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Marioneta De Cristal por Satan666

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Capítulo L. (Secreto)

POV Adrián

—Darío, voy a preguntar esto con toda la tranquilidad que pueda ¡¿Qué hace un muerto en medio de la habitación?!

—Adrián relájate, todo tiene una explicación. — Me cruce de brazos esperando una realmente razonable.

—Bien, entonces te escuchó.

—Mejor siéntate, el cuento es largo. — Pase evitando el cuerpo del hombre hasta mi cama y me senté.

—De acuerdo, todo comenzó esta mañana.

 

POV Darío

—Chicos, voy a La Cueva para hacer la investigación del trabajo que nos dieron el otro día con Bruno.

— ¿Por qué no nos esperas un rato? Tenemos que entregar un encargo, pero no creo que nos tome mucho más de una hora. — Me dijo Jacobo.

—Nos pueden alcanzar allá, intentaré adelantar el trabajo, quiere que lo terminemos hoy.

—Entonces ve primero y te buscaremos en el lugar de siempre. — Me dijo George y asentí.

— ¿Alguno sabe dónde se metió Adrián? —Les pregunté, tomando mis cosas y el arma para guardarla en mi cintura.

—Creo que salió con M para hacer el trabajo que les asignaron a ellos. — Me explicó Jacobo.

—Entiendo, entonces me voy primero chicos.

Salí de la casa y me subí a la moto esperando a Bruno, no paso mucho tiempo cuando apareció por la puerta y tomo su lugar para dirigirnos a La Cueva. El trabajo asignado era hacer una breve investigación de un hombre en el que estaba interesado nuestro cliente, pero no había mucho más en la carpeta. Entramos al local y nos separamos para buscar a nuestros informantes, obtuve toda la información de esa noche y me senté para observar el ambiente. No estaba repleto como siempre, por la hora, pero todas las mesas estaban llenas y según los datos del informe, la persona que estábamos buscando frecuentaba el lugar como a esta hora unos tres días a la semana.

Me dispuse a observar con cuidado, con un trago en la mano y la vista bien enfocada en los movimientos de los grupos que estaban reunidos en esos momentos. Estuve en esa posición una hora y el objetivo apareció con un grupo de hombres que no se me hicieron conocidos de la zona roja. Me levante y le indique a Bruno que comenzaría a trabajar, y me dio su aprobación; sabía que me estaría cuidando las espaldas en todo momento.

No fue tan difícil acercarme, contrario a lo que estaba esperando, el hombre de interés era ruidoso y llamaba la atención de todo el mundo. Se tomo unos cuatro o cinco tragos y después se levanto para bailar con cuanta persona se le atravesara en la pista de baile. Siempre fui realmente malo lidiando con personas tan efusivas. Nadie a mí alrededor suele comportarse de esa forma y mucho menos se ve en la zona roja.

Aunque cuando estoy trabajando no puedo poner excusas. Solo debo hacer lo que me encargan; y a como dé lugar.

Me acerque a la barra para pedir otro trago y me lo tome de golpe, sintiendo como el liquido me quemaba la garganta y el estómago. Pero me ayudo bastante a calmar los nervios.

—Muy Darío, puedes hacer esto. — Susurré para mí mismo.

Camine hasta el centro de la pista y comencé a bailar para crearme el mismo ambiente que tenía ese hombre, y poder buscar la cercanía que estaba necesitando para poder trabajar. Tuve que bailar con unas cuantas personas que estaban enfocadas en eso, en pasar bien un momento y de esa misma forma me acerque hasta mi objetivo, que de alguna forma terminó tomando mi mano para comenzar juntos la próxima canción.

Era un hombre bastante joven y de apariencia limpia, como la de Adrián. Intente sonreírle cuando me regalo el mismo gesto y apreté ligeramente los labios. Estaba buscando las palabras para poder iniciar una conversación a la que no fuera un problema llegar y responder en tres minutos bailando.

—Es la primera vez que te veo por aquí. — Susurré cerca de su oído. Esperaba que mi sutil intentó de coquetear no fuera tan malo como para que se diera cuenta de ello.

—Vengo varias veces por semana, para hacer negocios con unos amigos. — Muy bien, fue directo al punto y no revelo nada que pueda comprometerlo, no es un idiota. Eso es importante.

—Entonces no vives aquí. — Afirme por él y lo mire a los ojos.

—No, en el centro de la ciudad, pero… me gusta la zona roja.

— ¿Te gusta?  — La nota de diversión en su voz me hizo dudar sobre si se estaba burlando de mí o decía la verdad.

—Diablos, si. En este lugar puedes hacer lo que quieras, nadie te juzga o te dice que hacer.

—No cuando eres tu propio jefe, pero en todos lados existe una cadena de supervivencia y respeto. No puedes hacer lo que quieras en este lugar, tiene sus reglas y leyes.

