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Dias de primavera por RedGlassesGirl

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Días de primavera – Capítulo 2

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Hoy por primera vez en semanas tengo un día libre. Puedo dejar de ser un rey y ser un chico normal, aunque tenga que ser chico normal de este mundo medieval y mágico.

Yo voy a ser siempre yo, pero a veces siento que tengo varias personalidades. Está mi yo adolescente japonés que va al instituto y juega béisbol en las canchas cerca de la rivera, está el yo que es un joven rey obligado a madurar aceleradamente, y está el yo mazoku adolescente que le gusta escapar al pueblo para tener una probada de la vida normal de Shinma.

Hoy le toca a mí tercera personalidad salir a flote. Me sacudo el cabello mojado con la toalla y me miro en el espejo, el color es de un tono carmín oscuro, pero cuando se seque será marrón cobrizo.

Enumero las cosas que tengo que arreglar una a una. —¿Pelo?, listo. ¿Ojos?, listo. ¿Ropa? —Me paro y me observo, en general está bien, hasta las botas están gastadas—. Lista. Mmmh…

Creo que me estoy olvidando algo y me esfuerzo por recordar que es.

Ya le avisé a Josak que iba a hacer el cambio. Günter no está enterado. Y aunque no se lo dije a Conrad seguro sospecha, o ya le han avisado los agentes secretos. Suena como la CIA, pero son solo los mismos soldados de su escuadrón que van de infiltrados al pueblo. No son tan buenos, siempre logro conseguir un par de horas a solas, es fácil engañarlos y escabullirme. Debería preocuparme su falta de profesionalismo porque también son mis soldados, pero realmente me gusta el poder evadirlos, así que quiero pensar que no son tan incompetentes sino que yo soy algo escurridizo e impredecible. Siempre fui de pies ligeros desde chiquito, volvía loco a mis padres, así que en realidad puedo darme el lujo de no ser modesto con fundamento.

La daga. Eso era lo que me olvidaba. Voy hasta mi mesa de luz, la que corresponde a mi lado de la cama, y la saco del compartimiento de abajo. Mis pantalones tienen un largo bolsillo a los lados así que entra perfecta, ahora si siento la rigidez de un objeto que me faltaba antes contra mi pierna.

El pasillo está vacío, escucho el movimiento de botas hacia el lado contrario de donde voy a ir así que salgo con sigilo y me muevo con naturalidad y rapidez hasta otra habitación. En el recibidor amplio y bien decorado está Wolfram sentado en su banqueta junto a la ventana pintando en su atril, tiene el pintorcito blanco y la boina estilo francés de siempre. Cualquiera que lo viera pensaría que no me ha notado para nada, pero lo conozco bien para saber que aunque no me mire sabe que estoy aquí.

Me acerco por detrás y me paro a su lado. —Oye, ¿quieres venir conmigo?

Que sienta mi presencia con facilidad no significa que no dependa de su vista, no está al tanto de que he hecho el cambio. Mi pregunta lo hace voltear la cabeza.

—¿A dónde crees que vas? —me rebota la pregunta con el ceño fruncido. A él no le gusta que me vaya al pueblo, pero no me importa.

—Al centro, ¿a dónde más? ¿Quieres venir a ver las tiendas? ¿Comer algunos dulces?

Vuelve la vista a su cuadro y chasquea la lengua. —Tsk. ¿Otra vez con esas cosas infantiles?

Está siendo altanero como siempre y me molesta. Apoyo mis antebrazos en sus hombros por detrás y le aprieto el rostro con las palmas, como está sentado y yo parado puedo apretarlo con mi peso fácilmente. Por suerte ha alejado el pincel del lienzo antes de que hiciera una mancha que no debía.

—No seas tan estirado, si tienes como mi edad Wolfram. ¿Estás seguro de que no quieres venir? No me voy a quedar aquí todo el día para rogarte.

Dejo de jugar con su rostro y me quedo apoyado sobre él observando que decide. Está debatiendo, me mira de reojo mientras se frota la nariz porque se la he aplastado un poco y luego me corre la cara con su actitud orgullosa. Tarda poco en aflojar los brazos y luego suspira dejando la paleta en la mesilla y el pincel en el tarro con agua.

—Bueno, si tanto quieres que vaya. —Tsk, que tipo, siempre con esas excusas. Parto media sonrisa en mis labios ante su actitud poco sincera de siempre, ¡si quieres ir dilo!—. Igual ya estaba terminando.

Bien, que haga lo que quiera, aunque ya anda con eso parece que está de buen humor. Deja su boina en la banqueta y se quita el pintorcito sacándoselo por la cabeza.

—¿Te vas a cambiar?

—No.

Lo miro de arriba a abajo, tiene ropa más o menos normal hoy, un chalequito de cuello redondo y una camisa larga a la cual solo le levanta el cuello corto y le da vuelta las solapas a las mangas ahora que ya no tiene el pintorcito encima. Sus botas hasta la rodilla son algo llamativas, las miro con la mano en la barbilla y tuerzo los labios, el cuero se nota de buena calidad.

—¿Y las botas?

—Son cómodas.

Resoplo por la nariz. —Bueno. —no tengo ganas de insistir, me quiero ir ahora.

