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Dile al sol por Are

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Notas del fanfic:

Esta historia tenía meses en mi computadora sin estar terminada, y ahora que tuve tiempo decidí concluirla como manera de satisfacer la necesidad de SasuNaruSasu que dejó en mi el final del manga.


La historia está basada en la canción Dile al sol de la Oreja de Van Gogh y los personajes le pertenecen a Masashi Kishimoto.

Dile al sol

Los aplausos resonaron en toda la estancia para recibir a los novios. Se veían deslumbrantes, tan felices. Después de tanto tiempo por fin habían unido sus vidas eternamente frente a los dioses. El doncel envestido en su kimono blanco irradiaba pureza; era sabido por todos que Uchiha Sasuke era un doncel casto en toda la extensión de la palabra, desde que había sido comprometido con Namikaze Naruto, el último de los Namikaze, de quién había estado enamorado desde pequeño, se había prometido ser solo de él. Naruto miraba enajenado a su esposo, sus gestos, sus miradas, sus acciones, aunque para otros eran fríos, él sabía lo dulce que era su esposo en el fondo.

La fiesta en celebración por su unión fue acompañada por toda la familia Uchiha y los grandes clanes de la aldea, todos festejando la unión de esos jóvenes. La recepción fue simple pero bonita, muy al estilo del menor de los Uchihas, y aunque fue breve, pudieron convivir con todas aquellas personas que deseaban que fueran felices por el resto de sus vidas.

La noche de bodas fue simplemente maravillosa. Toda una vida esperando ese momento, toda una vida deseándose mutuamente sin poder llegar más allá de un roce y esa noche por fin se habían entregado el uno al otro. Habían pasado la noche conociendo y memorizando el cuerpo ajeno detalle por detalle, dándose el tiempo necesario en cada recoveco. Naruto estaba perdido en la suavidad de aquella piel de porcelana, en los movimientos y gestos tímidos de Sasuke; pasaba sus grandes manos por todo el frágil y delicado cuerpo del doncel. Sasuke por su parte, se sentía en la gloria ante las caricias del rubio, en tan poco tiempo aquellos labios se habían vuelto totalmente adictivos para él, eran como brazas calientes sobre su blanca piel encendiendo cada espacio que rozaban.

Cuando finalmente estuvieron unidos ninguno de los dos pudo mencionar palabra alguna, Naruto por el placer y Sasuke por el dolor. Poco a poco Sasuke fue acostumbrándose a la intromisión de Naruto y se abandonó totalmente al placer que el rubio le brindaba con cada estocada certera. Ambos se sintieron en la cima del cielo cuando llegaron juntos al éxtasis, Sasuke sintió su cuerpo explotar de placer y Naruto no pudo resistir la presión que el moreno ejercía alrededor de su pene e inundando su interior lo envolvió en un abrazo con todo el amor y la pasión existente en su ser.

La dulzura del matrimonio era lo único que conocían esto jóvenes enamorados. Noche tras noche repetían la lujuriosa danza sobre el futón, aun sintiéndose insatisfechos del otro y queriendo más cada vez.

Al poco tiempo, una agradable sorpresa los tomó desprevenidos. Tras semana de malestares que tenían a Naruto muy preocupado, un curandero les confirmó lo que sería la noticia más maravillosa de sus vidas, serían padres.

– ¡Teme! Esto es lo mejor que pudiste haberme dado– El rubio con lágrimas en los ojos abrazaba a su doncel, quién, aun en shock, se llevó las manos al vientre y sonrió mientras dejaba las lágrimas fluir de sus ojos.

Los siguientes días fueron cada vez mejores, Naruto se desvivía en atenciones hacía Sasuke. Antes el moreno era ya el centro del universo del oji-azul, pero ahora simplemente se había convertido en su todo. Sentía que tenía que protegerlos de todo, cualquier cosa podría dañarlos y él no se permitiría perder a ninguno.

Aquel ser nonato se había convertido en su fuente de vida, todas las noches soñaba en tenerlo entre sus brazos, había fantaseado millones de veces con su apariencia siempre concluyendo que debería ser tan hermoso como Sasuke. Siempre imaginaba sus pequeñas manitos, sus perfectos pies pequeños, su boca moviéndose y sus ojos -Negros en su imaginación- mirándolo fijamente; la perfecta versión en miniatura de Sasuke, y para él nada podría ser mejor que eso.

Los meses venideros se dedicaron a acondicionar la habitación que ocuparía el bebé. Sasuke, con su vientre totalmente abultado, caminaba con lentitud escogiendo cada artículo para su hijo, mientras Naruto a sus espaldas, solo daba instrucciones de a dónde llevar todo lo que el moreno escogía. Naruto amaba ver el brillo en los ojos de Sasuke al pasar por los artículos para bebé y escoger uno que le gustara para su hijo, era simplemente adorable.

La lluvia caía acompañada de truenos y relámpagos el día en que en la casa Namikaze se escucharon gritos de dolor. Naruto estaba fuera de la habitación escuchando cómo su esposo luchaba por traer a su hijo al mundo, mientras él, muerto de nervios y miedo, cavaba una fosa en el corredor.

– ¡Puja! ¡Puja! – Gritaba la partera a Sasuke.

El moreno hacía todo lo posible por seguir las órdenes de la mujer que estaba entre sus piernas, pero le resultaba sumamente difícil. Jamás en su vida había sentido tanto dolor como el que ahora recorría su cuerpo, era como si algo estuviese partiéndolo por la mitad.

– ¡Vamos, Sasuke! ¡Solo un poco más! – Su madre le alentaba desde un costado de la cama.

–Ya… Ya no puedo– Dijo entre jadeos. Al dolor le sumaba el cansancio que le provocaba pujar.

Un nievo grito se escuchó, esta vez más fuerte que los anteriores. Un impulso lo obligó a pujar, era la naturaleza siguiendo su curso.

