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Deep Silence por Jackie

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Notas del fanfic:

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Advertencia: Este es un fic del tipo original yaoi lemon, lo que quiere decir relaciones chico-chico y algunos párrafos de relaciones explícitas; si no es de agrado este tipo de lectura, por favor no sigan. Homófobicos y similares, por favor abstenerse.

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Notas del capitulo: Me dí cuenta que no había posteado aquí la primer historia que comenzó mi amor por los originales...así que aquí esta...espero la disfruten!!
Cada paso que daba dentro de esa cubierta blanca era agotador, y el viento no ayudaba en nada. Lo empeoraba todo. Hacía mucho tiempo que caminaba por esos bosques helados esperando encontrar alguna cabaña, algún refugio, pero no había encontrado nada. Se estaba literalmente muriendo de frío. Su campera de jean con capucha no estaba diseñada para la nieve, por lo que no servía como abrigo. Su figura delgada casi se doblaba con el viento, pero perseveraba. Hubiera ayudado un poco a la situación si estuviera en perfectas condiciones, pero las heridas en su cuerpo y su garganta destrozada no lo ayudaban en nada. Su esperanza era encontrar algún lugar en donde pasar la noche. O sino moriría en cuestión de horas. Hacía días que había probado el último bocado y anhelaba un poco de calor.



Cada paso en esa tormenta era agónico y el cansancio amenazaba con quitarle toda energía de su malherido cuerpo. Lágrimas de furia e impotencia caían de sus ojos verdes y le dificultaban la visibilidad a medida que avanzaba, perdiendo toda orientación. Estaba tan cansado. Había estado tres semanas en un estado de vigilia del cual entraba y salía producto de la incesante tortura a la cual había sido sometido. Su cuerpo había sido profanado de forma atroz, su espíritu había sido quebrado y su corazón había sido arrancado de sí. Sus captores lo habían despojado de todo rastro de humanidad posible, convirtiéndolo en un ser inerte, que rogaba ser terminado, que suplicaba por ser arrojado a los dulces brazos de la muerte, hasta que la ira y el resentimiento tomaron su lugar en ese maltrecho cuerpo, otorgándole fuerzas suficientes para escapar.



No obstante, en ese infierno de hielo, su más caro deseo se estaba por hacer realidad. La muerte, ese dulce ángel negro, lo esperaba sin prisas, pero él quería seguir viviendo, quería sólo un poco de calor. De repente divisó una cabaña, con una chimenea de la cual salía humo. Había alguien allí. Reunió las pocas fuerzas que le quedaban y corrió hacia esa promesa, pero no pudo llegar ni a tocar la puerta, sus piernas fallaron y sus fuerzas de desvanecieron, por lo que cayó inconsciente sobre el porche.





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Era una de esas frías noches de invierno en la que sólo los pensamientos eran la compañía suficiente. Los recuerdos lo torturaban una y otra vez, como si de esa manera lo castigaran. Había jurado que hacía mucho tiempo que no recordaba a sus demonios pero el hecho de estar sentado enfrente del fuego de la chimenea era suficiente para demostrar que aún tenía que seguir luchando. Sus ojos grises eran tan fríos como el clima lo era; y un par de mechones de su cabello negro azulado caían sobre su frente confiriéndole un aire peligroso. Su cuerpo musculoso y atlético era muestra viviente de su entrenamiento militar, pero no así demostraba los veinticinco años que Aderik Eindhoven tenía, que realmente no sentía pues se sentía más viejo.



Había vivido demasiado para su edad. Había hecho demasiadas cosas que a cualquiera habría hecho desistir pero a él no. …l había sido el mejor mercenario del mundo.

Su vida militar había comenzado luego de salir de un orfanato, en el cual había estado toda su vida, con un nombre falso. Se adaptó rápidamente al ambiente militar, por lo que ascendió muy fácil de escalafón y de repente era capitán de un equipo elite de soldados especializados en operaciones especiales y encubiertas. Era el mejor. Y fue por ello que la CIA lo había reclutado para trabajar como un agente secreto encubierto. Pero nunca pensó que sería convertido en un juguete de guerra y tarde se dio cuenta de que se estaba metiendo en un mundo embustero y traidor. Llevó a cabo miles de misiones de las cuales dos casi le cuestan la vida, para luego darse cuenta de que era una marioneta del gobierno.

Se había transformado en el perfecto asesino, haciendo el trabajo sucio que luego todos negaban, y él había permitido eso. Hasta que dijo basta y se retiró.



Hacía tiempo que las pesadillas formaban parte de su rutina nocturna, volviendo cada noche una eterna consecución de horas. Sus pesadillas eran recuerdos oscuros de noches y días de cautiverio a manos de enemigos sanguinarios y perversos, que disfrutaban de la tortura y del dolor ajeno, que se maravillaban y gozaban ante el quiebre del algún espíritu humano. Y casi habían quebrado el suyo.....

Su soledad era una compañera caprichosa y exigente, pero él estaba acostumbrado a ella, ya se había resignado de cierta forma de que no conocería nunca alguna forma de calor humano.