Wolfram y yo tenemos una silueta parecida, somos delgados y algo bajos porque aun somos chicos. Nos deslizamos por los pasillos de la misma manera, él me sigue sin que me tenga que preocupar por nada. En realidad él es un soldado, y muy buen espadachín, pero no es tan genial como se hace ver. Creo que vio más acción desde que llegué yo y comenzó a perseguirme de lo que nunca en otro momento de su vida.

Siendo príncipe, y el hijito más mimado de la reina, y un flojeras, según me han dicho y pude comprobarlo yo mismo en la vida diaria, no vio un campo de batalla más que desde el fondo de la formación. Su madre no permitiría que su hijo estuviera en las primeras filas.

Es todo un poco irónico, porque a Conrad lo mandaron al muere en una batalla sin salida a la que sobrevivió por pura suerte y mérito propio al hacer uso de sus habilidades, además de que fue educado más como plebeyo que como noble por ser mestizo. Y Gwendal es un noble importante y también protegido de su madre en una época, pero llego un momento que ya no se pudo evitar que tomara un papel de liderazgo en la milicia debido a los problemas del reino. Y también se volvió el Lord a la cabeza de una de las diez casas nobles tras la muerte de su padre, siendo actualmente el regente de todo un territorio interno. Conrad es un héroe de guerra retirado, y Gwen mi primer ministro, termino aceptando el puesto oficial solo hace unos meses.

Wolfram es el único de los tres hermanos que es considerado demasiado joven, demasiado inexperto, demasiado temperamental, y que además no se ha visto obligado a convertirse en regente aunque le corresponda por derecho de herencia. Su tío está vivo y es el actual Lord de su territorio, tal vez algún día se vuelva el señor de Bielefeld, pero ahora es solo un chico como yo. Incluso tengo más responsabilidades que él, y más rango porque, con la abdicación de su madre y mi asunción al trono ha perdido su estatus como príncipe. Igual, príncipe o no, no puede superar el status de rey. Él podría haberme odiado por eso, pero en realidad no está tan interesado en la política de ese modo, solo le preocupa la estabilidad del país y es respetado como noble porque se compromete socialmente con sus responsabilidades.

Aunque, según me han contado vagamente sus hermanos y Gunter, él se ha dedicado durante mucho tiempo a una vida de lujos y comodidades, Wolfram es una persona algo distinta ahora que yo he entrado en juego. Él accede a probar más fácilmente cosas que son ajenas a su status y también es más flexible con sus exigencias. Los viajes que ha hecho para ir a buscarme al fin del mundo en barcos mugrosos de cargo, rodeado de personas de cuestionable procedencia, lo han ablandado a la fuerza. Me imagino que debe haber sido duro para él caer desde lo más alto a lo más bajo de golpe, pero increíblemente fue su decisión propia, y gracias a eso creció mucho como persona. Creo que nadie se lo ha dicho, pero eso es lo que piensan todos. Wolfram ha madurado y creo que no se da cuenta.

Pero yo no conocí a su viejo yo, no al menos por mucho tiempo. Tuve una probada de su personalidad estirada y engreída apenas llegué, pero todo cambio muy rápido y antes no pasábamos tanto tiempo juntos.

—Es mejor salir por la puerta Este.

—Entonces bajemos por la próxima escalera a la derecha, luego podemos retomar el camino hacia afuera pasando por la segunda cocina.

Wolf asiente y más o menos ya sabemos cómo proceder. A paso rápido sorteamos dos pasillos luego de bajar los pocos escalones de un desnivel que da a un entrepiso antes del sótano, nos escondemos de la guardia un momento antes de avanzar hacia la derecha. Espiamos que no haya mucho movimiento de sirvientes y cruzamos rápidamente la cocina sin que nadie nos note pasar por el segundo corredor de las alacenas donde se acumulan las provisiones. Vamos en fila, intercambiamos posiciones a la cabeza depende de para donde nos movemos, pero el avance jamás se detiene, no hasta llegar afuera.

Cruzar el patio resulta más complicado. Nos quedamos escondidos esperando tras una perecilla de piedra al lado de la puerta hasta que desaparezcan unos guardias, pero no se mueven. Mientras escuchamos una conversación ajena entre ellos Wolfram se agacha y yo espero, echa una pequeña piedra disparándola con el pulgar hasta un barril y resuena como un tambor. Aprovechamos la distracción y no perdemos un segundo en escurrirnos sin ruido de pisadas hasta un árbol, desde ahí es fácil llegar a la puerta que no está custodiada a esta hora. Salimos.


Van a haber de tres a cinco guardias en la ciudad esperando, pero el camino bajando la ladera lo podemos hacer sin pensar que nos están vigilando. Ahora si camino a paso flojo, mis botas hacen crujir la gravilla. Llevo mis brazos tras mi cabeza, el día es lindo y tenía muchas ganas de salir a caminar. El cielo está despejado, es primavera, apenas hemos comenzado la estación y en un mes será el cumpleaños de Wolfram. Esta es su estación por excelencia, la mía es el verano. Yuuri significa Julio en mazoku, que es cuando comienza el verano en este país.

Wolfram camina a mi lado, cuando me doy la vuelta me mira y sonrió.

