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Juzgandome por Grifo

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo!

Bien, le di tantas vueltas a esta historia... 

Pero aquí estamos de nuevo, hacia mucho que quería hacer algo sobre esta pareja, así que espero les guste!!! 

El día era soleado, típica tarde de verano. Hacía calor, se podía sentir en el interior de la casa. Los rayos se colaban entre las cortinas, iluminando el suelo y las cosas sobre él. Un poco de viento lograba mover la fina tela que cubría la ventana, provocando que el rayo de sol se haga más grande. Éste alcanzó a iluminar un objeto en especial, provocando que de él saliera un destello, que alumbraba desafortunadamente directo a los ojos del muchacho tendido sobre la cama.

Ambos ojos cerrados, ahora los apretaba fuertemente producto de la luz. Se movió pesadamente a un costado, dando la espalda a la ventana. Le dolía su costado izquierdo. Se reacomodó, boca arriba nuevamente, el reflejo molesto estaba sobre sus ojos una vez más. Ahora, comenzando a despertar, soltó un suspiro resignado, aparentemente su sueño debía esperar… ¿o quizás no?

Pensó en otra alternativa ¿Estaba dispuesto a ponerse de pie y cerrar la cortina?... No.

Se movió de nuevo a la izquierda, no importaba el daño, importaba dormir. A todo esto, ¿por qué tan adolorido estaba? De repente, como una estrella fugaz, una idea cruzó su cabeza. Se recordó a él mismo, por alguna razón iba caminando de espaldas, más que caminar iba tropezando con todo lo que estuviera en su casa. ¡Pum! El mueble al costado de la puerta de su habitación, no pudo esquivarlo. El pequeño armario calló, llevando consigo un bonito florero cortesía de su padre, claro que sin flores. No podía cuidarse a sí mismo, menos a un ramo de flores. El pobre mueble quedo algo deforme por el golpe, los libros en su interior desparramados por el suelo, y su costado izquierdo dolía, por un momento pensó que se había quedado sin costillas.

Bueno, eso explicaba la molestia, ahora sí, ¡a dormir se ha dicho!

Esperen… ¿y ese… olor? Se mezclaba el olor a cigarro, alcohol, y pudo distinguir una fragancia a flores, muy suave.

Bueno, de eso se encargaría cuando estuviera mas despierto. Intentó dormir nuevamente.

Una ráfaga de aire caliente golpeó su nariz y labios. De nuevo ese aroma entremezclado.

Intentó abrir un ojo, tenía sus párpados prácticamente pegados. Intentó abrir el derecho, obteniendo un mejor resultado. Veía todo borroso, ¡me he quedado ciego! No, eran los lentes de contacto que había tenido la precaución de quitárselos antes de dormir. Aún así se talló un poco el ojo, el roce de sus nudillos logró aclararle un poco más el panorama.

Lo que veía era algo confuso de explicar, una mezcla de colores interminables. Lo más próximo era el color beige, sus sábanas. Frente a él divisó a duras penas una figura aparentemente humana, color bronceado como los surfistas en la tele, distinguió una especie de cabellera azul, si es que a eso se le podía llamar cabello. Intentó enfocar un poco más, algo parecido a dedos humanos estaban casi frente a sus ojos, amenazando con hacerle un piquete si su dueño los extendía en su totalidad. ¿Acaso estaba viendo una persona? ¿En su cama? Imposible. Todavía se sentía muy borracho como para pensar con claridad.

Cerró el único ojo que pudo abrir, una tranquilidad lo invadió, su respiración comenzó a hacerse más lenta, y finalmente logró conciliar el sueño.

 

 

Minutos, horas, quizás días o meses pasaron. Abrió los ojos, ahora sin ningún problema, no tenía noción del tiempo, sentía que le habían pasado 20 años por encima mientras dormía.

Se encontraba boca arriba, el pecho medio tapado por las sábanas. Miró a la derecha, la ventana que momentos antes dejó pasar al sol que logró despertarlo, ahora estaba cerrada en su totalidad y las cortinas prolijamente acomodadas de forma que no pasara ningún reflejo molesto de lo que suponía era un atardecer.

Miró a la izquierda, en su cama, ese lado estaba correctamente tendido, sin ninguna arruga.

Pensó, que satisfacción era volver de una noche de tragos y encontrar todo tal cual lo había dejado.

Intentó sentarse en la cama, se impulsó con sus brazos, tenía un fuerte dolor en su costado izquierdo, cabeza y espalda. Cuando logró acomodarse notó un pequeño detalle, estaba desnudo. Miró al techo y ahí logro sentir una fragancia mezcla de cigarro y alcohol. Entonces recordó, la borrosa imagen a su lado y el olor a flores. Bueno, aparentemente habrían sido producto de su imaginación.