– ¡Veo la cabeza! – Gritó la mujer. – ¡Solo un poco más! – En ese momento Sasuke pujó con todas las fuerzas que le quedaban mientras apretaba la mano de su madre.

Un fuerte llanto se escuchó en toda la mansión. Naruto se detuvo en seco. Poco a poco una sonrisa se formó en su rostro y las lágrimas resbalaron por sus morenas mejillas. Sintió una palmada en su hombro y al voltear se encontró con su cuñado felicitándolo.

– ¿Naruto-sama? – Una de las mucamas que ayudó en el parto salió de la habitación. –Puede pasar– Naruto sin pensarlo dos veces caminó a la habitación donde su familia le esperaba. –Felicidades– Dijo por última la mujer.

–¡Gracias!

Al entrar la imagen más perfecta que pudo haber visto en su vida le recibió, ahí estaba su esposo cargando un pequeño bulto en sus brazos.

–Es un varón– Le informó la partera mientras caminaba hacia la salida. –Dejaré todo listo para que Sasuke se recupere.

–¡Tsunade-baachan! ¡Gracias! – Un abrazo fue dado sin avisar haciendo que la rubia trastabillara, pero gustosa correspondió. Amaba a Naruto como si fuera su nieto y nada la hacía más feliz que verlo en ese momento y acompañarlo en su alegría.

–No hay de qué, mocoso– Y Salió de la habitación para dar indicaciones sobre los cuidados y la alimentación de Sasuke, pues ahora no solo sería para él sino también para el pequeño, quien por un tiempo dependería totalmente de su padre doncel.

Naruto emocionado se acercó a la cama. Sasuke al verlo le sonrió y con un movimiento de cabeza le indicó que se acercara; al hacerlo, Naruto pudo ver a su pequeño prendado del pezón de su padre succionando su vital alimento. Una vez más sus ojos se llenaron de lágrimas y plantó un beso en la frente de Sasuke. Ese momento no pudo decir nada, sus palabras se quedaron atoradas en su garganta, solo podía abrazar al moreno y llorar mirando a su pequeño; pero no hicieron falta para expresar lo que sentía, Sasuke pudo apreciar perfectamente el amor y el orgullo en sus ojos al mirar al pequeño ser que descansaba en sus brazos.

– ¿Sasuke? ¿Por qué no ha abierto los ojos? – Naruto cargaba a su bebé que dormía cómodamente entre sus brazos mientras él miraba atentamente su carita. Una pequeña mata de rubios cabellos se asomaba en su cabeza, aquello había terminado con sus ilusiones, ahora solo le quedaba que el color de sus ojos fuera el que él había soñado.

– Todavía es muy pequeño, espera un poco más – Sus manos viajaron acariciando la blanca piel de su bebé en los brazos de Naruto.

– ¡¿Un poco más?! ¿Cuánto tiempo más? Tiene ya una semana– Reclamó con un puchero. –Ya quiero ver el color de sus ojos.

– ¡Cállate, dobe! Vas a despertarlo– Regañó en un pequeño susurro –Tal vez solo unos días. Pero aun así, tal vez el color del que los tenga ahora no sean los definitivos, luego cambian cuando crecen.

–Espero que sean negros– Dijo Naruto en un susurro. Sasuke sonrió, aunque él personalmente esperaba que fuesen azules.

– ¡Sasuke! – Gritó Naruto corriendo por toda la mansión con su hijo de dos semanas en brazos. –¡Sasuke!

– ¡¿Qué crees que haces corriendo así con Arashi en brazos?! – Naruto paró en seco al escuchar la tétrica voz de Sasuke, quien le arrebató al bebé al momento de estar frente a frente. –¡Pudiste haberlo lastima si te caías, dobe!

– ¡Jamás lo lastimaría! – Un puchero acompañó su afirmación.

– ¿Por qué estabas corriendo? – Entonces recordó la razón de su travesía por la mansión.

– ¡Abrió los ojos! – Dijo totalmente emocionado. El pequeño se movía en los brazos de Sasuke tratando de encontrar la posición más cómoda para dormir.

– Los tiene cerrados–  Entonces Naruto notó que ciertamente había cerrado nuevamente los ojos.

– ¡Pero ya los había abiertos! – Miró a su bebé que estaba dormitando acurrucado en los brazos de Sasuke. –Vamos, Ara-chan, abre los ojos– Dijo mientras comenzaba a picar las mejillas del bebé con su dedo. – ¡Vamos Ara-chan! Abre los ojos para papi– El pequeño comenzó a removerse entre la sábana, Naruto y Sasuke miraban expectantes la siguiente acción de su pequeño.

Un llanto se dejó escuchar, al parecer al pequeño Arashi no le gustaba que molestaran su rutina diaria y él lo único que quería era dormir. Sasuke comenzó a arrullar al bebé susurrándole palabras dulces. Poco a poco el llanto cesó y el pequeño abrió sus ojos para mirar por primera vez a su papá con unas obsidianas -Tal como Naruto había dicho-.  Sasuke sonrió y besó su frente, posteriormente volteó a ver a Naruto quien sonreía feliz como diciendo “Te lo dije”.

Un caballo se detuvo frente al portón de la mansión Namikaze. Después de que le autorizaran pasar caminó con un rumbo y una meta fija. Una mucama lo recibió en la puerta principal, a la que entregó una carta marcada “Urgente”. Rápidamente, después de despedir al caballero, se dirigió a buscar a sus amos.

– ¿Urgente? – Sasuke miraba incrédulo la carta que estaba en sus manos.

–Eso me dijo el mensajero, Sasuke-sama.

–Muchas gracias, Sakura, puedes retirarte.

Sasuke abrió la carta y lentamente comenzó a leerla. Cuando terminó de leerla su cara era de desesperación, terror, angustia y preocupación. En un segundo comenzó a correr por toda la mansión buscando desesperadamente a Naruto. Lo encontró jugando con Arashi en el patio, él hincado frente a su hijo que se encontraba sentado sobre una manta mirando los gestos que su rubio padre hacía para entretenerlo; el pequeño era muy parecido a Sasuke.

