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Takaonieves y la kiseki no sedai. por kozzha

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Notas del fanfic:

Kuroko no Basket no me pertenece. Es oba de Tadoshi Fujimaki; como tampoco me pertenece Blancanieves, éste cuento es creación de los hermanos Grimm. 

Notas del capitulo:

Este one-shot surgió después de soñar  a Takao como Blancanieves y la verdad no pude aguantar en escribir yn fanfiction de ese sueño. 

Este trabajo es dedicado con mucho amor a Oli, quien me hizo el favor de hacer un fan art de mi one-shot. 

 Aquí les dejo el fan art. 

https://www.facebook.com/693229480768550/photos/a.693233320768166.1073741828.693229480768550/708871019204396/?type=1&theater

Y esta es su pag.

https://www.facebook.com/olivia.dipankeky?fref=ts

La obra de teatro  “Dulce Caridad” había llegado a Japón y como era de esperarse;  los señores Takao, fanáticos de los musicales, hicieron todo lo posible para no perderse de aquella puesta en escena.  Ese había sido el motivo por el cual Kazunari se había hecho cargo de su pequeña hermana Yui aquel sábado por la noche.

Como sugerencia de la pequeña de siete años,  habían decidido ver la película de Shrek, la favorita de los hermanos Takao.  Entre frituras, golosinas y demás chuchulucos, los hermanos pasaron las primeras horas de la noche carcajeándose.  Al finalizar la película, ambos sufrían de un dolor en los músculos del abdomen por tanta risa pero eso no les impidió ver la segunda parte de aquella curiosa película.

Yui insistió en ver Shrek tercero, pero Kazunari se negó pues ya pasaban de las diez y su hermana tenía que irse a la cama.

-Cepíllate los dientes y ponte la pijama, Yui-chan-le ordenó su hermano mientras recogía el desorden creado por ellos horas atrás. La niña, a diferencia de Kazunari en su infancia, obedeció sin refutar.

Cuando el muchacho entró a la recámara de su hermana, esta ya estaba en la cama y  con un libro en sus manos.

-Nii-san, ¿Podrías leerme un cuento?-preguntó con ojos brillosos.

-Claro-asintió Kazunari. Se acomodó en la orilla de la cama y tomó el libro que su hermana le ofrecía-“Blancanieves”…-leyó el nombre que estaba escrito en la tapa del libro.

-Es mi cuento favorito-sonrió la pequeña.

-¿En serio?

-Sí.

-Yui-chan se parece a Blancanieves-dijo y le picó una mejilla en gesto amistoso.

-¿En serio eso crees?-preguntó con emoción.

-Claro-asintió-tienes el cabello negro, la piel blanca y los labios rojos y eres muy bonita, Yui-chan-la pequeña se sonrojo ante el comentario de su hermano mayor-Pero de una vez te advierto que no dejaré que ningún príncipe te aleje de mí-le advirtió con una sonrisa.

-¡Nii-san!-exclamó Yui a lo que Kazunari soltó una carcajada-Léeme el cuento-le instó con un puchero.

-Ya…ya…no te enojes-se acomodó mejor en la cama y abrió el libro-“Era un crudo día de invierno, y los copos de nieve caían del cielo como blancas plumas…”

 

 

Kazunari arropó a su hermana quien yacía perdidamente dormida.  A mitad del cuento, Yui había caído en brazos de Morfeo, agotada. Después de asegurarse que la señora Kawaii-yuspi*  estaba segura en brazos de Yui y que la lámpara de  princesas estaba encendida, el muchacho salió de la recámara. Miró su reloj de pulsera que marcaba  las diez menos cuarenta minutos, aún era temprano para él así que decidió regresar a la sala y ver el televisor.

Kazunari se dejó caer sobre uno de los sillones de la sala, tomó el control, encendió el televisor y se dispuso a ver la programación nocturna.  Mientras buscaba algo entretenido, el muchacho se encontró con la película de “Espejito, espejito”  en uno de los tantos canales. Aquella película estaba basada en el cuento  “Blancanieves” de los hermanos Grimm.  Recordando el detalle que a Yui le gustaba ese cuento, el muchacho se dispuso a ver aquella película, sumando que le pareció curioso el que los siete enanos fueran rateros.  Cuando menos se dio cuenta, se  quedó dormido, sumergiéndose en un curioso sueño…

 

 

Faltaba poco, sólo unos cuantos centímetros más  para alcanzar aquella suculenta naranja  cuando de repente:

-¡Takaonieves! La comida está lista-se escuchó la voz de un de los tantos sirvientes.

Sólo bastó  de eso para que su concentración se esfumara y perdiera el equilibrio, cayendo del árbol de bruces y con el trasero al aire.