Con dificultad se puso de pie, vio sus zapatos situados a un lado de la mesa de noche, pero no vio por ningún lado su ropa. Caminó hasta el baño, allí vio el cesto de la ropa sucia, que contenía las prendas que buscaba. ¿Cómo llegaron hasta ahí? Aparentemente borracho era mucho más ordenado que sobrio.

Dios, que resaca que tenía. Luego de terminar en el baño y después de colocarse unos pantalones sueltos, salió dirigiéndose a la cocina. Un paso fuera de su habitación, el mueble que recordó haber golpeado, estaba parado donde siempre, algo deforme por la caída. Esta vez no tenía el florero sobre él.

Bajó por las escaleras, cuanto más abajo estaba, más sentía el aroma a flores. Increíblemente estaba todo ordenado, tenía recuerdos confusos de mesas y adornos rotos y desperdigados por el suelo, y no sabía donde se habían ido.

Abajo, en el living, dudó en ir hacia la cocina, pero no vaciló en seguir ese aroma dulce que lo había atrapado. Esa fragancia llegaba hasta su estudio, un pequeño cuarto que decidió guardar para dedicarse a su trabajo, como oficinista debía encargarse de varios papeles que prefería revisar con tranquilidad en su hogar.

Ya a centímetros de la puerta, tomó la perilla y entró.

Bueno, si alguien le decía que iba a suceder ese día no le creería. En SU estudio, encontró un señor bien vestido, de cuerpo bronceado y torneado como los surfistas de la tele, con melena azul y espalda ancha, revisando SUS papeles.

-          ¡AAAHHHHHHHH! – soltó el picaporte y dio dos pasos atrás. Aguarden, el tipo este estaba en su casa.

El intruso se giró, no estaba tan borracho como para no reconocer esos ojos color verde.

-          ¿Kanon? – esto estaba mal.

-          Ey, buenas tardes, pensé que no ibas a despertar – el el de cabello azul se paró e intento aproximarse al joven frente a él.

 

Retrocedió dos pasos más, confuso estiró sus brazos como intentando que Kanon no se acercara.

Ceño fruncido, sus ojos cada vez mas entrecerrados observaban al el de cabello azul, que por alguna razón no dejaba de sonreírle divertido.

 

-          ¿Qué haces en mi casa? – la pregunta en realidad era, ¿Qué carajo está pasando?

-          ¿No recuerdas nada? – La cara del dueño era de obviedad – Sorrento, estabas muy pasado de copas y decidí quedarme a cuidar de ti.

-          ¿Pasado de copas? – Recordaba una reunión laboral en la empresa, recordaba que su grupo de trabajo había decidido salir a un bar, recordaba haber ido a tomar con ellos, ahora, entre el bar y este momento incomodo había un increíble y gigante hoyo negro.

-          Cuando fuimos al bar hicimos ronda de tequilas, y continuamos tomando – La mirada atónita de Sorrento era espectacular. Se mantenía estático, ojos entrecerrados y los brazos levantados — ¿No recuerdas eso?

-          No, lo lamento – se tomo la cabeza con las manos, estrujó su cabello lila y miro nuevamente a Kanon. No sabía cómo encarar el hecho de haber despertado desnudo, y reconoció al el de cabello azul como ese compañero en la cama, así como el portador de ese perfume floral.

-          Espero no te moleste, pero decidí quedarme para cuidarte, estabas realmente muy mal – el heleno lo miro tierno, nunca lo había visto así.

-          No hay problema, Kanon. ¿Quieres que te prepare algo?

-          No gracias, creo que te prepararé algo a ti – le sonrió y fue hacia la cocina del el de pelo lila, ya se sabía la casa de memoria.

Bien, Sorrento, pensemos que sucedió. Estabas tomando un tequila muy tranquilo, al lado de tu amor imposible, aquel que jamás en su vida se fijarían en ti, aquel que te desvela las noches, ese por el que mueres desde el primer día que conociste, y luego terminaron ambos en tu casa, en tu cama, haciendo quien sabe que cosas, ¡y ni lo recuerdas!

Bueno, en realidad, si se piensa así no es tan malo, es decir, Kanon está en casa, ¡esta Kanon en casa!, ¿Qué más da? Nadie podía negar que, ahí “había algo más”, aunque eres el hijo del dueño de la multinacional en la que trabajas por acomodo, y te acostaste con el más codiciado empresario, un hombre 10 años mayor que tu, de 30 y cuantos años, mano derecha de tu padre, el cual no dudaría en cortarle la cabeza si se entera de este “incidente”.

 Bueno, si es un poco malo.

El el de pelo lila analizo todo esto mientras iba a ponerse ropa más decente, volvió a la cocina sin haberse aclarado nada, y sin saber cómo abordar el tema, quizás, era algo que quedaría allí y listo. Kanon no iba a hablar de ello, no había porque hablar de ello. Kanon no sería despedido, Sorrento había tenido sexo con él, todos felices, todos contentos.

Pero no.

