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Dark Desires por HaePark

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Notas del fanfic:

https://www.youtube.com/watch?v=_uHKN6D45C0

 

Los personajes de Charles Warren y James Monroe no me pertenecen. Yo solo roleo al primero y le shippeo con el segundo.

Todos los créditos al rol @DarkDesiresR

Notas del capitulo:

Hola!

Haeny sigue haciendo one-shots para matar el tiempo y tener que escribir mientras no sabe qué hacer con sus demás fics.

Ahora les traigo uno bien lemonoso, aunque cortito porque solo he dispuesto de una hora para escribirlo antes de mis vacaciones, que comienzan mañana. <3

Los personajes, como ya dije, pertenecen al rol @DarkDesiresR, muy buen rol de misterio, con tramas muy originales, basados en el siglo XVIII-XIX [Publicidad]

En el fic hay un poco de sadomaso y lemon. 

¡Espero que os guste!

 

Monroe gemía enardecido a cada azote que la ruda y excitante mano de Charles Warren le propinaba.  Su miembro, ya desnudo, presionaba contra la madera de la mesa de la comisaría. Su torso sudoroso se encontraba sobre los papeles de los informes, en los que se relataban los pormenores de los casos que Warren y él tenía entre manos. Los dos policías habían abandonado momentáneamente sus quehaceres para dedicarse un…”descanso”…que ambos llevaban un rato necesitando. En el reducido despacho que compartían, solían necesitarlo a menudo.

Warren había atado las manos de su ayudante usando sus esposas de policía y se las había colocado a su espalda, para impedirle así todo forcejeo, movimiento o resistencia. A Monroe, el sentirse totalmente indefenso y desvalido en las manos de su rudo amante era algo que le prendía en sobremanera. Sentía a Warren como su amo y señor, como el depredador y él, la presa. No se hubiera opuesto a ninguno de sus deseos. Y a Charles Warren, por su parte, le fascinaba la docilidad de James Monroe. Quien lo imaginaría tan sumiso en la cama cuando era el más bravo y violento en las redadas contra los delincuentes.

Charles había tenido la precaución de cerrar con llave la puerta del despacho. No le hubiera resultado en absoluto agradable que el metomentodo del secretario general, que solía hacerles inesperadas y en absoluto deseadas visitas en sus momentos de calentón para preguntarles o informarles de cualquier banalidad.

Charles sabía que el secretario deseaba el cuerpo de Monroe como él deseaba su alma, y por supuesto, no le iba a permitir salirse con la suya. La imagen mental de Monroe con otro le hizo azotar con más fuerza su ya rojizo y respingado trasero. El policía ayudante soltó un dolorido quejido a modo de protesta.

Una mordaza improvisada, hecha a partir de un pañuelo en el que se habían bordado las iniciales C.W, cubría la boca de Monroe, introduciéndose tensa en esta. Le impedía así todo tipo de palabras o gritos. Esto era en parte contraproducente, ya que no podría hacer que Charles se detuviera si rebasaba la línea de lo que él estaba dispuesto a soportar, pero Monroe estaba dispuesto a correr con las consecuencias.

Amaba de tal modo la dureza de su hombro, su ruda forma de ser, adoraba como su inminente barbita le arañaba el cuello cuando se lo mordía, en ocasiones creándole heridas en la piel, le estimulaba cuando le golpeaba, ya fuera en modo de snaking o le propinaba zafias bofetadas, le encendía cuando lo llamaba “zorra”, lo tomaba del cabello o lo trataba con despecho.

—Mhh…mh…—jadeó Monroe tras la venda cuando Charles tomó algo de la mesa y se lo metió.

—Shh…—susurró Charles, quien no era muy dado a dialogar durante el sexo. Presionó una y otra vez el recto de Monroe con la punta de la pluma estilográfica con la que éste solía firmar los informes. Se pondría como loco al ver que la había usado para estos menesteres, pues James Monroe era muy pulcro. Pero eso ahora mismo no importaba.

Introdujo la estilográfica todo lo que esta dio de sí, quedándose únicamente con la puntita más gruesa de la pluma en la mano. Tomó otra pluma de la mesa, de color azul marino. Ignoraba si era suya o de Monroe, pero tampoco se paró a pensarlo.