—¿Por qué estás tan alegre? —me pregunta.

—No te parece que es un día hermoso, se siente genial.

—Eres feliz con muy poco. —Está muy relajado, con este día nadie puede estar de mal humor.

El camino de tierra está delimitado con pasto nuevo de un verde brillante, la ladera baja hacia el pueblo casi imperceptiblemente, pero el castillo está muy arriba donde termina la colina y empiezan las montañas, la fortaleza impenetrable. El camino también está un poco más levantado que el resto, los lados bajan suavemente y forman dos mares de color verde que me hacen tener ganas de tirarme y rodar hasta el medio.

A lo lejos hacia la derecha hay un campo de flores salvajes pequeño, y más a lo lejos se ven los sembrados de colores y distintas formas, y todas las granjas. Al fondo de todo se puede ver un bosque, pero no lo es, aunque está muy lejos sé que son las plantaciones de árboles de fruta. Del lado izquierdo, hacia dónde vamos girando al seguir la carretera de tierra, comienza el pueblo que se extiende hasta donde ya no llega la vista. La ciudad capital es enorme, los suburbios son casitas de madera y piedra lindas pero simples, y a medida que nos acercamos al centro se amplían las avenidas y comienzan a haber lámparas negras de aceite en las calles adornadas con canteros, los edificios cambian a unos más modernos y decorados, e incluso hay pavimento de piedras y vereda. Es el estilo de un pueblo europeo.

Me pego al escaparate de una tienda de variedades para ver que hay adentro en las estanterías, los locales tienen grandes vidrieras donde los niños se juntan a ver las mercancías mientras los adultos pasean por las calles. Hay un puesto de flores más adelante, y al dar la vuelta en la esquina doblamos y comenzamos a caminar por la calle principal. La cantidad de gente aumenta abismalmente, los comerciantes gritan, los clientes se asombran por las ofertas, las parejas caminan de la mano y los niños corretean. Conozco este lugar de memoria, de día y de noche, pero me gusta venir temprano porque están armadas las ferias.

Hay tiendas de tela y mesones de madera dispuestos en la calle que tiene el ancho de cuatro veredas, forman una hilera de negocios en el medio del camino. En algunos lugares las lonas se extienden hasta las casas o negocios de enfrente formando un toldo que genera sombra por secciones, en otros lugares los rayos del sol golpean con fuerza la piedra del piso y la cabeza de la gente. Hay olor a comida y mucho colorido en los puestos de frutas y verduras, de un lado está el mercado, y del otro las variedades. Joyería, armas, vajilla, ropa, antigüedades, juguetes, se puede encontrar cualquier cosa.

Aquí es donde más aprendo de este mundo, me gusta revisar los objetos extraños y escuchar hablar a la gente. La multitud genera ruido y calor, la gente charla agitada en distintos acentos de muchas cosas que no me son familiares.

Me inclino para ver un juguete que se mueve, los niños están impresionados, pero para mí es un mecanismo precario de cuerdas y poleas fácil de imaginar. A veces me pregunto qué sentiría la gente de aquí al ver algo dela Tierra, estamos como cien o doscientos años más adelantados tecnológicamente, dejando de lado los inventos de Anissina.

—¿Te gusta eso?

—Es simpático, ¿no te parece? Estaba pensando en lo simple que se ve comparado con la tecnología de la Tierra. ¿Nunca te he contado mucho de eso verdad?

Recién ahora noto que Wolfram estaba pensando comprarlo, pero mi conversación ha quitado la atención del objeto y ha sacado la mano de su bolsillo. Creo que él piensa que me ilusiono como los niños, pero mi curiosidad es todo lo contrario al asombro que él entiende. No es porque me impresionen estas cosas como novedades, sino que me impresionan por sus diferencias. Por lo que Wolf comenta, una vez me pareció que él creía que era pobre en el otro mundo, me daba gracia que tal vez sintió pena porque él es rico. Ahora me parece que entiende mejor, pero desde su punto de vista ser el hijo de un banquero debe ser como ser el hijo de un comerciante de aquí.

—No, nunca hablas mucho de eso.

—Ah, debe ser porque hablar de casa me hace que la extrañe —él me mira serio, pero no estoy para nada triste.

De vez en cuando voy y vengo a la Tierra, aunque no lo controlo, y aunque pase mucho tiempo atrapado aquí, solo el hecho de saber que puedo volver me deja tranquilo. Mi hogar está en los dos lados. Wolfram solía ser muchísimo más duro respecto a este tema, para él tendría que haber venido aquí y no vuelto nunca más al otro lado, no le importaba que tuviera que abandonar a mi familia o amigos porque eso era a lo que estaba destinado. Pero a medida que se ha encariñado creo que le importa más lo que siento, así que no me ha vuelto a decir nada tan directo como eso. Una vez le pregunte si lloraría si no volvía a Shin Makoku, me dijo que no, y luego cuando pensaba que era un insensible y no me quería tanto como pensé me dijo que no lo haría porque soy demasiado bueno y podría renunciar a mi familia por quedarme aquí. Logró tocarme bastante con eso, fue lindo.