-          Kanon, ¿Qué sucedió anoche? – su personalidad iba para otro lado. ¿Cómo iba a dejar el tema allí? ¿Despertar con el hombre más hermoso del planeta tierra y no saber cómo sucedió? Ja, claro que quería saberlo todo – Me refiero a, ¿Cómo llegamos aquí?

Kanon que ya había preparado un té ideal para el dolor de cabeza, sirvió dos tazas y se sentó en la mesa con Sorrento, frente a frente.

-          Bien, ya sabes lo del bar y los tequilas – asiente el el de pelo lila – estabas muy mareado y querías conducir tu coche hasta aquí, y claro que no iba a dejarte. Las chicas sugirieron que tomaras un remis pero te traje en mi auto.

-          ¿Tú no tomaste nada? – interrumpió, estaba enterado de la madurez de Kanon, una vez había tomado un remis al estar consciente de su borrachera en un bar. El el de cabello azul se caía de maduro.

-          No no, dos tragos muy suaves nada mas… En realidad fui al bar porque supuse que te embriagarías – sonrió al ver la cara de Sorrento como diciendo “¿Quién va a un bar para no tomar?” – Cuando entraste a la empresa, tu padre me pidió que cuidara de ti, y eso hago – sonrió de vuelta.

-          Gracias – Lo dijo por cortesía, le agradaba que lo cuidara pero, lo preocupaban más otras cosas — ¿Y qué paso después?

-          Bien… — tosió un poco el el de cabello azul, se refregó la nuca con su mano e hizo una mueca incomoda – No sé como explicártelo – comenzó a reír tiernamente, un poco nervioso mientras miraba al el de pelo lila.

-          ¿Hicimos algo? – en realidad era una pregunta muy riesgosa. No era un secreto para él que Sorrento fuera homosexual, sin embargo para el resto, si. Y Kanon…. Bueno Kanon hacia su vida, su vida amorosa y sexual era un completo misterio para todos, así que puede que la pregunta lo incomodara.

-          No no, para nada Sorrento – muy serio Kanon lo miro, no había sucedido nada.

Balde de agua fría. Trágame tierra para el el de pelo lila. Se sintió algo obvio cuando se dio cuenta de su reacción, precipitadamente abrió sus ojos y se echó para atrás en la silla. El el de cabello azul se sonrojó levemente.

-          Ah, bien… – intentó disimular Sorrento – Pero entonces hay cosas que no me explico…

-          Querías que hiciéramos algo, comenzaste a quitarte la ropa y a intentar quitar la mía. Finalmente desististe y te dormiste así como estabas, con la condición de que yo durmiera en tu cama también. Como estaba muy cansado accedí – Sonrojado y serio hablaba, mirando al el de pelo lila directo a los ojos, que estaba desilusionado.

-          Bueno, gracias…. — ¿Estaba agradeciendo por que no le diera el mejor sexo de su vida? —… ¡Gracias por cuidarme!

-          Por nada Sorrento, no tienes que agradecer – sonrió como acostumbraba siempre y se levantó, notablemente incómodo – Espero me disculpes, pero creo que es un poco tarde y tengo que ir a mi casa.

-          Es verdad Kanon, gracias por cuidarme, en serio, ve tranquilo – se paro junto al el de cabello azul y lo acompaño a la puerta principal, la abrió y se despidió de él después de unos minutos de recoger cosas de su compañero desperdigadas por ahí.

 

Se fue el de cabello azul, se sintió vacio, y algo ridículo la verdad. Kanon, un hombre maduro de 30 años, se había quedado a cuidar al pequeño hijo del jefe de tan solo 18 años, ¿Sexo? ¿Dónde? Si, en su mente.

Caminó algo desconsolado hasta la ducha, tenía algo de hambre y estaba comenzando a oscurecer…

 

 

 

Camino a casa, Kanon manejaba su ostentoso auto. Analizando todo lo que había ocurrido.

Era la mano derecha del jefe de la gran multinacional para la que trabajaba hace 5 años, había dado todo de sí. Era un hombre adulto, 30 años tenía, maduro, venía de una familia oriunda de un pueblito griego, él y su gemelo trabajaron duro para ir a la gran Atenas a probar suerte. Y ahora nos encontramos con el apuesto hijo del jefe, que viene a desencajar en el plan de vida del el de cabello azul.

¿Plan de vida? Va, encontrar un lindo novio, amarlo, casarse con él y vivir juntos en compañía de su gato, que ya debía estar muy hambriento el pobre.

Pero Sorrento, Sorrento era muy pequeño… ¿Qué si había pasado algo? Ojala hubieran pasado de todo, ojala no fuera un pequeño niño desorientado y conociendo el mundo, ojala fuera un hombre adulto, con una vida formada, con estudios y trabajo, ojala fuera un hombre decidido con el que pueda decir, tenemos planes de vida. Pero no, el de pelo lila tenía tan solo 18 años, y eso lo desesperaba un poco. A veces no sabía si le gustaba o no. Él a esa edad, luchaba por su sueño de recibirse y ser un gran empresario. Ahora con 30 años y no verse con pareja estable, se sentía solo. Sorrento tenía una vida por delante, una familia acomodada y no veía entusiasmo por un sueño.