-¡Takaonieves!-exclamó el sirviente, corriendo en su auxilio.

Aturdido por la caída, Takaonieves no se percató que la falda de su vestido se había alzado, mostrando los blumers con encaje color crema.

-¿Se  encuentra bien?-se apresuró en preguntar el sirviente, ayudándolo  a ponerse de pie.

-Si, Miyaji-chan-respondió Takaonieves quien estaba lleno de raspones en rostro y brazos.

-Usted siempre causando problemas-replicó el sirviente-Si lo ve así el rey  Akashi, lo regañará.

Takaonieves puso los ojos en blanco.

-No es necesario que mi padrastro se entere de esto-masculló  ceñudo.

-Si se come todos los brócolis que el cocinero Otsubo preparó  y no desaparece del castillo sin avisar,  prometo no decirle nada.

-¿Lo prometes?-a Takaonives le brillaron lo ojos.

-Lo prometo-alzó su mano.

-Bien.

-Ahora, antes que nada, vamos a curarle  esos raspones.

Takaonieves asintió.

 

 

Akashi miró de reojo a su hijastro y frunció el ceño al ver que Takaonieves torcía la boca pues su plato estaba repleto de brócolis.

-¿Dónde estuviste toda la mañana?-preguntó Akashi, insertando el tenedor en un trozo de ternera.

-En el jardín-respondió  Takaonieves con la boca llena.

-No hables así, niño-instó Akashi-Enderézate y baja los codos de la mesa-le regañó. Sin oportunidad de refutar, Takaonieves obedeció.

El resto de la comida fue en completo silencio y en medio de un ambiente tan tenso que se podía cortar con unas tijeras.

Después de la comida y como era costumbre para el rey Akashi, se fue  hacia la habitación que tenía asignada para su querido espejo.  Estando ahí se posó frente a este y preguntó:

-Espejito en la pared, dime una cosa: ¿quién es de este país el más hermoso y absoluto?

-Señor Rey, tú eres como una estrella, pero Takaonieves es mil veces más bello y absoluto.

Ante la respuesta dada por el espejo, Akashi apretó los dientes. No era la primera vez que el espejo le daba esa respuesta. Desde que Takaonieves se había convertido en adolescente, el espejo le decía lo mismo y eso ya lo estaba fastidiando. Así que esa misma tarde decidió que tenía que eliminar a su hijastro. Mandó llamar al cazador Kimura al cuál le asignó la misión de llevar a Takaonieves a lo más profundo del bosque y matarlo. Con esa orden, Kimura fue en busca del joven príncipe.

Con mentiras, Kimura llevó a Takaonieves al bosque y estando ahí alzo su hacha con la intención de matarlo pero Takaonieves le dio tremendo traspié  que lo tumbó.

-¿Cómo te atreves?-vociferó Takaonieves.  

-Lo siento-chilló el cazador Kimura-Fue el Rey Akashi quien me ordenó-dijo mientras se sorbía la nariz.

-¡Mi padrastro!-exclamó-No me extraña, ese hombre es un psicópata.

-Si…en verdad está loco. Jamás suelta sus tijeras.

-Debería de darle una lección-se cruzó de brazos.

-¡No! No lo haga Takaonieves, usted es puro y bello.

-Pues puro, puro…pues no y bello…-se peinó el cabello negro con una de sus manos-más bien creo que soy guapo-y soltó una carcajada. Kimura ignoró aquél comentario y continuó.

-Será mejor que escape y no regrese al castillo. Yo le diré al rey que hice mi labor. Será nuestro secreto, bello Blancanieves.

-Pero…-musitó, conmovido.

-Anda y ve…

-Está bien-asintió Takaonieves y sin chistar corrió, alejándose del cazador Kimura.

-Suerte,  Takaonieves…

El muchacho corrió y corrió hasta que se cansó.  Agotado, sucio y sin ilusiones, Takaonieves se arrastró por el césped hasta que llegó a una pequeña cabaña, tan pequeña que él tenía que entrar agachado. Llamó a la puerta y mientras esperaba descubrió que ésta estaba abierta. A gatas se introdujo en la diminuta casucha. En la estancia había una mesa con siete platos y siete juego de cubiertos. En otra habitación halló siete diminutas camas. Lanzó un bostezo y hecho ovillo se recostó en una de las camas y se quedó dormido.

Al caer la noche, los dueños de la pequeña casucha, que era un grupo de enanos,  hicieron acto de presencia. En cuanto entraron a su casa, escucharon ciertos ruidos perturbadores que provenían del domirtorio. Alterados, corrieron hacia la habitación, encontrándose con un bello muchacho que dormía a pierna suelta y roncaba. Al ver al muchacho dormir plácidamente, los enanos decidieron no perturbar el sueño de tan bello ser.