–Naruto.

– Hola, Sasuke. Mira, Ara-chan ya demora más tiempo sentado – Sasuke miró que ciertamente su hijo ya podía estar sentado sin apoyo. Era increíble lo rápido que crecía, hace apenas 6 meses dormía todo el día.

El rubio volteó a ver a su esposo y notó su semblante preocupado. –Teme, ¿Sucede algo?

Sasuke miró dudoso al rubio y estrujó la carta que tenía en sus manos pensando si debía o no darla a Naruto. Ocultársela retrasaría al menos un poco la lamentable realidad que los acechaba, pero también podría repercutirle. ¿Qué hacer?

Resignado se la entregó.

Naruto miró al papel que el moreno le entregaba. – ¿Qué es eso?

–Una carta, dobe.

– ¡Eso ya lo sé! Me refiero a ¿Qué dice?

–Léela– Dijo escueto.

Naruto se sentó totalmente en el pasto y abrió la carta. Lentamente comenzó a leerla, su expresión era inmutable mientras asimilaba todo lo que expresaba ese pedazo de papel. Suspiró cuando terminó de leerla y llevó su mano a su cabeza para acariciar sus cienes.

–Dime que no irás– Exigió Sasuke a Naruto, quién no lo miraba, mantenía su vista fija en Arashi, quien jugaba agitando una pequeña sonaja.

–No puedo no ir, Sasuke.

– ¡Claro que sí! ¡Eres el único Namikaze, tienes que asegurar el apellido de tu familia!– Casi gritó en clara señal de desespero.

–Te equivocas, Sasuke– Dijo mientras se levantaba con Arashi en sus brazos –Ahora Arashi es mi legado, él será quien continúe con la familia, ¿Verdad, Ara-chan? – El pequeño sonrió sin entender lo que su padre estaba diciendo. –Sabes que es mi responsabilidad hacerlo, no puedo dejar que ellos lleguen hasta aquí y les hagan daño a ustedes, es mi deber como jefe de la familia protegerlos– Sasuke miró esa seguridad en sus ojos y lejos de sentir confianza un sentimiento de angustia se apoderó de él, debía confiar en Naruto, pero no quería perderlo.

Hubo una guerra en la antigüedad
Que separó un joven y dulce amor
Él tuvo que ir al frente a luchar.

Esa tarde, Naruto salió rumbo al centro de la cuidad a una reunión informativa. Sasuke lo vio partir desde la entrada sintiéndose impotente al no poder detener aquella locura. Según su perspectiva el ejército era lo suficientemente grande como para detener a los invasores, ¿Para qué necesitaban ayuda de las familias?

Un día después, Sasori, el esposo de Itachi, llegó a su casa con sus hijos diciendo que no le agradaba quedarse solo en la mansión Uchiha. Sasuke dejó salir todas sus preocupaciones con su cuñado, juntos lloraron de angustia por sus esposos y no pudieron dejar de pensar en Obito, primo de Sasuke, quien vivía más lejos; ellos se tendrían el uno al otro, pero él se quedaría solo cuando Deidara partiera. La vida era muy cruel.

Al día siguiente Sasuke despertó con un beso de su esposo, lo primero que hizo al verlo fue abrazarlo fuertemente. Ese día no se separaron ni un solo minuto, al día siguiente el rubio tendría que partir. Esa noche, como al primera vez, toda la noche se amaron entre las sábanas, recorriéndose mutuamente, añorando que el día no llegara nunca; pero lo que deseas no es siempre lo que obtienes.

Él no olvida aquel frío adiós
Se heló su sangre y tembló su voz
Mientras se alejaba su joven amor.

Esa mañana, Sasuke despidió a su esposo con pena, lo abrazó fuertemente sin ánimos de soltarlo, pero no podía apresarlo eternamente por mucho que lo deseara, eventualmente lo soltó y no pudo hacer más que observar desde el portal como Naruto se alejaba sobre su caballo en compañía de sus hombres. Sintió como su sangre se coagulaba en sus venas, quiso gritarle que volviera, que no los dejara, que su hijo lo necesitaba, que él lo necesitaba, pero sus palabras quedaban atoradas en su garganta; un gemido ahogado fue el único sonido que pudo emitir cuando su boca se abrió. Con una mano acarició la carita de Arashi, quien sin comprender la razón del llanto de su papá le dio palmaditas en busca de su atención. Al voltear al horizonte ya no pudo divisar a Naruto y su pequeño séquito, con los ánimos por los suelos regresó adentro de la mansión, solo le quedaba esperar noticias del campo de batalla, buenas noticias, esperaba.

Naruto y sus hombres de confianza cabalgaron por un día entero hacía la capital del estado donde se encontraba el castillo. Según la reunión a la que había asistido anteriormente, ese sería el punto de encuentro para comenzar a organizar el contraataque contra los invasores. Al llegar divisaron a mucha gente, alguna conocida y otra desconocida; todos equipados perfectamente para la batalla y la supervivencia durante bastante tiempo, pues ninguno sabía cuánto duraría la guerra. A lo lejos reconoció a Itachi, su cuñado, quien le hizo señas en forma amistosa.

– ¡Hola, Itachi! – Naruto se acercó un momento para saludar. –¿Cómo has estado?

–Lo mejor que se puede sabiendo que tendré que dejar a mi familia sola durante algún tiempo– Itachi era una persona sumamente leal al reino; sin embargo, era fiel a su familia, y dejar a Sasori solo con Natsu y Haruka no le parecía lo más prudente.

–Lo sé. Yo tampoco quería dejar a Sasuke solo con Ara-chan, pero era necesario. No quiero ni imaginarme que pudieran hacerle algo a alguno de ellos, me muero de rabia solo de pensarlo– Naruto apretó los puños en señal de enojo.