No eran compatibles, le encantaba aquel niño, pero, por muchas cosas era imposible.

 

A partir de ese día las cosas cambiaron un poco. Antes Sorrento y Kanon pasaban sus ratos libres hablando, esos ratos en los que Sorrento no atendía el teléfono y cuando Kanon se desocupaba de los clientes que buscaban hacer tratos con la gran empresa.

Durante esos ratos, aprendieron a conocerse, a tratarse, teniendo esas grandes diferencias que los separaban, esa cantidad de años que estaba en medio de ellos.

Muchas veces sintieron algo más, quizás un enamoramiento, o un cariño muy fuerte, pero estaba esa desagradable diferencia de edad.

Kanon muy maduro se mostraba, y se mantenía al margen, sin embargo más de una vez se descubrió a si mismo mirando al el de pelo lila, lo mismo le pasaba a Sorrento, pero, si la oportunidad con el mayor no se daba, no iba a buscarla tampoco.

Ahora el de cabello azul solía irse, se iba al café de enfrente, se iba al otro café de la esquina, a veces solo, a veces con algún compañero desagradable para Sorrento.

El de pelo lila lo sentía lejos, y el también comenzó a alejarse.

Una de las tantas oficinistas, una de las pocas que no era una bruja arpía, lo empezó a introducir al mundo del estudio. Vio tantas opciones, tantas alternativas, carreras interesantes, se vio a si mismo empezando a tomar las riendas de su vida, diciendo, quiero ser alguien. Se vio estudiando, se vio con un diploma en su mano, sintió el orgullo de su padre, se vio viviendo en una hermosa casa, con lindos muebles, quizás hijos. Sin embargo, no estaba muy seguro de que quería específicamente.

Influenciado por su compañera, acudió a varios cursos vocacionales, a ver para que era bueno. Sin estar muy convencido del todo, se inclinó para el lado contable. Era amante de los cálculos y los números, creyó buena idea la carrera de contador público, y con la idea fija en la mente “con probar no se pierde nada” se inscribió en la facultad de ciencias económicas.

No sorprendió a nadie, al demostrar ser un chico muy capaz para el estudio, se lo veía muy contento con la carrera elegida, y si tenía suerte, en 5 años tendría ese valioso diploma.

Como era de esperarse, largos, larguísimos textos lo aguardaban, así que decidió dejar la empresa, se enfoco únicamente en los estudios.

Se alejo de todo, de sus compañeros, de su reducido grupo, de Kanon…

Hablando de eso, pensó, Kanon… No era el amor de su vida, era un hombre muy atractivo que lo había cautivado con terrible cuerpo, y amable personalidad, a veces confundimos sentimientos, y eso pensó Sorrento cuando entro en un nuevo círculo de amigos en la universidad.

Y de esta forma, dejo atrás ese año que había estado trabajando, y empezó a estudiar y a meterse en nuevos caminos.

 

 

 

¿Cuánto tiempo paso?

Bien, cinco años y un par de meses.

Sorrento estaba sentado ansioso, esperando que el profesor diga su apellido. A su lado, su amigo, Bian, aquel futuro contador que conoció en el ingreso a la universidad. Ahora se tomaban de las manos esperando esa nota decisiva, esa nota que les iba a marcar el camino a seguir. Si aprobaban, eran oficialmente dos contadores hechos y derechos, si no, un nuevo examen los esperaba…

Bueno, en realidad esperaban la nota de Sorrento, Bian ya estaba feliz soñando con la entrega de diplomas.

 

-          ¿Tantos alumnos iban a ser? – pregunta Sorrento hastiado, en voz bajita.

-          Es tu culpa por tener un apellido con S – contesto el moreno feliz

-          Bien, ¿tanto iba a tardar el profesor? – reformulo la pregunta.

-          Somos más de 100 personas en esta aula, ¿Qué esperabas? – es que habían juntado a 3 cursos para la entrega de notas.

-          ¡Pero recién va por la G! – exaltado a más no poder, se revolvía en su asiento, sin dejar de estrujar la mano de Bian.

-          ¡Tranquilo! – esta vez su expresión era de dolor, pero lo soportó. Paciencia, paciencia Bian, se dijo.

Eterno fueron los dos minutos que le tomó al profesor llegar desde la G hasta la S. Hasta que finalmente….

-          Saren – pronunció el mayor, Sorrento se sintió fallecer, si hubiera estado parado sus piernas hubieran fallado y estaría revolcándose en el suelo – un 9, felicidades – el profesor levantó la vista y miró, al joven que durante todo el año mostró tener increíbles notas y una asistencia perfecta. No se detuvo en él y continuó con las notas.