—Lo sé, conozco a los grupos como los Red K y todo eso. — La canción aumento de ritmo, así que nosotros también comenzamos a movernos más rápido.

— ¿Entonces no tienes miedo? No debes ser muy inteligente. — Sonrió por mis palabras y negó con la cabeza antes de darme una vuelta y luego regresarme a mi lugar, cerca de él.

—Claro que tengo miedo, yo no me meto con quien no debo, fue la primera advertencia que me hicieron cuando comencé a trabajar por aquí. Supongo que simplemente no quiero vivir demostrando que soy mucho menos fuerte o valiente que los demás. Tal vez si soy poco idiota. — Sonrió.

—Yo no creo que se trate de temor o valor, los que tienen el poder son los que siempre ganan. —Susurré.

— ¿Dijiste algo?

—Nada ¿Cómo te llamas? — Pregunté.

—Juan ¿Y tú cómo te llamas?

—Alberto. — Sonreí con los labios y apoye la mano derecha sobre su pecho, para conocer el tipo de reacción que tendría ante el gesto. No se inmuto en lo absoluto.

— ¿Tú si vives aquí? ¿Trabajas con alguien?

—Por el momento soy independiente, pagan mucho mejor.

—Es cierto, tienes razón. Dicen que estar con un grupo es mejor porque te protegen y te tienen más respeto por aquí, pero escuché muchas cosas por los alrededores y prefiero estar solo.

— ¿Cosas de que tipo? — La canción terminó, pero antes de que pudiera soltarme, me aferre con fuerza para comenzar la otra de nuevo, juntos.

—Dicen que los grupos grandes suelen pelear demasiado y que hay muchos rencores y secretos internos; además, sé que cuando no estás de acuerdo con uno de ellos te matan sin ningún tipo de pesar. Hombre, me da escalofríos de solo pensarlo.

—Suena un poquito exagerado, pero supongo que se puede dar el caso. — Él asintió y lo hice acercarse un poco más.

—Como estas aquí solo ¿Por qué no te sientas conmigo un rato? Mis amigos están en sus propios asuntos. — Sugirió.

—Oh, claro. — Suspiré satisfecho y camine con él hasta la mesa que estaba usando.

Después de pedir otro trago me mantuve hablando con él por una hora, de cualquier cosa para poder darle la confianza de entrar en ambiente. No fue muy difícil hacer que aceptara una competencia de tragos de ron seco, para ver quien soportaba mejor sin llegar a emborracharse. También estaba alerta por si las personas con las que llego se aparecían por la mesa, porque aunque él no parecía poder reconocerme en lo absoluto, no sabía si los otros estaban mucho más familiarizados con los bandos de la zona roja.

Terminamos la primera botella y aunque la cabeza comenzó a darme vueltas, estaba consciente de todo lo que estaba sucediendo a mí alrededor, y de todo lo que decía. Pude percibir que estaba arrastrando las palabras, que estaba más efusivo que antes y que lo envolvía un aire mucho más descarado.

—Entonces trabajas por aquí con unos amigos.

—Sí, por ahora no son grandes negocios.

— ¿Trafico? — Sugerí.

—Si… por el momento.

—No te preocupes, no tengo el poder de hacer nada contra un grupo, trabajo solo y soy bastante malo haciendo aliados. Tengo una personalidad algo difícil.

—Sin embargo, nos estamos llevando muy bien esta noche. — Sonrió y tomo mi mano.

—Tienes razón, eres bueno en tu juego. — Sonreí con los labios y él arrugo ligeramente la frente por mis palabras.

— ¿Juego? — Preguntó confundido.

—Juan ¿Cuál es el grupo que te aterra más de la zona roja? — Intente desviar el tema.

—Hasta el momento cerramos negocios con grupos pequeños, pero que tienen mucho tiempo aquí. La verdad es que no tenemos los contactos suficientes como para meternos en el hogar de los leones. Aunque te voy a contar un secreto. — Susurró las últimas palabras.

Me tuve que acercar para poder escucharlo, y desde esa distancia pude ver a Bruno parado sujetando el barandal del segundo piso con mala cara.

—Adelante, te escuchó. 

—Me encantaría poder entrar en esa mafia, la que conforman los grupos más grandes de este lugar. Digo, no es que sea invencible o que piense que es un camino fácil, pero de tener la oportunidad de entrar, lo haría sin pensarlo mucho.

—Oh, parece que si eres un idiota. — Suspiré y me sujete el cabello con una liga antes de beber el resto del trago de mi vaso, que ahora estaba insípido por el hielo derretido.

—Lo sé, supongo que lo normal es tener miedo de esto. No es que no tenga miedo, simplemente me gustaría sentir la emoción y poder probar mí fuerza mental. — Me dijo.