–Por eso estamos aquí, para protegerlos– Naruto asintió a las palabras de Itachi, lo único que le importaba era que su familia estuviera bien y sabía que Itachi también lo hacía por su esposo y sus hijos.

–Bienvenidos sean todos– La voz del rey les sacó de su charla. –Me hubiese gustado que su visita fuese por asuntos más amigables; sin embargo, la razón que nos une hoy aquí dista mucho de ser una convivencia casual o para socializar; el bienestar del reino y de cada una de las familias en él peligra. Al parecer el regente del reino vecino, el Reino de las Nubes no está conforme solo con su parte del territorio del continente y quiere apoderarse del que nos corresponde a nosotros. Desde hace unos meses hemos recibido amenazas por parte de ellos, tratamos de usar la diplomacia pero no quieren entender razones. Madara y yo, personalmente fuimos y hablamos con Orochimaru pero la reunión no fructificó – Suspiró dándose tiempo de pensar la forma correcta de continuar con su discurso. Su esposo Madara, a su lado, veía la preocupación y los nervios de Hashirama quien ni el día de su boda se encontraba de esa forma.

– Todos saben lo difícil que ha sido la vida del rey Orochimaru, no ha estado bien desde que perdió a su esposo – Continuó Madara ante el mutismo de Hashirama. – Todos pensamos que eso lo está llevando a la demencia y esta la razón por la que busca invadir los reinos vecinos; pues no es solo nuestro reino, ha atacado también el reino de la Lluvia, de la Arena y de Neblina. Una fuente confiable nos informó que los siguientes en la lista somos nosotros y ya los guardias de las fronteras vieron a su ejército acercándose y no vamos a permitir que ellos lleguen y dañen a nuestras familias, ¿cierto? – Un “No” generalizado se escuchó en la explanada del castillo. –Entonces unamos fuerzas y detengamos a los invasores. ¡Por nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos! – Un grito de guerra fue la culminación de aquel emotivo discurso.

Hashirama miraba a su esposo animar a los soldados y sonreía con orgullo, haberlo escogido como consorte era lo mejor que pudo haber hecho. Todos consideraban a los hombres fértiles como individuos débiles y frágiles, tanto o más que las mujeres; sin embargo, él día tras día comprobaba que aquello era una absoluta mentira. Madara era una persona sumamente fuerte, física, mental y sentimentalmente; era un gran apoyo al momento de tomar decisiones importantes pues era sensato e inteligente, sumándole el hecho de su carácter dulce con Tsubaki lo hacían el hombre perfecto. Madara volteó al sentir una mirada sobre él y descubrió a su esposo mirándole, sonrió regresándole el gesto con cariño y se adentró nuevamente en el castillo, seguramente su niña estaría buscándole y todavía le faltaba decirle que su padre tendría que ausentarse un tiempo, que él deseaba no fuera demasiado o permanente.

Shikamaru, estratega del reino, se encargó de dividir a los hombres disponibles en grupos dependiendo de las capacidades de cada grupo, ubicándolos en zonas estratégicas para proteger las entradas principales. El de coleta  había hecho anteriormente una lista con las aptitudes, fortalezas y debilidades del ejército de cada familia y había formado ya los grupos, rápidamente hizo mención de cada grupo y dio indicaciones a cada uno lo más claro posible.

Naruto había quedado en un grupo diferente a Itachi y Deidara, quieres compartían el mismo. El rubio se despidió de ellos y se dirigió con su batallón para escuchar las indicaciones de Yahiko, el encargado de su sección.

Volvió con sus hombres para darles indicaciones. Todos hombres fuertes, dedicados y leales. La valentía estaba plasmada en el rostro de cada uno de ellos. Paseó sus ojos desde el que estaba a su diestra hasta el que se encontraba a su izquierda, conocía perfectamente a todos; con algunos había crecido y otros prácticamente lo habían criado. Ahora todos dependían de él y consecuentemente sus familias también. Ahora era cuando debía demostrar que era un digno hijo de su padre, pues sabía que Namikaze Minato era un gran hombre, responsable, fuerte, trabajador, honesto y valiente; y que él debería seguir dejando en alto el apellido que le había heredado a Arashi.

Les habían asignado la parte sur de las tierras pertenecientes al reino, era solo un pequeño estrecho pues hacia el sur el territorio iba disminuyendo, no eran más que unas cuantas hectáreas de terreno prácticamente deshabitado. No les tomó mucho arribar, el palacio estaba en la región sur. Ahora solo tenían que esperar y detener a los invasores del reino de las nubes.

El pequeño cayó sentado en el pastó al intentar llegar con su papá, que se encontraba al otro lado del jardín. Habían pasado ya seis meses desde que la guerra había comenzado, Arashi ya daba sus primeros pasos y sus balbuceos comenzaban lentamente a tomar forma de palabras. Sasuke era el joven más feliz del planeta por los logros que había tenido su pequeño, aunque no podía disfrutar totalmente de aquellos momentos, pues le hubiese gustado que Naruto estuviera a su lado para celebrarlos juntos.

Lo extrañaba tanto.

Cada semana le llegaba una carta proveniente del campo de batalla en donde el rubio le contaba el progreso de la guerra. Cada semana esperaba ansioso que llegara el viernes para poder sentirse cerca de su esposo aunque sea por medio de cartas. Él también le escribía y le informaba de las cosas en la mansión, de Arashi y de cualquier cosa que pudiera ser de interés para el rubio.

Cada tarde se sentaba con Arashi en el patio trasero de la mansión, consintiéndolo lo más que le era posible, trataba de que el pequeño no notara la ausencia de su otro padre, pues Naruto había acostumbrado al pequeño a mimos y cariños; y aunque sabía que aquello no tenía sentido, pues seguramente el pequeño no recordaba siquiera que algún día estuvo ahí jugando con él, era feliz haciéndolo, de alguna forma le hacía sentirse cerca del rubio.