Sorrento apretó muy fuerte la mano de Bian, para luego soltarla, tomar su mochila y arrastrar a su amigo hacia la salida. Con los labios apretados, intentando reprimir una sonrisa corrió por los pasillos de la universidad, hasta salir a su exterior, una vez fuera ambos amigos se miraron y con una pequeña exclamaciones felices se abrazaron por el logro conseguido.

-          Sorrento, debemos volver a que nos firmen las libretas – dijo el moreno una vez se separó de Saren.

-          Lo siento, es verdad, necesitaba gritar – exclamó muy feliz el joven de cabello lila, y así ambos rieron, se abrazaron una vez más y volvieron al aula. Allí arreglaron fecha de entrega de diplomas, tramites del título y demás cosas de las que se encargarían después.

 

-          Felicidades muchachos, supe que les fue bien – una voz a sus espaldas los detuvo en su nuevo camino a la salida, al girarse, un compañero de otra clase, más joven.

-          Isaak, ¿a ti como te fue?

-          Bien, por suerte ¡Ya estoy en 4to año! – les comentó alegre por su logro, recibiendo dos sonrisas sinceras por parte de sus amigos.

-          Eso es genial Isaak – dijo Bian que continuó hablando – Oigan, ¿se enteraron de la fiesta del viernes?

-          Claro, ya me imagino la noche – el peliverde puso su mejor cara soñadora – Thetis, yo, baile, fiesta, la noche perfecta – embobado sonreía recordando a la bella rubia.

-          Deja de soñar Isaak, ni Thetis ni sus amigas nos prestarían atención…

-          Gracias Bian, tu siempre tan consolador. ¿Y tu Sorrento? Supe que Marin también ira… — Isaak alzaba sus cejas muy divertido, a un costado del el de pelo lila mientras lo codeaba.

-          Oigan, primero que no estaba enterado de ninguna fiesta, y segundo, Bian, ya te dije que Marin no me interesa… — comienza a titubear, ¿por qué siempre que hablaba de ella titubeaba? – No creo que sea mi tipo.

La verdad era que Sorrento jamás había planteado su homosexualidad. O por lo menos no con todo su entorno. De toda la gente con la que frecuentaba en la universidad, se podía decir que sólo Bian sabia su preferencia sexual, alguno que otro lo sospechaba, pero jamás paso a mayores. Es que era medio dificultoso ocultarlo, teniendo a Isaak al lado, ese peliverde buscaba meterlo con cuanta muchacha existiera.

A demás, a decir verdad, había estado confundido este último tiempo. Era un joven de 23 años, apuesto, muchas chicas estaban tras él, y decidió entonces probar, probar que se sentía la compañía femenina.

 

Así los dos amigos se despidieron de Isaak, que tenía clases, y salieron de la universidad, a un pequeño café como un pequeño festejo.

Sorrento a las horas se encontraba nuevamente en su apartamento, donde después de darle la buena noticia a su padre, decidió relajarse y dormir. La semana recién comenzaba.

 

Martes.

¿Acaso me había olvidado de mencionarlo?

Cuando Sorrento comenzó su segundo año de carrera, consiguió un trabajo de medio tiempo en una pequeña empresa. Nada muy importante, se encargaba del papeleo y el teléfono, pero también tenía mucho respaldo por parte de los contadores y economistas con los que contaba la empresa, que era lo que él estaba estudiando.

Y ahí estaba ahora, rodeado de sus compañeros felicitándolo. Como si fuera poco, su cumpleaños se acercaba ya, su diploma sería el mejor regalo…

Suena el teléfono.

-          SM Enterprise, buenos días – el el de pelo lila contestó el teléfono amablemente

-          Buenos días, querría comunicarme con Sorrento Saren, tengo entendido que él trabaja ahí – una voz ronca, levemente familiar, lo sorprendió un poco.

-          Él habla, ¿de parte de quien?

-          ¡Ey,  hola Sorrento, tanto tiempo!, disculpa que no reconocí tu voz, soy Kanon, ¿me recuerdas?

Kanon, Kanon, Kanon, claro que lo recordaba… Estaba perdidamente enamorado de ese hombre hace casi  5 años. ¿Por qué lo había llamado? Bueno, quizás quería charlar un rato, pero… Si él se había alejado. No guardaba sentimientos por él.

-          Claro que si, Kanon. Que sorpresa tu llamado.

-          Si lo sé, sucede que tu padre me comento que ya te darán tu diploma, y quería felicitarte por eso.

-          Bueno, muchas gracias, es un gusto saber que estas bien – por alguna razón, quería cortar ya.

-          Bien, pensaba que podíamos juntarnos a hablar un rato, como los viejos tiempos, ¿no?