—Van a destruir tu fuerza mental, no todo el mundo soporta estar aquí mucho tiempo. Por eso la zona roja se divide en sectores de trabajo y muchos grupos. Piénsalo bien, traficar polvo en una cosa y matar personas otra muy distinta. Tienes pesadillas todas las noches. — Susurré y me quede mirando la botella vacía sobre la mesa fijamente.

—Alberto ¿Estás bien? Oye, si no te sientes bien no tienes que tomar más. — Parpadee y lo mire confundido. Luego recordé que por esta noche mi nombre es Alberto.

—Lo lamento, estoy bien. Solo me quede pensando en muchas tonterías. Puedo tomar mucho más, no te preocupes por eso.

—Me gustan mucho las personas seguras.

—Vamos por la segunda botella.

Aunque no estaba seguro de poder soportarla, comencé a beber del mismo modo que antes, para poder entrar en ambiente con él y buscar la mejor forma de hacerlo decir lo que yo quería escuchar. Y él aunque parecía soportar bastante bien, también comenzaba a perderse, porque divagaba mucho más que antes y el movimiento de su cuerpo se hizo mucho más descuidado.

Lo atrape sujetándose de la mesa para mantener el equilibro y lo supe, que ese era el momento indicado para someterlo a un juicio en lo que no tenia ningún abogado para poder defenderse. Me tome un trago seco y puse el vaso con fuerza sobre la mesa, para de esa forma llamar su atención; y funciono.

—Entonces quieres ser un chico malo ¿A qué bando te gustaría poder unirte? ¿A los Red K? ellos no aceptan a todo el mundo, son un poco exclusivos ¿A los Halcones? Tienes que pasar varias pruebas para poder ingresar en el circulo que se mueve donde tú quieres estar ¿O tal vez los triángulos inversos? Dicen que ese es un grupo bastante peligroso. — Hable bastante rápido, con todo el propósito de marearlo.

—Desde que soy un niño siempre aspire a tener lo mejor, todo lo que estuviera en el primer lugar. ­— Balbuceó con lentitud.

—Los Red K. — Afirme y asintió.

—Llego mucho tiempo observando su trabajo, incluso tengo sus nombres y las zonas donde trabajan en la ciudad y dentro de la zona roja. Diablos, que estilo tienen.

—Hablas como todo un enamorado. —Sonreí sutilmente de lado.

—Supongo que puede ser el caso…

— ¿Disculpa, qué? ¿Qué podría ser exactamente el caso? — Le puse toda mi atención.

—Hay uno de ellos que me llama especialmente la atención. Me gusta todo lo referente a su trabajo y el aire que lo envuelve. — Lo mire con curiosidad.

—Muchos de ellos son interesantes, admito ese hecho. —Le serví otro trago y prácticamente lo hice beberlo de golpe. Formo una mueca con los labios.

—Por supuesto, esa no es toda la razón por la que quiero estar en ese grupo. Me gustaría tener mucho más control y poder. Ya que mi grupo todavía es pequeño pasamos bastante desapercibidos, pero ya hemos hecho algunas movidas en la zona roja. — El tono con el que lo dijo me puso en alerta; sin embargo, no me moví de mi lugar y lo mire fijamente.

—Deben ser impresionantes ¿Se enfrentaron a un gran grupo? ¿O pudieron hacer una gran estafa? No hay muchas cosas que pueda hacer un grupo pequeño aquí.

—Bueno ¿Recuerdas el cuerpo que encontraron hace poco en una de las entradas? — Apreté las manos y asentí despacio.

—Por supuesto, todo el mundo se entero de eso. El pobre chico estaba en muy malas condiciones, como si el que lo hubiera hecho lo odiara como a nadie más en el mundo. — Comenté.

—Sé quien lo hizo y la razón. La verdad es que Simón también estaba intentando entrar a un grupo bastante grande, así que por un tiempo lo dejaron probar sus capacidades haciendo todo tipo de trabajos. El punto es que el chico terminó envuelto en un trato con alguien que estaba filtrando información de los Red K y en algún momento se canso; amenazo con delatar al sujeto. Algo muy estúpido desde mi perspectiva, pero esa persona fue la que hizo que lo asesinaran y torturaran de esa forma, para darles una advertencia a todas las personas de la zona roja.

—Espera un momento ¿Y cómo diablos sabes todo eso? — Me di cuenta de que ambos estábamos susurrando y por eso acortamos la distancia entre nuestros cuerpos.

—Nosotros hicimos que Simón fuera ese día la entrada de la zona roja, no sabíamos que pasaría eso. Sin embargo, por ese hecho ya somos cómplices del asesino. La verdad es que no sé que habría hecho si ese día me hubieran revelado todo lo que pasaría. Simón también estaba intentando buscarse un lugar. No era un tipo nada malvado ni nada parecido, y creo que solo se enteró de muchas cosas que no debía saber.