Durante un tiempo no fuimos tan amigos. Wolf me perseguía y pasábamos tiempo juntos, pero no me sentía tan cercano a él. Ha venido al pueblo conmigo antes, pero ahora se siente diferente, hablamos más y está todo más suelto entre nosotros. Es parte de abrir un poco los corazones para comprenderse.

—Tenemos cosas como estas, pero se las considera viejas, ningún niño jugaría con eso existiendo los video juegos, las computadoras, la televisión y el internet. Incluso es un poco un problema, la gente es sedentaria, se la pasan sentados frente a una pantalla para trabajar o pasar el rato.

—¿Es eso una forma de vida?

Mientras conversamos caminamos entre la gente uno al lado del otro. De vez en cuando me detengo para ver algo que me interesa. Wolfram me acompaña a donde sea que yo quiera, él no está realmente interesado en ver nada todavía.

—Sí, lo es. Se trabaja mucho con las computadoras. Son máquinas. El mejor ejemplo para imaginarlo es todo lo que conoces que inventa Anissina, la tecnología de la tierra es similar, y a la vez muy diferente. La electricidad viaja por cables y da luz a todos lados, las calles o las casas, las ciudades vistas desde arriba de noche son brillantes. Se puede viajar volando más rápido que en barco, y también se ha llegado a otros planetas con naves espaciales o robots. Las maquinas lavan la ropa, sirve de transporte, cortan el pasto, aran los campos, los riegan, los cultivan. La gente no hace tantos labores físicos como aquí, se dedican a operarlas y mantenerlas. Aunque no es así en todos lados, hay muchos lugares donde la tecnología no llega, no tienen los recursos y están atrasados. Las ciudades grandes son las que están más avanzadas. El planeta es enorme, así que incluso hay lugares en medio de la selva o el desierto donde los humanos viven como en el pasado, pueblos perdidos en el tiempo.

—¿Como las tribus Speiseeis al norte de este mundo? Viven en el hielo.

—¿En serio? No sabía de eso, no me ha tocado estudiarlo aun. Es como los esquimales de la Tierra.

—Y también está la gente del bosque en tierras humanas, los Waldhorst.

—Hay demasiadas cosas que no sé.

—Aprenderás. —Me asegura Wolfram—. Pareces saber mucho de tu mundo, no pensé que fueras una persona tan culta. En realidad, no entiendo tu status o tu educación del todo, es complicado imaginar de dónde vienes. Supongo que sin contexto nunca voy a poder entender tu línea de pensamiento. Ni tú la mía.

Sé que para él es fácil llevar nuestra relación como rey y noble, o más simple aun, como un chico y otro chico de su edad. Pero nunca trata de verme como lo que soy en la Tierra, no lo siento cómodo cuando explico que no soy tan especial por tal o cual cosa que en Japón es normal y aquí no, no le gustan mis comparaciones. Pero ahora me doy cuenta que nunca hablo mucho del otro lado, no le he explicado nada a fondo como para que él entienda, ¿cómo podría esperar que comprendiera solo con retazos de información?

Lo podemos arreglar fácil, solo voy soltar más la lengua y listo. Sé que Wolf está más apegado a mí y ahora toma enserio lo que le digo, últimamente veo que se interesa más en mi de verdad.

—Pero yo te entiendo. —le aseguro, luego dudo un poco por todo lo que venía pensando—. Al menos creo que lo hago, o de no ser así lo voy a hacer en algún momento. Después de todo mientras viva aquí tengo que adaptarme a este mundo, sus costumbres, los status sociales, y todas esas cosas que no me parecen tan comunes. Y respecto a lo otro, te contaré sobre mi mundo, pero tendrás que aprender mucho para entenderme. Mi madre dice que las relaciones interraciales son complicadas, pero mientras ambas partes estén interesadas en la cultura del otro no debería ser un problema entenderse.

—¿Quieres contarme cosas de tu mundo? —me impresiona ver que le sorprende que quiero contarle cosas, pero él sonríe y me dan más ganas aun de hacer este cambio.

—Se me ocurren demasiadas cosas, pero te contare de todo, tenemos todo el tiempo del mundo a partir de ahora.

Días, meses, voy a estar aquí por mucho tiempo. Wolfram está contento. Hay un vendedor de comida cerca, el hambre me distrae, me adelanto un poco para acercarme al canasto donde el contenido está tapado por unas telas.

—¿Qué vendes? —le pregunto al chico que está parado aquí.

—Panes rellenos, ¡los mejores! Carne y queso, tomate y queso, pollo, cerdo, lo que quieras chico. Condimentado con distintas especias. ¿De qué lo quieres?

—¿Cuánto cuesta? —pregunto y meto la mano en el bolsillo, tengo algunas monedas.

—Dos… —empieza a decir, pero cuando ve a Wolfram este calculador ve una oportunidad de inflar el precio—, tres pesos. Dos por cinco.

Me cruzo de brazos y lo miro, incluso dos pesos era caro. —Tres por cinco.

—¿Tres? Pero eso es menos que a dos cada uno. Son dos por cinco. —A pesar de que lo pelea sabe que me he dado cuenta de su treta de antes.

—Entonces me iré a comprar otra cosa por allá—le digo desinteresadamente y volteo. La respuesta es inmediata.