Silencio. Analicemos, jamás sucedió nada importante con este hombre. Sin embargo de él siempre estuvo enamorado, por una pequeña confusión este supuesto adulto mayor maduro se alejo del el de pelo lila, y ahora como si nada lo llamaba 5 años después para hablar. Aja…

-          Bien, no me parece mal. Yo salgo del trabajo a las 12, ¿qué te parece en el bar de siempre? El que frecuentábamos después del trabajo…  — ¿Por qué esa costumbre de pensar una cosa y responder lo contrario?

-          Genial, a las 13 en el café de siempre, así no tienes que apurarte.

-          Entonces nos vemos, adiós Kanon – saludó amablemente el de pelo lila, obteniendo la misma respuesta.

¿Qué cosas interesantes sucederían esta vez?

 

 

Sentado en la misma mesa que ocupo hace 5 años atrás, esperaba paciente a quien, debía admitir, muchas veces extrañaba.

Extrañaba a pesar de hacer admitido que era un simple enamoramiento.

Rechazo al mesero, quien se acerco a tomar su pedido, articulando que todavía faltaba alguien más en la mesa.

Pero no se hizo esperar…

-          Buenas tardes – escuchó tras él, esa voz, ahora la reconocía perfectamente.

Se pone de pie y se gira con una sonrisa – Buenas tardes Kanon – y los dos entonces se abrazan cálidamente, si, se extrañaban bastante.

Al separarse Sorrento le señalo la silla de enfrente al el de cabello azul, quien acepto el asiento.

Los dos tenían mucho que decir, mucho que contarle al otro, pero una gran confusión de cómo comenzar.

Sorrento le hizo una seña al mesero, que se volvió a acercar ¿con una mueca de disgusto? Que va, a quien le importaba…

Dos cafés y una porción de tarta para el de pelo lila iban en camino.

 

Permanecieron en silencio, a veces sus miradas se cruzaban y se sonreían, para después mirar al costado, hacia la ventana, silencio extremadamente incomodo.

Llegado el pedido, ahora era Sorrento el que miraba la taza, parecía muy concentrado en su tarea.

Kanon, cansado de ese juego, fue el que empezó a hablar.

 

-          Y… ¿Qué tal? – Bien, no fue lo mejor que pudo haber dicho, se reprendió mentalmente. Sorrento lo miro algo divertido, habían pensado lo mismo.

-          Bien – lo dijo suave y bajito, fue bastante escueto. Esta vez el el de pelo lila se reprendió, ¿a que jugaban? – La verdad que genial, estoy contento con las cosas buenas que conseguí en estos años… ¿Y tu Kanon? ¡Cuéntame que has estado haciendo!

-          Me alegro que estés bien, Sorrento – sonrió sincero y continuó – Yo estoy bien, creo que estas al tanto de los logros de tu padre en la empresa – el menos asintió feliz – nos beneficiaron a todos allí. Hasta conseguí mudarme…

-          ¡Eso es genial Kanon! ¿Y donde estas ahora?

-          Estoy más cerca del centro de Athenas, por ende más cerca de la empresa.

 

Bien, ahora sí, con un asentimiento de Sorrento, se quedaron sin habla de nuevo.

 

Kanon esta vez miró al el de pelo lila, su vista se había mantenido en su auto, estacionado a las afueras del café.

 

Le sonrió tiernamente, ya no era un niño, si no le fallaban las cuentas, 23 años y 35, tenían ambos, respectivamente.

 

Estiró su mano, y la posó sobre la de Sorrento, que permanecía a un costado de la tarta, intacta.

 

El de pelo lila hizo amague de correrla, pero la dejó ahí, y con un leve sonrojo, sus ojos se clavaron en los zafiros color verde.

 

Y cambió todo.

 

Ya no era un niño.

 

¿Quién hubiera dicho que terminarían así? Nadie, ni en sus más obscuros pensamientos.

Antiguos amigos, ahora compartían cama, citas y salidas.

Cuando Sorrento podía, visitaba al el de cabello azul, y viceversa. El tiempo que podían pasar juntos, lo aprovechaban.

El más joven, más feliz no podía ser, igualmente para el mayor.

Con esto, Sorrento juntó las fuerzas, y confeso sus preferencias a Isaak. Y ahora sus dos amigos cercanos, estaban al tanto de todo. Isaak un poco impresionado, aceptó a su compañero y le dio todo su apoyo.

Pero había algo que estaba faltando.

Su padre no estaba al tanto de la relación.

No solamente su padre, sino que, nadie estaba al tanto de nada, más allá de Bian e Isaak.

Para los familiares de ambos, su relación era un secreto muy bien guardado, hasta juraría que el Saren mayor, ni sabía que su hijo frecuentaba nuevamente una “amistad” con Kanon.

Y algo que le dolía un poco más, el hermano gemelo de su pareja, tampoco estaba enterado.

 

 

2 años ocultándose de las acusaciones y miradas extrañas.

 

 

2 años que Kanon lo ocultaba ante su entorno, 2 años que Sorrento lo negaba ante su ambiente.

