Dicen que los dioses son inmortales… pero los humanos son su punto débil; cuándo dejan de creer en ellos desaparecen, pero existe una diosa que si es inmortal
LA MUERTE
Tiene distintos nombre en diferentes países, pero cumple la misma tarea, llevarse las lamas al otro mundo o eso es lo que creemos. Llama a las almas, las guarda en un pequeño frasco y las lleva al paraíso, para borrar los recuerdos de cuando estuvieron en el mundo mortal.
¿El infierno?... Esta con los humanos en su triste realidad
En una vieja choza, se encontraba una familia angustiada por el mayor de ellos, un anciano que no podía despertar, sudaba hasta mojar la viaja ropa que llevaba puesta, su temperatura corporal subía y bajaba constantemente
La muerte los observaba y después de un rato se acercó al anciano, se inclinó ante él mirándolo desconcertada
-para de sufrir, ven conmigo- susurro, esas palabras siempre funcionan con los humanos en su misma condición
El anciano dejo de temblar, su pecho se calmó y su corazón se detuvo, una esfera de luz salió se su cuerpo, la muerte saco un frasco vacío y la luz entro en él, tomo un corcho y lo tapo.
Salió de la choza, los llantos y lamentos no se hicieron esperar, regreso la vista y sin más siguió su camino.
Llego al borde de una pequeña montaña, dándole la vista a un campo de batalla; eso le gustaba los reyes y emperadores sedientos de poder le hacían el trabajo más sencillo, reunían a centenares de su lista en un solo lugar
-¡VENGAN CONMIGO!- grito extendiendo los brazos como dándoles la bienvenida
Los hombres gritaron con fuerza dando inicio a la batalla, las flechas volaban a gran velocidad de un lado a otro, las espadas cortaban gargantas, espaldas, pechos y atravesaban corazones, el cielo se llenó de almas brillantes y la muerte las guardaba tranquilamente.
-¡Victoria! ¡Victoria!- sorprendida Ella giro y un sombrío pensamiento llegó a su mente ¿Cómo termino tan rápido?
Las estrellas en aquel la siniestra bóveda celeste, brillaban aclarando su mente.
Una sonrisa se dibujó en su desolado rostro -El tiempo es relativo-se dijo así misma, una eternidad deambulando se lo recordaban…
Caminó entre las decenas cuerpos que se encontraban en la sangrienta pradera, todavía tenía nombres pendientes en su interminable lista. Encontró a uno más que temblaba por culpa de la agonía.
-ven conmigo- le susurro, su cuerpo se detuvo y su alma brillante lo abandonó y así encontró a muchos más y ninguno se resistió.
Llegó al último que le faltaba de ese lugar, él se desangraba por una pequeña herida en el costado derecho; era un caballero sin casco, miraba al cielo tocando su herida rogándole a su dios que no fuera su fin.
-No, todavía no- susurraba cuando la muerte se le acercó –por favor todavía no- rogaba tratando de hacer presión para que dejara de sangrar.
- ven conmigo- le dijo acercándose casi chocando sus rostros
-¡NO!- contesto firme- no iré a ningún lado… todavía no- con una voz entre cortada, y la desesperación inundándole comenzaba a temblar
La muerte se enderezó por la sorpresa, lo observo confundida y lentamente se acercó a él nuevamente alcanzando su oído
-ven conmigo- repitió dulcemente
-DIJE QUE NO- esta vez el hombre gritó –no iré contigo aun- las lágrimas trataban de salir tras la impotencia que sentía por saber que a ella nunca la podrá vencer
La muerte sonrió, se incorporó nuevamente quedando hincada ante el caballero, esos humanos que la retan eran escasos y encontrarlos era agradable, se quitó la capucha de que cubría su cabeza, mostrando su rostro algo pálido, cabello obscuro, negro como la noche, al igual que sus fríos ojos
-eres hermosa… aunque tu trabajo no tanto- bromeo el caballero, sonriendo tras verse derrotado
-me agradas-le sonrió- te ganaste 2 años mortales… nos veremos entonces- toco su herida y esta dejo de sangrar, el callo inconsciente, mostrando aun su sonrisa la muerte lo tomo entre sus brazos, acarició sus rostro delicadamente con su pálida mano- no necesitas recordarme- lo coloco gentilmente en el suelo y después de una penúltima mirada se alejó de él cubriéndose nuevamente desapareciendo del lugar
Caminaba en un lugar totalmente blanco, sin bordes, sin flores, sin animales… en la nada. Tomo su inseparable guadaña un sin ningún esfuerzo hizo un corte abriendo paso a un lugar obscuro, los frascos brillosos pasaron por ahí flotando como si fueran atraídos por algo y cuando paso el ultimo el corte desapareció.
Volvió a tomar su guadaña y realizo otro corte, de él salieron frascos vacíos que se escondían entre su negra túnica.
-Te falta uno- se escuchó una voz masculina, tierna, agradable y dulce.