—Bien, bien, tres por cinco.

Tuve suerte de que era solo un chico, de haber estado un adulto no creo que hubiera aflojado tan rápido. —Gzz, no es fácil de engañar, ¿verdad joven amo?

Me rio un poco. —No, no lo soy.

Me he acostumbrado a como me tratan, la gente de aquí ve mi disfraz como un chico de clase media alta, no muy rico pero si con posibilidad de estrujarle algunos billetes. Pero Wolfram tiene toda la pinta de niño rico, no importa si lo visto de plebeyo o de pordiosero.

Mi status de supuesto hijo de comerciantes pasa a noble apenas me ven con él. Y también aprendí a ser consciente de que la gente me ve como alguien apuesto de rasgos exóticos, consideran que mis características como japonés que hace que mis ojos sean redondos y rasgados es algo muy bello. Aprendí que si me rio un poquito y entrecierro los ojos me encuentran encantador, eso viene bien a la mano a veces. Lo único que me quita credibilidad es mi comportamiento comunacho, si me estirara imitando a Wolfram, Gwendal o Günter yo también podría ser visto con facilidad como un noble importante, pero no quiero eso en el pueblo, quiero ser todo lo contrario.

El pan es enorme, son hogazas enteras calientes y suaves, al primer mordisco encuentro el relleno, el queso es abundante. Wolfram no parece descontento con la comida, pero siempre mira con recelo las cosas que compro en cualquier lado. Es uno para cada uno, y reservo el último para después en una alforja que cuelgo de mi cinturón, siempre la traigo por las dudas.

Como decía antes, no quiero ser un señor noble en este lugar. Ya he tenido coartadas como esa y viví la experiencia. Lo que me interesa es vivir la vida de otra clase social, porque para comprender a la gente lo mejor es verlo desde su punto de vista. Cuando me escapé solo la última vez me puse la ropa más andrajosa que pude, funciono bastante bien porque me trataron como un chico pobre cualquiera, incluso me echaron de en frente de algunas vidrieras porque le daba mal aspecto al lugar. Es bastante duro, sé que es utópico pero siendo el rey quiero erradicar cosas como esas, lo mínimo que merece la gente es buena educación y trabajo digno, no quiero ver mi país lleno de indigentes en las calles muriéndose de hambre.

Me estoy tomando mi trabajo bastante en serio y deben pensar que vine a estudiar a mi pueblo, pero en realidad solo estoy flojeando. Aun me falta para poder considerarme un buen político. Hago lo que puedo.

Mientras parloteaba en mi mente y divagaba me separé de Wolfram. No estaba mirando si estaba o no a mi lado porque me venía siguiendo todo el camino, empiezo a dar vueltas y no lo encuentro, para cuando lo veo está bastante lejos mirando algo en una tienda. Parece que mientras yo lo ignoraba se interesó por algo y me dejó solo. Lo veo que se da cuenta de que ya no estoy y comienza a buscarme, estamos en lados opuestos de una calle lateral a la principal, habíamos doblado en una esquina y salimos de la zona de carpas para a ver unos negocios por aquí cerca.

Algo se estremece en el piso, se escucha el ruido de un pequeño terremoto, me desconcierta y no entiendo que es hasta que veo una cantidad impresionante de ovejas dando la vuelta en una esquina y comenzando a desfilar por toda esta calle. ¡¿Por qué tantas?! Cientos de ovejas, no, ¡miles de ovejas! Una, dos, tres, cuarenta, ochenta, hola, número ciento veinte, ¿cómo estás? No las puedo contar. Caminan a paso lento berreando y haciendo cosas de oveja como regar el camino de bolitas mientras levantan polvillo y hacen resonar el empedrado.

Wolfram y yo nos vimos a los ojos cuando esto comenzaba, pero no tuvimos tiempo de movernos y ahora estamos esperado que termine este extraño desfile para reencontrarnos. Él me mira del otro lado con las manos tras su espalda, está parado de forma correcta pero floja, la camisa larga que tiene le queda simpática porque es holgada, tiene cara de aburrido. ¿Cuánto más van a tardar en pasar todas estas? Baah, booh, buuh. La variedad de ruidos que se escuchan son todos incorrectos. Una oveja me mira con sus ojos raros mientras pasa lentamente por delante mío y me grita. No berrea, grita. ¡¿Cómo puedes gritar así?! ¡Las ovejas hacen Beeh, Beeh!

Tengo medio pan en la mano y no puedo comer más, entre el polvo y el olor ya no quiero. Miro el final de la cuadra y aun vienen doblando la esquina, me dan ganas de sentarme a esperar, es imposible cruzar al otro lado porque los cuerpos redondos de lana se pegan unos con otros. Me pregunto a donde estarán yendo, están todas gorditas, ¿las va a esquilar?