– Ara-chan. ¿Recordarás a Naruto? – Preguntó al pequeño, que por fin había logrado llegar junto a su padre. – Eres idéntico a él – Acarició su mejilla. El pequeño solo sonrío por la muestra de afecto que su padre le había dado.

Sasuke sonrió con tristeza al tener al pequeño entre sus brazos, lo amaba, lo amaba demasiado, y sabía que Naruto lo amaba con la misma intensidad; era muy cruel el destino al mantenerlo separado de ellos.

El pequeño levantó su carita y entonces Sasuke pudo verse reflejado en aquellos hermosos ojos, que en un principio fueron negros y ahora eran tan azules como el mar. Arashi era una copia fiel de Naruto. No pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla y abrazó a su hijo tratando de calmar su dolor. Maldecía a todos los que estuvieran de acuerdo en provocarle tal sufrimiento, y pensar en que Naruto estuviese pasando por lo mismo solo acrecentaba su dolor.

Todas las noches pensaba en Naruto acariciando el lugar contiguo al suyo en el futón. ¿Dormiría bien? ¿Estará cansado? ¿Tendrá heridas? ¿Comerá lo suficiente? Se preguntaba todas las noches antes de caer rendido tras el llanto.

 ¿Dónde estás amor?
¿Dónde duermes hoy?
Dame el beso aquel que me dijo adiós.

Siempre había idealizado su vida junto al Namikaze, el envejecer juntos cuidando de los hijos y disfrutando de los hijos de sus hijos. Tal vez era algo tonto, la mayoría de los donceles y mujeres que se casan por un matrimonio arreglado, como el suyo, estarían contentos de que su esposo estuviera lejos; eso significaba menos responsabilidades como consorte y más libertad para hacer lo que quisieran, pero él no era como los demás, él realmente amaba a su esposo y ahora estar separado de él durante tanto tiempo era una tortura.

Al día siguiente un mensajero llegó a las puertas de la mansión. Sasuke comenzó a entrar en pánico al verlo, generalmente cuando el enviado de alguna casa perece en batalla un soldado trae un mensaje del rey ofreciendo condolencias, él ya se temía lo peor. Pero gracias a todos los dioses no fue así. El mensajero le informó que ese día la correspondencia había llegado antes y que estaba haciendo las entregas, Sasuke suspiró con alivio y se adentró en la mansión después de darle agradecerle al chico.

Subió a su habitación, donde el pequeño Arashi dormía y comenzó a leer la carta.

Amado Sasuke

Todos estos días sin ti han sido agonizantes, no tienes idea de cuánto los extraño a ti y a Arashi. En el campo de batalla todo ha salido a pedir de boca, hemos ganado todas las batallas que hemos enfrentado, actualmente nos encontramos en la frontera con el reino de las nubes, estamos flanqueando su lado norte. Me complace decirte que ninguno de nuestros hombres ha muerto, aunque lamentablemente ha habido bajas en nuestra tropa, ninguno ha sido de la hacienda.

Hace poco nos informaron que la tropa que se encuentra en el norte ha hecho retroceder al enemigo, y en otras regiones, al igual que en esta, los ataques han cesado; por lo que espero que pronto termine todo esto para volver a casa con ustedes.

Tengo que despedirme, los entrenamientos van a comenzar y Yahiko es muy estricto con esas cosas. Por favor abraza a Ara-chan de parte mía y recuérdale lo mucho que su padre lo ama. Y por supuesto no olvides que también te amo a ti.

Con amor

Naruto

Sasuke abrazó la carta contra su pecho aguantando las lágrimas que querían salir de sus ojos. Volteo a donde el pequeño rubio de la casa se encontraba profundamente dormido y le dio un cálido y amoroso eso en la frente.

– Tu padre te ama – Susurró suave en su oído.

Guardó la carta con las demás, en un pequeño baúl dentro de su armario y se dispuso a dormir junto a su pequeño, abrazándolo fuertemente contra su pecho. Justamente ahora era cuando más necesitaba un abrazo, tenía una extraña sensación en el pecho que le oprimía el corazón y le revolvía el estómago. Trato de ignorarlo y se volteó para dormir con su hijo en brazos.

Todo se encontraba en silencio en aquel extenso campo, a lo lejos se podía ver a unos cuantos soldados haciendo guardia alrededor del campamento. A los altos mandos les incomodaba que precisamente ese día todo se hubiese encontrado tan pacífico, no había habido señales del enemigo durante todo el día. Unos creían que ya se habían dado por vencidos, pero Shikamaru sabía que algo no andaba bien, los guerreros del Reino de las Nubes eran famosos por ser hombres arriesgados, sin miedo a la muerte; si la orden que el Rey Orochimaru había dado era tomar esas tierras ellos intentarían hacerlo hasta que se quedaran sin aliento, y eso era preocupante.

Esa noche, todos se habían retirado a sus tiendas apenas el sol se había ocultado en el horizonte, no había más que hacer que reponer fuerzas por si al día siguiente el enemigo osaba atacar el campamento. Todos con sus armas a la mano, como buen soldado se retiraron, dejando a Shikamaru meditando nuevas estrategias a la luz de la fogata.

 

Un soldado caminaba por la zona este del campamento, era el área asignada para su tropa, pero por causas de fuerza mayor habían tenido que separarse, ahora solo él era el encargado de esos escasos metros, todavía podía ver la sombra de su compañero aguardando  por cualquier percance. De repente, vio como el hombre era arrastrado hacia unos arbustos bruscamente. Pensando que tal vez se había caído y pudiera estar herido trato de correr en su auxilio, pero algo se lo impidió; fue entonces cuando se dio cuenta que se encontraba inmovilizado con alguna clase de hilos que no había notado hasta ese momento.