A la mañana siguiente, cuando Takaonieves despertó, su estómago rugió estimulado por el delicioso olor a  lentejas. Encorvado, el joven príncipe salió del dormitorio llevándose tremenda sorpresa al encontrar a siete enanos comer en la pequeña mesita.

-Buenos días, bello joven-saludó uno de los enanos que era guapo, ojos dorados y cabellera rubia.

-Buenos días-respondió Takaonieves.

-¿Cuál es tú nombre?-

 -Soy Takaonieves, príncipe del reino que colinda con éste bosque…

-¿Qué te trae por aquí?-preguntó un enano pelirrojo, quien engullía con fruición su tazón de lentejas.

-Mi padrastro…él mandó a matarme. Logré escapar pero…-bajó la cabeza.

-Pobrecito-corearon los siete enanos.

-No tengo a donde ir ni oro…

-No te preocupes-dijo un que tenía el cabello moreno y ojos ligeramente rasgados-Puedes quedarte el tiempo que desees aquí-todos los demás asintieron.

-Muchas gracias señor…

-Nijimura, Nijimura Shuzo.

-En cantado-sonrió Takaonieves. Todos los enanos se quedaron maravillados ante la belleza de su sonrisa.

-Yo soy Kise Ryota-dijo el enano rubio.

-Yo me llamo Aomine-se apresuró a decir uno de piel canela y ojos azul eléctrico, empujando a Kise quien cayó de bruces.

-Yo soy Kagami-se presentó el enano pelirrojo-ellos son Haizaki-señaló a uno que fruncía el ceño-Murasakibara-a lado de Haizaki estaba uno un poco más alto, con aspecto de estar aburrido-y Kuroko…oh…¿Dónde está Kuroko?-giró y buscó con la mirada en la pequeña estancia al igual que los demás.

-Aquí estoy-se escuchó una vocecilla detrás de Takaonieves quien giró y soltó un gran grito al ver a un enano de ojos celestes y rostro inexpresivo.

-Mucho gusto, soy Kuroko-musitó el enano.

Como agradecimiento por la hospitalidad de los enanos, Takaonieves se ofreció en hacer las labores domésticas.  A pesar de sus buenas intenciones, Takaonieves fracasó en su labor de amo de casa. Ante su inexperiencia, el muchacho destiñó las prendas de los enanos, quemó la comida y casi destroza la pequeña casa.

Mientras Takaonieves tenía un fuerte duelo con los tratos sucios, Kimura le daba los detalles del asesinato del muchacho al rey Akashi. Satisfecho con la noticia de la muerte de Takaonieves, Akashi se fue a la habitación del espejo y estado ahí realizó el ritual de a diario.

-Espejito en la pared, dime una cosa: ¿quién es de este país es el más hermoso y absoluto?

-Señor Rey, eres aquí como una estrella; pero mora en la montaña, con los enanitos, Takaonieves, que es mil veces más bello y absoluto.

El rey se sobresaltó, pues sabía perfectamente que el espejo jamás mentía. Con aquella revelación se dio cuenta que el cazador le había mentido, su hijastro seguía con vida. Fue así que se le ocurrió otra manera de deshacerse de él.

-¡Takaonieves morirá! -gritó-Aunque me cueste a mí la vida.

Bajó a una cámara secreta y ahí preparó una manzana con el mejor veneno. Antes de que anocheciera, la bruja se disfrazó de una anciana campesina y fue hasta donde vivían los enanos, en medio del bosque.

Llamó a la puerta, Takaonieves, fastidiado de hacer las labores domésticas, abrió la puerta.

-Buen día-saludó Akashi-Vengo ofreciendo mis deliciosas manzanas, ¿Gusta comprar una, bello joven?-dicho esto, tomó una manzana de la canasta, ésta manzana era más roja que las demás. Bajo de su disfraz, Akashi escondía sus queridas tijeras por si era necesario amenazar al mocoso.

-Mmm…las manzanas no son de mi agrado-musitó, torciendo la boca. Akashi chasqueó la lengua.

Takaonieves miró la manzana y recordó que había quemado la poca comida que los enanos tenían. Ya pasaba de mediodía y el moría de hambre. Tentado por la brillantez de la manzana, el muchacho aceptó la manzana y antes de que Akashi pudiera decir algo, el príncipe le dio una mordida a la manzana. A los pocos segundos cayó al suelo: pálido y sin pulso.

De inmediato, Akashi regresó al palacio. Se posó frente al espejo y dijo:

-Espejito en la pared, dime una cosa: ¿quién es de este país el más hermoso y absoluto?

-Señor Rey, eres el más hermoso y absoluto en todo el país.

Fue así que el corazón del rey Akashi encontró la paz.