Me quede pensando en el asunto durante un momento y apreté los labios lleno de ansiedad. Cuando regrese la mirada a la suya, me estaba analizando, como si estuviera esperando descubrir lo que yo estaba pensando. No pude evitar sonreír.

—No se lo voy a decir a nadie, no te preocupes. Aun hay algo que no puedo dejar de preguntarme, la persona que te gusta ¿Cómo se llama?

—No estoy seguro de si el nombre que conozco es real o no, pero se llama…

Su voz fue censurada por el sonido de un disparo, que nos dejo tan aturdidos que fue difícil determinar de dónde provenía. Las personas no tardaron mucho tiempo en comenzar a correr y entré todo ese desastre pude ver a George y Jacobo. Me tire al suelo y como pude tome la mano de Juan para meterlo bajo la mesa. Pude notar que estaba confundido y su cuerpo temblaba ligeramente, no lo juzgue, porque teníamos tantos tragos encima que bien podría haberse orinado por el susto.

Le hizo una señal para que guardara silencio y se quedara en ese lugar, asintió confundido. Me arrastre fuera de la mesa tome el arma para correr al punto medio de La Cueva. Los amigos de Juan me pasaron por un lado, todos estaban armados. Hasta ese punto no sabía si ellos eran los que estaban en guerra con alguien más o si solo estaban preparados para defenderse, como yo.

Me tuve que relamer los labios, porque lo sentí secos. Dentro de lo que pude, intenté encontrar a los chicos y a Bruno, pero en ese momento se escucho otro disparo y me vi obligado a tirarme al piso. Moví los ojos como un radar por todo el local hasta que por fin pude dar con ellos.

Quite a las personas del camino sin cuidado y regrese por Juan, que de forma obediente seguía dónde lo había dejado. Tome su mano para sacarlo de ese lugar, porque la conversación no había terminado, y estaba dispuesto a hacer lo que sea por obtener ese nombre que no pude escuchar un poco antes.

— ¿Para dónde vamos? — Me grito para que pudiera escucharlo.

—A la salida ¿O prefieres quedarte en el festival de disparos?

—Salgamos, buscare a mi grupo cuando las cosas se calmen. — Me dijo y asentí.

Como era bastante difícil moverse entre todas las personas del lugar, prácticamente lo tuve que traer conmigo a la fuerza. Los ojos de George se encontraron con los míos, pero negué con la cabeza en señal de que no me hablara o se acercara; y por suerte, me entendió.

Pude ver la salida y me apresure para sacarlo lo antes posible, por su apariencia supuse que los tragos estaba haciendo afecto. Estaba sudado y muy pálido.

— ¡Juan! — Dijo alguien y lo tomo del brazo. Lo fulmine con la mirada.

— ¡Cesar! — El nombrado intercalo las miradas entre Juan y yo un par de veces.

— ¿Qué estás haciendo con él? — Maldije por lo bajo.

—Lo conocí hoy aquí. Es Alberto. — Me miro y le sonreí como lo había hecho durante toda la noche.

— ¡No, Juan! ¡Ese no es su nombre! — Levante el brazo y con la mano abierta le di un golpe en la nuca a Juan. En un instante su cuerpo cayó al piso de inmediato.

—Que mala suerte la suya, encontrarte con un Halcón. — Levanté el arma.

—Yo también tengo una. —Me apunto y suspiré antes de sonreír.

—Pero él no está solo. — Le dijo George, con el arma sobre su cabeza.

—Mierda.

— ¿Lo mato o no lo mato? — Le preguntó a Bruno, que llego en ese momento hasta nosotros, con Jacobo.

—Yo dejaré que ustedes se encarguen de esa decisión, porque mi paquete es este. Bruno te espero en la moto, no puedo conducir yo, tengo un maldito dolor de cabeza que no se va a ir hasta dentro de dos días. — Señale el cuerpo de Juan en el piso, incline las rodillas para poder tomarlo y cargarlo sobre mi espalda.

—De acuerdo, hay un par de cosas que me gustaría hablar contigo después.

—Entendido jefe.

Recosté el cuerpo de Juan sobre la moto mientras esperaba a Bruno, que apareció al cabo de unos tres minutos. Después de que se acomodara lo hice yo con el peso adicional con un esfuerzo no tan dificultoso.

— ¿Y los chicos? —Le pregunté.

—Se están encargando de sus otros amigos.

—Pero que noche tan intensa. — Suspire.

—Darío, la próxima vez que trabajes en algo como esto ¿Puedes buscar otro método?

— ¿Por qué? Siempre funciona.

—Ese chico te mirada como si de verdad estuviera interesado.

— ¿Por qué no lo estaría? — Suspiré y gire los ojos.

—Es una orden.

—Si su majestad. Espera ¿Estás celoso?

—Sin comentarios.


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