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Los errores se castigan por AGR

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Notas del fanfic:

Dejo en claro que los personajes de Saint Seiya no me pertenecen.

Notas del capitulo:

Este es un fic de Ikki x Hyoga de categoría spanking.

 

-Bájese los pantalones y su interior ala altura de sus muslos y ponga sus manos en el escritorio semi inclinado...

Los errores se castigan

 

 

Como siempre había llegado tarde al trabajo, la verdad que me gusta mucho dormir y estas son las consecuencias de tener en estos dos meses las llegadas tardías. Había tenido suerte de que mi jefe se encontraba fuera del país, pero como siempre hay en todas partes algún bocón que dio las quejas a este mostrando con detalles mis faltas diarias desde que había entrado a trabajar.

 

 

No duró mucho tiempo en que mi jefe me mandó a llamar a su despacho. Era muy elegante la oficina, muy independiente de todas al igual que discreta, pero con acabados elegantes que te pueden dejar deslumbrado como me ocurrió a mí. La potente voz de ese hombre alto, moreno de ojos tan azules que te podías perder en ellos, me sacó de mis pensamientos mostrando la silla para que me sentara y así poder escuchar detenidamente lo que este intentaba decirme.

 

 

—Tengo en mis manos los reportes de sus faltas. Creo señor Hyoga, que debemos solucionar este problema de una forma adecuada y lo mejor será despedirlo.

 

 

— ¡Despedirme!, ¡no puede hacerme esto! Señor mi carrera depende de este trabajo.

 

 

— ¿Qué sugiere entonces?, sabes bien cuáles son sus responsabilidades y las reglas de mí empresa. Si tanto necesita su trabajo, tendría que tener muy en claro su deber.

 

 

Cada una de sus palabras eran agujas frías que se me clavaban en mi cuerpo. El silencio entre los dos se hizo muy tenso ya que no sabía que decir ante eso, bueno quizá me podría rebajar el salario pero si eso pasaba seguro no podría comer por pagar el departamento que estaba costeando en esos momentos.

 

 

—Sé muy bien que es mi error señor, pero la verdad es que no sé cómo pagar mi falta, podría trabajar horas extras y así compensar esas llegadas tardías. Necesito el salario completo o no podré comer ya que debo pagar mi departamento.

 

 

—Así que cometes faltas y no quieres pagar por ellas. Bien creo que te dejaré en su puesto y no te quitaré un centavo de su salario, pero no se alegre señor Hyoga, deberá quedarse horas extra trabajando y además recibirá un fuerte castigo, así que prepárese que hoy mismo comenzamos a corregirte. Puede retirarse.

 

 

No podía creer lo que ese hombre me había propuesto, pero pensando bien las cosas no era tan descabellada la solución ya que su castigo¸ ¿qué podría ser?, darle café mientras que él continua en su escritorio leyendo sus revistas, sacar fotocopias a documentos. No veía las cosas fuera de lo normal, así que confiado continué con mis labores hasta que llegó la hora de salida, pero yo no podía irme. Fui hasta el centro de fotocopiado para adelantar el trabajo de mañana y dejar todo listo en las carpetas que tienen que estar en la sala de juntas tal y como me lo había pedido mi compañero Shiryu.

 

 

Al llegar pude visualizar a mi jefe en mí escritorio con una vara la cual golpeaba en sus manos con firmeza. Ver aquella imagen, debo decir que me produjo que el estómago se me contrajera por causa de la mezcla entre temor y ansiedad.

 

 

—Bájese los pantalones y su interior a la altura de sus muslos y ponga sus manos en el escritorio semi-inclinado. No me mire así señor Hyoga, sabe cuál es la alternativa si no obedece mi mandato. Le propinaré diez azotes con la vara y treinta con el cinturón, luego podrá continuar su trabajo y recuerde esto, cada hora que estará hasta las ocho, deberá venir a mi oficina y ponerse en posición para recibir gustoso por sus faltas el castigo.

 

 

No entendía nada, por un momento creí que era una broma, pero el jalón a mí cabello me hizo entender que este hombre iba muy en serio con esa doctrina de castigo corporal y supe que todo era real. Las piernas me temblaban de forma continua por tal situación en la que estaba, no podía pensar con claridad, pero entre mi nublada mente acepté aquello tan burdo para el criterio de muchos.

 

 

Bajé mis pantalones junto con el interior a la altura de los muslos tal como este había dicho y me incliné mirando mis manos apoyadas en ese escritorio de madera y metal cuando sin más sentí el primer golpe que me hizo enderezarme para reclamar tal agresión, pero él puso su mano en mi espalda impidiendo que me moviera. Al quinto azote con esa vara comencé a tensarme más, pero no grité. Cuando terminó de golpearme con la vara podía sentir la piel de mis nalgas arder en una braza que no me esperaba y lo tuvo que notar ya que sentí su mano pasar por esa zona tan lastimada.