 

 

-          Claramente, Kanon debe darte algo muy bueno, para soportar la relación – una vez más, su confidente, Bian, lo miraba preocupado.

-          Lo amo, Bian – Sorrento lo miró fijo. Su mirada no aguantó la seriedad del moreno. Se derrumbó por millonésima vez.

-          Sorrento, tienes que hacer algo – el moreno sostenía una taza de té en su mano derecha, mientras apoyaba su peso sobre su codo izquierdo, situado en la mesa del café.

-          ¿Qué sugieres? – pronunció con tono irónico mientras levantaba una ceja, imperceptible para su acompañante, ya que su cabeza estaba gacha siento agarrada fuertemente por sus manos, mientras se revolvía levemente el pelo.

-          Que hables, o que termines de una vez por todas con esto… — Sabía que a Bian no le agradaba Kanon, si bien apoyaba su relación al principio, veía como su mejor amigo caía en depresión y tristeza cada vez más, por sentirse ahogado al no poder gritar su amor. Por eso tanto desprecio al el de cabello azul.

-          Hablas como si Kanon no sufriera – levantó la vista, para defender a su pareja.

-          No digo que no sufra – dejó la taza y se acomodo – digo que son dos personas grandes, sobre todo él, y me parece idiota que se fijen en lo que diga el resto.

-          No es tan fácil aceptar que tu hijo es gay – Se puso a pensar en su padre. Su madre ya lo había dejado hace tiempo, en un terrible accidente de tránsito, y su progenitor fue su única familia.

-          Entiendo lo que dices, pero ¿a caso Kanon no puede ni contarle a su gemelo? – cuando Bian pensaba eso se ponía furioso.

-          No lo sé… — en eso si estaba de acuerdo con su amigo.

A veces, se ponía a pensar, que realmente estaban siendo muy cuidadosos con su relación. Y hasta se sorprendía dándose cuenta, que casi siempre se escondían, por reclamos del mayor.

No es que él fuera capaz de salir corriendo desnudo envuelto en la bandera del arcoíris (*). Bien, no tenía por qué ser desnudo…

Pero, no es que él iba a salir corriendo a gritar que era gay, pero simplemente no le perturbaba tanto como pintaba, el hecho de confesarle tal cosa a su padre… A veces pensaba, que el mayor lo sugestionada terriblemente…

-          Sorrento – Bian hizo un llamado a la conciencia y hablo lento y suave – Sabes, que Kanon influye muchísimo en esto. – le dijo como si estuviera leyendo sus pensamientos – sabes, que el que tiene más prejuicios que la sociedad misma, es él…

Derrotado, lo miró – Ya se, Bian. – sí, ya sé que mi novio no quiere que todos sepan que es gay.

-          Entonces ¿por qué no haces algo al respecto? – La pregunta del millón… Del millón de veces que se la preguntó, ya cansado de repetir lo mismo, durante casi 2 años. Casi 2, porque el principio de la relación, era perfecto…

-          Porque simplemente, no puedo – cansado de la discusión, miro a la mesera para que le traiga la cuenta, dando por finalizada la charla.

 

 

 

Y ese simplemente no puedo se transformo en su filosofía de vida…

¿Por qué su padre no conocía a su pareja? Simplemente no puedo.

¿Por qué nadie estaba enterado de su homosexualidad? Simplemente no puedo.

¿Por qué seguía sufriendo que Kanon lo negara ante todos? Porque simplemente no puedo dejarlo.

 

 

 

 

¿Cuánto ya? Se iban a cumplir 4 años.

Todo parecía terminar muy de a poco, claramente, no vivían juntos, sería extraño.

Hacía ya muchos meses, que Kanon actuaba muy extraño. No solo su relación se estaba desgastando, sino que el el de cabello azul parecía desgastado. Agobiado por algo.

 

Un día, sin más ni menos, lo dejó.

 

Así de simple, muy conciso, “ya no puedo más”, le dijo.

No podemos seguirnos escondiendo, no aguanto la presión, no soporto que mi familia reclame algo que no eres, una mujer.

 

Después de todo, ya era tío, y estaba rondando las 4 décadas.

 

“Eres muy joven, vive la vida, que yo viviré la mía”.

 

Retiró sus ropas de su apartamento, le devolvió las suyas al el de pelo lila de su hogar.

Con lágrimas en los ojos no soporto la presión familiar y abandonó, a lo que supuestamente, era su gran felicidad.

Qué mentiras las que le decía, cuando feliz canturreaba que iban a estar juntos por siempre, pese a todo.

 

Por alguna razón, se sorprendió al verse sin intentar detener al el de cabello azul. El luto de la ruptura, lo venía haciendo desde hace tiempo, y presentía muy en lo profundo de su ser, que algún día iba a terminar.

