesar de conciencia arroje la bomba sobre esa casa. Todo en la maldita calle desapareciera, porque yo perdí a mi amigo.

Pero el trabajo fue cumplido.         


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