–No se te ocurra gritar o te corto la garganta aquí mismo– Dijo una voz detrás de él cuando trataba de abrir la boca.

– ¿Quién eres?

– ¿Acaso importa? – Dijo en tono burlón. –Aunque te dijera mi nombre no me reconocerías– El soldado sintió cómo un puñal era pasado juguetonamente sobre su cuello. –Es obvio que no soy del Reino del Fuego.

–Hay muchos soldados vigilando, no podrán llegar a su destino– Dijo juntando todo su valor.

– ¿Muchos? – Rio sonoramente. –Por si no lo habías notado, la mayoría ya no está.

El soldado paseó su vista por todo el prado y pudo notar que sus compañeros no eran visibles. Aquello lo preocupó de sobre manera. Tragó saliva con dificultad. –No lograrán su objetivo– Una sonrisa de lado se formó en sus labios mientras sacaba de entre sus ropas sacaba algo parecido a una flauta para dirigirla a sus labios. Grande fue su impresión al no lograr hacer su cometido, solo sintió un líquido cálido deslizándose por su pecho y como poco a poco las fuerzas abandonaban su cuerpo.

El vándalo dejó el cuerpo en el suelo y limpió la sangre que había quedado en su puñal con un pañuelo.

–Deja de jugar, Sakon.

–Tu siempre arruinando mis diversión, Tayuya. Vamos– Dijo a los otros presentes para continuar con su camino.

 

Shikamaru seguía contemplando en fuego de la fogata en su habitual pose de concentración pensando en lo extraño de la situación. Durante esos cuatro años en guerra lo ataques a su flanco habían sido constantes en su mayoría. Sin embargo, había pasado casi 15 días sin señales del enemigo y aquello le tenía con los nervios a flor de piel. Como buen comandante, tenía ya un plan trazado para cuando las tropas enemigas volvieran a aparecerse, se lo había comunicado ya a sus hombres y se sentía preparado para cualquier contingencia. Después de la primera semana pasó por su mente la idea de que la guerra hubiera finalizado; sin embargo, aquello no era posible. No había llegado noticia de tal cosa, al parecer era una simple retirada parcial de las tropas enemigas.

Una ráfaga de viento sopló en ese momento, chocando lleno de frescura contra su rostro; instintivamente cerró los ojos disfrutando de la suave caricia, una sonrisa adornó sus labios al momento que recordaba a su familia, él, al igual que todos los demás, los extrañaba mucho.

Abrió los ojos mirando el paisaje que se encontraba frente a él, los campos se extendían hasta donde alcanzaba la vista mezclándose con el manto estrellado en el horizonte, todo era tan calmado, tan pacífico, tan irreal. A pesar de que los días anteriores el silencio había sido común, ese día había algo que no encajaba con el paisaje. Buscó con la mirada a los guardias que se encontraban dando sus rondines y no los encontró, estrechó los ojos con preocupación; definitivamente algo estaba mal.

Como si nada pasara, se levantó del pequeño tronco en el que se encontraba sentado y se estiró. Se dirigió a su tienda y entró sintiendo una mirada sobre su cuerpo. Dentro de su tienda accionó una pequeña trampilla que despertó cautelosamente a los que dormían en las tiendas contiguas a la suya, quienes sabiendo de antemano el significado de aquello no dudaron en esperar -Ya preparados- a que su comandante diera las indicaciones pertinentes.

 

Shikamaru observaba las sombras que se reflejaban en las paredes de su tienda tratando de descifrar dónde se encontraba el enemigo. El movimiento de las ramas de los árboles le ponía nervioso, al parecer el viento había arreciado y aquello en cualquier momento apagaría la pequeña fogata al centro del campamento.

Minutos pasaron para que una ráfaga extinguiera la pequeña flama que iluminaba artificialmente el lugar, ahora solo la luz de la luna les daba visibilidad. Shikamaru se asomó por la entrada, ahora invisible, de su tienda y observó como a lo lejos unas siluetas se acercaban, no estaba seguro de cuantos eran los que se acercaban a ellos, desde su ángulo solo podía apreciar a 5 sujetos, cinco cautelosas sombras que descendían hacía el campamento.

Sigilosamente salió de la tienda y se quedó detrás del árbol más cercano. Un silbido alertó a los demás de su escuadrón, quienes, aún dentro de sus tiendas, se pusieron atentos a todas las sombras y sonidos. Era más que obvio que algo estaba pasando y para que Shikamaru se pusiera alerta tan pronto significaba que los guardias de las fronteras no habían tenido éxito en detener al enemigo.

Los soldados del reino de las Nubes entraron al campamento, bajo la atenta mirada de Shikamaru, liderados por Kimimaro, uno de los más hábiles generales de Orochimaru.

– ¿Qué demonios pasa, Kimimaro? – Preguntó Tayuya al ser detenida por la mano del Kaguya cuando se disponía a entrar al campamento. El de cabello blanco no respondió y solo se dispuso a mirar entre los árboles.

–Sé que estás ahí– Dijo en dirección al bosque –Sal ahora mismo.

Shikamaru abrió los ojos como platos al saberse descubierto, sonrió de medio lado luego de la impresión, después de todo se estaba enfrentando con uno de los mejores generales del reino de las Nubes.

–Vaya, parece que eres mejor de lo que creí– Dijo al momento de salir de detrás del árbol. –Pero no eres el único que tiene un plan– Y dicho esto todos los solados salieron de sus tiendas confrontando a la tropa enemiga. –Ahora, te voy a pedir amablemente que regreses con tus soldados por donde llegaron, no quiero tener una batalla y tampoco dejaré que atravieses esta frontera.

–No me hagas reír– Dijo Kimimaro sin un ápice de gracia en su rostro. –No voy a defraudar al emperador por tus sosas palabras. ¡Nosotros vamos a avanzar y ganar por el país de las Nubes! – Y dicho esto todos los soldados avanzaron para encarar a los contrarios.