La manera de pensar de Charles Warren, para tratarse de un intuitivo y bien reputado detective, era bastante simple y metódica. Las decisiones que tomaba las tomaba fijándose en una única alternativa, sin valorar otras hasta que esta primera hubiera resultado ineficaz.

En el sexo era similar. Monroe nunca sabía que tramaba, que pretendía hacer con su cuerpo. Y siempre lograba sorprenderle.

Charles introdujo la segunda pluma junto a la otra. Monroe se quejó al sentir la segunda intrusión y sacudió el trasero. En apariencia, para intentar evitar que siguiera metiendo objetos que él no podía ver ni averiguar en su trasero, pero ambos, que se conocían como amantes desde hacía bastante tiempo, sabían que realmente lo estaba incitando a proseguir, a proseguir…a hacerle todo lo que la malvada mente de Warren considerara.

Tomó una tercera del cubilete en el que las guardaban. Esta fue una de las que almacenaban por pereza a tirarlas, ya que la tinta que contenía se había agotado mínimo un mes atrás. Warren acarició la punta y, sonriendo con lascivia, la introdujo junto a las otras dos. Con esas tres, la capacidad natural del recto de Monroe se había colmado.

Warren le propinó un azote para hacer que las plumas se movieran y sus puntas se clavaran en diferentes puntos de su recto. Monroe gimió, con los ojos desorbitados por el efecto. Su interior se contraía por el tacto metálico y  los delirantes pelillos de las estilográficas. Sentía fuertes deseos de arrancarse lo que tuviera en el trasero. Pero entonces recordó que estaba atado, completamente a merced de Charles Warren, y que él nada podía hacer para cambiar esa coyuntura.

Este pensamientos le envió un ramalazo de placer a su entrepierna, que se irguió aún más. Las gotas de pre semen que se deslizaban por ella mancharon la madera. Warren le propinó un nuevo azote, con más rudeza. Las nalgas de su amante se bambolearon, las plumas volvieron a moverse. Monroe gimió de nuevo, totalmente desesperado.

—No se te ocurra correrte o pondrás perdido el pupitre—le advirtió Charles, con la voz grave por la excitación sexual.

Monroe gimió, negando frenéticamente con la cabeza.

Charles se relamió. Sacó las tres estilográficas de su ano, que ahora estaba algo más dilatado por la presencia de estas y los azotes.

Para lubricarlo, Charles Warren cogió del suelo una botella de vodka que tenían ahí, obviamente escondida, para momentos especiales, como celebrar el descubrimiento de una pista principal para el caso que se trajeran entre manos o como preámbulo a un polvo especialmente deseado.

Monroe le vio hacerlo y sacudió de nuevo la cabeza mientras pataleaba en la mesa.

—Tranquilo—le dijo Warren—No la gastaré toda, además, hay más en el armario de los ficheros.

No era eso lo que preocupaba, sin embargo, a Monroe, que ya se temía el uso que Warren iba a darle al líquido.

Y, en efecto, Charles le separó las nalgas, dejando bien expuesto su diminuto hoyito de prietos músculos, ahora enrojecido y dilatado.  Lo contempló absorto, con verdadera hambre, durante unos momentos. Entre sus labios asomó su lengua, rojiza, con la que lamió el contorno de la entrada de su amante, que se arqueó al sentir el contacto. A Monroe le encantaba que Warren le hiciera eso.

Antes de proseguir con el cunnilingus, Warren tomó la botella de vodka y la apoyó en su entrada. Monroe jadeó al sentir el frío del cristal y se retorció.

—Mhh…mh…

Warren le dio otro golpe en los muslos para que dejara de moverse. Después, le quitó el tapón a la botella, vertiendo así el líquido alcohólico en el recto de su amante. El grito de Monroe fue amortiguado por la improvisada mordaza, pero aun así Warren lo percibió y le deleitó.

Le vertió un poco más de vodka. Agachado tras Monroe, lamía el líquido que resbalaba de entre sus nalgas. Su boca, ansiosa, ascendía por sus muslos chupando y sorbiendo.

Por los ojos de Monroe resbalaban diminutas lágrimas perladas. Aquello era muy…muy…extraño, el sentir como su recto se llenaba de líquido y goteaba. El vodka que impregnaba ahora sus entrañas, no tardaría en alcanzarle en embriagarle.