 

 

—Bien, ahora proseguimos con el cinturón y contarás cada azote y si no lo haces comenzaremos desde el inicio.

 

 

— ¿Por qué me humilla así?

 

 

— ¿Cree señor Hyoga que esto es una humillación?, ¿cómo le puedo llamar yo a sus llegadas tardías al trabajo?, ¿robo?

 

 

Sí, de alguna forma él tenía razón yo le estaba robando el salario al cobrar sabiendo mi error. Respiré hondo al sentir el primer azote llegar, lo que me hizo retorcerme con fuerza. Contando así cada golpe que administraba en mis nalgas enrojecidas.

 

 

“Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve diez, once, d-o-c-e…”

 

 

Fue mi voz que se comenzaba a quebrar entre el llanto y dolor cuando llevaba ese conteo que apenas lograba salir de mis labios.

 

 

Al llegar a los treinta azotes me desplomé sobre el escritorio llorando como si fuera un niño de cinco años tras ser castigado por su madre por comerse un dulce sin permiso, no podía siquiera levantarme ya que temía caer. Lo odiaba a él por hacerme esto y a mí por permitir tal atrocidad, pero pude notar algo y esa mano que me consolaba de alguna forma al posarse en mi espalda y sus palabras que sonaban decididas pero calmadas.

 

 

—Tranquilo, ya pasó puedes descansar unos minutos y continuar con su labor en una hora regresas para aplicarte la misma dosis hasta que salgas de laborar.

 

 

—Sí, señor.

 

 

Debía trabajar hasta las ocho por lo que eso significaba que tendría tres castigos severos. Las horas pasaron y no dejaba de gritar y llorar más mi jefe no se inmutaba al verme en ese feroz estado. Estaba por finalizar mis labores y con ello este sería mi último castigo de esa jornada laboral, pero mañana sería otro día y debía recibirlo.

 

 

Una vez más empezaron los azotes con la vara, me sujeté con fuerza en el borde del escritorio sintiendo el terrible escozor en mis nalgas. No dejaba de llorar, me sentía débil y cansado.

Perdón era la palabra que salía de mí, pero no la escuchaba y cada que metía la mano para evitar más de sus castigos este simplemente me la quitaba y aumentaba la dosis con más fuerza de la que me estaba propinando.

 

 

Los últimos treinta azotes fueron más fuertes y rápidos aumentando así el sufrimiento, ya comenzaba a odiar ese instrumento que utilizaba para tal castigo. Al fin había terminado mi castigo, no podía creer que por fin esta pesadilla llegó a culminar aunque vendría el día de mañana.

 

 

—Vete al rincón y te quedas así hasta que yo te diga, si te mueves un ápice te daré diez azotes más.

 

 

—Es mi hora de salida señor. ¡Ay!, ¡ya no más señor por favor!

 

 

Supliqué cuando me dio tremendo golpe en mis adoloridas nalgas por contestar de esa forma así que reuní las fuerzas que no tenía y me puse en ese rincón que había dicho mi jefe. No sé cuánto tiempo paso, pero me separé para acomodar mi ropa y mis cosas ante su nueva orden de que ya podía irme, pero mayor fue la sorpresa cuando este me acompañó hasta mi hogar donde se quedó a curarme y a platicar conmigo de todo un poco.

 

 

Ya entrada la noche me dispuse a lamer su hombría de forma descarada y pude escuchar sus gemidos roncos que anunciaban que disfrutaba de mí atención lo cual era una gratificación para mí persona llegando así a unir nuestros cuerpos en una danza perfecta de placer que nos hizo llegar al orgasmo.

 

 

—Quiero agradecerte por educarme mi señor, sé que esto no me ha de librar de los castigos siguientes, pero quiero que lo sepas.

 

 

—Me alegra saber que comprendas el motivo de mi proceder y que cada error tiene su castigo, por cierto aquí en la intimidad no me llames señor solo dime Ikki.

 

 

Sonreí complacido ante sus palabras ya que esto era el nuevo inicio de una relación que encerraba en sí muchas promesas sensuales como castigos los cuales viniendo de él así dolieran yo recibiría con gusto y le daría las gracias por ello.

 

-FIN-  

Notas finales:

Gracias aquellas personas que se toman el tiempo para leer este fic. Espero de verdad que sea de su agrado.

Kisus pervertidos.


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