El campo era tenuemente iluminado por la luna y los gritos, jadeos y choques de espadas era todo lo que podía escucharse. Todos daban lo mejor de sí tratando de detener al contrario y protegiéndose al mismo tiempo. Shikamaru dio la orden y los arqueros, que se encontraban en la parte trasera de la tropa, alistaron sus arcos al momento que los demás se cubrían con sus escudos. La lluvia de flechas dio en el blanco sobre algunos de los soldados que portaban la insignia de las Nubes y desgraciadamente también sobre algunos desprevenidos de las tropas propias. Después de esto la lucha cuerpo a cuerpo continuó en una clara ventaja para el reino del fuego que se veía más marcada conforme pasaban el tiempo. Shikamaru creía firmemente que ganarían.

Naruto era hábil con la espada, desde pequeño su padre lo había instruido en el arte de la lucha y el manejo de esa arma en especial porque fue con la única con la que el rubio demostró agilidad y al pasar de los años aquello había mejorado considerablemente, en el tiempo que había transcurrido desde el ataque, que intentó ser sorpresa, había acabado con varios de los enemigos con daños mínimos.

Kidomaru observaba la lucha que se estaba llevando a cabo mientras acababa él mismo con sus contrincantes. Le estaba resultando frustrante el hecho de que ellos, a pesar de superar en número al batallón del reino de las Hojas estaban siendo masacrados cual si fueran simples insectos. Retiró su lanza de un cuerpo inerte y la apretó con enojo e impotencia mientras trataba de pensar en un plan rápido para tener alguna ventaja sobre los contrarios; sin embargo, los soldados del rey Hashirama no dejaban de llegar sobre él a tratar de detenerlo.

El moreno era un hábil guerrero especializado en el combate con armas, especialmente la lanza, y su puntería era ampliamente reconocida en todos los reinos. Un solo movimiento bastaba para aniquilar a más de uno siendo atravesados con la poderosa lanza que el azabache siempre portaba en mano. En un descuido de sus contrincantes aprovechó para terminar con ellos de manera feroz. Cerca de él, se podía observar a compañeros y subordinados caer frente a los contrarios, algunos gravemente heridos y otros muertos.

La batalla era dura, todos sabían que cualquier descuido podía costarles la vida y ninguno estaba dispuesto a caer, ninguno quería dejar a su familia desprotegida de algún modo; además, sabían de ante mano que perder esa batalla significaba dejar que los enemigos avanzaran y por consiguiente pudieran llegar hasta donde los aldeanos, y eso era algo que no podían permitir.

Naruto luchaba con todas sus fuerzas, sus movimientos eran casi imperceptibles para los demás, blandía la espada con maestría asestando en lugares vitales, pues aunque no era una persona agresiva o algo por el estilo, esto lo hacía por Sasuke y por Arashi, no podía permitir que los enemigos llegaran hasta la ciudad y les hicieran algo a ellos, eso jamás lo permitiría.

Mientras tanto, Kidomaro seguía enfrentándose a todos los que osaran pelear contra él; sin embargo, no contó con que los enemigos también eran guerreros capaces y lo comprobó cuando sintió una flecha clavarse directamente en su pecho. Al voltear en la dirección en la que había llegado la flecha pudo ver a un hombre de cabellera negra sonreírle con hipocresía. Lo maldijo en su mente. Con sus últimas fuerzas tomó su lanza y la lanzó al azar con todo lo que podía su brazo derecho, estaba seguro que asestaría a llegar a alguien.

No se equivocó.

El rubio se quedó estático. El joven que estaba tirado en el suelo a punto de ser atravesado por la espada del ojiazul miró sorprendido la acción. De la nada había salido una punta de lanza del pecho de Naruto. La espada quedó suspendida en el aire sostenida por su mano unos segundos antes de caer al suelo haciendo un estruendoso sonido. El joven se levantó y corrió hacia algún lugar a tratar de protegerse. Inconscientemente, Naruto tocó la punta de la lanza sintiendo su propia sangre deslizarse por ella, todo se tornaba borroso ante sus ojos y a lo lejos escuchaba la vez de sus camaradas llamando su nombre en gritos desesperados pidiendo por un curandero.

Sus pensamientos rápidamente corrieron hacia su familia. Arashi y Sasuke eran todos para él, no quería dejarlos solos, no podía desprotegerlos. Con un golpe sordo el rubio impactó contra el pasto comenzando a resentir la falta de sangre en su cuerpo, su cuerpo comenzaba a debilitarse y todo lo que podía sentir en ese momento era impotencia; no quería morir, no así, quería ver a su hijo crecer y poder disfrutar de sus nietos en su vejez alado de Sasuke. Pero parece que Kami tenía otros planes.

Shikamaru se acercó a su lado al notar el estado del rubio, pero no pudo hacer nada para detener el inminente final de la vida de Namikaze.

Fue una lanza la que atravesó
Mil sentimientos y un corazón.
Él murió de pie, nunca regresó.

Despertó inquiero ese día. Hacía ya más de una semana que la carta de Naruto había llegado y no había vuelto a tener noticias de él, eso estaba inquietándolo.

Como todas las mañana se levantó y preparó a Arashi. Aunque el niño tuviera una nodriza, a él le gustaba hacerse cargo de su hijo, era como estar un poco más cerca de Naruto. Desayunaron juntos y salieron a dar un paseo. Cuando regresaban se encontró con un caballo con la insignia del rey frente a la puerta. Aquello le hizo paralizarse. Sabía lo que significaba que un enviado del rey estuviera de visita en casa de uno de los soldados y esperaba que esta vez solo fuera una equivocación.

– ¿Papá? – Arashi lo llamaba pero Sasuke no podía moverse. Inesperadamente comenzó a correr hacia la mansión jalando al pobre niño que apenas y podía seguirle el paso por lo corto de sus piernas.