 

 

 

 

 

 

 

 

El día era soleado, típica tarde de verano. Hacía calor, se podía sentir en el interior de la casa. Los rayos se colaban entre las cortinas, iluminando el suelo y las cosas sobre él. Un poco de viento lograba mover la fina tela que cubría la ventana, provocando que el rayo de sol se haga más grande. Éste alcanzó a iluminar un objeto en especial, provocando que de él saliera un destello, que alumbraba desafortunadamente directo a los ojos del muchacho tendido sobre la cama.

-          ¡Feliz cumpleaños! – escuchó, aún mantenía los ojos apretados por la luz, pero ésta ya se había ido.

Los abrió muy lentamente, de a poco, acostumbrándose.

Pudo ver el objeto que le había despertado, una bandeja color plata, encima dos tazas humeantes, y a su alrededor varios objetos más.

Se incorporó en la cama, mientras se tallaba los ojos, empezando a entender todo…

Su actual pareja, se sentó a su lado en la cama, depositando la bandeja sobre el regazo del cumpleañero. Ahí pudo ver, que alrededor de las tazas, había unas cuantas tostadas, algo quemadas debía decir, mermelada para untar, y azúcar, que a él le encantaba poner en el café. Sonrió cálidamente.

Levantó la vista y miro tierno a su pareja, un apuesto muchacho de pelo rosa, amante de los animales, razón por la que 3 gatos treparon a la cama acompañándolo, mientras un perro loco correteaba por la habitación mientras ladraba feliz y movía la cola.

-          Gracias Eo… — un tierno beso se ganó el pelirosa y la sonrisa más sincera — ¿cuánto te llevo esto? – preguntó algo sorprendido al ver la hora en el reloj, su pareja no era muy madrugador…

-          Bien, me llevó su tiempo, teniendo en cuenta que para la cocina, no sirvo – respondió Eo mientras se tocaba la nuca y se ponía del otro lado de la cama.

Lo miró en agradecimiento, y mientras reía, se pudo a planificar su cumpleaños.

 

 

Después de terminar con Kanon, pensó que no podía haber estado más deprimido, nunca.

Sin embargo, encontró mucho apoyo en su padre, cuando se  armo de valor y le contó lo sucedido, obviando los detalles del el de cabello azul, su padre solo sabía que alguien lo había lastimado, jamás supo quién.

Le costó un poco aceptarlo, jamás hizo un comentario al respecto, solo posó su mano en su hombro, iba a estar para lo que fuera que su hijo necesitara.

Con el tiempo sano sus heridas, con mucho tiempo.

Durante esos momentos, ascendió en su trabajo, y amplió su círculo de amigos, quienes conocieron a un el de pelo lila orgulloso y sin miedo de expresarse.

En esas nos encontrábamos, cuando Bian festejó en un bar su cumpleaños número 31.

Amigos, cena, sake… ¿otra vez el alcohol iba a buscarle a alguien que tocara su corazón?

Bueno, en realidad no fue así. Él ya era alguien maduro, que no gustaba de emborracharse, tanto.

La cuestión es que esa noche, conoció a Eo. Un invitado de Bian, amigo de un amigo de un amigo de no sé quien, Bian era algo sociable.

Por suerte, lo que ocurrió entre ellos, no fue precipitado. Al contrario, durante la cena se mantuvieron a la raya, bebieron y se divirtieron, y nada más.

Igualmente intercambiaron sus números, salieron unas cuentas veces, y ahora estaban así, dos años después conviviendo juntos, y festejando en compañía del otro.

Qué importaba el siempre y para siempre, si podía pasar esos agradables momentos con Eo, no quería pensar en el futuro ni en el qué dirán.

 

En eso pensaba, hasta que se dio cuenta que Eo lo miraba con una ceja alzada, medio de mala manera.

-          ¿Qué?... – ¿A caso había divagado mucho en su mente?

-          ¡Estoy planeando tu cumpleaños y ni siquiera me escuchas! – alegó el pelirosa moviendo las manos en el aire, mientras se levantaba de la cama y salía bufando molesto de la habitación.

 

Sorrento sonrió, apenas salió del shock, bien, dentro de esos momentos agradables, también formaban parte las rabietas de Eo, quien no tenía el mejor carácter, y muy fácilmente explotaba de los nervios.

Molestarlo le parecía terriblemente divertido, así que, corriendo la bandeja, la dejo a un lado de la cama.

Salió de su pieza poniendo cara de tonto, para hacer enfadar aún más a su pareja, mientras por dentro moría de risa.

 

¡Hacía tanto que no reía así! Sin duda, Eo fue el mejor regalo, que le dio la vida.  

 

Notas finales:

Muchas gracias a aquellos que leyeron, y también, muchísimas gracias a Takaita Hiwatari. Ella me ayudo a corregir esta historia y a darme un poco más de confianza con esto. Es una gran autora, y tiene excelentes consejos para una mejor escritura, así que quien esté interesado, puede pasar y darse una vuelta :) 

Saludos!! 


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