Cuando miro a Wolfram hace algo raro, aún está parado derechito con las manos a su espalda, pero se quiebra y se inclina de lado muy lentamente. Lo hace de una forma que se nota que está jugando, me mira fijo mientras se desliza lentamente y se pone derecho de golpe. Vueeeelve a caer lentamente. Me rio, es gracioso, no sé cómo lo hace tan perfecto pero sus piernas no se mueven un centímetro, es solo su torso. Está tratando de hacerme reír, nunca lo había visto hacerse el gracioso. Pero aunque tuvo una buena respuesta de mi parte porque estoy sonriendo deja de hacerlo, se frota el cabello y corre la vista. Creo que está muy aburrido y por eso ha empezado a hacer cosas tontas, pero no siente confianza, no pareciera estar cómodo con su lado tonto. En general él siempre se queja de este tipo de actitudes cuando las hago, porque soy yo el que actúa exagerado y como idiota de vez en cuando. Tal vez se lo he pegado. Según Wolf es poco digno, pero bien que se ríe cuando no hay nadie y hago morisquetas.

La procesión de animales está terminando, estoy ansioso por volver al otro lado así que corro hasta la esquina rodeando a las últimas ovejas, como tengo mucha energía es evidente que estoy contento de volver a su lado. Aprovecho que hoy está más suelto, me cuelgo de él un momento rodeando incluso sus brazos, no puede moverse.

—¿Por qué te fuiste y no me avisaste? Pensé que no iba a poder cruzar nunca.

Nuestra pequeña tonta reunión se ve frustrada por un extraño. Esta calle ha quedado casi sin gente por todo el lio de recién y un indeseable se hace presente.

—Hey chicooohs. —La voz nasal me molesta, no suelto a Wolfram, ahora lo sostengo por los hombros desde un lado—. ¿Que ashen aquí tan solohs?

—¿Qué quieres viejo, eres un pervertido acaso? ¿Por qué le hablas a dos chicos jóvenes, hu? —soy rudo y me tenso.

El tipo esta borracho como una cuba y no puede más. Lo tenemos a unos cuantos metros y le siento el olor a alcohol, orina e intenciones extrañ soy estúpido y no sé con seguridad que es lo que quiere, pero no me gusta ser el objeto de sus fantasías sexuales si es el caso. Asco. Si quiere robarnos es un poco mejor, pero igual de malo.

Tiene una botella en la mano, yo una daga en el bolsillo, no apruebo la violencia pero no veo a los agentes cerca y aunque estén en algún lado escondidos tengo que saber cuidarme solo. Aunque hoy estoy con Wolfram, lo estoy sosteniendo protectoramente pero él está siendo mi escudo y sé que no va a moverse ni cambiar de actitud.

Wolf apenas ladea el rostro y me habla en voz baja casi sin mover los labios. —No hables con él.

Se cuidarme Wolf, me encantaría contarle que no es la primera, ni la última, vez que me encuentro en problemas, pero no quiero que me sermonee. No tengo tiempo para pensar que vamos a hacer porque al tipo no le interesa la evidente tensión del ambiente mientras lo miramos fijo, se acerca y estira una mano, me sorprendo y Wolfram también. Ha intentado tocar su cabello.

—¡No lo toques viejo de mierda! —Es demasiado, ya me enojé, avanzo unos pasos y hago lo único que se me ocurre por reflejo, entierro mi pie entre sus piernas con fuerza.

La patada en las bolas no tiene rival, se dobla y cae, no iba a resistir ningún golpe en ese estado igualmente. Me doy la vuelta y tomo a Wolfram de la muñeca, hora de correr.

—¡Vámonos de aquí!

Hay gente saliendo de las tiendas y movimiento en la esquina de los comerciantes, han escuchado problemas y salieron de sus tientas. Ya no estamos solos y no hay peligro. Pero quiero aprovechar esta conmoción para otra cosa, como se ha formado una especie de multitud de curiosos de golpe el tránsito de la calle es complicado de sortear. Pero nosotros somos algo pequeños y delgados, así que nos escurrimos con facilidad entre las personas y pasamos rápido, a diferencia de lo complicado que le será a un soldado adulto pasar. Quiero perder a los agentes.

—Escucha Wolf —le digo y volteo un momento a verlo, el corre a mi lado pero aun lo sostengo de la muñeca—, vamos a cambiar de planes, quiero estar unas horas libre. Así que hay que perder a los soldados que nos vigilan, necesito que me sigas la corriente.

—No creo que sea una buena idea…

—¡Esta bien! —le interrumpo—, siempre lo hago.

—¿Siempre lo haces? ¿No te parece irresponsable? ¡Oye! ¿Me estas escuchando?

—Nop. —Ni tampoco lo estoy mirando, ni llevando más a rastras, si quiere venir tiene que seguirme por su cuenta. Hay un lugar que quiero visitar hoy pero queda más lejos.

Corremos y doblo en un callejón, conozco bien esta ciudad a esta altura, tal vez no como la palma de mi mano pero lo suficiente. De seguro incluso más que Wolfram. Las calles grandes se van angostando, esta ciudad parece haber sido construida como salía en el momento, y el terreno tiene desniveles, es una zona de grandes colinas. Desde la montaña y el castillo el terreno va en bajada hasta el valle, las construcciones de la ciudad comienzan arriba y se van extendiendo hasta el terreno plano. En esta parte hay escalinatas, vueltas, subidas, bajadas, callejuelas, y callejones sin salida.