Cuando entró toda la servidumbre posó su mirada sobre él e inmediatamente después la apartaron. Sakura se llevó al pequeño a la habitación mientras otra mucama le conducía al salón donde alguien le esperaba. El trayecto le pareció eterno, el ambiente era tenso, durante el camino ninguno de la servidumbre que encontraron dijo nada, ninguno le miró, ninguno le advirtió lo que él de ante mano sabía.

El soldado le entregó un pergamino acompañado de un Lo siento.

Claro que él no lo sentía tanto como el azabache. Sasuke estaba sufriendo incluso antes de que le entregaran aquel trozo de papel. Sus ojos se inundaron de lágrimas y el aire comenzó a faltarle, un grito salió de su boca llenado toda la habitación. Muchos llegaron a querer calmarle, nadie podía consolarlo, nadie comprendía su dolor. Sasori lo acurrucó entre sus brazos intentando que se tranquilizara pero el azabache estaba muy alterado. Lo apartaba bruscamente, pero el pelirrojo era fuerte y lo aprisionaba aún más. Poco a poco el azabache fue cediendo y terminó llorando en el pecho del pelirrojo mientras Arashi lo veía desde el dintel de la puerta sin comprender lo que pasaba.

Horas después, Sasuke se quedó dormido. Cuando despertó deseo con todas sus fuerzas que todo eso fuera una pesadilla, lamentablemente no lo era. Junto a su cama se encontraba la carta que no había abierto aun indicándole que la realidad era cruel. Abrió el sello solo para saber cundo era que traerían el cuerpo de su esposo.

Era tan difícil asimilar que había muerto.

Ahí, en el interior de su habitación nuevamente lloró, lloró como una horas atrás sintiendo como todo en su interior colapsaba, como su corazón era estrujado cruelmente dentro de su pecho. No quería aceptarlo, Naruto no podía estar muerto; él tenía que regresar, tenía que ver cuánto había crecido Arashi, tenía que jugar con él e instruirlo para que fuera un guerrero hábil igual que él, Naruto tenía mucho porqué volver. Tenía que volver porque él necesitaba decirle que lo ama, que es todo en su vida, que ha sido el amor de su vida y siempre los será, que es todo lo que siempre quiso y más, tiene que volver para ser felices juntos, tiene que volver para envejecer a su lado, tiene que volver para cuidar de su familia y de la casa, tiene que volver porque él lo necesita, porque lo necesita más que a nada en el mundo.

Estuvo días en su habitación sin salir ni probar bocado, solo podía llorar y dormir. Fueron días tortuosos para todos lo que habitaban la hacienda Namikaze, Arashi preguntaba por su papá y los sirvientes no sabían qué contestarle.

–Sasuke, esto no puede seguir así tienes que levantarte– El pielirrojo trató de hacerle regresar a la realidad, en su opinión habían sido ya demasiados días de reclusión para el azabache, no podía permitir que siguiera así, Arashi le necesitaba.

–Déjame en paz, Sasori.

–Entiendo cómo te sientes, pero…

– ¡Tú no entiendes nada! – Lo interrumpió con un estruendoso grito. – ¡No sabes el dolor que siento en estos momentos! Quisiera morirme– Susurró con lágrimas en los ojos.

–Sasuke, no puedes morirte – Respondió el pelirrojo en forma maternal. –No puedes dejarte vencer por esto. Yo también estaría muy mal si algo le sucediera a Itachi, igual que lo estaría Obito si Deidara muriera – Las lágrima se comenzaban a derramar por las pálidas mejillas del pelirrojo. –Pero tienes que seguir adelante, si no lo haces por ti hazlo por Arashi. Él todavía es muy pequeño para comprender las cosas, pero sabe que estás sufriendo y eso lo pone triste, no ha hecho más que preguntar por ti desde que decidiste recluirte aquí.

Sasuke levantó la cabeza para mirar al pelirrojo a los ojos. –Lo sé, pero es tan difícil.

– Toda la fuerza que necesitas está en esta casa, tu hijo debe ser tu mayor pilar ahora, por él no debes dejarte caer– El pelirrojo depositó un beso en la cabeza del doncel antes de abrazarlo y dejar que desahogara lo último de sus secos ojos sobre su hombro.

Al día siguiente el cuerpo de Naruto había sido traído por los soldados del rey y le sepultaron en el panteón familiar bajo la confundida mirada de Arashi, que se encontraba tomado de la mano de Sasuke, mientras veían como sepultaban el cuerpo oculto en sábanas blancas. El pequeño no entendía porque ese acto ponía tan triste a su papá, lo único que sabía era que aquella persona era una persona importante.

Esa tarde Sasuke le contó todo a su pequeño de la forma más gentil que pudo hacerlo, entonces el niño lo comprendió todo y se sintió triste, no tanto como había estado su padre doncel todos esos días pero indudablemente le dolió saber que su papá había muerto.

Desde ese día, todas las mañanas Sasuke visitaba la tumba de Naruto, algunas veces solo, otras en compañía de Arashi; siempre para sentirse un poco más cerca del amor de su vida, quien juraba le acariciaba en cada briza que chocaba contra su cuerpo cuando se encontraba en ese lugar. Porque nunca dejaría de ser su esposo. Él le amaría hasta el último de sus días y le rogaba a Kami-sama que cuando ese día llegara le permitiera volver a reunirse con el rubio para poder estar juntos por la eternidad.

Vuelve a mí y dame tu mano al andar.
Vuelve a mí y mira mis ojos llorar.
Dile al sol que haga volar tu calor hacia nuestro hogar,
Para que vuelvas a mí.

Notas finales:

Espero que les gustara esta pequeña historia.


Lo que pongo de que el beé no había abierto los ojos se debe a que mi madre me había contado que antes los bebés demoraban en abrir y los ojos y se me hizo lindo ponerlo así.


Gracias por leer.


Espero leernos pronto.


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