 

 

Al volver a casa al anochecer, los enanos se encontraron con Takaonieves tendido en el suelo, frío y sin pulso. No había duda, estaba muerto.

-¡No!-gritó con dolor Kise-¿Por qué Dios? Si no me das, no me quites.

-Calla-vociferó Aomine, abofeteándolo para que reaccionara.

-Ya no hay nada que hacer-susurró, triste Nijimura.

Para preservar su belleza, los enanos decidieron crear un ataúd de cristal. Transportaron a Takaonieves a la cumbre de la montaña y se turnaron  cada noche en cuidarlo.

Y así estuvo Takaonieves mucho tiempo, reposando en su ataúd, sin descomponerse, como dormido, pues seguía siendo blanco como la nieve, sus labios rojos como la sangre y con el cabello negro como ébano.

Fue en una de las tantas noches en que uno de los enanos hacía guardia cuando un galante joven, de ojos verdes como la esmeralda, que se resguardaban en un par de anteojos de montura plateada y montado en un caballo,  a pareció. Curioso, bajó de su caballo y se acercó a la tumba de Takaonieves. Lanzó una exclamación, impresionado ante la belleza del moreno.

-Es idéntico a como lo describió el oráculo Oha Asa-susurró.

Se acercó a Murasakibara, quien era el guardián de Takaonieves.

-¿Quién es él? ¿Por qué yace en éste ataúd?

-Es el príncipe Takaonieves-respondió con pereza-Murió hace mucho, pero a pesar de eso su belleza y cuerpo siguen intactos. Como si el tiempo no pasara por ellos.

El joven volvió a mirar a Takaonieves.  Remembró lo que el oráculo le había dicho esa misma tarde:

-“Cáncer: encontrarás el amor hoy mismo. Aquella persona que robe tu corazón será: blanco como la nieve, sus labios rojos como la sangre y con el cabello negro como ébano. Esa misma persona será tu lucky ítem. Tendrás que mantenerlo junto a ti por la eternidad”- fue así como aquél muchacho, quien resultó ser el príncipe Midorima Shintaro  del reino vecino, emprendió el viaje en busca de su amor y talismán de toda la vida.

-Dame el ataúd, pagaré lo que sea por él.

-¿Lo que sea?-preguntó Murasakibara con cierto brillo en sus ojos apáticos.

-Lo que sea-asintió Midorima.

-Dulces…quiero dulces y tendrás a Takaonieves-le instó.

-No tengo dulces, pero tengo oro suficiente para que puedas comprar los dulces que quieras-Midorima sacó un bolso con monedas de oro-¿Qué dices?

-Trato hecho-Murasakibara le arrebató el bolso y se alejó dando zancadas.

Midorima se acercó al féretro y trató de abrirlo, en uno de los tantos intentos, tiró el féretro y éste se abrió. Takaonieves rodó y ante éste movimiento, de su boca salió un trozo de manzana. Aquél trozo se había atorado en la garganta de Takaonieves, impidiéndole el paso de aire suficiente para mantenerse consciente.  

Aturdido, el muchacho se enderezó y miró a su alrededor.

-¿Dónde estoy? ¿Qué pasó?

-Oh, bello Takaonieves-susurró Midorima, acercándose al otro-Mi querido lucky ítem.

-¿Eh?  ¿Lucky qué?-antes de que pudiera formular otra pregunta, Midorima acalló con su  boca aquellos suculentos labios rojos en un apasionado beso.

 

 

Takao se despertó en medio de la penumbra. Somnoliento se enderezó y notó que el televisor estaba apagado. Miró su reloj y vio que eran las dos de la madrugada. ¿Sus padres ya habían regresado?, se preguntó. La respuesta le llegó de inmediato cuando se dio cuenta que una suave manta lo cubría y su cabeza había reposado en un cojín de la sala. Lanzó un bostezo y se puso de pie con la intención de continuar con su sueño pero ahora en la comodidad de su cama.

Por el resto de la noche, Takao no soñó más.

Al día siguiente, el muchacho no recordó nada de su peculiar sueño hasta que a la hora de la comida, su mamá le ofreció un trozo de manzana roja.

-¿A caso me quieres envenenar?-vociferó alterado-Pero soy tu hijo y no soy bello, salí igual de feo que papá-dijo histérico. Ante éste comentario, su papá se atragantó con el bocado de pescado frito y antes de que su madre pudiera decir algo, Kazunari salió corriendo histérico.

-Pero…¿Qué le sucede?-se preguntó la señora Takao, a lo que el señor Takao se encogió de hombros.

La señora Takao le ofreció un trozo de manzana a su hija menor que al ver el trozo de la fruta, hizo un puchero y soltó en llanto, pues tampoco quería morir envenenada.

 


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