Tengo muy buena resistencia física, me he acostumbrado a recorrer estos lugares, pero algunas calles empinadas te quitan el aliento. Si tuviera mi bicicleta me vería tentado a buscar una calle alta y tirarme en bajada a gran velocidad, siempre imaginé que sería terriblemente divertido.

Guio a Wolfram por un lugar de tierra con escalones de madera encajados en el piso, es irregular y precario. La mayoría de estos arreglos son viejos e improvisados. Las casas de paredes altas pintadas de colores claros y sin decoraciones tienen varios pisos, la pintura está descascarada y hay canteros de flores en algunas de las pequeñas ventanas en lo alto. Otras estructuras tienen paredes de piedra irregulares y con musgo o plantas entre ellas. Las decoraciones ya no son de metal, casi todo es madera, pero hay algunas lamparitas negras con adornos en algunas casas. Me gusta esta parte del paisaje urbano, hay bastante verde por algunos lugares, y todo luce acogedor.

Nos metemos por un tapiado roto después de pasear por algunos lugares, a esta altura creo que los soldados me deben estar buscando todavía, llega cierto punto de las vueltas que hago donde sé que no son capaces de saber dónde me he metido. Van a terminar yendo para abajo cuando estoy arriba, o para arriba cuando estoy abajo. Levanto una madera floja de una medianera hecha de tablones y dejo que pase primero Wolf, entro después de él y dejo caer la tabla en su lugar, él observa este lugar.

—Parece un jardín secreto, ¿verdad? —le comento.

—No sabía que existían lugares abandonados como estos en estas partes de la ciudad.

—No sé si decir que luce lindo o aterrador, me imagino que de noche no es tan divertido andar por aquí. Pero me gusta pasar siempre que vengo, tiene algo que me gusta, es muy tranquilo.

—A mí me parece un hermoso lugar.

Hay una fuente de piedra en forma de pedestal, esta carcomida y llena de enredaderas, tiene una escultura compleja de mujeres en el centro. En su tiempo debe haber sido hermosa, pero ahora es uno más de los adornos abandonados y consumidos por la naturaleza. En otros sitios de este lugar he encontrado bancos de metal y madera antiguos, canteros de flores hechos de cemento y vidrios de colores, una que otra estatua y unas sogas que supongo eran parte de una hamaca rota. Ya he explorado todo lo que hay aquí, no me queda nada más por conocer así que no tengo curiosidad, solo estamos de paso. Las plantas crecen salvajes y han invadido todos lados, hay arbustos enormes y como es primavera se han extendido otras plantas por las paredes cercanas y los árboles, es una pequeña mini selva. Pasamos caminando por un pequeño sendero marcado en la tierra hasta el otro lado. Tal vez otro día podría volver con Wolfram para que vea el resto, pero ahora ya estamos saliendo.

Lo que hay al otro lado lo impresiona, es nada, después del jardín viene la gran bajada y no hay escaleras.

—Por favor no grites mucho, nos vemos abajo.

Lo empujo. La cara de Wolfram cuando cae sentado es la de un hombre traicionado por su mejor amigo de rostro inocente. Es bastante divertido pero me da algo de pena.

—AHHHHHHHHHHhhhhhhhhhhhhhhhh….

Me rio con fuerza. ¡Ha gritado, de verdad! Pero se va a divertir. Supongo.

Salto en el deslizadero y voy detrás de él. El canal que estamos usando de tobogán esta hecho de un material duro como cemento, está bien pulido y tiene la mínima fricción posible. No estoy seguro de para que lo usaban antes, tal vez para el agua, u otra cosa, pero ahora es parte del jardín abandonado. El recorrido no es ni largo ni corto, se hace rápido porque esto es increíblemente empinado, como una montaña rusa. Llegando al final hace una curva y entramos a algo similar a un túnel porque hay unas estructuras de madera antiguas que hacen de techo. Wolfram llega acostado al último tramo, se detiene lentamente cuando la rampa se pone horizontal al piso, sus piernas cuelgan del final del deslizadero que está a medio metro del suelo, por suerte no ha seguido de largo.

Me detengo colocando las piernas a ambos lados y trabándome antes de golpearlo, me levanto y lo observo de arriba, está traumatizado. Podría haberle avisado y todo, pero me pareció más rápido y divertido de este modo, nunca está de más un poco de emoción en la vida, ¿o no?

—¿Y? ¿Qué te pareció el tobogán?

—¡Estás loco! ¡Por poco me matas! —me grita cuando lepregunto, se da la vuelta y se comienza a levantar pero se queda a gatas. Ha perdido el sentido del equilibrio.

—Está hecho de material, es completamente seguro.

—¿Cómo puedes saberlo? Este abandonado, podría pasar cualquier cosa.

—Te preocupas mucho.

—¡¿Me preocupo mucho?! Debes estar bromeando, ¿Cómo no voy a preocuparme de romperme la cabeza de un golpe?

—Vaamos, fue divertido, ¿no me vas a decir que no? —Yo sonrió y el me frunce el ceño, me parece que si se divirtió un poco. Le ayudo a levantarse y se sacude los pantalones algo enojado—. Ya hemos perdido a los soldados, estoy seguro, siempre se despistan desde antes del deslizadero.