La lengua sedienta de Warren llegó de nuevo a su ano y lo chupó para introducirse después en este. Acarició las paredes, lamiendo ese rico sabor. Su amo la fruncía para llegar lo más adentro posible. Monroe no cabía en sí de sensaciones. Su trasero, hipersensibilizado por los azotes, ahora lleno de alcohol y chupado por su amante. Agitó las caderas, pidiendo más.

—Ahora mismo, zorrita ansiosa…—susurró Warren apartándose de su trasero. Un fino hilillo de saliva quedó uniendo su boca al trasero de Monroe.

Charles se incorporó. Con los ojos clavados en el delicioso trasero de su policía ayudante, sacó su miembro de sus pantalones, ya erguido y rojo a explotar. Lo apoyó sobre la entrada de Monroe, quien instintivamente echó las caderas hacia atrás, consiguiendo así casi autopenetrarse en el miembro de Warren. Éste le detuvo colocándole una fuerte mano en la baja espalda.

—Quieto…no me hagas volver a repetirlo.

Monroe obedeció con docilidad y se quedó estático, aguardando con todos los músculos del cuerpo en tensión a que Charles lo follara. Quería el miembro de Charles desgarrándole dentro, marcándole en lo más profundo de su ser con la rudeza con la que lo solía hacerlo.

Lo deseaba más que respirar, y él no se hizo esperar.

De una seca estocada, Warren le penetró hasta el dentro. Fue a clavar su miembro, de tamaño no desdeñable, en la próstata de Monroe, cuyo emplazamiento ya conocía de tanto buscarlo.

Monroe gritó tras la mordaza. Warren le propinó un seco tirón de pelo que casi lo deja sin respiración. Le abofeteó las mejillas.

—¡Calla! ¿O quieres que nos oigan?

Monroe negó, con los ojos anegados en lágrimas, la mitad de ellas fruto del dolor y humillación de los golpes y la otra mitad, la más intensa, producto del placer.

Warren comenzó a embestirle con fuerza. Apoyó las manos a ambos lados del cuerpo de Monroe, sobre la mesa. Lo acorraló contra esta y se apoderó de su cuerpo por completo. Hizo con él lo que quería, le masturbó mientras lo follaba directamente en la próstata, lo embargó de placer, lo azotó con rudeza y le exclamó palabras grotescas, le provocó dolor, le gimió en el oído, acariciándoselo con los labios y rasgándole el lóbulo con los dientes.

Monroe se llenó de emociones que a él le excitaban, que impactaban en su sexualidad como un rayo en una tormenta y finalmente explotó. Por suerte, Warren lo vio venir y le sujetó el miembro para hacer que se viniera sobre su mano y goteara en el suelo, en vez de sobre la madera de la mesa.

El recto de Monroe se contrajo en torno a la erección de Warren con abrumadora fuerza. El detective en jefe se sintió enloquecer de tanto placer y calor, que fue incapaz de retener. El torbellino de sus propias emociones, de sadismo, dominación más no exenta de cariño hacia su amante, culminó en un insoportable punto. Se corrió en el interior de su amante. Un segundo después, por las nalgas de Monroe resbalaba alcohol entremezclado con la esencia de Warren.

Charles Warren le quitó las esposas a Monroe y la mordaza. El joven se incorporó y encaró a su detective jefe.

—N-necesito una ducha…

Charles sonrió únicamente con los ojos, como solía hacer.

—Aún quedan tres horas de trabajo…no demos excusas a Elliot—el secretario—para rumorear.

Monroe le miró con rencor. Pero obedeció a su jefe, pues no le quedaba otra a fin de cuentas.

Se sentaron de nuevo a la mesa de trabajo. Ordenaron los informes que con el encontronazo sexual se habían desordenado y siguieron debatiendo pistas, móviles y sospechosos para el caso de Jack el Destripador.

Notas finales:

¿Les gustó? 

Quiero rw's! *cara de niña pequeña, adorable, cute, moe*

En serio, ando algo exenta de motivación para seguir mis otros fics...y bueno, quisiera saber si tienen preferencias en alguno para actualizar.

A la vuelta de mis vacaciones, por supuesto.

*ondea la banderita de Inglaterra en el hombro y se va muy ufana*

Ya les contaré :3

Mucho amor para todos.

@HaenyPark


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