Una joven morena de larga cabellera enmarañada color castaña, camina lentamente detrás de sus dos mejores amigos, su mirada estaba apagada, evitaba verlos a toda costa, miraba hacía en frente sólo para asegurarse de que seguían ahí.
El pelirrojo, que iba en la izquierda, pasó una mano por los hombros del azabache mientras ambos reían incontrolablemente “Hahaha, buena esa, Harry”. La chica ante tal escena sintió a sus mejillas arder de coraje y desvió la mirada.
Harry- oye Hermione, ¿Por qué no has dicho ni una palabra?- el azabache volvió la vista para verla, ella aún se encontraba colorada- ¿estás bien?- preguntó inocentemente.
Hem-claro que sí, ¿qué te hace pensar que no?- habló en un tono nervioso forzando una sonrisa.
Harry- casi siempre nos regañas por burlarnos de los profesores.
Hem- aaaah, es que… entendí que no tiene sentido, lo seguirán haciendo de todos modos.
Ron- al fin lo aceptó, Harry. Esas son buenas noticias- la joven evitó dirigir sus castaños ojos hacia dónde provenía la voz.
El joven pelirrojo, que se había adelantado un poco, volvió sobre sus pasos para acercarse a su amiga. Ella se sorprendió un poco, pues miraba al piso y pudo ver a los zapatos de su amigo acercarse. Pero el chico se detuvo al lado del pelinegro y volvió a pasar su mano rodeando a su amigo.
Ron- hagamos una pijamada para celebrar, hace mucho que no nos reunimos con los otros del dormitorio.
Sintió una punzada en el pecho, pues él sabía perfectamente que ella no era capaz de entrar a los cuartos de chicos.
Harry- hagámosla en la sala común, así Hermione puede estar con nosotros- por otro lado Harry siempre trataba de equilibrar la situación.
Ron- no creo que sea buena idea- de nuevo sintió otra punzada en el pecho, ¿acaso decía eso para lastimarla?
Harry- ¿por qué no?
Ron- porque es una chica- sintió que su corazón daba un vuelco, agachó la mirada y dio la vuelta para irse del lugar.
Harry- ¿Hermione?- la llamó, pero ella no contestó y siguió su marcha- ¡Hermione!, espera.
Ron- déjala, siempre hace sus berrinches- la gota que derramó el vaso.
Hem- puedes hacer lo que quieras, no me interesa estar en tu estúpida reunión. ¡Ah!, ¿Y sabes qué más? Los maestros no son los idiotas, ¡el idiota eres tú que no puedes hacer bien los encantamientos!
El pasillo se quedó en silencio, los demás alumnos que pasaban por ahí se quedaron pasmados tras los gritos. No pasó mucho tiempo para que se escucharán los comentarios sobre la escena: Hermione tenía la cara roja de coraje, las lágrimas comenzaban a asomarse por sus castaños ojos acuosos. El pelirrojo se sorprendió por tal expresión en su rostro, llena de desesperación y frustración.
Un grupo en especial de chicos con bufandas verdes rieron ruidosamente, una chica con cabello corto arriba de los hombros, a la altura del marco del restro, se acercó más a la escena y rio aún más alto tras ver la cara atónita de Ron.
Pansy- ha, ha, ha. No sabes tratar a tu novia, Weasley, pobrecita, mira sus ojos- la castaña mantenía su rostro oculto en su enmarañado cabello, sujetaba su falta con sus manos y la retorcía con cada palabra de la Slytherin. Apretaba sus ojos para no llorar- ooh, alguien quiere llorar…
-Pansy- articuló el rubio de ojos plateados- ya vámonos- pronunció con una voz fría, la joven le sonrió y corrió a tomarlo por el brazo. El rubio miró a Hermione cuando pasaban junto a ella, pudo notar como su cuerpo se estremeció al percibir su mirada, siguió caminando y después miró por encima del hombro a su rival azabache.
Por primera vez Draco Malfoy no se había burlado de ellos, es más, había detenido las risas en su grupillo. Harry dirigió sus ojos verdes unos segundos, los suficientes para que Draco lo notará, el muchacho sonrió por lo bajo haciendo sonrojar al chico de lentes.
La castaña aprovechó el momento, secó sus ojos un poco humedecidos y se preparó para irse.
Harry- Hermione…
Hem- iré a la biblioteca- sonrió forzosamente y una cristalina lagrima rodó por su mejilla, ella la cubrió con la manga de la túnica. Dio la media vuelta y caminó velozmente, corrió al escuchar que el pelinegro le hablaba de nuevo.
El pelirrojo miraba por la ventana, trataba de comprender la situación, pero su experiencia con las chicas no era suficiente como para definir lo qué afligía a su amiga.
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Cuando llegó a la biblioteca sacó una lista de todas las tareas pendientes, estaba tan concentrada en querer olvidar lo sucedido que concluyó con todos los trabajos a entregar dentro del próximo mes. No se presentó a cenar, tenía la nariz hundida en los libros que no se percató de la hora, justo antes de que terminará la cena lo notó. Fue a los dormitorios y preparó un baño en la gran tina del cuarto de chicas, nunca había tenido la oportunidad de usarla, siempre había demasiadas como para tratar o querer meterse.
“Quizá es porque no soy bonita…” se decía a sí misma mientras observaba el opaco y distorsionado reflejo de su rostro en el agua espumosa. Fui ahí en que ya no pudo contenerse más y decidió sacar todo. El dormitorio se encontraba vacío, probablemente habían tenido que quedarse para algún anuncio de Dumbledore. Así que puso sus manos sobre su cara y permitió a sus lágrimas salir, confundiéndose con el agua en su cuerpo. El sonido era ahogado por las paredes, y por ella misma…
Miró una vez más su reflejo en un agua con menos burbujas y pudo ver a una joven, con los ojos rojos y bolsas alrededor de éstos, el cabello enmarañado estaba aplacado por el peso del agua, se pegaba en su cara mojada, podía distinguir sin problema alguno entre sus lágrimas y las gotas de agua.
Al cabo de unos momentos, una idea cruzó su mente: “Porque es una chica”. Podría ser que la lucha aún no estaba perdida.
Salió rápidamente, se vistió en el momento que los Gryffindor comenzaban a llenar el lugar. Salió hacia la cocina para pedirle a los elfos algo de comida, estos no dudaron en servirle todo lo que pudieron. Se quedó a comer ahí para esperar a que oscureciera un poco más. Volvió a los dormitorios antes de que la pudieran sancionar si un maestro la veía fuera de la cama.
Corrió a la sala de Gryffindor, subió volando a su dormitorio y cogió algunas cosas, entre ellas un pedazo de pergamino y sus pantuflas, las metió en una pequeña alforja, bajó las escaleras hacia la sala común y tomó las que se encontraban del otro lado. Caminó por el pasillo hasta llegar a la puerta de uno de los cuartos.
Tomó aire, tragó saliva y tocó. Para su suerte quien abrió la puerta fue su querido amigo pelinegro y oji-verde.
Hem- necesito que me prestes tu capa de invisibilidad.
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