El viento afuera soplaba inclemente arrastrando la nieve en esa noche fría de invierno. Adentro, en la cabaña de madera que él mismo había construido en una especie de terapia, el calor de la chimenea encendida era suficiente abrigo.



Un ruido atrajo su atención, e inmediatamente se puso en guardia. Se acercó a la puerta de entrada empuñando su pistola 9 Mm., que jamás dejaba de tener a mano, y lentamente la abrió, asombrándose al encontrar un cuerpo inerte tirado en el porche de su cabaña. Se arrodilló al lado, cambió de mano su arma y le tomó el pulso; jadeó al sentirlo imperceptible contra sus dedos. Guardó su arma dentro de la cintura de su pantalón. Con cuidado volteó esa figura y la luz del porche iluminó un rostro pálido, de facciones semejantes a las de un ángel, que sin embargo tenía los labios azules.



Lo alzó en sus brazos y cerrando la puerta con traba a sus espaldas, lo llevó hasta recostarlo frente a la chimenea encendida. Añadió más troncos al fuego y luego de meditarlo durante unos segundos, se decidió. Con urgencia comenzó a desvestirlo, tenía que quitarle toda la ropa pues estaba húmeda y fría, si demoraba más tiempo quizás no lograría despertarlo. Nunca más. Al despojarlo de su ropa descubrió que era un jovencito, quizás no tenía más de veinte años. Su cabello rubio empezaba a perder la nieve que había traído y refulgía contra su piel pálida pero lo que lo había dejado impresionado eran las heridas y los magullones en todo su cuerpo: en el pecho, en toda su espalda, en sus pálidos glúteos, en sus brazos y piernas. Pero lo que lo hizo estremecer fueron las cicatrices que tenía en la garganta, se notaban que eran recientes, y su delgadez extrema. Rayando casi lo grotesco, esas cicatrices eran burdas líneas que cruzaban ese níveo cuello de lado a lado. Sus ojos grises brillaron de furia al reconocer en ese cuerpo tan frágil, las marcas de una tortura prolongada y sanguinaria, casi blasfema sobre ese ser.



Lo arropó rápidamente y comenzó a frotarlo con fuerza para que entrara en calor. Continuó con esa operación durante más de quince minutos, hasta que sintió que el joven recuperaba su fuerza y empezaba a despertar. Unos ojos color verde lo observan, tristes, carentes de todo brillo, como jamás había visto antes en su vida. Había demasiada antigüedad en esa mirada, demasiada como para un niño como él y fue entonces al ver esos ojos que supo que ese joven había perdido su humanidad.



- Te desmayaste en mi puerta.- dijo el ex-mercenario.- te alojaré por hoy pero mañana tendrás que irte.-



El joven de ojos verdes sacó con languidez sus manos de entre las frazadas y en el lenguaje de señas le dijo:



- “Lo siento, mañana me iré”.- luego se ruborizó cuando su estómago hizo su acto de aparición con un ruido estridente.



- “Te calentaré algo de comida y te traeré algo de ropa.”- respondió el hombre de cabellos oscuros, utilizando el mismo lenguaje.



- “Cómo te llamas?”.- preguntó el joven de ojos verdes. Sus manos danzaban en el aire al formar las palabras, como si fueran bellas mariposas en un día de primavera.- “puedes hablarme, no estoy sordo...solo no puedo hablar”.-



- No nos conocemos lo suficiente como para esas formalidades.- respondió trayendo un cuenco con un poco de guiso y un vaso con leche tibia. Luego trajo la ropa y la dejó sobre el sofá.- No es de tu talla pero servirá. Primero vístete y luego comes.-



- "Perdona, puedes darte vuelta?".- le pidió sintiendo de repente que le daba vergüenza vestirse delante de ese hombre que no conocía, aunque no era la primera vez que estaba desnudo frente a alguien.



- Si así lo quieres- contestó entendiendo al joven. Quería tener algo para sí mismo, aunque sea la intimidad de vestirse, ya que le habían arrebatado todo...por lo que lentamente se volteó hasta darle la espalda.



Segundos después unos ruidos le indicaron que ya había terminado de vestirse, volteó y se encontró con una mirada agradecida.



- “Gracias”.- sus manos dijeron por él y ese gesto tocó una fibra dentro de su ser. Tocó algo que creía muerto.



Lo sentó a la mesa y le sirvió un plato humeante lleno de un guisado especial junto con un vaso de leche tibia. Observó al muchacho comer lentamente, saboreando cada cucharada como si fuera la última, como si no hubiera comido en días, como si no lo fuera a hacer en un tiempo.

Lo observó hasta que terminó el plato y empezó a dormirse sobre la mesa por lo que Aderik lo tomó en sus brazos y lo llevó a la habitación de invitados que tenía enfrente de la suya. Apartó los cobertores y le sacó los pantalones dejándolo en camisa y boxers. Lo tapó y sin poderlo evitar, probó con sus dedos la textura de ese cabello rubio. Era suave cómo el de un bebé...

Dejó la puerta abierta y se retiró a dormir a su habitación luego de poner una pantalla en frente de la chimenea.



Apenas su cabeza tocó la almohada...se sumió en un profundo sueño, por primera vez en largo tiempo.
Notas finales: Continuará...

Besos!!

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