—No hemos hecho nada en particular más que caminar por la ciudad, ¿cómo estás tan seguro?

—Porque hago esto siempre.

—¿Siempre que vienes usas esto?

—Las primeras veces no, pero cuando lo encontré me gustó, es una forma rápida de bajar desde allá. Por otro camino toma como media hora, hay varias escaleras pero no una directa, así que hay que ir rodeando las casas y se hace muy largo. Pero para llegar al deslizadero solo se puede entrar por el jardín, y para llegar al jardín tienes que entrar por los callejones y saber cuál es la tapia correcta. Eso los despista siempre. Además, aunque encuentren en jardín no puedes ver donde comienza esto, en esa parte solo parece que terminara el terreno.

Así es como engañe a Wolfram, voy a recordar por muchísimo tiempo su expresión antes de caer, y también la que tenía aquí abajo.

—No se puede ver el comienzo de la rampa a menos que te asomes por el borde y veas que está ahí abajo, el primer tramo es muy empinado así que necesité algo de valor para tirarme. La primera vez yo también casi me hago en los pantalones, pero termine adorando el viaje.

—No me hice en los pantalones —se queja.

—No estaba diciendo eso, dije que yo casi me hago.

—Hump.

Ruedo los ojos, creo que ya está bien como para que sigamos.

—Vamos, hay que seguir por aquí hasta salir a un camino. Escuche que hay una cascada alejándose del pueblo hacia las granjas, quiero ir a verla, pero es un tramo a pie bastante largo. Por eso quería venir hoy temprano.

—¿Y porque no dijiste que queras ir ahí? No necesitamos caminar tanto, podríamos haber ido cabalgando

—Primero, no quiero un sequito de soldados rondándome en mi día libre. Segundo, me gusta más ir a explorar por mi cuenta. Tercero, no se cabalgar bien y lo sabes.

—Eso es porque te niegas a tomarlo como algo normal, si usaras más tu caballo no tendrías problemas.

—Lo que quiero es una bicicleta. ¿Por qué no tienen bicicletas? No entiendo, es un sistema que no requiere motor, ya las deberían haber inventado. —A pesar de sus quejas él comienza a caminar conmigo, estamos yendo hacia la salida del pueblo—. Tiene dos ruedas, unos pedales y un manubrio, te sientas así en el medio y cuando aprendes a mantener el equilibrio es fácil. Puedes andar con eso para todos lados, y hay gente que aprende a hacer piruetas y todo, es lo más básico como trasporte. Es ecológico, barato, y no necesitas darle de comer ni nada porque es un objeto.

—No puedo imaginarlo, para mí lo normal es un buen caballo.

—Supongo que están muy acostumbrados a usarlos. En la ciudad del otro mundo jamás veras uno en las calles, ¿puedes imaginarlo? Si fueras allí, no verías un caballo en ningún lado, no se usan para nada, sería totalmente diferente. Pero verías autos, camiones, colectivos. Conrad me dijo que la primera vez que vio una camioneta pensó que era un tanque de guerra manejado por magia, así que supongo que eso te ayudará a imaginarlo…

Le cuento a Wolfram mil y un cosas de los transportes mientras caminamos. Él me habla de carruajes, barcos, caballos de guerra y otros animales que no conozco, y yo le hablo de trenes bala, motos de carrera y jets de combate. Nada que ver una cosa con la otra, pero él y yo vamos aprendiendo. Nos reímos y nos asombramos, a él no le cuesta imaginar las cosas de las que le hablo, pero me gustaría ver si es posible traer alguna revista en alguno de mis viajes entre mundo y mundo, quiero que lo vea en imágenes.

El camino se ha convertido en un paisaje diferente, vamos avanzando por una carretera sin gravilla, la tierra esta compactada y dura por el paso constante de los carros y carretas que van por aquí. A un lado comienza a formarse una montaña, pasa de ser una colina que va creciendo a una pared que me recuerda a un acantilado pequeño. Nos paramos a tomar agua en una vertiente, es una pequeña línea de agua que fluye de la piedra, me divierto viéndola porque me parece linda. Es una cascada bebé, Wolfram se ha reído, pero yo sigo diciendo que es una vista previa de la cascada que quería ver más adelante.

Al otro lado del camino donde no tenemos pared hay campo. Pasamos en frente de varios sembrados y granjas, pero no vemos gente. A esta hora parece que están durmiendo, y como es un día libre los chicos se deben de haber ido a la ciudad a curiosear. Somos los únicos que vamos en contra de la corriente. Sobre el acantilado comienza a haber árboles y más follaje que da sombra, si hubiéramos subido en vez de seguir por aquí seguro hubiéramos entrado en un bosque. El sol se esconde en las nubes, y no vuelve a aparecer.

Pensé que era una nube pasajera pero mientras caminamos siento el cambio en el ambiente, el olor del aire es diferente, Wolfram mira al cielo varias veces y creo que tiene la misma sensación que yo. Tenía que llover, ¡pero esperaba que fuera más tarde! ¡No ahora! Estoy rogando que no caigan gotas, pero lo hacen, la tierra empieza a ponerse moteada por los puntos oscuros del agua.

—Debe ser una lluvia pasajera. —dice Wolfram.

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Continuará…

 


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